Sin ánimo de polémica alguna, me refiero a que la situación particular de estas personas es de auténtico drama, y la Iglesia nos pide caridad hacia ellos, como a ellos mismos les pide una conducta acorde con la Fé y que lleven su situación con la resignación debida.
Eso no significa que tengamos que justificar determinados actos, particularmente si se hacen en público y con grave escándalo. Pero, sí debemos ser respetuosos con personas que no han elegido ese problema, al igual que lo seremos con quienes padecen un síndrome de Down, o son poliomelíticos, por poner dos ejemplos.
Por otro lado, y en referencia a las situaciones de los mitómanos, cleptómanos, etc., sus causas son psíquicas, no somáticas, por tanto, tienen un tratamiento y no son comparables. Y es a estos aspectos a los que me he referido, dejando bien claras las diferencias que existen entre la homosexualidad somática y la homosexualidad moral y socialmente pervertida. La primera es forzada e involuntaria, la segunda es buscada, depravada, absurda y hasta apocalíptica.
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