Revista FUERZA NUEVA, nº 148, 8-Nov-1969
Oración ante los muertos del Alcázar
Oración compuesta por D. Blas Piñar, leída ante la cripta del Alcázar toledano
Te damos gracias, Señor, porque nos has traído hasta aquí, a este lugar donde aguardan la resurrección de la carne los que te amaron y amaron a su Patria hasta el extremo.
Te damos gracias, Señor, porque has querido conservar para nosotros, austera y en silencio, está cripta donde la muerte nos depara una lección y un estímulo para la vida.
Te damos gracias, Señor, porque no has dejado que se agote en nuestro pueblo la llama encendida del heroísmo, y porque nos has convocado en este lugar para avivarla con el ejemplo, para alentarla con el soplo mudo pero hiriente y abrasador de los caídos.
Te damos gracias, Señor, por el Alcázar fortaleza erguida contra la bestia roja y atea que quiso destruir a España y que hoy tiene subyugada una gran parte del mundo; por el Alcázar en ruinas, antes que profanado; por el Alcázar con el espíritu en pie, alzándose sobre la metralla y el odio de sus frustrados profanadores; por el Alcázar relicario, al que deberíamos venir para alimentar el alma de fortaleza en los momentos de desmayo.
Te damos gracias, Señor, porque mantienes nuestra fervorosa ingenuidad en el servicio, nuestro holocausto en el combate sin entrañas de la guerra fría, nuestra constante victimación por el escepticismo indiferente, por el cansancio y la apatía de los buenos, por la bofetada inicua, el insulto soez, la pedrada anónima, las etiquetas falsas con que pretenden desfigurarnos y ridiculizarnos los mismos que, por razón de los puestos que ocupan, debieran mantener la guardia en defensa y custodia de los sagrados ideales que os llevaron a vosotros, héroes del Alcázar, a este sacrificio final.
***
Te pedimos, Señor, por el eterno descanso de los que aquí duermen y por el descanso y la eterna felicidad de todos los que cayeron por tu causa en la guerra de liberación española, en los campos de batalla y en los campos y ciudades, asesinados por las hordas marxistas.
Te pedimos, Señor, por los que te odiaban y te odian, por los que nos odiaban y nos odian, por los que nos perseguían y nos persiguen, para que a todos con Tu poder sin horizonte, les abras los ojos de la fe y los brazos de la caridad en que nosotros queremos consumirnos, amando por Tu amor a los que se niegan a amarnos.
Te pedimos, Señor, en nombre de los héroes y de los mártires, por España, por una España que no queremos que nadie, bajo ningún título, falsifique o trueque con un juego de prestidigitación, amparándose y escudándose en los que todos lo dieron, como decía la canción jonsista, “con una muerte española”.
Te pedimos, Señor, en nombre de los héroes y de los mártires, por una España limpia y casta, sin la burda promiscuidad sexual que nos abochorna, sin el relajamiento moral que nos conturba, sin el enfriamiento religioso que nos acongoja, sin la deserción o la cobardía de los maestros del espíritu que nos deprime, sin el retorno a las divisiones y al desgarro de la unidad religiosa, política y social que apunta en nuestros días, como anuncio de “una revolución más fuerte y mejor organizada”, que la que fue preciso derrotar con un millón de muertos y una patria en cenizas.
Te pedimos, Señor, que nos abras los ojos y mantengas firme nuestros párpados, para conocer a los enemigos de la Fe y de la Patria, a los falsos hermanos, a los traidores escondidos, a los que vienen a nosotros buscando un pedestal y huyen cuando se encuentran con el ara, a los que se burlan de la Victoria del Ángel y se sonríen hablando de la payasada inútil de la guerra.
Te lo pedimos, Señor, con el aval y la audacia que nos concede comparecer ante Ti, como diría José Antonio, con “esta lista de muertos” cuyos nombres se han grabado sobre el granito de estas tumbas, sobre la piedra gris de estos nichos.
Te lo pedimos, Señor, en nombre de la esperanza que anidó en los que aquí soñaron con la marcha triunfal de las legiones sobre sus huesos fundidos con la tierra, y no con la mancebía que quieren imponernos -desolando nuestra conciencia-, de una generación drogada, sin ilusión y sin patriotismo.
Te pedimos, Señor, al cumplirse ahora (1969) los quinientos años de España, nacida de un beso nupcial, que la hagas grande y libre, que en ella abunde la palabra de Dios, hecha carne en nosotros, fieles testigos del Evangelio; hecha pan con nuestro trabajo, que mitigue todos los hombres; y hecha justicia, transformada en servicio, que nos llene de gozo y de alegría.
Te pedimos, en fin, Señor, que cuando la ira o el desconsuelo nos inviten a tirarlo todo por la borda, cuando el escándalo nos ahogue con su tufo, cuando veamos sorprendidos la prosperidad de los egoístas agrupados en sitiales de honor, que no tienen para vosotros ni siquiera un recuerdo, pero acuden a prestigiar con su presencia el elogio de los que trataron de enfundar con la hoz y el martillo este Alcázar, que hoy nos congrega, te pedimos, Señor, que no nos desampares, que estés muy cerca, junto a nosotros, que no nos dejes caer en la tentación de la huida. Amén.
***
¡General Moscardó, héroes del Alcázar!: permitidme que, recogiendo la profunda emoción que se respira aquí y la profunda emoción de los que aquí estamos reunidos, traiga a nuestra memoria la frase del requeté: “para Dios no hay héroes anónimos”, porque la meditación de esta frase, que nos da tránsito a Tu paternidad y a nuestra filiación divina, nos permite recordar y saborear, con la urgencia de una comprometida e inaplazable vocación, aquello que dijo José Antonio antes de enterrar a uno de sus mejores camaradas: “que Dios os dé su eterno descanso y a nosotros nos niegue el descanso hasta que sepamos ganar para España la cosecha que sembró vuestra muerte”.
|
Marcadores