"Elegía heroica del Alcázar" escrita hacia 1939 por el gran poeta Gerardo Diego. Esta parece ser la versión original completa y sin censura (siempre desaparecen las estrofas finales), que parece últimamente ser imposible de encontrar y eso al margen de sus Antologías Poéticas, donde no están ni por asomo esta ni otras poesías de tema parecido, "non gratas" a las editoriales, a críticos, a academias etc etc
Revista FUERZA NUEVA, nº142, 27-Sep-1969
ELEGIA HEROICA DEL ALCÁZAR
Por GERARDO DIEGO
Estoy yo solo, modelado, exento.
Me alza en relieve el viento.
Me cincelan febrero y mediodía.
Y sobre almohada de imperial dureza
reposa mi cabeza,
confiada y firme en la fotografía.
No me corona plateresca almohada,
no la piedra labrada
que finge encajes para eterno sueño.
Me ciñe prieto símbolo, aureola
-firme y en pie- española:
el Alcázar del César, berroqueño.
Roca de fe y de raza. Y en su ofrenda
desplegaba mi tienda,
en el castillo -como el Cid- velando.
Vigilaban las torres de alegría.
Vela de mediodía.
Eran las doce en punto en San Servando.
Y me volví a mirar las torres claras,
lámparas y almenaras,
alto ajedrez de heráldica y denuedo.
Qué cuerpos de sonora arquitectura,
bajo la luz tan pura,
pirámides y cubos de Toledo.
¿En qué España pensaba, en qué enemigo?
¿En qué Alfonso, Rodrigo,
Florinda de jazmín, Raquel de raso?
Y cerrando los ojos embebía
la húmeda melodía
que exhalaba el rabel de Garcilaso.
Oh celeste dulzura, oh clara vena,
licor que se me ordena
como un árbol de paz grave y sin nidos.
Oh acordes e intervalos
entre arquitrabe y basas bien medidos.
* * *
¿Qué huracanado vendaval soberbio
ha descarnado el nervio
y esparcido reliquias sobre el área?
¿Quién se atrevió a los muros? La pupila,
¿quién ciega?, ¿quién mutila
la majestad del águila cesárea?
Donde un tiempo los números concordes
y el filo de los bordes
cegándose de lumbres meridianas,
donde aquel día el cristianado Zoco
y el albañil revoco
y la clausura azul de las campanas,
hoy yace desmigándose en escombros
la altivez de unos hombros
desmoronada en cárcava y andrajo.
Muros de codos cien se desmantelan.
Y abajo se descielan,
turbias, las aguas mágicas del Tajo.
Oh miseria sin fin de cuanto ensalza,
de cuanto viste y calza
mano maestra a escuadra y plomo en vilo.
Oh destino fatal de una estructura,
La humana criatura,
leñadora suicida, hundiendo el filo.
Mas pronto un temblor santo me sacude.
El alma se desnude
y se arrodille ante esta ruina nueva.
Más alta que la torre en su cuadrante,
sobre la roca atlante
la ruina heroica, indómita, se eleva.
No le es lícito a un hijo de esta España,
de esta materna entraña,
contemplar como ruina de paisaje
esa piedra. El Alcázar de Toledo,
el Alcázar sin miedo
al cielo erige el roto paralaje.
¿Dónde buscar la fabulosa traza,
la gloria de una raza,
la redención de un ciclo de congojas?
¿Siglos atrás en las historias rancias?
¿Saguntos o Numancias?
No; están aquí calientes, frescas, rojas.
No llore aquí feliz melancolía
llanto de arqueología,
fría elegancia de Rodrigo Caro.
Aquí se siente el corazón entero
y el hombre verdadero
de esta desolación se forja amparo.
Esas simas volcánicas, tremendas,
esas minas horrendas
no rizaron las frentes asediadas.
No ensombrecieron las febriles faces
ni las llamas voraces
ni el retumbo de plúmbeas toneladas.
Ni el espectro acercándose del hambre
ni el diabólico alambre
tentando al coronel Guzmán el Nuevo
con voz filial y timbre de Guzmanes.
Tan sobrios ademanes
no conoció en Tarifa el medioevo.
Y van pasando los atroces días.
Sarcasmos e ironías
llueven tras de los muros del asedio.
¿Mérida, Guadalupe, Talavera?
Onda, vuela ligera
y ábrete en pechos víctimas del tedio.
También vosotras, sí, madres y esposas
peleábais con las rosas
puras de fe de las avemarías.
"Reina y Señora, cerca está tu octubre.
Tu manto azul nos cubre.
Libéranos. Contamos ya los días."
Y la Reina lo oyó. Desenterrados
fantasmas delicados
iban surgiendo de su vida tumba.
"Bandera del honor libertadora:
por vivir esta hora
doy mi agonía larga y catacumba."
Y revivieron fastos imperiales.
Palabras inmortales
florecían en labios verdaderos.
Así se entrega, incólume, la llave
cuando el alcaide sabe
que siglos le contemplan venideros.
Oh ruina del Alcázar de Toledo.
Yo mirarte no puedo,
convulsa flor de otoño, sin asombro.
Vivero de esforzados capitanes,
nido de gavilanes,
huevo de águila: Franco es el que nombro.
Ahí nacieron proféticos los sueños,
los sublimes empeños
de una firme y radiante adolescencia.
y el Tajo, que lo sabe, amansa el paso,
sonoro a Garcilaso,
y el cielo otra vez cabe en su conciencia.
Gerardo DIEGO
Última edición por ALACRAN; Hace 2 semanas a las 22:17
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
Aprovechamos ya para añadir un texto sobre Gerardo Diego y sus poesías durante la Guerra civil, en que por supuesto, simpatizó con el bando nacional :
A Gerardo Diego le coge la Guerra Civil española en la localidad francesa de Sentaraille, de donde era su mujer Germaine Main. Una vez que se libera Santander, a últimos de agosto de 1937, se reincorpora a su cátedra y dos años más tarde un nuevo traslado lo lleva a Madrid. En ese tiempo apenas escribe algunos artículos en el diario La Nueva España de Oviedo, periódico que pertenecía a FET y de las JONS. El primero de ellos aparece en este diario el 17 de abril de 1938 y se tituló Retaguardia, en honor de una reciente novela de la escritora Concha Espina que se enfrenta con el tema de lo que se pudiera llamar el reverso de la guerra: «Este revés –escribe Diego– es mucho más interesante novelísticamente entre los rojos que en la retaguardia nacional, que se acerca a la normalidad de una vida laboriosa y pacífica todo lo que las circunstancias militares permiten. Por el contrario, todos los que han vivido los trágico horrores de la revolución roja, sobre todo en los primeros meses, saben muy bien por dolorosa experiencia qué grado de intensidad alcanzan las pasiones humanas…»{16}.
De 1938 es el poema Soy de Oviedo. Torre de la catedral, «mutilada torre catedralicia»{17}, herida y símbolo del dolor, que el poeta quiso dedicarle en recuerdo del cerco y asedio que aguantó la heroica ciudad durante la Guerra Civil, y del bombardeo que padeció su catedral como años antes, en la llamada Revolución de Asturias, había sufrido la voladura de su Cámara Santa. El poema, que difícilmente encontraremos en la mayoría de los libros dedicados al poeta ni tan siquiera en sus Obras Completas, dice así:
Nunca supe lo que es miedo.
Soy de Oviedo.
Aunque me veis sin diadema
y mútil mi flanco enhiesto,
no supe arrancarme el gesto
esa metralla blasfema.
Ya mi estatura es emblema.
No quiero morir, no puedo.
Soy de Oviedo.
Porque el general Aranda
me dijo: «quieto», aquí estoy,
que si me ordenara: «anda»,
le respondiera: «allá voy».
Y echará a andar por la banda
pasos de piedra y denuedo.
Soy de Oviedo.
¿Veis cómo trepa la hiedra,
una hiedra imaginaria,
por mi línea que fue piedra,
mi piedra que fue plegaria?
Cómo crece, cómo medra.
Qué dulce y divino enredo
Soy de Oviedo.
Contra el heroico Naranco
mi aguja en fe se dibuja,
y de nuevo al cielo puja
y en el cenit hace blanco.
Duélenme sienes y flanco,
pero en pie sigo y no cedo.
Soy de Oviedo.
Mi piedra sangra y no gime.
Torre soy y centinela.
Duerme, Oviedo, que te vela
madre de siglos sublime.
De tus hijos seré abuela.
Nunca supe lo que es miedo.
Soy de Oviedo.{18}
También de esta época es su colaboración en la Corona de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera, editada en 1939 por Ediciones Jerarquía. Gerardo Diego le dedica el poema que tituló Soneto a José Antonio. De esta misma época es su extensa poesía Elegía heroica del Alcázar, dedicado a celebrar la gesta del Alcázar de Toledo. Nos ha llamado la atención que en esta poesía no cite de manera clara al coronel Moscardó lo mismo que citó al general Aranda en la anterior:
Oh ruina del Alcázar de Toledo.
Yo cantarte no puedo,
convulsa flor, sin desnivel de rimas.
Vivero de esforzados capitanes.
Nido de gavilanes,
que ensayan vuelo hacia las altas cimas.
Ahí nacieron proféticos los sueños.
los sublimes empeños
de la firme y radiante adolescencia.
Y el Tajo que lo sabe, amansa el paso,
sonoro a Garcilaso
y el cielo otra vez cabe en su conciencia…{19}
Pocos días después de finalizar la guerra fallece el aviador militar Joaquín García Morato a quien Gerardo Diego le dedica este poema que tituló Hallazgo del Aire:
¿El aire? No. Aún no existe.
Nadie lo ha visto, nadie.
Trepan ramas de hojas
sedientas a buscarle.
Copas, cúpulas, torres,
agujas, flechas, ágiles
le sueñan. Le persiguen,
alpinistas acróbatas
sin identificarle.
Porque ese azul es cielo
y es azul. Y lo sabe.
Y el viento es sólo música
y la brisa mensaje...{20}
Por estas mismas fechas sale a luz un libro titulado Laureados, donde colaboran cerca de medio centenar de firmas: Manuel Machado, Camilo José Cela, Giménez Caballero, Víctor de la Serna, Cortés Cavanillas y el propio Gerardo Diego, son algunas de ellas. El libro descubre toda una antología de heroísmo. Quizá lo menos importantes de él sea la exaltación personal de cada héroe: es el relato simple de una anécdota que demuestra la calidad, el temple, el tono de una acción; es, en suma, la historia repetida en sucesos aislados, pero que, al verlos reunidos, constituyen un compendio de lo que pueden dar de sí las reservas de un pueblo.
Gerardo Diego dedica su extenso artículo a un guardia civil llamado César Casado Martín, un héroe del que muchos años después solamente nos queda el testimonio del poeta:: «Fue en aquellos días heroicos de comienzos de septiembre del 36. Acodada en la barrera de los Bajos Pirineos, Europa, frívola e incrédula, contemplaba, restregándose los ojos inverosímiles, la lucha española. El guardia civil César Casado Martín conquista al mando de dos escuadras las primeras casas del de Behovia. Cuando logra su objetivo sólo le quedan dos hombres y él mismo está herido. Durante cuatro interminables horas se mantiene solo y desangrándose, contra el fuego nutridísimo del enemigo, que no puede ni recuperar casas ni apoderarse de los blindados por él defendidos. ¿Será menester alardes de literatura para exaltar esta hazaña como se merece?…»{21}.
https://www.nodulo.org/ec/2013/n136p08.htm
Última edición por ALACRAN; Hace 2 semanas a las 14:30
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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