Revista ¿QUÉ PASA? núm 158, 7-Ene-1967
El misterio de Garabandal
SOBRENATURAL PROBLEMA: EL DE LA FE
Los padres capuchinos, de Santander, en su revista «El Santo» (número 285, del pasado noviembre de 1966) publicaron, en nuestro concepto, imprudentemente:
«Sobre los hechos ocurridos consta con certeza que no hay nada sobrenatural, antes al contrario. Y en su día se hará pública la trama artificiosa de los sucesos.»
Esta declaración de los padres capuchinos se deriva de «la opinión de las personas que han seguido el desarrollo de los acontecimientos y que son de autoridad religiosa en la materia».
Nosotros también conocíamos la opinión de aquellas personas, pero las juzgamos religiosamente, eclesiásticamente insuficientes para emplazar a millones de católicos de España, Europa y América, a despojarse de su fe en los sobrenaturales sucesos de San Sebastián de Garabandal. Porque es la fe en los Misterios del Señor y de la Santísima Virgen lo que está en juego, más allá del término municipal de una aldea santanderina, de los límites de una provincia, de los confines de una nación. Es el orbe católico y no católico el convocado por la divina exhortación, el estremecido por la profecía. Y estimamos que sea la romana Congregación para la Defensa de la Fe quien pronuncie la sentencia inapelable, de obligatoria observancia y obediencia para los católicos de todo el mundo.
¿Que las cuatro niñas videntes, ante una Comisión investigadora canónicamente constituida y revestida de todos los atributos de legitimidad y veracidad, han declarado ser mentira todo lo que sobrenaturalmente vivieron y relataron ellas y presenciaron en Garabandal centenares, millares de personas?
He ahí el sobrenatural problema: el de la Fe. Ante lo positivo y lo negativo de los sucesos no nos queda más que creer o no creer. Nosotros creemos. Ciega y fervorosamente creemos. ¿Por qué? ¡Ah! Apañados estaríamos si tuviéramos que demostrar lo razonable de nuestra fe explicando racionalmente los Misterios. La fe en sí misma es un misterio. ¡Pues eso, reverendos padres capuchinos de «El Santo»!
Sin embargo, existe en España un abogado de la Santísima Virgen, don Francisco Sánchez-Ventura y Pascual, cuyas obras, si no explican el Misterio, ni la fe en el Misterio, son como manantiales de luz y de gracia, que subliman los sentimientos y las ideas, distanciando la mente y el corazón de los lectores de todo contacto con los casos y de toda influencia de las cosas de quienes forjan su doctrina atentos al suelo, sin mirar al cielo.
Pues bien, don Francisco Sánchez-Ventura y Pascual—autor de libros como «Las apariciones no son un mito», «Estigmatizados y Apariciones», «La incógnita de Garabandal» (Editorial Círculo, Agustina Simón, 1, Zaragoza)—acaba de lanzar un nuevo volumen titulado precisamente «LAS NEGACIONES DE GARABANDAL». He aquí la transcripción literal de lo que de tales sensacionales negaciones dice el señor Sánchez-Ventura Pascual (págs. 63 a la 68) en su recientísimo (1967) libro.
«PROBLEMA Y SOLUCION»
Que las dudas y negaciones de las niñas fueron anunciadas es evidente. Que lo negativo entra dentro de las normas clásicas de actuación divina, también. Que en este caso concreto, y ante el espectacular milagro prometido, era necesario el manchón de lo contradictorio, no cabe duda. Pero a pesar de todas estas consideraciones hay una realidad que supone un fuerte freno a nuestra fe de hombres del mundo. La realidad es ésta: las niñas han asegurado hoy que todo es mentira, que todo lo inventaron ellas y se pusieron de acuerdo para inventar la farsa.
Esto aseguran las niñas y yo estoy personalmente convencido de que lo dicen sin mentir, lo dicen porque así lo sienten y lo creen de buena fe. Porque las videntes no mienten. Las videntes son incapaces de mentir. Luego si no mienten ahora, tampoco mentían antes, cuando eran más jóvenes y más espontáneas y predispuestas a la sinceridad. Y éste es el problema. Porque si nuestra razón se resiste a creer lo que no ve, también se resiste a negar lo que ha visto, como la explicación no sea convincente. Y en este caso no es convincente la explicación de que todo es falso, ni tampoco la explicación de que todo es verdad.
Existe, como hemos visto, un estado de confusión que justifica plenamente, y obliga en conciencia, a mantener abierto el interrogante de Garabandal. ¿Pueden cuatro niñas de pueblo ponerse de acuerdo para montar una farsa infernal y mantenerla durante cinco años? ¿Pueden interpretar a la perfección todos esos fenómenos, de por sí desconocidos, que se dan en Ja historia de la mística, como son las comuniones administradas por el Angel, las caídas extáticas, las marchas de pie y de rodillas a velocidades vertiginosas, la localización de objetos perdidos, etc.? ¿Pueden conocer el contenido de esas locuciones y expresar ideas tan sublimes, con tanto acierto, sin ayuda de nadie? ¿Y los casos de levitación, cómo se explican? ¿Y los de conocimiento de conciencia? ¿Cómo se explican las conversiones espectaculares que allí se han producido...? ¿Y las curaciones sorprendentes de las que todos tenemos noticia? ¿Cómo aprendieron las niñas el Ave María en griego y las frases en lengua extranjera que oyeron en una visión con el padre Luis, después de muerto? ¿Cómo han podido conocer la forma en que fue amortajado y ciertos detalles sobre su profesión religiosa...? Cuántas cosas más de clásico acento providencial podríamos decir, de unos y de otros, si no temiéramos pecar de indiscretos.
Lo positivo de Garabandal no ha sido explicado por la Comisión ni por nadie. La ciencia, como afirma el doctor Puncernau, neuropsiquiatra de gran prestigio y testigo de excepción en Garabandal, no puede dar explicación científica alguna. Aunque fueran excepcionales actrices, las videntes no han podido montar esta farsa, ¿cómo es posible mostrar a la vez, como si estuvieran sincronizadas, los mismos cambios de expresión ante lo que iban viendo en sus éxtasis? Si tomamos la fotografía de Mari Loly caída en el suelo y la invertimos para contemplar la dirección y expresión de su mirada, veremos en esta foto la prueba más elocuente de que realmente no había fingimiento alguno, que aquella niña, a pesar de su violenta postura, estaba viendo en realidad algo inefable.
Pero, sin embargo, las cuatro dicen que todo es mentira, que nunca han visto a la Virgen. ¿Cómo puede compaginarse una cosa con otra? La explicación es clara. Las cosas, de Dios son así. Lo hemos visto en lo expuesto anteriormente, pero, a mayor abundamiento, tenemos infinidad de ejemplos similares que nos brinda la historia. Entre ellos hemos aludido a San Juan de la Cruz, que negó sus visiones y fue apaleado y perseguido en vida; a Santa Teresa, condenada por la Inquisición; a Maximino, el vidente de La Salette, que confesó ante el Cura de Ars la falsedad de sus apariciones; a Gema Gaigani, etc., y a la lista de los citados podríamos añadir muchísimos más, como Juana de Arco que firmó su confesión y fue quemada viva. Podríamos añadir incluso a Bernardette, la vidente de Lourdes, que en el convento y antes de morir pasó por su noche del espíritu y vivió también la angustia de sus dudas y sufrimientos y acabó negando sus visiones con la blanca Señora... (1).
Si las obras de Dios son así, si la historia de la mística nos muestra la realidad de estas noches del alma, de esta fase de purificación y oscuridad del espíritu, ¿cómo puede ser Garabandal una excepción?
Pero aquí el asunto está en principio más claro que en Lourdes o que en La Salette, porque aquí esta fase de contradicción fue reiteradamente anunciada desde el primer día.
Perdone la extensión de esta carta. Mucho más podríamos decir, pero no quiero prolongar mi informe. Los argumentos más importantes, que constituyen la realidad positiva de Garabandal, figuran en mi conferencia pronunciada en el Palacio de la Música, de Barcelona; le remito una copia tomada de la cinta magnetofónica donde se reproduce el acto, por si fuera de su interés conocer mis alegatos de defensa y, sobre todo, para que analice la opinión, en nombre de la ciencia, del doctor Puncernau, quien hizo un magnífico estudio sobre tan apasionante problema.
A cuantos escandalizados por mi actitud de fe absoluta en Garabandal me preguntan las razones de mi insensata postura, la verdad es que no sé qué responderles. Porque la fe es un don gratuito que viene y se enseñorea de nuestro espíritu con la misma facilidad con que desaparece o se oculta. Pero algo hay indestructible y fuerte como una roca, difícil de olvidar u oscurecer. Me refiero a la parte positiva de que esta carta no trata. A los fenómenos inexplicables, a la historia de Garabandal. Estos son en realidad «nuestros poderes», los poderes en los que se escudan y justifican los garabandalistas de buena fe. Cuando toda esa realidad sea explicada con lógica racional; cuando me enseñen la «trampa» de tan maravilloso espectáculo, seré el primero en rectificar y prometo hacerlo por escrito. Mientras tanto, no puedo, me es imposible con la imposibilidad de lo involuntario. El que a Conchita le corten las trenzas, diciendo como toda explicación racional que a lo mejor el pelo atraía la electricidad y transmitía un sueño hipnótico a sus compañeras de juego, a mí no me sirve como explicación. Mi pobre entendimiento exige algo más convincente y lógico.
Resumiendo: queremos y esperamos una solución definitiva. Si se trata, como nos dicen ahora, de un juego de niñas, queda excluida la enfermedad de que nos hablaban antes. Si, por el contrario, se trata de un problema de tipo sicológico o parasicológico, debe quedar excluido el juego de niñas. Si la solución está en lo diabólico, como algunos afirman, debemos eliminar las anteriores explicaciones. Pero mientras no exista una solución clara y segura, mientras no comprendamos el por qué de tantas «coincidencias» desconcertantes, de tantos fenómenos racionalmente incomprensibles, muchos somos los que creemos que debe seguir abierto el interrogante de Garabandal.
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1) El Cura de Ars, por no creer entonces en La Salette y pronunciarse en contra de estas apariciones en nada perjudicaba su santidad, sino que, por el contrario, daba muestras de una prudencia y de un equilibrio dignos de todo ministro del Señor. Y lo mismo decimos en este caso respecto a quienes adoptan frente a Garabandal una postura prudente, de respetuosa espera. |
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