A diferencia de los auténticos Reinos medievales españoles: Castilla, León, Aragón y Navarra, que gozaban de cortes propias y eran auténticos Estados con embajadores y moneda, los otros territorios denominados también Reinos como Galicia, Murcia, y los de Andalucía (Sevilla, Córdoba y Jaén) no pasaron nunca de ser meras circunscripciones territoriales con un adelantado (o noble o arzobispo de Santiago en Galicia) al frente.