Saludos a todos los hermanos en Cristo que me lean,
Sin lugar a dudas los asuntos indentitarios de los hispanos respecto al resto del Orbe y las sutiles pero firmes diferencias entre las propias tribus hispanas han de constituir un asunto de debate apasionado, mas lamento decir que no son de mi interés personal. Las alambicadas disertaciones sobre nacionalismos, regionalismos, localismos y curiosidades costumbristas tampoco me dicen nada. Por otro lado, la política, cuando es supuestamente tan elevada que se convierte en impracticable, creo que se convierte en mero diletantismo.
Somos almas creadas por Dios que hemos nacido, providencialmente todos y cada uno de nosotros, en un lugar y una época concretos y que, partiendo de esas coordenadas reales, hemos de intentar servir a Dios en Cristo procurando convertir nuestras vidas en ofrendas al Altísimo llenas de entrega, de fe y de humildad. En lo político hemos de poner nuestra voluntad al servicio de un proyecto católico, al servicio de Cristo, como hicieron nuestros antepasados cuya memoria no podemos traicionar.
A día de hoy España se debate ante su ser o no ser como Estado unitario. En lo político el liberalismo ateo y antropocéntrico, con diversos disfraces, es el amo y señor de la escena y también de las almas de la mayoría de españoles. Dentro de esta debacle moral y espiritual cabe enmarcar la disolución de España en aras de los intereses de diversas burguesías liberales, tanto separatistas (CIU y PNV) como separadoras (PPSOE). El liberalismo no sólo ha vencido en lo contingente a la Tradición sino que también ha sabido desactivar parcialmente e integrar dentro de su proyecto mundial a las ideologías totalitarias del siglo pasado, de manera que no es difícil observar como el neoliberalismo imperante, con sus dos alas de la farsa partitocrática, ha absorvido y hecho suyos valores tanto comunistas como nazi-fascistas, es decir, valores del Anticristo que casan a las mil maravillas con la no menos anticristiana matriz liberal.
Sobre este fondo abominable y desolador, común a todo Occidente, se está produciendo además un proyecto de secesión de Cataluña que podría alterar enormemente las relaciones entre los pueblos ibéricos y sobre todo entre aquellos que forman parte de España.
No creo necesario argumentar nada sobre la manifiesta hispanidad y españolidad de los catalanes. Más bien habría que preguntarse ¿qué sucedería si esa secesión llega a producirse? ¿seguiría España siendo España sin Cataluña? ¿viviríamos todos en una España por fin unida y en paz sin los catalanes, como dicen los nacionalistas españoles de corte pancastellanista o más bien sería entonces cuando los demonios tribales de España se verían libres y camparían a sus anchas? El escenario se hace aún más inquietante si se piensa en una posible separación de las tierras de los vascos, germen histórico de buena parte de nuestra Historia común.
Día a día avanzamos hacia esa escisión y parece ser que tanto unos (nacionalistas catalanes) como otros (nacionalistas pancastellanistas) están la mar de contentos. Ayer mismo leí en un artículo de prensa como el escritor ferozmente anticatólico y ferozmente pancastellanista (el tío es un Milosevic jiennense) Juan Eslava Galán se quedaba tan a gusto diciéndole a los catalanes "¡Puerta!", ya que este es uno de esos que cree que lo que vendrá aquí después de una hipotética marcha de Cataluña será una Arcadia feliz donde castellanos, gallegos, valencianos, canarios, andaluces o navarros bailaremos juntos el corro de la patata. La estrechez de miras y la soberbia de este andoba, aparte de darle su dosis de razón a cierta estrofa de "Els Segadors", está apuntalando una secesión de terciopelo entre Cataluña y el resto de España que llevará a que se tenga que repensar aún más a fondo aquello de la españolidad en una sociedad atea, empobrecida, tribal, involutiva, darwinista... el triste resultado de todo esto creo que no es difícil de adivinar. Dichosos catalanes y vascos porque, una vez separados pacíficamente del resto de España con ayuda de los Eslava Galán de turno, evitarán una posteridad que mucho me temo no será nada pacífica.
Ante un futuro tan incierto me pregunto: ¿qué pasará con el Reino de Sevilla? ¿tal vez se convierta en el nuevo chivo expiatorio del liberalismo pancastellanista? ¿quién nos mirará con simpatía y verdadero calor fraterno si los amables catalanes se marchan y los humildes portugueses nunca entraron? ¿qué hecho diferencial esgrimiremos los sevillanos cuando los gallegos saquen el neoceltismo, los castellanos y algunos granadinos el pancastellanismo, los canarios su condición insular o los valencianos su blaverismo? ¿qué hacemos entonces, les contamos un chiste?
El Reino de Sevilla y los reinos del Andalucía son el resultado más acabado de siglos de lucha por Cristo en la que participaron nuestros antepasados, algunos de ellos hispanos y otros no. Gran mentira la del andalucismo de Blas Infante, pues los andaluces nada tenemos de árabes, pero también sería mentir el considerarnos castellanos. La voluntad de ser castellanos sólo se da de manera parcial en el Reino de Jaén y en algunas zonas del Reino de Granada y además, es algo no compartido por los auténticos castellanos... el andaluz pancastellanista sufre de una suerte de amor no correspondido. La verdad es que no me imagino a un tío de Málaga o de Adra pretendiendo ser castellano, aunque hay gente pa tó.
Somos españoles, desciendentes de castellanos, portugueses, leoneses, catalanes, vascos, italianos, franceses, alemanes o gitanos (esto a los nazis les duele mucho). Esta tierra es muy heterogénea y fue ganada por Cristo, con Cristo y en Cristo por nuestros ancestros. Ciertamente no tenemos el pedigrí tribal de otros lares pero tenemos el orgullo de saber que los padres de nuestros padres fueron aquellos que decidieron luchar por Cristo, que optaron por arriesgar sus vidas y no por quedarse en el terruño para que sus descendientes pudieran crear un nacionalismo burgués en el siglo XIX o XX.
Aún habida cuenta de nuestra españolidad no pocos separatistas y separadores nos desprecian y se mofan de nuestra manera de hablar el español/castellano, nos llaman vagos, medio-moros (dándole la razón a Infante, por cierto) ¿qué nos cabe esperar cuando poco a poco seamos un Montenegro unido a una Gran Serbia?
En fin, sólo esbozar lo que puede ser un futuro muy oscuro para los sevillanos dentro de una España sin los catalanes, que dicho sea de paso (basándome en mi experiencia personal) son, junto a los lusos, los hispanos menos antiandaluces o antisevillanos.
Lo que representa la visceralidad atávica y anticristiana de Juan Eslava Galán, es decir, una España que sería una Gran Castilla atea y etnicista, es como para ir calibrando qué camino seguir en estas tierra del suroeste.
Una decidida lucha por una España íntegra donde sea tan respetable ser de Dos Hermanas o de Manresa como de Burgos o de Santander, es lo que se impone en este preciso momento, pero si se llega a producir la escisión de Cataluña, sería mejor tener un plan B para enfrentarse contra un monstruo que ya no sería España.
San Nuño de Santa María, ora pro nobis
Saludos en Xto.
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