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Tema: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

  1. #81
    Avatar de Javi Hispánico
    Javi Hispánico está desconectado Miembro graduado
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    Re: La Bandera de Las Españas

    Amigo Irmão de Cá te dejo un enlace de la wikipedia:

    Bandera de Portugal - Wikipedia, la enciclopedia libre

    En el apartado de 1580 a 1640 podemos leer:

    "Por otro lado, la bandera de los Austrias de España (la cruz roja en forma de aspa de la Borgoña) se convirtió en cooficial, junto con el pabellón marítimo portugués".

    Y en la foto de la Cruz de Borgoña se lee:

    "Bandera de los Habsburgos de España, utilizada por las embarcaciones portuguesas".

    Sé que la wikipedia no es el sitio más fiable, pero tú mismo has reconocido que la Cruz de Borgoña ondeó en embarcaciones portuguesas, además yo me hago dos preguntas:

    1. ¿En las embarcaciones marítimas portuguesas ondeaban banderas no oficiales?

    2. ¿La señal real de un rey no es oficial en su propio Reino?

    Castilla tenía su propio estandarte, como lo tenían Aragón, León o Navarra, pero además también les pertenece la Cruz de Borgoña por ser la señal real de sus reyes de la Casa de Austria. Del mismo modo que le pertenece a Portugal, pues también tuvo reyes (que lo eran al mismo tiempo de todos los reinos penínsulares) de la Casa de Austria.

    La cruz de Borgoña ha sido el único éstandarte que hemos compartido todos los hispanos y como tal lo reivindico.
    Los "españolistas" me miran mal por hablar catalán y los "catalanistas" lo mismo por hablar castellano.

    http://elprincipatdecatalunya.blogspot.com/

    http://portugalhispanico.blogspot.com/

  2. #82
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    Re: La Bandera de Las Españas

    Cita Iniciado por Javi Hispánico Ver mensaje
    Sé que la wikipedia no es el sitio más fiable, pero tú mismo has reconocido que la Cruz de Borgoña ondeó en embarcaciones portuguesas, además yo me hago dos preguntas:

    1. ¿En las embarcaciones marítimas portuguesas ondeaban banderas no oficiales?

    2. ¿La señal real de un rey no es oficial en su propio Reino?

    Castilla tenía su propio estandarte, como lo tenían Aragón, León o Navarra, pero además también les pertenece la Cruz de Borgoña por ser la señal real de sus reyes de la Casa de Austria. Del mismo modo que le pertenece a Portugal, pues también tuvo reyes (que lo eran al mismo tiempo de todos los reinos penínsulares) de la Casa de Austria.

    La cruz de Borgoña ha sido el único éstandarte que hemos compartido todos los hispanos y como tal lo reivindico.
    Javi, como he dicho no niego que se haya utilizado la bandera de la Cruz de Borgoña en embarcaciones portuguesas en aquel tiempo. Lo que pasa es que no era de empleo reglamentar ni tampoco regular. La explicación para ello, como te dije, es que mismo los buques de la armada eran embarcaciones muchas veces utilizadas para otros fines y de propiedad privada. En cuanto a tu primera pregunta, lo que no es riguroso es la "oficialidad" de la bandera. Una bandera oficial se presupone de representación incontestable y generalizada (o por lo menos común); en Portugal fue poco más que residual.

    En cuanto a tu segunda pregunta, los historiadores son unánimes en afirmar que cuando el rey visitó a Portugal (no estoy seguro, pero de los Austrias creo que el único fue Felipe II) se empleaba la bandera de Portugal y la enseña real... no la Cruz de Borgoña, pero sí sus armas, en las cuales figuraba también el escudo de Portugal. Esa sí que era la señal real.

    Hombre, para que sepas y si te interesa, tampoco la Cruz de Cristo fue bandera oficial en Portugal; cuando mucho la Cruz de Aviz, cuando la Casa de Aviz reinó, pues fue insertada por algún tiempo en el escudo real portugués. Todavía, si alguna representó esa hispanidad que habla portugués fue la Cruz de Cristo; sin ella cualquier representación de la hispanidad por bandera quedará coja.

    También la bandera de Portugal es hispana por naturaleza, no necesita de la Cruz de Borgoña para serlo. Portugal es el único reino peninsular (con Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada) cuyo escudo porta las armas de otro reino peninsular; eso dice mucho, creo yo. Además, ya existe una cruz de Borgoña en la bandera portuguesa; pues las Quinas han evolucionado de la bandera fundacional de Portugal, la cruz azul del conde Enrique de Borgoña, que como hijo menor no podía usar "armas limpias", es decir, las armas de su padre.
    Última edición por Irmão de Cá; 21/09/2010 a las 00:55
    res eodem modo conservatur quo generantur
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    HISPANIS OMNIS SVMVS

  3. #83
    Avatar de Javi Hispánico
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    Re: La Bandera de Las Españas

    Irmão de Cá, dejando de lado la información de la wikipedia y del uso o no de la cruz de Borgoña por parte de embarcaciónes portuguesas haré la siguiente reflexión.

    La cruz de Borgoña llega a España de la mano de Felipe I, y se convierte en el símbolo de la Casa de Hasburgo en España. Esa misma dinastía también reina en Portugal, por lo tanto el aspa de Borgoña fue el símbolo de una dinastía que reino en Portugal.

    No hay nada que represente mejor a Portugal que su escudo, eso está claro, pero también es cierto que todos los reinos hispánicos compartimos reyes, los de la Casa de Hasburgo, y que esta tenía como símbolo más representativo la cruz de San Andrés, y eso es simplemente lo que yo reivindico. Todos hemos compartido un símbolo, el símbolo de la Casa de Hasburgo que reinó toda la península.

    Además la cruz de Borgoña era la bandera del Imperio español, imperio al que perteneció Portugal, así que creo que esa bandera si representó a Portugal de alguna manera.

    Un saludo.
    Los "españolistas" me miran mal por hablar catalán y los "catalanistas" lo mismo por hablar castellano.

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  4. #84
    Avatar de estrugo
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Sorprendente!, siempre había considerado la bandera con la cruz de Borgoña, como enseña de los barcos de la Marina Real, y ademas asociada a la casa de Borbon, cuando en realidad es la
    enseña del Condado de Borgoña.

  5. #85
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Diga lo que diga el post inicial, siento contradecirlo. No, la bandera con la aspa de Borgoña no es, repito, no es ni a sido una bandera nacional española.

    1.- Para que haya una bandera "nacional" es necesario la existencia legal de una nación, de la "Nacion Española". Nunca en la historia de España aparece algo legalmente aceptado y denominado "Nacion española", la cual "nace", creo, hasta el año 1812.

    2.- La Cruz de Borgoña fue bandera militar, es decir de los ejercitos del Rey, es decir del rey o si se quiere de la monarquia, o de los agentes que actuaban en representacion del rey, de la misma manera que la roji-gualda comenzó siendo una banera marinera real, no de los "españoles", no de la "Nación española", que repito no existia antes de 1812.

    3.- Por tanto resulta excesivo, por falso, afirmar que la Cruz de Borgoña fuera una bandera nacional

  6. #86
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Nación es algo más, mucho más, que lo diga o no un texto o documento oficial. En todo caso el texto reconoce lo que viene de antes. España ya existía, se llamase nación o no. Y la bandera representaba a España, aunque no se entendiera exactamente en el mismo sentido que en la actualidad.

    Y a ver si cuidamos un poco más el idioma: "a sido" puede ser una errata al escribir rápido, pero ese feo hiato de "la aspa" no es español, es propio de gringos o de niños pequeños que aún no han aprendido a hablar bien. Y la preposición "hasta" está empleada de forma absurda, si bien este último es un error frecuente en México y Colombia, que en muchos casos lleva a expresar lo contrario de lo que se quiere decir.

  7. #87
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Nación es algo más, mucho más, que lo diga o no un texto o documento oficial.
    Bueno, en eso estoy de acuerdo, si no vea Vd. el follón que se armó con aquello del Estatut y la estúpida negación hecha por el Constitucional.


    En todo caso el texto reconoce lo que viene de antes. España ya existía, se llamase nación o no.
    Pero es que de antes no viene nada. “Antes” cada quien se reportaba con respecto a su “patria chica”, a su “país” (en sentido antiguo de paisanaje), a su pueblo, villa. Lo que no había era nacionalidad española. Cierto, España existía, pero no como nación. Existía en sentido geográfico como existe Escandinavia, también existía en el sentido patrimonial, es decir, como propiedad del rey, como sinonimo de uns corona, también existía para designar un conjunto de pueblos diferenciados entre si, también existía como entidad política, pero lo que no existía era una “nación española”.


    Y la bandera representaba a España, aunque no se entendiera exactamente en el mismo sentido que en la actualidad.
    Representaba al rey, a los ejércitos reales y en todo caso indicaba hacia donde correr cuando comenzaba los escopetazos. El paisanaje se reconocía mas en la imagen de sus santos o la Virgen o en los colores de su señor

    Y a ver si cuidamos un poco más el idioma: "a sido" puede ser una errata al escribir rápido, pero ese feo hiato de "la aspa" no es español, es propio de gringos o de niños pequeños que aún no han aprendido a hablar bien. Y la preposición "hasta" está empleada de forma absurda, si bien este último es un error frecuente en México y Colombia, que en muchos casos lleva a expresar lo contrario de lo que se quiere decir.
    aspa. (Del gót. *haspa; cf. a. al. ant. haspa, madeja, y al. Haspel, devanadera).


    1.
    f. Conjunto de dos maderos o palos atravesados el uno sobre el otro de modo que formen la figura de una X.

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    Bueno, eso es lo que excatamente es, o al menos dice representar la tal aspa, ¿o no?

    --------------------------------

    hasta.
    (Del ár. hisp. attá, infl. por el lat. ad ista, hasta esto).

    3.
    adv. t. Am. Cen., Ec. y Méx. No antes de. Cierran hasta las nueve.

    Real Academia Española © Todos los derechos reservados


    NO hay error, en todo caso un localismo


    .

  8. #88
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Cita Iniciado por sniper Ver mensaje
    Pero es que de antes no viene nada. “Antes” cada quien se reportaba con respecto a su “patria chica”, a su “país” (en sentido antiguo de paisanaje), a su pueblo, villa. Lo que no había era nacionalidad española. Cierto, España existía, pero no como nación. Existía en sentido geográfico como existe Escandinavia, también existía en el sentido patrimonial, es decir, como propiedad del rey, como sinonimo de uns corona, también existía para designar un conjunto de pueblos diferenciados entre si, también existía como entidad política, pero lo que no existía era una “nación española”.
    La "Nación" es un concepto revolucionario y si no había nacionalidad española es sencillamente por tratarse de un anacronismo. ¿Qué no existía la "Nación española"? Vaya novedad...tampoco existía la nación británica (o inglesa y escocesa antes de la Unión de 1707), o la nación rusa, o la nación japonesa y todas las que quieras. Si existía en sentido geográfico, patrimonial, cultural, étnico y como entidad política, estamos hablando del concepto de patria, concepto natural y no adulterado.

    Cita Iniciado por sniper Ver mensaje
    Representaba al rey, a los ejércitos reales y en todo caso indicaba hacia donde correr cuando comenzaba los escopetazos. El paisanaje se reconocía mas en la imagen de sus santos o la Virgen o en los colores de su señor
    En España no hubo Feudalismo.
    "De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"






  9. #89
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    No es por el significado de aspa, sino por lo de "la aspa" en vez de el haspa. Como digo, eso de "la aspa" (o la agua, la hacha, etc.) es cosa de extranjeros o de niños chicos que no saben hablar español. Aunque es femenino. el artículo va en masculino para evitar el feo hiato (en latín hiatus significa bostezo). Y lo demás, tanto Reke como yo ya te hemos respondido.

  10. #90
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España



    Pero es que de antes no viene nada. “Antes” cada quien se reportaba con respecto a su “patria chica”, a su “país” (en sentido antiguo de paisanaje), a su pueblo, villa. Lo que no había era nacionalidad española. Cierto, España existía, pero no como nación. Existía en sentido geográfico como existe Escandinavia, también existía en el sentido patrimonial, es decir, como propiedad del rey, como sinonimo de uns corona, también existía para designar un conjunto de pueblos diferenciados entre si, también existía como entidad política, pero lo que no existía era una “nación española”.
    La "Nación" es un concepto revolucionario y si no había nacionalidad española es sencillamente por tratarse de un anacronismo.


    Eso y no otra cosa es lo que he estado sosteniendo


    ¿Qué no existía la "Nación española"? Vaya novedad...tampoco existía la nación británica (o inglesa y escocesa antes de la Unión de 1707), o la nación rusa, o la nación japonesa y todas las que quieras.



    Hasta hoy no existe la “nación británica”, lo que existe es un organismo político que cobija, esas si, a las distintas naciones isleñas: ingleses, escoceses y galeses, con el añadido norirlandés, algo semejante a España


    Si existía en sentido geográfico, patrimonial, cultural, étnico y como entidad política, estamos hablando del concepto de patria, concepto natural y no adulterado.



    Claro, Patria la tenían desde tiempo de los romanos, pero cuando la bandera con el aspa asolaba Europa el concepto de Patria o Nación se refería a lo que nosotros definimos como patria chica, es decir la provincia de nacimiento. Y más importante no estaba asociado necesariamente al concepto de lealtad y fidelidad.


    El concepto moderno de nación totalizante fue una construccion posterior, como bien dices revolucionaria, y para efectos prácticos de España, diría que fue durante la guerra contra Napoleón cuando los pueblos de España se fueron dando cuenta que además de todo también eran una nación de españoles.



    Representaba al rey, a los ejércitos reales y en todo caso indicaba hacia donde correr cuando comenzaba los escopetazos. El paisanaje se reconocía mas en la imagen de sus santos o la Virgen o en los colores de su señor


    En España no hubo Feudalismo.
    Pero si Señorío

  11. #91
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Cita Iniciado por sniper Ver mensaje
    Hasta hoy no existe la “nación británica”, lo que existe es un organismo político que cobija, esas si, a las distintas naciones isleñas: ingleses, escoceses y galeses, con el añadido norirlandés, algo semejante a España
    Claro, Patria la tenían desde tiempo de los romanos, pero cuando la bandera con el aspa asolaba Europa el concepto de Patria o Nación se refería a lo que nosotros definimos como patria chica, es decir la provincia de nacimiento. Y más importante no estaba asociado necesariamente al concepto de lealtad y fidelidad.
    El concepto moderno de nación totalizante fue una construccion posterior, como bien dices revolucionaria, y para efectos prácticos de España, diría que fue durante la guerra contra Napoleón cuando los pueblos de España se fueron dando cuenta que además de todo también eran una nación de españoles.
    Cito estas dos cosas a la vez porque revelan un profundo desconocimiento de la historia de los españoles. Ni España tiene ninguna semejanza con la jaula inglesa que llaman Gran Bretaña (y te reto a que me demuestres quién hace el papel que Inglaterra tiene en el Reino Unido en la "semejante" España), ni los españoles se dieron cuenta de que eran españoles en tiempos de Napoleón.

    Lectura recomendada (para poder debatir con propiedad si es que se da el caso): Libro: El concepto de España en la Edad Media
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  12. #92
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Cito estas dos cosas a la vez porque revelan un profundo desconocimiento de la historia de los españoles.
    Defineme “españoles”

    Ni España tiene ninguna semejanza con la jaula inglesa que llaman Gran Bretaña (y te reto a que me demuestres quién hace el papel que Inglaterra tiene en el Reino Unido en la "semejante" España),
    A lo que me refiero es que ambas entidades, GB y España son entidades supranacionales, no nacionales. Es evidente


    … ni los españoles se dieron cuenta de que eran españoles en tiempos de Napoleón.
    El transvase de súbditos a ciudadanos conllevó ese descubrimiento. Y la Pepa lo confirma


    Lectura recomendada (para poder debatir con propiedad si es que se da el caso):
    El viejo Maravall,… vale


  13. #93
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Cita Iniciado por sniper Ver mensaje

    El viejo Maravall,… vale
    Maravall, siempre incomodando a ciertos tipos de "historiadores" ¿verdad?

    No hace falta que te defina qué son los españoles, seguro que ya lo has leído en la Pepa, ese documento tan coherente con la tradición española escrito con precisión por los más legítimos representantes del pueblo...
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  14. #94
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Cita Iniciado por sniper Ver mensaje
    El concepto moderno de nación totalizante fue una construccion posterior, como bien dices revolucionaria, y para efectos prácticos de España, diría que fue durante la guerra contra Napoleón cuando los pueblos de España se fueron dando cuenta que además de todo también eran una nación de españoles.
    Lope de Vega ya tenía el concepto de España como nación. (Aunque sea en plan antitaurino)
    No falta razón, que esta fiesta bruta
    sólo ha quedado en España,
    y no hay nación que una cosa
    tan bárbara e inhumana
    si no es España consienta.
    Lope de Vega
    O sea que, un poco antes de la francesada, al menos algunos españoles creían que España existía y era una nación...

  15. #95
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Maravall, siempre incomodando a ciertos tipos de "historiadores" ¿verdad?
    Pues si, … tanto rollo

    No hace falta que te defina qué son los españoles, seguro que ya lo has leído en la Pepa, ese documento tan coherente con la tradición española escrito con precisión por los más legítimos representantes del pueblo...
    Pues si, y esa fue un resultado de la guerra contra Napoleón, verdad?


    _______________________________



    Lope de Vega ya tenía el concepto de España como nación. (Aunque sea en plan antitaurino)
    No falta razón, que esta fiesta bruta
    sólo ha quedado en España,
    y no hay nación que una cosa
    tan bárbara e inhumana
    si no es España consienta.
    Lope de Vega

    O sea que, un poco antes de la francesada, al menos algunos españoles creían que España existía y era una nación...
    La nación de Lope no tiene nada que ver con la nación de Sieyes o Muñoz-Torrero, si entiendes eso entenderás por que la Cruz de Borgoña no fue la primera bandera de los españoles.

  16. #96
    Avatar de Reke_Ride
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Cita Iniciado por sniper Ver mensaje
    Defineme “españoles”
    Los españoles, al mando del Marqués de Pescara, se acercaron a los muros de Melzo (en el Milanesado), aguardaban silenciosos cuando de pronto se oyó sonar un clarín en el interior de sus muros. El Marqués dijo entonces:
    - Esos caballeros de dentro quieren cabalgar. ¡Ea!¡Vamos a calzarles las espuelas!.
    Y a los gritos de España y Santiago ordenó el asalto, tomando la ciudad y logrando 1.000 prisioneros, que al ver que estaban temblando, los perdonó y dejó libres a donde quisieran, diciéndoles:
    - Decid al rey de Francia, cómo tratan los españoles a los prisioneros.

    (...) Francisco I le dijo: No me rindo a ti, sino al emperador. Yo soy el rey.
    Urbieta lo puso de pie y lo saludó respetuosamente.
    - Sois hidalgo - le dijo el rey.
    - Soy español - le contestó Urbieta.

    FUENTE: la carta del propio rey Francisco I en su prisión de Pavía (Traducción hecha con autoridad del teniente de corregidor de Valladolid a 15 de julio de 1615 a petición de doña Marta de Alcayata, viuda del capitán Sebastián de Urbieta).


    Creo que a estas alturas somos ya mayorcitos para saber qué es ser español. En el S. XVI lo sabían con claridad meridiana. Creo que los suecos o noruegos no iban por ahí gritando "Viva Escandinavia" o "somos escandinavos". Por supuesto que se puede difinir "españoles", pero podríamos ocupar cientos de hojas y para eso ya están los libros y es menester recomendar: La Crónica de Alfonso X el sabio o el Llibre dels feits de Jaime I, ambos dos, por citar simples ejemplos, lo tenían mas claro que tú, incluso antes de la unidad dinástica de los reinos de España.
    "De ciertas empresas podría decirse que es mejor emprenderlas que rechazarlas, aunque el fin se anuncie sombrío"






  17. #97
    Avatar de txapius
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Cita Iniciado por sniper Ver mensaje
    La nación de Lope no tiene nada que ver con la nación de Sieyes o Muñoz-Torrero, si entiendes eso entenderás por que la Cruz de Borgoña no fue la primera bandera de los españoles.
    Hombre, sniper, reconoce que sería bastante raro que Lope tuviese los mismos conceptos (y no solo para nación) que un liberal o un revolucionario. Pero te guste o no, Lope habla de España como nación. Al igual que sus coetáneos. Y me temo que su concepto de nación es el mismo que define el DRAE.

    Por cierto, nadie dice que la Cruz de Borgoña fuese la primera bandera de los españoles. Los españoles tuvieron muchas banderas antes, como las de Castilla, León, Aragón, Navarra, etc... Lo que se defiende es que la primera bandera de España fue la de la Cruz de Borgoña. Y parece que fue así. ¿Tú crees que fue otra? ¿Cual?

  18. #98
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Los españoles, al mando del Marqués de Pescara, se acercaron a los muros de Melzo (en el Milanesado), aguardaban silenciosos cuando de pronto se oyó sonar un clarín en el interior de sus muros. El Marqués dijo entonces:
    - Esos caballeros de dentro quieren cabalgar. ¡Ea!¡Vamos a calzarles las espuelas!.
    Y a los gritos de España y Santiago ordenó el asalto, tomando la ciudad y logrando 1.000 prisioneros, que al ver que estaban temblando, los perdonó y dejó libres a donde quisieran, diciéndoles:
    - Decid al rey de Francia, cómo tratan los españoles a los prisioneros.

    (...) Francisco I le dijo: No me rindo a ti, sino al emperador. Yo soy el rey.
    Urbieta lo puso de pie y lo saludó respetuosamente.
    - Sois hidalgo - le dijo el rey.
    - Soy español - le contestó Urbieta.

    FUENTE: la carta del propio rey Francisco I en su prisión de Pavía (Traducción hecha con autoridad del teniente de corregidor de Valladolid a 15 de julio de 1615 a petición de doña Marta de Alcayata, viuda del capitán Sebastián de Urbieta).



    Creo que a estas alturas somos ya mayorcitos para saber qué es ser español. En el S. XVI lo sabían con claridad meridiana.

    Bueno, el tema tiene muchas aristas y sinceramente creo que hay que matizar lo que leo.

    Francisco Fernando de Ávalos, marqués de Pescara (Nápoles, 1489 - Milán, 4 de noviembre de 1525), militar napolitano de orígenes españoles.

    Juan de Urbieta Berastegui y Lazo, Militar guipuzcoano natural de Hernani, Caballero de la Orden de Santiago y Contino de S. M. Capitán de Caballería... Adquirió celebridad por haber hecho prisionero a Francisco I, Rey de Francia, en la batalla que se libró entre españoles y franceses en los campos de Pavía (Italia) el 24 de febrero de 1525.

    Para empezar, el Marqués de Pescara no es natural de la península española, aunque de lejanos orígenes españoles, sino nacido en suelo italiano y pasa su vida también en aquella península, el Marques era en realidad un hombre del mediterráneo. Juan de Urbieta en cambio es un vasco, nacido y muerto Guipuzcoa, pese a que su fama la logra en Italia. Urbieta es un hombre de la cornisa ibérica.
    Entonces Francisco de Ávalos y Juan de Urbieta, pese a que ambos son contemporáneos, en principio, por naturaleza y carácter son diferentes. ¿Entonces que los acerca?, pues lo único que tienen en común: es, por decirlo en términos modernos, “empleados del mismo patrón”

    Ahora hay que recordar que eso que llamáis España, en el siglo XVI es una entidad dinastica en expansión, con una marcadísima vocación imperialista, es decir una especie de aspiradora de territorios y hombres. Así “español” era todo lo que se inclinaba ante el solio del emperador-rey Habsburgo. Los había gallegos y vascos, andaluces y catalanes, napolitanos y flamencos, borgoñones y canarios, alemanes e incas, mexicanos y filipinos, y omito a muchos más… todos técnicamente españoles, pero solo de dientes para afuera y para disfrute de la historiografia oficialista.

    Entonces, cuando Francisco de Ávalos y Juan de Urbieta declaran su españolidad lo hacen como agentes de Carlos I, aunque en lo personal el primero fuera un napolitano y el segundo un vasco. Su españolidad radica en reconocer al mismo soberano, no en sus afinidades comunitarias.



    Creo que los suecos o noruegos no iban por ahí gritando "Viva Escandinavia" o "somos escandinavos".



    Quizá no, pero los cristianos de aquella época no hacían diferencia entre daneses, noruegos o suecos, les bastaba el genérico de “hombres del norte” que implica a sin mencionarlo a Escandinavia

    A furare normannorum libera nos Domine
    (De la furia de los hombres del norte líbranos, Señor)

    Y a mi me parece que semejante ruego también fue frecuente entre flamencos y milaneses del siglo XVI ante la presencia de los Tercios de España. Ante quienes me quito el sombrero, para que no me salgan que odio a España.




    Por supuesto que se puede difinir "españoles", pero podríamos ocupar cientos de hojas y para eso ya están los libros y es menester recomendar: La Crónica de Alfonso X el sabio o el Llibre dels feits de Jaime I, ambos dos, por citar simples ejemplos, lo tenían mas claro que tú, incluso antes de la unidad dinástica de los reinos de España.
    Con respecto a Alfonso X he de decir lo mismo. La obsesión monárquica
    Imperialista, del cual España no era parte, salvo la llamada Marca Hispanica.

    No, Alfonso X, así como sus ancestros Alfonso VII, Alfonso III y Alfonso VI, todos entendían como Hispaniae a sus dependientes directos y solo a ellos y así les bastaba y hasta ahí les importaba. En la Edad Media la cadena de lealtades vasallaticas solo implica a los dependientes inmediatos, de las masas populares se ocupaban sus respectivos señores. Y esas masas populares les tenía sin cuidado quien era el rey, la lealtad era a su señor y parroquia y comarca, así no hay bandera común.

    ---------------------

    Bueno después de esta larga distracción retomo el punto central: la Cruz de Borgoña

    He encontrado una pagina que refuerza (creo) mi opinión: la bandera con la Cruz de Borgoña no fue la primera bandera de los españoles, sino una mas de las banderas de los ejércitos del Rey de España y dado que hasta 1812 el ejercito era propiedad del rey, en consecuencia la bandera también era de él. Del pueblo, o sea los españoles nada.


    Entresaco dos párrafos:
    El patrón básico de un aspa en gules de un par de troncos, o simplemente un aspa roja en que aparecen cruzadas dos las ramas - en un campo generalmente de color blanco (aunque también azul, púrpura, etc), fue el pabellón militar español del siglo 16 hasta 1843, cuando los colores de la enseña de guerra de 1785 se adoptaron para su uso en la tierra también. El aspa era originalmente un emblema de Borgoña, presentado por primera vez en España como la divisa personal de Felipe el Hermoso, duque de Borgoña y rey consorte de Castilla y Aragón, que casó con Juana de Castilla y Aragón (hija de los Reyes Católicos Fernando e Isabel). Juana y Felipe fueron los padres de Carlos I de España (Carlos V emperador de Alemania).
    Inicialmente no fue usada por la infanteria regular sino por el equivalente de la actual Legion Extranjera Española, Los Tercios, tropas voluntarias expedicionarias que incluían infantería y caballeria

    Fuente: Burgundy Cross Flag 1506-1785 (Spain)

    Es cuanto.

  19. #99
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Hombre, sniper, reconoce que sería bastante raro que Lope tuviese los mismos conceptos (y no solo para nación) que un liberal o un revolucionario. Pero te guste o no, Lope habla de España como nación. Al igual que sus coetáneos. Y me temo que su concepto de nación es el mismo que define el DRAE.
    Desde luego es imposible,

    El concepto de Lope era teológico, el nuestro es juridico
    El drea no contempla el termino Estado-nacion, Estado nacional. Ese es el problema con el concepto de Lope no asocia, no relaciona a los hombres entre si, simplemente los ayunta en torno a una estructura ajena a ellos: el trono y el altar.

    Por cierto, nadie dice que la Cruz de Borgoña fuese la primera bandera de los españoles. Los españoles tuvieron muchas banderas antes, como las de Castilla, León, Aragón, Navarra, etc...
    Ahí entramos a un problema, los castellanos son nacionalmente castellanos, como los leoneses lo son de León, y los de Aragón de Aragón, etc. El tener a un monarca común no los hace connacionales, como tampoco el ocupar la misma península, piénsese en Portugal.
    Los pueblos de España tuvieron si muchas banderas y divisas, y las conservaron, pero sobre todas ellas se sobrepuso la de la monarquía. Eso lo hizo súbditos de la misma casa pero no connacionales.

    Lo que se defiende es que la primera bandera de España fue la de la Cruz de Borgoña. Y parece que fue así. ¿Tú crees que fue otra? ¿Cual?
    La roji-gualda de la Pepa.

  20. #100
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    Re: La Cruz de Borgoña, Primera Bandera de España

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica
    Textos clásicos: De la variedad a la unidad .
    El autor, que fue presidente de un fantasmogórico "gobierno de la República" en el exilio, a lo largo de este texto, correspondiente a su magno ensayo, de recomendable lectura para todos los interesados en nuestra Patria, "España, un enigma histórico", demuestra documentalmente como la idea de España es compartida por los habitantes y dirigentes de todos los reinos medievales, y éstos son instrumentos para recuperar la unidad perdida tras la invasión mahometana.
    Durante el siglo XII se realizaron dos uniones, fecundas, a la largo, en el hacer de España. El matrimonio de doña Petronila de Aragón y de Berenguer IV de Barcelona impidió que el reino aragonés se uniera al de León y Castilla y por lo pronto frustró la posible articulación de una monarquía unitaria en la España central. Pero "Dios escribe derecho por caminos torcidos", como dice el refrán, y al cabo esa frustración y el consecuente nacimiento de la Corona Aragonesa tuvieron en verdad proyecciones históricas importantísimas para la futura unidad hispana: vincularon perdurablemente Cataluña a un pueblo cispirenaico de lengua y de vida diversas de la suya; y esa vinculación hizo nacer y afirmó en ella un espíritu pactista que, asegurado luego, cuando la Señoría conquistó Valencia y Baleares, la unió para siempre al resto de España.

    A fines de siglo, para castigar la traición del rey de Navarra, quien en las horas críticas de la cristiandad española que precedieron y siguieron a la derrota de Alarcos (1195) se había aliado con los almohades, el castellano Alfonso VIII entró en son de guerra en tierras vascas. Estas habían formado parte del reino de Oviedo en el siglo IX mientras Pamplona se aliaba con los musulmanes del valle del Ebro; habían integrado en el X la Castilla condal y sólo tardíamente se habían incorporado a Navarra. El rey castellano sitiaba Vitoria, cuando los guipuzcoanos pactaron voluntariamente su unión a Castilla. Álava se unió poco después. El señorío de Vizcaya dependía de la corona castellana desde el reinado de Alfonso VI -desde la muerte de Sancho el de Peñalén en 1076- y no se había apartado de ella sino algunos años, por la usurpación de Alfonso el Batallador de Aragón (1109-1134). Y así, a partir del año 1200, la "Euzcadi" (sic) de hoy vivió la misma historia que el pueblo a cuya formación había contribuido, con su sangre y con su espíritu, en sus ya lejanos albores: La historia de Castilla. Al unirla a su vida, Castilla iniciaba su gran empresa de restaurar la antigua unidad española.

    En la primera mitad del siglo XIII todavía hallamos sin embargo como un eco del antiguo secesionismo castellano. Había muerto inesperadamente el niño rey Enrique I. Correspondía el trono de Castilla a su hermana doña Berenguela, que tenía dos hijos de su matrimonio con Alfonso IX de León, anulado por la Iglesia con motivo del parentesco que unía entre sí a los esposos. La nueva reina hizo venir a su primogénito, que estaba con su padre, sin informar a éste del suceso que motivaba su llamada. El pueblo castellano llevó al trono a don Fernando. Y el autor de la "Crónica latina de los reyes de Castilla" -según Cirot, su editor, obispo de Plasencia o de Osma-, al relatar la astucia de doña Berenguela, se congratula de que, gracias a tal diligencia, los castellanos no hubieran dejado de tener su propio rey.

    En ningún otro de los reinos cristianos de España se habría pensado a la sazón de modo diferente. La historia había afirmado la diferenciación estatal de las comunidades políticas nacidas de la local resistencia originaria contra los musulmanes.

    Pero la idea de la unidad de Hispania había sobrevivido a todos los fraccionamientos políticos de la Península. Menéndez Pidal ha señalado la ausencia de enconos regionales y la pervivencia de la conciencia unitaria de España en el Cantar de Mío Cid. El juglar de Medinaceli descubre lo vivaz de tal sentimiento cuando pone en boca de algunos personajes alusiones a España como realidad, presente siempre en la mente de sus hijos: el conde de Barcelona, cautivado por el Cid, exclama: "Non combré vn bocado por quanta ha en toda España" (v. 1021) y el conde don García se dirige así a Alfonso VI, en las cartas de Toledo: "Merced ya rey, el mejor de toda España" (v. 3271). El cantor del Cid hace pensar a uno y otro conde, en graves instantes de sus vidas, no en sus propias tierras nativas, sino en la superior unidad de Hispania; y va todavía más lejos, cuando presenta a España como ámbito normal de la fama de hechos notables en ella ocurridos: "De questo acorro fablara toda España", dice por ejemplo.

    Esa idea unitaria se afirma como resultado de la gran labor historiográfica que se lleva a cabo en León y Castilla, durante el siglo XIII, por iniciativa de sus reyes, tras la unión de los dos reinos en 1230. Lucas de Tuy al escribir su Chronicon Mundi se deja ganar por el espíritu de San Isidoro, saturado de orgullo nacional hispánico; y ese orgullo nacional preside la redacción de su obra: la desunión del pueblo español le lleva a la derrota y su unión al éxito.

    Don Rodrigo Ximénez de Rada, un navarro castellanizado -nació en Puente la Reina y fue durante largos años arzobispo de Toledo- dió todavía muestras más precisas de su concepción unitaria de España. Tituló su obra Reram in Hispania gestarum Chronicon y escribió en verdad la historia general de la Península hasta sus mismos días.

    La llamada Crónica General responde a su título: Estoria de Espanna. Todo el pasado hispánico, desde los fabulosos tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando III, desfila por sus páginas. En ellas se entrevera la historia del reino de León y Castilla con la de otros estados cristianos españoles y con la de los musulmanes peninsulares. La Crónica General, comenzada por iniciativa y bajo la dirección de Alfonso X y concluida en la carta de su hijo Sancho IV, refleja además, de continuo, una clara idea de la unidad de España.

    Y la historiografía no castellana recogió también el mismo pensamiento. En Portugal se escribió, según Lindley, la segunda gran historia general de España, la llamada Crónica de 1344; en Aragón, Juan Fernández de Heredia, Gran Maestre de Rodas, redactó, hacia 1385, "La grant e verdadera estoria de Espanya" o "Grant cronica de Espanya"; en Navarra, Fray García Enguí, obispo de Bayona y confesor de Carlos III, compuso una "Chronica de los fechos subcedidos en España"; el catalán Ribera de Perpejá escribió la "Cronica de Espanya"; y Masso Torrents y Sánchez Alonso han destacado la influencia ejercida, fuera de Castilla el segundo y en Cataluña el primero -traducciones, préstamos, continuaciones-, por la obra "De rebus Hispaniae" del Toledano y por la "Estoria de Espanna" del Rey Sabio.

    La tradición histórica, enraizada en la antigüedad, afirmaba en las mentes de los hombres cultos de todos los reinos cristianos de la Península esa concepción unitaria de Hispania, vencedora de su fraccionamiento político ya secular. Queda dicho antes que los catalanes sintieron con tanta vivacidad como los demás españoles la superior unidad peninsular. Abundan los testimonios de la realidad de tal sentimiento. En la mente y en el corazón de los dos más grandes reyes de la dinastía catalana, Jaime I y Pedro III, anidaba con fuerza. Hace poco he recordado que en 1271, a la salida del concilio de Lyon, tras haber ofrecido la cooperación de sus hombres y de su flota para emprender una cruzada, al retirarse de la asamblea Jaime I exclamó: "Barones, ya podemos marcharnos; hoy a lo menos hemos dejado bien puesto el honor de España". Y queda también dicho que Pedro III juzgó que había salvado el honor de España al acudir, tan heroica como novelescamente, a Burdeos para batirse con Carlos de Anjou, manteniendo su palabra. Jaime I y Pedro III no pensaron en esos dos momentos de su vida en sus reinos peculiares, no pensaron que con sus actos habían honrado a los pueblos que regían; pensaron que sus hechos honraban a la superior comunidad histórica, vital y afectiva de que formaban parte sus estados.

    España constituía para esos dos reyes catalanes de la Corona de Aragón, no sólo una unidad geográfica, sino una entidad humana, cerrada y unitaria, frente al resto de la cristiandad occidental.

    No por la honra sino en interés de esa comunidad histórica y vital -"para salvar a España", esas fueron sus palabras- Jaime I intervino en Murcia y sometió a los moros murcianos alzados contra Alfonso el Sabio. Esa comunidad vital e histórica tenía problemas atañentes a todos sus hijos; por ello otro gran rey catalán, Jaime II, al conocer la muerte de Sancho el Bravo y la subida al trono de Castilla del niño rey Fernando IV, pudo decir que iba a recaer sobre él la carga toda de España. Y el gran historiador catalán Muntaner reclamaba una política conjunta de los cuatro reyes de España, "que son -escribe- d'una carn e d´una sang".

    Muntaner hubiera podido extender esa unidad a los pueblos regidos por esos reyes, porque en verdad todos ellos eran de una carne y de una sangre. Y de un espíritu y de una sensibilidad, habría podido decir también. España, la España honrada y salvada por Jaime I, estaba fraccionada en reinos diferentes, pero esa pluralidad de estados, ¿implicaba una idéntica diferenciación de las comunidades humanas que vivían dentro de sus fronteras? La respuesta a esta pregunta requiere una investigación que está por realizar; no puedo acometerla aquí, exige un libro.

    He hablado al comenzar éste de cómo cabe establecer una jerarquización múltiple entre las agrupaciones que viven estilos de vida diferentes.

    Podemos descender desde la diferenciación del ángel, el hombre y la bestia, hasta el enfrentamiento de las contexturas vitales de quienes viven en dos valles cercanos. Dentro de las agrupaciones orgánicas que parezcan más trabadas y unitarias, Galicia, Asturias, León, las dos Castillas, Vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña, Baleares, Valencia, Murcia, Andalucía, Extremadura, Portugal, ¿cuántas esenciales diferencias pueden destacarse entre sus múltiples zonas dispares? A la inversa, me parece seguro que quien emprenda la tarea -difícil pero no imposible para un español, fácil para un extranjero, por serlo, libre de los amores y de los enconos regionales hispanos- de establecer un paralelo entre el espíritu, la sensibilidad, la capacidad emotiva, el ímpetu pasional, etc., etc., etc., es decir entre la contextura temperamental de las comunidades históricas que integraban la fraccionada España de los siglos medios, se encontrará sorprendido por el estrechísimo parentesco espiritual y vital de las mismas. Si no se detiene en sus diferentes superestructuras y sabe penetrar hasta el cogollo de sus almas colectivas, al auscultar con atención la aparente inarmonía de sus voces, llegará a asombrarle la unidad de acordes de la gran sinfonía española medieval.

    Muchas veces -no siempre con rigor- se han señalado las diferencias sociales, políticas, culturales... que caracterizaron a los distintos reinos hispano-cristianos; nadie, que yo sepa, ha establecido con claridad y precisión los supuestos antagonismos y los supuestos contrastes temperamentales que se supone distinguieron a los pueblos. La consideración de algunos problemas del pasado de España me ha forzado en ocasiones a realizar por mi cuenta -en forma somera, claro está, dado lo proteico de este libro- el paralelo que sugiero a los estudiosos españoles y no españoles. Y en tales casos, de continuo, he podido comprobar la analogía, no sólo de las ideas matrices de todos esos grupos históricos -las ideas son siempre patrimonio comunal de las gentes más dispares en una misma época- sino de sus más peculiares reacciones, sentimientos, apetencias, impulsos, ideales, rencores, sañas...

    He ido registrando de paso muchas de esas analogías últimamente al presentar a Cataluña en España. El parangón puede llevarse mucho más lejos. Queda señalado el hispanismo integral del catalán Raimundo Lulio. En las crónicas de Jaime I: y de Muntaner se hallan algunas de las más peculiares características de los escritores españoles de todos los tiempos. A ambos "el intento de expresar el objeto de su observación o de su pensamiento se les enreda con la expresión del simultáneo oleaje de su experiencia íntima". Muntaner está presente en su obra con todo su ser, como lo están en las suyas entre otros castellanos de su siglo: don Juan Manuel y el canciller Ayala. Los artistas de Cataluña y de Castilla muestran a veces parejos barroquismo y patetismo y el mismo gusto por el retrato y por la captación de las cosas menudas. Su común yo explosivo los lleva en ocasiones a firmar su obra escultórica (San Cugat del Vallés) o a representarse realizándola ( San Vicente de Avila). Recordemos, las dos manifestaciones de religiosidad vasallática del tahur catalán y de los andaluces sitiados por el moro; la equiparación del honor de Celestina en Castilla con el del verdugo en Cataluña; el verter de su fuerza intelectiva por el catalán Eximenis, el castellano Sánchez de Arévalo y el portugués Alvaro Pelayo hacia especulaciones filosófico-jurídico-morales no demasiado disímiles; la pareja inclinación hacia las aventuras del comercio exterior, con preferencia a las quietas tareas industriales, de las dos grandes capitales económicas de Castilla y Cataluña: Burgos y Barcelona; la altura análoga alcanzada por el antisemitismo en todos los pueblos hispanos medievales, tal vez con la única excepción de Galicia, por lo insignificante en ella de las masas judías; la coincidencia del grito anárquico de los salmantinos del siglo XII: "Todos somos caudillos de nuestras cabezas", con las anárquicas palabras del aragonés Servet: "a medida que desaparezcan todos los motivos para que haya gobierno se abolirá todo poder y toda autoridad". y el paralelo podría ampliarse muchísimo y a todos los peninsulares.

    Los mismos españoles de entonces sintieron a veces que algunos caracteres les eran comunes a todos: el Arcipreste de Hita escribió, por ejemplo:

    "Más orgullo é más bryo tienes que toda España (804 b) Con buen serviçio vençen cavalleros d'España (621 c)"

    Sí; por bajo de sus múltiples diferencias menores aproximaban a los pueblos cristianos de la España medieval muchos rasgos temperamentales esenciales. Todos se sentían torturados por la soberbia, la pasión, la audacia, el espíritu aventurero; todos mostraban áspera rudeza, análoga exaltación de un arriscado y anárquico yo y pareja sensibilidad religiosa; todos anteponían el fuero al huevo y sabían enfrentar a la muerte con coraje; todos proyectaban su vitalidad hacia empresas de voluntad más que hacia las tareas del espíritu; todos gustaban más de la moral que de la filosofía y triunfaban en las disciplinas y en las actividades reguladoras de la convivencia colectiva más que en las puras especulaciones científicas y en el estudio del hombre y de la naturaleza; todos sintieron con fuerza el orgullo y la dignidad de la persona humana integral y en todos se generalizó hasta en las masas el sentido caballeresco del honor.. .

    Por todo ello me atrevo a pensar que no sólo "siempre" sino en todos los reinos hispanos medievales, "han tenido pica las ocas", como dice el proverbio catalán. Ha sido la historia, la que con su complicado y maravilloso juego de fuerzas -en ella la herencia temperamental pone en acción la turbina de la vida espiritual y material de los pueblos; turbina que a su vez genera energías cuyo entrecruce y acumulación crea la corriente vital del temperamento nacional y de la contextura orgánica de la comunidad-, ha sido la historia la que ha ido acentuando o atenuando diferencias o contrastes entre las diversas agrupaciones históricas en que Hispania se halló fraccionada durante los siglos medievales.

    Para juzgar del íntimo parentesco de esas agrupaciones importa no olvidar el tremendo entrecruce de masas humanas que se produjo en la Península a lo largo de esos siglos. Primero, de Sur a Norte: con la doble emigración de muchedumbre de refugiados hispanos y godos, durante las primeras décadas del señorío musulmán en Hispania; y, enseguida, con la de numerosos mozárabes y numerosos judíos, cuando les fue difícil la vida en tierras islamitas. Y después, de Norte a Sur, en el curso de las largas jornadas de la reconquista y repoblación del país, desde Covadonga hasta Granada. Galicia, por ejemplo, fue en el siglo VIII segunda patria para muchas gentes acogidas al reparo de sus montes; y desde el IX, ubérrima proveedora de repobladores para todas las nuevas tierras de España -para la meseta del Duero, para las ciudades del Tajo y del Guadiana y para Andalucía. Y Vasconia fue no menos fecunda madre de colonizadores que Galicia. En mi tierra de Avila se entreveran, por ejemplo, con los hispanoromanos y los godos, los montañeses, los castellanos, los gallegos y los navarros. Y así en todas. Y si los unían las sangres, los unió más tarde la igualdad de vida en las etapas sucesivas de la lucha contra el moro -tras la batalla, la puebla y tras la puebla, la batalla.

    El íntimo parentesco temperamental de las comunidades humanas regidas por diferentes organizaciones políticas fue sin embargo débil aglutinante para el hacer de España. El milenario espíritu secesionista de todos los peninsulares, que su común soberbia exacerbaba; los crecientes orgullos colectivos de los reinos que la historia había ido creando y afirmando, y los puntillosos intereses dinásticos, exaltados por la misma condición de españoles de los príncipes, hicieron incluso imprevisible durante siglos la idea de la articulación unitaria de los diversos pueblos de España. Había surgido un sistema federal en la llamada Corona Aragonesa, pero nada hacía adivinar que esa organización pudiera extenderse a las otras monarquías españolas. La más fuerte y rica de todas ellas, Castilla, se había constituido sobre la base de la fusión política en un solo haz de los dos reinos, castellano y leonés, en 1230, y se había afirmado mediante la conquista y la asimilación de las tierras islámicas del sur. A mediados del siglo XIII la supremacía peninsular del reino de Castilla y León era evidente Pero los reyes y los grandes magnates castellano-leoneses dilapidaron esa superioridad con sus torpezas y sus ambiciones, mientras los condes-reyes de la Señoría de Aragón creaban su imperio mediterráneo y aprovechaban, con habilidad y sin escrúpulos, las discordias civiles de la potencia hegemónica para debilitarla, interviniendo en ellas.

    España tiene una larga cuenta contra Sancho IV el Bravo o, lo que es igual, el Furioso. Su impaciente ambición le llevó a alzarse contra su padre Alfonso X y a revolver el reino. Triunfó, pero no era lo bastante firme de voluntad para ser prudente, ni lo bastante inteligente para ser astuto. Oscilaba entre la debilidad y la cólera. Se entregó a un favorito, con lo que irritó a muchos; y lo mató luego, con lo que se enemistó con sus poderosos familiares. Tan pronto se mostraba arrogante y hasta cruel -ordenó la muerte de cuatrocientos ciudadanos de Talavera- como cedía ante un apremio urgente. Calculó mal las posibilidades de victoria de los reyes de Francia y Aragón; calculó aun peor los daños que aquél, sin fronteras apenas con Castilla, y éste, su vecino peninsular, podían hacer a su reino. Y, olvidando sus deberes de solidaridad con el país hermano, se alió con la monarquía ultrapirenaica, en mementos muy graves para la Corona Aragonesa, y creó un agudo motivo de resentimiento contra él en los condes-reyes. Y más tarde, cuando Jaime II, aparentando olvidarlo, negoció con él, se dejó engañar y entregó al aragonés los Anjou que tenía en su poder y que constituían en sus manos un importante triunfo en el juego político peninsular.

    También contra Jaime II de Aragón tiene España una sombría cuenta. Tras haber engañado a Sancho IV, cuando poco después moría éste, antepuso un innoble deseo de vengar pasados agravios a sus deberes de hispánica solidaridad. Y aprovechando la difícil situación del rey niño Fernando IV y de su madre, la prudente doña María de Molina, atizó la discordia civil que destrozó a Castilla; reconoció al pretendiente don Alfonso de la Cerda, lo ayudó y a los magnates castellanos rebeldes e invadió por su cuenta el reino de Murcia. Su deuda con España es doblemente grave porque tenía una alta y clara idea de la comunidad espiritual, vital e histórica que ella constituía. Y porque, aparte de hacer arder a Castilla en una sangrienta llamarada, llegó a poner en peligro la frontera con el moro. En medio de la discordia por él azuzada fue difícil acudir, en defensa del Estrecho, a la sombra de gobierno castellano que, hundido en el pantano de la crisis, se debatía en la impotencia allá lejos, al Norte del Duero. Y todo para obtener, como compensación de tanto mal a España, la zona septentrional del reino de Murcia.

    Y es mayor aun el crédito infausto que España puede presentar contra la serie de infantes, ricoshombres o señores castellano-leoneses que, por pura ambición de poder y de riqueza, fueron desleales y traidores -muy pocos podrían rechazar en justicia estos epítetos -no sólo a su rey sino a Castilla y por ende a toda la comunidad histórica española. Al hundir al reino en la guerra civil durante el reinado de Fernando IV y la minoría de Alfonso XI, no sólo interrumpieron la gran empresa nacional de la reconquista -la rebeldía de don Juan Manuel hizo fracasar, por ejemplo, la campaña castellano-aragonesa contra Algeciras y Almería-: quebraron ala por la supremacía de Castilla en la Península y dificultaron la unificación de España.

    La aguda sensibilidad política del pueblo castellano, de la que ya me he ocupado, y la presencia de doña María de Molina salvaron la unidad del reino. Jaime II en las postrimerías de su reinado cambió de política frente a Castilla. Esta fue gobernada durante algunas décadas por un rey enérgico y activo, Alonso XI. Pedro I en los primeros años de su reinado afirmó la supremacía castellana en la Península en su antihispánica pero victoriosa guerra contra Pedro IV de Aragón. Mas su vesania atizó la siempre latente rebeldía nobiliaria, el aragonés aprovechó astutamente la ocasión para liberarse de la garra del Rey Cruel y otra vez Castilla se hundió en la discordia, que ni siquiera terminó con el fratricidio de Montiel.

    Todo este largo rosario de sucesos y el fracaso de Juan I de Castilla en Portugal, mantuvieron el equilibrio de poder entre los tres grandes reinos cristianos de Hispania. Mas al prolongar su apartamiento y al afirmar su enemistad en guerras entre ellos, entonces exteriores, pero que hoy nos parecen fraternas -sólo ciego a los intereses colectivos de todos los hispanos (escupiéndose a sí mismo, podríamos decir) puede ningún peninsular regodearse al recordarlas-, hicieron cada vez más difícil la unidad de España..

    E1 correr del tiempo en hostil lejanía, dentro de marcos constitucionales y económicos dispares, proyectando su pareja vitalidad hacia horizontes históricos diversos y en perpetua creación de intereses políticos y humanos distintos y a veces encontrados -Castilla fue fiel aliada y la Señoría de Aragón permanente enemiga de Francia; y Portugal se unió a Inglaterra, cien años en guerra con los franceses a su vez aliados de los castellanos- produjo un daño inmenso a la futura unión de los reinos españoles. Porque fue aflojando el parentesco temperamental que a todos vinculaba desde siempre, fue acentuando las diferencias de su contextura vital y fue afirmando la orgullosa concepción de su disimilitud frente a la idea, que parecía marchitarse para siempre, de la superior unidad de España.

    Pero el milagro se produjo. La dinastía que regía Aragón se extinguió. La firme solidaridad federal entre los reinos de la Corona de Aragón tras siglos de vida en común, el interés de la burguesía barcelonesa de no perder sus contactos económicos con el traspaís aragonés y el amor a la libertad que a todos animaba -como señala Vicens Vives, creyeron que unos reyes elegidos habían de ser más respetuosos con la ley, puesto que debían su entronización a un pacto, no a la herencia- llevaron al Compromiso de Caspe -compromiso en el sentido antiguo y moderno del vocablo. Un príncipe castellano fue elegido rey y una dinastía castellana rigió en adelante a la Señoría Aragonesa.

    De Caspe arranca el nuevo tejer del tapiz de España. De arriba habían venido los impulsos que, durante cientos y cientos de años, habían apartado y diferenciado a las comunidades políticas nacidas de la sincrónica y diversa resistencia originaria contra el moro. De arriba iban a venir en adelante los impulsos favorables al contacto y entrelace y a la vinculación y unión de esas agrupaciones históricas. Los Trastamaras de Aragón no traicionaron a su nuevo reino. Le sirvieron con lealtad y con fervor, continuaron su política tradicional en el Mediterráneo: el castellano Alfonso V de Aragón conquistó Nápoles y la castellana doña María -la "buena reina"- gobernó con acierto a la confederación aragonesa. Pero los condes-reyes de la nueva dinastía no pudieron olvidar su tierra nativa y vivieron políticamente a horcajadas sobre la frontera de los dos Estados. Afectiva e interesadamente fueron a la par aragoneses y castellanos.

    Los infantes de Aragón revolvieron a Castilla; pero no como sus abuelos Alfonso III, Jaime II, Pedro IV, desde fuera, atentos a los intereses políticos de su Señoría, es decir de la confederación. La revolvieron desde dentro, como magnates castellanos; como la habían revuelto los infantes, los ricoshombres y los señores del país, durante siglos. Esas revueltas no más dignas de simpatía que las otras -los torpes y ora débiles ora crueles reyes hispanos medievales fueron inconscientes y egoístas instrumentos del destino en el eterno caminar de la historia, entonces hacia la creación del estado moderno con la superación del llamado régimen feudal- provocaron sin embargo una intensa y continua corriente de ósmosis y endósmosis, de la Corona de Aragón hacia la de Castilla y de ésta hacia aquélla. Una corriente de hombres, de ideas, de formas literarias... y un entrecruce de hablas; se tradujeron al catalán obras escritas en castellano, algunos catalanes escribieron indistintamente en las dos lenguas y, aunque por excepción, también se dió a veces el caso contrario: en el poeta Pedro Navarro, por ejemplo.

    Esa doble corriente fue fecunda y aun decisiva en el hacer de España. Al cabo de media siglo de señorío de los Trastamaras en Castilla, en Aragón y en Navarra, el entrecruce de los intereses dinásticos, los contactos políticos, las frecuentaciones cortesanas y nobiliarias, los ininterrumpidos acercamientos humanos fueron creando un clima propicio para la comprensión y la concreción de la superior unidad española. Hacia 1463 un señor aragonés, cortesano y poeta, al servicio de Catalina de Foix, hija de Juan II y regente de Navarra, reunió en el llamado Cancionero de Herberay una larga serie de poesías en castellano, de autores de la vieja y la nueva generación, nacidos en todas las regiones de España, desde Galicia a Cataluña. Hugo de Urríes, su probable autor, reprodujo composiciones de los viejos maestros Macías, Juan Rodríguez del Padrón, Santillana y Juan de Mena; de conversos castellanos como el bachiller Alfonso de la Torre, preceptor del príncipe de Viana, el bufón Juan de Valladolid y el poeta que se hizo monje Juan de Macuela; de conversos aragoneses como Pedro de Santa Fe; de grandes señores de Castilla como Alfonso Enríquez, Rodrigo Manrique, Lope de Estúñiga, Juan de Pimentel, García de Padilla, Diego Gómez de Sandoval, Gonzalo de Avila; de poetas de Aragón como Pedro de Vacas, Juan de Dueñas,..., del valenciano Suero de Ribera, del navarro Carlos de Arellano, de los catalanes Pere Torrella, Pedro Navarro, Gregorio... Aubrun, que acaba de estudiar y de editor el cancionero de Herberay, califica de "española" la joven generación poética que en él aparece. "Nous disons -escribe-'espagnole', car elle est à la confluence unique de deux inspirations diverses, aragonaise et castillane, elles memes issues de sources napolitaine, provençale, francaise et galaico-portugaise .. Cette génération se caractérise d'abord por l'unité de son inspiration, signe avant coureur de l'unité spiritnelle et corporelle de l'Espagne." Y el mismo Aubrun califica el año 1468-fecha del Cancionero- como el de la unidad espiritual de España.

    Durante el bache -ya señalado y explicado- que la superior unidad afectiva supraregnícola española sufrió en el siglo XIV, la voz España, perdiendo su sentido histórico unitario, pasó a veces a identificarse con Castilla. Con tal significado la emplearon algunos poetas aduladores castellanos: el autor del Poema de Alfonso XI llamó a éste con frecuencia rey de España; y otorgaron el mismo título a Enrique III: Pedro Ferruz, Villasandino y Baena -ha reunido sus citas Rosa Lida. E hicieron otro tanto, fuera del ámbito peninsular, algunos autores como Mateo Villani (t 1363) hasta los que llegó quizás el eco de la superior riqueza y potencia castellanas, a través tal vez de la reacción hostil de otros peninsulares ante tal realidad. Ocurrió entonces como con la idea imperial leonesa, más afirmada en los textos cuanto menor fundamento político podía hallar en el cada día más debilitado reino de León; Castilla comenzó a ser identificada con España cuando su auténtica potencia política había empezado a declinar frente a la potencia de los reinos hermanos.

    Con los cambios del siglo XV recobró la voz España su viejo medieval significado. La vuelta a la antigüedad, en el pre-Renacimiento, movió a algunos autores castellanos a emplear a veces el plural las Españas desde hacía siglos olvidado. Pero reapareció, contra lo que piensa Rosa Lida, sin ninguna significación política, como un eco del renovado gusto por la lectura de los autores clásicos. Y la misma resurrección que le trajo a la vida literaria durante el siglo XV, restauró a la por la significación unitaria del vocablo España y le dotó de un nuevo contenido sentimental y humano.

    El mismo marqués de Santillana, que había usado el plural latinizante las Españas, que nunca confundió España con Castilla y que siempre otorgó a aquélla los límites geográficos de la vieja Hispania, escribió una dolorida lamentación de Spania -la incluyó Hugo de Urríes (?) en su cancionero- y empleó como vocativos equivalentes estas emotivas palabras: "¡O patria mía! ¡España!"

    No fueron tan lejos los otros escritores castellanos del Cuatrocientos.

    Juan de Mena dedicó el laberinto "A1 muy prepotente don Johan el segundo . . al gran Rey d'Espanya, al Cesar nouelo"; y en su lisonja extendió el título a su esposa y la llamó "ynclita reyna de España". Pero no sé si esa adulación implicaba la identificación intencionada de España y Castilla, porque también escribió:

    "de España non solo mas de todo el mundo rey se mostraua, segund su manera".

    Mena y otros poetas no menus fáciles al ditirambo, si no llegaron a escribir como Santillana: ''¡Oh patria mía! ¡España!", tuvieron conciencia de la unidad espiritual y humana de España: Mena calificó, por ejemplo, a Juan II, de "lunbre de España" y en un anónimo "Dezir de la Fortuna", incluido en el Cancionero de Hugo de Urríes ( ? ), se llama a don Alvaro de Lana: "El mayor hombre d'Espanya." El estudio de la historia antigua de España y sobre todo el de la Hispania gótica, ya desgajada del cuerpo del Imperio de Roma y formando una única unidad estatal, llena además de nostalgia a los hombres cultos de la época: a don Alonso de Cartagena y a Mosén Diego de Valera entre otros.

    No puedo seguir la pista de cómo sentían a España en Portugal y en Cataluña en vísperas de la unión de Aragón y de Castilla con el matrimonio de los Reyes Católicos. Esa indagación permitiría comprobar si, como ha dicho Ortega y Gasset, sólo cabezas castellanas han concebido la idea de la España integral. No sé; sospecho que Maravall -no he podido leer su anunciado libro- habrá hallado pruebas de que también fuera del reino de Castilla se sentía a España unitariamente. Así la sintieron a lo menos los historiadores catalanes del siglo XV.

    El que más hizo por la unión de las dos coronas aragonesa y castellana fue un hombre nacido en Castilla pero que pasó casi toda su vida fuera de allá. Me refiero a Juan II de Aragón. En su excelente libro sobre él, Vicens Vives ha destacado en qué apremiantes circunstancias, con qué constancia, con qué sacrificio, con qué hábil astucia... concibió, planeó y negoció el matrimonio de su hijo Fernando con la infanta castellana. No reparó en insistir, transigir, renunciar cuando fue preciso; ni en adular a unos ni en comprar a otros cuando fue necesario. Y todo en medio de su lucha con los rebeldes y con el mismo Luis XI. Lo había apuntado Jiménez Soler, no podemos hoy dudar de que Juan II fue el gran artífice de la unidad de España.

    ¿De la unidad de España? Sí. Se ha negado que el matrimonio de Isabel y Fernando hiciera a España y se ha acusado a ambos de no haber concebido la idea de formar una solo nación. Tales negaciones y acusaciones de algunos aragoneses y de algunos catalanes, son tan injustas como las loas de muchos otros españoles a la realidad del nacimiento de España por obra de los Reyes Católicos. Si los hombres no fuéramos los seres más absurdos y contradictorios del universo y si no estuviera ya agotada nuestra capacidad de asombro y de sorpresa, pocas actitudes críticas podrían suscitarnos mayor admiración. Porque se irritan de que Fernando e Isabel dejaran intacto el doble armazón estatal de los reinos que su boda había unido, quienes van más allá del federalismo al uso en nuestros días y quisieran que sólo un leve y tenue hilo vinculara las que llaman nacionalidades hispanas. Y se exaltan jubilosos ante la obra de los Reyes Católicos, que en verdad realizaron una pura y balbuciente unión personal de sus dos monarquías, quienes desearían que España fuese integralmente unitaria y centralista. Ni unos ni otros tienen razón; como no la tienen quienes lloran todavía el supuesto o auténtico despojo de doña Juana la Beltraneja y dedican más páginas a presentar el proceso histórico del mismo que a la misma obra de España bajo el reinado de los Reyes Católicos. Como si los hombres hubiéramos podido llegar desde la edad de las cavernas hasta nuestra era atómica sin que la historia hubiese presenciado millones y millones de injustos quebrantamientos de las más varias normas jurídicas. Para vivir conforme a la más pura, prístina, inmaculada y virginal legalidad tendríamos que seguir viviendo aún conforme a la articulación originaria de la tribu o tal vez en un régimen todavía más remoto y simple. Y como no tienen razón tampoco los gallegos para renegar de los Reyes Católicos, soberanos que combatieron con rigor a los magnates bandoleros; a los feroces caciques que los tiranizaban por entonces, nietos y abuelos, a la por, de quienes los habían oprimido y los siguieron oprimiendo con violencia desde dentro de su solar regnícola.

    Para la conjunta estructuración de España como una unidad vital e histórica dieron los Reyes Católicos el primer paso. Un paso no muy largo, porque no pudieron darle mayor, pero que fue sin embargo el decisivo.

    El que permitió a España pasar el Rubicón de su fraccionamiento.

    No pudieron darle mayor, acabo de escribir. Y así es. Se olvida de ordinario que Isabel y Fernando se enfrentaron con una España inexistente y múltiple, desintegrada en reinos diversos, celosos, vigilantes y hostiles, separados por muchos siglos de vida independiente, con organizaciones sociales y políticas dispares, con alianzas internacionales encontradas, con ideales diferentes y con economías inarmónicas.

    Al advenimiento de los Reyes Católicos las comunidades regionales de España se diferenciaban menos entre sí que las del país más unitario y centralista de Europa, Francia. Las apartaban menores diferencias étnicas y culturales que a marselleses de bretones, a borgoñones de aquitanos o a provenzales de normandos. Antes de nuestra era, porque España era el fondo del saco del mundo, y con ocasión de la reconquista, por la obligada repoblación de las tierras ganadas al Islam, se habían producido en la Península más intensas y prolongadas migraciones y contactos humanos que en ningún otro pueblo de Occidente. He señalado muchas voces la importancia histórica de ese doble proceso. Con excepción de las gentes del norte cántabro y pirenaico, ninguno de los otros grupos populares de Hispania habitaba sino desde hacía unos pocos siglos -los andaluces y los valencianos desde hacía poco más de dos- en el solar histórico que ocupaban al advenimiento de los Reyes Católicos. Y, como hace poco he registrado, tanto en las tierras norteñas como en las de nueva y novísima colonización se habían reunido pobladores de estirpe muy heterogénea. No es difícil calcular los resultados de ese colosal trasiego humano y de esa heterogeneidad, en orden a la aproximación sanguínea y espiritual de todas.

    Los vinculaba prietamente la comunal tarea única que, con intensidad dispar pero sin excepción alguna, habían realizado durante siglos: la guerra contra el moro y la repoblación del país ganado al enemigo. Y los unían las proyecciones de esa tarea común sobre su manera de estar en la vida.

    Pero por estrecha que fuera esa vinculación, era enorme el peso muerto con que la historia apartada de los diversos reinos hispanos lastraba el intento de unificar España. No obstante las grandes diferencias culturales, étnicas, temperamentales, de misión histórica, de contextura vital, etc. que habían distinguido a los diversos pueblos y regiones de la Francia medieval, siempre había habido un rex francorum, que había tenido un papel unificador y catalizador en la articulación feudal de la nación. Ese rey pudo hacer Francia transformando en efectiva su autoridad nominal sobre algunas zonas del país que habían estado regidas por sus grandes vasallos. Fue una tarea difícil, pero consistió en añadir a un poder central, nunca caduco teoréticamente, provincias que habían gozado hasta allí de una mayor o menor autonomía vasallática. La igualdad jurídica de los reinos hispanos y la vida inconexa de las colectividades que habitaban dentro de sus fronteras hizo extremadamente ardua la unificación de España. Si las minorías cultas comprendían la superior solidaridad española -recordemos las palabras del marqués de Santillana-, la gran mayoría de cada uno de los pueblos sentía con fuerza la tradición de extranjería que los había separado durante siglos.

    Ni siquiera se liberaron de esa tradición los castellanos En los comienzos del reinado cuidaron, tal vez con excesivo celo, de salvaguardar los derechos de soberanía de la reina propietaria con limitación precisa de los del rey consorte, lo que implicó, lógicamente, la afirmación de la vida política separada de las dos monarquías a lo largo del reinado de los dos soberanos. Y no llevaron luego a bien la disposición de los Reyes Católicos en las Cortes de Toledo de 1480 autorizando la salida a Aragón de carnes, cueros y otras varias mercaderías cuya saca fuera del reino estaba prohibida de antiguo. En las Cortes de Burgos de 1512 pidieron a don Fernando que revocase la autorización de exportarlas para evitar su carestía. El rey les respondió: "Que por las Cortes de Toledo se hizo esta ley aviendo consideracion de la hunion y hermandad que estos rreynos tienen con Aragon, y que reuocarse no se podria hazer sin cavsar algun escandalo."

    Los Reyes Católicos no pudieron enfrentar esa fortísima corriente de opinión de la que ellos mismos, naturalmente, eran prisioneros. Se dieron cuenta de que era tan imposible articular sus reinos en una unidad estatal, siquiera fuera en la más liviana forma federativa, como imprescindible aproximar a sus súbditos y crear en ellos intereses e ideales comunes.

    Es sabido que la sentencia arbitral del cardenal Mendoza y del arzobispo Carrillo de Albornoz, dictada el 4 de enero de 1475, y el poder dado por la reina Isabel al rey don Fernando, fechado en 28 de abril del mismo año, establecieron la diarquía como forma de gobierno y esa fue después la forma de regimiento de las dos coronas reunidas. Pero no crearon instituciones estatales comunes. Los naturales de cada reino conservaron su propia y dispar ciudadanía y se rigieron por sus leyes peculiares. Ninguno podía desempeñar cargos públicos fuera de su país. Barreras aduaneras siguieron separándolos. Las ganancias territoriales por los Reyes Católicos logradas no constituyeron un patrimonio político común; unas se incorporaron a Castilla: Canarias, Granada y las Indias; otras se unieron a Aragón: Nápoles y las plazas de Africa. Y ni siquiera Navarra al ser conquistada formó una entidad gubernamental aparte; fue enseguida vinculada a la corona castellana. Jurídicamente, aunque juntas bajo un mismo señorío, los reinos heredados o ganados por Fernando e Isabel no constituyeron por tanto una auténtica unidad estatal.

    La mera unión personal de las dos monarquías era hoja propicia a ser aventada por el viento más leve. Los Reyes Católicos confiaban en el mañana. Lo tenue del vínculo establecido entre sus reinos favorecía además la unidad peninsular a que aspiraban. Su política matrimonial portuguesa podía conducir al enlace de los tres reinos hispánicos y el respeto a la personalidad de los ya unidos podía facilitar el nuevo ayuntamiento. Durante algunos meses un niño, el príncipe don Miguel, llegó a ser príncipe heredero de las tres coronas de Portugal, Castilla y Aragón.

    Pero Isabel y Fernando no dejaron librada al azar la consolidación de su obra. "Pares, por la gracia de Dios, los nuestros reinos de Castilla e de Leon e de Aragon son unidos, e tenemos esperanza que, por su piedad, de aquí adelante estarán en unión... asi es razón que todos los naturales dellos se traten e comuniquen en sus tratos e facimientos", decían en la ley III del Ordenamiento de las Cortes de Toledo de 1480. Así iniciaron la empresa de trabar a sus pueblos. Mas, ¿cómo conseguir su efectiva solidaridad?

    La libertad de tráfico decretada entre Castilla y Aragón sólo a lo largo podía provocarla. Tampoco podía acelerarla la renovación de la vida cultural del país por ellos emprendida, aunque al interesar por las mismas tareas del espíritu a las minorías intelectuales de sus dos monarquías no dejaran de contribuir al acercamiento de sus súbditos.

    Los Reyes Católicos buscaron por ello otros fundentes más rápidos. Los hallaron en la exaltación del prestigio de la realeza en toda España, mediante una política de restauración de la paz pública y de la justicia comunal, de sometimiento de los altaneros magnates a la ley, de saneamiento del erario y de mejora del nivel de vida colectivo; y mediante la inteligente explotación de los comunes rasgos temperamentales de sus súbditos: del dinamismo guerrero que a todos sacudía y de la singular exaltación religiosa que a todos torturaba.

    Las medidas de buen gobierno, al acrecentar el crédito personal de la monarquía en el país, ataban a todos los reinos por la general simpatía hacia el nuevo orden de cosas que su unión había procurado. La satisfacción de las inclinaciones temperamentales de todos contribuía a afirmar en ellos sentimientos e ideales colectivos. Por ello, a un tiempo emprendieron la pacificación y saneamiento interior del país y dos políticas enlazadas y complementarias: La conquista del reino de Granada y la drástica persecución de la "hierética pravedad" de los conversos judaizantes. Ambas políticas eran populares en toda la Península. Pensadores y poetas castellanos venían clamando durante todo un siglo por la conclusión de la reconquista, tal aventura no dejaba indiferentes a los súbditos de la Corona de Aragón y la lucha con los moros era además un buen palenque para que castellanos y aragoneses se acercaran en una empresa común. El antisemitismo de las masas, mezcla de antipatía religiosa al pueblo deicida y de odio a los hebreos, sus explotadores seculares, triunfaba en toda la Península; en los mismos años tuvieron los reyes que enfrentar la decidida actitud antijudaica de la clerecía y del pueblo en Zaragoza y en Zamora. E Isabel y Fernando abandonaron la tradicional tolerancia de las dos realezas de Aragón y de Castilla y la tradicional protección de ambos a sus súbditos judíos, tanto a los que se habían convertido al cristianismo como a los que seguían fieles a su fe; establecieron la Inquisición, para castigar la falsía herética de los primeros; acabaron decretando la expulsión de los segundos y procuraron así un cauce común a los comunes sentimientos del vulgo intolerante de su doble monarquía. Y continuaron echando leña al fuego de los entusiasmos colectivos de sus súbditos mediante una política de expansión en el Mediterráneo y de prestigio en Europa toda, siguiendo las directrices de la tradición catalano-aragonesa y abriendo a la par nuevas válvulas de escape al activismo hispano.


    Sánchez Albornoz.







    Revista ARBIL, nº 55. Textos clásicos: De la variedad a la unidad


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