Los trabajos de investigación de cualquier historiador, así como los resultados publicados, han de responder a los criterios de objetividad que exige toda disciplina científica. Por tanto, todo historiador para ser considerado como tal tiene que hacer dos cosas: pensar con la mentalidad de la época que sea objeto de su estudio; y dos, prescindir de juicios de valor, o morales, propios. A Maravall siempre le perdieron ambas exigencias.