Revista FUERZA NUEVA, nº 90, 28-Sep-1968
LOS NUEVOS "PROFETAS" DE LA EUCARISTÍA
Varios “teólogos” explican el misterio por razones románticas y naturales
Mientras en Sevilla se ha celebrado el VII Congreso Eucarístico Nacional, y el cardenal Parente, en su homilía hablaba de los “equilibrios sofistas” y protestaba “con todas las fuerzas del teólogo y del obispo ante una insensata negación, que implicaría una condena a la Iglesia de Cristo por haber realizado ella, por veinte siglos, un culto eucarístico que tendría algo de idolátrico”, en Barcelona se publicaba la revista “Phase”, del Centro de Pastoral Litúrgica del Arzobispado de Barcelona, con censura eclesiástica, en la que nueve “sabios” -Juan Bellavista, Pedro Farnés, Juan Llopis, Casimiro Martí, José María Rovira-Belloso, Pedro Tena, Evangelista Vilanova, Joaquín Gomis y Olegario González de Cardenal-, algunos de ellos archiconocidos por anteriores actividades, a pesar de figurar como profesores de la Facultad Teológica de Barcelona y de la Universidad de Salamanca, constituidos en “mesa redonda”, se permitieron los más audaces trabalenguas y escarceos sofísticos, en que con imprudencia de lenguaje, con manifiestas inexactitudes, con medias verdades, con frialdad casi racionalista, prácticamente negaron verdades del culto eucarístico que deben ser indiscutibles para todos los católicos.
Hablan los “profetas”
El “profeta” Vilanova -benedictino de Montserrat- afirma tranquilamente que:
“El hecho que la Eucaristía no siempre sea considerada como signo de fe crea muchas dificultades. Aquí tendría que insinuarse el obstáculo que supone para la creación de una verdadera comunidad el precepto dominical obligatorio y otras circunstancias de tipo social e incluso político”. Luego la obligación eclesiástica de oír misa entera los domingos y fiestas de precepto resulta incompatible en la consideración de la Eucaristía como signo de fe… ¿Y qué tiene que ver la Eucaristía con las circunstancias políticas?
Prosigue el “sabio” Bellavista:
“Durante bastantes siglos, la misa sin asamblea era inconcebible, y ésta no se celebraba diariamente. Me parece que sería temerario admitir un error en este punto en unos tiempos tan definitivos de la tradición teológica… Hay que hacer notar cómo la misa pide ser participada como algo que le es irrenunciable. Esto dimana de su propia estructura y de su fin. No es exagerado decir que la liturgia romana no ha tenido suficientemente esto en cuenta… Hay que señalar igualmente que las misas diarias y repetidas están privando el nacimiento de otras expresiones cristianas de reuniones de plegaria”. El “sabio” Llopis quiso redondear el disparate con esta afirmación: “Si no hay asamblea, visible y efectiva, no hay Eucaristía”.
Cuanto afirman los “sabios” Bellavista y Llopis está en total contradicción con lo que enseña Pablo VI en la “Mysterium fidei”: “Toda misa, aun la celebrada privadamente por un sacerdote, no es privada, sino acción de Cristo y de la Iglesia… Por lo tanto, paternalmente y con insistencia, recomendamos a los sacerdotes… celebren cada día la misa digna y devotamente, a fin de que ellos mismos y los demás cristianos puedan gozar en abundancia de la aplicación de los frutos que brotan del sacrificio de la cruz. Así también ayudarán sumamente a la salvación del género humano”.
Pero los redactores de “Phase”, formadores de los seminaristas de Barcelona y de Salamanca, con censura eclesiástica, dicen exactamente al revés… ¡Adelante!
El “sabio” Llopis quiso puntualizar más al decir que “es muy importante subrayar la realidad de la presencia de Cristo, pero no únicamente circunscrita a lo que normalmente se entiende por presencia real, es decir, a la presencia de Cristo bajo las especies de pan y de vino. Es necesario afirmar la realidad de los otros modos de presencia de Cristo; en la asamblea, en el presidente y los ministros, en la Palabra”. ¡Qué lioso es el “sabio” Llopis! Todos sabemos la realidad de esta presencia de Cristo en la Iglesia peregrinante, predicante y gobernante. Pero dice Pablo VI: “Es muy otro el modo, verdaderamente sublime, con el cual Cristo está presente en su Iglesia, en el sacramento de la Eucaristía… Tal presencia se llama “real”, no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es sustancial, pues por ella se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro”. ¡Qué poco matiza el “sabio” Llopis!
La asamblea se desmanda
Climatizados ya en el ambiente de tomarse y ponerse la “Mysterium fidei” por montera, en la “mesa redonda” se descuelgan los otros “profetas”. Así Rovira constata que “la adoración del Santísimo Sacramento ha sido una práctica tan intensa entre el pueblo cristiano que, por contraste, hoy aparece con aspectos de liquidación… La mentalidad romántica y posromántica hacía sentir el dulzor y el silencio de una presencia invisible. En cambio, hoy, el estilo cristiano pasa más por el camino activo de la realización de la comunidad… Probablemente la visita al Santísimo como hecho sociológico masivo del pueblo de Dios esté ligado a unas condiciones culturales, románticas y posrománticas, que en la medida que hayan desaparecido, impiden un retorno masivo a la devoción”.
Abunda el “profeta” Vilanova:
“Cristo está presente en la Eucaristía para ser tomado como alimento, y no simplemente para ser adorado”.
Sentencia el “profeta” Gomis:
“Entonces, ¿qué sentido puede tener la visita a un alimento? Para decirlo según la actual moda clerical, ¿no puede ser alienante?”. Se agrega entonces y se anima a opinar el “profeta” Bellavista: “Es difícil llegar a esta visión mientras no se sea más radical en la abstención de exposiciones del Santísimo y de procesiones. Bastaría la reserva normal, en un lugar distinto del altar y fuera del presbiterio”.
Faltaba la luminosa opinión del “profeta” Martí, que sentencia:
“El mismo término de visita resulta desplazado y hasta inquietante por la sobrecarga intimista y romántica que revela”. El grave “profeta” Tena pontifica: “La funcionalidad de la Eucaristía se concreta en la celebración con la comunión. No hay otras gracias eucarísticas, aparte de éstas, como el pan natural no tiene otra funcionalidad más de la ser comido. La oración ante la reserva del Santísimo hay que colocarla en el contexto de la oración cristiana y no en el del culto eucarístico”. La última palabra la tiene el “archiprofeta” Llopis: “¿Tiene sentido un culto colectivo a las especies? Creo que es muy ambiguo. Tiene el enorme peligro de hacer de la Eucaristía, que es esencialmente instrumento de nuestro culto al Padre, un fin en sí misma. No acierto a comprender qué valores puede tener una adoración de la Eucaristía, desde el punto de vista estrictamente sacramental. Si los tiene, será por otros motivos”.
De este conjunto inconcebible expresado por sacerdotes, encargados de la formación de seminaristas y con la tolerancia de que, con censura eclesiástica, se divulgue y no se desautorice, como en otras ocasiones se hace con motivos objetivos harto discutibles, no sabemos cuál es el aspecto más hiriente y absurdo, ya que pasa desde la afirmación de que la presencia real de Cristo en la Eucaristía es explicable por la mentalidad romántica y pos romántica en búsqueda del dulzor y el silencio, hasta la más cruda negación de la práctica de la Iglesia, de la doctrina eucarística del Concilio de Trento, de la Constitución conciliar de Liturgia del Vaticano II, de la “Mysterium fidei”, de la Instrucción “Eucharisticum mysterium” (…)
Después de cuanto se ha dicho, caben estas preguntas: ¿Pueden unos sacerdotes sostener errores como los denunciados por Pablo VI y por el cardenal Parente en Sevilla? ¿Pueden continuar en sus cátedras quienes demuestran una desviación doctrinal gravísima e injustificable? ¿También se dirá que los diocesanos de Barcelona tienen bastante formación para superar estos confusionismos, como se dijo a raíz de las declaraciones indignantes del “profeta” Llimona? Parece que lo mínimo que este caso requiere es ni más ni menos que la destitución de unos profesores que pueden confundir a los seminaristas y desorientar a muchos católicos y a la juventud inexperta. O, ¿también se optará por la política de “no enterarse” ante estas flagrantes negaciones del culto debido a la Eucaristía? Y que conste que la enumeración de las “genialidades” de los sabios no la agotamos. Pero como muestrario del neojansenismo ya basta.
En esta misma línea de devaluación de la piedad cristiana en sus múltiples manifestaciones y fruto de las mismas teorías de algunos de los “profetas” aludidos, ha sido el intento de casi supresión, y desde luego de una experiencia desafortunada en la procesión de Corpus Christi de este año en Barcelona.
Algo sobre la procesión del Corpus
El conocido publicista José Vives Suriá lo ha comentado así:
“Con las innovaciones introducidas, nuestra procesión de Corpus ha perdido su carácter festivo, jubiloso y triunfal, que es el que corresponde a su naturaleza y su historia y se ha convertido en una manifestación entre tumultuaria y desorganizada, deprimida y vergonzante. Es el camino mejor, aunque no se quiera, para ir matándola poco a poco, sin demasiada experiencia. Lo comentaba el público en las aceras, lo delataba a gritos el aire apagado de los asistentes, la falta de elementos nuevos salidos de las asociaciones religiosas y que vinieran a sustituir al pueblo creyente de Barcelona, en el que día a día va cundiendo un escepticismo del que no puede augurarse nada bueno. No hace falta poseer el don de profecía para adivinarlo. O se restituye nuestra profesión a su textura de siempre o en pocos años hemos de contemplar cómo perece a manos de un perfeccionismo arbitrista, que viene a ser como el disfraz del que se está valiendo el diablo para matar muchas cosas buenas sin buscarles clase alguna de sustitución.
Es triste, es lamentable, pero es así. Nuestra procesión de Corpus se nos va a morir por este camino sin gloria y sin honor… No es prudente, no es tampoco razonable, partir de la base de que nadie sabía lo que se hacía hasta que hemos venido nosotros, los sabios y los puritanos de hoy, que al fin y a la postre vivimos de las rentas y los sacrificios de nuestros antepasados, mientras nos disponemos a echar alegremente por la ventana el patrimonio de nuestra espiritualidad y no acertamos a construir nada que sea estable y verdadero, quizá porque en lo más íntimo de nuestro corazón alienta un espíritu de suficiencia que no nos permite oír la voz de Dios. La fe de nuestro pueblo, en esta hora grave y difícil, está sometida a una presión que puede acabar haciéndose insoportable… No puede pensarse razonablemente que la fe de nuestro pueblo aumentará si se suprimen las procesiones. Hubo un tiempo no demasiado lejano en el que los enemigos de la Iglesia pretendieron acabar con ellas a tiros. Señal indudable de que las procesiones constituyen una manifestación religiosa calificada en orden a la conservación del supremo bien de la fe. Sin embargo, lo que no pudo alcanzarse a tiros es posible que otro día se alcance por un medio más sinuoso e indigno, por la fuerza de unos grupos de presión que están matando a mansalva la fe del pueblo fiel, como quien quita una pesada carga de los hombros envejecidos de la Iglesia. Frente a esto levantamos nuestra voz y como vemos con claridad, a dónde iremos a parar si seguimos por tales vías, pedimos remedio urgente y para el próximo año a esta situación que se halla irremisiblemente destinada a fracasar”.
Esta es la voz unánime de Barcelona. Hasta que los demócratas “eduquen” -quiérese decir corrompan del todo- a los pobres inmovilistas que permanecen en la fe de la Iglesia. Por algo tienen cátedras y publicaciones en exclusiva.
La coletilla: contra los obispos
Si no se respeta la Eucaristía, si prácticamente se escarnecen, con censura eclesiástica, los documentos conciliares y pontificios, con total impunidad y con cargos docentes de primera categoría, no hay por qué, fieles a la teoría de la subversión dentro de la Iglesia, reiterada y ostensiblemente manifiesten su indisciplina frente a los obispos. Fechado en Lérida, pero con muy verosímiles indicios escrita en Barcelona, se ha publicado otra hoja dirigida al nuncio, monseñor Dadaglio, anunciándole que “no obedeceremos a ningún nuevo obispo concordatario”, señalando vetos al estilo de los que la U.R.S.S. emplea en el Consejo de Seguridad de la O.N.U., contra determinados prelados. Terminan diciendo: “¡No queremos ser cómplices de más escándalos -¿no ha habido suficientes?- dentro de nuestra Iglesia!”
Suponemos que no se refieren a los escándalos producidos por las declaraciones de Llimona, de José Dalmau, de Agustín Daura y Sánchez-Bustamante, en Tarrasa, y al volumen contra la Eucaristía de los nuevos “sabios” de la revista “Phase”.
Escribimos al aire libre en una casa solariega de las afueras de Mataró en la que radican familiares nuestros. Aquí, de pequeños, conocimos, tratamos íntimamente y recibimos las lecciones del inolvidable mosén José Samsó, el gran párroco de Mataró, de imperecedera memoria. Hoy se moriría de pena ante tragedias espirituales públicas que se sufren en nuestra ciudad. Me lo imagino enfrentándose con quienes, con falsas teologías, quieren desvirtuar la grandeza de la Eucaristía. Jamás habría permitido la supresión o la mutilación de la procesión del Corpus. Él, que sentía tan hondamente el principio de autoridad, pararía los pies a los que bajo diversas formas hunden la fe de Barcelona y de Cataluña con intentos y realizaciones sacrílegas. Porque mosén Samsó tenía todas las virtudes, y por tanto, también las de la fortaleza y el celo. Porque tenía fortaleza supo morir como MÁRTIR. Porque para cumplir con el deber pastoral, a veces hay que llegar al martirio. Y el martirio no son los párrafos edulcorados y las integraciones de los que formalmente son lobos. El martirio supone también taparle la boca a los falsarios de “Phase”, a los que desmedulan el sentido jerárquico de la Iglesia, a los que causan, impasibles, crecientes apostasías y secularizaciones.
Que mosén Samsó, desde la gloria, nos alcance sacerdotes y católicos de su estilo.
Jaime TARRAGÓ
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