Revista FUERZA NUEVA, nº 96, 9-Nov-1968
INMIGRACIÓN Y SEPARATISMO
Una pastoral teñida de catalanismo provoca la descristianización en masa de inmigrantes
(…) Quizá en otra ocasión estudiaremos la poca atención política que se ha prestado al fenómeno de la inmigración, mientras víctimas de espejismos artificiales, pasionalmente desorbitados, se ha tolerado y se tolera que grupos financieros fomenten unas corrientes políticas desintegradoras, muy ajenas al derecho natural y al hecho cultural catalán, y que sólo sirven frente a unas masas inmigradas descuidadas política y apostólicamente, para que puestas en condiciones económicas mejores y azuzadas por los vientos de la oposición de todas las ideologías subversivas, a través de realidades en sí mismo respetables, se transformen en agentes del marxismo. No se olvide que un catalanismo divorciado de la fe católica y de la tradición española es meramente un ingrediente de la disolución marxista. Y esto ni ha sido prevenido ni en realidad se tiene en cuenta.
Aspecto pastoral de la inmigración
Todavía tiene un relieve más trascendental la tremenda laguna que, en términos generales, ha padecido el cuidado pastoral cerca de los inmigrados. Están en el recuerdo de todos la supresiones injustificables de procesiones y devociones particularmente sentidas por núcleos amplísimos de inmigrados. La estúpida y cismática campaña “Volem Bisbes Catalans”, eclesiásticamente ni fue contestada ni lo ha sido todavía como se debía. Un complejo producido por los efectos de una orquestación publicitaria sólidamente alimentada por capitalistas de acreditada miopía política que quieren repetir la experiencia de un catalanismo romántico y falsamente idealista -que también terminaría esta vez al servicio de la F.A.I., del P.S.U.C. y bajo la tiranía de un mandarín soviético- pesa sobre el ambiente eclesiástico y político, con imponderables debilidades.
Veamos cómo despóticamente se viene propugnando la obligación de que en los templos de Cataluña únicamente se utilice la lengua catalana, bajo la idea política de lo que llaman “integración”, que supone un concepto auténticamente secesionista y antiespañol de la realidad hispánica de Cataluña
E. Albert en “Els problems de demá” escribe: “Veinte años atrás los veíamos venir -a los inmigrantes- con el angustiado temor de que acabarían por hacer bailar fandangos a nuestros hijos y por hacerles hablar en murciano…” (…) Antonio M. Badía Margarit dogmatiza: “La posibilidad de expresarse indistintamente en dos lenguas llega a afectar la unidad de la personalidad”. El mismo Badía Margarit remacha: “Con todo esto quiero decir que los inmigrantes adoptan libremente la decisión de venir, y entre las consecuencias de esta decisión está, y ellos lo saben, la de asimilarse a Cataluña”. Manuel de Pedrolo se entretiene en “Serra d’Or” en combatir que Cataluña sea naturalmente bilingüe. En el II Congreso Litúrgico de Montserrat, Xavier Polo y José Carreras dicen que “la integración es, antes que todo, una exigencia, la primera de todas, de cualquier comunidad eclesial o no… Ha de superar… la natural dificultad de adaptarse, también lingüísticamente”.
En un ensayo publicado por el nada sospechoso Antonio Pérez se contesta a estos tópicos acertadamente: “La lengua propia no la posee nunca un país-abstracción, sino una sociedad-concreción de hombres reales, y hoy en Cataluña, esa sociedad humana concreta no tiene una lengua propia, sino dos, la castellana además de la catalana. El inmigrante no se incorpora a un teórico país homogéneo y unanimista en el hablar, sino que se inserta una concreta colectividad que sociológicamente es bilingüe y y al hacerlo es muy posible que la primeras palabras que oiga en Cataluña sean pronunciadas en castellano…”.
Hacia una pastoral adecuada
¿Qué diremos de la carga política tremendamente anticristiana y española que informa toda esa campaña consentida y tolerada, que explica en gran parte la descristianización de millares y millares de inmigrantes, que ni han sido acogidos ni tratados pastoralmente como merecen, con excepciones honrosas de algunas órdenes religiosas y parroquias muy aisladas?
Nadie discute que los catalanes tenemos derecho a que se nos predique y que se utilice litúrgicamente la lengua catalana. Pero bajo ningún precepto moral se puede obligar, como atentatorio al derecho natural, a que muchedumbres de inmigrantes no puedan rezar ni se les proporcione una pastoral adecuada. ¡Es falso que para vivir en cristiano, en Cataluña, sea previa la catalanización, entendida en sentido discriminatorio y prácticamente antiespañol!
Ciertamente, cuanto dicen los Badía Margarita, Manuel de Pedrolo, Xavier Polo, José Carreras y otros, es diametralmente anticonciliar. En la “Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual”, c. 2, 29 se lee: “Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, y sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino”. (…)
No al “ghetto” colonizador
Pío XII decía a los marquesanos residentes en Roma: “Hay un único modo de mirar al mundo, aun sin dejar de amar a la región y amor a la Patria; es preciso tener conciencia de una realidad suprema, la Iglesia”. Por encima de los valores étnicos están las realidades sociales, nacionales y humanas. Y estas cobran todo su valor a la luz del cristianismo. Poner lo étnico por encima de lo humano y social y del mismo cristianismo es el error fatídico y cerril de aquéllos que condicionan la pastoral a la obligación de renunciar a sus características, lengua y tradiciones. Esto explica que muchedumbres de inmigrados en Cataluña vayan cayendo en una creciente descristianización, ya que parece que algunos sacerdotes, liturgistas y movimientos políticos clandestinos, para alcanzar sus objetivos destructores y revanchistas necesitan inocular el odio que siempre origina marginar a quienes tienen derecho a que se les predique la palabra de Dios en su lengua nativa y familiar, o a provocar forzadamente una asimilación con vistas al activismo comunista, ya que últimamente se mezclan normalmente las banderas rojas del comunismo con los símbolos separatistas.
Denunciamos a los prelados de Cataluña, acosados por grupos de presión al servicio de clanes políticos muy determinados, que inmensas masas de inmigrantes, pastoralmente, están desatendidas. Si sería antinatural que a los pueblos totalmente catalanes se les predicara en castellano, la misma razón vale para nuestros suburbios, zonas urbanas de gran densidad y núcleos industriales, que premeditadamente, sin tener en cuenta ni las estadísticas ni las realidades sociológicas, prácticamente no se les atiende al no proporcionarles predicaciones, cultos y catequesis adecuados para ellos. Esta descristianización es el mejor caldo para que proliferen miasmas marxistas, que también se multiplican en tiempos de desarrollo económico y esquemas tecnócratas, si previamente se tolera la descristianización gracias a unos criterios pastorales que, dejando aparte los intereses de Dios y de los fieles, a través de la sacristías, de las llamadas organizaciones católicas y de la propia liturgia, en la mentalidad de algunos se busca únicamente soplar un nacionalismo violento y anticatalán, que en definitiva sólo sirve al marxismo.
Nosotros, los catalanes, no estamos privados ni de nuestra lengua ni de nuestra cultura. Pero nuestro pueblo, que muchas veces ha sufrido incomprensiones, en esta hora no puede convertirse en un “ghetto colonizador” con un despotismo intolerable e inconciliable con nuestro temperamento, historia y realidad nacional dentro de la gran España, con las orientaciones conciliares y normas pontificias, y con nuestro proverbial “seny” catalán. Las implicaciones políticas que esto supone -que oscilan desde posturas conservadoras y derechistas del catalanismo liberal hasta la Esquerra, Acció Catalana, la FAI, el PSUC , el POUM y el marxismo moscovita- las dejamos a la consideración de aquéllos que deben velar por unidad política, espiritual y territorial de España, respetando la diversidad regional en la unidad nacional, tal como marcan los postulados de las Leyes Fundamentales y la Ley Orgánica del Estado, ante el espectáculo, incomprensible pero realísimo, al alcance de comprobar cualquier catálogo de libros de las editoriales catalanas, que por un complejo de blandenguería y de que en el extranjero nos coticen como demócratas liberales y aperturistas de una literatura, revistas, conferencias y propagandas de diferentes clases, que en catalán descristianizan y alientan hacia el marxismo al pueblo catalán.
El problema de una inmigración descuidada pastoralmente y de la intoxicación ideológica de Cataluña, confluyentes ambas en la agitación marxista, debe ser un alerta para todos los hombres de España.
Jaime TARRAGÓ
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