(2)

En este punto merece la pena analizar con mayor detalle la economía americana.

El hecho económico primario sobre América es que es en casi cualquier aspecto físicamente autosuficiente. Prácticamente cualquier materia prima necesaria para la industria moderna está disponible dentro de sus fronteras, y posee una gama de climas que le permiten cosechar producción de casi cualquier descripción.

Algunas de sus pocas deficiencias pueden ser suplidas por sustitutivos sintéticos, pero en cualquier caso la cantidad de materias primas necesarias requeridas para completar toda la gama es menor que el 3% de la economía, y pueden ser obtenidas fácilmente a cambio de unos pocos bienes americanos y materias tales como el petróleo.

Para simplificar la discusión, supongamos que las deficiencias reales hayan sido compensadas mediante trueque y consideremos en adelante la economía desde ese punto.

El segundo punto es que América es técnicamente autosuficiente; sobre todo la técnica industrial ha sido llevada allí a un mayor estado de desarrollo que en ninguna otra parte.

Ahora bien, los portavoces de América son protagonistas de la política que hace que América deba “comerciar” a una escala cada vez más creciente; y más específicamente, dicen que si la gente previamente ocupada en la producción de munición y en las fuerzas armadas han de ser absorbidas en la industria del tiempo de paz, entonces es esencial expandir los mercados para la exportación.

¿Cómo va a ser pagada América por sus exportaciones?

Si el pago es mediante una importación de bienes, entonces esos bienes reemplazan una cantidad equivalente de bienes hechos en América, y así desemplea a la gente que podrían haberlos hecho.

El pago puede ser mediante oro u otra forma de moneda “dura”. En este caso, la moneda sólo podría gastarse, en hipótesis, en producción americana existente; pero, siendo realistas, es innecesario importar dinero para comprar tu propia producción.

Tercero, las exportaciones pueden ser financiadas con crédito: América presta dólares al país importador, que los usa para comprar los bienes americanos; o, lo que realmente ocurre, los dólares nunca dejan América, sino que son pagados al productor de los bienes exportados. E igual que en el caso del oro, estos dólares sólo pueden ser gastados en bienes americanos existentes.

Durante la guerra, un artículo en un magazine americano profetizó grandes dificultades para América en el periodo de la posguerra. El argumento era que las necesidades de la producción de guerra se habían traducido en una muy gran expansión de la industria en la costa oeste de América, y la dificultad que se preveía era que el Oeste no necesitaría importar demasiado del Este industrial. Este es justo el mismo argumento que el que hemos estado considerando.

América, de hecho, presenta dentro de sí misma los problemas económicos de toda la economía mundial. Si es el caso, sin embargo, que la industria no es autoliquidante, que los ingresos distribuidos en el curso de la producción no son suficientes para comprar dicha producción, entonces las características problemáticas de la política exportadora desparecen. Entonces es necesario importar dinero para comprar la producción americana; entonces la exportación a crédito resuelve la dificultad (aunque, por supuesto, la resuelve sólo por el momento), mediante la exportación del problema con los bienes, pero aquello que es cierto para América es cierto para todo el mundo en su conjunto, como también es cierto para una parte de América.

Ciertamente Gran Bretaña tiene que importar una considerable cantidad de bienes, particularmente alimentos, y éstos han de ser pagados mediante exportaciones; pero una vez que es efectuado este trueque esencial, existe un excedente para la exportación: una “balanza comercial favorable” es un fundamento de la política británica.

Otra vez, esto es una consecuencia perfectamente natural de una deficiencia de poder adquisitivo.

Como ya se ha observado, el objetivo inevitable de cualquier país industrial es el de disminuir su dependencia de las importaciones (de ahí los aranceles proteccionistas, etc…) y desarrollar sus exportaciones; e inevitablemente los pueblos “atrasados” son observados como un medio de prosperidad.

“Si podemos aumentar el estándar de vida de los nativos de Nueva Guinea (señala el argumento) entraremos en una era de prosperidad creciente”. No importa que los nativos de Nueva Guinea no puedan suministrarnos nada a nosotros; y esa es justamente su virtud.

Similarmente, América ve la prosperidad en los culis de China. Y los economistas del mundo generalizan la proposición: “Déjennos aumentar el estándar de vida de todos los pueblos atrasados, y todos seremos prósperos”.

El estándar de vida de los pueblos atrasados sólo puede aumentarse a expensas físicamente de los pueblos desarrollados, pues la proposición no es que los pueblos atrasados deberían subir por sí mismos. Pero la prosperidad se produce realmente, porque el poder adquisitivo pasa a equilibrarse con el coste de los bienes remanentes puestos a la venta en los países productores.

Las relaciones reales subyacentes al comercio internacional serían mucho más claras si las monedas nacionales circularan internacionalmente, y los bienes nacionales sólo pudieran ser comprados con su moneda nacional.

Así, si América comprara bienes a Australia, América sería pagada en dólares australianos; y dichos dólares podrían ser empleados sólo para comprar bienes australianos; y si los dólares fueran importados por América y no pudieran ser usados para comprar bienes americanos en América, entonces aparecería claro que la exportación de bienes americanos fue una pérdida real, que sólo podría ser compensada mediante la importación de bienes australianos a cambio de los dólares.

La situación es disimulada mediante el uso del oro, y mediante la más moderna equivalencia de las transacciones internacionales de cambio de divisas, y mediante la más moderna propuesta de usar un “fondo monetario” internacional (que es simplemente un mecanismo para crear un sustituto al oro, pues la producción natural de oro es insuficiente para satisfacer las necesidades de las expandibles monedas nacionales).

Pero en tanto que el exportador americano sea pagado en un medio (dólares) que tiene un inmediato poder adquisitivo para los bienes americanos en América, la naturaleza real de la transacción no será patente.

Es verdad que estos días se oye menos la necesidad de una balanza comercial “favorable”, y se opina más el argumento de que grandes mercados suponen producciones masivas, con un abaratamiento del proceso. Pero debe recordarse que la totalidad de la producción ha de ser vendida; el coste total ha de ser liquidado, y aunque el precio de las unidades individuales de producción puede ser menor, el precio total puede ser muy grande, y la liquidación de parte del mismo mediante la exportación de una proporción de la producción, y mediante el uso de la moneda importada para satisfacer una parte de la factura, simplemente se traduce en una pérdida de esa gran parte de la producción.

Para volver a nuestro anterior ejemplo, si llamamos pan a toda la producción, entonces aunque la producción masiva se traduce en un precio menor por cada rebanada de pan, nos encontramos con que esto se consigue realizando, digamos, quince rebanadas de pan por cada diez que se hacía previamente, pero sólo consumiendo doce de ellas; las tres rebanadas desechadas (exportadas) representan la pérdida real; son intercambiadas por dinero que es usado para pagar parte del precio de las doce rebanadas restantes.