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Tema: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

  1. #21
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    Re: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

    La libertad de enseñanza, regulada por la Constitución de 1978, «educa» a los hijos no de la forma que quieren los padres sino los “educadores”, contrariando así el derecho natural.


    Revista FUERZA NUEVA, nº 596, 10-Jun-1978


    LA CUESTIÓN DEL ARTÍCULO 26 (*)

    Por D. Elías (sacerdote)

    SIEMPRE hemos dicho aquí que la lógica de los hechos acababa por imponerse sobre la lógica «bienpensante». Nuestras familias, en fuerza de esa lógica de los hechos, se encuentran ahora ante la posibilidad de que les «eduquen» a sus hijos, de la forma que quieran los educadores, contra todo derecho natural.

    Pero ha llegado el momento de vivir con los pies en el suelo y decir NO, de la forma más sonora posible.

    La trampa de la gratuidad está siendo explotada una y otra vez, abusando de la ignorancia de unos, la imprevisión de otros, la socialistización de no pocos y la habilidad de los partidos que nos han llevado a esta situación. Quien piense en cristiano no puede aceptar otro derecho superior a la educación que el derecho de las familias, y en modo alguno puede admitir condicionamientos. Los padres reciben de Dios el derecho a educar y nadie puede restárselo lícitamente.

    Creemos que éste es un asunto no discutible para un creyente, y en el que no cabe diálogo ni discusión, porque un derecho inalienable no se discute ni se negocia.

    Cabrá la discusión en la forma de financiación, en el modo de subvención o en los métodos mejores para que la familia ejerza su derecho, pero el derecho es intocable.

    ***
    Y esa intocabilidad debe quedar bien clara en la Constitución, o los padres deben rechazarla sin más. No puede quedar abierto un portillo para que en el futuro el partido «A» o el «B» ponga las cosas de modo que los padres deban aceptar forzosamente, si no tienen dinero suficiente, la educación que desde arriba se quiera imponer a sus hijos. La cosa es así de clara, y todo lo que sea complicarla con palabras ambiguas es tratar de confundir.

    • Es deber de los Estados hacer posible la educación de todos y cada uno de sus ciudadanos.
    • Esa educación debe realizarse según el criterio de los padres, educadores natos ante Dios y la sociedad.
    • En su consecuencia, no debe hacerse discriminación ni económica ni de ninguna otra clase en cuanto a las posibilidades de recibir la educación.

    Habría discriminación si en los colegios no estatales los padres tuviesen que hacer gasto superior al que hacen los padres que tienen sus hijos en colegios estatales.

    Habría discriminación si el trato recibido por los profesores de la enseñanza no estatal fuese de peor calidad que los estatales.

    Por otra parte, se haría injusticia si los padres o los colegios se viesen obligados a aceptar, por razones económicas, un proyecto educativo que repugne a su conciencia o a sus principios éticos. La cuestión, en este aspecto, está planteada de forma muy sencilla: para unos, es el Estado quien debe educar, y para otros, el derecho corresponde a la familia.

    En función de estos dos principios se plantea todo lo demás. La Constitución, en cuanto al 26 (*), se apoya en el primero, aunque en apariencia conceda algo al segundo principio. No hace falta ser demasiado listo para verlo. Y aún en el mejor de los casos, deja puerta al partido de turno para aplicar el primero. Dejemos a un lado sutilezas, porque la cosa es así.

    • • •
    Iglesia somos todos, no sólo clérigos y obispos. Es perfectamente explicable que la Jerarquía no se haya hecho beligerante ya, para no crear más problemas, pero esto no significa—creemos— inhibición. Todos somos Iglesia, y esos todos debemos reaccionar desde ya mismo. La Jerarquía tiene su momento de actuar, pero el nuestro ha llegado ya.

    Es obvio que los partidarios de la estatalización no dejarán piedra por mover para conseguir su objet
    ivo. Nosotros, honrada y limpiamente, con la seguridad de que seguimos la línea cristiana, que está fuera de toda discusión, hemos de usar todos los medios lícitos para que nuestra voz llegue a todas partes en demanda de que se haga bueno el derecho de los padres, recibido de Dios.

    (*) En la redacción final y vigente: artículo 27
    Última edición por ALACRAN; 19/02/2025 a las 13:07
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  2. #22
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    Re: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

    "España ¿delenda est?"



    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 598, 24-Jun-1978

    ESPAÑA ¿DELENDA EST?

    La Antiespaña está en triunfo apoteósico. El cenagal hispanicida va invadiendo el ámbito de nuestra vida pública, y sus resortes destructivos de resentimientos, xenofobia, encono partidista, trágala y espíritu de discordia intestina parecen entrar en acción para la tarea que se pretende asuman los mismos españoles, de dar de baja a España, cesar a España, como dice Julián Marías, desde dentro con los estatutos y las nacionalidades extraídas del buceo en los fondos del primitivismo y el medievalismo y la entrega a los particularismos disgregadores, y desde fuera con el intervencionismo extranjero y su vasallaje colonial, pedido y suplicado desde aquí en romería pordiosera a los medios políticos extranjeros por parte de políticos, parlamentarios y partidos que están destruyendo así la imagen y el papel internacional de España.

    Se trata incluso de raer el nombre de España de la conciencia, de la convivencia y la voluntad de destino de los españoles. Es un caso único el de unos gobernantes, unos parlamentarios, una clase —«sin clase»— política y unos medios de comunicación a los que parece repugna y avergüenza pronunciar el nombre de España, como si hacerlo fuera algo denigrante, vitando, ofensivo, y para eludirlo buscan sustitutivos léxicos, acompañados, eso sí, con clara connotación de desdén y menosprecio, del demostrativo «este» país. Maciá, Leizaola, Aguirre, Monzón, Ventura Gasol, se negaban a pronunciar la palabra España porque les repugnaba; lo dice Azaña en sus Memorias». Cuarenta años después, los políticos profesionales de nuestra nueva «democracia» se convierten en émulos e imitadores suyos.

    Se habla oficialmente de una Patria plural, lo cual es una «contradictio in terminis», un imposible metafísico, y se prohíbe en España el empleo de la bandera española para la exaltación de ambas, tildándolo de partidismo político y enclaustrándola en los recintos y actos oficiales, pero se exhiben las banderas regionales y separatistas de las nacionalidades para glorificarlas, sin que se califique de partidismo.

    El patriotismo, referido a España se considera anacrónico, desfasado, aldeano, pero al patrioterismo vernáculo se le rinde grotesca y humillada reverencia, compitiendo en ello Gobierno y Parlamento, y, sobre todo, nuestro socialismo señorito-burgués, que se olvida de la posición (en teoría y para la galería) de humanismo y superación de fronteras de los credos socialistas para volcarse alabardera y palafreneramente en el servicio y fomento de nuestros nacionalismos pigmeos.


    CONFISCACIÓN PATRIA

    Esta especie de confiscación patricida, de acción depredatoria de los valores hispánicos, se centra y concentra principalmente en el área de aquéllos en que ha brillado inmarcesiblemente el genio de España y su aportación decisiva a la civilización occidental, y en la de su vehículo universal, el idioma español, segundo en importancia en el mundo y de los primeros como instrumento de una cultura prócer, cual si hubiera llegado la hora de su liquidación forzosa en la pobre almoneda casera y aldeana de los particularismos centrífugos. Es todo un símbolo de este proceso disolutorio y regresivo que se lleven la palma en la defenestración de la Hispanidad, con todo lo que significa en el mundo, precisamente los Ministerios de Educación, Cultura, Regiones —éste último a cargo de un catedrático universitario— y Asuntos Exteriores.

    Se ha rebautizado al Instituto de Cultura Hispánica, cargado de logros y prestigio, erradicando su glorioso adjetivo, en actitud, que no se oculta, de renunciar a la acción y la proyección intelectual y cultural de España en América, a la cual la literatura oficial y sus órganos se empeñan en calificar de Latinoamérica.

    La proyectada gran Plaza de la Hispanidad en la capital de España se redujo a Plaza del Descubrimiento, y no se han empleado las esculturas y símbolos recordatorios de nuestra gesta americana, sustituidos por un par de pedruscos.

    Al milenario de la Lengua Española se le ha aplicado el vacío y la conspiración del silencio, limitándolo a un protocolario acto oficial, en el que casi se pidió perdón a las lenguas «vernáculas» por el homenaje.

    Pero es el Ministerio Cabanillas, oficialmente Ministerio de Cultura, uno de los principales instrumentos de la política apátrida. Su RTVE, en palabras de Girón, está en clara línea antiespañola. El nombre de España ha desaparecido prácticamente de su vocabulario.

    Un hecho, entre mil, que se califica por sí mismo: venía publicándose la revista «Poesía Española», después se llamó «Poesía Hispánica», ahora se titula tan sólo «Poesía».

    Por su parte, el Ministerio de Educación y Ciencia y sobre todo el presidente Suárez se disponen a entregar éstas a las nacionalidades, en cuyas manos xenófobas la lengua y la cultura española, sometidas a estado de excepción permanente, se estudiarán como pertenecientes a una nación extranjera, como una asignatura, y con menosprecio y vilipendio. Y en el transcurso de unas generaciones la población de las «nacionalidades» y regiones, espiritualmente manipulada, no se considerará española ni a España su Patria porque se le habrá imbuido que su patria es tan sólo la taifa o balcán respectivos. Y la población afectada por el proceso autonómico alcanza hasta ahora al 72 por 100 del total.

    Es obvio, por otra parte, el retroceso pedagógico, intelectual y científico, consecuencia inevitable de semejante proceso, que puede conducirnos al subdesarrollo cultural, tipo tercer mundo, al mismo tiempo que la crisis y el desgobierno nos llevan al subdesarrollo económico.


    EL DERRIBO CONSTITUCIONAL

    La nueva Constitución, vaciada en el molde de la ambigüedad más absoluta que posibilite negaciones, subversiones, y «bombas retardadas» en el futuro, podrá establecer constitucionalmente el óbito o cese de España a que antes nos referíamos, al consagrar el principio de las nacionalidades y la posible cesión entreguista a ellas de todos los componentes consustanciales al ser, la soberanía y la personalidad de España: además de la enseñanza y la cultura, la justicia, la función pública, el orden público, el gobierno político, los servicios públicos, y al reducir el idioma español a lengua oficial, burocrática, del Estado y empequeñecerla a la condición de lengua regional equiparada a las vernáculas, puesto que por primera vez en nuestra historia constitucional se le llama «castellano», con flagrante incultura lingüística, histórica, geográfica, jurídica, etc.

    Por ello, el engendro constitucional, obra conjunta de la oligarquía triunviral, UCD. PSOE, PC, con la colaboración entusiasta del partido acólito AP, y al dictado de las dos minorías de las nacionalidades prefabricadas, que implica la pulverización material de la nación y del Estado, no podrá ser nunca la Constitución de los españoles, porque está inspirada en el ateísmo y en el espíritu de Sabino Arana y de Maciá.

    Carmelo VIÑAS Y MEY


    Última edición por ALACRAN; 11/03/2025 a las 13:58
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  3. #23
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    Re: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

    LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL «ROMPIMIENTO» NACIONAL


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 599, 1-Jul-1978

    LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL «ROMPIMIENTO» NACIONAL

    ¡VAYA Constitución que les ha salido a los Padres de la Patria! Claro que no se pueden pedir peras al olmo. Querer, al mismo tiempo, buenos demócratas, excelentes paladines de la libertad, conspicuos antifranquistas y, además, magníficos parlamentarios, es ya demasiado.

    iY así ha salido la cosa! Con los mimbres que se cortaron el 15 de junio (1977, elecciones) no podía salir un buen cesto.

    Y, como era de esperar, en vez de una Constitución les ha salido los Principios Fundamentales del Rompimiento Nacional.

    Se ha hecho tal galimatías, tal tabla rasa de las esencias del pueblo español, se han consignado tantas incoherencias y, sobre todo, se ha escrito con tanta ambigüedad, tanta inconcreción y tanta contradicción —con un estilo tan puramente taranconiano— que ya veremos si tenemos Constitución para un par de años.

    El procedimiento ni ha sido democrático ni fruto del consenso. Todo lo contrario: La Constitución se ha cocido en restaurantes, pasillos y despachos. No ha sido la Constitución del consenso, sino la del asenso.

    La Constitución se ha hecho a golpe de pancarta, a impulso de periódico panfletario, a chasquido de metralleta.

    Las ofensas a la Patria y las amenazas han sonado en el Congreso como si lo que estaba en juego fuera un pacto entre tahúres.

    Las más absurdas aspiraciones, las ilusiones que jamás pudieron soñar los más fanáticos marxistas están consignadas en la Constitución.

    Es inútil que los católicos busquen en ella respeto a la ley divina porque a Dios ni se le menciona. La ley es emanación de la voluntad soberana del pueblo y, por tanto, puede estar en perfecta contradicción con la Ley de Dios.

    La Iglesia católica que no busque ya otra protección ni otro respeto que el que merecen los mormones o los mahometanos. La tradición, las Instituciones, las realizaciones, la cultura, el espíritu, el crisol que la Iglesia católica ha significado para España, han quedado barridos.

    De nada sirve hacer pomposas declaraciones de unidad y solidaridad nacional si, a renglón seguido, se habla de autonomía de nacionalidades y regiones.

    De nada sirve decir que la forma del Estado es la Monarquía parlamentaria, si ya sabemos de las lealtades monárquicas y de la proclividad al cambio de quienes han aceptado el principio monárquico.

    ¿Para qué proclamar que la bandera nacional es la roja y gualda si, ya antes de que se apruebe la Constitución, el ondearla es una provocación, un riesgo y hasta un delito?

    ¿Por qué consignar hipócritamente la libertad de enseñanza si no se garantiza la facultad de dirigir, gestionar y controlar los Centros, lo que, según se establece, se hará «democráticamente»?

    ¿A qué engañar al pueblo proclamando la independencia de los Tribunales si se crea un Consejo General para mangonear así el Poder Judicial, y en vez de consagrar los Tribunales de Derecho se abre el portillo de los «Tribunales Populares» con esa «participación del pueblo en la Administración de Justicia»?

    ¿A qué hablar de unidad jurisdiccional si cada taifa va a tener su Tribunal Superior de Justicia?

    ¿A qué hablar de que todos tienen derecho a la vida y no se cierra la puerta constitucionalmente a los futuros criminales (en las Cortes y en las clínicas) condenando expresamente el aborto?

    ¿Con qué cinismo se habla de relaciones estables de familia si en la misma Constitución se admite el divorcio? ¿Qué pensarán los hijos, futuras víctimas de una legislación divorcista?

    ¿Para qué seguir? Ciertamente a los «padrecitos de la Patria», en lugar de una Constitución, les ha salido los Principios Fundamentales del Rompimiento Nacional.

    Jaime CORTÉS
    Última edición por ALACRAN; 25/03/2025 a las 14:01
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

    "Las Fuerzas Armadas en la Constitución"


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 600, 8-Jul-1978

    LAS FUERZAS ARMADAS EN LA CONSTITUCIÓN

    Conferencia de Emilio del Sol

    “La imagen de las Fuerzas Armadas es inmutable, porque los ejércitos de España sólo pueden tener una cara y, por lo tanto, una sola imagen”, manifestó Emilio del Sol, abogado, es su conferencia pronunciada el pasado 29 de junio (1978) en el salón de actos de Fuerza Nueva, bajo el tema “Las Fuerzas Armadas en la Constitución”, perteneciente al IX Ciclo. (…)

    Manifestó el señor Del Sol que el tema que le ha tocado es una de las facetas más delicadas, aunque estas Fuerzas Armadas son nuestra salvación. Nosotros, en Fuerza Nueva, respetamos, queremos y veneramos a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas de Orden Público, y no las apedreamos ni tiramos cócteles molotov, como hacen otros. Y es por esta veneración lo del respeto y la fe en las Fuerzas Armadas (punto 7 de Fuerza Nueva). Yo desafío prosiguió- desde aquí a que haya un partido que hable del prestigio de las Fuerzas Armadas, así como de las dotaciones de las mismas”.

    Continuó el señor Del Sol afirmando que lo lógico hubiera sido que un militar de prestigio presentara la conferencia, pero fue materialmente imposible, porque hubiera sido motivo de graves sanciones para el mismo, como lo fue en el caso de Ceuta, en donde a los militares les aplicaron el decreto 10 y fueron sancionados sin base y apartados, cuando la pena de destierro no existe en el Código Militar. ¿Cuál hubiera sido la sanción en este caso?

    El conferenciante expresó que él se basaba en algo que está muy en boga hoy en día: “la libertad de expresión”, y así defenderá a las Fuerzas Armadas. “Quiero dedicar esta conferencia –dijo- a los que hoy no pueden estar aquí y son condenados al silencio, y también se la dedico a las mujeres de Fuerza Nueva y a las de militares, en ausencia de sus maridos, ya que junto al amor a ellos mismos está el amor a la Patria”.

    ***
    En cuanto al tema de la conferencia, manifestó que la historia se repite, y ahora (1978) se intenta aprobar una Constitución, pero ¿de qué forma? Hay que recordar el año 1931, donde aparece el decreto de 25 de abril de 1931 y después la Constitución de la República, de 9 de diciembre del mismo año, llamada Ley de Azaña, que pretendía destruir y echar fango sobre el Ejército. En la actual de 1978 hay numerosos artículos que están calcados de la Constitución de 1931. Vamos a fijarnos -dice el conferenciante- en el preámbulo de esta Constitución, que habla de las reformas del Ejército. En aquella República el Ejército desaparecía, se suprimían organismos, personal y dotaciones al mismo y de esta forma se llega al comienzo del Alzamiento Nacional, donde apenas existían oficiales del Ejército.

    Hoy, cerca de cincuenta años después -prosiguió el señor Del Sol-, cuando fallecido Francisco Franco nos encontramos en una Monarquía instaurada por él, estamos ante una Constitución tan revolucionaria como la de 1931: hay una serie de disposiciones que menguan a las Fuerzas Armadas; existe el ejemplo del decreto ley de febrero de 1977, donde se dice que “Las Fuerzas Armadas son las encargadas de la unidad e Independencia de España”, lo que luego niega el actual proyecto de Constitución.

    Ahora se intenta derogar las ordenanzas militares de tiempos de Carlos III y Carlos IV, donde efectivamente existen muchos puntos trasnochados, pero lo que está vigente es lo que se refiere al honor de las Fuerzas Armadas. Todas estas ordenanzas militares desaparecen de un plumazo para que las Cortes regulen las nuevas.(*)

    Se pretende una nueva imagen de las mismas y así “El País” publica: “Un nuevo ejército para la democracia”, pero el Ejército es la institución más antidemocrática en todos los países y en todas las naciones.

    Aquí no se trata de implantar la democracia –declaró el conferenciante- sino de erradicar el franquismo y lo que Franco creó. No hay que olvidar que Franco fue un militar. Esta Constitución tiene que estar contra las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Orden Público, y si las Fuerzas Armadas desaparecen, desaparecerá esta paz y esta tranquilidad.

    ¿Cuáles son las razones por las que vamos a votar “no” a esta Constitución? Fundamentalmente dos: 1) Por lo que se dice en la Constitución; 2) Por lo que no se dice en la Constitución.

    El artículo 8 del proyecto de Constitución es el que se dedica a las Fuerzas Armadas. En su apartado 1º dice: “Las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España”. Por el contrario, no se habla de la unidad de la Patria, desaparece la unidad de la Patria, la seguridad nacional y, a su vez, desaparecen las Fuerzas de Orden Público. Este artículo deja sin efecto la Ley Orgánica del Estado, que habla de defender la unidad, independencia e integridad de la Patria.

    En su apartado 2º se deja sin efecto a los altos mandos del Ejército, y a éste en manos de las Cortes, donde un partido representado en las mismas desea una total reforma de las FAS y de lo que éstas representan.

    Por todos estos motivos, tenemos que votar “no” a la Constitución, manifestó el señor Del Sol, quien acabó su disertación recordando una carta de José Antonio Primo de Rivera a un militar español en 1934, que termina con estas palabras, coreadas por todo el público que abarrotaba el aula: “¡Viva el Ejército! ¡Arriba España!”


    (*) Ver: La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

    Última edición por ALACRAN; 31/03/2025 a las 12:55
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

    “La educación en el proyecto constitucional”


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 601, 15-Jul-1978

    LA EDUCACIÓN EN EL PROYECTO CONSTITUCIONAL

    El artículo 27 (*) del Proyecto Constitucional define la educación de la siguiente manera: “Educación es el desarrollo de la persona en el respeto a los Principios Democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”.

    La educación, como se deduce del texto procedente, no es un concepto de índole moral, cuyo tenor se promueve el desarrollo de la persona en orden a su fin trascendente, que al ser Dios implica la formación del entendimiento en la verdad y de la voluntad en el bien; sino que sería un concepto de índole política, a cuyo tenor se promovería el desarrollo de la persona en el respeto a los Principios de la Democracia. La educación, entonces, no tendría por objeto hacer del niño un hombre recto de criterios y honesto en su conducta, sino transformarlo en un demócrata fiel a los postulados de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Educar, por tanto, no sería formar moralmente al hombre, sino politizarlo desde su infancia en una dirección determinada. El fin, por consiguiente, de la educación no trascendería los límites del espacio y del tiempo, sino que se concretaría en unas metas de orden temporal y político. El niño, en resumen, deberá ser educado no en el temor de Dios, que es el “Principio de la Sabiduría”, sino en el temor, en el respeto, en el espíritu de la Constitución. Constitución que, al ser laica y atea, formará a los niños laicos y ateos.

    El artículo 27, consecuente con su concepto laico, ateo y materialista de la educación, impregnará al sistema educativo del espíritu propio de la dialéctica marxista, que ya aflora en la Ley de Educación y de ella deriva. Conferirá, entonces, a los alumnos el derecho al control, intervención y gestión de los problemas que atañen al profesorado, lo cual equivale a promover la lucha y la tensión entre educadores y educandos, entre profesores y alumnos, método prefabricado en los planes marxistas para romper la unidad y la armonía en las comunidades escolares y universitarias a todos los niveles.

    ***
    No resulta extraño, entonces, que el artículo 10 nos hable del “libre desarrollo de la personalidad”, desarrollo libre en consonancia con los dos caracteres que la Ley de Educación, bajo la inspiración masónica de la UNESCO, asigna a la enseñanza: a) la creatividad, que equivale en su terminología a la facultad de asumir como verdad objetiva la creación mental subjetiva, origen del relativismo y consecuentemente del escepticismo; y b) la “libertad de experiencias sociales”, bajo cuyos términos en apariencia inofensivos, se oculta y se propaga, como guía de liberación, la libertad sexual en todas sus manifestaciones.

    Y para completar el cuadro, el artículo 19 establece lo que llama “libertad de cátedra”, es decir, libertad para corromper mentalmente a la juventud universitaria española. Y así, mediante la deformación de la inteligencia por la creatividad y la degradación de la voluntad por la “libertad de experiencias sociales”, se cumple el objetivo del sistema educativo que procura la Constitución: la corrupción integral de la persona bajo el signo de una política democrática laica y atea.

    Julián GIL DE SAGREDO


    (*) En el artículo figura art. 26

    .
    Última edición por ALACRAN; 10/04/2025 a las 13:45
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

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    Re: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

    Sobre la Educación (continuación)


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 604, 5-Ago-1978

    CONSTITUCIÓN ¡NO! ¡NO! ¡NO!


    SABIDO es que para el próximo otoño el Gobierno someterá a referéndum la Constitución elaborada en la barra del bar de las Cortes entre el alegre comadreo pactista que proporcionan unas copas de güisqui. Sabido es igualmente que dicha Constitución, llamada popularmente la «golfa», merece la repulsa de todo español digno, porque destroza la unidad nacional, porque es atea e impía, porque destruye a la familia a través del divorcio, porque abre cauces legales al aborto, porque totaliza y encadena las legítimas libertades sociales y porque diviniza al pueblo como fuente del poder y como árbitro supremo de la justicia. (…)

    Y la educación

    Anteriormente, y sobre el tema educativo en el proyecto constitucional, anunciaba que en un segundo artículo expondría el procedimiento que utiliza la Constitución para imponer a la infancia y a la juventud española la educación laica y atea que preconiza en el artículo 26. (*) Hoy cumplo ese cometido: el procedimiento constitucional para degradar a la persona humana a través del sistema educativo consiste en monopolizar a favor del Estado la educación y enseñanza.

    En efecto: el artículo 26 establece un verdadero monopolio estatal, tanto respecto al objeto de la educación y enseñanza, es decir, criterios educativos y materia docente, como respecto al sujeto de la misma, es decir, personas físicas y jurídicas. Iglesia, familia, sociedad, que pueden educar y enseñar, que pueden crear establecimientos de enseñanza.

    El objeto de la educación y enseñanza queda monopolizado por el Estado, porque se reserva a éste su exclusiva programación, término astuto que comprende con su apariencia aséptica planes de estudios, asignaturas, libros de texto y métodos pedagógicos. El contenido, por tanto, de la educación y enseñanza queda reservado al Estado: los niños y los jóvenes españoles se educarán en moldes estatales y aprenderán lo que el Estado determine, en la forma que lo determine y según el fin que determine. Resulta superfluo añadir que incluso en el caso de que la Iglesia, la familia y la sociedad pudieran crear libremente centros docentes, de nada les serviría dicha libertad si tienen que acoplar la educación y enseñanza, las cuales, como vimos en el artículo precedente, conducen hacia el escepticismo intelectual a través de la «creatividad» y hacia la corrupción sexual a través de la «libertad de experiencias sociales».

    El sujeto de la educación y enseñanza queda igualmente monopolizado en la práctica por el Estado, a cuyo efecto la Constitución realiza dos operaciones: la primera indirecta, que consiste en someter a los centros docentes a la inspección y homologación estatal, arma coactiva mediante la cual cercena toda libertad a aquellos centros, arma además decisiva por cuanto de aquella inspección depende la subvención estatal, fijada en exclusiva para aquellos establecimientos que se acoplen a los condicionamientos estatales, a saber: a los que impartan una educación y enseñanza democrática, es decir, laica y atea.

    Los centros de la Iglesia, de la familia y de la sociedad, que pretendan ofrecer una educación y enseñanza cristiana, al quedar privados de la subvención oficial y al tener por otra parte que contribuir a la cobertura de los gastos de la enseñanza gratuita oficial y de los gastos de sus establecimientos privados, quedan marginados, discriminados y asfixiados en su mismo nacimiento: es el método ideado por la Constitución para obstruir, para dificultar y para ahogar en su misma raíz la creación libre de centros docentes, canalizando la enseñanza hacia el monopolio estatal.

    Otro aspecto

    La segunda operación que desarrolla la Constitución en orden a lograr aquel monopolio docente es directa, porque en el artículo 141, n.° 26, (*) reserva al Estado en exclusiva la expedición de títulos académicos. Teniendo presente el ritmo socializante, masificante y degenerativo que marca la Constitución, los títulos académicos, desfigurando su origen jerárquico intelectual, abarcarán todos los grados y todas las fases no sólo de las profesiones, sino también de los oficios: para cualquier trabajo, sea intelectual, sea artístico, sea simplemente manual, se precisará un título académico, y como sólo el Estado puede expedir títulos académicos, ningún español podrá ejercer una profesión u oficio sin el visto bueno del Ministerio omnisciente, cuya sabiduría es tan profunda que lo mismo penetra en los arcanos de la metafísica, que en las habilidades manuales del fontanero o del albañil.

    Es el cerco por hambre contra todas aquellas instituciones de la Iglesia, de la familia y de la sociedad que pretendan crear centros docentes para formar y educar cristianamente a la juventud española. Si no pueden facilitar a sus estudiantes el ejercicio de una profesión u oficio, si no pueden proporcionarles un medio digno de vida, están de antemano condenados al fracaso o al cierre de sus establecimientos docentes.

    Suena, por tanto, a burla, a fraude, a escarnio, el artículo 26, cuando por una parte otorga a los padres derecho para que sus hijos reciban una formación religiosa, y por otra parte les impone la programación estatal forzosa de la educación y enseñanza, que como instrumento de politización democrática desemboca en el laicismo y en el ateísmo.

    Suena igualmente a burla, fraude y escarnio ese mismo artículo 26, cuando por un lado otorga libertad para crear centros docentes y por otro lado los somete a la férula estatal en su misma creación, en su planificación, en su desarrollo, en sus planes, en sus sistemas y métodos pedagógicos, en el contenido educativo, en sus fines y en sus objetivos.

    Sustituir a Dios

    La Constitución, según se desprende de los artículos 26 y 141, n.° 26, (*) que acabamos de examinar, monopoliza a favor del Estado la educación y enseñanza de manera plena y total respecto a su contenido, y de manera indirecta pero igualmente eficiente respecto a las personas físicas o jurídicas. Iglesia, familia, sociedad, que puedan educar y enseñar. Y como la educación, para la Constitución, es un simple instrumento de democratización política, desprovista de todo sentido trascendente, el Estado que la monopoliza tendrá como objetivo transformar a los niños y a los jóvenes españoles en demócratas fieles a los principios del liberalismo. Tal es la aspiración suprema de la educación que propugna la Constitución: extirpar de la mente y del corazón del niño la idea de Dios para sustituirla por los principios de la democracia: en una palabra, sustituir a Dios por el hombre como meta final de la persona humana.

    Julian Gil de Sagredo

    (*) Referencias al art. 26 y art. 141, nº 26 (del proyecto) equivalen a los aprobados y vigentes art. 27 y art. 141 nº 30.
    Última edición por ALACRAN; 12/05/2025 a las 15:51
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

    “El divorcio, las ideologías beligerantes y la Constitución”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 603 , 29-Jul-1978

    El divorcio, las ideologías beligerantes y la Constitución

    Dígase lo que se quiera, en la discusión del artículo 32 del texto constitucional, que se nos viene ya encima como una nube de pedrisco, nadie se ha atrevido a defender la indisolubilidad del matrimonio, que es lo que Dios quiere y la Iglesia nos enseña, que es doctrina recta y segura, atropellada de mala manera en el proyecto, que no tardará en ser ley(“expresión de la voluntad soberana del pueblo”, según esa carta magna de la apostasía española a la que se llamó Ley de Reforma Política con eufemismo hipócrita), porque pasará triunfalmente las duras pruebas del Senado y el referéndum.

    Nadie, absolutamente nadie, ha defendido, de verdad ni con un mínimo de decisión y claridad, lo que dijo y nos sigue diciendo el Señor (tal vez porque nadie quiere ya tener Señor: Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. Los legisladores, bautizados, es decir, cristianos en su inmensa mayoría, han optado por dejar a la puerta del salón de sesiones hasta el último recuerdo de las promesas del bautismo (por ejemplo, la de renunciar a Satanás y a todas sus obras), para evitar enfrentamientos tan poco “civilizados”, por bizantinismos doctrinales, como el Evangelio. Dos no pelean si uno no quiere, ha debido ser la máxima que ha inspirado su conducta; y, efectivamente, nadie ha peleado. ¿Se ha logrado la paz? Cuando menos, reconozcamos que en el hemiciclo del Congreso no ha habido tiros, bofetadas ni insultos. Únicamente se ha ofendido a Dios… Y eso, ¿qué les importa a los señores diputados?

    Pero esos parlamentarios, tan faltos de decisión para ofender el honor de Dios, no han vacilado en atreverse a usurpar su puesto. Han legislado alegremente sobre una materia en la que Dios nos ha dado la norma definitiva que antes he citado y se han concedido a sí mismos atribuciones para decidir cuándo y cómo pueden o deben los hombres separar lo que Dios unió.

    Ya sé que ha habido dos diputados de un partido de centro derecha, de los que alguien considera “fuerzas del bien”, que se han permitido la hábil “valentía” de vía estrecha de oponerse al dictamen de la comisión con sendas enmiendas. Pero ¡qué enmiendas, Santo Dios!

    El más conspicuo de ambos enmendantes, además de demostrar con copiosa erudición jurídico-constitucional que sólo en media docena de constituciones aparece explícitamente tratado el tema del divorcio, afirma que en España únicamente en la de 1931 (que decía SI) y el Fuero de los Españoles (que decía NO) se tocaba abiertamente ese punto. Pero para ese señor, que, si mal no recuerdo se llama López, aquellas dos leyes representaban ideologías beligerantes… y él no parecía estar para beligerancias. Se olvidó de un curioso dato personal: él mismo había sido en tiempos no muy remotos beligerante… y bajo juramento de fidelidad nada menos. Claro que, puesto a olvidar las promesas del bautismo, nada importa ya olvidar otros juramentos de menor cuantía. En definitiva, el señor López proponía en su enmienda que se dejase el tema para mejor ocasión, porque una Constitución es algo demasiado serio y definitivo para que al redactarla se tomen en consideración beligerancias. No se había parado a pensar que el mismo Señor que dijo aquello de Lo que Dios unió… en otra ocasión dijo también: “El que no está conmigo, está contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama”. Tal vez para el señor López eso podría ser tomado como una incitación a la beligerancia, actitud totalmente antidemocrática y opuesta a la convivencia,

    El otro enmendante dijo que, puesto que mucha gente en este país todavía cree en la indisolubilidad del matrimonio (se guardó muy bien de decir si él creía o no en ella), el dejar la puerta abierta para su disolución podía restar votos a la hora del referéndum y constituir un obstáculo para la aprobación popular de la bendita y tan necesaria Constitución…De donde infiero que para este padre de la patria el derecho natural y la Ley Revelada deben sacrificarse a la urgencia constitucional. Por eso él aconsejaba en su enmienda dejar o posponer la cuestión del divorcio, porque hay que vivir en paz, y bien está San Pedro en Roma. A él, por supuesto, lo que diga San Pedro ni nada de lo que hayan enseñado sus sucesores a propósito del matrimonio, no le da más frío ni más calor que lo que pueda pensar al respecto ese buen hombre que de chico jugó con el presidente Suárez.

    ¿Por qué nuestros lamentables legisladores se han atrevido a tanto como pasar sobre la Ley de Dios y se han atrevido a tan poco que ni han querido recordar el Evangelio? Yo encuentro la respuesta en el primer Libro de la Sagrada Escritura y en el último. En el Génesis, la serpiente hace su campaña electoral diciendo: “Seréis como dioses”. Y estos pobres bobos se lo han creído.

    En el Apocalipsis, las gentes siguen a la bestia y alaban al dragón porque dio el poder a la bestia, manifestándose al grito de “¿Quién como la bestia?, quién podrá guerrear con ella?” Ese eslogan apocalíptico les ha debido parecer el no va más de la prudencia política a las “fuerzas del bien”.


    Guillermo ALONSO DEL REAL


    Última edición por ALACRAN; Hace 4 semanas a las 13:25
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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    Re: Correcciones a la Constitución de 1978 para hacerla mínimamente aceptable

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    La Constitución reduce la lengua universal española a lengua regional “castellana”



    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 607, 26-Ago-1978

    La lengua oficial de 300 millones

    Reproducimos un interesante artículo del prestigioso escritor Pablo Antonio Cuadra, publicado en la prensa de Managua (Nicaragua) en julio del presente 1978. Es vergonzoso que tenga que ser fuera de nuestras fronteras donde verdaderamente se sienta el amor y el interés por España.

    Ha causado desconcierto en Hispanoamérica y protestas en España la forma en que quedó redactado el artículo que se refiere a la lengua en la nueva Constitución de España. La Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados aprobó la siguiente redacción: “El castellano es la lengua oficial del Estado. Las demás lenguas de España serán oficiales en las comunidades autónomas”.

    En todas las Constituciones de las repúblicas hispanoamericanas existe ese mismo artículo, pero todas dicen: “El español es la lengua oficial del Estado”.

    Desconcierta que España -de quien le viene el nombre de nuestra lengua- se salga del coro y la llame como antaño, como en los tiempos en que el idioma comenzaba a crecer: castellano.

    ¿Cuestión de palabras? Sí. Pero las palabras tienen historia y significan historia.

    Yo siempre he creído, y no creo estar en un error, que fue en América y por América que el castellano se volvió español. En América es que España se desregionaliza. Aquí se dan cita y se funden nombres y lenguas de todas las tierras de España: y esa suma y el aporte de los hombres y lenguas indígenas producen la universalización del castellano que ya no alcanza en su primigenia geografía regional y se desborda convirtiéndose en “español”, lengua de las Españas.

    Al comenzar la historia hispanoamericana -en los años de descubrimientos y conquistas- la lengua se llama de Castilla, y los indios dicen Castillas a sus hablantes y todo lo que viene con el prestigio ultramarino toma este nombre y hay rosas de castilla, limones de castilla, palomas de castilla, etc. Florece un medioevo nostálgico en esos nombres. Pero pronto la realidad de América deja ver su fisonomía cósmica -un “nuevo mundo” enseña su rostro e impone sus desmedidas fronteras- y el arcaísmo regional “castellano” cede su lugar al neologismo “español” ancho y mundial.

    Los americanos tendríamos que protestar por este provincialismo de España que se plantea el problema del idioma con visión de planeta cuando ya somos galaxia. Hemos llegado al siglo del auge del español. Cuando nuestra literatura se impone cada día más en el aprecio del mundo y año con año se supera el número de traducciones. Cuando las universidades de Occidente aumentan cada vez más el margen de su interés y estudio por el español y sus letras. Cuando estamos conquistando Nueva York y convirtiendo su Babel en una ciudad bilingüe anglo-hispana. Cuando la UNESCO acaba de rendir un homenaje al idioma español -nacido castellano hace mil años-. Resulta, pues, anacrónico que España, que está abriendo sus puertas a una nueva edad política, dé ese paso lingüístico hacia atrás, devolviendo un idioma universal a su cuna provinciana.

    España ya no puede ser solamente España. Sus problemas regionales no pueden pesar más que sus demandas de universalidad. En cada paso que dé en la historia, España tiene que recordar que está unida solidariamente a una comunidad de naciones cuyo destino en gran parte depende de la fortaleza y vitalidad de sus nexos culturales, entre los cuales, el más importante es el de la lengua.

    Y debo también dejar escrita mi protesta como poeta, por solidaridad con el “padre y maestro mágico” Darío. No es posible que los diputados de España dejen sin solvencia su amenaza cuando enfrenta “al futuro invasor”- al yanqui- una América que “aún reza a Jesucristo y aún habla en español”.


    Última edición por ALACRAN; Hace 2 días a las 12:50
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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