3. “El Socialista”: “No puede haber concordia ¡Atención al disco rojo!
El periódico del señor Gil Robles lamenta la exaltación del señor Companys a la Presidencia de la Generalidad. Porque el señor Companys tiene un defecto: es hombre de partido. Esta circunstancia crea ya la imposibilidad de una concordia. El concordiófilo colega, órgano de la Inquisición y partidario del Estado corporativo, se desvive ahora por lubrificar con la miel de los jesuitas la política nacional. ¡Concordia a todo pasto! Lástima que cuando gobernaban los republicanos a ciencia y paciencia de un Parlamento respetuosísimo con las minorías de oposición, no hubiera pregonado «El Debate» la necesidad de que los suyos se condujeran, no como horda levantisca, sino como adversarios leales de una política de izquierda. Lástima, sí. Porque entonces no se hubiera insurreccionado un cardenal, ni los púlpitos hubieran sido tribunas políticas de donde salía a diario la difamación y el aliento para la insurgencia, ni la prensa clerical hubiera calificado, en alguna ocasión con todas las letras, de ladrones a los ministros, ni un general hubiera poseído estímulos para alzarse contra el Poder público inmolando a unos cuantos soldados mediante el engaño y la orden conminatoria”. (…)
Y ahora piden concordia. Es decir, una tregua en la pelea, una aproximación de los partidos, un cese de hostilidades. Eso antes, cuando el Poder presentaba todas las ejecutorias de la legitimidad. Pero en estos momentos en que la República se halla indefensa, ¿qué quiere decir? A los trabajadores: que se crucen de brazos mientras los caimanes plutocráticos se deslizan hacia los últimos rincones del régimen, y disminuyen los jornales, y se acorrala por hambre a los campesinos, y se arman las derechas, y se codicia la amnistía, no sólo para los presos políticos, sino también para los contrabandistas y estafadores de alto copete, y el clero se dispone a vivir de nuevo a costa del Estado, como si no tuvieran dinero los católicos para mantenerlos, esos católicos que han tirado millones en la campaña electoral.
¿Concordia? No. ¡Guerra de clases! Odio a muerte a la burguesía criminal. ¿Concordia? Sí, pero entre los proletarios de todas las ideas que quieran salvarse y librar a España del ludibrio. Pase lo que pase, ¡atención al disco rojo!”
“El Socialista”, 3 enero 1934
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