8. Largo Caballero en el cine Europa (Madrid): “Antes, nuestro deber era traer la República; pero ya establecida, nuestro deber es traer el socialismo marxista”

Sean mis primeras palabras de saludo a todos los hombres y mujeres presos, perseguidos y emigrados como consecuencia de su participación en la defensa y en la lucha por la emancipación de la clase trabajadora. Sean también un recuerdo para todas las víctimas ocasionadas por la brutal represión de octubre. Y una promesa: que jamás olvidaremos a aquellas víctimas. Los muertos viven con nosotros. No abandonaremos ante el proletariado español y del mundo entero reivindicar la memoria de los que cayeron, vengarles. (…)

Dicho esto, tengo que manifestar que yo no vengo aquí como un mito ni como un hombre providencial yo no tengo la culpa de coincidir en ideales y en táctica con lo que es deseo ferventísimo de la mayoría del proletariado español. Es éste un movimiento espontáneo que nadie podrá evitar. Pero tengo que decir que vengo lleno de amargura porque muchas voluntades han quebrado después de lo de octubre. Yo no estoy arrepentido de nada, absolutamente de nada. Declaro paladinamente que antes de la República nuestro deber era tener la República pero establecido este régimen nuestro deber es tras el socialismo. Y cuando hablamos de socialismo no nos hemos de limitar a hablar del socialismo a secas. Hay que hablar de socialismo marxista el socialismo revolucionario. No se pueden ya mantener posiciones equívocas. Hay que ser marxista y serlo con todas sus consecuencias. Los que son marxistas o se lo llaman, pero tienen posiciones equidistantes, es decir, que no son templados, ni extremistas, ni radicales en este o en otro sentido, ¿qué es lo que son? En este momento es cuando todos tenemos el deber de decir que somos marxistas revolucionarios. (…)

Sin embargo, he de deciros aquí que todo lo anterior no es, no puede ser obstáculo para la lucha común. Iremos todos juntos a presentar la batalla al enemigo. Y ya resolveremos nuestras cuestiones interiores. Hay que vencer al adversario. Los que quieran separarse, que lo hagan con su responsabilidad pero que no busquen pretextos. Ratifico hoy cuantas manifestaciones he hecho en discursos anteriores. Sépanlo bien nuestros amigos y nuestros enemigos. La clase trabajadora no renuncia de ninguna manera a la conquista del poder político de la manera que pueda. La clase burguesa y sus representantes entienden que se ha llegado a la meta de las Constituciones políticas en nuestro país. Nosotros tenemos que seguir el camino. ¿De qué manera? Repito: como podamos. Los que hablan tanto de la legalidad, lo primero que debieran haber hecho es ser respetuosos con la ley para no obligar a salirse de ella a la clase trabajadora. Todos los actos ilegales de las clases obreras han sido provocados por la ilegalidad de los que gobernaban.

Entendemos nosotros, esa es nuestra obligación y nuestra aspiración, que la República burguesa hay que transformarla en una República socialista. Y a eso no renunciamos. El día del triunfo del proletariado se irá con medidas excepcionales a desbrozar el camino para la instalación definitiva del socialismo. El Gobierno provisional de la República también usó de poderes excepcionales para asentar el régimen en nuestro país, aunque no usó de ellos en la medida que debió de usar. (…)

Hay que prepararse para entonces; y no es que yo propugne aquí actos de violencia de ninguna clase, aunque los trabajadores, como los que no lo son, apelan a la violencia cuando no tienen otro remedio. A nosotros se nos llamó en el año 30 y no precisamente para predicar la doctrina cristiana. Quiero decir que no debemos dormirnos en los laureles. Hay que enmendar equivocaciones de antes. Mi deseo es que la política española transcurra lo más pacíficamente que posible sea. Pero una cosa son los deseos y otra la realidad. En su consecuencia, advierto a los trabajadores que la papeleta electoral no es el único medio que tienen para reivindicarse; es solamente uno más, pero no el definitivo. Y lo es como la república burguesa no es la estación final, sino una de tantas en las que tenemos que descansar para llegar a la meta de nuestro camino. Y hecha esta advertencia a nuestros amigos los republicanos de izquierda, en unión de los que vamos a luchar muy pronto tengo que decir a los trabajadores que nosotros tenemos una misión que cumplir. Y hay que cumplirla por encima de todas las dudas y todas las vacilaciones de los elementos afines. El mejor modo de hacerlo es unificación del proletariado (Muchos aplausos). (…)

No desmayéis porque en el programa electoral que establezcamos con fuerzas afines no veáis puntos esenciales que están en nuestra ideología. Eso no puede ser motivo para no trabajar con fe y con entusiasmo por la victoria. Debemos hacerlos a pesar de todo. Después del triunfo, y libres de toda clase de compromisos, tendremos ocasión de decir que nosotros seguimos nuestro camino sin interrupción hasta llegar al logro de nuestros ideales, y el logro de nuestros ideales no lo puede impedir nadie por mucha fuerza que haya en manos de la clase capitalista; por muchos camiones y muchas ametralladoras y muchos fusiles que tengan. La clase trabajadora sabrá aprovechar el momento más oportuno para imponer la victoria marxista e implantar la igualdad económica entre todos los seres.

“El Luchador”, Lunes, 13 enero 1936