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Tema: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    III.- LOS CONCILIOS DE TOLEDO

    La primera identificación histórica de importancia transcendental, perfectamente documentada entre Toledo y los Romanos Pontífices está vinculada a los famosos Concilios de Toledo. Muchos de los cánones aprobados en estos Concilios, forjadores de la unidad política y religiosa de España pasaron a formar parte de la doctrina social y disciplinar de la Iglesia Universal. Así, por ejemplo, el Papa Graciano aceptó el texto aprobado en el primer Concilio toledano que impone a todo ordenando la promesa de reverencia a su obispo y el Papa Clemente !II acepta y aplica a la Iglesia una de las normas del IV Concilio toledano en el sentido de que la hija introducida por sus padres antes de los doce años en los monasterios no podía volver al mundo, si, núbil, aceptaba el hábito.

    Esto justifica que ofrezcamos en este capítulo una breve reseña de los más importantes Concilios de Toledo. El objeto principal del primero de ellos fue la condenación de los errores de Prisciliano, y ofrece, como dato importantísimo en el terreno de la dogmática, la circunstancia de que en él se consignó por primera vez la palabra «Filioque» que tantas controversias había de suscitar, andando el tiempo, entre los griegos cismáticos y la Iglesia de Roma.

    El segundo Concilio toledano, celebrado en el año 527, tuvo carácter provincial, y suscriben sus cánones seis Obispos coprovinciales, bajo la presidencia de Montano, Obispo de Toledo.

    Brilla entre todos el tercer Concilio nacional, celebrado en Toledo a partir del día 4 de mayo del año 589.

    Nuestra histórica ciudad vio reproducirse en pequeño el magnífico Concilio de Nicea, y cinco metropolitanos, 50 Obispos católicos y 14 arrianos, que debían abjurar sus errores, presididos por el Obispo de Mérida, el sabio y virtuoso Masona, dieron a España, junto con la unidad de su fe, el fundamento de su nacionalidad.

    Alma y esplendor de este Concilio fue el glorioso San Leandro, cuyo nombre va inseparablemente unido al del inmortal Recaredo.
    Entre el famoso Concilio que acabamos de reseñar y el que figura en el catálogo histórico con el nombre de «cuarto toledano» se celebraron en nuestra ciudad dos más, que están fuera de la cuenta de los toledanos. El primero, no obstante el corto número de padres conciliares. pues sólo asistieron a él hasta trece, tiene carácter de nacional y se celebró hacia el año 597, reinando aún Recaredo.
    Al segundo se le señala época en el reinado de Gundemaro, en el año 610; asistieron al mismo quince Obispos y, aunque no es nacional, tiene excepcional importancia para nosotros, porque en él se afirma y asienta la primacía de la sede toledana.

    Pero vengamos al celebérrimo «Concilio cuarto toledano.» Tocaba a su término el año de gracia de 633 y en la famosa basílica de Santa Leocadia, de Toledo, congregaban en Concilio nacional setenta y tres Obispos entre presentes y representados. Como si esto fuera poco a la gloria de esta famosa asamblea, hay que recordar que estuvo presidida por el hombre más sabio y más santo del siglo VII. por San Isidoro de Sevilla.

    Del año 636 al 656, en un período de tiempo no mayor, como se ve, de veinte años, se celebraron en nuestra amada ciudad los siguientes Concilios:
    El V (636). al que asistieron 24 Obispos, entre ellos San Braulio de Zaragoza, presididos por nuestro Obispo Eugenio 11; el Concilio VI, en el año 638, con asistencia de 52 padres conciliares; el VII (646), integrado por 39 Obispos; el VIII (653), con la asistencia personal de 52 Obispos; el IX (655), al que asistieron 17 mitrados, y el X, en el año 656, bajo el imperio de Recesvinto, y en el que tomaron parte 25 prelados, entre ellos tres metropolitanos que han pasado a la Historia con los nombres para siempre gloriosos de San Eugenio III de Toledo, Fugitivo de Sevilla y San Fructuoso de Braga.

    Es creíble -escribe un docto historiador- que asistiese también San Ildefonso, que a la sazón era abad del célebre monasterio Agaliense en las inmediaciones de Toledo.

    En tiempo del magnánimo y piadoso Rey Wamba, el día 7 de noviembre de 675, diecisiete Obispos y dos diáconos, en representación de los Obispos de Segovia y Arcavica, abren el XI Concilio provincial de Toledo, que tuvo lugar en la iglesia mayor dedicada a Nuestra Señora,

    A San Julián de Toledo cupo la gloria de presidir a los 38 Obispos asistentes, en 681, al XII Concilio nacional toledano, y que, como el XIII, también nacional e integrado por más de 75 padres conciliares, tuvo lugar en el reinado del godo Ervigio.

    Nada menos que tres Concilios nacionales (el XV, el XVI y el XVII) se celebraron en Toledo durante el breve reinado del Emperador Egica. En ellos se acentúa de modo alarmante el influjo laical en las decisiones conciliares.

    Al primero, que es el XV en el orden de los Concilios toledanos, concurrieron, por orden del expresado Rey, setenta y un Obispos, cinco vicarios de otros tantos ausentes, once abades y siete condes palatinos, La fecha de su celebración coincide con el año 688.

    Al segundo -año 693- fueron convocados y asistieron sesenta y dos conciliares. Entre las determinaciones de este Concilio, una fue imponer severísimas penas de degradación y destierro al Obispo de Toledo, Sisberto, aunque, acaso, más por haber sido rebelde y traidor a Egica, que por haber llevado su atrevimiento al extremo de sentarse en el trono episcopal en donde los demás no lo habían hecho por respeto desde que la Virgen Santísima lo había consagrado, apareciéndose en él a San Ildefonso.

    Terribles fueron también y poco meditadas algunas de las penas establecidas contra los judíos traidores en el canon "De judeorum damnatione. »

    Witiza, D. Oppas, los comienzos del siglo VIII señalan la hora fatídica del hundimiento de la España visigoda, y con el XVIII Concilio nacional del año 702 (del 704 según otros), al que asisten cerca de sesenta Obispos, se cierra el ciclo glorioso de aquellas importantes asambleas, que ya no volverán a ser convocadas en la inmortal Toledo, cautiva de la morisma o atenta a la liberación total de España, hasta largos siglos después de la invasión.

    Y fue en el año 1565, en que, publicada la real cédula admitiendo el Concilio de Trento y encargando su observancia en España, Felipe II mandó convocar cuatro Concilios provinciales en Toledo, Sevilla, Salamanca y Zaragoza. El de Toledo, con motivo de la sede impedida, lo presidió el Obispo de Córdoba, don Cristóbal de Rojas y Sandoval.
    Última edición por ALACRAN; 25/06/2023 a las 12:01
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    IV.- TOLEDO VISIGODO, FIEL AL PAPA

    En el siglo VII Roma y Toledo vuelven a identificarse en la defensa de la doctrina ortodoxa con ocasión de un episodio que protagonizó el arzobispo Julián de Toledo (680-690). Algunos participantes en el VI Concilio Ecuménico presidido en Constantinopla por el Papa León II en el año 681 habían defendido la falsa doctrina de que en Cristo había dos voluntades, la divina y la humana, y aunque el error, apenas expuesto fue rechazado, quiso el Papa que la verdadera doctrina fuese reconocida por todos los obispos visigodos de España y para conseguirlo envía un legado a Toledo con los documentos conciliares de Constantinopla que habían de ser suscritos por los prelados.

    Es entonces cuando las relaciones del Arzobispo Juan de Toledo y el Papa tuvieron resonancia universal. "Llegaron los documentos pontificios -explica U. del Vall- cuando se acababa de disolver el Concilio XIII de Toledo. Quirico, a quien iba dirigida una de las cartas, había ya muerto y Julián toma la dirección del asunto. A causa del rigor del invierno, Julián no reunió el concilio y para no demorar demasiado la respuesta, compuso un «Apologético» y lo envió a Roma; en él se aprobaba y suscribía la doctrina propuesta por el Papa y se exponía, además, el sentir de la Iglesia española.

    En Roma recibió el «Apologético» Benedicto II a quien parecieron ambiguas ciertas expresiones, por ejemplo, la afirmación de que en Cristo hay tres sustancias. El Papa pedía a Julián que explicase las frases oscuras más extensamente. En este entretiempo el Concilio XIV toledano había aprobado el «Apologético» de Julián sin conocer las observaciones de Benedicto II y, además, le había dado el valor de las epístolas decretales. La censura de Roma no agradó a los Padres españoles, menos todavía a San Julián, que redactó nuevamente otro «Apologético» que fue aprobado por el Concilio XV de Toledo (688), incluyéndolo entre sus actas. El primado de Toledo defiende las expresiones oscuras, y con frase incisiva llama a los teólogos romanos «émulos ignorantes»).

    Los «Apologéticos» de Julián obtuvieron un éxito rotundo, pues contra todo lo que podía esperarse, el primado de Toledo y los Padres españoles merecieron la felicitación del Pontífice. La postura de Julián ha tenido las interpretaciones más opuestas. Para algunos escritores fue una actitud de rebeldía y el camino para el cisma. Exageración, sin duda. Tal vez es más crítico afirmar que la respuesta fue un tanto desabrida, sin indicios de insubordinación. Julián se encaraba con los «teólogos romanos» más bien que con el Papa.

    UN ANTECEDENTE DE LA PRIMACIA DE TOLEDO

    Este hecho de que el Papa enviase un representante suyo al Metropolitano de Toledo inicia, en opinión del historiador Juan Francisco Rivera Recio el reconocimiento de la primacía eclesiástica de Toledo que luego habría de ser solemnemente proclamada en el siglo Xl.

    Se da otra circunstancia y es que cuando aquel mismo año 681 Julián de Toledo convoca otro Concilio requiere la asistencia no sólo de sus obispos sufragáneos, sino también la de los demás metropolitanos quienes se adhieren unánimemente y sin reservas a las actas del Concilio de Constantinopla y al «Apologético» que escribe Julián. Cuando varios clérigos toledanos llevan a Roma este documento plenamente aceptado por el episcopado visigodo, tras de disiparse algunos malos entendidos el nuevo Papa Sergio reconoce la indiscutible ortodoxia y los profundos conocimientos teológicos del arzobispo de Toledo.

    En aquel Concilio toledano se dictaron varios cánones, pero el más significativo «reconoce al metropolitano de Toledo el derecho de instalar en la diócesis vacantes de cualquier provincia del reino a los candidatos que él juzgue dignos, según la designación real; la precaución tomada de afirmar que «el privilegio de cada provincia queda a salvo», y que el nuevo obispo, al entrar así en posesión, deberá presentarse dentro de los tres meses siguientes a su metropolitano, si el rey no se lo impide, mal encubre la gravedad de la innovación: el rey no verá su libre decisión (libera principis electio) retardada o impedida por la necesidad de consultar a los obispos de la provincia, lo que significa que se le reconoce a la realeza, en la elección de los obispos, un privilegio exorbitante; en cuanto al metropolitano de Toledo, que por lo demás parecía obligado en la práctica a ratificar las elecciones del soberano a reserva de un examen probatorio, se convierte en realidad, sin recibir el título, en el jefe eclesiástico o primado de toda la Iglesia española».
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    V- EL RITO MOZARABE, RESPETADO POR LOS PONTIFICES

    El rito mozárabe conservado hasta nuestros días significa un reconocimiento, implícito al principio y manifestado sin reservas después, del respeto y la admiración que ha merecido de los Romanos Pontífices desde el siglo XI hasta hoy. Explica José Antonio Dávila García-Miranda, entusiasta impulsor del renacimiento del mozarabismo en nuestros días que el rey Alfonso VI cediendo a las instancias del Papa Gregorio VII, con grandes resistencias, introdujo en Castilla la Liturgia Romana en el Concilio de Burgos del año de 1080, aboliendo la hispano-visigótica.

    No quedaba a la antigua liturgia otro refugio que las iglesias de las regiones ocupadas aún por los árabes. Reconquistada Toledo se pensó al punto en expulsar de su recinto aquella liturgia a quien Gregorio VII había calificado de superstitio toletana. No referiremos los incidentes de la lucha por ser bien conocidos. El rito, que ahora mejor que nunca podía llamarse toledano, sucumbió el año 1090. Lo único que los toledanos pudieron conseguir fue que su liturgia se conservase en seis parroquias donde, en los días de su cautividad, habían hallado consuelo para su infortunio.

    Si algunos incidentes de la lucha fueron lamentables, preciso es reconocer que los Romanos Pontífices obraron siempre guiados por nobles motivos. Reconocieron en varias ocasiones la excelencia de nuestra liturgia; pero fueron consecuentes en sacrificar anhelos nacionales al bien general de la unidad eclesiástica, de la que España misma tantos bienes había de reportar.
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    VI.- LA PRIMACIA ECLESIASTICA DE TOLEDO

    Esta es, sin duda, la más fehaciente prueba de predilección de la Santa Sede. Ya es sabido que apenas conquistada Toledo del dominio musulmán el 25 de mayo de 1085 lo primero que hizo Alfonso VI, sin previa consulta, es cierto, al Papa Gregorio VIII quien, por otra parte, estaba moribundo (falleció tres semanas después) fue erigir en la sede de Toledo al abad Bernardo de Sahagún, quien tres años después sería el primer arzobispo primado de España.

    "El grande y decisivo acontecimiento de la historia eclesiástica peninsular del siglo XI fue la institución del Primado de Toledo», escribe el historiador alemán C. Esdmann. El tema ha sido estudiado a fondo por el investigador toledano Juan F. Rivera Recio; de su estudio se desprenden tres hechos indiscutibles: 1º, que antes de que Roma reconociese oficialmente la primacía eclesiástica de Toledo, ya Alfonso VI y no pocos estamentos civiles y religiosos de la España cristiana incluyendo algunos metropolitanos, habían establecido «in mente», la supremacía toledana; 2,°, que la Primacía otorgada por la bula de Urbano II en el siglo XI fue ratificada en el siglo siguiente por sendas bulas de quince Papas, y 3º, que a pesar de la fuerte oposición y la polémica especialmente sostenida por Santiago de Compostela y Tarragona, el Vaticano permaneció siempre fiel en sus concesiones favorables a Toledo.


    LA BULA PONTIFICIA DE URBANO II

    He aquí la traducción de la Bula de Urbano II, documento irrefutable que se guarda en el archivo de la catedral de Toledo:

    «Urbano obispo, siervo de los siervos de Dios, al reverendísimo hermano Bernardo, arzobispo de Toledo, y a sus sucesores a perpetuidad. A todos los que conocen las instituciones establecidas por los santos es conocida cuán grande fue desde antiguo la dignidad de la iglesia toledana, cuánta fue su autoridad en las regiones hispanas y gálicas cuántos servicios se prestaron por su medio en la solución de los asuntos eclesiásticos, mas a causa de los múltiples pecados del pueblo dicha ciudad fue conquistada por los sarracenos y la libertad de la religión cristiana quedó aniquilada en grado tal que por espacio de casi trescientos setenta años careció allí de honor del episcopado cristiano. Mas en nuestros tiempos, por la divina misericordia apiadada de su pueblo, gracias al interés del gloriosísimo rey Alfonso y al esfuerzo del pueblo cristiano, habiendo sido expulsados los sarracenos, la ciudad toledana fue restituída a la ley cristiana.

    En consecuencia, por voluntad y consentimiento unánime de los prelados comprovinciales y de los magnates y del excelentísimo rey Alfonso, tú, carísimo hermano Bernardo, fuíste elegido después de tanto tiempo el primer prelado de la ciudad conforme al beneplácito de la majestad divina. (…) .

    Solicitados tanto por la acostumbrada benevolencia de la iglesia romana como por la dignidad y reverencia de la iglesia toledana y también por los ruegos de nuestro queridísimo hijo el preclaro rey Alfonso te otorgamos, venerable hermano Bernardo, con la bendición de los apóstoles Pedro y Pablo, el palio, esto es, la plenitud de toda la dignidad sacerdotal y establecemos por el refrendo de nuestro privilegio que tú seas el primado en todos los reinos de España como consta que lo fueron en la antigüedad los prelados de esa ciudad. Del palio deberás usar en la celebración de la misa únicamente en las principales festividades, tres días en la natividad, en la epifanía, en la purificación, el jueves santo, tres días en la Resurrección, en la ascensión, Pentecostés, en las tres solemnidades de Santa María, de san Miguel y de san Juan Bautista. en todos los natalicios de los apóstoles y de aquellos mártires cuyos cuerpos descansan en vuestra iglesia, de san Martín también y de san Ildefonso y en la conmemoración de todos los Santos, en las consagraciones de las iglesias, obispos, clérigos, en el día aniversario de tu consagración y en la festividad de san Isidoro y de san Leandro.

    Todos los obispos de España deben considerarte como primado y si algo fuera entre ellos motivo de litigio lo llevarán a ti, quedando siempre a salvo la autoridad de la iglesia romana y los privilegios de cada uno de los metropolitanos.

    En virtud de este documento y a título de perpetuidad, contando con la gracia divina, te confirmamos a tí y tus sucesores legítimos la iglesia de Toledo juntamente con todas las iglesias y diócesis que por derecho propio es sabido que antiguamente la pertenecían, determinando por lo que se refiere a las que todavía están sometidas al dominio sarraceno que, cuando al Señor agradase que sean restituídas al poder del pueblo cristiano, queden sometidas a la debida obediencia a vuestra iglesia. Las diócesis de aquellas ciudades que por la invasión sarracena perdieron sus propios metropolitanos, las sometemos a vuestro mandato con esta condición, a saber, que mientras permanezcan sin propios metropolitanos, a tí como al suyo propio deben estar sometidas; mas cuando alguna metrópoli fuera devuelta a su primitiva dignidad, cada diócesis sea restituída a su metropolitano. Sin que por esto deba menos procurar vuestra fraternidad que a cada metrópoli le sea restituída la gloria de su dignidad. (…)

    Dado en Anagni, por mano de Juan, diácono de la santa iglesia romana, notario del señor papa, Urbano II, el día quince de octubre del año de la encarnación mil ochenta y ocho, en la indicción undécima, año primero del pontificado del mismo señor, Urbano papa.»


    FACULTADES PLENIPOTENCIARIAS

    Y por si fuera poco, Urbano II escribe con la misma fecha de la Bula una carta a los arzobispos españoles en la que les dice:

    «Quien quiere que otros le estén sometidos, no debe desdeñar estar él mismo sujeto a otros. Tal orden de régimen y de prelación se observa no solamente en la Iglesia terrestre, sino también en el sobrecelestial, al disponer el Rey Universal que, siendo El Príncipe de todos, unos manden a otros. Por la autoridad de nuestra concesión hemos dispuesto que el arzobispo de Toledo sea el primado en todos los reinos de las Españas, dejando a salvo la autoridad de la Sede Apostólica y los privilegios de cada uno de los metropolitanos. En consecuencia, cualquier asunto grave que surja entre vosotros -ya que os encontráis lejos de la Sede Apostólica-, a él recurriréis como al primado de todos vosotros y con su sentencia judicial terminaréis vuestros (litigios) graves. Mas, si ocurriese que ni aun con su intervención judicial algún asunto pudiera solucionarse, sea elevado, como es justo, a la Sede Apostólica, como a la principal de todas las sedes.
    Quienes de entre vosotros (obispos), os encontréis sin metropolitanos propios, mientras esta situación dure, a él como a metropolitano propio debéis estar sujetos. Valete.»

    Un año más tarde llega a manos del arzobispo don Bernardo otro documento pontificio del mismo Papa que viene de algún modo a confirmar la Primacía otorgada. Dice así:

    ... Ahora particularmente por no existir en vuestros territorios ningún legado de la Sede Apostólica, de modo especial conviene que tu fraternidad inculque la disciplina de los príncipes de los Apóstoles Pedro y Pablo y se esfuerce en el cumplimiento de su obligación ... A ti, pues, varón prudente y religioso exhortamos y pedimos en el Señor que te preocupes cuidadosamente de las cosas de Dios, aguijonees a los buenos hacia lo mejor, corrijas a los malos y procures con interés y constancia observar en todo la disciplina canónica para gloria de la Iglesia Romana y premio de tu esfuerzo. Multiplícate, vigila, insiste con nuestros hermanos los obispos ante el rey, los príncipes y pueblo hasta conseguir que los que yerran vuelvan al recto camino y los que permanecen en la verdad cristiana perseveren virilmente hasta el final. Un punto particular sobre el que queremos y rogamos que trabajes es para que el obispo de Santiago sea sacado de la cárcel y restituido en su cargo; lo que hicieres en este sentido con el auxilio de Dios te cuidarás de notificárnoslo por carta, así como también todo aquello que preveas que ha de ser ordenado por Nos en los reinos de España y sobre quien convendría encargar de la legación de la Sede Apostólica serán tus enviados y tus cartas los que nos informarán.»

    Bernardo de Toledo se entrevista con Urbano II en el Concilio de Clermont convocado en el año 1095 y por una bula del 25 de abril de aquel mismo año le nombra legado suyo permanente en España, legación extensiva a la Narbonesa.

    A pesar de todas estas distinciones persistía la oposición de algunos prelados españoles y Pascual II, sucesor de Urbano envió en 1099 al cardenal Ricardo, abad de San Víctor de Marsella y a Gibelino, arzobispo de Arlés, para resolver las actitudes de los obispos que se negaban a reconocer las preeminencias otorgadas a la sede de Toledo; dieciocho años más tarde el, mismo Papa tuvo que enviar otro legado, el cardenal Bosón, quien de acuerdo con el arzobispo Bernardo reunió los concilios de Burgos y de Gerona.
    Última edición por ALACRAN; 09/07/2023 a las 11:30
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    VII.- TITULOS, HONORES Y PRIVILEGIOS

    Comisario de Cruzada.-Que la primacía eclesiástica de Toledo haya perdido efectividad con el paso del tiempo es algo que hay que reconocer, aunque a los toledanos les duela. Pero no por eso hay que olvidar los títulos, honores y privilegios otorgados al Primado de Toledo porque forman parte del patrimonio histórico de los toledanos. Ello nos obliga a dejar constancia aquí de los más importantes.
    Hasta el Concilio Vaticano II el cardenal de Toledo era el Comisario General de la Bula de Cruzada en España.

    El oficio de Comisario de Cruzada nació con las Cruzadas mismas en el siglo XII. No bastaba que los Romanos Pontífices concediesen la Cruzada, sino que era menester quien la predicase, recogiese las limosnas y resolviese algunas dudas que se podían ofrecer. Por lo general, era un Prelado a quien se encomendaba este oficio.

    Por la índole misma de la concesión, que solía hacerse a los Reyes, tenían éstos intervención directa, particularmente en la aplicación de las limosnas, las cuales no siempre se dedicaron a su destino. Así, por ejemplo, sucedió con las limosnas de la Cruzada que el Papa Calixto III concedió (1456) a Enrique IV, quien, no obstante las sanciones impuestas por la Santa Sede y las advertencias de algunos Prelados, en vez de invertirlas en la guerra contra los moros, las empleó en enriquecer a validos y ambiciosos.

    Como desde el tiempo de los Reyes Católicos la Bula de Cruzada se renovaba periódicamente, el cargo de Comisario de Cruzada adquirió cierta estabilidad; pero no estaba desempeñado por un Prelado, sino por un simple presbítero, que tenía otros comisarios subdelegados para hacer el reparto de sumarios en las diócesis.

    A la expedición de los sumarios cooperaban los Párrocos, Ayuntamientos y otras Corporaciones; pero también se encargaba a particulares (buleros), algunos de los cuales poco recomendables por su conducta, dieron frecuente ocasión a quejas y a sátiras que abundan en nuestra literatura. Los mismos comisarios regionales no siempre eran elegidos con acierto. Algunos de ellos vivían con excesivo fausto e infundían justas sospechas sobre el buen empleo de las limosnas que recogían.

    El Papa Benedicto XIV concedió a Fernando VI (siglo XVIII) que nombrase los eclesiásticos que tuviese por conveniente para la recaudación y administración de los fondos de Cruzada. Se determinaron las atribuciones del Comisario General (recaudar y distribuir los fondos, en conformidad con las prescripciones vigentes, cuidar de la publicación de indulgencias, conocer en apelación de los fraudes cometidos por los expendedores, etc.), y se mejoró la organización; pero no desaparecieron aún todos los abusos.
    Por fin, en el Concordato de 1851 se determinó que el cargo de Comisario General se ejerciese siempre por el Arzobispo de Toledo y que se suprimiesen los comisarios diocesanos.

    PRERROGATIVAS Y HONORES.


    - Según la disciplina vigente (can. 271) los Primados no tienen jurisdicción especial, a no ser que el derecho particular (por ley, privilegio o legítima costumbre se la conceda).

    Los derechos honoríficos son: 1.º Precedencia sobre los Metropolitanos; 2.° Prerrogativa de honor (Cruz primacial, báculo y pontificales en todo el territorio de su primacía).

    El privilegio de la Cruz primacial en toda España fue uno de los más estimados por los antiguos primados de Toledo. Así el Card. González de Mendoza en su testamento mandó que «por decor e honor» de la Iglesia toledana y de sus prelados se pusiese en la Capilla del Sagrario «la nuestra Cruz que, en señal de Primado, havemos trahido ante nos por las provincias de Santiago, Sevilla, Granada, Zaragoza, Valencia, Tarragona, Narbona y por las diócesis de las Yglessias que se dizen essentas»).

    En España el Primado gozaba de prerrogativas y honores particulares:

    Tenía dotación superior a la de los demás Metropolitanos.

    Llevaba voz de la Iglesia española cuando ésta gestiona algún asunto, especialmente en relación con el Gobierno.

    Tenía honores de Capitán General.

    Llevaba el título honorífico de Canciller Mayor de Castilla. Desde que Alfonso XI nombró Canciller de Castilla al Arzobispo de Toledo D. Rodrigo Jiménez de Rada, fueron muchos los Arzobispos toledanos que desempeñaron dicho cargo. Posteriormente lo ejercieron también seglares. El título de "Gran Canciller de Castilla" era puramente honorífico.

    Felipe V (1721) había concedido al Arzobispo de Toledo, por ser Primado, el título de Excelencia. Si es Cardenal, le corresponde el título de Eminencia que Urbano VIII (1630) concedió a todos los Cardenales.

    Hasta fecha reciente los Arzobispos de Toledo reunían a los títulos dichos el de Patriarcas de las Indias Occidentales. Fernando el Católico solicitó en 1513 la creación de este Patriarcado, pero no accedió a ello la Santa Sede.

    Más afortunado en sus gestiones fue Carlos V, pero la creación del patriarcado se redujo a la concesión de un título honorífico, si bien desde San Pío V (1572) llevaba anejo el Vicariato General Castrense. Solía darse a obispos no residenciales, pero también tuvieron algunos que a la vez gobernaban una diócesis. León XIII (1885) lo unió al Arzobispado de Toledo. Ultimamente Benedicto XV (9 de diciembre de 1920) se lo confirió al Obispo de Sión.

    En las Cortes que Carlos V reunió en Toledo el año 1538, en las Juntas de Prelados que se celebraron en el Convento de San Juan de los Reyes, el Cardenal de Sevilla D. García de Loaysa, aunque más antiguo que el Cardenal de Toledo, se excusó de presidir diciendo al Cardenal Tavera: "Vuestra Señoría ha de tener mejor lugar en ésta y en todas las Congregaciones por ser Primado de España; demás de que, por ser Primado, conforme a derecho común es Patriarca de España, y tiene de ello privilegios de la Iglesia Apostólica, concedidos por el Papa Martina V al Arzobispo D. Juan de Contreras, antecesor de V.S. cuando se halló en el Concilio de Constanza». Pero este título de Patriarca de España no prevaleció.

    Finalmente, por Comisión de Su Santidad, desde el pontificado del Cardenal Aguirre, los Arzobispos de Toledo fueron los directores de la Acción Católica en España.

    Presidente de los Metropolitanos.- Hasta el Pontificado del cardenal Pla y Deniel (siglo XX) el arzobispo de Toledo presidía siempre la Asamblea o Conferencia de los Metropolitanos Españoles que no era una Asamblea Conciliar, mas no por eso dejaba de tener importancia grandísima, y aun, en algún sentido, aventajaba los concilios nacionales por la mayor facilidad con que se preparaba y por la mayor frecuencia con que podía reunirse.

    El fin de las reuniones de Metropolitanos era asegurar la unidad "y libertad de acción de la Iglesia en España.

    La Asamblea de Metropolitanos se reunía cada año, por lo común en el mes de octubre. Las reuniones se celebraban en Madrid, en el Palacio de Cruzada. El número de sesiones se acomodaba al número y gravedad de los asuntos que habían de tratarse.

    Los acuerdos se comunicaban siempre a la Santa Sede y no se hacían públicos hasta que ésta los aprobaba.
    Última edición por ALACRAN; 09/07/2023 a las 11:37
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    VIII- SAN ILDEFONSO. DESDE ENTONCES LOS PAPAS SON MIEMBROS DEL CABILDO DE LA CATEDRAL

    San Ildefonso celebraba todos los años en el antiguo templo toledano de Santa María, emplazado en parte del solar que hoy ocupa la catedral, la festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, doce siglos después declarada dogma de fe. Sólo este hecho justificaría la inclusión del perfil biográfico del santo arzobispo toledano en estas páginas.

    A la muerte de su tío, San Eugenio III, fue nombrado arzobispo de Toledo, cuya silla ocupó el I de diciembre del año 659, no sin haberla con insistencia rehusado. Compuso, apenas elevado a la nueva dignidad, un libro que tituló "De virginitate perpetua Santae Mariae adversus tres infidelis), para combatir los errores de la secta joviniana; dos grandes milagros hicieron patente la protección que dispensó siempre la Virgen a San Ildefonso. Estando un día el santo con toda la corte en la basílica de Santa Leocadia, dando gracias a Dios por la derrota que habían sufrido los herejes jovinianos, de repente se levantó del suelo la Virgen toledana, y dirigiéndose al santo le dice: «Ildephonso, per te vivit domina mea»; «por ti, Ildefonso, vive mi señora». La sorpresa fue grande, pero repuesto el santo tendió la mano al velo de la Santa y con el cuchillo del Rey Recesvinto cortó un trozo que, juntamente con el cuchillo, se guarda en la Catedral.

    Agradecido San Ildefonso, dispuso que se celebrase en su iglesia todos los años la fiesta de la Concepción, ocho días antes de la Natividad, lo que fue después cumplido por la Iglesia universal, si bien se varió el día, trasladándose al 8 de diciembre, y hoy, al cabo de doce siglos, se ha declarado dogma de fe lo que San IIdefonso defendía.

    La víspera de la Anunciación, al llegar San IIdefonso y el Cabildo a la entrada del templo para cantar los maitines, les sorprendió un resplandor singular que del templo salía, huyendo todos menos el santo, que penetró en la iglesia, viendo con alegría ocupada la silla desde donde él solía predicar al pueblo por la Virgen, la cual es creencia piadosa que le habló de esta manera: «Propera serve dei charissime, in occursum, et accipe munusculum de manu mea, quod de thesauris filii mei attuli; «llégate a mí, siervo muy amado de Dios, y recibe de mi mano este regalo que te traigo de los tesoros de mi Hijo», y en seguida puso sobre sus hombros una riquísima casulla, desvaneciéndose después como ligero humo.

    La revelación hecha por el santo a los Capitulares y la existencia del don, no' pudieron dar lugar a duda sobre la autenticidad del milagro, Su fama cundió por todas partes, y el Papa Vitaliano y el Rey Recesvinto, pretendieron ser Capitulares de la santa iglesia toledana, y habiéndoselo concedido a ambos, son desde entonces los Papas y los Reyes de España considerados como individuos del Cabildo. Este suceso se ha perpetrado en varias obras de arte, y hoy es casi un segundo blasón de la Imperial Ciudad.

    El 23 de enero de 668, poco más de un mes de este suceso, pasó IIdefonso a mejor vida, siendo su cuerpo sepultado en la iglesia de Santa Leocadia, por haber nacido el santo en unas casa pertenecientes a aquella colación, no lejos de la parroquia de San Román, en lo que fue luego casa de los jesuitas.

    Cuando la invasión de los árabes, los toledanos, que con las reliquias de sus santos y los sagrados vasos huyeron hacia las montañas de Asturias, trasladaron el cuerpo del santo a Zamora, donde aún se halla.
    Última edición por ALACRAN; 09/07/2023 a las 11:41
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    IX.- ELIPANDO, UN ARZOBISPO OBCECADO

    Elipando fue algo así como la oveja negra del episcopologio toledano. Rigió el arzobispado desde el año 754 hasta principios del siglo IX, y en tantos años no tuvo tiempo para advertir su error.

    Hombre sabio, pero contemporizador y amigo de reconciliar lo irreconciliable, engreído además, e irritable, fue el protagonista del adopcionismo, herejía que sostenía que Cristo no era hijo natural de Dios, sino adoptado en el bautismo de Juan. El Papa León II convocó un concilio a fines del siglo VIII en la basílica romana de San Pedro y condenó a Elipando. Antes había sido condenado también en Ratisbona por el mismo motivo, en el concilio convocado por Carlomagno. Fue, sin duda, un hombre de buena voluntad, pero obcecado.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    X.- BERNARDO DE CLUNY Y SUS SUCESORES

    Paradójicamente, como ya hemos dicho, el primer arzobispo primado fue un francés: Bernardo de Cluny, nacido en La Sauvetat de Blancafort, cerca de Agen. Fue también -elegido el 18 de diciembre de 1086- el único arzobispo de los reinos cristianos de la Península. No habían pasado dos años cuando ya era Primado, pero el Papa Calixto II mermó años después parte de sus privilegios jurisdiccionales.

    Le sucedió en la sede toledana el arzobispo Don Raimundo, que recibió en Roma el palio arzobispal de manos del Papa Honorio II quien confirmó la primacía, confirmación que subrayaron después Inocencio II y Lucio II cuando Don Raimundo volvió a Roma para asistir al Concilio I de Letrán. Dos años antes de morir el arzobispo de Braga, cumpliendo una disposición pontificia manifestaba personalmente en Toledo su obediencia y sumisión al Primado.

    Su sucesor, el arzobispo Don Juan, logra que los Pontífices Eugenio III, Adriano IV y Alejandro II ratifiquen el privilegio primacial de Toledo e incluso amenacen con castigar severamente a los arzobispos que no obedezcan al de Toledo, llegando a suprimir la exención que años antes Anastasio IV había concedido al arzobispo de Compostela.

    Llega luego otro francés a ocupar la sede de Toledo -Don Cerebruno, nacido en Poitiers- y también obtiene de Alejandro III otra bula confirmatoria de la Primacía de la iglesia toledana; durante su pontificado el Papa amonestó a los obispos de Oviedo, León y Burgos que no querían acatar la autoridad del de Toledo.

    ELEGIDO ARZOBISPO DE TOLEDO EN ROMA

    La elección de Pedro de Cardona como arzobispo de Toledo fue realmente singular. Agonizaba el año 1180 y el canciller real de Castilla don Pedro de Cardona se encontraba en Roma resolviendo asuntos relacionados con la corona; hasta allí llegó una comisión de canónigos de la catedral de Toledo que pidió a Alejandro VI la designación del canciller para la sede primada. Lo curioso es que Cardona no tenía ningún deseo de pasar de canciller real a arzobispo de Toledo, pero ante la insistencia del Papa accedió; un año después Lucio III le nombró cardenal y entonces renunció a la sede arzobispal.

    Para sucederle se nombró al arcediano de Talavera de la Reina don Gonzalo Pérez. Poco después era Sumo Pontífice Clemente III quien escribió dos cartas al arzobispo de Toledo con la intención de lograr que se acelerase la reconquista. En la primera de estas cartas, según el historiador Rivera Recio en la obra ya citada, insiste Clemente III en que «nuestros carísimos hijos, los reyes, príncipes y nobles de España, compongan una paz perpetua o, al menos, firmen mutuas treguas de diez años como mínimo, uniéndose para dar batalla a los árabes». Un mes más tarde -la primera carta llevaba fecha 8 de mayo de 1188-- vuelve el Papa a dirigirse al arzobispo y sufragáneos de Toledo, incluyendo normas concretas para lograr la pacificación interna de los reyes cristianos de España, en la que tan poco se había conseguido, y manifiesta su decidida voluntad de que los prelados cooperen en la obra de apaciguamiento de rencillas, imponiendo al arzobispo y a sus provinciales en virtud de obediencia que procuren reunirse con los otros arzobispos de España cuanto antes en un lugar oportuno y estudien las causas y raíces de las prolongadas guerras existentes entre los reyes, redactando un razonado escrito con todo lo tratado, que bajo sello remitirán a la Sede Apostólica .
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    XI.- GONZALO JIMÉNEZ DE RADA, ARZOBISPO QUE TRATÓ CON CUATRO PAPAS

    Treinta y ocho años fue arzobispo de Toledo el navarro don Rodrigo Jiménez de Rada, uno de los metropolitanos más destacados de la baja Edad Media. Esto le permitió tratar en muy diversas ocasiones a cuatro Papas: Inocencio III, Honorio III, Gregorio IX e Inocencio IV. Asistió al IV Concilio de Letrán, puso la primera piedra de la catedral de Toledo, fue cronista de su época y bajo su pontificado llegaron a Toledo los primeros monjes franciscanos y dominicos.

    Le sucedió Juan Medina de Pomar que fue capellán del Papa Inocencio IV, cuyas cualidades, elogiadas por el mismo Pontífice, apenas pudieron manifestarse en Toledo pues murió a los cinco meses de llegar a España.

    En breves pinceladas señalaremos a continuación lo más notable de las relaciones con la Santa Sede de algunos arzobispos toledanos de los siglos XIII y XIV.
    Don Gonzalo García Gudiel protagonizó un incidente con Bonifacio VIII a raíz de la elección de Munio Alfonso como obispo de Palencia, pero el Papa quedó satisfecho de las explicaciones que le dio en Roma y le nombró cardenal obispo de Albano; fue sepultado en la Basílica romana de Santa María la Mayor.

    Don Gil Alvarez de Albornoz prestó su juramento de fidelidad como arzobispo de Toledo ante Benedicto XII; fue comisario de cruzada contra el Islam, luchó en la batalla del Salado; Clemente VI le nombró cardenal y como tal se quedó en Roma participando activamente en la reconquista de los Estados Pontificios al servicio de Clemente VI, Inocencio IV y Urbano V. Fundó en Bolonia el Colegio Español de San Clemente, aún subsistente. Volveremos a referirnos a él más adelante.

    El cardenal don Pedro Tenorio supo reconducir, como hoy se dice, la situación de la iglesia española ante el Cisma de Occidente, logrando que todos los obispos del país acataran a Clemente VII.

    Persiste el cisma. Es elegido Papa el cardenal de Aragón Pedro de Luna, quien designa arzobispo de Toledo a un sobrino suyo llamado también Pedro de Luna al que consagró en Génova; asistió al Concilio de Perpiñán. Un sobrino suyo, Juan Martínez de Contreras, fue también años más tarde arzobispo de Toledo; asistió al Concilio de Siena y logró que Martín V ratificase de nuevo la primacía de la iglesia toledana.

    Con certera intuición el Papa Alejandro III había comprendido dos cosas; que había que reconciliar a los reyes de Portugal, León, Castilla y Aragón y que, logrado el equilibrio, aunque fuese sólo durante algunos años, podrían unificarse los esfuerzos para continuar la Reconquista,
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    XII.- LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO

    Naturalmente que no vamos a explicar aquí lo que en el siglo XII significó la Escuela de Traductores de Toledo para la cultura europea. Pero sí nos complacemos en reproducir esta apreciación de D. Angel González Palencia:

    «Los traductores de Toledo son un eslabón más en la eterna teoría que va transmitiendo la antorcha de la civilización humana. «Historia de la Iglesia»

    Los árabes habían reavivado esta antorcha, que se apagaba agonizante después de la irrupción de los bárbaros en el mundo clásico; los traductores medievales recogieron esta luz otra vez esplendente, y la transmitieron a la Europa occidental y cristiana. Y el honor de haber realizado esta gloriosa empresa cabe a la Iglesia católica, personificada en el Arzobispo toledano don Raimundo, que supo, con tolerancia digna de ser siempre recomendada, aprovechar cuantos elementos encontró en su Diócesis para dar un paso de gigante en la carrera de la ciencia humana.»
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    XIII.- INOCENCIO III, EL ARZOBISPO D. RODRIGO Y LA VICTORIA DE LAS NAVAS

    Inocencio III, desde Roma y el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada desde Toledo impulsaron y organizaron la campaña que culminó el 16 de julio del año 1212 con la victoria de las Navas de Tolosa. La preocupación primordial de Inocencio III -constante en los Romanos Pontífices de aquellos años- fue unir a todos los reyes cristianos de la península exhortándoles continuamente a dejar sus rencillas para pelear juntos contra los árabes. Hasta tal punto llega esta preocupación que en diciembre de 1210 Inocencio III pide a los reinos peninsulares que se unan a Alfonso VIII y manda al arzobispo toledano Jiménez de Rada que sancione con penas eclesiásticas a quienes ataquen al rey castellano durante su lucha contra los sarracenos.

    Se unen a las fuerzas ibéricas los arzobispos franceses de Narbona y Burdeos y el obispo de Nantes con 20.000 combatientes. Cuando el ejército de El Nasir fue vencido, el Papa se apresura a enviar entusiastas felicitaciones al monarca castellano y al cardenal Jiménez de Rada.

    Sin embargo, pocos años después, se observa un cambio de rumbo en la política vaticana. Poco antes del Concilio convocado por Inocencio III en la Basílica de San Juan de Letrán (año 1215) tuvo lugar una reunión preparatoria, presidida también por el Papa, en la que el arzobispo Jiménez de Rada reclamó que se hiciese efectiva la primacía eclesiástica de Toledo sobre los metropolitanos de Compostela, Tarragona, Braga y Narbona. El asunto no estaba en la orden del día de la sesión y el Papa se abstuvo de emitir su opinión en el debate, pero nombró al arzobispo de Toledo su legado apostólico por diez años en España, autorizándole para que ejerciese su jurisdicción sobre las iglesias reconquistadas en la Península
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    XIV.- EL CARDENAL SANCHO DE ARAGÓN, ASESINADO; CRISIS DE LA PRIMACÍA TOLEDANA

    En 1226 insta el Papa al arzobispo de Toledo don Rodrigo para que envíe dominicos y franciscanos a las misiones de Marruecos facultándole para que consagre dos obispos de entre ellos; así lo hizo con uno llamado Agnelo. Todos los religiosos fueron martirizados.

    Al cardenal Sancho de Aragón le hicieron prisionero los árabes en Jaén y murió asesinado en Martos, el año 1275.

    Elegido y no confirmado por el Papa fue el arzobispo Fernando de Covarrubias que renunció a sus derechos ante el romano Pontífice Nicolás III el año 1280; tuvo aquel arzobispo toledano la rara habilidad de enemistarse con tres o cuatro cardenales que luego llegaron a Papas.

    Los sucesivos avances de los ejércitos cristianos durante los años finales del siglo XII y primeros del XIII cambian la política de los Papas que ya no se preocupan tanto de aunar esfuerzos en torno al arzobispo de Toledo. Honorio II es el último Papa que «empuja» a Jiménez de Rada en la cruzada occidental contra los árabes. Los pontífices que le suceden conceden a los combatientes españoles los mismos privilegios y gracias que a los cruzados de los Santos Lugares, pero dirigiendo sus esfuerzos a reforzar las iniciativas de los reyes de Castilla y de Aragón, no las del Primado de Toledo.

    La misma primacía toledana que habían consolidado los Papas de los siglos XI y XII ya no es ratificada con el mismo ardor por los Papas del siglo XIII. La razón es sencilla. La acomodación a los cambios políticos de los pueblos que ha sido constante en la historia de la Iglesia se confirmó una vez más en este caso. La independencia de Portugal y la autonomía de Cataluña y Aragón ofrecía un panorama de desmembración que no era el más propicio para que Roma apoyase una sumisión de los metropolitanos de la Península al de Toledo.

    «La provincia de Toledo, que llegó a comprender veintiuna sufragáneas en la época visigoda, quedó reducida a ocho. Su extensión territorial quedó recortada principalmente por el litoral mediterráneo, que era zona de influencia política de los reyes de Aragón.

    Fue precisamente en el siglo XIII, cuanto tuvo lugar el prolongado pleito entre Toledo y Tarragona sobre la sufraganeidad de Valencia, que quedó incorporada a Tarragona por razones políticas más que eclesiásticas. Por estas mismas razones geopolíticas fue disputada entre Tarragona y Toledo la diócesis de Segorbe, quedando sometida a Toledo por decisión de Inocencio III (28-11-1213). Cartagena, restaurada en 1250, fue declarada diócesis exenta por Inocencio IV (6-8-1250) para evitar discusiones entre Toledo y Tarragona.

    Por la parte norte no pudo Toledo incorporar a su provincia ni la diócesis de Zamora ni la de Plasencia, que después de largas discusiones quedaron anexionadas en el siglo XIII a Compostela. Lo que Toledo no pudo ganar por el noroeste ni por el litoral mediterráneo, lo procuró en parte conseguir por el sur; pero los prelados toledanos no se mostraron muy celosos por restaurar las antiguas diócesis, tan numerosas en el sur de España. Las grandes conquistas de San Fernando no fueron aprovechadas en este sentido, ya que solamente fueron restauradas Baeza (1228), trasladada más tarde a Jaén (1246) y Córdoba (1236), que, aunque pertenecía a la Bética, quedó sufragánea de Toledo, sin duda, por haber sido restaurada por su arzobispo.

    Tenía, pues, la provincia eclesiástica de Toledo en el siglo XIII las siguientes sufragáneas: Palencia, Osma, Segovia, Sigüenza, Cuenca, Segorbe-Albarracín, Baeza-Jaén y Córdoba. Total, ocho.

    El cardenal Juan, Infante de Aragón, recibió la tonsura en el año 1311, de Clemente V, en Aviñón. Juan XXII le nombró arzobispo de Toledo ocho años después.»
    Última edición por ALACRAN; 13/08/2023 a las 10:54
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    XV.- D. GIL DE ALBORNOZ, DE CURA «DE MISA y OLLA» A GOBERNADOR DE LOS ESTADOS PONTIFICIOS

    El perfil biográfico del cardenal Gil de Albornoz es realmente singular, como lo fue también el traslado de su cadáver desde Italia a Toledo. Nació en Cuenca en 1300; se crio en Zaragoza, estudió en Francia, y a los treinta y ocho años fue arzobispo de Toledo.

    Don Gil se educa al lado de don Jimeno de Luna, arzobispo de Zaragoza, y cursa estudios en la famosa Universidad de Tolosa. Ya ordenado, hacia 1325, don Gil fue, según Juan Beneyto, el más reciente de sus biógrafos, «cura de misa y olla" en Albalate de las Nogueras. En todo caso, no estuvo durante mucho tiempo de párroco rural. Pronto fue nombrado arcediano de Calatrava. El tío y la madre lo querían Obispo; el padre, capitán de los ejércitos. Todos acertaron, porque Gil fue eminentemente las dos cosas.

    En 1338 vacó la sede de Toledo por muerte de su tío, y el monarca decidió que la ocupara don Gil, que empezaba a manifestar en las contiendas de los reyes de España aquel talento político con que había de envolver más tarde a los señores feudales de Italia. Se opuso el Cabildo, pero el Papa intervino y el «embajador de Alfonso XI» pasó a ser Primado de España y Canciller de Castilla.

    Se reúnen las célebres Cortes de Alcalá. En ellas don Gil es la inteligencia que! traza planes y recopila medios; el conciliador hábil que aúna voluntades; el jurista que señala atribuciones; el financiero que busca recursos. Y como no es solamente un teórico, sino hombre de acción y de armas tomar, se pone en camino con el rey, seguido de sus mesnadas, para poner cerco a Gibraltar. Allí la peste, tal vez el veneno, pone fin a los días gloriosos de Alfonso XI, héroe del Salado; y sube al trono su hijo don Pedro, a quien las crónicas llaman el Cruel.

    Don Gil ordena la retirada de las dispersas tropas y se vuelve a Toledo. Las violentas pasiones del joven monarca no se mantienen en la rígida disciplina moral señalada por el Arzobispo; y una pública manceba sustituye a la legítima esposa. Cual otro Bautista, don Gil repite el «non licet»; prevé además los crímenes y rios de sangre que van a costar los ilícitos amores del monarca.

    Su certero instinto cortesano le dice a éste que, aunque Primado de España y Canciller de Castilla, no lo respetarán su vida las violentas pasiones que rugen y se mezclan en aquella atmósfera tempestuosa de amores, odios, intrigas, venganzas y ambiciones; y se manifiestan en asesinatos, traiciones, guerras y luchas fratricidas. Muy discretamente busca pretexto para alejarse y se refugia en la corte pontificia de Aviñón. Clemente VI le recibe con los máximos honores y descubre sus excelsas cualidades. Para utilizarlas en provecho de la Iglesia, le aconseja renunciar a su Arzobispado toledano y lo hace Cardenal del título de San Clemente, pero los cronistas de la época lo apellidan «el Cardenal de España».

    En 1352 sube al solio pontificio Inocencio VI. Don Gil ya le es conocido como entendido capitán y hábil diplomático. El anhelo del nuevo Pontífice no podía ser otro que devolver a Roma la corte de los Papas, terminar el escandaloso cisma que dividía la Iglesia y recobrar para la Santa Sede las provincias pontificias de Italia, saqueadas y devastadas por los señores y condotieros. Los Papas, desposeídos de sus Estados, «prisioneros en Aviñón», necesitaban restablecer la autoridad de la Santa Sede, recobrar su patrimonio, garantía de su independencia, y poner fin a la anarquía que destrozaba las ricas ciudades de Italia. Otros legados de los Papas lo habían intentado, durante algunos años, sin resultado alguno.

    Con rapidez y habilidad increíble organizó don Gil, en poco más de un mes, un Ejército, formado con mercenarios de varias naciones, al uso del tiempo. Hizo comprender al Papa que Rienzi seria más útil restablecido y honrado en Roma que en la cárcel de Aviñón. Lo lleva a Italia, se sirve de él para embajadas, negociaciones y escaramuzas; lo hace senador y dueño de Roma, y en poco tiempo el tribuno, que era buen guerrillero, le libra de otros enemigos más malvados. Así pudo entrar en Roma sin dificultad el legado del Papa, que había calculado sagazmente lo que daban de sí los delirios y extravagancias del famoso tribuno.

    En su testamento otorgado en Orbieto el año 1364 establece un Colegio para nobles españoles, al cual deja heredero universal de su inmensa fortuna. El mismo dictó sus estatutos y dirigió al arquitecto en el diseño de sus planos.

    El colegio de Bolonia, fundado en la época más esplendorosa de la Universidad, sirvió de modelo a otros muchos, especialmente a San Bartolomé de Salamanca. Esta fundación, que tanto contribuyó a la difusión de la cultura en España y fuera de España durante seis siglos, es, sin duda alguna, el monumento "aere perennius» erigido a la memoria del Obispo guerrero.

    Murió Gil de Albornoz en Viterbo (Italia) el 24 de agosto de 1367, según algunos biógrafos; tan pronto como murió Don Pedro el Cruel, el Papa Urbano V dispuso el traslado del cadáver, que fue traído a hombros hasta la capilla de San Ildefonso donde hoy yace. Concedió el Papa indulgencia plenaria a cuantos condujesen los restos encerrados en un ataúd, cubierto con un paño de tela de oro y visos negros, que por esa circunstancia se llama "Paño de las Indulgencias», y que es utilizado en la catedral para cubrir el féretro de todos los arzobispos toledanos fallecidos desde entonces. El mismo Papa dispuso que todos los años hubiese funeral por su alma. Yacen las cenizas del cardenal en un soberbio mausoleo gótico, con estatua yacente. Veintidós arquitos apuntados decoran el sepulcro, que descansa sobre seis leones.
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    Re: Toledo: sede primada inmemorial de la Iglesia española

    XVII.- EL PROCESO DEL ARZOBISPO CARRANZA

    El proceso del arzobispo Bartolomé Carranza (1557-1576) fue el episodio más negro de las relaciones de la sede primada de España con el Vaticano. En él se aunaron por igual el poder de la Inquisición Española -rebelde en algún caso a las mismas órdenes del Papa- el cerrilismo de algunos clérigos y teólogos notables y la incomprensión de Pablo IV.

    Carranza fue uno de los arzobispos más sabios e inteligentes que han pasado por Toledo. Intervino varias veces en el Concilio de Trento y fue elevado a la silla de Toledo por Pablo IV el 22 de agosto de 1557; apenas llegado a Toledo publicó su obra «Comentarios sobre el Catecismo cristiano», uno más de sus libros que fueron examinados con lupa por Melchor Cano, colega de Carranza en el Colegio de San Gregario de Valladolid y no precisamente un colega amigo. El dictamen de Melchor Cano fue desfavorable: reconocía que los libros de Carranza defendían en general la doctrina católica, pero presentaban algunas proposiciones, sobre todo las relacionadas con las indulgencias, que podrían inducir a error.

    Esto bastó. El caso pasó al gran inquisidor Fernando Valdés y éste lo llevó a Roma con la añadidura de un informe personal que recargaba las tintas. Pablo IV en un Breve del 7 de enero de 1559 otorgaba a Valdés por una duración de dos años, el poder de entablar procedimientos y también investigaciones contra todos los obispos, arzobispos y primados, en materia de fe, de hacer su proceso y, en caso de que se temiera su fuga, ponerles en prisión a condición de informar previamente a la Santa Sede y de enviar a Roma todos los documentos del proceso.

    Previa autorización del rey, Carranza fue arrestado el 22 de agosto de aquel mismo año. Cuatro días antes murió Pablo IV, pero el proceso siguió bajo el pontificado de su sucesor Pío IV que quiso acelerar los trámites sin conseguirlo, pues la inquisición española caminaba en este asunto -y-en otros- a paso de tortuga. Cuatro años después el proceso seguía. Murió Pablo IV sin conseguir, como había ordenado que Carranza fuera enviado a Roma; lo logró San Pío V, pero tuvo que amenazar con entredicho al propio rey.

    Carranza estuvo encerrado en Valladolid ocho años. En 1564 el rey suplicó al papa que el asunto fuera resuelto en España por jueces nombrados por la Santa Sede. Estos fueron cuatro, entre los cuales había un arzobispo y un cardenal. Trasladado después a Roma, permaneció nueve años más en el castillo de Sant' Angelo, al cabo de los cuales (1576) no fue encontrado culpable de actual herejía, pero fue condenado a abjurar, como luterano, dieciséis proposiciones de sus libros y a la suspensión de sus funciones de arzobispo durante cinco años, que debía pasar en el convento junto a Santa María Sopra, museo de Roma, y a ejercitarse en ciertos actos de penitencia en dicho convento, en el cual murió dos meses después.

    Antes de su muerte declaró muy impresionado que en toda su vida estuvo adherido al sentir de la Iglesia y que nunca profesó en sentido de 'heréticas las condenadas proposiciones, sobre cuyo fallo se mostró sumiso. En los diecisiete años de su encarcelamiento mostró singular resignación y en Roma se le veneró universalmente. Murió perdonando a sus enemigos.

    Añadamos finalmente que la actuación de Carranza en Trento fue brillantísima: en él sostuvo la necesidad de reformar la disciplina eclesiástica, de prohibir la acumulación de beneficios eclesiásticos y de obligar a los obispos a residir en sus respectivas diócesis. En el concilio tomó parte en las discusiones de los teólogos, en las congregaciones, y en la cuestión de la residencia de los obispos, como el resto de los teólogos españoles, sostuvo que era obligación de derecho divino.

    Última edición por ALACRAN; 13/08/2023 a las 11:01
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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