41. En el año 1950, por el papa Pío XII, se aprobó el último dogma católico contrario a la palabra de Dios: La asunción de la María a los cielos.
Lo que Pío XII hizo fue declarar solemnemente lo que ya se creía y celebraba desde hace siglos por los cristianos: La Asunción de María Santísima.
Y no es contrario a la Palabra de Dios como los herejes quieren confundirnos. Ellos quieren contradecir lo que la Iglesia ha expuesto a través de los siglos por ejemplo: sobre la Doctrina que exponían todos los Santos Padres, ellos nos citan un texto aislado del Papa León XIII en donde escribió que los Padres de la Iglesia «a veces han expresado las ideas de sus propios tiempos y, por lo tanto, han hecho declaraciones que en estos días se han abandonado por incorrectas». (Papa León XIII, Sobre el estudio de la Sagrada Escritura, St. Paul Editions, pag.24)”, concluyendo ellos que los Santos Padres se contradecían y declarando falible toda la Tradición apostólica, de lo que aquí habla León XIII es de que los Santo Padres a veces hablaron de cosas que en su época aún estaban en transición y sobre todo de opiniones muy personales de ellos, pero nunca se refiere esto en cuanto a la Doctrina cristiana, y de la misma forma las declaraciones que ellos hacían no era en materia doctrinal, sino personal, los Santo Padres aparte de ser legítimos receptores de toda la Tradición Apostólica, fueron hombres de su tiempo, como así lo fueron los Apóstoles y como hoy lo somos nosotros, también opinaron subjetivamente [de esto se refería el Papa León XIII], y todo lo que hablaron de la Doctrina cristiana nunca erraron ya que era su deber exponerla como legítimos sucesores de los Apóstoles, la Iglesia ¡qué soberbia la de los herejes!, se creen más doctos que los mismos teólogos y doctores católicos y que los mismos Papas que escribieron las encíclicas. ¿No han leido que también el Concilio Vaticano II habla de los santos Padres: "Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora."
(Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre revelación divina, N°8)?
La Tradición y La Biblia misma dan muestras de que la Asunción de María no sólo es un hecho sino que también es un dogma de Fe cristiana. San Juan en su Revelación 12:1 nos dice que vio en el cielo a una Mujer radiante, vestida de Sol con la luna bajo sus pies la cual había dado a luz al que ha de regir con vara de hierro, nada menos que Jesucristo. Los herejes para negar esta verdad interpretan en este pasaje que la Mujer se trata del pueblo de Israel o de la Iglesia, pero yerran en su impía intención, pues ¿para qué tanto enredo? La Mujer no puede ser el pueblo de Israel, pues los pactos siempre fueron violados por ellos y no pueden estar llenos de luz, aunque de Israel nació el Mesías, Israel perdió su maternidad al no reconocerle como su Salvador, inclusive, se ve que el demonio persiguió a los hijos de la Mujer (12,17), y sabemos que los Judíos (Israel) hicieron persecución a los cristianos en un principio por lo que estos perseguidos se refiere ya a los cristianos no a los judíos, que ya no tenía nada que ver con Jesús. ¿Entonces la mujer (Israel según los hermanos) persiguió a sus hijos? Por eso no puede ser Israel ya que Israel (judíos) persiguió a los hijos de la mujer. Tampoco puede la mujer del Apocalipsis representar a la Iglesia, pues la Iglesia no es madre de Cristo, sino esposa de Cristo. Si bien Juan no habló de manera explícita sobre la Asunción de María, sí habló de manera profética y simbólica.
Ahora bien, los protestantes cortos en conocimientos sólo atacan a la Fe católica aduciendo sobre el dogma y no saben que todas las Iglesias primitivas no católicas (Caldea, Copta, Asiria, Armenia, Ortodoxa) aceptan la Asunción y la celebran. Los musulmanes de la misma manera reconocen que recibieron por tradición de Mahoma que la madre del “profeta Jesús” fue asunta al cielo.
Retomando a la Tradición apostólica y litúrgica vemos que la creencia de la Asunción de María está presente ya desde muy antiguo en la Iglesia católica:
Una de las primeras fiestas de la Virgen que se celebró fue la de la Asunción que ya en el Siglo IV se celebraba en Jerusalén y en esa época una capilla ya marcaba el lugar donde hoy se encuentra la Iglesia Griego-Armenia de la Asunción en el monte de los Olivos.
Según un Diccionario no Católico y Secular:
“La primera referencia oficial a la Asunción se halla en la liturgia oriental; en el siglo IV se celebraba la fiesta de "El Recuerdo de María" que conmemoraba la entrada al cielo de la Virgen María y donde se hacía referencia a su asunción. Esta fiesta en el siglo VI fue llamada la Dormitio (χοίμŋσις) o Dormición de María, donde se celebraba la muerte, resurrección y asunción de María. El emperador bizantino Mauricio decretó que la fiesta se celebrara el 15 de agosto en todo el imperio; conviene aclarar que sólo fijó una fecha, no “inventó” la fiesta, ya que ésta se celebraba desde antes” [cf. Enciclopedia ACI prensa].

Uno de los primeros Padres que evidencia la celebración la da San Gregorio de Tours quien en su obra “De Gloria Martityrum” señala que ésta fiesta la celebraban en Jerusalén al final del siglo VI (De gloria mart., I, IV). Los relatos apócrifos sobre la asunción de María aparecen aproximadamente entre los siglos IV y V. Siendo el más difundido y posiblemente uno de los más antiguos en el oriente bizantino el "Libro de San Juan Evangelista (el Teólogo)". Este y otros escritos apócrifos tuvieron gran influencia en diversas homilías y escritos de los oradores orientales, como por ejemplo Juan de Tesalónica, San Juan de Damasco, San Andrés de Creta, San Germán de Constantinopla, entre otros. Si bien no tenían ni tienen carácter histórico, la Iglesia Católica vio en estos escritos el fondo teológico que existía y del cual los relatos eran expresiones adornadas.”
De la Asunción de María ya se habla en:
“Transitus Mariae”, cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II y III, la obra es atribuida a Melitón de Sardes (año 180 D.C.) quien viajó a Jerusalén para informarse de la Tradición Eclesiástica y escribió con profusión sobre una gran variedad de temas. En la obra el autor imagina que Cristo pregunta a los Apóstoles qué destino merece María, y ellos le dan esta respuesta: “Señor, elegiste a tu esclava, para que se convierta en tu morada inmaculada... Por tanto, dado que, después de haber vencido a la muerte, reinas en la gloria, a tus siervos nos ha parecido justo que resucites el cuerpo de tu Madre y la lleves contigo, dichosa, al Cielo”. (De transitu V. Mariae, 16: PG 5, 1.238)[Aunque la cita de la obra de pseudo-Melitón data del siglo V, es un testimonio de que en el pueblo cristiano ya era creída y celebrada la Asunción de María Santísima]

- en la Carta de Dionisio el Areopagita al obispo Titus (año 363), el "Joannis liber de Dormitione Mariae" que dice:

“Debes saber, ¡oh noble Tito!, según tus sentimientos fraternales, que al tiempo en que María debía pasar de este mundo al otro, es a saber a la Jerusalén Celestial, para no volver jamás, conforme a los deseos y vivas aspiraciones del hombre interior, y entrar en las tiendas de la Jerusalén superior, entonces, según el aviso recibido de las alturas de la gran luz, en conformidad con la santa voluntad del orden divino, las turbas de los santos Apóstoles se juntaron en un abrir y cerrar de ojos, de todos los puntos en que tenían la misión de predicar el Evangelio. Súbitamente se encontraron reunidos alrededor del cuerpo todo glorioso y virginal. Allí figuraron como doce rayos luminosos del Colegio Apostólico. Y mientras los fieles permanecían alrededor, Ella se despidió de todos, la augusta (Virgen) que, arrastrada por el ardor de sus deseos, elevó a la vez que sus plegarias, sus manos todas santas y puras hacia Dios, dirigiendo sus miradas, acompañadas de vehementes suspiros y aspiraciones a la luz, hacia Aquél que nació de su seno, Nuestro Señor, su Hijo. Ella entregó su alma toda santa, semejante a las esencias de buen olor y la encomendó en las manos del Señor. Así es como, adornada de gracias, fue elevada a la región de los Ángeles, y enviada a la vida inmutable del mundo sobrenatural.
“Al punto, en medio de gemidos mezclados de llantos y lágrimas, en medio de la alegría inefable y llena de esperanza que se apoderó de los Apóstoles y de todos los fieles presentes, se dispuso piadosamente, tal y como convenía hacerlo con la difunta, el cuerpo que en vida fue elevado sobre toda ley de la naturaleza, el cuerpo que recibió a Dios, el cuerpo espiritualizado, y se le adornó con flores en medio de cantos instructivos y de discursos brillantes y piadosos, como las circunstancias lo exigían. Los Apóstoles inflamados enteramente en amor de Dios, y en cierto modo, arrebatados en éxtasis, lo cargaron cuidadosamente sobre sus brazos, como a la Madre de la Luz, según la orden de las alturas del Salvador de todos. Lo depositaron en el lugar destinado para la sepultura, en el lugar llamado Getsemaní.
“Durante tres días seguidos, ellos oyeron sobre aquel lugar los aires armoniosos de la salmodia, ejecutada por voces angélicas, que extasiaban a los que las escuchaban; después nada más.
“Eso supuesto para confirmación de lo que había sucedido, ocurrió que faltaba uno de los santos Apóstoles al tiempo de su reunión. Este llegó más tarde y obligó a los Apóstoles que le enseñasen de una manera palpable y al descubierto el precioso tesoro, es decir, el mismo cuerpo que encerró al Señor. Ellos se vieron, por consiguiente, obligados a satisfacer el ardiente deseo de su hermano. Pero cuando abrieron el sepulcro que había contenido el cuerpo sagrado, lo encontraron vacío y sin los restos mortales. Aunque tristes y desconsolados, pudieron comprender que, después de terminados los cantos celestiales, había sido arrebatado el santo cuerpo por las potestades etéreas, después de estar preparado sobrenaturalmente para la mansión celestial de la luz y de la gloria oculto a este mundo visible y carnal, en Jesucristo Nuestro Señor, a quien sea gloria y honor por los siglos de los siglos. Amén”.

San Epifanio de Salamina (año 371) Coloca en la profesión de fe que María (v.) fue siempre virgen (PG 43,233). Y en una carta habla de la Dormición y Transito de María

- San Juvenal, Patriarca de Jerusalén. Da testimonio en su Carta a la Emperatriz Pulquería [año 451]:

“al tiempo que la Sagrada Virgen espiró, se oyeron cantos de ángeles, y que se prosiguió la música y melodía hasta que el cuerpo santo fue llevado por los Apóstoles, que también cantaban con voces acompañadas de lágrimas y suspiros, a Getsemaní, y allí puesto en un sepulcro. Ni por estar el santo cuerpo sepultado cesó la angelical melodía, antes se oyeron cantar himnos celestiales por tres días continuos, y pasados éstos, no se oyó más. Y porque llegando a esta sazón el Apóstol Santo Tomé, y pedir a los demás Apóstoles se abriese el sepulcro para ver y reverenciar el santo cuerpo, concediendo con su petición, abrióse el sepulcro, y no pareció el cuerpo santo. Estaban allí los lienzos en que fue envuelto, y salía un olor suavísimo y de gran recreo, y otra cosa alguna no fue vista. Quedaron los Apóstoles admirados de ver semejante acaecimiento, y vinieron a este parecer todos, y afirmaron que el Señor, que había tomado carne de ella y héchose hombre en sus entrañas, quiso prevenirla, resucitándola antes de la Universal Resurrección, y trasladarla en cuerpo y alma a los Cielos.”
San Germán de Constantinopla (año 710) escribió varias homilías en donde expone la fe en la Asunción de María: En uno de ellos pone en labios de Jesús, que se prepara para llevar a su Madre al cielo, estas palabras: «Es necesario que donde yo esté, estés también tú, madre inseparable de tu Hijo...» (Hom. 3 in Dormitionem: PG 98, 360).
San Juan Damasceno (año 726) escribe sobre la dormición y asunción de María en su sermón: “Madre de la gloria(Homilía 2 en la dormición de la Virgen María, 2 y 14). De igual forma San Juan (P. G., I, 96) formula así la tradición de la Iglesia de Jerusalén [que ya mencione antes]:
“San Juvenal, Obispo de Jerusalén, en el Concilio de Calcedonia(451), hace saber al emperador Marciano y a Santa Pulquería, quienes desean poseer el cuerpo de la Madre de Dios, que María murió en presencia de todos los Apóstoles, pero que al abrir su tumba, a pedido de Santo Tomás, fue hallada vacía; de esa forma los apóstoles concluyeron que el cuerpo fue llevado al cielo.”

Existen algunos datos antiguos que dan testimonio de la celebración de la fiesta de la Dormición o Asunción de María Santísima y que son los siguientes:

De acuerdo a la vida de San Teodosio (m. 529) se celebraba en Palestina antes del año 500, probablemente en Agosto (Baeumer, Brevier, 185). En Egipto y Arabia, por otra parte, se mantuvo en Enero, y dado que los monjes de las Galias adoptaron muchos usos de los monjes egipcios (Baeumer, Brevier, 163), hallamos esta fiesta en las Galias en el siglo sexto, en Enero [mediante mense undecimo (Greg. Turon., De gloria mart., I, ix)]. La Liturgia Gala la fija el 18 de Enero, bajo el título: Depositio, Assumptio, or Festivitas S. Mariae (confrontar las notas de Jean Mabillon en la Liturgia Gala, P. L., LXXII, 180). Esta costumbre permaneció en la Iglesia de las Galias hasta el momento de la introducción del Rito Romano. En la Iglesia Griega, parece que algunos mantuvieron la fiesta en Enero, como los monjes egipcios; otros en Agosto, con aquellos de Palestina; por lo cual el Emperador Mauricio (m. 602), si es correcto el relato de "Liber Pontificalis"(II, 508), fijó la fiesta para el Imperio Griego el 15 de Agosto.
Si bien es cierto que la doctrina de la Asunción es apenas esbozada por san Ambrosio, san Epifanio y Timoteo de Jerusalén, los Padres del Oriente son lo que más exponen de manera casi unánime la doctrina. Y sobre la cuestión de la Festividad, la verdad es que se remonta desde tiempos apostólicos, sin embargo, con las feroces persecuciones que se dieron en los primeros tiempos de la Iglesia “se apagaron estas Festividades, aunque no de los corazones de sus Sucesores y fieles Cristianos, hasta que con el curso del tiempo […] volvieron las Festividades.” [El Porq. De Todas las Cerm. Pág. 523]
Aunado a lo expuesto anteriormente de que las pruebas a la luz de las Escrituras y de la Tradición respaldan este sagrado Dogma, también se muestra muy a favor las pruebas lógicas, a saber:
Muchas ciudades conservan huesos de sus mártires y santos, pero no hay una sola que diga que tiene alguna reliquia de la Virgen María, y más aún, las ciudades de Éfeso y Jerusalén se reclaman que son las ciudades donde la virgen fue asunta al cielo, o sea, ¡se reclaman la tumba vacía!; entonces si los herejes que niegan la asunción de María deben mostrarnos en dónde exactamente se localiza la sepultura de María y más aún que se encuentren sus reliquias ahí, pero como no pueden probar esto, tampoco pueden afirmar que María murió.
Por eso con justa razón exponiendo sobre este asunto San Epifanio escribía: “Para Dios, en efecto nada resulta imposible de lo que quiere hacer, y por otra parte nadie conoce exactamente qué fin tuvo ella.” [Panar 78,23.].
Otro punto a saber es que La verdad de Fe de la Asunción nunca fue cuestionada en ningún tiempo ni en la antigüedad, ni el medievo ni en la época moderna, siempre los teólogos y escritores estuvieron a favor de la doctrina. Y si Pío XII definió en 1950 el dogma lo hizo tomando en cuenta la Fe de los cristianos de todos los tiempos, exponiendo lo que ellos ya habían creído y lo que las Escrituras dan testimonio en forma profética.