LA MAYOR OVACIÓN... CONTRA LA EpC
Moratinos, asombrado ante la cantidad de fieles en San Pedro
La banderas españolas ondearon al final de las beatificaciones, y el ministro no pudo ocultar su sorpresa ante la mayor ceremonia no presidida por el Papa vista nunca en el Vaticano.
28 de octubre de 2007. Fue bien visible el gesto de Miguel Ángel Moratinos tras volverse y contemplar la Plaza de San Pedro, abarrotada con más de 30.000 fieles: un gesto de asombro y reconocimiento de que se habían batido todas las expectativas. La sorpresa fue también de los mismos funcionarios vaticanos, que confesaban no haber visto jamás una multitud semejante en una ceremonia no presidida por el Papa. No en vano se ha tratado de la mayor beatificación en la historia de la Iglesia: 498 mártires de la persecución religiosa durante la Segunda República (en Asturias, durante el golpe de Estado socialista de 1934) y la Guerra Civil, prácticamente todos españoles, con la excepción de dos mexicanos, dos franceses y un cubano.
El ministro de Asuntos Exteriores presidió la delegación española junto al embajador ante la Santa Sede, Francisco Vázquez. Les acompañaron el nuevo embajador en Roma, Luis Calvo, y Mercedes Rico, directora general de Asuntos Religiosos, así como representantes de diez comunidades autónomas y seis alcaldes. La movilización de fieles en toda España fue masiva porque sólo seis diócesis de nuestro país no cuentan con algún mártir de aquella época. Desde que Juan Pablo II reabriera las causas de los mártires, son ya 977 los elevados a los altares, y 6 los canonizados. Benedicto XVI quiso juntar en un solo acto las 23 causas que este domingo concluyeron, y por tanto fueron 15 los obispos que las presentaron ante el cardenal brasileño José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, que presidió la ceremonia en nombre del Papa.
El cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, y el pronto cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, abrieron la lista en representación de las diócesis con mayor número de mártires, hasta concluir con el obispo de Gerona, Carles Soler.
Durante su intervención final presentando los nombres de los nuevos beatos, el cardenal Rouco recordó que "fueron valientes cuando tuvieron que confesar la Fe, rechazaron las propuestas de renegar de ella, se mostraron fuertes cuando eran maltratados y torturados y perdonaron a sus verdugos: a la hora del sacrificio mostraron paz y alabaron a Cristo como único Señor".
En ningún momento de los actos ha habido referencia política alguna. También el cardenal Saraiva evocó en su homilía que los mártires "antes de morir perdonaron a quienes les persiguieron y rezaron por ellos". Y citó unas palabras de Juan Pablo II para explicar el significado del acto: "Los supremos valores humanos y religiosos son así reafirmados por un testimonio concreto, escrito en la historia y corroborado por la fe, confesada y vivida hasta la muerte". Saraiva recordó finalmente que los homenajeados, desde los más jóvenes (tres de 16 años) a los más ancianos (uno de 78 años) "no dudaron en ofrecer su vida al grito de ¡Viva Cristo Rey!", y con su vida y su muerte nos recuerdan que "no podemos contentarnos con un cristianismo vivido tibiamente".
La única ovación que estalló durante la homilía se produjo cuando el prelado, al enumerar algunos de los principios que mantiene la Iglesia en la sociedad actual (como la familia basada en el matrimonio "entre un hombre y una mujer"), citó "el derecho de los padres a la educación de los hijos". La sensibilidad de los presentes ante la asignatura de Educación para la Ciudadanía quedó así bien patente.
El Papa bendijo a la multitud
La exaltación patriótica de los presentes se desbordó en un ondear de miles de banderas al finalizar la misa y mientras se esperaba la aparición de Benedicto XVIdesde el balcón donde reza habitualmente el Angelus. No es costumbre que el Papa presida las beatificaciones, aunque se especuló con esa posibilidad dada la masa de fieles que iban a acudir a ella. De hecho, inicialmente estaba prevista su celebración en la basílica de San Pablo Extramuros, hasta que la tenacidad del cardenal Rouco convenció a los dicasterios vaticanos de que allí iba a ser imposible albergar a los miles de personas que llegarían a Roma desde España.
La aparición del Pontífice fue saludada con el entusiasmo acostumbrado de las peregrinaciones de nuestro país, muy apreciado por el Papa Ratzinger como lo fue por el Papa Wojtyla. Benedicto XVI dijo que la beatificación de tantos mártires a la vez "demuestra que el supremo testimonio de sangre no es una excepción, sino una eventualidad realista para los cristianos". Aunque también destacó el "testimonio silencioso y heroico de muchos cristianos que viven el Evangelio sin componendas", ejemplo muy importante "ante la secularizada sociedad de nuestro tiempo".
Como habían hecho Rouco y Saraiva, el Papa finalizó su intervención recordando de los mártires, sobre todo, "sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores", favoreciendo así su recuerdo "la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica".
Si Benedicto XVI, buen conocedor de la situación española, estaba pensando al decir esto en el contrapunto guerracivilista de la Ley de Memoria Histórica, eso Moratinos se fue de la Plaza de San Pedro sin saberlo.
http://www.elsemanaldigital.com/arts/74981.asp?tt==
Marcadores