Revista FUERZA NUEVA, nº 140, 13-Sep-1969
Diario de un ingenuo
El Cristo “vasco” de la ETA
La ETA, desde su aparición, proclamó su carácter marxista, racista y anticatólico. Basta un examen de su propaganda, de sus publicaciones o de esa biblia del nuevo separatismo que constituye el libro denominado “Vasconia” para comprobarlo. Podía creerse, y así lo hicieron la mayoría de los españoles, que el espíritu irreligioso de esta organización sería suficiente, tan pronto se divulgara, para enajenarle cualquier simpatía que pudiera haber adquirido en el pueblo vasco y, en especial, entre los miembros de la Iglesia.
Pero la realidad ha sido otra. Si el pueblo vasco se ha sentido repelido por los crímenes y el extremismo de la ETA, en cambio, ciertos clérigos, que por su formación y condición deberían haber dado ejemplo al pueblo, han saltado sobre todas las obligaciones que les imponía su sacerdocio, y se han convertido en los colaboradores y los cómplices de una organización incompatible, igual con el espíritu cristiano que con las tradiciones del pueblo vasco, en cuyo nombre aseguraban actuar. El cinismo ha llegado a tal extremo, que han tenido la desvergüenza de afirmar que sus actividades criminales obedecían a deberes pastorales, con lo que demuestran que, en su sectarismo, les importa tan poco Dios como la Patria.
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Mientras tanto, la ETA no se ha visto obligada, ni siquiera por táctica, a disimular su ideología anticristiana. ¿Para qué iba a hacerlo, si los clérigos separatistas han acudido a su reclamo? Se ha limitado a aprovechar la deserción de sus deberes sacerdotales de los clérigos terroristas y el espíritu de rebeldía del sector progresista, para fomentar una división en la Iglesia, cuya destrucción está dentro de sus planes, aunque nunca pudo pensar que hubiera clérigos que fueran a ayudarla en la tarea.
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Tenemos a la vista uno de los últimos panfletos (1969) lanzados por la ETA en texto bilingüe, pero menos. Decimos “pero menos”, porque el panfleto consta de cinco hojas mecanografiadas, y de ellas sólo una lleva el texto en castellano y vasco, mientras las otras cuatro van totalmente en castellano, lo que indica cuál es el influjo que la lengua tiene en el fenómeno separatista. En este panfleto, la ETA trata los problemas religiosos con un lenguaje irrespetuoso, en consonancia con el desprecio que le merecen sus aliados clericales, quienes, sin embargo, parecen sentirse orgullosos del papel servil, a veces celestinesco, que desempeñan respecto a los terroristas. Todo se reduce, en el fondo, a que se trata de curas que hace tiempo han perdido el gusto de serlo, y hoy sólo permanecen en el sacerdocio porque es su medio de vida; porque supone, a pesar de todos los pesares, una barrera concordataria tras la que protegerse, o porque facilita su actividad subversiva. A veces, por las tres cosas.
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La ETA reprocha a los jóvenes vascos su negativa a entrar en la organización, pese a las presiones a que son sometidos. Y les dice: “Curiosamente, las medidas decretadas por cualquier esbirro con perifollos en la bocamanga o por cualquier cabeza mitrada y monopolista del Espíritu Santo no os causan turbación alguna”.
Párrafo sin desperdicio, que demuestra dos cosas: que ni siquiera por la coacción consiguen aumentar su recluta entre los jóvenes vascos, y la hostilidad a la Jerarquía católica. Lo que no impedirá luego curiosas complacencias.
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Más adelante, el panfleto arremete contra monseñor Cirarda, lo que ya va siendo costumbre en la propaganda de la ETA. El reproche que le hace, repetido con anterioridad, es que no ha empleado en el caso de otros sacerdotes la eficacia demostrada cuando la detención de su vicario, el P. Ubieta.
Relacionando la encerrona del seminario de Barcelona con la similar del obispado de Bilbao, el panfleto encuentra ocasión y pasa a atacar también al arzobispo de Barcelona (mons. Marcelo González), al que niega que pueda estar “en comunión con el pueblo catalán” porque no habla su lengua.
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Por si estos ataques podían parecer anecdóticos y personales, el panfleto, al llegar a la página tercera, se quita el bocado, y suelta el siguiente párrafo, que brindamos a quienes sostienen que los separatistas vascos son unos buenos católicos, amantes de las costumbres patriarcales de su tierra:
“Queda el verdadero fondo del problema: la acusación clara y firme contra una Iglesia que pretende ser Católica- Universal, y que ignorando el hecho humano, biológico, científico y suprahistórico de la existencia de los pueblos, y en particular del nuestro, se alía con unos estados políticos, temporales, creados por intereses clasistas y se pone así al servicio de unas oligarquías y pseudo-culturas de masas. Se llega con ello a condenar cualquier intento de cambio en las estructuras, el menosprecio y pretensión (¡) de la lengua y la cultura populares, sustituyéndolos por subproductos de la sociedad de consumo y a la bendición de unas fábricas deshumanizantes y político- burguesas (¡), haciendo coincidir con éstas los obispados, etc.”
El párrafo es bastante confuso y está pésimamente escrito, pero creemos que su “espíritu católico” es manifiesto. Pero donde el extravío del separatismo en su “neo-catolicismo” marxista llega al delirio, es en el siguiente:
“Íbamos a hallar respuestas crudas, incómodas; nos íbamos a colocar en la misma tesitura que estos y otros sacerdotes (se refiere a los condenados por los tribunales) y seglares se han encontrado: la de abandonar la pseudo mística de la Iglesia-clase, separada de y por encima del pueblo, su lengua y anhelos, y la de reencarnación con él y con el CRISTO VASCO”.
Las mayúsculas vienen del propio panfleto. Nos ahorran cualquier comentario.
JUAN NUEVO |
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