Nación, como término polítco, es un término moderno. Pero usado en su sentido clásico, como natio (origen étnico) es un término pefectamente legítimo.
En este sentido, yo no veo ningun problema por decir que Galicia es un nación, como sugiere Breogán. El quid de la cuestión está en que ser gallego es una manera de ser español, y que para ser español hay que serlo en alguna manera y de alguna parte: catalán, catellano, asturiano, cántabro, vascongado, etc.
De hecho, una buena parte de nuestras etnogénesis es común, hispánica, compartida; y sólo una porción es diferenciada: lo que nos hace gallegos, vascos, etc.
La cuestión es que nación es un término muy sacado de calle, muy puteado por liberales y rojetes. Patria es un término unívoco e incorruptible. Sólo la verdadera patria llama al auténtico patriotismo, y la desilusión del falso patriotismo judeoliberal lleva al socialismoy al comunismo, como ocurrió tras 1917.
Luego, España es en lo esencial una Patria viva y compuesta de patrias chicas, que son paises y regiones diferenciados, con sociedades e idiosincrasias particulares. España puede deshacerse, pero sus miembros no pueden dejar de ser españoles más que en la ficción de jzgar a las falsas identidades.
Además, sin España dejamos de ser patrias chicas hermanadas solidariamente e indisolublemente, con un proyecto y una misión, para ser taifas, tribus mangoneadas por el judío, el moro, el rojo, el liberal, etc.
Políticamente, además, España es un imperio compuesto de reinos, principados, condados, provincias, regones, etc. Esa es su naturaleza; cualquier otra le viene pequeña y empequeñecedora.
El gran problema del lenguaje es que ha sido continuamente desvirtuado y prostituido desde hace centurias, y hoy las connotaciones de los vocablos que manejamos no se adecuan a expresar sin malicias y ambigüedades lo que he expuesto –hay que explicarlo.
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