A ver, a ver, a ver, la cruda realidad es que la confusión relativista imperante no puede tender a otro fin que la vaciedad de los conceptos. Sin embargo, no podemos nunca caer en este grave error. No es que haya una carta, como la de un restaurante, de “posiciones políticas” con las que poder identificarse al antojo de cada cual. No existe una gradación que comienza en un extremo y termina en otro, siendo cualquiera de los puntos intermedios igualmente válidos y respetables. Sólo existe la Verdad y el error. Nada más.
El Tradicionalismo es radicalmente opuesto a cualquier ideología, fruto de la modernidad, cierto.
No es, sin embargo, una versión del Conservadurismo. Es absurdo afirmar lo contrario, al ser éste último netamente Revolucionario. El Tradicionalismo, con su espíritu Contrarrevolucionario, reacciona, precisamente, frente a la Revolución en todas sus manifestaciones (incluyendo al Conservadurismo, liberal por naturaleza).
Quien afirme que el Tradicionalismo se opone a los cambios sosteniendo meras “costumbres o normas heredadas” es que no tiene ni la más pálida idea acerca de éste y su dinamismo.
Además, ¿por qué no puede ser el castigo un aprendizaje?, ¿en qué se excluyen uno al otro?
La Verdad es cognoscible a través de la razón, que no hace más que reafirmar lo que ya tiene existencia previa. La autoridad debiera ser consecuencia misma de la aplicación concreta de la Verdad, pero no es la Verdad en sí.
No me parece justo hablar de tergiversación terminológica sin comprobar, previamente, que uno mismo no sostiene incoherencias.
Un saludo en Cristo.
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