Una constante, muy constante, en todas las páginas del libro, en todas las actuaciones de Piñar,
es su devoción a Franco en unos niveles insuperados que no comparto. Como no es tonto,
se daba cuenta en seguida de las maniobras enemigas –enemigas de Dios y de España– en la mayoría de los asuntos que recuerda. No cede; contraataca, pierde, pero sigue, y cuando tirando del hilo llega hasta las manos de Franco, que en última instancia dispone las cosas en contra suya, de Piñar,
se calla, hace un silencio absoluto, y corta el relato tajantemente, y sin explicaciones, y se va a otro tema. No entiendo este silencio, porque no puede evitar que el lector comprenda que
el Caudillo le está tomando el pelo. A lo más que se atreve Piñar en algún momento, es a
imitar a los malos monárquicos, cortesanos, que exculpan a los reyes echando las culpas de sus errores a las camarillas. La colección de la revista
Fuerza Nueva es, análogamente, un catálogo, de inapreciable valor como fuente histórica, de denuncias que se agotan, una tras otra, silenciosamente, a los pies de Franco, sin remedio posterior.
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