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Tema: Luna cincuenta años después

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  1. #1
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    Re: Luna cincuenta años después

    Hace seis años, en 2013, una sonda conocida por sus siglas como LRO (Lunar Reconnaissance Orbiter) sobrevoló el escenario del alunizaje del Apolo 11 tomando diversas fotografías con una cámara de mayor resolución y definición que las que se usaron décadas atrás, y aquí tenemos los resultados:

    https://danielmarin.naukas.com/2011/...lo-como-nunca/


    Toda la misión:

    https://danielmarin.naukas.com/2019/...lo-11-parte-1/

    https://danielmarin.naukas.com/2019/...lo-11-parte-2/

    https://danielmarin.naukas.com/2019/...lo-11-parte-3/

    https://danielmarin.naukas.com/2019/...lo-11-parte-4/

    https://danielmarin.naukas.com/2019/...lo-11-parte-5/


    Seguiremos escuchando cantos de sirenas entre quienes ni saben, ni entienden.
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    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  2. #2
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    Re: Luna cincuenta años después

    Publicada por el diario ABC una anécdota desconocida para la mayoría de los españoles, ¡qué raro! ¿no? Pero resulta que en la Luna estuvo la Bandera Española, la del Águila de San Juan, la del escudo diseñado por Isabel la Católica cuando era todavía Princesa de Castilla, cuyo boceto está en el archivo de la Real Academia de la Historia, parte del Instituto de España, y no diseñado por Franco, por aquello de "la bandera franquista", invento de los rojos, nazis, y otras malas hierbas que abundan por nuestras ciudades, no por los campos nacionales. Y esta es la historia de dicha anécdota.


    Esta es la historia de las únicas banderas españolas que han pisado la Luna

    En 1971, en la misión Apolo 14, cuatro enseñas rojigualdas con el águila de San Juan estampada en el centro se posan en el astro.

    Manuel Garrido Agudiez


    20/07/2019

    Un módulo lunar con un nombre como para parar una guerra: «Antares» (el mellizo hippie del dios griego Ares) aluniza el 5 febrero de 1971 en el cráter de Fra Mauro. En su interior, Alan B. Shephard, Stuart A. Roosa y Edgar Mitchell se funden en un abrazo ingrávido y se ponen manos a la obra. El astronauta Mitchell echa mano a su petate o PPK («personal preference kids») para buscar algo de entre sus pertenencias. En ese neceser un puñado de amuletos de la suerte y un par de fotografías de algún pariente cercano comparten espacio con cuatro banderas rojigualdas con un águila en el centro, la de San Juan. Por raro que suene. ¿Qué pintan esas banderas en el kit de supervivencia de un astronauta tejano en la misión Apolo 14?

    Para responder a esta pregunta tenemos que remontarnos al 31 de enero de 1971, cinco días antes. Es invierno en Cabo de Cañaveral (Florida), los príncipes Don Juan Carlos y Doña Sofía han sido invitados por la NASA a presenciar el lanzamiento del Apolo 14 en la base espacial que años más tarde pasará a llamarse Centro Espacial Kennedy, por obra de su sucesor en el cargo. Junto a Alan B. Shephard y Stuart A. Roosa, Edgar Mitchell, un antiguo «boyscout» reconvertido en astronauta, completa la tripulación que viajará a la Luna a bordo de la nave espacial «Antares». Antes de emprender el viaje a Mitchell se le ha ocurrido echar unas enseñas rojigualdas por 14 centímetros de largo y 10 de ancho a su equipaje de mano como forma de agradecimiento a los príncipes de España. Gesto que no dejará indiferentes a los cazatesoros lunares que en la década de los 70 no son más que niños.

    Esas banderas toman tierra en la Luna y el 9 de febrero de ese mismo año, cuando la tripulación finiquita su misión –34 órbitas lunares y 216 horas, 1 minuto y 56 segundos de vuelo, entre medias–, están otra vez de vuelta. El astronauta tejano reparte el botín de la siguiente manera: tres banderas a España y una cuarta que el propio Mitchell decide reservarse para su vitrina de recuerdos espaciales. De las que entrega a España, una va a parar al Gobierno de España, que supuestamente se encuentra ahora en el Museo Naval de Madrid; otra al caudillo español Francisco Franco, que algún heredero años más tarde extraviará en una mal venta anónima, dicen las malas lenguas; y una tercera en discordia de la que se desconoce su paradero.


    Tres décadas después de este acontecimiento, en una convención de astronautas, un joven barcelonés que todavía es un coleccionista de objetos espaciales en ciernes le arrancará en una conversación privada al que entonces era director del Media Resource Center de la NASA, Mike Gentry, un enamorado de la cultura española con una tesis doctoral sobre Miguel Delibes a las espaldas, una confesión sideral: el astronauta Edgar Mitchell, si no le falla la memoria, conserva una bandera española que llevó a la Luna en el Apolo 14.


    Jordi Gasull, nombre de aquel joven intrépido, aprovechará la oportunidad que le brinda aquel encuentro fortuito para ponerse en contacto con Edgar Mitchell e insinuarle la compra. La primera intentona fracasa. Al astronauta no le convence la idea de Gasull de montar el primer museo lunar en España. Le suena a quimera. La bandera se queda en suelo americano por el momento.

    «En 2009 recibo una llamada de Miguel López-Alegría –primer astronauta estadounidense nacido en España en viajar al espacio–, con el que ya había trabajado en una serie de documentales de corta duración sobre la Luna, diciéndome que me ponga en contacto con el alcalde de Fresnedillas de la Oliva, Antonio Reguilón, porque iban a montar un museo lunar», apunta Gasull. Por el precio de comisariar la exposición el barcelonés cede con sumo gusto su colección de objetos espaciales (guantes lunares, trajes…) al Museo Lunar de Fresnedillas.

    La joya de la corona

    El productor de cine le insinua a Antonio Reguilón, en una de sus muchas conversaciones, la posibilidad de ampliar la exposición con la que será la joya de la corona: una bandera española que el astronauta Mitchell llevó a la Luna. Se arma del valor necesario para repetir la jugada –esta vez con el Museo Lunar de Fresnedillas de la Oliva como baza– y prueba fortuna telefónica con el astronauta. Tal fue el rol de este pueblo madrileño en la conquista de la Luna, que Edgar Mitchell no dudaría ni un instante en venderle a Jordi Gasull la bandera española por una suma que el barcelonés se resiste a decir. La condición: que esté siempre expuesta en un lugar público, nunca en su casa.

    Esa bandera con el águila de San Juan estampada en el centro estará «en el Museo Lunar de Fresnedillas de la Oliva desde el 2010 hasta junio de este año, que es cuando expiró el contrato» y recibió una oferta museística del Parque de las Ciencias de Granada. Como siempre, el despliegue de medios manda. «Me hubiese gustado que se quedase en Madrid, pero bueno… la bandera es española, así que está bien que viaje por España», zanja Jordi Gasull.


    https://www.abc.es/ciencia/abci-esta...4_noticia.html
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    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  3. #3
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    Re: Luna cincuenta años después

    Fuente: ABC, 6 de Junio de 1969, página 3.



    Llegar


    La técnica es cada vez más milagrosa. Pero no ha recibido el milagro o “carisma” de la profecía. Casi todas las que se le han escapado a la embriaguez creadora del “invento”, han fallado. Edison, el inventor del fonógrafo, creía, según dijo en un discurso, que éste serviría, por ejemplo, para recoger las palabras últimas de un moribundo querido. Todo esto quedó olvidado y el “tocadiscos”, su hijo, se buscó la vida por su cuenta. No parece que se llegará a esta proposición: “¿Qué quieres que ponga? ¿La Quinta Sinfonía, o las últimas palabras del abuelito?”.

    Nadie pensaba que la televisión iba a influir tanto en la venta de zapatos. Ni nadie creía que los automóviles habían sido inventados para bloquear la circulación. Tampoco adivinó nadie que el reactor se inventaba para sacar billete hacia cualquier sitio y llegar casi siempre a La Habana.

    ¿Y la astronáutica? Se puede ya casi estar seguro de que muy pronto el hombre va a llegar a la Luna. Pero, ¿qué va a hacer allí? Nadie tiene la menor idea. El último trío americano ha visto ya las dos caras de la Luna, la descarada y la recoleta, a quince kilómetros de distancia: como se ve Carmona desde La Luisiana. Es distancia de la que ya tenemos todos experiencia. Porque en su descenso, todo avión ha estado algún momento a quince kilómetros sobre la ciudad. Sabemos que se ven las personas y los tranvías. Pero en la Luna los teleobjetivos siguen fotografiando lo mismo en una cara que en otra: llanuras, montes, cráteres. Ni un mal “Seat 600”, ni un motocarro, ni una bicicleta.

    Me temo que conjugamos con demasiado énfasis el verbo “llegar”. Vamos a llegar a la Luna. Bien. ¿Pero “llegar” está correctamente empleado cuando se pone el pie en algún sitio y luego se marcha uno? El que mete el pie desnudo en las enanas y abatidas olitas últimas de la playa, y se santigua y da un gritito, “¡qué frío!”, y se vuelve a la caseta, ¿podemos decir que se ha bañado? Los simples ciudadanos espectadores queremos que se “llegue” a la Luna como se llega por tren a Ciudad Real o por “caravelle” a las Canarias. No vale llegar e irse: que es lo que se está barruntando. Hasta ahora no parece que se encuentre en nuestro satélite ningún metal o cuerpo simple que prolongue la línea canónica de nuestra química. Ni tampoco una selenita con quien casarse y recomenzar nuestro fecundo negocio ibérico de la fabricación de mestizos.

    Se ha publicado en toda la Prensa que los sorprendentes trajes espaciales, que dan a los cosmonautas pinta de ir anunciando los neumáticos “Michelín”, tienen un coste de un millón de pesetas, además de ser muy incómodos y producir picores y eczemas. No es posible pensar en colonización, ni minería, ni labranza, con esos trajes. ¿Concibe nadie un consejo de administración de cualquier industria lunar vestidos todos así? Ni ¿cómo se va a fundar ninguna raza humano-selenita, aunque mandemos una cápsula o varias con buen surtido de señoritas, si para darse el primer beso hay que abrir la escafandra, cosa que puede ser mortal? No cabe ningún preludio amoroso. Porque el hombre estará “sobre” la Luna. Y lo único que “sobre” la Luna no puede hacerse es dar un paseo romántico “bajo” la Luna. Hoy por hoy parece que lo único que podrá hacerse en la Luna será regresar a los Estados Unidos.

    Sólo recuerdo un traje a ras de tierra con ese mismo coste del millón de pesetas. Me refiero a aquel traje de pieles de chinchilla y brillantes que lució Masiel en el Festival de Madrid. Pero esto lo hacía para que la vieran, y para que hablaran de ella duranta una semana los hombres, las mujeres, las revistas y los predicadores. Pero a los Armstrong, Collins y Aldrin, los futuros “colones” de Julio, no los va a ver nadie; ni van a tener público allá arriba, ni parece fácil que bajo sus escafandras puedan cantar el “La-la-la”. Las fotografías no pueden ser más deprimentes. La decepción de los cosmonautas se revela en las pequeñas venganzas que se toman. Están cada vez más seguros de que los terrícolas habitamos una humilde chabola en los suburbios de una mediocre galaxia. Entonces ellos telegrafían a Houston que la Luna es una birria y que la Tierra se ve desde allí como una bola verde y celeste, tan atractiva como una olla de buena cerámica vidriada. Y que además hace para la Luna oficio solar: la han visto “salir” y “ponerse” en el horizonte lunar con crepúsculo y todo. La Luna vive en su creencia tolemaica –la Tierra que gira en torno de ella–, hasta que aparezca un Galileo que le baje los humos.

    ¿Qué va a poderse hacer tras llegar a la Luna? ¿Acaso “patentar” los aparatos triunfadores? Es difícil “patentar” lo incierto, que además no parece rentable. Imitaríamos a aquel inventor solitario que organizó una maquinita con flejes, varillas y ruedecillas, que se empeñaba en patentar con una dubitación posibilista: o para coser botones o para rallar pan.

    En cualquier caso queda la bandera. El polvo y los baches de la Luna parecen poco cómodos para transitar por ellos, al menos mientras no les enviemos en un cohete al Ministro Silva. Pero parece tener suficiente densidad para clavar una bandera. Ya se disputa sobre si la de Estados Unidos o la de las Naciones Unidas: uniones rotuladas en teoría para encubrir prácticas desuniones. Por lo pronto, ya Norteamérica se ha adelantado a enviar en el módulo que se ha dejado caer sobre la Luna su bandera estrellada.

    El “Séneca”, que oía todos estos comentarios, murmuró suavemente:

    – ¡Ya la estamos pringando!




    José María Pemán

    De la Real Academia Española

  4. #4
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    Re: Luna cincuenta años después

    Fuente: ¿Qué Pasa?, Número 290, 19 de Julio de 1969, página 17.



    De Juan de Garay, a los selenitas

    Por Manuel de Santa Cruz


    Muchos recuerdan aún que el diario «ABC», el día en que daba la noticia de los asesinatos de los jefes alemanes en Nüremberg, reproducía en su portada el cuadro de Velázquez, «La rendición de Breda», vulgarmente conocido como el de «Las Lanzas». Aquello fue una campanada, una réplica llena de elegancia, de ingenio y de sabiduría.

    ¿Qué contrapunto análogo merecerá la inminente noticia de la llegada del hombre a la Luna? Seguramente, en todas las redacciones se aguza el ingenio en esa dirección. Yo ya he hecho mi elección; me gustaría ver reproducido el cuadro de Moreno Carbonero, «La fundación de Buenos Aires»; nada de exhibiciones dentarias; arte clásico: Juan de Garay, espada en alto, junto al rollo de la justicia real, la Cruz y el Pendón de Castilla; a su alrededor, soldados, autoridades civiles, indios amigos y frailes. Por supuesto que valdrían igualmente todos los cuadros que representan la llegada de nuestros capitanes y misioneros a distintos puntos del Nuevo Mundo. La cosa está en que se vean los tres protagonistas: los infieles que van a ser evangelizados, el capitán español con su espada desenvainada y su armadura, y el misionero con su Crucifijo. Yo quisiera invitar desde aquí a Don Carlos Etayo, que tanto sabe de arqueología naval y de los descubrimientos, a que nos contara los pormenores del rito de la toma de posesión de aquellas tierras para la Iglesia y para España.

    ¿Rito? ¿Ustedes han leído, han tenido noticia debidamente destacada de que se haya preparado algún rito para el momento de pisar la Luna el primer hombre? Yo no; sólo he visto unas fotografías de los zapatos especiales que van a llevar los astronautas para andar por allá, los instrumentos para tomar muestras de la Luna… Nada más. Y casi me alegro, porque, puestos a preparar una ceremonia, habría que verla, cuajada de tópicos fulgurantes de humanismo audaz, científico y «creador». La cosa quedará, probablemente, entre la recogida de rocas, los saludos ante la tele, y, tal vez, un disimulado depósito de una Biblia inseparablemente unida con amuletos y fetiches de las religiones falsas, de banderines de la ONU, de los Leones y de la Masonería: ramillete sincretista, indescifrable, frío y silencioso, pequeño y desapercibido, insignificante, infantil, en medio de todo. Sin el empaque, la gravedad, la unción, la categoría, el estilo, el señorío, la solemnidad, la inmortalidad y el mensaje de los personajes de «La fundación de Buenos Aires».

    Aunque las comparaciones son odiosas, empezarán en seguida. Viene bien recordar las palabras famosas de Francisco López de Gomara: «La mayor cosa después de la Creación del Mundo, sacando la Encarnación y Muerte de El que lo creó, es el descubrimiento de Indias». Por supuesto que, para nosotros, sólo será discutible ese segundo puesto; en el primero, la Encarnación y Muerte de El Creador del Mundo, no se produce vacante.

    Convénzanse los ateos y los impíos de que el tema de Dios no se lo quitan de encima ni con detergente. Aquí estará, también esta vez, como piedra de toque para dirimir la primacía entre el alunizaje y el descubrimiento de América. En el Nuevo Mundo, almas para Su gloria; en la Luna, basalto para los laboratorios. Dos órdenes distintos, inconfundibles, superpuestos: el orden sobrenatural y el orden natural. Nueva ocasión ésta de recordarlo: todas las hazañas astronáuticas juntas, hechas sin Él, o en oscura rivalidad con Él, no redimen a sus protagonistas de un solo pecado venial.


    La ciencia más consumada
    es que el hombre en gracia acabe;
    porque al fin de la jornada,
    sólo el que se salva, sabe;
    y el que no, no sabe nada.
    Rodrigo dio el Víctor.

  5. #5
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    Re: Luna cincuenta años después

    Fuente: ¿Qué Pasa?, Número 310, 6 de Diciembre de 1969, página 5.



    Segundo viaje a la Luna

    Por Manuel de Santa Cruz


    Cuando el primer viaje a nuestro satélite, publicamos en esta revista unos comentarios que algunos lectores juzgaron exagerados. Ahora, con motivo del segundo, vemos recogidos nuestros anhelos de ayer, aunque con forma distinta, en un artículo del famoso político y periodista Don Otto de Habsburgo, reproducido por una cadena de periódicos franceses. Pero lo más curioso es que, según él, un famoso comunista, cuyo nombre silencia, ha manifestado que los encuentra perfectamente lógicos. Transcribimos de dicho artículo, aparecido en «L´Est Républicain», lo que dice el comunista:

    «En el curso de la conversación se vino a hablar del aterrizaje (¡!) americano en la Luna. El alto funcionario comunista admitió de buena gana que la hazaña americana era un éxito de propaganda para Occidente. Sin embargo –añadió–, su efecto se borrará en una docena de meses. Los americanos –según él– habían cometido un error mayúsculo. Habían izado, como símbolo supremo sobre la Luna, su bandera nacional. Ésta, si algo significa para los americanos, está vacía de sentido para las otras naciones. Si, por el contrario, los astronautas hubieran plantado sobre el suelo lunar una cruz, el efecto hubiera sido profundo. El viaje hubiera conseguido un alcance moral considerable para una parte importante de la Humanidad, mientras que, en fin de cuentas, no ha tenido más que un carácter nacional, técnico y político».

    Nosotros creemos que esta reiterada negativa de los norteamericanos a colocar la Cruz junto a su bandera en la Luna, puede muy bien deberse al poder que en sus centros políticos vitales tienen los judíos, que no se sentirían representados por la Cruz, a la cual abominan. Pero, ¿pueden ellos, que forman una Internacional de apátridas, sentirse representados por la bandera de los Estados Unidos, a la cual abominan igualmente cuando tratan de poner el país que representan fuera de sus propios intereses y al servicio de los intereses de su Internacional?
    Rodrigo dio el Víctor.

  6. #6
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    Re: Luna cincuenta años después

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Fuente: ¿Qué Pasa?, Número 310, 6 de Diciembre de 1969, página 5.



    Segundo viaje a la Luna

    Por Manuel de Santa Cruz


    Cuando el primer viaje a nuestro satélite, publicamos en esta revista unos comentarios que algunos lectores juzgaron exagerados. Ahora, con motivo del segundo, vemos recogidos nuestros anhelos de ayer, aunque con forma distinta, en un artículo del famoso político y periodista Don Otto de Habsburgo, reproducido por una cadena de periódicos franceses. Pero lo más curioso es que, según él, un famoso comunista, cuyo nombre silencia, ha manifestado que los encuentra perfectamente lógicos. Transcribimos de dicho artículo, aparecido en «L´Est Républicain», lo que dice el comunista:

    «En el curso de la conversación se vino a hablar del aterrizaje (¡!) americano en la Luna. El alto funcionario comunista admitió de buena gana que la hazaña americana era un éxito de propaganda para Occidente. Sin embargo –añadió–, su efecto se borrará en una docena de meses. Los americanos –según él– habían cometido un error mayúsculo. Habían izado, como símbolo supremo sobre la Luna, su bandera nacional. Ésta, si algo significa para los americanos, está vacía de sentido para las otras naciones. Si, por el contrario, los astronautas hubieran plantado sobre el suelo lunar una cruz, el efecto hubiera sido profundo. El viaje hubiera conseguido un alcance moral considerable para una parte importante de la Humanidad, mientras que, en fin de cuentas, no ha tenido más que un carácter nacional, técnico y político».
    Claro, ¿y qué otra bandera podían haber puesto, la de la ONU? Si acaso yo, como español, pienso que un detalle con nosotros por haber sido colaboradores directos en el éxito de la misión, hubiese estado muy bien que hubieran puesto una Bandera Nacional con el Águila de San Juan, aunque algo más pequeña. A Sánchez y demás fauna rojo-separatista les seguiría dando una diarrea y, por supuesto, todos serían seleno-conspiracionistas, Apolo XI-conspiracionistas, NASA-conspiracionistas y demás gilipolleces.

    Igualmente se le podría haber preguntado al comunistarra anónimo ése, si consideraba que la hoz y el martillo sobre un trapo rojo si representa a alguien, me refiero a personas y no a un Estado artificial como lo era la URSS. Pero, en efecto, la cosa tiene su enjundia puesto que en aquellos días, tanto Estados Unidos como la URSS estaban en pleno ardor guerrero armamentístico y sobre avances tecnológicos, especialmente la toma del entorno de la Tierra, eufemísticamente llamada "carrera espacial". Por tanto, normal que los Estados Unidos plantasen su bandera, y si hubiese sido de otro modo la que se hubiese puesto pondría "CCCP" de color rojo con la hoz y el martillo.


    Nosotros creemos que esta reiterada negativa de los norteamericanos a colocar la Cruz junto a su bandera en la Luna, puede muy bien deberse al poder que en sus centros políticos vitales tienen los judíos, que no se sentirían representados por la Cruz, a la cual abominan. Pero, ¿pueden ellos, que forman una Internacional de apátridas, sentirse representados por la bandera de los Estados Unidos, a la cual abominan igualmente cuando tratan de poner el país que representan fuera de sus propios intereses y al servicio de los intereses de su Internacional?
    Bueno, mientras sólo sea "creemos" vale, porque yo, que también soy católico, pienso que en esto, como en otras muchísimas cuestiones, ya nos señaló Nuestro Señor la norma de conducta en cuanto al proceder con aquello de “Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” (Mateo 22, 15:21), ante la persistencia de los fariseos tan inclinados a mezclar las churras con las merinas.

    Un gran sector de los americanos no abominan de la Cruz para nada, al contrario, afirmarlo es pura demagogia. Lo que no quita para que haya muchos que no la soportan, ¿tal vez como aquí? Si la hubiesen puesto ¿qué dirían los enemigos de la cruz? Si no hay mejores argumentos es preferible callar.
    Última edición por Valmadian; 22/07/2019 a las 12:40
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    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

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    Re: Luna cincuenta años después

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    Fuente: ABC, 6 de Junio de 1969, página 3.



    Llegar


    La técnica es cada vez más milagrosa. Pero no ha recibido el milagro o “carisma” de la profecía. Casi todas las que se le han escapado a la embriaguez creadora del “invento”, han fallado. Edison, el inventor del fonógrafo, creía, según dijo en un discurso, que éste serviría, por ejemplo, para recoger las palabras últimas de un moribundo querido. Todo esto quedó olvidado y el “tocadiscos”, su hijo, se buscó la vida por su cuenta. No parece que se llegará a esta proposición: “¿Qué quieres que ponga? ¿La Quinta Sinfonía, o las últimas palabras del abuelito?”.

    Nadie pensaba que la televisión iba a influir tanto en la venta de zapatos. Ni nadie creía que los automóviles habían sido inventados para bloquear la circulación. Tampoco adivinó nadie que el reactor se inventaba para sacar billete hacia cualquier sitio y llegar casi siempre a La Habana.

    ¿Y la astronáutica? Se puede ya casi estar seguro de que muy pronto el hombre va a llegar a la Luna. Pero, ¿qué va a hacer allí? Nadie tiene la menor idea. El último trío americano ha visto ya las dos caras de la Luna, la descarada y la recoleta, a quince kilómetros de distancia: como se ve Carmona desde La Luisiana. Es distancia de la que ya tenemos todos experiencia. Porque en su descenso, todo avión ha estado algún momento a quince kilómetros sobre la ciudad. Sabemos que se ven las personas y los tranvías. Pero en la Luna los teleobjetivos siguen fotografiando lo mismo en una cara que en otra: llanuras, montes, cráteres. Ni un mal “Seat 600”, ni un motocarro, ni una bicicleta.

    Me temo que conjugamos con demasiado énfasis el verbo “llegar”. Vamos a llegar a la Luna. Bien. ¿Pero “llegar” está correctamente empleado cuando se pone el pie en algún sitio y luego se marcha uno? El que mete el pie desnudo en las enanas y abatidas olitas últimas de la playa, y se santigua y da un gritito, “¡qué frío!”, y se vuelve a la caseta, ¿podemos decir que se ha bañado? Los simples ciudadanos espectadores queremos que se “llegue” a la Luna como se llega por tren a Ciudad Real o por “caravelle” a las Canarias. No vale llegar e irse: que es lo que se está barruntando. Hasta ahora no parece que se encuentre en nuestro satélite ningún metal o cuerpo simple que prolongue la línea canónica de nuestra química. Ni tampoco una selenita con quien casarse y recomenzar nuestro fecundo negocio ibérico de la fabricación de mestizos.

    Se ha publicado en toda la Prensa que los sorprendentes trajes espaciales, que dan a los cosmonautas pinta de ir anunciando los neumáticos “Michelín”, tienen un coste de un millón de pesetas, además de ser muy incómodos y producir picores y eczemas. No es posible pensar en colonización, ni minería, ni labranza, con esos trajes. ¿Concibe nadie un consejo de administración de cualquier industria lunar vestidos todos así? Ni ¿cómo se va a fundar ninguna raza humano-selenita, aunque mandemos una cápsula o varias con buen surtido de señoritas, si para darse el primer beso hay que abrir la escafandra, cosa que puede ser mortal? No cabe ningún preludio amoroso. Porque el hombre estará “sobre” la Luna. Y lo único que “sobre” la Luna no puede hacerse es dar un paseo romántico “bajo” la Luna. Hoy por hoy parece que lo único que podrá hacerse en la Luna será regresar a los Estados Unidos.

    Sólo recuerdo un traje a ras de tierra con ese mismo coste del millón de pesetas. Me refiero a aquel traje de pieles de chinchilla y brillantes que lució Masiel en el Festival de Madrid. Pero esto lo hacía para que la vieran, y para que hablaran de ella duranta una semana los hombres, las mujeres, las revistas y los predicadores. Pero a los Armstrong, Collins y Aldrin, los futuros “colones” de Julio, no los va a ver nadie; ni van a tener público allá arriba, ni parece fácil que bajo sus escafandras puedan cantar el “La-la-la”. Las fotografías no pueden ser más deprimentes. La decepción de los cosmonautas se revela en las pequeñas venganzas que se toman. Están cada vez más seguros de que los terrícolas habitamos una humilde chabola en los suburbios de una mediocre galaxia. Entonces ellos telegrafían a Houston que la Luna es una birria y que la Tierra se ve desde allí como una bola verde y celeste, tan atractiva como una olla de buena cerámica vidriada. Y que además hace para la Luna oficio solar: la han visto “salir” y “ponerse” en el horizonte lunar con crepúsculo y todo. La Luna vive en su creencia tolemaica –la Tierra que gira en torno de ella–, hasta que aparezca un Galileo que le baje los humos.

    ¿Qué va a poderse hacer tras llegar a la Luna? ¿Acaso “patentar” los aparatos triunfadores? Es difícil “patentar” lo incierto, que además no parece rentable. Imitaríamos a aquel inventor solitario que organizó una maquinita con flejes, varillas y ruedecillas, que se empeñaba en patentar con una dubitación posibilista: o para coser botones o para rallar pan.

    En cualquier caso queda la bandera. El polvo y los baches de la Luna parecen poco cómodos para transitar por ellos, al menos mientras no les enviemos en un cohete al Ministro Silva. Pero parece tener suficiente densidad para clavar una bandera. Ya se disputa sobre si la de Estados Unidos o la de las Naciones Unidas: uniones rotuladas en teoría para encubrir prácticas desuniones. Por lo pronto, ya Norteamérica se ha adelantado a enviar en el módulo que se ha dejado caer sobre la Luna su bandera estrellada.

    El “Séneca”, que oía todos estos comentarios, murmuró suavemente:

    – ¡Ya la estamos pringando!




    José María Pemán

    De la Real Academia Española
    Peman, egregia figura de nuestras letras contemporáneas no era, en cambio, un científico. Su imagen de la "llegada" fue más bien, flojo, casi huevón, porque se precipitaba en sus juicios. Para empezar hubo más misiones, aterrizajes incluidos, y para colofón de la recogida de muestras, la más importante fue la que se trajeron los astronautas en sus trajes, esa especie de pegajoso y corrosivo polvo de talco -que no es talco-, llamado regolito, y que podría muy bien dar al traste con cualquier establecimiento lunar con el paso de los años.

    A la vuelta de los mismos, el problema "regolitano" sigue sin estar resuelto. Otras oportunidades han surgido y otras necesidades se han planteado. Del mismo modo, la Luna no parece tener hoy por hoy un especial interés "económico", motivación que suele aparecer detrás de toda gran empresa, y aún de gran empeño. Pero hay una razón más que nadie suele tener presente, pensada para los preguntones de porqué no se ha vuelto más, afirmación totalmente falsa como es fácilmente comprobable, nunca se les ha ocurrido. Yo la voy a exponer mediante una situación análoga. Mientras viví en Madrid, estaba apenas a siete u ocho minutos andando del Museo del Prado, del Jardín Botánico, y a unos doce o catorce del Parque del Retiro. A lo largo de aquellos años de mi vivencia madrileña fui tres veces al Museo, dos al Botánico e incontables al Retiro, ¿por qué? ¿Alguien lo puede barruntar siquiera? Pues lo dudo, porque sólo yo "supongo" la razón. Me gusta la pintura y al arte clásico, me encanta la Naturaleza y tan "naturales" son el Botánico como el Retiro, ¿por qué entonces casi siempre, en un 98% de las veces me inclinaba siempre por ese parque? La causa probable, pero no segura, es que en mi ruta hacia el Retiro estaba -y ahí sigue-, la Cuesta de Moyano con sus casetas de libros.
    Última edición por Valmadian; 22/07/2019 a las 13:03
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    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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    Re: Luna cincuenta años después

    No obstante, y dado que siempre que se escribe sobre ciertos temas da la impresión de que aparece invariablemente la sospecha de qué se perseguirá con ello, voy a exponer brevemente una idea, a ver si así se concretan un poco las cosas. En este país tan dado al maniqueismo más burdo por manifiesto y evidente, siempre le duelen los defectos ajenos, pero jamás los propios y así nos va naturalmente y como no puede ser de otro modo. De manera que hablemos de conspiraciones.

    Que hay una conspiración, es algo indudable, pero es la del NOM, una conspiración moral e ideológica que se está llevando a cabo mediante ingeniería social y económica, y eso no tiene nada que ver con la NASA y sus misiones espaciales, ni con el Apolo 11, ni con siquiera los partidarios del evolucionismo que están a otras cosas, como la de rellenar huecos de cientos de millones de años. No les preocupan a los que manejan los hilos del tajo que las gentes estén entretenidas en mil cuestiones menores o intrascendentes, mientras lo estén. Tampoco les importa un cochino bledo que haya un 6% de americanos conspiracionistas de todo lo conspirable y más, sobretodo si son conspiracionistas de un dólar en el bolsillo y no manejan magnitudes peligrosas, y trasládese esto mismo a los conspiracionistas de un euro, o a los de de China, Rusia, o en toda Hispanoamérica.

    Y en dicha conspiración real del NOM hay judíos, si muchos, y negros, y chinos, y de todas partes del mundo, incluida España, con sus clubs Bildelberg y similares, pero ello no quita para que, en efecto, no haya campos en los que al menos uno se pueda olvidar de la sombra de semejante amenaza. Es como cuando alguien se va a dar una vuelta, o pasar unos días, a algún paraje boscoso en el que da la sensación de que el Estado con su vigilancia, sus impuestos, sus sanciones, su poder coactivo, etc., no llega. Sólo es la sensación, es decir, es la sensación de la libertad. Pero es una imagen falsa que se demuestra en cuanto ese alguien sale del escenario de bosque encantado con sus hadas y enanitos imaginarios.

    Porque hasta con las exigencias manifestadas en los textos reproducidos más arriba de figuras del tradicionalismo hispano, resulta que la realidad nos devuelve a lo feo, vamos tan feo y horrible que se comprueba que hasta en la propia Iglesia muchos se han unido al NOM y, desde luego, sin la Cruz, cuándo ésta es el único símbolo de esa misma Iglesia Católica y Romana. Quedan exculpados los señores como el bueno de Santa Cruz porque no les ha tocado vivir ya en estos tiempos, aunque ya en los suyos se adivinaba algo siniestro en el horizonte.

    No ha habido ninguna conspiración en las misiones tripuladas a la Luna, eso es un invento de los conspiracionistas que, además, en su mayor parte no sabrían hacer una simple raíz cuadrada. No hay una conspiración satánica en los OVNIS, de los que sólo se sabe que apenas un cinco por ciento no cuentan con una explicación racional "natural", y que del mismo modo que los conspiracionistas sedevacantistas" siempre afirman que dichos "objetos" (está por demostrar que sean eso, objetos) están tripulados por demonios, algo que deberían demostrar de alguna forma que no sea la simple opinión de un "ilustrado paranoico", se les podría oponer ¿y por qué no tripulados por ángeles? ¿acaso ya en la Biblia, recurso habitual de los conspiracionistas, no se indica algo en tal sentido y, en cambio, no aparece nada en relación con seres diabólicos?

    El conspiracionismo va ligado a nuestro tiempo tan proclive a ver de todo en todas partes, quizás por aquello de que el hombre necesita de emociones fuertes y empresas en las que comprometerse en lugar de estar repantingado en su sofá mirando esa caja tonta, o aporreando un teclado de ordenador, tal como hago yo ahora mismo. Pues empresas de gran calado todavía quedan: ayudar al prójimo en sus necesidades, irse a lugares del Tercer Mundo durante las vacaciones para echar una mano en cavar un pozo, o levantar un granero. O tal vez, simplemente, ir a jugar con los "negritos, chinitos e inditos", y llevarles caramelos y juguetes. También se puede ser voluntario en la enseñanza, o en la salud. Y si se prefieren otras actividades, por ejemplo se puede ir a recoger porquerías que otros dejan en las playas, y no digamos ayudar a quitar esas islas de plásticos en los océanos. Pero, tal vez, la mayor aventura, llena de peligros y emociones, sea la de ir a evangelizar sobretodo en ciertos países. A ese tipo de personas no se les ocurre ningún tipo de conspiracionismo, seguro que es porque no tienen tiempo, ni ganas.
    Última edición por Valmadian; 22/07/2019 a las 13:40
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

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  9. #9
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    Re: Luna cincuenta años después

    Peman, egregia figura de nuestras letras contemporáneas no era, en cambio, un científico. Su imagen de la "llegada" fue más bien, flojo, casi huevón, porque se precipitaba en sus juicios. Para empezar hubo más misiones, aterrizajes incluidos, y para colofón de la recogida de muestras, la más importante fue la que se trajeron los astronautas en sus trajes, esa especie de pegajoso y corrosivo polvo de talco -que no es talco-, llamado regolito, y que podría muy bien dar al traste con cualquier establecimiento lunar con el paso de los años.
    Ciertamente, resultan muy deslucidos (incluso penosos) esos comentarios cargados de escepticismo intelectual sobre el viaje a la luna; no es discutible que, independientemente de los fines ocultos (propagandísticos, y dentro de la carrera de armamentos) fue un extraordinario logro humano, apuntado a Estados Unidos.

    La envidia sigue siendo el pecado que nos define (para nuestra desgracia) como nación. No hay espacio para la grandeza en ello.

    PD: Es increíble que la bandera española haya ondeado en la luna; no tenía ni la más remota idea de ello. Naturalmente, y al ser la que lleva el escudo del águila de San Juan, no interesa demasiado que se sepa. Pero también a España le cupo una parte (y a lo mejor no muy pequeña) del mérito de semejante proeza; ahí estuvieron los centros de observación de Fresnedilla, Robledo de Chavela...
    Última edición por DOBLE AGUILA; 22/07/2019 a las 14:00
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  10. #10
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    Re: Luna cincuenta años después

    Cita Iniciado por DOBLE AGUILA Ver mensaje
    Ciertamente, resultan muy deslucidos (incluso penosos) esos comentarios cargados de escepticismo intelectual sobre el viaje a la luna; no es discutible que, independientemente de los fines ocultos (propagandísticos, y dentro de la carrera de armamentos) fue un extraordinario logro humano, apuntado a Estados Unidos.

    La envidia sigue siendo el pecado que nos define (para nuestra desgracia) como nación. No hay espacio para la grandeza en ello.
    Así es, entre los españoles los pecados capitales son un deporte, y el de la envidia de los más practicados junto con la gula y la lujuria, y luego hablamos de la católica España.

    PD: Es increíble que la bandera española haya ondeado en la luna; no tenía ni la más remota idea de ello. Naturalmente, y al ser la que lleva el escudo del águila de San Juan, no interesa demasiado que se sepa.
    Bueno, más que "ondear", imposible en la Luna por ausencia de atmósfera, pero se entiende. Y tampoco es que se exhibiera, sino que el astronauta Mitchell enla misión del Apolo XIV la llevaba por su cariño a España.

    Pero también a España le cupo una parte (y a lo mejor no muy pequeña) del mérito de semejante proeza; ahí estuvieron los centros de observación de Fresnedilla, Robledo de Chavela...
    Y es que, en efecto, si algo tendríamos que reprochar es que en los Estados Unidos no se reconozca el papel fundamental de España en esta proeza. Fue en la estación de Fresnedillas de la Oliva donde se recibió la primera señal del alunizaje y, de hecho, fue desde Fresnedillas desde donde se comunicó a Houston que el módulo se había posado en el suelo lunar. Hoy en día, dicha estación se encuentra inactiva, pero no así la estación de seguimiento y control de Robledo de Chavela, que junto con Glandstone (California) y Canberra, forma parte del entramado con el que se dirigen y controlan todas las misiones que se envían al espacio exterior, sea Marte principalmente, algunas a la Luna y otras a los demás planetas. Ahí se trabaja las 24 horas del día, el personal es casi exclusivamente español, y durante un periodo de 8 horas diarias el control de todas las misiones está a cargo de españoles. En fin, que es una responsabilidad enorme que quizás debería ser más conocida y reconocida.

    A modo de anécdota, la antena principal del complejo tiene un diámetro de 70 metros, el mismo que el coso de Las Ventas, y sus desplazamientos se realizan sobre una base circular que la sostiene gracias a una película de un aceite extraordinario de apenas 2 o 3 centímetros de espesor.

    Visitar el complejo es perfectamente posible, pues no se trata de ningún Área 51 peliculera, de OVNIS, conspiraciones secretas, etc., no habiendo tíos vestidos de negro y con gafas oscuras, o nidos de ametralladoras y vallas electrificadas, que lo impidan. Hay un centro de visitantes, medio museo lunar, con una pequeña tienda de objetos, y una sala de proyecciones. Las antenas son perfectamente visibles y fotografiables desde la propia carretera que pasa junto al complejo, pues está encima de la misma. Más complicada es la visita a la propia estación en si, pero por razones lógicas pues es un centro de trabajo que requiere de mucha concentración en los sistemas informáticos, reuniones, etc., y no podría ser que cada curioso cotilla que pasase por allí quisiera entrar a su capricho. No obstante, es posible visitarlo previa petición escrita al director del complejo.

    https://blog.cielosboreales.com/visi...do-de-chavela/

    Una de las antenas está a disposición de cualquier centro de enseñanza, de secundaria a universitaria, que así lo solicite inscribiéndose previamente en el llamado "proyecto" o "programa" PARTNER. Por supuesto, su uso pedagógico se hace vía telemática desde los propios centros adscritos. Para las facultades de Físicas y escuelas de ingenierías, es una herramienta fundamental.

    http://partner.cab.inta-csic.es/inde...ction=Origenes

    https://partner.cab.inta-csic.es/ind...omo_Participar

    https://www.madrimasd.org/blogs/astr...0/05/08/131947

    https://canal.uned.es/video/5a6fa29ab1111fda6f8b4572
    Última edición por Valmadian; 22/07/2019 a las 15:04
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  11. #11
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    Re: Luna cincuenta años después

    Quedan exculpados los señores como el bueno de Santa Cruz porque no les ha tocado vivir ya en estos tiempos
    El publicista legitimista Manuel de Santa Cruz sigue, gracias a Dios, vivito y coleando, y Dios quiera que por muchos años más. Siendo ya nonagenario, todavía su pluma continúa en pleno vigor y actividad, principalmente en las páginas del bisemanario navarro Siempre P´alante (a lo mejor en el próximo número vuelve a dedicarle un artículo a este asunto de la Luna).

    Quisiera, de todas formas, aclarar que la reproducción de aquellos artículos de Manuel de Santa Cruz de hace 50 años no tienen nada que ver con una supuesta "envidia" hacia los logros técnicos de Gobiernos extranjeros, sino que tienen por finalidad situar esos éxitos en su verdadero y justo lugar desde un criterio puramente católico (que es el único criterio --para un defensor de la Religión e Iglesia verdaderas-- por los que se los puede juzgar).

    Dejo a continuación un texto del teólogo e historiador Romano Amerio, en donde se dilucida mejor la correcta interpretación o crítica católica del alunizaje.



    Fuente: Iota Unum, Romano Amerio, (trad. Carmelo López-Arias Montenegro), Criterio Libros, Madrid, 2003, páginas 335 – 336.


    212. LA LLEGADA DEL HOMBRE A LA LUNA. FALSEDAD DE SU INTERPRETACIÓN RELIGIOSA

    La exaltación de la técnica llegó a su ápice con la llegada a la Luna de los astronautas norteamericanos el 20 de Julio de 1969. Ciertamente el evento era memorable, pero no podía dignificarse como un hecho significativo de la Religión. Que fue una gesta totalmente profana se desprende inmediatamente de su confrontación con los grandes descubrimientos del pasado. Colón navegó al Nuevo Mundo con la Santa María, y las ciudades fundadas por los conquistadores se llamaron Asunción, Santa Cruz, San Pablo, San Salvador: la empresa era cristofórica. En 1969 las naves y los cohetes que surcaban el espacio estaban dedicadas a deidades gentiles (Apolo, Venus o Saturno), despegaban sin bendición previa, y dejaban sobre la Luna la bandera de los Estados Unidos y una placa con contenido profano [7].

    No obstante el carácter profano de la empresa, en el Mensaje con el que rindió honores a los astronautas Pablo VI cita el Salmo 18 «Caeli enarrant gloriam Dei» y atribuye a la gesta un sentido religioso, aduciendo que Dios «qui tantam praestitit hominibus virtutem». Pero ese Salmo dice que las cosas de la naturaleza cantan la gloria de Dios independientemente del hombre. Además, para ser religioso, el ejercicio de la potencia recibida de Dios debe ser conscientemente reconocido como venido de Dios, mientras que en este caso sólo se le reconoce al hombre.

    A pesar del carácter manifiestamente profano de la conquista de la Luna, el OR [L´Osservatore Romano] del 24 de Julio, en un artículo de un vicedirector, le atribuía forzadamente un significado religioso [8], proclamando que

    «la demostración de las capacidades científicas y técnicas del hombre ha sido también un gran acontecimiento religioso, por no decir cristiano».

    Después, dándose cuenta de que había traspasado los límites de lo verosímil, concluyó:

    «Aunque los primeros exploradores lunares no han clavado materialmente la Cruz en el suelo de la nueva conquista, espiritualmente sí lo han hecho».

    Distinción en este caso falaz, porque la religiosidad exige una expresión en signos sensibles (y la cruz es en el Cristianismo el protosigno), o de otro modo se convierte en meras palabras por medio de las cuales se puede sustituir cualquier cosa por cualquier cosa. Los mahometanos podrían con razón sostener que los astronautas plantaron la Media Luna.

    Aún más eufórico es el escrito del Padre Gino Concetti en OR del 25 de Julio, donde se lee:

    «Jamás como en esta empresa maravillosa ha resplandecido tanto en toda su grandeza la imagen divina esculpida por el Creador en la naturaleza humana».

    O estas afirmaciones son de un circiterismo poético lejano de la exactitud teológica, o constituyen una desviación del pensamiento católico. Según la Religión de Cristo, desde un punto de vista natural la excelencia de la imagen divina refulge en el hombre en la virtud moral; y desde un punto de vista sobrenatural, en la santidad. Solamente ésta es una cosa buena en sí misma y para el prójimo. El ápice de la perfección no está en la conquista del Universo, ni en la baconiana prolatio ad omne possibile, ni en ninguna cosa versátil al bien y al mal, como la técnica, sino solamente en el heroísmo moral en el cual la imagen divina (cuius ad instar está hecho el hombre) celebra las operaciones deiformes y triniformes. Esa evidencia de la imagen divina que el Padre Concetti reconoce en las grandezas de la técnica, la teología católica la ha reconocido solamente en la humanidad del hombre-Dios (en el cual la técnica no tuvo ninguna parte), y secundariamente en el heroísmo de la virtud. No es que las obras de la técnica no tengan valor y no deban celebrarse al igual que cualquier operación del hombre dirigida hacia su fin último, sino que no son valores que deban celebrarse como los más elevados.





    [7] «Aquí han puesto pie por primera vez hombres de la Tierra. Julio 1969, A.D. Hemos venido en paz en nombre de todos los hombres». El único rasgo de religión está en las siglas de la fecha.

    [8] También Guido Aceti, teólogo de la Universidad Católica de Milán, entrevistado en Europeo del 27 de Julio, replicaba a quien le oponía la religiosidad de Colón comparada con la actual que «la presencia del hombre en el Universo es presencia de Cristo».


    .
    Última edición por Martin Ant; 22/07/2019 a las 18:28
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  12. #12
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    Re: Luna cincuenta años después

    Cita Iniciado por Martin Ant Ver mensaje
    El publicista legitimista Manuel de Santa Cruz sigue, gracias a Dios, vivito y coleando, y Dios quiera que por muchos años más. Siendo ya nonagenario, todavía su pluma continúa en pleno vigor y actividad, principalmente en las páginas del bisemanario navarro Siempre P´alante (a lo mejor en el próximo número vuelve a dedicarle un artículo a este asunto de la Luna).
    Felizmente, pero la expresión tampoco hay tomarla al pie de la letra. Aquellos fueron sus años, tal como mi propia madre, nonagenaria también, me había venido manifestando a diario durante sus últimos años. Los míos no fueron los de mi más tierna infancia, en los que no me enteraba de nada, sino aquellos otros en los que ya quería cambiar el mundo. Y así, hasta que se llega a una edad en la que uno empieza a entender que "su" mundo, "su" época es ya tiempo pasado. No importa que uno se sienta bien, que la cabeza todavía funcione medianamente, lo que es esencial es entender y aceptar, que su tiempo ya no es el presente cuando éste ha salido corriendo hacia el futuro que ya pertenece a otros.

    Luego, no resulta necesaria la precisión de su condición bien conocida de "publicista legitimista", la cual nada tiene que ver con la Ciencia. Y ello, no obstante, no le impide dar su opinión personal o parecer particular, otra cosa es que de hacerlo esté en lo cierto. Y ello sin olvidar que uno puede ser muchas cosas, sin que por eso otros puedan serlo también y no necesariamente coincidir en los juicios morales particulares.

    Quisiera, de todas formas, aclarar que la reproducción de aquellos artículos de Manuel de Santa Cruz de hace 50 años no tienen nada que ver con una supuesta "envidia" hacia los logros técnicos de Gobiernos extranjeros, sino que tienen por finalidad situar esos éxitos en su verdadero y justo lugar desde un criterio puramente católico (que es el único criterio --para un defensor de la Religión e Iglesia verdaderas-- por los que se los puede juzgar).
    Lo reiterativo siempre es cansino, y por un extraño efecto acaba por no convencer. Ya con anterioridad quedó de manifiesto que los logros técnicos extranjeros también lo fueron nacionales por cuanto la participación española fue absolutamente decisiva. Es algo así como creer que la empresa de Colón sólo la hizo él sin el concurso de la oficialidad y, en especial, la marinería. A España le tocó ese papel, más aún similar del del guía que gritó "¡tierra a la vista!", tal como ya se ha comentado sobre lo acontecido en Fresnedillas (Madrid, España, Europa occidental)

    En cuanto a la envidia no he sido yo quien ha introducido el término, ni se lo he atribuido a Manuel de Santa Cruz, sino lo que he comentado es una manifiesta realidad, que uno de los principales defectos de españoles es la envidia, y nadie puede negar tal realidad.


    Dejo a continuación un texto del teólogo e historiador Romano Amerio, en donde se dilucida mejor la correcta interpretación o crítica católica del alunizaje.



    Fuente: Iota Unum, Romano Amerio, (trad. Carmelo López-Arias Montenegro), Criterio Libros, Madrid, 2003, páginas 335 – 336.


    212. LA LLEGADA DEL HOMBRE A LA LUNA. FALSEDAD DE SU INTERPRETACIÓN RELIGIOSA

    La exaltación de la técnica llegó a su ápice con la llegada a la Luna de los astronautas norteamericanos el 20 de Julio de 1969. Ciertamente el evento era memorable, pero no podía dignificarse como un hecho significativo de la Religión. Que fue una gesta totalmente profana se desprende inmediatamente de su confrontación con los grandes descubrimientos del pasado. Colón navegó al Nuevo Mundo con la Santa María, y las ciudades fundadas por los conquistadores se llamaron Asunción, Santa Cruz, San Pablo, San Salvador: la empresa era cristofórica. En 1969 las naves y los cohetes que surcaban el espacio estaban dedicadas a deidades gentiles (Apolo, Venus o Saturno), despegaban sin bendición previa, y dejaban sobre la Luna la bandera de los Estados Unidos y una placa con contenido profano [7].

    No obstante el carácter profano de la empresa, en el Mensaje con el que rindió honores a los astronautas Pablo VI cita el Salmo 18 «Caeli enarrant gloriam Dei» y atribuye a la gesta un sentido religioso, aduciendo que Dios «qui tantam praestitit hominibus virtutem». Pero ese Salmo dice que las cosas de la naturaleza cantan la gloria de Dios independientemente del hombre. Además, para ser religioso, el ejercicio de la potencia recibida de Dios debe ser conscientemente reconocido como venido de Dios, mientras que en este caso sólo se le reconoce al hombre.

    A pesar del carácter manifiestamente profano de la conquista de la Luna, el OR [L´Osservatore Romano] del 24 de Julio, en un artículo de un vicedirector, le atribuía forzadamente un significado religioso [8], proclamando que

    «la demostración de las capacidades científicas y técnicas del hombre ha sido también un gran acontecimiento religioso, por no decir cristiano».

    Después, dándose cuenta de que había traspasado los límites de lo verosímil, concluyó:

    «Aunque los primeros exploradores lunares no han clavado materialmente la Cruz en el suelo de la nueva conquista, espiritualmente sí lo han hecho».

    Distinción en este caso falaz, porque la religiosidad exige una expresión en signos sensibles (y la cruz es en el Cristianismo el protosigno), o de otro modo se convierte en meras palabras por medio de las cuales se puede sustituir cualquier cosa por cualquier cosa. Los mahometanos podrían con razón sostener que los astronautas plantaron la Media Luna.

    Aún más eufórico es el escrito del Padre Gino Concetti en OR del 25 de Julio, donde se lee:

    «Jamás como en esta empresa maravillosa ha resplandecido tanto en toda su grandeza la imagen divina esculpida por el Creador en la naturaleza humana».

    O estas afirmaciones son de un circiterismo poético lejano de la exactitud teológica, o constituyen una desviación del pensamiento católico. Según la Religión de Cristo, desde un punto de vista natural la excelencia de la imagen divina refulge en el hombre en la virtud moral; y desde un punto de vista sobrenatural, en la santidad. Solamente ésta es una cosa buena en sí misma y para el prójimo. El ápice de la perfección no está en la conquista del Universo, ni en la baconiana prolatio ad omne possibile, ni en ninguna cosa versátil al bien y al mal, como la técnica, sino solamente en el heroísmo moral en el cual la imagen divina (cuius ad instar está hecho el hombre) celebra las operaciones deiformes y triniformes. Esa evidencia de la imagen divina que el Padre Concetti reconoce en las grandezas de la técnica, la teología católica la ha reconocido solamente en la humanidad del hombre-Dios (en el cual la técnica no tuvo ninguna parte), y secundariamente en el heroísmo de la virtud. No es que las obras de la técnica no tengan valor y no deban celebrarse al igual que cualquier operación del hombre dirigida hacia su fin último, sino que no son valores que deban celebrarse como los más elevados.

    [7] «Aquí han puesto pie por primera vez hombres de la Tierra. Julio 1969, A.D. Hemos venido en paz en nombre de todos los hombres». El único rasgo de religión está en las siglas de la fecha.

    [8] También Guido Aceti, teólogo de la Universidad Católica de Milán, entrevistado en Europeo del 27 de Julio, replicaba a quien le oponía la religiosidad de Colón comparada con la actual que «la presencia del hombre en el Universo es presencia de Cristo».


    .
    Estoy de acuerdo en que la llegada del hombre a la Luna no tenía nada de religiosidad. Primero Nuestro Señor Jesucristo no nos dijo nada al respecto, por tanto en realidad que se tratase de una empresa puramente tecnológica tampoco nada hay que reprochar.

    Pero la realidad también nos muestra estos otros hechos: Colón fue a buscar una ruta hacia Oriente, donde se sabía que había otros hombres a los cuales se podría evangelizar. Pero ¿alguien tendría la amabilidad de pensar un poco y decir a quiénes se podría haber empezado a evangelizar en la Luna?. La pregunta es absurda, como absurdas las comparaciones e intenciones entre las dos empresas, la de Colón, con la del Apolo XI.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

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