Quedan exculpados los señores como el bueno de Santa Cruz porque no les ha tocado vivir ya en estos tiempos
El publicista legitimista Manuel de Santa Cruz sigue, gracias a Dios, vivito y coleando, y Dios quiera que por muchos años más. Siendo ya nonagenario, todavía su pluma continúa en pleno vigor y actividad, principalmente en las páginas del bisemanario navarro Siempre P´alante (a lo mejor en el próximo número vuelve a dedicarle un artículo a este asunto de la Luna).
Quisiera, de todas formas, aclarar que la reproducción de aquellos artículos de Manuel de Santa Cruz de hace 50 años no tienen nada que ver con una supuesta "envidia" hacia los logros técnicos de Gobiernos extranjeros, sino que tienen por finalidad situar esos éxitos en su verdadero y justo lugar desde un criterio puramente católico (que es el único criterio --para un defensor de la Religión e Iglesia verdaderas-- por los que se los puede juzgar).
Dejo a continuación un texto del teólogo e historiador Romano Amerio, en donde se dilucida mejor la correcta interpretación o crítica católica del alunizaje.
Fuente:
Iota Unum, Romano Amerio, (trad. Carmelo López-Arias Montenegro), Criterio Libros, Madrid, 2003, páginas 335 – 336.
212. LA LLEGADA DEL HOMBRE A LA LUNA. FALSEDAD DE SU INTERPRETACIÓN RELIGIOSA
La exaltación de la técnica llegó a su ápice con la llegada a la Luna de los astronautas norteamericanos el 20 de Julio de 1969. Ciertamente el evento era memorable, pero no podía dignificarse como un hecho significativo de la Religión. Que fue una gesta totalmente profana se desprende inmediatamente de su confrontación con los grandes descubrimientos del pasado.
Colón navegó al Nuevo Mundo con la
Santa María, y las ciudades fundadas por los conquistadores se llamaron Asunción, Santa Cruz, San Pablo, San Salvador: la empresa era
cristofórica. En 1969 las naves y los cohetes que surcaban el espacio estaban dedicadas a deidades gentiles (Apolo, Venus o Saturno), despegaban sin bendición previa, y dejaban sobre la Luna la bandera de los Estados Unidos y una placa con contenido profano
[7].
No obstante el carácter profano de la empresa, en el Mensaje con el que rindió honores a los astronautas Pablo VI cita el Salmo 18 «Caeli enarrant gloriam Dei» y atribuye a la gesta un sentido religioso, aduciendo que Dios «qui tantam praestitit hominibus virtutem». Pero ese Salmo dice que las cosas de la naturaleza cantan la gloria de Dios
independientemente del hombre. Además, para ser religioso, el ejercicio de la potencia recibida de Dios debe ser conscientemente reconocido como venido de Dios, mientras que en este caso sólo se le reconoce al hombre.
A pesar del carácter manifiestamente profano de la conquista de la Luna, el OR [
L´Osservatore Romano] del 24 de Julio, en un artículo de un vicedirector, le atribuía forzadamente un significado religioso
[8], proclamando que
«la demostración de las capacidades científicas y técnicas del hombre ha sido también un gran acontecimiento religioso, por no decir cristiano».
Después, dándose cuenta de que había traspasado los límites de lo verosímil, concluyó:
«Aunque los primeros exploradores lunares no han clavado materialmente la Cruz en el suelo de la nueva conquista, espiritualmente sí lo han hecho».
Distinción en este caso falaz, porque la religiosidad exige una expresión en signos sensibles (y la cruz es en el Cristianismo el protosigno), o de otro modo se convierte en meras palabras por medio de las cuales se puede sustituir cualquier cosa por cualquier cosa. Los mahometanos podrían con razón sostener que los astronautas plantaron la Media Luna.
Aún más eufórico es el escrito del Padre Gino Concetti en OR del 25 de Julio, donde se lee:
«Jamás como en esta empresa maravillosa ha resplandecido tanto en toda su grandeza la imagen divina esculpida por el Creador en la naturaleza humana».
O estas afirmaciones son de un circiterismo poético lejano de la exactitud teológica, o constituyen una desviación del pensamiento católico. Según la Religión de Cristo, desde un punto de vista natural la excelencia de la imagen divina refulge en el hombre en la virtud moral; y desde un punto de vista sobrenatural, en la santidad. Solamente ésta es una cosa buena en sí misma y para el prójimo. El ápice de la perfección no está en la conquista del Universo, ni en la baconiana
prolatio ad omne possibile, ni en ninguna cosa versátil al bien y al mal, como la técnica, sino solamente en el heroísmo moral en el cual la imagen divina (
cuius ad instar está hecho el hombre) celebra las operaciones deiformes y triniformes. Esa evidencia de la imagen divina que el Padre Concetti reconoce en las grandezas de la técnica, la teología católica la ha reconocido solamente en la humanidad del hombre-Dios (en el cual la técnica no tuvo ninguna parte), y secundariamente en el heroísmo de la virtud. No es que las obras de la técnica no tengan valor y no deban celebrarse al igual que cualquier operación del hombre dirigida hacia su fin último, sino que no son valores que deban celebrarse como los más elevados.
[7] «Aquí han puesto pie por primera vez hombres de la Tierra. Julio 1969, A.D. Hemos venido en paz en nombre de todos los hombres». El único rasgo de religión está en las siglas de la fecha.
[8] También Guido Aceti, teólogo de la Universidad Católica de Milán, entrevistado en
Europeo del 27 de Julio, replicaba a quien le oponía
la religiosidad de Colón comparada con la actual que «la presencia del hombre en el Universo es presencia de Cristo».
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