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Tema: ¿Sínodo o tifón?

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  1. #1
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Bergoglio el Pluralista




    Parece que el Papa Francisco no esperaba que hubiera resistencia católica en el Sínodo, o no esperaba que fuera tan dura. Había preparado, claro, algunas armas. Por ejemplo, ordenó que fuese un sínodo de puertas cerradas y que las únicas noticias que se tuvieran de él fueran las que emitía la Sala de Prensa una vez al día a través de un escueto boletín. De esa manera, se diluiría la opinión de la gran mayoría católica y se destacarían las progresistas.
    Pero no fue suficiente. Ayer se conoció que los Padres Sinodales eligieron como miembros de la comisión redactora del documento final a un grupo de cardenal y obispos pertenecientes al ala católica, algo que cayó como un balde de agua fría en Santa Marta.
    El primer elegido fue el cardenal Burke, adalid de la posición conservadora. Es notable esta elección porque constituye un claro desafío a Bergoglio. Luego, el cardenal Sarah, de Guinea Ecuatorial y miembro de la Curia Romana; el arzobispo Léonard, primado de Bélgica; el cardenal Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y a quien Bergoglio le nombró el secretario que le boicoteó el cargo, y el cardenal Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara. Todos ellos son conocidos por sus posiciones conservadoras y ratzingerianas, claramente opuestos a los disparates francinquistas.
    Bergoglio no se quedó atrás. ¿Qué hizo? Lo mismo que hicieron los Kirchner cuando perdieron el control del Consejo de la Magistratura, órgano indispensable para nombrar jueces adictos: cambiar su composición. Ayer nos enteramos que el Papa Francisco nombró motu proprio como miembros de esa Comisión a personajes fuertemente progresistas: el cardenal Ravasi, el cardenal Wuerl, arzobispo de Washington, Mons. “Trucho” Fernández, Rector de la UCA, Mons. Carlos Aguiar, presidente del CELAM, Mons. Peter Kang u-il, arzobispo de Seul y al P. Adolfo Nicolás, superior general de la Compañía de Jesús.
    ¡Jorge Mario, no tenés vergüenza!

    The Wanderer: Bergoglio el Pluralista

  2. #2
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    LOT HUYE DEL SÍNODO

    Ya resulta abrumador seguir la crónica diaria de la apostasía oficializada por Roma en esta pantomima de sínodo, glosada en hábil juego pendular, en sus homilías diarias, por ese abusador de las alusiones indirectas que dio en cognominarse Francisco. Así éste, refiriéndose a los «doctores de la ley [que] no entendían los signos del tiempo [...] porque estaban encerrados en su sistema [y] habían ordenado la ley muy bien, una obra de arte», añadió que los hábitos de Jesús no les gustaban porque «estaba en peligro la doctrina, esa doctrina de la ley, que ellos, los teólogos, habían hecho a lo largo de los siglos [...] Sencillamente habían olvidado la historia. Se habían olvidado que Dios es el Dios de la ley, pero que también es el Dios de las sorpresas».

    Este historicismo asociado al factor sorpresa había sido señalado por Tucho, el doctor gnóstico, cuando metió la zarpa en la Evangelii Gaudium para roznar que «el tiempo es superior al espacio», lo que en puridad debe leerse como «superior a la eternidad» o quizás: «la tiranía de los accidentes recusa la inmutabilidad de las esencias». Toda esta enseñanza implícita en una pasajera homilía matinal, lesiva a una con la ética (ley natural y ley divina), la lógica (principio de identidad y no contradicción) y la metafísica (esencia de los seres), resulta oportunamente arrojada a la molida conciencia de los fieles el mismo día en que se emite el documento de "mitad-del-sínodo", la temibleRelatio post disceptationem, en que se lee, entre otras enormidades, que
    50. Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos.

    51. La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío educativo.

    52. Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas,
    para no detenernos en el encomio de la Lumen Gentium que, con su tesis de que fuera de la Iglesia «se encuentran diversos elementos de santificación y de verdad», permitiría, en virtud del blasonado principio de gradualidad (n. 17), encontrar alguna vía de santificación en familias no consagradas, incluyendo las hoy conocidas como "familias ensambladas". Ni en el concomitante clamor por «hacer más accesibles y ágiles los procedimientos para el reconocimiento de casos de nulidad» (n. 43), o la posibilidad de acceso de los divorciados re-casados a la Eucaristía precedido, eso sí, «de un camino penitencial –bajo la responsabilidad del obispo diocesano- [como] posibilidad no generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso por caso» (n. 47).


    Los padres sinodales encargados de la redacción de este documento han logrado el raro prodigio de amancebar unos cuantos errores en unas pocas líneas: desde el nicolaísmo en su versión más vergonzante (aquella que algunos han dado en llamar la "homo-herejía", o la homosexualidad erigida en sistema) a la más patente "moral de situación" condenada por Pío XII en la Humani generis. Bergoglio se encarga de divulgar sus hallazgos de ellos desde el ambón. Tresdoblada abominación que los tiene por actores, increíblemente ciegos al alud de advertencias que tanto las profecías canónicas como las privadas (oficialmente reconocidas) profieren acerca de la Gran Apostasía y el Ánomos; insensibles, a causa de su soberbia, al indeclinable arracimarse de los signos.

    Los medios de masas ya cantan victoria sobre los despojos de la Iglesia. La Sinagoga de Satanás cumple un nuevo hito (¿el penúltimo? ¿cuál no será el documento conclusivo?) en su sigilosa obra de sustitución.

    In exspectatione: LOT HUYE DEL SÍNODO
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  3. #3
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Octubre Rojo


    Muchos buenos amigos están preocupados. “Estás publicando un post por día”, me dicen. “Y siempre sobre Francisco”. Algunos creen que se me ha despertado el Trastorno Obsesivo Compulsivo. Otros, en cambio, aseguran que estoy atravesando la etapa maníaca del Trastorno Bipolar y ya me están acercando algunas dosis de litio para estabilizarme. No los convenzo cuando le digo que a muchos blogger les paso algo parecido. Es cuestión de que miren la columna de la derecha: Rorate Coeli, Mundabor, Secretum meum, Missa in Latino, por ejemplo, suelen publicar más de una entrada por día. ¿Será una epidemia?
    No. Se trata, al menos en mi caso, del modo que tengo de reaccionar frente a la gravedad de los hechos que estamos viviendo. Debo escribir y alertar. Algo de eso quise decir cuando en diciembre del año pasado publicaba la historia de don Gabino sobre los que hacían señas levantando una bandera en la cima del monte caliginoso.
    Hoy, 13 de octubre, hemos leído con estupor el documento inicial del sínodo que establece, en bruto, la base sobre la que la comisión que dábamos cuenta ayer, redactará el informe final. Se trata de un texto es que mucho peor de lo que podía esperarse. El Presidente de la Conferencia Episcopal Polaca, Mons. Gadecki, acaba de declarar que es “inaceptable”. Me da la impresión que este octubre que estamos viviendo será similar al octubre de 1917, a partir del cual ya nada fue igual para el mundo. Fue un octubre rojo.
    Muchos pensarán que exagero. El documento bloquea directamente el parecer de los cardenales y obispos que se oponían a la opinión sostenida por Francisco e impone una dirección de “apertura” que se aleja claramente de la postura católica. Asegura que “el camino colegial de los obispos y la participación del pueblo de Dios en su totalidad, bajo la acción del Espíritu Santo, nos guían por los caminos de la verdad y de la misericordia para todos”. Es decir, nos proponen una teología moral plebiscitaria.
    Debido a que la Iglesia “no puede detenerse en un anuncio meramente teórico desentendido de los problemas reales de las personas” (n. 28), debe adoptar una “nueva sensibilidad” que “consiste en acoger la realidad positiva de los matrimonios civiles y a los que conviven sin casarse” (n. 36). Estas situaciones deben ser “afrontadas de manera constructiva, buscando de transformar en oportunidades de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia” (n. 39). En nombre de la gradualidad que nos explicaba Mons. Trucho Fernández, vía libre a los noviecitos que conviven antes de casarse ya que se están acercando “gradualmente” a la plenitud del matrimonio… No es cuestión tampoco que lleguen de golpe a él y les dé un soponcio.
    En cuanto a la admisión de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía para los divorciados vueltos a casar, se plantean que algunos obispos han defendido la posición tradicional pero “otros se han expresado por una mayor apertura… para aquellas situaciones que no pueden ser resueltas sin determinar nuevas situaciones de injusticia y sufrimiento”. Y, contra lo que había aconsejado en numerosas ocasiones del Papa Benedicto XVI –que las personas en esta situación se limitaran a la “comunión espiritual”- los Padres Sinodales se preguntan: “si es posible la comunión espiritual, ¿por qué no acceder a la comunión sacramental?” (n. 48). La respuesta a mí me la explicó el hermano marista que me daba catequesis en cuarto grado.
    Y ahora viene la sorpresa que no esperábamos. El documento afirma que “las personas homosexuales tienen dotes y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”. Por favor, lean nuevamente el texto(y lean este comentario). Es un disparate que echa por tierra, en dos palabras, la doctrina secular de la Iglesia sobre la naturaleza humana y la homosexualidad. Como comentaba un lector, “los homosexuales”, como categoría análoga a “los ciegos” o “los esquimales”, o a cualquier otra categoría debida a la naturaleza o la cultura que legítimamente determina a la persona, simplemente no existe. Como no existen como categoría legítima “los alcohólicos” o “los drogadictos” o “los jugadores compulsivos”. Existen personas que experimentan tendencias homosexuales, y de ellas algunas que las siguen. Además, las “dotes y cualidades” de esas personas se deben a su carácter de seres humanos, no a sus tendencias homosexuales, ni mucho menos a las conductas aberrantes que pueden practicar si siguen esas tendencias.
    Y, a continuación, los Padres se preguntan si nuestras comunidades “son capaces de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad” (n. 50). Y, si bien aseguran que las uniones que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer, consideran que “hay casos en los que el sostenimiento mutuo hasta el sacrificio constituye un apoyo preciosos para la vida de los convivientes” (n. 52). Hemos pasado de considerar, con toda la tradición de la Iglesia, que el acto homosexual es un pecado nefando que clama al cielo, a verlo como un “apoyo precioso” si quienes lo practican viven en pareja. ¿Alguien podía imaginar cinco años atrás que llegaríamos a esto?
    Por lo que yo puedo ver, aquí la cuestión de fondo es otra, y mucho más grave y satánica que lo que estamos viendo. Hace tiempo que le vengo dando vuelta, Socci la expone claramente en su libro y ayer coincidía con un amigo que es mucho más sabio que yo. Por eso, y más allá de lo exagerada que pueda parecer, la comento a los lectores del blog:
    La cuestión de permitir que los que viven en adulterio puedan recibir la Eucaristía, o que se “valoren” como integrantes valiosos de nuestras comunidades a los que fornican según o contra natura habitualmente y sin arrepentirse, es secundaria. Lo que se está buscando es que ya no sea necesario estar en gracia de Dios para recibir los sacramentos y que no sea necesaria la gracia para ser un buen cristiano y avanzar por el camino de la salvación. Esto lo ha dicho, casi palabra por palabra, el Papa Francisco en el Ángelus de ayer: “La bondad de Dios no tiene fronteras y no discrimina a nadie: por ello el banquete de los dones del Señor es universal. ¡Es universal para todos! (…) nadie tiene el derecho de sentirse privilegiado o de reivindicar la exclusividad. (…) Esto no se debe hacer: nosotros debemos abrirnos a las periferias, reconociendo que también quien está en los márgenes, (…). Sólo hay una condición: ponerse el traje de fiesta. Es decir testimoniar la caridad concreta a Dios y al prójimo”.

    Puesto en palabras simples: el “banquete de la Eucaristía” debe ser universal, es decir, para todos y todas, y no solamente para los privilegiados que están en gracias de Dios, porque la condición ya no es estar en gracia sino testimoniar la caridad.
    Francisco y sus secuaces quieren acabar con el concepto de “estado de gracia” como opuesto al “estado de pecado”, distinción que ven como discriminadora y elitista. Pero si la gracia no existe, tampoco existe el pecado. Es así de simple. No hay un tertium quid. O se está en gracias, o se está pecado.
    Suena exagerado, pero estoy convencido que la cuestión va por este lado: la intención pontificia es abolir la noción de pecado, lo cual ya hizo Freud en sede psicológica hace más de un siglo. Para Bergoglio, la distinción entre santos y pecadores, es discriminadora y atenta contra la audacia de la misericordia. No hay exclusividades; no hay privilegiados; el banquete del Reino es universal: para todos los hombres.
    El problema está en que si no existe el pecado, fue vana la Redención, y si la Redención fue vana, no existió un Redentor, y si no existió un Redentor, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad no se encarnó en las entrañas virginales de María. En definitiva, si no existe el pecado, Jesús no es Dios, y se acabó el cristianismo.

    Me dirán que estoy afiebrado y deliro. También yo pensé lo mismo hace un tiempo. Ahora ya no lo pienso más.

    Motus in fine velocior; el movimiento es más veloz cuando se acerca al fin.

    The Wanderer
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  4. #4
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    ¿Por qué discriminar a los polígamos?




    ¿Por qué no la dar la Comunión los polígamos, si se la daremos a los divorciados unidos ​​con matrimonio civil? *
    Si alguien en Alemania, que está divorciado y vuelto a casar civilmente, puede comulgar sin esperarse a que cambie su estilo de vida, ¿por qué no puede alguien, en África, que está "casado" con dos mujeres, hacer lo mismo?
    Esa es la pregunta que el Cardenal Wilfrid Napier, arzobispo de Durban, Sudáfrica, formuló en una reciente entrevista con el Catholic News Service. Napier agregó que una alternativa mejor a la recomendación hecha por el cardenal alemán Walter Kasper es que a la Iglesia recomiende la práctica cristiana tradicional de la fortaleza ante el sufrimiento: cargar con la cruz.
    El cardenal Napier, quien anteriormente se unió a los obispos que niegan cualquier posibilidad de cambio en la doctrina católica, dijo que la lógica debería aplicarse a la poligamia, una práctica que es común en toda África.
    En declaraciones a un entrevistador del Catholic News Service, de los obispos de Estados Unidos, dijo el Cardenal Napier: "¿Qué le sucede a un hombre que está casado con una católica y luego toma otra esposa, en una unión polígama, y quiere, en tal situación, recibir la Comunión?".
    Si se va a ofrecer la Comunión a los divorciados que se han vuelto a casar civilmente "¿sobre qué base se va a rechazar [al polígamo]?" El cardenal describió a los que han vuelto a casarse fuera de la Iglesia como "comprometidos en una poligamia sucesiva", y preguntó: si estas personas pueden recibir la comunión, sin cambiar su estilo de vida, "¿por qué no puede un polígamo simultáneo tener los mismos derechos?"
    "Después de todo, en su cultura, es [algo] bastante aceptable. Para él, es natural, y la teoría del derecho natural [dice] que si algo es natural, debe haber algo de bondad en ello”. "Por tanto, no hay conflicto de conciencia en aceptar a Cristo y vivir en la poligamia, al mismo tiempo. ¿Cómo vamos a lidiar con esto? Creo que eso es lo que quise significar cuando [dije] que vamos a tener que tomar algunas decisiones difíciles, creo".
    "¿Acaso decimos que usted no tiene que llevar la cruz, porque el mundo dice, ´No, no, la opción ligera es siempre la más fácil'?", dijo el Cardenal Napier.
    "Y en última instancia, ¿es la opción más fácil? ¿Cómo se llega a que sus hijos se casen, entonces, si [los padres] no se casan ... [¿Cómo] se logra que sus hijos hagan un compromiso de por vida si usted no ha podido hacerlo?"



    * Tomado y traducido de LIFE SITE NEWS. Catholic Church, Vatican Synod on the Family - 2014 Fri. Oct. 10, 2014 - 10:51 am.

    InfoCaótica
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  5. #5
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Serenidad

    Al parecer ya no vamos a morir todos de ébola, gracias a una vacuna milagrosa que no será gratis, y tampoco van a organizar los politicastros catalanes un referéndum separatista. Que el político honrado es un personaje de ficción ya lo sabíamos todos mucho antes de lo de Pujol y las tarjetas negras, y a lo mejor ni siquiera ganan las próximas elecciones los bolcheviques de “Podemos”.

    Por cierto que no se me ocurre un nombre más apropiado que ese de “Podemos” para un grupo de bolcheviques posmoderno como el que lidera con mano de hierro el tal Pablo Iglesias. Un nombre tan presuntuoso y vacuamente arrogante, que parece el alarido del demonio ante las palabras de Cristo: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.”

    Así que procuremos serenar nuestro ánimo y hablar de lo que verdaderamente importa.
    Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta.”
    Andan los obispos de la Santa Madre Iglesia reunidos en Roma con el Papa para hablar de las familias. Y dicen cosas que ponen los pelos de punta.
    Sucesores de San Pedro ha habido en la historia que han dado ejemplo de santidad y fidelidad a Nuestro Señor Jesucristo y al Evangelio, siendo una bendición para el Pueblo de Dios.
    Otros en cambio fueron escandalosamente pecadores y llevaron la barca de Pedro al límite del naufragio.
    Eleva tu pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe. A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante.”
    Parecen muy preocupados los pastores de la Iglesia con la situación de las familias, que es tanto como decir de la humanidad, pues esta no es otra cosa que el conjunto de aquellas.
    Y viendo como ya es imposible negar que la humanidad sufre de un modo indecible una destrucción que ha comenzado por sus propias raíces, reflexionan sobre la actitud a adoptar. Y parece ser que todas sus reflexiones, de un modo u otro, consisten en hallar el modo de adaptarse a la nueva situación, en vez de combatirla.
    En nombre de la caridad y la misericordia, se nos propone acoger a los pecadores sin tratar de arrancarlos del pecado, no sea que eso les cause dolor.
    Pero la verdadera caridad, el amor al prójimo, para cualquiera que haya leído los Evangelios, consiste sin duda en hacer todo lo humanamente posible para liberar al pecador de la esclavitud del pecado, con la ayuda de Dios. Aunque que sea doloroso.
    ¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico en promesas, Dios no se muda.”
    Que los discípulos de Cristo no podemos adaptarnos al mundo es algo que debería ser evidente. “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo.” Son palabras de Nuestro Señor Jesucristo.
    Y también fue Jesucristo el que dijo: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.”
    No exagero ni un ápice si digo que la situación es catastrófica.
    Los hombres modernos se encuentran absolutamente desamparados tras la destrucción sistemática de los principios sobre los que se asentaba la institución familiar. Sin familia el hombre se encuentra desesperadamente solo frente al mundo.
    Se trata por tanto de llamar a las cosas por su nombre, denunciar públicamente las causas de tanto sufrimiento y luchar con todas nuestras fuerzas por que la humanidad recupere la cordura.
    La familia proporciona al hombre el único entorno humano realmente estable donde desarrollarse como hombre. Los vínculos familiares son indestructibles, mis padres siempre serán mis padres pase lo que pase y mi hermano será siempre mi hermano.
    Pero esos vínculos indestructibles tienen su origen en la fundación de cada familia, que se inicia con el matrimonio de los padres. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”
    Si ese vínculo no es indestructible la familia se desmoronará antes o después.
    Con el mismo ímpetu con el que denunciamos que el aborto es un crimen abominable en toda circunstancia, o de hecho con mucho más ímpetu y muchas menos concesiones que hasta la fecha, debemos denunciar y luchar contra el divorcio.
    Si el matrimonio no es indisoluble, sencillamente no es matrimonio, y sin matrimonio no hay familia.
    Que la generalización de los divorcios y uniones adúlteras entre divorciados es causa de terribles sufrimientos no es ninguna sorpresa para un católico. O no debiera serlo. “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.”
    Ámala cual merece bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza.”
    No tengamos miedo a llamar a las cosas por su nombre. Defender la Verdad no es tratar de imponer nuestro criterio, es ofrecer a todos el tesoro que nos entregó Cristo y que gracias a la salvaguarda y transmisión de la Tradición que sólo las familias cristianas pueden hacer, se ha conservado hasta nuestros días.
    Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios tu tesoro nada te falta.”
    También parece preocupar al Sínodo el sufrimiento de los que se entregan a la sodomía y otras prácticas aberrantes, y de nuevo parecen plegarse los obispos a los planteamientos mundanos, buscando algo de bueno entre la podredumbre del pecado.
    Sin duda debemos ofrecer a estos pecadores todo nuestro amor, y precisamente por ello nos es imposible aceptar sus pecados contra la familia y contra su propio cuerpo, templo del Espíritu Santo.
    De nuevo es preciso llamar a cada cosa por su nombre, señalando cual es el significado de cada palabra, que es el que es y no el que cada cual quiera que sea.
    Que el amor no entiende de diferencias entre seres humanos, ni por sexo ni por ninguna otra cosa, no es algo tenga que venir nadie a enseñarnos, porque ya nos lo enseño Nuestro Señor Jesucristo extensamente.
    Pero de lo que hablan los enemigos de la familia y del hombre no es de amor, es de concupiscencia, egoísmo, prácticas aberrantes y placeres deshonestos.
    Que muchos no son capaces de vencer las tentaciones del demonio ya lo sabemos y sabemos la causa. Sin Fe, sin oración y sin confianza en Dios es imposible vencer al pecado.
    Id, pues, bienes del mundo; id dichas vanas; aunque todo lo pierda, sólo Dios basta.”
    Así que empecemos de una vez a mostrar al mundo donde está la causa de la destrucción y el sufrimiento humano y no caigamos en la tentación de escoger el camino fácil de la transigencia y la mansedumbre desprovista de firmeza moral. Cristo es el único Camino, y se recorre con una Cruz a cuestas.
    Nuestro Señor no nos ordenó ser estúpidos como borregos, lo que nos dijo fue que nos enviaba “como ovejas en medio de lobos: sed pues astutos como serpientes y sencillos como palomas.”
    Seamos astutos y sencillos.
    Si un matrimonio no es indisoluble no es un matrimonio, de modo que una unión civil en un juzgado, ayuntamiento o registro civil no es un matrimonio y un católico no debe rebajarse a participar en él. Mucho menos si se trata de la unión de divorciados.
    Y si la unión civil con posibilidad de divorcio de un hombre y una mujer no es un matrimonio, qué decir de la de dos hombres, dos mujeres o lo siguiente que se les ocurra para atacar y ridiculizar la sagrada institución del matrimonio.
    Si de verdad amamos a todos los hombres defendamos la Verdad y luchemos por ofrecer a la humanidad doliente lo que verdaderamente necesita.
    No se puede ser católico y admitir leyes que promuevan el aborto, el divorcio, o la homosexualidad. Y el que comete cualquiera de estos pecados y se acerca a recibir a Jesús Sacramentado, por su sacrilegio condena eternamente su alma.
    Esa es la defensa de la familia que nos exige nuestra Fe, que es la única verdadera.

    La Comedia Humana
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  6. #6
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Sínodoma y Gomorra

    Por las ventanas abiertas del aula sinodal se ha colado la fantasmal corriente aggiornante del espectro conciliar V2º. El tal viento ha perturbado tanto, que algunos se ven a ellos mismos protagonizando un remake del concilio y otros más deliran y ven a Ottaviani cuando miran a Müller.

    Que recuerden con temor y temblor al venerable Ottaviani da idea de la edad de los afectados, del look vaticanosecundista que endosan y de la resaca crónica que la borrachera conciliar les ha dejado. Pero ellos, los sinodales resfriados que estornudan y moquean polvos y lodos de los '60, no quieren que les vean viejos reumáticos con artrosis post-conciliar, sino interlocutores en onda con el mundo moderno. El mundo es su fascinación. Practican una contra-ascética pervirtiendo el clásico de contemptu mundi y volviéndolo un abrazo estrecho (caricias, roces y tocamientos) con el mundo, su mundo, este mundo.

    Por eso contemporizan globalmente y asimilan todo-todito-todo, las fornicaciones, los concubinatos, las aberraciones nefandas...Todo. En un incongruente discurso, culmen de la hipocresía de todos los tiempos, dicen que guardan la doctrina y practican la misericordia, como si dijeran que salvan al becerro y hacen barbacoa con su carne, todo a la vez.

    El resumen de lo expuesto y discutido horripila el vello de la piel católica (de quien la conserve). Lo que ya se veía venir es lo que ha llegado, lo que Kasper adelantó. Una primavera, dicen. Una terrible tormenta de primavera, digo, con rayos, truenos y granizo.

    De la ya escandalosamente famosa Relatio post disceptationem, este sería el equívoco enunciado matriz:

    11. (...) Es necesario aceptar a las personas con su existencia concreta, saber sostener la búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia, incluso de quien ha experimentado el fracaso o se encuentra en las situaciones más desesperadas. Esto exige que la doctrina de la fe, que siempre se debe hacer conocer en sus contenidos fundamentales, vaya propuesta junto a la misericordia.

    Esta la artimañosa tesis hermenéutico-argumental:


    17. En consideración del principio de gradualidad en el plan salvífico divino, nos preguntamos ¿Qué posibilidades tienen los cónyuges que viven el fracaso de su matrimonio? o ¿Cómo es posible ofrecerles a ellos la ayuda de Cristo por medio del ministerio de la Iglesia? A este propósito, una significativa clave hermenéutica proviene de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el cual, mientras afirma que "la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica", también reconoce que "fuera de su organismo se encuentran diversos elementos de santificación y de verdad, que, perteneciendo propiamente por don de Dios a la Iglesia de Cristo, impulsan hacia la unidad católica" (Lumen Gentium, 8).

    18. Bajo esta luz, son sobre todo reafirmados los valores y la consistencia propia del matrimonio natural. Algunos se preguntan si es posible que la plenitud sacramental del matrimonio no excluya la posibilidad de reconocer elementos positivos también en las formas imperfectas que se encuentran fuera de tal realidad nupcial, a ella de todos modos ordenada. La doctrina de los grados de comunión, formulada por el Concilio Vaticano II, confirma la visión de un modo articulado de participar en el Mysterium Ecclesiae por parte de los bautizados.

    19. En la misma perspectiva, que podríamos llamar inclusiva, el Concilio también abre el horizonte en el cual se aprecian los elementos positivos presentes en las otras religiones (cf. Nostra Aetate, 2) y culturas, no obstante sus límites y sus insuficiencias (cf. Redemptoris Missio, 55). De la mirada dirigida a la sabiduría humana presente en ella, de hecho, la Iglesia comprende como la familia viene considerada universalmente una forma necesaria y fecunda de convivencia humana. En este sentido, el orden de la creación, en el cual planta sus raíces la visión cristiana de la familia, se despliega a nivel histórico, en las diversas expresiones culturales y geográficas.

    20. Se hace por lo tanto necesario un discernimiento espiritual, acerca de las convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a casar, compete a la Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas más allá de sus confines visibles y sacramentales. Siguiendo la amplia mirada de Cristo, cuya luz ilumina a todo hombre (cf. Gv 1,9; cf. Gaudium et Spes, 22), la Iglesia se dirige con respeto a aquellos que participan en su vida de modo incompleto e imperfecto, apreciando más los valores positivos que custodian, en vez de los límites y las faltas

    Este el golpe aberrante:


    50. Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?

    51. La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío educativo (...)

    52. Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas. Además, la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños

    Si ironizamos diciendo que es el Sínodoma y Gomorra, es porque huele, suena y parece eso. Si no todo, sí bastante.

    Aun así, no desesperemos. Como sólo se trata de un borrador (manipulado) y sólo un ensayo (bajo el espectro embriagador del sublimado V2º combinado con fashion-mundum-fascination), todavía nos queda el recurso de la oración para que la tentativa falle y vaya al cesto de la basura (pues hogueras ya no hay).

    Oremus, ergo, pro conversione Sínodomae et Gomorrae, fratres.


    +T.

    EX ORBE
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  7. #7
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    ¿San Pedro Damián o Francisco?


    La reacción que tuve en este blog ayer luego de conocer la Relatio post Disceptationem, o borrador sobre el cual se preparará el documento final de sínodo, no fue afiebrada. O bien, la fiebre la tuvimos muchos. El blog Mundabor afirma que Francisco está bailando el tango con Satanás; Magister informa que, según el mismísimo L`Osservatore Romano, se inició una batalla campal en el aula sinodal cuando el cardenal Erdö leyó el documento; el cardenal Müller dijo hoy que la Iglesia no puede reconocer las uniones homosexuales, y podríamos seguir. Lo curioso es que la Relatio tomó por sorpresa también a los representantes del mundo. La Nación habla de un desafío a la enseñanza tradicional de la Iglesia, Clarín de una apertura sin precedentes y afirmaciones por estilo pueden leerse en diarios del exterior.
    Habrá que esperar a ver qué dice el documento final, y habrá que esperar a ver si el papa Francisco aprueba y promulga ese documento.
    En tanto, yo me hago el siguiente planteo. San Pedro Damián, monje benedictino y luego cardenal, tuvo un papel crucial en la reforma de la Iglesia que se produjo en el siglo XI y que luego se conoció como Reforma Gregoriana. Además, es Doctor de la Iglesia, es decir, la Iglesia ha reconocido la eminencia de su doctrina y lo considera un maestro en la fe católica. Escribió al Papa al Papa León IX una carta, la número 31, en la que le aconsejaba cómo considerar y qué hacer con un problema que asolaba, en ese siglo como en el nuestro, a la sociedad y al mismo clero. El problema era la sodomía. Esa misiva es conocida también como Liber Gomorrianus contra nefandum sodomiae crimen y pueden leerla, en latín, en el tomo 145 de la Patrología Latina. Traduzco aquí un solo párrafo suficientemente claro:
    “Absolutamente, no hay otro vicio que pueda ser razonablemente comparado con este, que sobrepasa a todos en suciedad. Por este vicio, de hecho, viene la muerte del cuerpo y la destrucción del alma; mancha la carne, extingue la luz de la mente, expulsa al Espíritu Santo del templo del interior del hombre, y lo reemplaza con el demonio, provocador de la lujuria. Remueve completamente la verdad de la mente y la orienta hacia la falsedad. La sodomía pone trampas en el camino del hombre y, cuando cae en ellas, no lo deja escapar. Este vicio abre las puertas del infierno y cierra las puertas del cielo, y convierte a los ciudadanos de la Jerusalén celestial en los herederos de la Babilonia infernal”. (Cap. 16; PL 145, 175)
    En cambio, el Sínodo de obispos católicos, impulsado y alentado por el Papa Francisco, declara en el siglo XXI:
    "Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana. ¿Estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?"
    "La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria sobre cómo elaborar caminos realistas de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual. Por lo tanto, se presenta como un importante desafío educativo"
    “Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas”.
    Los dos textos son contradictorios. Uno de ellos es católico y el otro no lo es. Si este texto finalmente se oficializa y el Papa Francisco adhiere a él, habrá que tomar una decisión.

    Non possumus!

    The Wanderer
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  8. #8
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    ¿Qué harán los curas de buena voluntad?

    Este domingo se cumplen los 100 años de la muerte de Monseñor Benson. He estado preparando un pequeño material para publicar ese día y durante la semana. Nada de otro mundo, únicamente un par de traducciones de The Tablet de esa semana hace un siglo. Junto con esta preparación, durante estos días me he dedicado a buscar y buscar antecedentes sobre nuestro autor para subirlo al blog. En realidad no había querido meterme a tocar el tema del sínodo porque aparte del trabajo del centenario bensoniano, hay bloggeros que se expresan mejor que yo en esto, y con los cuales comparto cien por ciento su opinión. Sin embargo, hoy después de escuchar en las noticias de la tv que la "Iglesia Católica ha preparado un texto sin precedentes sobre los homosexuales y los vueltos a casar" no pude resistirme a tomar el teclado y largarme con este post.
    Chocante, por decirlo suave, el famoso resumen tentativo de la declaración final. Atenta contra la enseñanza de Nuestro Señor y contra toda la Tradición de la Iglesia. Ya no condena las uniones homosexuales, sino que rescata el hecho que entre homosexuales exista amor, un "amor" tal que es capaz de llegar al sacrificio...¡por Dios de qué estamos hablando!


    Si el Concilio Vaticano II desarmó la liturgia y la doctrina tradicional en muchos aspectos, este papado está desarmando la teología moral de la Iglesia. Al menos Juan Pablo II fue enfático en este punto y habló claro, pero el actual Obispo de Roma se está encargando de demoler la moral y el concepto de pecado, mandando constantemente mensajes subliminales, frases sueltas que si uno se da el trabajo de unirlas, descubre que lo que está haciendo es poner a la Iglesia al servicio del mundo. ¿Sus intenciones? No las conozco, hablo desde el fuero externo, pero él sabe perfectamente que basta lanzar mensajes equívocos y verdades a medias, para que la mayoría no pensante y poco y nada católica, que para que la opinión pública dé por hecho que :"el papa lo dijo, y si lo dijo el papa entonces...."
    Pero yéndonos hacia el plano práctico y poniéndome en el peor de los casos, que al parecer no está lejos de ser una mera ficción, si se terminara con un texto que sugiriera a cada obispo actuar según sus criterios pastorales iluminados por el documento, y si en este documento se afirmara entre mucha palabrería, que es admisible darle la comunión a los divorciados vueltos a casar que llevan una vida juntos construida en el amor y bla, bla, (como les gusta adornar estos textos con palabras bonitas y de una crianza); y que a los amancebados (lógicamente que no usarán esta palabra tan dura y tan poco misericordiosa) tampoco se les puede negar la comunión porque ellos viven en el "amor",y así como tampoco a los homosexuales activos, entonces ¿Cuáles serán las consecuencias para los curas que desobedezcan hacer lo que mandan sus obispos? Cabe recordar que hemos estado viendo bautizos y bendiciones en parroquias católicas de homosexuales y transgéneros desde antes del sínodo, y que por tanto, estas cosas que digo no son tan lejanas. En fin, supongamos que sale a la luz este texto y que la casi totalidad de los obispos la acepta y obliga a sus sacerdotes a aplicarlo. ¿Qué harán los curas de buena voluntad y de sincero celo sacerdotal que se opongan a esto? ¿Qué harán los curas para los que la obediencia ciega es casi un dogma? ¿Qué harán cuando esa obediencia se oponga a la doctrina de la Iglesia como en este caso? ¿Tendrán el valor para oponerse a sus obispos aunque eso les signifique la suspensión (inválida por supuesto)? ¿Tendrán las agallas de oponerse siguiendo las palabras del Apostol: "Si alguno os predica un Evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema" o intentarán justificar su obediencia ciega buscándole mil resquicios e interpretaciones al texto? Llegará el momento en que tendrán que tomar una decisión vital. Aquí estamos hablando de la salvación de las almas, pues quien comulga en pecado mortal se hace reo de condenación y si un párroco sabe que esa persona que se acerca a comulgar es un amancebado, o un divorciado en segundas nupcias o un homosexual emparejado y le da la comunión igual según manda el fatal posible documento - para que no se sientan excluirlos del cuerpo social de la Iglesia -, pues bien, ese sacerdote deberá darle cuentas a Dios por el sacrilegio realizado por su culpa y por el mal ejemplo que le está dando a todos sus fieles.
    ¿Y qué pasará, por el contrario, con el cura que en conciencia se opone y no les da la comunión? Lo más probable es que aquella persona a la que se le negó la comunión, vaya a acusar al cura al obispo, y éste lo mandará a llamar, le pedirá cuentas, y si el sacerdote se mantiene fiel a Cristo será expulsado de la diócesis o suspendido. Para consuelo de estos buenos curas, no faltaremos los que les acogeremos. Tarde o temprano nosotros también deberemos decidir si queremos permanecernos fieles a Cristo y a la Iglesia, o si nos haremos parte de la demolición. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
    Es una mala señal para la Iglesia, cuando el mundo se complace en sus decisiones, porque al mundo le molesta Dios y buscará de cualquier forma sacarlo del camino. Si la Iglesia - o el Papa en este caso - colabora en esto, el mundo se pondrá de pie para aplaudir y ella tendrá que seguir cediendo en otras materias, arrastrando a muchas almas a la condenación.
    Entonces y en un caso hipotético del peor escenario posible, ¿qué harán los curas cuando se les obligue a aceptar y a aplicar estas nuevas disposiciones? ¿Qué harán los curas papólatras y neocones cuando se les enrostre que lo que antes sostenían y defendían, por un falso concepto de obediencia, ahora es lo contrario? Porque no eres ni frío ni caliente...dice Nuestro Señor. Por mi parte sé lo que tengo que hacer: tratar de vivir lo más cristianamente posible; recibir los Sacramentos en la medida de lo posible; enseñarles a mis hijos lo que está bien y lo que está mal, y buscar la salvación con temor y temblor.

    Bensonians
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  9. #9
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Sin vergüenzas


    Vergüenza, vergüenza y más vergüenza.
    Vergüenza de que haya sido un papa argentino quien haya tenido la enorme irresponsabilidad de llevar a la Iglesia al estado de conflicto y crispación en que se encuentra, y no precisamente por desdeñar el uso secular de los zapatos rojos, sino porque querer cambiar mediante las manipulaciones más bajas y sucias –y, hay que decirlo, propias de los jesuitas-, la marcha del sínodo sobre la familia, y con ella, la doctrina católica sobre el matrimonio y la sexualidad, para adaptarla a los criterios del mundo, evitando cuidadosamente que se hable de pecado, palabra prohibida en su pontificado de puertas abiertas.
    Vergüenza de que seao ese mismo pontífice el que ha auspiciado y controlado de tal modo el Sínodo que muchos de sus participantes están declarando públicamente y del modo más frontal que imaginarse puede, las irregularidades que allí se dieron. No solamente es sinvergüenza, sino que además es torpe. Creía que iba a poder manejar la Iglesia Universal como manejó durante una década al arzobispado porteño: a golpes, embustes y misericordiaciones.
    Vergüenza del episcopado argentino. Un cardenal primado que pasea sus púrpuras de no ser más que una sombra desleída de Bergoglio que desde Roma sigue digitando la iglesia porteña y argentina. Un presidente de la Conferencia Episcopal que se comporta como un felpudo a quien le viene bien cualquiera pie que lo pise. Y obispos que son capaces de traicionar el mensaje evangélico como ese el que dice: "La situación es diferente, hay una realidad que se fue instalando en los últimos años", comentó una fuente eclesiástica, al arriesgar que si el debate (sobre el matrimonio igualitario) se produjera hoy, el resultado interno no sería el mismo. "Es posible que en el contexto actual hubiera tenido consenso la aprobación de la unión civil para parejas homosexuales, sin equipararla al matrimonio". Es decir, si cuando se votó en el Congreso de la Nación la ley del matrimonio sodomótico el papa hubiese sido Francisco, la Iglesia argentina habría apoyado la medida. Vergüenza y asco de estar rodeados de obispos trepadores y lamebotas, como Mons. Eduardo Taussig, capaz de vender a su grey por un ascenso y capaz de la torpeza de escribir un libro titulado “Francisco, la fe y la evangelización”, que es tal como si hay alguien se le ocurriera escribir un libro llamado: “Hitler, la compasión y el amor por las minorías”.
    Y, en cambio, santa envidia y satisfacción porque en la Iglesia no todos los obispos sean como los autóctonos. Tenemos obispos con la suficiente entereza, dignidad y hombría que declaran:
    Cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “El documento preliminar del sínodo es indigno, vergonzoso y completamente equivocado”.
    Cardenal Burke, Prefecto de la Signatura Apostólica: “El documento carece de una base sólida en las Sagradas Escrituras y en el Magisterio”.
    Cardenal Wilfrid Fox Napier, arzobispo de Durban, “El documento es virtualmente irredimible”.
    Mons. Gadecki, Presidente de la Conferencia Episcopal Polaca: “El documento es inaceptable”.

    The Wanderer
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  10. #10
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    El olvido del Papa Francisco




    Roma (Elizabetta Piqué en exclusiva para The Wanderer) El Santo Padre Francisco y su equipo de teólogos asesores han caído en la cuenta, al releer el informe Erdö que, si bien en la euforia de los descubrimientos eclesiales de la primera parte del Sínodo fueron enumerados uno a uno los bienes, hasta ahora ignorados por la Iglesia, que se hallan presentes en las uniones de hecho y en las parejas de divorciados y de gays, se han olvidado completamente de aquellos que han sido llamados por otros caminos singulares. Para corregir esta involuntaria omisión, que podría llegar a constituirse en discriminación, le ha encomendado a su teólogo de cabecera, Mons. Víctor “Tucho” Fernández, que avance en la profunda vía abierta por el Cardenal Schönborn.
    Se conoció que el rector de la Universidad Católica Argentina está preparando una intervención en la que reflexionará sobre lo que antes era llamado con el ofensivo nombre de “vicio solitario” pero que, en realidad, es una forma imperfecta de unión sexual. Aplicando la recientemente descubierta “doctrina de la gradualidad”, el mal llamado onanista –que ahora recibirá el apelativo de “amante virtual”- en realidad es una persona se acerca gradualmente a la unión sexual plena, es decir, con otro ser humano, sea este varón o mujer, lo cual no tiene ya importancia alguna. “El amante virtual copula con la imagen de su amado o amada” –afirmó el arzobispo Fernández- “y, más allá de que esta presencia sea virtual, no puede ser este motivo de discriminación, sino que debe ser acogido con misericordia y acompañado en su camino hacia la realización plena de su amor”.
    Estas declaraciones han despertado un sinfín de reacciones positivas en el amplio espectro de las figuras públicas. El futbolista Ever Banega afirmó que se siente aliviado pues podrá continuar con su amistad particular a través del chat sin cargo de conciencia y del mismo modo se expresó su colega ecuatoriano Antonio Valencia. Incluso Wado De Pedro y otros dirigentes de La Cámpora han manifestado su complacencia y habrían encargado al flamante embajador argentino ante la Santa Sede que sondee la posibilidad de iniciar la causa de canonización de Iván Heyn, fallecido en un éxtasis de amor virtual.
    Por otro lado, Brigitte Bardot y César Millán han expresado su descontento ya que los Padres Sinodales no haan incluido dentro de estos caminos singulares a la zoofilia, que no es más que la expresión más elevada del amor que un ser humano puede expresar hacia otros seres de la naturaleza, también ellos creados por Dios. En este sentido, confían en que la anunciada próxima encíclica del Papa Francisco, que versará sobre la ecología, habilite esta forma gradual de alcanzar la plenitud del amor físico humano.

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  11. #11
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    SOBRE EL LOCO APREMIO DE TANTO PRELADO

    Un sonriente heresiarca
    Esta manía del cambio que atenaza a la Jerarquía revela la más vergonzante evidencia de haber desertado de la eternidad. De aquí la atención exclusiva al paradigma móvil, al tiempo como patrón ejemplar, a los "signos de los tiempos". A la cualidad "profética", ya no como remitente al misterio sino a la sociología.

    Es toda una vasta superchería la que se niega a acatar la orden de morir. Porque los clérigos llegan tarde al mercado de las ideologías, y llegan para prolongar innecesariamente la agonía de aquella que se halla en trance de muerte. Son los encargados de vocear la salud pujante del paciente cuyo electrocardiograma discurre horizontal, los que asimilan (¡oh, morbo tan peculiar!) el amasijo exánime de novedades ayer bogantes. Como los religiosos que abrazaban el absolutismo en la antesala de la Revolución o el bolchevismo cuando la Cortina de Hierro ya anunciaba ruina.

    Y el vicio mental que los hace tan infalibles en la adopción de lo superfluo y morituro, aparte la prudentia carnis (ese sentido de la oportunidad tan apropiado a los débiles), es la exaltación del hecho histórico como de cumplimiento inexorable: esto los atonta y los traiciona. Cualquiera puede afirmar la irreversibilidad de lo ocurrido; proclamar su absoluta necesidad: he aquí el pecado. El secreto de esta actitud consiste en haber trocado la docilidad a los designios de la Providencia por la sumisión servil al factum, siendo tan grande la diferencia ente ambas disposiciones como la que puede haber, digamos, entre un sujeto con plena responsabilidad moral y un ente vegetativo. ¡Que se vuelvan árboles!, clamaba un Aristóteles hastiado de ciertas patologías espirituales.

    Entre el progresismo y el calvinismo hay algo más que unas pocas coincidencias secundarias o un aire de familia. Hay un común fatalismo de efecto deprimente: por eso la infestación de progresismo en la Iglesia coincide con la caída en picada de las vocaciones religiosas, del número de bautismos, de matrimonios ante el altar, etc. Pero la obstinación idiota en aplicar la misma medicina que llevó a la parálisis, esto resultaría inexplicable a no ser en atención a un aspecto habitualmente poco señalado en el progresismo, pero que le es del todo inseparable.

    Este particular lo señaló en 1969 Sacheri en La Iglesia clandestina, en el imborrable capítulo dedicado a aquel que él llamaba «clericalismo invertido»: en éste se reconocen, en efecto, como en el viejo clericalismo, «la voluntad de dominio, de honores mundanos, de prestigio pseudo-intelectual, de confort material», siendo que «lo paradójico -en apariencia- es que la prepotencia del clericalismo progresista se ejerce para lograr que los fieles abandonen su fe, su vida sacramental, su oración, sus responsabilidades temporales de cristianización del mundo, en virtud de su autoridad sacerdotal. El mismo clero que hace ostentación de su desprecio por la sotana, por el latín, por el celibato, por todo lo tradicional, el mismo clero que afirma que el sacerdocio debe ser secularizado y transformado en una especie de padre de familia que fracciona el pan entre los suyos, es el mismo clero que utiliza su condición sacerdotal para someter por coacción moral a los fieles, obligándolo a aceptar por vía de autoridad espiritual sus aberrantes tesis».

    La rigurosa actualidad del diagnóstico indica la pervivencia del achaque: nótese el despotismo con el que se procura asimilar a la Iglesia a los "cambios" tan declamados de la vida civil, de los hábitos de familia, etc., no ahorrando vileza de recursos para alcanzar el fin previsto. Y es que la praxis despótica es inseparable de la apostasía: ésta afecta, desfigurándola, la vida moral del prelado, lo que se nota inmediatamente en su relación con sus subordinados y con todo cuanto caiga bajo su órbita. Por eso también la insistencia ciega en la aplicación de programas ya ensayados y fracasados. Respecto del progre-clericalismo de cuarenta años atrás y aquel que cunde en nuestros días, habrá entonces que decir que si las proclamas cambiaron parcialmente -por fuerza de la mutabilidad de las modas-, no así los métodos, pudiendo ahora aplicarse aquello de «clericalismo invertido» en la otra acepción del término, según la acertada fórmula de José Miguel Serrano: «tras abandonar por agotamiento la revolución social, muchos clérigos se unen ahora a la revolución sexual». ¡Y vaya si se nota, sinvergüenzas!


    Como Esaú ante su apetecido plato de lentejas, se trata de una clerecía que trocó la consumación de su vocación específica por el tributo a la modernidad -y a la modernidad tardía, caduciente a largas zancadas. De ahí su triste apego a lo mudable y fugitivo. De ahí también su ulterior nota, la más sombría, la que lo enlaza con el Apóstol réprobo. Apoyándose en palabras de san Agustín («el que es semejante a la vanidad no es reformado a imagen de la Verdad»), agrega Gueydan de Roussel, a propósito del descocado evolucionismo de unos cuantos:
    vanidad es amar lo que pasa a toda velocidad [...] Ahora bien, cuando llega la hora de cumplir sus grandes designios sobre el mundo, Dios abandona al hombre a la velocidad del movimiento: quod facis, fac cito.














    In exspectatione
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  12. #12
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Los mafiosos tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana




    Se publicó la Relatio de las discusiones de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los obispos que se está celebrando en Roma. El documento es una verdadera porquería. A tal punto que ha merecido los siguientes comentarios de prelados que no se caracterizan por hacer declaraciones temerarias:
    - Cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “El documento preliminar del sínodo es indigno, vergonzoso y completamente equivocado”.
    - Cardenal Burke, Prefecto de la Signatura Apostólica: “El documento carece de una base sólida en las Sagradas Escrituras y en el Magisterio”.
    - Cardenal Wilfrid Fox Napier, arzobispo de Durban, “El documento es virtualmente irredimible”.
    - Mons. Gadecki, Presidente de la Conferencia Episcopal Polaca: “El documento es inaceptable”.
    Su estilo es subjetivista y emotivo, mechado con vocablos propios de esa psicoterapia light de los libros de autoayuda.
    Un pasaje representativo del grado de descomposición sinodal es el siguiente:
    50. Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?
    La primera parte es de una insoportable ambigüedad. O para ser más claros: quien lo redactó es un burro, un estúpido u obra de mala fe. Las personas homosexuales tienen “dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana” no en cuanto homosexuales. Pero hay algo que es mucho peor: “aceptando y evaluando su orientación sexual”. Lo que la Iglesia enseña -de manera reiterada y secular- es que la orientación homosexual, aunque no se concrete en actos, es en sí misma desordenada. Por tanto, no es una orientación que pueda “aceptarse”, porque constituye un desorden y como tal es inaceptable. Si es posible, dicha inclinación se ha de rectificar. Además, tampoco es necesario “evaluarla”, porque esa evaluación ya ha sido realizada por la Iglesia y es negativa.
    Siguiendo la lógica de la primera parte de este pasaje habría que decir que también los mafiosos y los corruptos –tan fuertemente anatematizados por el Papa- poseen “dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”. Una simple interpolación muestra el absurdo:
    50. Las personas [mafiosas] tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación [criminal], sin comprometer la doctrina católica sobre [el respeto a la vida, la libertad, la integridad física, la propiedad, de las víctimas de la mafia]?
    El «Pensamiento Alicia» de Rodríguez Zapatero -que ácidamente criticara Gustavo Bueno- ha penetrado en las cabezas de muchos obispos católicos. Que Dios ayude a estos pastores a recuperar un poco del sentido común que han perdido.

    InfoCaótica
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  13. #13
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    Re: ¿Sínodo o tifón?

    Herejía en el documento sinodal

    El "Gradualismo", hijo del modernista Loisy





    Un amigo de esta "casa" nos envía un interesante análisis sobre el Documento Sinodal, que tiene estos días en vilo a muchos católicos y no católicos.


    Lo publicamos abajo, agradeciendo a su autor la caridad y claridad que ha puesto en la búsqueda de la Verdad, que hoy se nos quiere escamotear desde la cima de la Iglesia; al mismo tiempo que pedimos a nuestros lectores tengan a bien difundirlo... si fuera de su agrado.





    Espeto de tonteras, insensateces e inmundicias




    Por Lambertín de Parmentín


    Ha salido a la luz lo que la aherrojada publicidad vaticana ha permitido conocer del debate dentro del Sínodo en curso. Es destacable que las diversas “posiciones” reflejadas en el documento –que de ninguna manera debería considerarse definitivo, según las autoridades que lo dieran a publicidad– son en realidad una sola, según el curso del texto va sugiriendo.


    No se advierte ninguna discrepancia en una materia en la cual, como es natural, podría y hasta sería saludable esperar alguna. Este mismo hecho torna poco creíble su texto.


    Por otra parte, los distintos puntos de esta “relación” se convertirán a partir de ahora en el temario principal del Sínodo, sometiéndose al estudio y la votación de los obispos y dignatarios participantes. No queda espacio alguno para la duda: la heterodoxia ha salido triunfante por medio del engaño, el ocultamiento y la traición. Ni más ni menos que otro nuevo juicio a Nuestro Señor Jesucristo.


    El documento se inaugura con una visión dulzona y sentimental, y por eso mismo profundamente individualista, de lo que podría llamarse “la familia”. El tono intimista y psicologista, de corte netamente subjetivo y hemipléjico, pone en clima para aligerar una forzada compasión no necesariamente merecida ni exacta ni siquiera virtuosa y que elude de intento la cuestión principal de cualquier tribulación humana que es, a saber: que Dios no impone a nadie un pesar superior a sus fuerzas y a la gracia dada para sortear el mal. Dios no es peronista: no ha creado una ley para ver si el hombre se enreda en ella y, complicado en algo que no puede cumplir, se pierde eternamente. San Pablo recuerda en la Carta a los Romanos que así era, de alguna forma, la ley antigua, que señalaba una obligación pero no daba la fuerza para cumplirla. La Ley de la Gracia no quita la obligación, sino que pone los medios para cumplir la Ley de Dios, para mantenerse fiel al Creador. Esa nueva ley es Cristo, que es la Iglesia y la gracia de los Sacramentos, signos eficaces de la fuerza sobrenatural que nos auxilia.


    Ni la historia personal, ni la historia “global”, se ven aquí como lo que realmente son, una espiral que se dirige hacia Dios en la cual algunas cosas nos son dadas y otras podemos elegirlas. La familia, y acaso su propia ausencia o falta, son una gracia y también una prueba del Cielo; la Gloria que esperamos nos es anticipada en la misma vida familiar de manera tal de hacernos más apetecible lo que no vemos a través de lo que vivimos. Esa dimensión verdaderamente religiosa de la familia, comprobable aún en los pueblos paganos de la antigüedad –y es lo que omite el mundo moderno y la “Relatio” que comentamos. Volver a la casa del Padre es de este modo un anhelo comprensible y razonable para quien ha tenido un padre terrenal amable, fuerte y generoso; amar el decoro de Su casa no es, así visto, cosa menor ni infundada; volver a la infancia –feliz y despreocupado descanso en “la fuerza de papá y el amor de mamá”– es la cima del deseo íntimo humano que Nuestro Señor resume en tres palabras: “Sed como niños”.


    ¿Qué sentido último tiene toda la esperanza cristiana y los consejos del Redentor sin esta base vertical, este torrente vívido y cordial corriendo por nuestras venas y que nos lleva hacia arriba…? Ninguno, pues predicar categorías vacías, sin sentido para quien las oye es lo mismo que no decir nada, es como ofrecer al pecador la misma agonía del pecado en la cual ya vive, pasarle una película de miserias a los habitantes del pobrerío. Esto es, fue y será una crueldad inmensa.


    Así pues, la familia tal cual natural y religiosamente es, debería ser siempre el norte, la causa ejemplar y el punto de no retorno de nuestra actividad pastoral, de manera tal de sostener la perseverancia de los buenos y dar a los pecadores y a los perdidos un ejemplo amable, un respiro a su mal y la segura esperanza de su curación.


    El camino de la Salvación propuesto por Cristo es para los esforzados, que con los auxilios de la gracia llegarán a la Casa del Padre; pero les será negado a aquellos que no quisieron poner su pequeña porción de esfuerzo para ganarse el Cielo; pues “milicia es la vida del hombre sobre la tierra”, como nos dice Job. Milicia y esfuerzo, no francachela.


    Dicho esto como una crítica introductoria a un contexto general que, en ocasiones singulares, no carece de interés y de verdades de rebosante realismo, como el párrafo sexto de la primera parte cuando se critica con indudable acierto la criminal presión tributaria que se ejerce sobre las familias, que ya padecen la escasez de trabajo en todas sus formas habituales, es decir, como falta de labor remunerada o como subempleo.


    No obstante, daría la impresión que esta descripción preliminar únicamente tuviera por propósito ser la base de impulsión de ciertas frases que, so color de sencillez, encierran más confusión que simple verdad. Por ejemplo, en la primera parte, párrafo once, se dice que, en todo este contexto “la Iglesia advierte la necesidad de dar una palabra de esperanza y de sentido”. ¿Qué son entonces las Sagradas Escrituras, la Tradición, la Liturgia pública sino las palabras de esperanza y sentido propias de la Iglesia, mas no como las daría el mundo…? ¿Se afirma implícitamente que Dios no ha dado lo necesario y suficiente para afrontar los desafíos de nuestro tiempo…? Luego, las palabras que habrán de darse no serían ya las de la Iglesia, sino las del mundo por boca de eclesiásticos, pues las de la Iglesia –el Cuerpo Místico de Cristo– están ahí hace 2000 años.


    Esta idea es confirmada por la cita falsa contenida en el parágrafo 13, en el cual se alude a la necesidad de tener en cuenta una supuesta “ley de la gradualidad” de la ley moral, ley que habríase confirmado como medio de pedagogía divina en la Exhortación Apostólica “Familiaris consortio”, pár. 34, de Juan Pablo II. Lo cierto es que el texto de la exhortación juanpablista es exactamente lo contrario a lo que se pretende demostrar con esa cita. Leámoslo: «…en el ámbito de la vida moral, se está llamado a un continuo camino, sostenido por el deseo sincero y activo de conocer cada vez mejor los valores que la ley divina tutela y promueve, y por la voluntad recta y generosa de encarnarlos en sus opciones concretas… Sin embargo, no se puede mirar la ley como un mero ideal que se puede alcanzar en el futuro, sino que se la debe considerar como un mandato de Cristo Señor a superar con valentía las dificultades. «Por ello la llamada “ley de gradualidad” o camino gradual no puede identificarse con la “gradualidad de la ley”, como si hubiera varios grados o formas de precepto en la ley divina para los diversos hombres y situaciones. … Esta pedagogía (divina), como ha puesto de relieve el Sínodo, abarca toda la vida conyugal. Por esto la función de transmitir la vida debe estar integrada en la misión global de toda la vida cristiana, la cual sin la cruz no puede llegar a la resurrección. En semejante contexto se comprende cómo no se puede quitar de la vida familiar el sacrificio, es más, se debe aceptar de corazón, a fin de que el amor conyugal se haga más profundo y sea fuente de gozo íntimo.»


    Es sin embargo evidente que la tesis central del párrafo es proponer cierta “gradualidad de la ley moral”, que por divina condescendencia con la flaqueza humana regiría las exigencias de la Moral católica. Expresamente Juan Pablo II y, desde luego, toda la ortodoxia católica desecharon esta idea nefasta. Es de allí de donde proviene la asombrosa afirmación (§ 14) sobre la “continuidad y novedad de la alianza nupcial”, como si la revelación fuese distinta o variable en más o menos y como totalmente nueva para cada generación –que lo es en cuanto dicha generación la recibe, pero no en lo que recibe– modificando su contenido a lo largo del decurso histórico, sin detenerse en que el depósito del a Revelación es siempre igual e inmutable –como inmutable y eterno es Dios, su Autor– y jamás “nuevo” en el sentido de contradictorio o distinto o por grados. La Fe, se dice y con razón, es una virtud teologal íntegra: Se cree todo lo que se propone para ser creído, o no se cree. Y así mismo es el acto moral: absoluto.


    Consideramos esencial reparar en estos parágrafos en particular, porque en ellos se contiene el fundamento teológico del ensayo moral que luego se verá. Es decir, son el error inicial.


    Así pues, siguiendo este error, se afirma que la vida familiar –que se reconoce como trasunto de la Santísima Trinidad, es decir, de la vida divina– ha reconocido jalones o etapas históricos, lo cual es inmensa falsedad, por que no son más que diversas modalidades de un mismo y único instituto matrimonial creado por Dios en el Paraíso y que perpetuará hasta el fin de los tiempos.


    Esta idea equívoca de la gradualidad –ora de la ley divina, ora de la Salvación, cosas bien diversas por cierto– aparece nuevamente para responder al interrogante sobre los matrimonios desavenidos –atención: hasta aquí son solamente “fracasados”, pero todavía no son adulterinos, como pronto se verá es lo que los redactores tienen in mente, reserva mediante– de la mano de Lumen Gentium, 8, donde dice que la Iglesia de Cristo “subsiste en” otras agrupaciones religiosas cristianas o acaso no cristianas, que es un modo equívoco de afirmar que la verdad puede vivir mezclada in substantia con el error, lo cual es un auténtico disparate.


    Seguramente un pecador puede decir una verdad, pero eso no hace recomendable ni recuperable, ni mucho menos amable, el pecado en el cual vive; seguramente se puede ser misericordioso con los pecadores y detestar el pecado que los hace sufrir, como Dios quiere probar con su santísima paciencia. Pero en ningún caso se puede admitir el pecado so pretexto de salvar al pecador, que sería cosa tan eficaz como combatir al incendio con nafta u ofrecerle agua al ahogado. Como el acto moral es absoluto –un solo pecado nos puede llevar de cabeza al infierno– también así es el rechazo que nos debe producir.


    Y de esto, en realidad, se trata todo el texto que leemos –y poco creemos: de justificar el pecado para hundir más al pobre pecador.


    No está demás señalar que esta “doctrina” de la gradualidad –aplicada caprichosamente a cualquier cosa y a partir de cualquier cosa– no es más que la teoría de los redivivos “círculos concéntricos” de Alfred Loisy, un ateo y heresiarca que se fingió católico durante 30 años para destruir la Iglesia desde dentro y fue condenado por San Pío X. Así pues, se puede ser bueno “gradualmente”, no en el sentido de ir acopiando los hábitos perfectivos que nos alejarán cada vez más del pecado sino en el no dejarlo tajantamente, sino de a poco o aún, no dejarlo nunca del todo porque no hace falta.


    Por eso, a la vida pecaminosa no se la llama por su nombre propio sino con el encubridor eufemismo de vida “imperfecta o incompleta” (§ 20), como si el vicio pudiera ser un jalón en el camino al bien o solamente un retroceso, pero no un mal en sí mismo. Los caminos del pecado y de la Vida Eterna son diametralmente opuestos; ciertamente, cada uno de nosotros puede debatirse toda la vida entre la Gloria y la perdición eterna; pero amando la Salvación que Cristo nos ofrece, lo primero es detestar el pecado con toda el alma, aunque nosotros mismos no podamos zafarnos de sus garras. Esta nueva teología “kasperiano–francisquista” lo que ofrece es una cómoda instalación en el pecado, apoltronarse y no luchar contra el mal a favor de la propia salvación.


    Cristo no nos ha pedido que triunfemos, simplemente que luchemos, pues el mérito está en la milicia y no en el triunfo, que es todo de Él; esta “receta” hodierna no es más que una abdicación de la lucha, un bajar los brazos y un cambio substancial de miras. Ya no deseo salvarme, porque el Sínodo me dice que igual Dios no se va a enojar si me detengo aquí y sigo pecando.


    El engaño sin embargo es patente; una frase : «La verdad se encarna en la fragilidad humana no para condenarla, sino para sanarla» (§ 25), desnuda el propósito artero de los redactores. Cristo, y la Iglesia es Cristo, no condena la fragilidad humana sino que la anima a fortalecerse en Él y por Él, que es como decir: el médico sano no detesta a los enfermos, sino que desea curarlos y se ofrece a sí mismo para hacerlo. Pero supuesto que quiera dejarse atrás la enfermedad y no incorporarla también al médico sano, que es lo que sibilinamente propone esta doctrina.


    Será por eso que el § 40 comienza con un vibrante llamado: «En el Sínodo ha resonado la clara necesidad de opciones pastorales valientes», lo que haría suponer a algún desprevenido que la Iglesia se ha mantenido los últimos 500 años al margen de toda realidad e ingerencia en las cosas.


    Sin embargo el propósito es desviar la atención hacia un camino que la Iglesia tenía vedado por disposición de N. Señor, esto es, tener trato familiar y frecuente con adúlteros no arrepentidos, haciendo como si no pasara nada. Cristo se tropezó varias veces en su vida terrenal con adúlteros; en todos los casos los trató con inmenso amor y compasión y logró su fin primordial: el arrepentimiento. En ningún caso los felicitó ni los animó a continuar en su estado, aunque sus reprimendas no carecieran de humor y hasta de cierta displicencia informal –rechazada por los judíos sabios– como prueba el diálogo con la mujer samaritana del Pozo de Jacob.


    Son innumerables las conversiones de adúlteros a lo largo de los siglos, lo que prueba que la Iglesia ha ejercido desde siempre “opciones pastorales valientes” y no acomodaticias con el mundo o la carne.


    Sin embargo, el “plato fuerte” no podía ser otro que la homosexualidad, el “pecado nefando”, esto es, el que no se debía nombrar, el “innombrable”.


    San Pablo refiere en Romanos, I, que la homosexualidad es el condigno castigo impuesto por Dios a la apostasía. Si esto es así, va de suyo que, además de ser pecado notablemente contra natura, es decir, que violenta la naturaleza humana, contiene por sí mismo un elemento nada desdeñable que incluye la apostasía. Sin duda podría demostrarse –fuera cierto o no– que existen algunas tendencias hormonales desordenadas que inclinan a la persona hacia los individuos de su propio sexo; pero eso no obliga a nadie a vivir pecaminosamente ni es causa fatal de sodomía alguna. Este último paso –paso atrás si los hay– es libérrimo y lo da el que quiere y porque quiere, recibiendo en su propia carne lo que su espíritu malquiso. Eso dice San Pablo y está obligada la Iglesia a decir.


    Pero, he aquí que algunos “padres” sinodales deben haber mencionado la cuestión con gran insistencia, pues abarca un capítulo entero, cuando –por ejemplo– no hay ninguno dedicado a los hijos, a su educación, etc. Se afirma que hay que recibirlos “aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio”, es decir en buen romance, dejando de lado la fe y la solidez de los principios sobre los cuales se asienta una familia normal. Ni más ni menos es lo que dice allí.


    En el espacio que estaba dedicado supuestamente a la prole, se habla solamente de “la pareja” y ni una palabra sobre la paternidad –analogía humana de la paternidad de Dios– salvo para indicar cómo evitarla mediante la “regulación de la natalidad”. Una expresión fea para una realidad ídem.


    En lo que hemos leído no existe la menor referencia a la familia, ni campea tampoco la idea que de ella tenemos los católicos y mayoría de los seres humanos, ni alusión a sus problemas y dificultades ni al misterio teológico que encierra y a la concatenación natural que supone y que es la tradición misma. Simplemente, referencias deshilvanadas a los vicios individuales de algunas personas, algunas de las cuales serían casadas y otras no, las cuales hipotéticamente deberían ser recibidas sin prevención alguna por la comunidad cristiana, pese a ser portadoras –eso se admite implícitamente– de conflictos morales de muy difícil resolución y seguramente de perniciosa difusión –escándalo del cual nada temen estos “padres”. Por supuesto no existen referencias evangélicas, ni escriturísticas que avalen tal o cual postura, sino tan solo una invitación a “reflexionar” sobre una serie de hipotéticas realidades que, se acepta, no se desea contribuir a modificar en ninguna forma. Todo el lenguaje es relativista y lleno de los lugares comunes que hizo afamados el modernismo teológico, generalmente constituido por sentencias irrelevantes o sentimentales fuera de su contexto debido y conclusiones sin orden lógico ni ontológico.


    La alusión a nuevos “caminos pastorales” es filfa pura. No es otra cosa que la renuncia al apostolado católico para instalar a los fieles como meros espectadores del caos terminal del mundo, sin mediar impedimento alguno. Ni siquiera la severa advertencia evangélica sobre los tres enemigos del alma, a saber: el demonio, el mundo y la carne –tres ausentes totales de la mente del redactor sinodal– han detenido este espeto de tonteras, insensateces e inmundicias.


    Y es que no existe ningún “camino pastoral” fuera del trazado por el Buen Pastor.

    Página Católica: Herejía en el documento sinodal
    Tropo dio el Víctor.

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