Revista FUERZA NUEVA, nº 598, 24-Jun-1978
PARTIDOS CATÓLICOS
COMO la Jerarquía de la Iglesia, hoy, no sólo no propugna ni inspira Estados, partidos y sindicatos católicos, sino que, por el contrario, reniega de ellos, nos encontramos con el hecho lamentable de que, en España, el católico sólo dispone de un partido confesionalmente católico —Fuerza Nueva— y carece de sindicatos católicos, sin que existan razones convincentes sobre la oportunidad de esa carencia.
Esto es gravísimo, por cuanto es imposible en la práctica conseguir una civilización o atmósfera católica, a no ser que se disponga de instituciones católicas. Es desatentada la pretensión de que el católico, aislada, individual, solitariamente sea «luz del mundo y sal de la tierra», según la constitución de Jesucristo. ¿Y cómo va a ser «luz y sal» si los partidos políticos de católicos no son partidos confesional y realmente católicos?
El caso es que la Iglesia se debate en el absurdo de querer conservar la enseñanza confesionalmente católica y no los partidos ni los sindicatos ni los Estados confesionalmente católicos.
De nada sirve educar a los hombres católicamente, si luego no se tutela la asociación de esos hombres que tienen las mismas concepciones (ajenas y distintas de las que se inculcan en las escuelas acatólicas), para los fines específicamente católicos que se les infunde en la educación escolar católica. Es obvio que una educación católica completa no puede omitir la formación de la conciencia en orden a servir los fines políticos y sindicales. La educación para vivir católicamente supone la existencia de una pluralidad de partidos políticos confesionalmente católicos (divididos en tantas opciones como sean razonables en las materias políticas religiosamente «dudosas»), que se muestren unidos o coligados en las materias religiosamente «necesarias».
De lo contrario, como acontece hoy en España, los católicos habremos de integrarnos en. los partidos y sindicatos que, por ateos, son, aunque no se lo propongan, anticatólicos, puesto que organizan a sus afiliados para la consecución de un Estado, de una economía y de una civilización desprovistos de religión, puramente materialistas, asfixiantes de todo cristianismo.
El hecho de que nos podamos encontrar en una civilización secularizada, debido al fracaso de la política y de la pastoral de la «nueva Iglesia», lejos de legitimar la desconfesionalización, hace más imperioso el confesionalismo: el católico no sólo debe hacer catolicismo dondequiera, sino confesarlo. ¿Por qué no se ha de hacer lo que se confiese y confesar lo que se hace?
Importa, eso sí, que nadie pueda asociar el eterno e imparcial mensaje de Dios con un partido o sindicato concreto, pero eso como se logra es mediante la pluralidad de partidos y sindicatos católicos, no a costa de que los católicos sirvan los fines de los partidos y sindicatos ateos.
Eulogio RAMÍREZ
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