El informe no hace más que constatar, en lenguaje técnico, lo que resultaba evidente y muchos debíamos haber dicho hace tiempo: que la supuesta bonanza económica española era un un espejismo, una pantalla embustera y electoralista al servicio de la usura y los políticos.
La economía es como la cábala o la alquimia: un invento demoníaco.
Las cifras macroeconómicas sirven sólo para justificar auténticas injusticias, formuladas en verborrea que no entienden realmente ni la mayoría de economistas. Ahora bien, el pueblo español ha sido crédulo y sumiso. Ha consentido en endeudarse por encima de sus posibilidades a cambio de las migajas que sobraban a los usureros, y que generaban para el pueblo un bienestar meramente transitorio.
La burguesía española es una clase saqueadora y antipatrótica en origen: conspiradores y ladrones desde la Constitución de Cádiz hasta nuestros días, han dejado claro lo que son y han consolidado un modelo económico en el cual la Nación no cuenta, sino llenarse el bolsillo y desaparecer.
Allende la crisis, la estructura de la economía española es penosa: la dependencia del turismo es una debilidad y una lacra, el principio de subsidariedad ha sido usado por autonomías y municipios como pretexto para el saqueo sistemático del erario público, se han eliminado sectores enteros (sobre todo en lo agrario) a cambio de subvenciones, se sigue dependiendo excesivamente de multinacionales extranjeras, se desprestigían y desatienden industrias productivas por servivios redundantes (y que alienta la inflación), se extingue el pequeño comercio y la pequeña empresa está demasiado endeudada, se invierte poco, mal y tarde en educación e investigación, etc.
El pueblo se ha tragado lo del "España va bien" y ahora llega el cobrador del frac. Hemos preferido el bienestar superficial fruto de las cábalas prestamistas a la simpleza de la economía basada en la verdadera propiedad privada, en las corporaciones y en la producción útil. Ahora el usurero reclama lo suyo.
Finalmente, es posible que este sea el comienzo del declive financiero europeo a nivel mundial, a costa de culturas emergentes que suponen un salto qualitativo en el nihilismo y la barbarie.
No hay posibilidad de reforma dentro del sistema. Estamos en un momento que cabrea: es muy tarde para cambiar las cosas y muy temprano para levantarse y encargarse de los parásitos culpables.
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