Ese caso no lo referí en consciencia, estimado Rodrigo: la legitimación de los reyes en Portugal tiene, desde el principio de la independencia del reino, dos aspectos sine qua non: la legitimidad material o esencial y la legitimidad formal. La esencial se asegura por las leyes semisalicas de descendencia de la sangre real; la material por la aclamação en Cortes, tradición de orígen visigotico, según me ha informado el amigo Ordóñez.
Pues Felipe II podría, por la fuerza de las armas con que ha vencido a los partidarios de D. António, Prior do Crato, imponer-se como rey en Portugal y mismo acabar con el reino, reintegrandolo en la corona leonesa. No lo hizo todavía, pues ha querido mantener Portugal como reino separado en Unión Personal o Dinástica con España. Para eso (y como tenía indiscutible legitimidad esencial al trono de Portugal por ser sobriño del ultimo Rei portugués, el Cardenal D. Henrique), se ha hecho aclamar por las Cortes de Tomar en 1581 prometiendo al pueblo portugués, por lo propio y por sus descendientes, lo siguiente:
1. Respetar las libertades, privilegios, usos y costumbres de la monarquia portuguesa;
2. Reunir siempre Cortes en Portugal y mantener todas las leyes portuguesas;
3. Los puestos de Vizorey o Governador de Portugal habrían de ser ocupados por portugueses o por miembros de la familia real (Habsburgo);
4. Los puestos previstos para la Corte y para la administración general del reino serían siempre ocupados por portugueses;
5. Los portugueses podrían tener puestos publicos en España
6. El comercio de la India y de la Guinea sólamente se autorizaba a los portugueses;
7. No podrían ser concedidos titulos de hidalguia portuguesa de cidades o vilas sino a portugueses;
8. La lengua en los documentos y actos oficiales permanecería el portugués;
9. Todos los años serían creadas doscientas nuevas moradias (dotaciones para los hidalgos a a partir de la edad de doce años) y la Reina debería tener siempre hidalgas portuguesas por damas de compañia;
10. El principe heredero, D. Diogo, sería mantenido y enseñado en Portugal;
11. Los tercios españoles se habrían de retirar y Portugal podría conservar sus armas reales en la moneda corriente.
Felipe II, sino cumplió con todas las promesas, cumplió con las principales y suficientes para, a cambio, recibir de los portugueses lealtad y apoyo. Su hijo y especialmente, su nieto Felipe IV no cumplieron con ninguna, sino, quizás, la 5 y la 6.
En sintesís, estimado Rodrigo, Felipe IV perdió la lealtad de los portugueses porque no respetó a lo prometido por su abuelo. Fue traicionado pero la primera traición fue la suya.
Digo esto con la tristeza de quien cree que si las cosas no hubieron sido así, probablemente la humillación de Westfallia no habría ocurrido (ni quizás la revolución francesa) y la fuerza de la Fe Verdadera en Europa y en el mundo presente, mucho mayor de la que es en la verdad. Igual (porque de esa fuerza de la Fe resulta) mucho mayor la gloria de los dos Reinos.
Un abrazo
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