En efecto, gracias a los misioneros las lenguas amerindias, que carecían de alfabeto (aunque existía alguna forma de comunicación bastante compleja, como el quipu) tienen gramática y forma escrita. Se publicaron gramáticas, vocabularios y catecismos y libros de texto en numerosas lenguas, y las más extendidas (nahua, quechua, guaraní) sirvieron incluso de lenguas francas para la predicación en muchos lugares, y en todo caso existía la obligación legal de predicar en las lenguas indígenas independientemente de que a los indios se les enseñara o no el español. Y lo mismo se puede decir de Hispanoasia: La primera gramática del japonés la escribió el jesuita portugués Rodrígues, y el tagalo, el visayo y otros idiomas de Filipinas son lenguas vivas hoy, lo mucho que bastantes otras de América, gracias a que se les dio forma escrita y se elaboraron gramáticas. También podríamos hablar de las universidades que se fundaron desde el primer momento (también en Asia: la más antigua es la de Santo Tomás, en Manila, de 1611; y la primera del Japón fue obra de misioneros portugueses, ahora no recuerdo la fecha). Por eso hay tantos millones de indígenas de Hispanoamérica que conservan sus lenguas; en cambio, ¿cuántos hablantes quedan hoy en día de lenguas apache, sioux o algonquina? Son curiosidades lingüísticas casi extintas.
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