Las otras vale, pero no creo que en el Sáhara estén para masones. Más bien parece ser una copia de la enseña de la rebelión árabe de 1916 (que da origen a la bandera palestina, jordana y otras): https://es.wikipedia.org/wiki/Rebeli%C3%B3n_%C3%A1rabe
Las otras vale, pero no creo que en el Sáhara estén para masones. Más bien parece ser una copia de la enseña de la rebelión árabe de 1916 (que da origen a la bandera palestina, jordana y otras): https://es.wikipedia.org/wiki/Rebeli%C3%B3n_%C3%A1rabe
Militia est vita hominis super terram et sicut dies mercenarii dies ejus. (Job VII,1)
Gracias por la aclaración.
Recomendamos ampliamente la lectura de este artículo del hispanista colombiano Pablo Victoria: http://www.vive.in/…/ARTICULO-PRINTE...TER_FRI…
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Fuente:
https://www.facebook.com/77125717629...type=1&theater
El artículo de donde se extrajo la frasea anterior ya se había puesto en este mismo hilo:
Mitos de la independencia
Y aquí hay más información referente de este autor colombiano:
Pablo Victoria habla del verdadero Simón Bolívar (video)
"Al oído del Rey", de Pablo Victoria
Pablo Victoria y los grandes mitos de la historia de Colombia (video)
“Ganaron ellos”, el nuevo post del jurista y escritor español José Ramón Bravo
Publicado el 22 de agosto del 2013 | 5:41 pm
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Nuestra historia es como una película que acaba mal, porque en ella, al final, ganan los malos.
Si la historia de las sociedades humanas es la historia de una sucesión de imperios, entonces el nuestro –que fusionó a dos razas y a dos mundos para crear una civilización única en la Humanidad- fue un imperio al que no le dejaron tener su propia sucesión natural, que habría sido el nacimiento de esta super-nación: Hispanoamérica.
¿Por qué, teniéndolo casi todo para ser dueños de nuestro destino, nos dejamos arrebatar lo más sagrado: nuestra unidad? ¿Por qué, este mundo hispano-indiano que perduró durante tres siglos de paz y progreso, permitió que en pocos años nos sumiéramos en las tinieblas de la guerra civil y el doloroso, interminable separatismo? ¿Por qué si hace tres siglos nuestro nivel de vida era comparable al de Europa hemos acabado en este páramo de atraso, miseria e indignidad? ¿Por qué habiendo tenido una marina que dominaba los mayores océanos, hoy día no contamos con un ejército capaz de defender nuestra soberanía y garantizar nuestra paz? ¿Por qué habiendo sido los primeros en tener universidades en América, tenemos hoy que importar conocimientos del extranjero, casi siempre enemigo nuestro? ¿Por qué hemos permitido que nuestros hijos crean la Leyenda negra que nuestros enemigos inventaron para destruirnos? ¿Por qué permitimos que nos arrancaran a parte de nuestra tierra patria: los yanquis en el norte y los luso-británicos en el sur? ¿Por qué seguimos empeñados en ver como superior a esa bestia depredadora que solo creó miseria, racismo y división por donde pasó: la India, África, Palestina…? ¿Es que nadie puede ver que allá donde prosperaron (Estados Unidos, Canadá, Australia…) fue porque no se mezclaron con ningún pueblo o bien directamente los exterminaron?
Estas y muchas otras preguntas han rondado las cabezas de los pensadores que durante los últimos 200 años han tratado de comprender el porqué de nuestra interminable desdicha. Las respuestas, sin embargo, apuntan siempre a un mismo culpable: el imperialismo británico y la forma en que este ha dividido el mundo para provecho exclusivo de las naciones anglosajonas. ¿Acaso es casualidad que varias de las más extensas naciones del mundo, que a su vez son potencias dominantes en lo económico, en lo militar y en lo político, sean hijas de Gran Bretaña? ¿Es que hemos de creer a Joseph Chamberlain, cuando afirmó en 1895 que “la raza británica es la más grande de las razas imperiales que el mundo ha conocido”? ¿El resto de los pueblos de la tierra es necesariamente inferior a los anglosajones? ¿Qué hay de los grandes imperios mediterráneos, o de China, o de Rusia, o de la propia España, por no hablar de las creaciones culturales de otros muchos y diversos pueblos, dentro y fuera de Europa, durante siglos?
No nos engañemos. Es cierto que el mundo en que nos ha tocado vivir es un mundo anglosajón, sí. Pero esto no es fruto de una innata superioridad, sino de una serie de circunstancias que favorecieron a Inglaterra frente a otras naciones y que los ingleses, con su legendaria perfidia, supieron aprovechar. Las relaciones internacionales durante los siglos XVI a XVIII estuvieron dominadas por tres grandes potencias: Gran Bretaña, Francia y España. Esta última fue la que inició su expansión ultramarina primero, cruzando el ancho océano para incorporar nuevas provincias en tierras americanas a sus dominios, que pasaron a formar parte de un mismo cuerpo político, la Monarquía universal o católica (a la que la historiografía frecuentemente ha llamado “Imperio Español”, aunque este término no fuera el oficial ni el que utilizaron los que en él vivieron). España buscaba una nueva ruta hacia las Indias (Asia oriental) y en su camino se topó con todo un continente cuya existencia se desconocía: lo que con el tiempo se acabaría llamando América. Y España se “desdobló” en una nueva nación hispanoamericana —como dijera el argentino Jorge Abelardo Ramos-: trasplantó al Nuevo Mundo su fe, su idioma, sus instituciones, su arte, sus conocimientos, su cultura, su concepción del mundo y de la vida, que hoy viven en cientos de millones de personas en este continente, también en aquellos a los que han enseñado a odiar su propia cultura hispánica, la que los define y une; pues, antes de España nunca hubo unidad (sólo muchos pueblos indígenas que o no se conocían o directamente se enfrentaban unos a otros), y después de España, tampoco hubo unidad (sólo divisionismo, guerras civiles, una continua intranquilidad que llega hasta nuestros días). La Hispanidad es, pues, el verdadero factor de unidad de los pueblos de nuestra América: por idioma, por religión, por cultura, por tradición jurídico-política, por historia en común. Y sobre todo, por otro factor que aún une más a Hispanoamérica y la define y singulariza frente a las demás civilizaciones del mundo: el mestizaje, esa fusión de cuerpo y alma que la propia Reina Isabel I de Castilla promovió, como cuando aconsejó que los castellanos hablaran y se relacionaran con los indios, y como cuando ordenó, en su propio testamento, que nadie permitiera que los indios sufrieran “agravio alguno en sus personas ni bienes” y que fueran “bien y justamente tratados”. Los abusos y excesos de muchos funcionarios y conquistadores que entonces tuvieron el poder fueron, pues, obra de personas concretas, y de la propia naturaleza humana, uno de cuyos lados oscuros es, precisamente, abusar del débil. Pero esto nunca fue un programa ni un proyecto de gobierno de la Monarquía española: todo lo contrario. La obsesión de esta, como demuestran una y otra vez las evidencias históricas, fue extender su dominio y su poder para asegurar el predominio de la fe católica.
Es cierto que las sociedades evolucionan, y que hoy en día muchísimos hispanos ya no sienten esa fe con el mismo ardor, y muchos de ellos no la sienten en absoluto. Sin embargo, más allá del contenido estrictamente religioso o espiritual, el catolicismo ha impregnado por completo el alma hispana modelando su cultura y su forma de ser. Es decir, hoy el catolicismo es más cultual que religioso, si se prefiere. Esa desconfianza ante la excesiva riqueza material, ese convencimiento profundo de que todos los hombres son iguales, esa extraña veneración por el sacrificio, el llanto y el dolor, que conviven con la esperanza de un mañana salvador que nos devuelva la alegría… tienen mucho que ver con las entrañas del catolicismo, aunque hoy no nos lo planteemos en clave religiosa. Incluso el radicalismo ideológico de los hispanos que, tanto en la derecha como en la izquierda, niegan al contrario y quieren imponer su particular “credo” porque en lo más profundo de su alma están convencidos de que la suya es la Verdad indiscutible.
Y, frente a esta visión de la vida y el hombre, se alza el protestantismo anglosajón. Utilitarista, práctico, materialista. Los ingleses, cuya Reina nombraba caballeros a piratas en el siglo XVI, sembraron de terror el Atlántico para apoderarse mediante el robo de lo que otros había obtenido por el derecho de conquista. Los ingleses no necesitaron adentrarse en selvas, cruzar desiertos, exponerse a mil peligros y sojuzgar a dos imperios continentales. Tampoco perdieron el tiempo mezclándose con indígenas para crear una nueva estirpe mestiza, ni creyeron necesario levantar catedrales, fundar universidades y colegios, aprender las lenguas indígenas para evangelizar a infieles. Nada de eso. A los ingleses les bastaba asaltar a los galeones de Indias y llevarse lo único que les interesaba: el oro y la plata, que fue con lo que construyeron, poco a poco, la prosperidad de su nación. No por casualidad Inglaterra es, todavía hoy, el centro financiero del mundo. El filósofo Gustavo Bueno, sin negar los abusos y errores que se cometieron durante la época virreinal española, distingue entre dos tipos de imperios: el imperio generador y el imperio depredador. El imperio español pertenece a la primera categoría porque, en ese crecer y expandirse de Castilla y luego España, se incorporaron territorios a un mismo cuerpo político y se creó una nueva estirpe, un nuevo tipo de hombre y de sociedad. Inglaterra pertenece a la otra clase. Por donde han pasado, los anglosajones han exterminado o arrinconado siempre al nativo, como lo demuestra el hecho de que ninguna gran nación anglosajona es genética ni culturalmente mestiza. El propio historiador John Elliott reconoce que los anglosajones establecieron “fronteras de exclusión”, a diferencia de las de los españoles, que eran “fronteras de inclusión”. Lo que hoy se denomina “sociedad abierta” o “sociedad multicultural” no es más que la negación del mestizaje: es necesario preservar a las razas, mantenerlas separadas, de ahí el apoyo entusiasta de los académicos anglosajones al “indigenismo”, porque ello, claro es, divide y debilita aún más a nuestras sociedades. De ahí, también, la obsesión de los países anglosajones por preguntar a sus habitantes, en los censos de población, a qué raza pertenecen: una pregunta que resultaría escandalosa e inmoral en nuestras sociedades.
A los poco versados en historia y con demasiado odio anti-hispánico metido en la cabeza, habría que recordarles lo siguiente: lo peculiar, específico de la hispanidad, no fueron los abusos de varios conquistadores, ni el trato desigual de la población, ni la imposición de una cultura sobre las otras. Porque todos esos elementos, es decir, esas sombras que obsesionan a los hispanófobos, son algo que han existido y existirán en toda sociedad que en determinado momento histórico disponga de un gran poder y se haya constituido como un gran Estado-imperio: Indo-España no fue excepción en tal sentido. La esencia de la hispanidad, sin embargo, hay que buscarla en lo que de verdad la diferencia del resto de las civilizaciones. Y aquí es donde observamos dos fuerzas que la impulsan y la hacen única frente a otros cuerpos de dimensiones imperiales: la obsesión por extender una fe que se consideraba la única y verdadera, por encima de cualquier consideración material, y el “predicar con el ejemplo”; mezclándose con el otro, con el extraño, y dando lugar a una nueva raza, lo que el mexicano José Vasconcelos llamaría la “raza cósmica” (los mestizos, tanto si lo son genética como culturalmente). En la medida en que la hispanidad tiende a fusionar a todos los seres humanos, representaría la verdadera universalidad (o sea, nuevamente el catolicismo, pues eso mismo es lo que significa la palabra “católico” = universal).
Pues, bien. Tras tres largos siglos de civilización hispana, de unidad política hispano-americana, de paz y gobernabilidad, de arte, ciencias, pensamiento, cultura, política y economía (obviamente todo ello en el contexto de la época: siglos XVI a XVIII), nuestro mundo cayó en las tinieblas, de las que aún no hemos escapado. Porque, como todo el mundo sabe, ganaron los otros, los que no tenían ninguna visión trascendental de la vida ni del hombre, sino que sólo rendían culto a un único dios: el Comercio. Ellos fueron los verdaderos destinatarios de las riquezas hispanoamericanas, que no se pudieron reinvertir en nuestro propio Estado indo-hispano (sólo parcialmente; mientras perduró la unidad monárquica), sino que sirvió para enriquecer a Gran Bretaña y a sus banqueros, a sus industriales, a sus comerciantes. Sirvió para que, a costa nuestra, de nuestro esfuerzo en construir esa gran unidad política a la que hicieron fracasar partiéndola en pedazos, pudieran ellos crear su industria y arruinar la nuestra, crear sus bancos que arruinaron nuestras arcas públicas mediante empréstitos abusivos, financiar guerras contra nosotros para intentar destruirnos (como la guerra del Paraguay, que exterminó a la mayor parte de la población masculina de aquel Estado). Si hubiéramos resistido, si hubiéramos sabido comprender que en nuestra unidad estaba nuestra fuerza, nada de esto habría pasado, y el mundo sería hoy, de seguro, muy distinto. Prácticamente no hay rincón del mundo donde los anglosajones no ejerzan su poder y su dominio; donde su economía, cultura, lengua, política y ejército no estén presentes. Pero, a diferencia de la hispanidad, en este caso no hay concepción “universalista” que trate de igualar a los hombres, hermanándolos. No. Se trata de tejer todo un entramado político, jurídico, económico y militar en el que, esencialmente, sólo haya dos tipos de hombres: los anglosajones, dueños del mundo: y todos los demás, sus colonias. Pues, si la Monarquía hispánica creó provincias, gobernaciones, virreinatos y capitanías en las Indias (erróneamente llamadas “colonias”, pues no lo fueron nunca), en este caso las potencias anglosajonas sí han convertido al resto del mundo en una inmensa colonia. Esto explica nuestro eterno sometimiento, nuestra división, nuestra pobreza, nuestra confusión, nuestra intranquilidad y desasosiego. Ganaron ellos, como todos sabemos, y por ello están las cosas como están.
Sólo renacerá la esperanza el día en que los hispanos empecemos, de nuevo, a unirnos.
Así era el mundo a finales del siglo XVIII, hace poco más de 200 años. Obsérvese cómo las Indias (Hispanoamérica), junto con la península ibérica y Filipinas, era el Estado más extenso. Gran Bretaña consiguió destruir aquella inmensa unidad política fomentando el separatismo, que nos dividió en varios países.
José Ramón Bravo
Jurista y escritor español
Hispanoamérica Unida | Por la creación de un Estado hispanoamericano
hispanoamerica@terra.com
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Fuente:
“Ganaron ellos”, el nuevo post del jurista y escritor español José Ramón Bravo - UCV Satelital TV
El artículo me deja sin palabras: simplemente, excelente.
Aserción del argentino Enrique de Gandía sobre el rol de los indígenas en las guerras de independencia, donde se mantuvieron leales a la Hispanidad y enemigos de las oligarquías criollas ilustradas y masónicas que se sublevaban contra su propia Patria. Tengamos en cuenta que Gandía es favorable al proceso independentista; por lo tanto, nadie podrá acusarlo de carlista o españolista.
La cita pertenece a su libro 'La independencia americana', publicado por la editorial Mirasol en Buenos Aires, año 1961 (página 13).
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Fuente:
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Habría que preguntarle al Papa Francisco qué piensa de esto... aquel que utiliza el término "Latinoamerica" y que cuando visitó Bolivia y Paraguay, pidió perdón por los supuestos crímenes cometidos por parte de la España Católica contra los indios. Al respecto de lo último, el gran artículo de De Prada, disponible en este blog. Quiero pensar que el Sumo Pontífice lo hace simplemente por ignorancia, y que no difama nuestra religión y cultura adrede...
La cita pertenece a su gran obra 'Ensayo sobre el subdesarrollo: América Latina, 200 años después', en donde explica cómo la secesión hispanoamericana significó un paso atrás y no uno hacia adelante.
Se pueden consultar fragmentos de la obra en el siguiente enlace:
https://books.google.com.ar/books?id=XPZ4NckrUngC&pg=PA62&lpg=PA62&dq=la+conducta+de+los+de+Buenos+Aires+con+la+Madre+Patria%2C+en+la+que+se+halla+debido+el+atroz+usurpador+Bonaparte%2C+es+igual+a+la+de+un+hijo+que+viendo+a+su+padre+enfermo%2C+pero+de+un+mal+del+que+probablemente+se+salvaría%2C+lo+asesina+en+la+cama+para+heredarlo.&source=bl&ots=mbaRd-MMH1&sig=4e8SI029qGyKSkH1rHYq_gCvbtU&hl=es&sa=X&ved=0CC4Q6AEwBGoVChMI-8Hyj4GTyAIVih2QCh2kcwtz#v=onepage&q=la%20conducta%20de%20los%20de%20Buenos%20Aires%20con%20la%20Madre%20Patria%2C%20en%20la%20que%20se%20halla%20debido%20el%20atroz%20usurpador%20Bonaparte%2C%20es%20igual%20a%20la%20de%20un%20hijo%20que%20viendo%20a%20su%20padre%20enfermo%2C%20pero%20de%20un%20mal%20del%20que%20probablemente%20se%20salvaría%2C%20lo%20asesina%20en%20la%20cama%20para%20heredarlo.&f=false
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martes, 27 de octubre de 2015
ATANDO CABOS: INVASIÓN A HISPANOAMÉRICA
Directo Youtube: Miércoles 28 de Octubre 16:00 Argentina 20:00 España
Tendremos como invitado especial al abogado, notario y escritor argentino Francisco Hotz y Abordaremos temas como el Origen de la Invasión a Hispanoamérica, Indigenismo y Separatismo.
Como recita su libro ATANDO CABOS:
Será una Crónica histórica para un argentino despistado".
"Y para un Hispanoamericano también".
Bienvenidos TriPulantes
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Blog
TriPulantes: ATANDO CABOS: INVASIÓN A HISPANOAMÉRICA
Enlace directo al video:
https://www.youtube.com/watch?v=mDlrOcBNK-4
Thomas Jefferson, uno de los principales redactores de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, considerado prócer, patriota y precursor de las independencias hispanoamericanas por nuestros libros de Historia, ya en 1786, en carta a su amigo Archibald Stuart, manifiesta sus intenciones ulteriores de dominar todo el continente americano arrebatándoselo a los españoles.
Como señala Vittorio Messori: “Las logias dirigentes de América meridional hicieron frente común con las logias de América septentrional, primero para vencer a la Corona de España y después a la Iglesia católica. De este modo nació la dependencia –que marcará toda la historia y que continúa hasta hoy- del Sur respecto del Norte (Estados Unidos)” (Vittorio Messori, Las leyendas negras de la Iglesia, Planeta, Barcelona 1996, p. 45-52).
Como siempre ocurre con todos los documentos que publicamos, la carta de Jefferson está absolutamente documentada. Algunas fuentes que la acreditan son:
- Artículo del historiador español Iván Vélez:
Iván Vélez, Masones y filibusteros en la estela Monroe, El Catoblepas 131:3, 2013
- Libro sobre la figura de Hidalgo:
https://books.google.com.ar/books?id...201786&f=false
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Fuente:
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La verdad sobre la secesión de las Indias.
Próximamente haremos publicaciones profundizando sobre cómo Gran Bretaña logró neutralizar a la Santa Alianza.
Fuente:
https://books.google.com.ar/books?id=jqkZAwAAQBAJ&pg=PA22&lpg=PA22&dq=El+proceso+emancipador+hispanoamericano+comenzó+con+la+invasión+francesa+de+1808+y+se+aceleró+en+las+siguientes+dos+décadas+gracias%2C+sobre+todo%2C+al+indisimulado+interés+británic+por+sustituir+a+España+en+el+señorío+del+hemisferio+americano.&source=bl&ots=7qPxlEFLV-&sig=dOh0YlBzdBhXpWGjH87b2sWQMwQ&hl=es&sa=X&ved=0CBsQ6AEwAGoVChMI04jg8uaDyQIVgiKQCh2fkwF7#v=onepage&q=El%20proceso%20emancipador%20hispanoamericano%20comenzó%20con%20la%20invasión%20francesa%20de%201808%20y%20se%20aceleró%20en%20las%20siguientes%20dos%20décadas%20gracias%2C%20sobre%20todo%2C%20al%20indisimulado%20interés%20británic%20por%20sustituir%20a%20España%20en%20el%20señorío%20del%20hemisferio%20americano.&f=false
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Fuente:
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El documento de donde saqué el texto para esta lámina, debería ser lectura obligatoria en las escuelas:
http://codex.colmex.mx:8991/exlibris...59IEQH285X.pdf
Lástima que el escrito no se pueda copiar en el foro (ya que además de ser un escaneo, es PDF protegido) pero dará material para hacer más memes.
El historiador ecuatoriano Francisco Núñez del Arco Proaño nos ha permitido tomar esta magnífica frase de su muro para compartirla en nuestra página. La Asociación Cultural Felipe II ha tenido el gran honor de conocer a este joven intelectual para poder intercambiar ideas y apreciaciones. Sin dudas hemos aprendido mucho de él y aún nos queda aprender un tanto más.
Francisco ha realizado profundas investigaciones y trabajos sobre la historia de Ecuador, destacándose una obra sobre los poco difundidos vínculos entre su país y la Alemania de los años 30 y 40. También se encuentra ultimando los detalles de su próxima obra intitulada 'Quito fue España', en donde seguramente aportará datos inéditos y novedosos para contribuir a la revisión de las llamadas guerras de independencia.
La frase en sí representa un llamado a la reflexión a los nacionalistas independentistas, que ponen el grito en el cielo denunciando la secesión de Cataluña, pero a su vez idolatran como dioses a los secesionistas San Martín y Bolívar.
Rogamos compartir masivamente para contribuir a la difusión del auténtico pensamiento hispánico.
Enlace al blog de Francisco: https://coterraneus.wordpress.com/
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Fuente:
https://www.facebook.com/77125717629...type=3&theater
LAS BAJAS PASIONES DE LA “INDEPENDENCIA”
Publicado: 16 Diciembre 2015
Escribe: Antonio Moreno Ruiz.-
Nos recuerda el historiador colombiano Pablo Victoria Wilches (1) que la familia de Simón Bolívar vivió obsesionada con obtener un título de nobleza de la Corona española pero que no pudo porque se negaba a desvelar el origen de un antepasado: En concreto, la bisabuela de Simón, que era negra; y esta familia Bolívar, que debían sus pingües riquezas al nefasto tráfico de esclavos, no quería que eso se supiera.
Simón Bolívar, que era llamado “el zambo” por los notables limeños, estuvo toda su vida acomplejado por su aspecto físico; siendo que algunos hermanos suyos habían heredado más físicamente a algún antepasado alemán. Esto de no querer desvelar el antepasado afro generó un resentimiento que marcó para siempre el carácter de Simón Bolívar, el dictador de la Gran Colombia.
Y una de las muchas pruebas del innato resentimiento de este gran dictador fue el recadito que dejó en carta al general Santander el 9 de enero 1824: “Yo creo que he dicho a usted antes de ahora que los quiteños son los peores colombianos… El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un vigor triple allí que el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados… Los quiteños y los peruanos son la misma cosa; viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe. Los Guayaquileños son mil veces mejores”
Asimismo, el historiador argentino Nicolás Duré (2) nos recuerda cómo el “prócer” argentino Manuel Belgrano, en carta a José de San Martín (en 1813), le comentaba que "los negros y mulatos son una canalla que tienen tanto de cobarde como sanguinaria" y que sólo le consuela "que vienen oficiales blancos". Profundizando en la figura de Manuel Belgrano, nos sigue diciendo Nicolás Duré: “Además, sus traicioneras conspiraciones contra la Corona venían de vieja data, estando implicado en el llamado carlotismo, o como cuando, junto con Pueyrredón, quiso convencer a Liniers de que no entregara el mando cuando Cisneros llegó al Río de la Plata como nuevo virrey.” “Asimismo, durante su estadía en Inglaterra junto con Rivadavia, esbozó una constitución basada en principios ingleses. La anglofilia afectaba como una enfermedad a nuestros próceres, y no por nada Manuel Belgrano recibió un reloj como regalo del rey Jorge III.”
Huelga decir que tanto Bolívar como Belgrano, al igual que San Martín y O´Higgins, eran masones. Al igual que era masón Pablo Morillo y muchos otros liberales ibéricos (que ocuparon la jefatura de los ejércitos realistas), camaradas ideológicos de José de San Martín; aquel español nacido en Yapeyú que dejó dicho: “Los liberales del mundo somos hermanos en todas partes y queremos preparar en este hemisferio un asilo seguro para nuestros compañeros de creencias.” No en vano dice Alan García en su libro “Pizarro, el rey de la baraja” (3) que el auténtico héroe de la independencia hispanoamericana fue Riego, militar liberal y anticlerical que dio un golpe de estado en 1820, evitando que embarcasen para las Indias más de veinte mil soldados ibéricos que, conjuntamente con la formidable resistencia realista criolla, hubieran terminado de aplastar a unos independentistas que hasta entonces tenían la guerra casi perdida. Pero ese golpe liberal, que dirigió los destinos españoles desde 1820 a 1823, supuso asimismo el ascenso al poder de muchos militares adictos a su causa; y fue el caso de Pablo Morillo, quien no le hizo caso a Tomás Morales (4), sobre sus consejos acerca de cómo llevar la guerra en Sudamérica. Morillo se abrazó con Bolívar; indultó al sanguinario Arismendi (camarada del dictador de la Gran Colombia) y prohibió homenajes a Boves, vencedor de Bolívar y máximo héroe de los realistas llaneros, por una supuesta política “de pacificación de espíritus”. En poco tiempo, desbarató buena parte de la lucha realista venezolana. Asimismo, recordemos que José de San Martín pactó con la camarilla del virrey La Serna, donde la masonería y el liberalismo predominaban. La batalla de Ayacucho fue la última pantomima: Ya estaban todas las cartas marcadas.
Asimismo, ese Trienio Liberal (1820-1823) confundió a muchos realistas americanos, quienes luchaban por el rey y contra los revolucionarios, y ahora resultaba que los revolucionarios eran los propios peninsulares…
Así las cosas, que la independencia de la América Hispana fuera a llegar era algo prácticamente inevitable. El conde de Aranda así se lo había expresado en pleno siglo XVIII a Carlos III, proponiéndole trasladar príncipes españoles a los virreinatos para que desarrollaran una independencia pacífica y mantener así vínculos económicos, diplomáticos y militares frente a la rapiña anglosajona. Por desgracia este proyecto de Commonwealth hispánica no se consumó; y pocos años después, lo que los británicos no pudieron conseguir con la vía invasora/pirática (luego de estrepitosas derrotas como las que infringió el vascongado Blas de Lezo en Cartagena de Indias o el andaluz Bernardo de Gálvez en Norteamérica), lo consiguieron por la intriga a través de la masonería y el liberalismo, con las respectivas ayudas de personajes de muy pocos escrúpulos y desmedidas ambiciones; ayudados siempre por alocados revolucionarios ibéricos (Aldao, Jalón, Picornell, Campo Elías…) que fueron los primeros en propagar el odio a su propia tierra.
En fin: Doscientos años de mentiras -sobre los “libertadores”- esparcidas a ambos lados del océano por obra y gracia del liberalismo (algo muy bien recogido por el marxismo) ha desfigurado bastante nuestra percepción histórica; pero la realidad fue mucho más prosaica y estuvo copada por una suerte de bajas pasiones que los enemigos de la Hispanidad supieron aprovechar para tenernos hasta el día de hoy dominados y divididos. Y bueno sería desechar ya la leyenda rosa (que nada tiene que ver con la realidad histórica) y saber y reconocer la historia en su contundente complejidad para no repetir errores, reconciliarnos con nuestro auténtico pasado y avanzar así mucho mejor hacia el futuro.
(1)Sobre los trabajos de Pablo Victoria:
https://www.youtube.com/watch?v=UuY7p0UmeCE
https://www.youtube.com/watch?v=ROMeqNS5XKM
https://www.youtube.com/watch?v=oPX05aP7cy8
https://www.youtube.com/watch?v=-xAtDxnWwyM
(2)Véase la página: https://www.facebook.com/Asociaci%C3...95315/?fref=ts
(3)Sobre el libro de Alan García:
ANTONIO MORENO RUIZ: MIS LECTURAS: "PIZARRO, EL REY DE LA BARAJA", DE ALAN GARCÍA.
(4) Tomás Morales fue un caudillo realista canario radicado en Venezuela y camarada de José Tomás Boves.
Sobre Boves:
http://www.dignidaddigital.com/notic...ves-14386.html
http://www.dignidaddigital.com/noticia/paralelismos-entre-jose-tomas-boves-y-ramon-cabrera-21920.html
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Fuente:
LAS BAJAS PASIONES DE LA INDEPENDENCIA - La Abeja
LA LIBERTAD SANMARTINIANA
Y esta fue la "libertad" que trajeron los "libertadores", contada por ellos mismos:
"Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones, sino de hechos: ¿qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad si por el contrario se me oprime?... ¡Libertad! désela usted a un niño de tres años para que se entretenga por vía de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y usted me contará los resultados. ¡Libertad! Para que un hombre de honor se vea atacado por una prensa silenciosa, sin que haya leyes que lo protejan y si existen se hagan ilusorias. ¡Libertad! Para que si me dedico a cualquier género de la industria, venga una revolución que me destruya el trabajo de muchos años y la esperanza de dejar un par de bocados a mis hijos.
¡Libertad! Para que se me cargue de contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos originados porque a cuatro ambiciosos se les antoja por vía de la especulación, hacer una revolución y quedar impunes. ¡Libertad! ¡Libertad!...Maldita sea la libertad, ni será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona, hasta que no vea establecido un gobierno que los demagogos llamen tirano y me proteja contra los bienes que me brinda la actual libertad".
Carta del general José de San Martin a Tomás Guido. 1º de noviembre de 1831.
ANTONIO MORENO RUIZ
Una reflexión sobre las independencias
Publicado: 28 Diciembre 2015
Escribe: Nicolás Duré.- En Argentina, el próximo 9 de julio se celebrará el bicentenario desde la declaración de la independencia en aquel año de 1816. Las encomiásticas celebraciones estarán repletas de loas a los próceres que rompieron el yugo de la opresora y colonialista España, liberando a los pobres indígenas de tres siglos de explotación, y demás lugares comunes profundamente arraigados en el imaginario popular.
No obstante, nosotros consideramos que se trata de una ocasión más que oportuna para brindar un espacio a la reflexión y a la crítica, proponiendo la revisión de los hechos comúnmente aceptados como válidos y presentando perspectivas históricas alternativas. Es por eso que en estas breves líneas tenemos el objetivo de poner en tela de juicio algunos de los tópicos más recurrentes de aquel fenómeno conocido como guerras de emancipación.
En primer lugar, cabe señalar que lo que normalmente concebimos como guerras de descolonización, como enfrentamientos entre criollos y peninsulares, no fueron tales. Los conflictos bélicos que convulsionaron el continente americano a partir de 1810 más bien revisten el carácter de una guerra civil en la que es posible encontrar blancos, indígenas, mestizos y negros en ambos bandos. Así lo confirma el norteamericano Clarence Haring (1): “Las guerras de independencia fueron esencialmente guerras civiles. Uno de los rasgos más llamativos de todo el movimiento fue la prueba de lealtad a España, que dio gran parte de la población. En muchas regiones, el núcleo de las fuerzas realistas estaba constituido por hispanoamericanos, y, en algunas provincias, resultaba imposible crear una oposición seria o sostenida contra la Corona”. Efectivamente, el sentimiento de lealtad a España entre los habitantes de las Indias era tal, que en realidad era un escaso número de criollos ilustrados el que albergaba deseos de secesión, permaneciendo una gran mayoría de pobladores fieles a la Madre Patria.
Un testimonio de un realista del Perú (se desconoce el nombre del autor; solo firma bajo el pseudónimo El Peruano), que data de noviembre de 1823 y que es recogido por Enrique de Gandía en su obra La independencia americana (2), nos ayudará a comprender la magnitud de la fidelidad de las Indias al Rey de España: “Si nuestros ilusos paisanos, con la malicia que se caracteriza desde que se rebelaron, pretenden sorprender a las naciones extranjeras con hacerles ver que la guerra de estos países es de todos los habitantes contra los españoles europeos, sepa el mundo entero que los que llevamos en el Perú las armas somos la mayor parte hijos de la América, que peleamos y pelearemos por conservar nuestra tranquilidad y el rango de ciudadanos españoles hasta derramar la última gota de nuestra sangre…”. Este documento nos acredita que la maliciosa propaganda de los separatistas pretendía presentar el conflicto como una guerra entre americanos y europeos, falacia ampliamente desmentida por la realidad de los acontecimientos, a la vez que expresa el sentimiento de lealtad y amor hacia España que prevalecía en todas las capas de la población, en este caso, del virreinato del Perú.
Esta resistencia popular a la separación fue la razón por la que el conjunto de guerras civiles se prolongó por tanto tiempo, desde la conformación de las famosas juntas en 1810 (19 de abril en Caracas, 25 de mayo en Buenos Aires, etc.) hasta la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Y eso sin contar los últimos bastiones realistas que fueron sangrientamente reducidos años más tarde, como el que representaron los habitantes de Chiloé o los hermanos Pincheira en Chile y Argentina.
Como indicamos anteriormente, fue una minoría de criollos afrancesados la que manifestaba intenciones secesionistas, y que oportunamente aprovechó la trágica circunstancia de la caída de la Junta de Sevilla y de la práctica total ocupación de España por parte de las fuerzas napoleónicas en aquel fatídico 1810. Nuevamente nos remitimos a Haring para acreditar cuanto aquí afirmamos: “Las revoluciones americanas fueron obra de unos pocos dirigentes ilustrados y perspicaces, quienes en muchas regiones, representaban la ambición, abrigada por los criollos más cultos, de sustituir en el gobierno y en el comercio a los españoles peninsulares…”. Simple y claro.
En efecto, fue la ambición de grupúsculos de comerciantes, contrabandistas y terratenientes, nucleados en las omnipresentes logias de cuño masónico, quienes aprovecharon la ocasión para romper con la Madre Patria, con el infaltable apoyo británico, sin el cual muy difícilmente hubiera tenido lugar la secesión. El objetivo último del movimiento consiste en vincularse económicamente con el ascendente imperio británico, convirtiendo a los viejos reinos de Indias en colonias informales de Gran Bretaña. Dejemos que sea el propio Bolívar, el más conspicuo de entre los “libertadores”, quien nos diga cuál sería el rol económico a desempeñar por las flamantes repúblicas: “Nosotros por mucho tiempo no podemos ser otra cosa que un pueblo agricultor capaz de suministrar las materias más preciosas a los mercados de Europa, el más calculado para fomentar conexiones amigables con el negociante y el manufacturero” (3). Así, se cumpliría el tristemente célebre apotegma del economista británico Richard Cobden, según el cual Sudamérica sería la granja, y Gran Bretaña, el taller del mundo.
Pero no se trata tan solo de una subordinación económica a cambio del apoyo logístico, militar y diplomático de Gran Bretaña. También asistimos a un fenómeno de colonización mental y cultural, pues la nueva clase dirigente criolla adopta para sí las formas culturales anglo-francesas, con el consiguiente desprecio por la Hispanidad, cuyas razas pasan a ser consideradas como inferiores e incapaces del progreso y la ilustración. Un personaje arquetípico de la anglofilia que prendió de forma tan arraigada entre los nuevos jefes americanos es el argentino Bernardino Rivadavia, gran amigo de Jeremy Bentham, padre del utilitarismo, a quien le dirigía las siguientes palabras en carta de agosto de 1818, recogida por el historiador John Street (4): “¡Qué grande y gloriosa es vuestra Patria!, mi querido amigo. Cuando considero la marcha que ella sola ha hecho seguir al pensamiento humano, descubro un admirable acuerdo en la naturaleza que parece haberla destacado del resto del Mundo a propósito”. Resulta sumamente ilustrativo que el primer presidente argentino, en 1826, haya sido un anglófilo del calibre de Rivadavia, en cuyos tiempos —añade Street— “hasta los reglamentos para los debates de la nueva Cámara de Diputados eran los del Parlamento inglés”.
De esta manera, la sumisión económica y mental hacia el mundo anglosajón determinó el triste destino de las repúblicas desgajadas del tronco común, proceso en el que los españoles de uno y otro lado del Atlántico fueron derrotados, y en el que las potencias ascendentes, con Gran Bretaña a la cabeza, fueron las únicas victoriosas. Muy pronto se dedicaron a rapiñar sin piedad los indefensos trozos que otrora habían conformado el poderoso imperio español.
(1) Haring, Clarence, El imperio hispánico en América, Ediciones Solar / Hachette, Buenos Aires, 1966, página 352.
(2) De Gandía, Enrique, La independencia americana, Ed. Mirasol, Buenos Aires, 1961, página 87.
(3) Bolívar, Simón, Obras completas, Tomo I, Ediciones Fundación para la investigación y la cultura, Bogotá, 1979, página 488.
(4) Street, John, Gran Bretaña y la independencia del Río de la Plata, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1967, pp. 263-264.
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Fuente:
Una reflexión sobre las independencias - La Abeja
Esto es lo que venimos afirmando desde siempre. Las llamadas independencias fueron realizadas por la élite ilustrada criolla y no por el pueblo harto de una presunta opresión española. Por "criollos más cultos" deberían entenderse ante todo a aquellas personas que habían abrevado en la ilustración anglo-francesa, a pesar de que algunos nacionalistas independentistas nieguen la influencia iluminista. En el futuro haremos publicaciones demostrando de manera irrefutable tal influencia en independentistas de la talla de Bolívar o San Martín.
Fuente: Una reflexión sobre las independencias - La Abeja
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Fuente:
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