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Tema: Hay “otro” bicentenario

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    *Donoso, no sé por qué pero siempre me sale por partida doble. Disculpa mi torpeza, ¿cómo se puede solucionar esto?

    La corriente libertadora del Norte

    Artículo principal: Campañas del Sur.
    Véase también: Entrevista de Guayaquil.
    Tras independizar las actuales Venezuela, Colombia y Ecuador, Simón Bolívar se entrevistó con San Martín acordando colaborar con la independencia peruana en retribución al apoyo de tropas independentistas peruanas en la Batalla de Pichincha. Esta ayuda se materializó en 1823, cuando dos divisiones colombianas de 3.000 hombres cada una se sumaron al ejército unido libertador.
    Comienza la guerra en el Perú

    Campaña de 1821 - 1823


    Condecoraciones españolas otorgadas por las campañas de Ica, Torata, Moquegua, Campañas del Sud y Arequipa.


    Tras proclamar la independencia del Perú el 28 de julio de 1821, los independentistas peruanos, argentinos y chilenos comenzaron en Cerro de Pasco una prometedora campaña para derrotar al Ejército Real del Perú mandado por el virrey La Serna. Pero los realistas, bajo una sólida subordinación militar, destruyeron sucesivos ejércitos independientes. El primero en las campañas de Ica, comandado por los patriotas Domingo Tristán y Agustín Gamarra, un año después en las campañas de Torata y Moquegua aniquilaron la Expedición Libertadora dirigida por Rudecindo Alvarado, retirado José de San Martín tras la Entrevista de Guayaquil. El inesperado año 1823 terminaba con la destrucción de otro ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra, en otra campaña abierta sobre Puno, que comenzó con la batalla de Zepita, que ocupó la ciudad de La Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna terminó la campaña de Zepita desbandando las tropas aisladas de Santa Cruz y recuperando Arequipa tras batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de octubre de 1823, salvándose con sus tropas pero perdiendo la mejor parte de su caballería. El 16 del mismo mes el general Olañeta destruyó la montonera del comandante José Miguel Lanza principal caudillo independentista del Alto Perú. Al concluir el año de 1823 las tropas reales se encontraban nuevamente en situación victoriosa.
    "..El virrey la Serna por su parte, sin comunicaciones directas con la Península, con las más melancólicas noticias del estado de la metrópoli... y reducido por lo tanto a sus propios y exclusivos recursos pero confiando notablemente en la decisión, en la unión, en la lealtad y en la fortuna de sus subordinados, aceleraba también la reorganización de sus tropas y se aprestaba a la lucha que miraba próxima con el coloso de Costa-firme. Un triunfo más para las armas españolas en aquella situación, haría ondear de nuevo el pabellón castellano con inmarcesible gloria hasta el mismo Ecuador; pero otra suerte muy distinta estaba ya irrevocablemente escrita en los libros del destino. .."

    Gnrl. Andrés García Camba.34
    1824, la Rebelión de Olañeta

    Artículo principal: Rebelión de Olañeta.
    ¡Viva la religión, el rey y la nación.! Peruanos: el infame Olañeta infatuado con las condecoraciones que obtuvo, y a las que nunca pudo considerarse digno, acaba de cometer la traición más horrible: el no obedece a la suprema autoridad del Perú, no pertenece ya ni quiere pertenecer a la heróica nación española, quiere unirse con los insurgentes de las provincias del Rio de la Plata y sumergir estos pueblos en el caos de males en que aquellos se miran.

    Paradójicamente el golpe mortal a la causa realista en el Perú provino de los mismos realistas, al comenzar el año 1824, los 5.000 soldados que componían el ejército del Alto Perú fueron sublevados por el caudillo absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra el virrey del Perú, tras saberse que en España había caído el gobierno Constitucional. Olañeta ordenó el ataque de los realistas altoperuanos contra los constitucionales del virreinato peruano dando una magnífica oportunidad a Bolívar para iniciar una campaña definitiva contra las aisladas tropas del general Canterac, recibiendo la orgullosa caballería del ejército real una primera gran derrota en la batalla de Junín lo que seguido a la orden de retirada a vista del enemigo desmoralizó a los veteranos del ejército del Norte.
    Las desalentadoras noticias de Junín no tardaron en llegar al Alto Perú junto con las terminantes órdenes de virrey a Valdés para que abandonara la campaña y volviera precipitadamente al Bajo Perú para hacer frente a Bolívar. El ejército que había cruzado el desaguadero se encontraba ahora reducido a esqueleto.
    ...el estado de nuestro ejército era verdaderamente desconsolador. El del Norte había perdido mucho de su fuerza y entusiasmo, el del Sud cansado con marchas y contramarchas penosas, pasadas de ochocientas leguas las que acababa de andar sin descanso, y desmembrado de muchos buenos jefes, oficiales y soldados en los diferentes sangrientos encuentros que había sostenido, pérdida sensible que no pudo reemplazarse sino con prisioneros de Olañeta y con reclutas tomados al paso e instruidos sobre la marcha, el ejército del Sud no era nada en aquella época. El brillante regimiento de Gerona, que tanta gloria supo dar al nombre español, no merecía ya otro que el de una guerrilla uniformada.

    Publicación de la Sociedad Ex-Milicianos de Madrid35
    Campaña de Ayacucho

    Artículo principal: Batalla de Ayacucho.
    Pese a que las tropas del virrey lograron derrotar a Olañeta en el Alto Perú esta campaña fraticida significó la desaparición de 10.000 veteranos soldados realistas de ambos bandos y el desmontaje del aparato defensivo realista, el virrey trató desesperadamente de organizar un nuevo ejército recurriendo a la recluta masiva de campesinos en la sierra pero estas tropas carentes de instrucción y disciplina no eran comparables a las que tantos triunfos habían obtenido en las campañas anteriores y que ahora se encontraban casi todas en el sepulcro o el hospital. Aun así el virrey obtuvo un sonado y último triunfo en Corpahuaico que de haber sido aprovechado podría haber resuelto la campaña en su favor, pero sus tropas recibieron una aplastante derrota en Ayacucho, tras la cual su bisoño ejército se dispersó por completo. Incapaz de continuar la lucha el Ejército Real del Perú capituló tras la batalla.
    Organización en la batalla en Ayacucho

    Ejército Real del Perú (1824)36 Comandante en Jefe


    Jefe de estado mayor


    División Valdés

    • Batallón Cantabria; jefe: Antonio Tur, plazas: 580 (formado en 1819 sobre la base de los 210 hombres del regimiento de Cantabria, parte de la expedición española de 1818, que fueron los únicos que lograron llegar al Callao al mando del coronel de ese cuerpo Rafael de Ceballos-Escalera, este batallón se distinguió en las campañas de Moquegua, Arequipa y Corpahuaico)
    • Batallón del Centro; jefe: Felipe Rivero, plazas: 464 (antiguo batallón de Azángaro(provincia de Puno), cuerpo veterano de la campaña de Pezuela en el Alto Perú, distinguido particularmente en la batallas de Torata y Moquegua bajo el mando de Espartero)
    • Batallón Voluntarios de Castro; jefe: José Hugue, plazas: 495 (también conocido como "chilotes", constituido por fidelísimos naturales de Chiloe, incorporados al ejército real del Perú en 1815 tras la derrota de la patria vieja chilena, veteranos de la campaña del Alto Perú)
    • Batallón 1ro del Imperial Alejandro; jefe: Pedro Becerra, plazas: 398 (antiguo Regimiento expedicionario de Extremadura, llegado al Perú en 1815, veterano de la campaña del Alto Perú, en 1817 por órdenes directas del Rey Fernando VII fue renombrado Imperial Alejandro, nombre de un regimiento español que combatió por el Zar de Rusia durante las guerras napoleónicas)
    División Monet
    • Batallón 2do del Primer Regimiento del Cusco; jefe: Francisco Villabase, plazas: 414 (formado en dicha ciudad, veterano del Alto Perú, diezmado en la campaña contra Olañeta)
    • Batallón Burgos; jefe: Juan A. Pardo, plazas: 540 (Primer batallón de dicho regimiento expedicionario, llegó al Perú en 1817, hizo la campaña de Chile distinguiéndose en la batalla de Maipú donde fue seriamente diezmado)
    • Batallón Guías del General; jefe: Joaquín Bolívar, plazas: 240 (batallón formado durante la campaña del Bajo Perú, se distinguió en el combate de Huanca en 1823)
    • Batallón Victoria; jefe: Manuel Sánchez, plazas: 392 (formado con los restos del batallón expedicionario Talavera, que hizo la campaña de Chile en 1814 y fue renombrado Victoria en 1818,37 diezmado en la batalla de Pasco)
    • Batallón Infante don Carlos; jefe: Mariano Cucalón, plazas: 444 (uno de los batallones del regimiento formado en 1816 sobre la base del antiguo cuerpo veterano Real de Lima que hizo las campañas del Alto Perú y Chile en 1814, tras agregársele 100 soldados peninsulares fue renombrado antes de partir para la campaña chilena de 1818, el otro batallón resistiría en el Sitio del Callao al mando de Rodil hasta 1826)
    División González Villalobos
    • Batallones 1ro y 2do del Gerona; jefe: Domingo Echezarraga, plazas: 900 (formado sobre el batallón expedicionario de Voluntarios de Gerona llegado al Perú en 1816, veterano de las campañas del Alto Perú y Bajo Perú, distinguido en Torata y Moquegua, en 1824 se le añade un segundo batallón para la campaña contra Olañeta, donde el regimiento es completamente diezmado)
    • Batallón 1ro del Primer Regimiento del Cuzco; jefe: Joaquín Rubín de Celis, plazas: 415 (diezmado en la campaña contra Olañeta)
    • Batallón 2do del Imperial Alejandro; jefe: Juan Moraña, plazas: 398 (diezmado en la campaña contra Olañeta)
    • Batallón Fernando VII; jefe: José Carratala , plazas: 196 (una compañía suelta del antiguo Regimiento Fernando VII veterano del Alto Perú)
    División Ferraz (caballería)
    • Granaderos de la Guardia, jefe: Valentín Ferraz, plazas: 380(cuerpo creado en 1816 por el brigadier Valentín Ferraz sobre la base de un escuadrón de la escolta del virrey Pezuela, considerado el mejor cuerpo de la caballería realista, se distinguió en las campañas del Alto Perú y luego en las de Torata y Moquegua, hizo la campaña contra Olañeta donde fue diezmado en la batalla de la Lava)
    • Húsares de Fernando VII, jefe: Francisco Puyol, plazas: 124 (formados sobre los restos del 4to escuadrón expedicionario que arribó al Perú en 1815, veterano de las campañas del Alto Perú e Ica)
    • Dragones de la Unión, jefe: Ramón Gómez de Bedoya, plazas: 218 (formado sobre los restos del 4to escuadrón expedicionario que arribó al Perú en 1815, veterano de las campañas del Alto Perú, Ica y Moquegua)
    • Dragones del Perú, jefe: Dionisio Marcilla, plazas: 146 (formado en 1817, disntinguido en la campaña de Ica)
    • Dragones de San Carlos; jefe: Jerónimo Villagra, plazas: 86 (parte del regimiento dragones de San Carlos cuerpo de la división del Alto Perú, veterano del Alto Perú)
    • Alarbaderos del Virrey; jefe: ¿?, plazas: 46 (cuerpo honorífico de los virreyes del Perú, remanente de la tradicional Compañía de Gentileshombres, Lanzas y Arcabuces que constituían la escolta del virrey)
    El Sitio del Callao, 1824-1826

    Artículo principal: Sitio del Callao.
    El brigadier José Ramón Rodil, comandante militar de las fortalezas del Callao, se negó a acogerse a la capitulación de Ayacucho confiando en que aun podría recibir refuerzos de España y asediado en los Castillos del puerto resistió un sitio de casi dos años, contaba para su defensa con los veteranos regimientos Real de Lima y Arequipa junto a los soldados independentistas desertores que se le habían unido. Habianse refugiado también en el Callao millares de civiles realistas que perecieron en gran número por hambre y enfermedad, finalmente en 1826 cuando casi todos sus soldados habían muerto y los sobrevivientes se alimentaban de ratas Rodil aceptó capitular ante el comandante del asedio el general Bartolomé Salom obteniendo condiciones honrosas y llevando consigo las banderas de sus regimientos que fueron las últimas en abandonar el Perú. Con la entrega del Callao, desapareció el último ejército español de América del Sur.
    Fuerzas navales


    Reproducción de las Banderas elegidas por Carlos III en 1785 para las Marinas de Guerra y Mercante.


    En los primeros años del conflicto los elementos navales de la Armada Española bajo la autoridad de los virreyes del Perú se limitaron al trasnporte de expediciones militares y pertrechos a distintos puntos del virreinato, hasta la aparición en el Pacífico de la flota corsaria del almirante Guillermo Brown, al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, no había existido la necesidad de contar con unidades de guerra operativas para hacer frente a los insurgentes ya que estos carecían completamente de medios navales competentes.
    Fue virrey Pezuela fue quien llevo a cabo la reorganización de la Marina y el apostadero del Callao, en 1816 llegó de España el primer refurzo marítimo de consideración constituido por la fragata Venganza y en los años siguientes las fragatas Esmeralda y Prueba. Con sus propios recursos económicos y logisticos el virrey logró además poner en pie una escuadrilla de buques menores como bergantines, corbetas y mercantes armados que cumplieron satisfactoriamente sus comisiones militares de aprovisionamiento y captura de mercantes al servicio de los patriotas. En 1821 llegó al Callao la fragata Resolución, la que unida con otras naves de menor calado aumentó considerablemente el poder de la armada. Sin embargo en conjunto la actuación de la escuadra realista disto mucho de ser eficiente, no solo no logró impedir el desembarco de la expedición libertadora del general San Martín, conducida por marinos ingleses al servicio de Chile, sino que incluso en más de una ocasión sus unidades llegadas de la metropoli y mandadas por marinos españoles, se entregaron al enemigo. En 1818, parte de una escuadra que conducía refuerzos al Perú, escoltada por la fragata María Isabel, se sublevo en alta mar y se entrego en Buenos Aires, el resto fue capturada en Talcahuano y solo unos pocos soldados lograron ser desembarcados en Perú y Chile. En 1820 la Esmeralda fue capturada en su apostadero en una incursión sorpresa de Lord Cochrane, en 1822 las fragatas Prueba y Venganza y la corbeta Alejandra, mandadas por el capitán de navio José Villegas se entregaron al gobierno peruano. En 1824 el navio Asia, al mando del capitán de navio Roque Guruceta, armado con 68 cañones y recientemente llegado de España, abandonó a la sitiada guarnición del Callao mandada por Rodil y se dirigió a Filipinas, sublevado en el trayecto acabó por entregarse a las autoridades mexicanas. Similar fue el destino del bergantín Aquiles que llegado también de Cadiz en 1824 terminó en poder del gobierno chileno.
    Refiere el capitán francés Gabriel-Pierre Lafond, presente en costas peruanas durante los últimos años de la guerra, que si bien el ejército realista y sus jefes desplegaron en aquella guerra una energía y un valor a toda prueba, los marinos españoles solo demostraron ignorancia y cobardía, pues si estos no hubieran huido (se refiere a la escuadra de Guruceta) hubieran podido destruir a los buques peruanos del almirante Martín Guisse que bloqueaban los castillos del Callao y "su valiente guarnición no hubiera tenido que soportar los horrores de los que fue víctima".38
    Epílogo

    Las primeras noticias del llamado desastre de Ayacucho llegaron a España como rumores procedentes de Gran Bretaña desde donde el ministro español Camilo Gutierrez de los Rios había escrito a su gobierno que el ministro de Asuntos Exteriores de ese país, George Canning, le había comunicado la noticia "nada menos que de un triunfo completo del rebelde Bolivar sobre el ejército realista del Perú". La confirmación de este rumor llegó a España en mayo de 1825 con el coronel José María Casariego quien procedente del Perú portaba los pliegos mandados por el virrey La Serna. El 17 de mayo la Gaceta de Madrid, publicaba que no había una confirmación oficial de los hechos y que las fuerzas realistas se estaban recuperando. Sin embargo con la llegada de los primeros oficiales capitulados en Ayacucho estas esperanzas se desvanecieron. Ante lo inesperado de la derrota de un ejército cuyas noticias recibidas el año anterior reportaban solo victorias algunos medios de prensa publicaron entonces que la batalla había sido perdida por traición acusando a los jefes realistas de masónicos y liberales. En adelante todos ellos serían conocidos despectivamente como "ayacuchos" y aunque la corona les confio cargos altos y de confianza, este mote perduraría en el tiempo.39 40
    "..Sin la negra discordia que dividió muy pronto a los esforzados defensores del Perú , es muy probable que las armas españolas continuaran triunfando de toda la formidable coalición que los poderes independientes de Buenos Aires, Chile, Colombia y el Perú, formaron para vencerlas, porque toda esta formidable reunión de fuerzas aguerridas y engreidas con los triunfos de Chacabuco y el Maipú, Carabobo, Pasto y Pichincha, fue necesaria para superar la obstinada confianza de los realistas peruanos. Recomendamos a nuestros lectores, tener siempre presente que el epíteto realista era en América sinónimo de español, y valía tanto como decir defensor y partidario de los intereses y derechos de la España .."

    Gnrl. Andrés García Camba.41
    Refiere el general Guillermo Miller en sus memorias que tras la capitulación de Ayacucho algunos soldados realistas se incorporaron al ejército patriota pero que la gran mayoría se dispersaron y regresaron a sus hogares,42 respecto a los oficiales peruanos hubo varios que entraron a servir en el ejército republicano aunque muchas veces sufriendo el desprecio de quienes pese a haber servido también en el ejército real habiánse unido a los independentistas antes de Ayacucho, estos oficiales conocidos como "capitulados" sufrían la misma estigma que los "ayacuchos" en España.
    "...Valle-Riestra era además un jefe que había servido a los españoles hasta Ayacucho. De estos había muchos en el ejército, y esta circunstancia tenía los ánimos encontrados entre capitulados y los que habían servido al país..."

    Historiador Manuel Bilbao, haciendo referencia al coronel Francisco Valle-Riestra fusilado por Salaverry en la guerra civil de 1835.43
    Altos oficiales españoles como Andrés García Camba y Jerónimo Valdés dedicaron la redacción de sus Memorias sobre la guerra de independencia peruana a defenderse del epíteto de ineptos, cobardes e incluso traidores que recibían de parte de la sociedad española y en especial de sus enemigos políticos, a esta labor se sumaron historiadores como Mariano Torrente, todos ellos resaltaron la desesperada lucha que sostuvieron en el Perú por los derechos del Rey y su patria, manteniendo una guerra desigual y venciendo muchas veces a ejércitos multinacionales que les doblaban en número y elementos señalando que mientras los independentistas peruanos podían recibir refuerzos de Colombia, Chile y Argentina por un océano dominado por sus flotas, ellos se encontraban aislados de la metrópoli; haciendo además especial mención a la traición de Olañeta como verdadera causa de la ruina del ejército real.
    Los altos jefes realistas, la mayoría de ellos peninsulares, obtuvieron en las condiciones de capitulación de Ayacucho y el Callao que el gobierno republicano les costeara los pasajes a España comprendiendo también a los individuos de tropa expedicionaria que habían sobrevivido a los 16 años de campaña. No obstante algunos de estos oficiales entraron a servir a la república obteniendo la nacionalidad peruana por sus posteriores servicios aunque hubo varios que volvieron a caer en desgracia por apoyar al caudillo perdedor en una de las tantas guerras civiles peruanas que se sucedieron hasta mediados del siglo XIX.44
    Fin de la Guerra

    Tras la restauración del gobierno absolutista de Fernando VII en España mediante la intervención militar francesa al mando de Luis Antonio de Francia, los gobiernos de Inglaterra y Francia dejan reflejado en el mismo año 1823, en el Memorandum Polignac, su acuerdo de no intervenir en América en ayuda del rey español. En el año 1830 Fernando VII de Borbón pierde toda posibilidad de ayuda por parte de absolutismo francés con la caída del gobierno borbónico en Francia y el ascenso al trono francés del constitucional Luis Felipe. Finalmente todos los planes españoles de reconquista de América cesan con el fallecimiento del monarca Fernando VII el 29 de septiembre de 1833, momento en que se pone punto final en España a toda operación militar contra la independencia de los estados hispanoamericanos.45
    Oficiales destacados

    • Gerónimo Valdés, natural de Villarín de Asturias, arribó a América en 1816, se distinguió en la batalla de Torata, por sus méritos fue nombrado vizconde de Torata. Según Miller su fuerte carácter hacia que fuera "temido por sus oficiales pero idolatrado por sus soldados" quienes solían decir que en "en campaña el tío siempre está en casa" haciendo referencia al hábito que tenía de compartir las penurias de sus hombres en campaña, no teniendo en su mesa más que sus simples raciones de soldado y durmiendo al aire libre envuelto en un poncho o dos a la cabeza de sus tropas donde quiera se encontrasen en marcha.46
    • José de Canterac, natural de Castel Jaloux (Francia), llegó al Perú en 1818, hizo la campaña al Alto Perú, fue nombrado jefe de estado mayor por el virrey la Serna, derrotó a los independentistas en las importantes batallas de Macacona y Moquegua en 1822 y 1823 respectivamente pero fue derrotado en Junín (1824), tras la batalla de Ayacucho firmó la capitulación al estar el virrey herido.
    • Joaquín de la Pezuela, natural de Huesca, arribó al Perú en 1805, se distinguió en las campañas del Alto Perú en especial en la batalla de Viluma, fue nombrado Marqués de Viluma y posteriormente virrey del Perú, desprestigiado por el fracaso de la campaña en Chile y debilitado por el desembarco de la expedición libertadora fue depuesto por sus subordinados.
    • José de la Serna, natural de Jerez de la Frontera, de larga experiencia en las guerras europeas paso en 1815 al Perú, combatió con distinción en el Alto Perú ascendiendo a teniente general, tras el Pronunciamiento de Aznapuquio reemplazó a Pezuela como virrey del Perú.
    • Manuel Olaguer Feliú, natural de Ceuta, arribó al Perú en 1817 tras la batalla de Chacabuco. Mariscal de Campo, Subinspector y Director del Real Cuerpo de Ingenieros del Virreinato, integró la Junta de Guerra presidida por el Virrey Pezuela, luego fue nombrado por el Virrey de La Serna miembro de la Junta de Pacificación.47
    • José Manuel de Goyeneche, noble criollo natural de Arequipa, de importante desempeño en la campaña contra el Ejército del Norte, obtuvo una importante victoria en Huaqui, fue nombrado Conde de Guaqui.
    • Pío Tristán, noble criollo natural de Arequipa, combatió en Alto Perú a órdenes de Goyeneche y dirigió la ofensiva sobre el norte argentino.
    • Andrés García Camba, natural de Lugo, oficial de caballería y luego de estado mayor participó en varias campañas militares desde su llegada a América en 1816 hasta la misma batalla de Ayacucho, fruto de su propia experiencia personal redactó sus Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú, una importante fuente historiográfica.
    • Baldomero Espartero, natural de Ciudad Real, llegó al Perú en 1815, fue organizador y comandante del Batallón ligero del Centro, se distinguió en la campaña de 1823 en las batallas de Torata y Moquegua. Tuvo un destacado papel en la posterior historia de España.
    • Valentín Ferraz, natural de Huesca, se embarcó para el Perú en 1816, se distinguió como oficial de caballería, formó y comandó el escuadrón Granaderos de la Guardia, cuerpo que a decir de Espartero "no cedía en nada a los mejores de Europa"48 a cuya cabeza obtuvo la victoria en el combate de Arequipa, recuperando la ciudad tras vencer a la numéricamente superior caballería grancolombiana al mando de los generales Sucre y Miller.
    • Pedro José de Zavala, noble criollo natural de Lima, coronel del batallón de Españoles de Lima, sirvió junto a sus hijos Toribio y Juan de Zavala en el ejército real, secundó el Pronunciamiento de Aznapuquio, tras es final de la guerra su hijo Toribio optó por ostentar la nacionalidad peruana mientras que Juan la española, el primero de ellos combatiría junto a un nieto suyo en el combate del 2 de mayo de 1866 contra la escuadra española falleciendo durante la acción, paralelamente Juan se desempeñaba como Ministro de Marina de España.49
    • Cayetano Ameller, natural de Cádiz, llegó al Perú en 1816 como capitán del Batallón ligero Gerona, en 1822 era comandante del mismo, tuvo una muy distinguida participación en la batalla de Torata, donde realizó una brillante carga a la bayoneta con su batallón derrotando y poniendo en fuga a los batallones Nro 4 y Nro 11 del ejército de los andes y el Nro 5 de Chile; ascendido a brigadier marchó a las órdenes de Valdés contra el insurrecto Olañeta, en esta campaña su batallón fue diezmado y el mismo muerto en la batalla de Lava donde Olañeta fue derrotado el 17 de agosto de 1824.50
    • Felisiano Asín y Gamarra, comandante general de caballería en la batalla de Torata, dirigió la carga sobre la infantería enemiga, cayo mortalmente herido durante el ataque.

    Referencias

    • estimaciones del historiador Manuel Ovilo y Otero (Historia de las Cortes de España, y exámen histórico-crítico de las mismas desde el casamiento de S. M. la reina Doña Isabel II. Libro de los diputados célebres, pág. 112)
    • Compendio de historia de América: pte. 4. La revolución, pág. 257
    • Véase el uso de esta denominación en "Biografía del excelentísimo señor teniente general Don Valentín Ferraz" publicada en la obra del Estado Mayor de Ejército (España), Madrid, 1854.
    • Véanse estas tres denominaciones en "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú" por Andrés García Camba.
    • Universidad de Chile "Anales de la Universidad de Chile", Número 9, pág. 132.
    • Blanco Valdés, Roberto Luis "Rey, cortes y fuerza armada en los orígenes de la España liberal, 1808-1823", págs. 165 -166
    • Andrés García Camba, "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 2, pág. 54
    • El Restaurador periódico absolutista editado por Fray Manuel Martínez, España 1823, págs. 709 y 710
    • "El Virreynato del Perú después de las últimas desmembraciones y nuevas agregaciones que se le han hecho tiene por límites al norte la provincia de Guayaquil; el desierto de Atacama al sur, comprendiendo en todo su territorio desde los 32 minutos al norte de la equinoccial hasta los 25° 10’ de latitud meridional", Memoria del virrey del Perú José Fernando de Abascal citada en "La cuestión del Pacífico. pág. 6. Autores: Victor Manuel Maurtua, Javier Prado y Ugarteche"
    • Luqui-Lagleyze, Julio Mario; "El ejército realista del Perú en la independencia sudamericana 1810-1825", págs. 86-87
    • Roel Virgilio, "Los libertadores", pág. 281 (reclutamiento y movilización de los coloniales)
    • Publicado por Jhon Miller, "Memoirs of general Miller, in the service of the republic of Peru: Volumen 2, Página 174"
    • descripción citada en Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú, "Historia general del Ejército peruano: Volumen 4,Parte 2", pág. 465 :"...Batallón Cantabria, de color azul con vueltas amarillas..."
    • Robert L. Scheina "Latin America's Wars: The age of the caudillo, 1791-1899" pág. 70
    • Julio Luqui-Lagleyze, "Por el Rey, la Fe y la Patria", págs. 391 y 392
    • Andrés García Camba "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 1 pág. 278
    • "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 1 publicado por John Miller, pág. 204
    • DE LA CUESTA, Julio (1990). Banderas olvidadas: el ejército realista en América. Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1990. ISBN 84-7232-547-4.
    • Luqui Lagleyze, Julio Mario, "Por el rey, la fe y la patria: El Ejército realista del Perú en la independencia sudamericana 1810-1825", págs. 391-392
    • Ni con Lima ni con Buenos Aires
    • inserto en Documentos del archivo de San Martín, Volumen 11, pág. 583
    • "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 2, pág. 89
    • William Miller, "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2, pág. 191
    • Jerónimo Valdés, "Documentos para la historia de la guerra separatista del Perú", Volumen 3, pág. 57
    • Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú", Volumen 2, pág. 228
    • Virgilio Roel, "Los libertadores", pág. 335
    • José Agustín Puente Candamo,Margarita Guerra, "Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo", Volumen 1, pág. 141
    • Biografía de Don Diego Benavides y de la Cueva. VIII Conde de Santistevan del Puerto, Comendador de Monreal en la orden de Santiago Virrey del Perú en "Diccionario histórico-biográfico del Perú" Tomo II pág. 28
    • Diccionario histórico-biográfico del Perú. Tomo segundo formado y redactado por Manuel de Mendiburu pág. 366
    • por Allan J. Kuethe,Juan Marchena Fernández "Soldados del rey: el Ejército Borbónico en América colonial en vísperas de la independencia" págs. 245 - 250
    • Demetrio Ramos Pérez "Emancipación y nacionalidades americanas" págs. 94 y 95
    • "Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú" pág. 267
    • David Marley "Historic cities of the Americas: an illustrated encyclopedia, Volumen 1" página 725
    • Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú 1809-1825. Tomo II, Página 98. Gnrl. Andrés Garcia Camba [1]
    • "Vida militar y política de Espartero", Tomo I, pág.48
    • referencias de los cuerpos realistas obtenidas de la obra de Andrés García Camba. "Memorias para la Historia de las armas españolas en el Perú", Tomos I y II. Las cifras son tomadas de Documentos de la Guerra Separatista del Perú Torata Tomo I. pag 249
    • Serafín María de Sotto Clonard, "Historia orgánica de las armas de infantería y caballería españolas", pág. 204
    • testimonio citado en "Vida militar y política de Espartero", Tomo I, págs. 61-62
    • Diego Barros Arana, "Historia general de Chile: Parte novena", pág. 363
    • Josep Fontana,Josep Fontana i Làzaro, "De en medio del tiempo: la segunda restauración española, 1823-1834", pág. 250
    • Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú 1809-1825. Tomo II, Página 98. Gnrl. Andrés García Camba
    • "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2, publicadas por John Miller pág. 211
    • Manuel Bilbao, "Historia de Salaverry" pág. 221
    • véase la "lista de oficiales malditos que apoyaron a la confederación" publicada en 1839 y citada en "Sobre el Perú: homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, Volumen 1" por José Agustín Puente Candamo y otros autores" pág. 125; en ella figuran los nombres de varios oficiales españoles y capitulados al servicio de Andrés de Santa Cruz
    • Jaime Delgado (1960). Nuevo Mundo. ed. La independencia hispanoamericana. p. Página 113. «No obstante, los proyectos de reconquista, oficiales o particulares, no escasearon hasta 1833, fecha de la muerte de Fernando VII»
    • "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2 publicadas por John Miller págs. 210 - 211
    • Guarda, Gabriel “La sociedad en Chile antes de la colonización alemana. 1645-1845” Editorial Andrés Bello. Santiago. 1979, pág. 366
    • "Biografía del excelentísimo señor teniente general Don Valentín Ferraz" publicada en la obra del Estado Mayor de Ejército, Madrid 1854, pág. 107
    • José Celedonio Urrea "Una página gloriosa para la historia del Perú: o, El 2 de mayo de 1866‎" - pág. 96
    • Manuel de Mendiburu "Diccionario histórico-biográfico del Perú" Tomo primero pág.s 252 - 253


    Bibliografía

    • DÍAZ VENTEO, Fernando, Las campañas militares del Virrey Abascal, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1948.
    • LUQUI LAGLEYZE, Julio Mario y MANZANO LAHOZ, Antonio, Hombres en uniforme. “Los Realistas” (1810-1826). Virreinatos del Perú y del Río de la Plata, y Capitanía General de Chile, Vol. 5, Valladolid, Quirán, 1998.
    • LUQUI LAGLEYZE, Julio Mario, "Por el Rey, la Fe y la Patria. El ejército realista del Perú en la independencia sudamericana 1810-1826", Premio Ejército 2004, Imprenta del Ministerio de Defensa de España, 2006.
    • RODRÍGUEZ CASADO, Vicente y CALDERON QUIJANO, Antonio, Memoria del gobierno del Virrey José Fernando de Abascal y Sousa (1806-1816), 2 Vols., Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1944.
    • MORENO DE ARTEAGA, Ignacio, José de la Serna, último virrey español, León, Akrón, 2010.
    • VARGAS EZQUERRA, Juan Ignacio, Un hombre contra un continente. José Abascal, rey de América (1806-1816), León, Akrón, 2010. ISBN 978-84-92814-03-9. [2]
    • VARGAS EZQUERRA, Juan Ignacio, “Las contraofensivas realistas en el Perú (1810-1816)”, en COLOMER VIADEL, Antonio, Las cortes de Cádiz, la Constitución de 1812 y las Independencias Nacionales en América, Ugarit Comunicación Gráfica, Valencia, 2011, págs. 539/561. ISBN 978-84-614-9259-6.
    • VARGAS EZQUERRA, Juan Ignacio, “La previsión política de un soldado: Abascal, virrey del Perú”, en NAVARRO ANTOLÍN, Fernando, Orbis Incognitus. Avisos y legajos del Nuevo Mundo, Vol. 2, Universidad de Huelva, 2008, págs. 873/887. ISBN 978-8496826-96-0.
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  2. #2
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Lo más probable es que sin darte cuenta estés pulsando el botón de enviar mensaje más de una vez. Casi todos los mensajes que salen repetidos en el foro es por eso.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  3. #3
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    LOS INDÍGENAS REALISTAS – HISTORIA SECRETA DE AMÉRICA -22- « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño

    octubre 28, 2012, 7:01 pm
    Archivado en: Historia secreta América, Tradición | Etiquetas: Araucanos, Bicentenario de la independencia, Cacique, Gran guerra civil hispanoamericana, Guerra de independencia, Incas, indígenas realistas, independencia, independencia de América Latina, independencia Perú, independencias americanas, indios realistas, realismo, realistas

    LOS INDÍGENAS REALISTAS

    La gran masa del Ejército Realista del Virreinato del Perú durante toda la guerra (de independencia), la constituyó sin duda el grupo americano integrado por los mestizos con mayoría de sangre indígena, que en el Perú eran, y son, conocidos con el nombre de “cholos”. Estos eran reclutados en sus lugares de origen, ya fuera la costa o la sierra, las más de las veces por la fuerza y destinados a los Cuerpos de Línea o Milicias, previa instrucción del uso de las armas y las voces de mando. Era un constante problema para los mandos el idioma de esta tropa, puesto que en la inmensa mayoría sólo hablaban su lengua nativa –el quechua o el aymará- por lo cual, los Oficiales debían conocerla para poder dirigirlos. Eran en general soldados sumisos y dóciles, que no cuestionaban sus deberes ni se sublevaban por a falta de paga, incansables andarines, sobrios, valientes y disciplinados. Prestaban mejores servicios si eran mandados por sus paisanos y con todo, defendían el honor de su hogar. El General Pezuela los describe en su diario militar como de instrucción más que regular, pues hacían bien el ejercicio del fusil y las maniobras de Batallón. En el combate, luchaban hasta el fin, haciéndose matar en sus puestos. Su principal inconveniente era su peculiar modo de vida y pautas de comportamiento, ajenos a las Ordenanzas españolas, como sus frecuentes deserciones, las más de las veces sólo por querer volver a sus casas para ocuparse de sus labores en tiempo de las cosechas. Su actitud hacia el servicio del Rey con las armas, que, si bien no les agradaba, no rehuían, tan sólo cambió con la prédica y la propaganda revolucionaria, aunque ésta no siempre dio el resultado que los independentistas deseaban.[1] Entre los Caciques Realistas más destacados encontramos al Brigadier de los Reales Ejércitos Mateo García Pumacahua, Cacique de Chincheros, quien en 1780 fue con sus tropas uno de lo que contribuyó a la derrota del Cacique de Tinta, José Gabriel Condorcanqui, más conocido como “Túpac Amaru”. Pumacahua actuó en el lado realista desde 1811 en que entró con sus tropas cuzqueñas como refuerzo de Goyeneche, a poco de la batalla de Huaqui y se halla retratado en el ya mencionado cuadro, como uno de los miembros de que escoltaba al General. En 1813, sus tropas fueron convertidas por Pezuela en el Regimiento de Milicias Disciplinadas de Infantería de “Nobles Patricios del Cuzco” de los cuales no hemos podido, hasta ahora, obtener el detalle de su uniforme, pero estimamos que debían llevar el señalado a las Milicias Disciplinadas, pero con algún agregado lujoso, debido al origen y dignidad de sus Oficiales, nobles cuzqueños de las trece Casas de sangre Inca (Panacas), entre cuyas prerrogativas estaba la de pasear una vez al año, generalmente en la Procesión del “Corpus Christi”, el Estandarte Real de la Ciudad de Cuzco, del que eran custodios. En dichas oportunidades, los Caciques colocaban sobre sus trajes ceremoniales y uniformes, los emblemas de oro correspondientes a su dignidad consistentes en cadenas de oro en bandolera, un sol de oro colgando del pecho y hombreras, rodilleras y hebillas de oro representando rostros de Puma, emblema del Imperio Incaico. Su soberanía correspondía al Rey de España, y había reconocido ya en el siglo XVI a los a los nobles Incas como “Títulos de Castilla”. Como parte de su propia peripecia personal, en 1814 Mateo Pumacahua se sublevó a favor de la independencia pretendiendo alzar a todo el Cuzco, siendo derrotado por sus propios compatriotas que permanecieron fieles hasta el final de la guerra. Una de las consecuencias de aquellos hechos fue la suspensión de la ceremonia en 1815. Sin embargo, una prueba de esa fidelidad es que a mediados de 1824 solicitaron los Caciques de todas las casa nobles cuzqueñas al Virrey de la Serna en el Cuzco, presentando una serie de considerandos de profesión de fe realista, volver a pasear el Real Estandarte. No fue una solicitud interesada, ya que estaba cercano el fin de la guerra y su resultado era previsible, como para intentar captar simpatías del Virrey en esos momentos.[2] Por otro lado, además de los Nobles indígenas y de los mestizos cuzqueños o altoperuanos, se hallaban los indígenas puros, casi sin integrar en la sociedad americana, y que sirvieron en el Ejército Real. Contrariamente a lo que comúnmente se cree, estos indígenas también fueron en su mayoría fieles a la Corona de España durante la guerra de independencia de América. Varias son las unidades formadas con sus parcialidades, no sólo en el Alto Perú, sino también en el Perú y aún en Chile. La mayoría de ellas rindieron importantes servicios a la Corona hasta el último tiempo de la guerra. De todos ellos, los que sin duda destacaron por su valor y ferocidad fueron los Araucanos del Sur de Chile. En la expedición a Chile en 1813, estos indios araucanos y su Cacique Villacurá se manifestaron fieles y adictos al Rey, celebraron a su modo la llegada de las tropas, y juraron con las expresiones más vivas de júbilo y respeto no ceder a las pretensiones de Chile y:
    “formar para la defensa del Rey, una muralla de guerreros en cuyos fuertes pechos se embotarían las armas de los revolucionario y aún quisieron partir muchos a Chillán para mezclar su sangre con la de los soldados del suspirado Fernando. La ilustre asamblea de Araucanos tuvo término después de haber recibido los caciques medallas de oro con el busto del soberano y otros de plata, con un bastón de cada uno.”[3]
    El 24 de septiembre de 1817 se anotaba en el Libro Manual de la Tesorería del Ejército Real de Talcahuano que, “cuatro Caciques, nueve Mocetones y tres Lenguaraces, han venido a notificar su fidelidad al Soberano y a ver el modo de contribuir con las armas del Rey”. El 7 de octubre hacen lo propio los dos Caciques de Tucapel, ofreciendo sus lanzas –guerreros- para pelear contra los independientes.[4] Estos araucanos eran excelentes jinetes y diestros lanceros usando sus largas lanzas de caña de Coligüe, que podían alcanzar hasta tres metros de largo. No usaban uniformes sino ropas naturales, consistentes en ponchos tejidos en sus telares y colores blancos, negros, azules o rojos, con diseños que les eran particulares, llevaban “chiripás” y botas de potro con espuelas que podían ser de madera o de plata labrada según la dignidad del propietario. De las provisiones del vestuario entregado a los jefes de esos fieles araucanos hemos podido reconstruir el uniforme que llevaban los Caciques, los Capitanejos y sus Tenientes. Los primeros llevaban casacas de paño azul de primera calidad, con las vueltas, vivos y divisas de casimir grana y el forro de bayeta blanca. Llevaban galón de plata adornándolas y dos varas de “coronelas” (los tres galones que denotaban el empleo o el grado de Coronel) también de plata. Las casacas llevaban un total de una y media docenas de botón de hilo de plata, lo que indica que tenían solapas, aunque iban abrochadas con broches. Los chalecos eran igualmente granas de casimir con botones chicos de plata en cantidad de una docena. El calzón podía ser grana o azul y se les entregaron botas altas a los caciques. Sus sombreros eran clásicos con cabos de plata y escarapelas de paño encarnado y cintas. Cacique araucano realista, vistiendo la vieja casaca de Coronel que había recibido años atrás su padre

    Una antigua práctica del “Sistema Borbónico de Defensa” consistía en integrar a las comunidades indígenas retiradas de las zonas más habitadas, en las tareas de la defensa y control de las fronteras. Ello se lograba nombrando jefes militaresa los que eran de las tribus y clanes, reforzando su autoridad por diversos métodos y así se podía contar con su movilización llegado el caso. Para ello se les entregaban, además de otros presentes, uniformes militares con divisas de empleo, medallones con el retrato del Rey, golas e incluso banderas. La contrapartida eran sus servicios militares cuando se necesitaba disponer de fuerzas mayores o ejercer un mejor control de una determinada región. Así, cuando el Brigadier D. Antonio Pareja llevó a cabo la marcha al sur de Chile, recibió la vieja lealtad al Rey de las Españas de los indios araucanos.
    Los Capitanejos llevaban un uniforme similar pero sin las “coronelas” de plata y solo galón en las vueltas y cuello, calzón azul, sombreros con escarapela y cintas pero sin galón y, probablemente, las botas de potro típicas de los araucanos. En tanto, los Tenientes llevaban chaquetas de paño de la estrella de color azul con divisa encarnada y botones de plata. En 1819 se hallan provisiones que señalan que los Capitanejos llevaban casacas encarnadas con divisa azul y guarnecidas de cordones blancos. (Tomado de “Los Realistas” (1810-1826) Virreinatos del Perú y del Río de la Plata y Capitanía General de Chile, de Julio Mario Luqui Lagleyze y Antonio Manzano Lahoz, pp. 86, 87, 88)
    [1] Tómese como ejemplo la referida sublevación de 1814 (Pumacahua) reprimida por las propias fuerzas cuzqueñas del Ejército Real.

    [2] AHC (Archivo Histórico del Cuzco). Gobierno Virreinal 1822/24 Leg. 2 (N° 156) “Expediente sobre que se continúe en esta capital el Paseo del Pendón Real…”.

    [3] “El pensador del Perú” -1813, en Colección de Historiadores y Documentos para la Independencia de Chile. Tomo IV, pág. 101-102.

    [4] AGNP (Archivo General de la Nación Perú), Fondo C-15. “Libro Manual de la Tesorería del Ejército Real”, del 22 de agosto de 1817 al 18 de febrero de 1818.

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  4. #4
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://averiguelovargas.blogspot.com/2012/10/montevideo-la-ultima-esperanza-realista.html?spref=fb


    En el primer tercio del siglo XIX, se produjo el golpe más duro que sufrió la unidad de los dominios de la Monarquía Hispánica –la invasión de España por Napoleón y las juntas independentistas americanas- provocando, además de una crisis institucional de la figura de los virreyes y de los virreinatos, una crisis de las personas. La situación creada por el movimiento emancipador exigía a los virreyes desenvolverse operando sobre otras bases legales completamente distintas. La postura revolucionaria hizo triunfar la idea de que siendo los virreyes nombrados por el rey, desde el momento en que dejara de existir la autoridad real, la autoridad de los virreyes fenecía automáticamente. En el caso de José Fernando de Abascal –virrey del Perú- no pudo darse efecto más contrario al que pretendían los teóricos anunciadores de la libertad, puesto que el resultado inmediato fue recortar todavía más la limitada autoridad de los virreyes, cuando la más elemental medida política, ante una conmoción revolucionaria, era la de reforzar enérgicamente los resortes del poder.


    Sin embargo, Abascal salvó la crisis institucional con un verdadero alarde de tino político, mediante el que fue capaz de conciliar la obediencia al gobierno metropolitano, reprimir los intentos revolucionarios, recompensar a sus servidores, mantener los Reales Ejércitos, socorrer fuera del Virreinato a todas las autoridades en peligro de ser rebasadas por los insurgentes –como fue el caso de la Banda Oriental que aquí nos ocupa-, en unas circunstancias en las que todo le era necesario y todo era poco para las atenciones del cono suramericano, y lograr la formación de un partido americano criollo realista para hacer frente a los partidarios de la Independencia. La actitud firme e irreconciliable del Virrey hacia los revolucionarios y descontentos fue, quizá, el factor más decisivo en el mantenimiento de la autoridad española en esta zona de sus dominios.
    El gobierno limeño se aprovechó de las revoluciones criollas en Quito, el Alto Perú y Chile para restablecer el control peruano entre 1809 y 1815. Este nuevo gran Perú contrarrevolucionario presentó un reto formidable a los regímenes revolucionarios de Nueva Granada y Buenos Aires. Y por esta razón, Montevideo, se convirtió en la última esperanza realista en el estuario del Plata.
    Durante el período de gobierno de Abascal (1806-1816), estuvo siempre atento a las circunstancias que rodearon su mandato no sólo en el Perú sino en también en los virreinatos neogranadino y rioplatense. De hecho, durante la etapa final de su ejercicio, el Virrey puso todo su empeño en mantener la supremacía no ya sólo sobre los diferentes puntos subversivos a la autoridad virreinal del sur de América, sino en apagar los intentos revolucionarios y separatistas con tal intensidad que llegó a decir que (…), de todas partes acuden a mi por consejos y socorros, como si yo tubiese unas atarazanas como las de Barcelona me acongoja el no poder atender á unos y á otros según sus deseos: (…).[1]Para lograr semejantes metas, el mandatario se lanzó a la lucha interna para controlar y conciliar los intereses de la elite peruana –fundamentalmente limeña- junto con los de la metrópoli que su figura encarnaba; fenómeno que no intentó en solitario dentro del mundo ultramarino pero que, de hecho, sólo él consiguió.[2] Y para muestra un botón, tal y como se desprende de las palabras del antiguo virrey del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros al excusarse de su frustrada acción de gobierno ante el Rey afirmando: V:M, sabe el peligroso estado en que hallé a Buenos Aires y a todo este Virreinato cuando tomé las riendas del mismo (…) llamé sin demorar a todos los comandantes y mayores de los cuerpos militares de esta guarnición. Congregados que fueron, les hice presente el peligroso estado del pueblo y el desarreglo de sus intempestivas pretensiones: les recordé las reiteradas protestas y juramentos con que me habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden público; y los exhorté a poner en ejercicio su fidelidad en servicio de V. Majestad y de la patria. Pero tomado la voz don Cornelio Saavedra, comandante del cuerpo urbano de Patricios que habló por todos, frustró mis esperanzas, se explicó con tibieza: me manifestó su inclinación a la novedad; y me hizo conocer perfectamente que si no eran los comandantes los autores de semejante división y agitaciones, estaban por lo menos de conformidad y acuerdo con los facciosos (...) El día siguiente, 21 de mayo (...), el Cabildo (...) procedió a la junta general convocando por esquelas a quinientos vecinos; de los cuales asistieron solamente 200 por las causas que abajo expresaré.[3] El 22 fue el día designado para la celebración de la Junta y el día en que desplegó la malicia todo género de intrigas, previsión y maquinaciones para llevar al cabo tan depravados designios. Había yo ordenado que se apostara para este acto una compañía en cada bocacalle de las de la Plaza a fin de que no permitiesen entrar en ella ni abrir a las Casas Capitulares persona alguna que no fuese de las citadas; pero la tropa de los oficiales era del partido: (...) negaban la entrada a la plaza a los vecinos honrados y lo franqueaban a los de la confabulación, tenían algunos oficiales copias de esquelas de convite sin nombres y con ellas introducían a las casas del Ayuntamiento a sujetos no citados por el Cabildo, o porque los conocían de su calidad, o porque los ganaban con dinero; así es como en una ciudad de más de tres mil vecinos de distinción y nombres, solamente concurrieron 200, y de estos muchos pulperos, algunos artesanos, otros hijos de familia y los más ignorantes y sin las menores nociones para discutir un asunto de la mayor gravedad. (La Junta) efectivamente (...) ha empezado las funciones de su gobierno ejercitando actos de verdadera soberanía que sólo son reservados a la suprema potestad de Vuestra Majestad (...). Ha entablado el sistema de terrorismo para con todos los hombres de bien que manifiestan adhesión al legítimo gobierno, que sienten en favor del Consejo de Regencia de Vuestra Majestad, que publican noticias favorables de España, que opinan contra su ilegalidad o que murmuran de sus providencias; y el sistema de indulgencia con todos los sediciosos y partidarios de la independencia (...). Los que en el Cabildo insultaron y vejaron al reverendo obispo y a otros vecinos honrados, han sido aplaudidos; los que publican por las calles, su libertad del yugo de España no son apercibidos. (...) veo indispensable la necesidad en que se halla Vuestra Majestad de remitir sin pérdida de momento por lo menos dos mil hombres de tropa con buenos y probados oficiales que impongan el respeto y restablezcan la subordinación; pues con esta providencia y con el desengaño de la Corte de Londres, con cuya protección han contado estos miserables e inexpertos faccionarios; se remediarán todos los males y quedarán asegurados estos dominios de Vuestra Majestad, que de otra suerte peligran y están próximamente expuestos, o a ser la presa de la ambición; a ser víctima de si misma.[4]
    Cuán distinto fue el caso del virrey Abascal. Como muy bien se sabe, sus enemigos no se encontraron únicamente en el Desaguadero alto peruano y los Andes ecuatorianos, sino que incluso fueron de mayor importancia los que tuvo dentro entre los mismos súbditos que él debía gobernar; nos estamos refiriendo a una buena parte de los diputados liberales, acantonados en la isla gaditana de León por las peculiares circunstancias bélicas del momento, cuyas opiniones acerca del modo de proceder del representante real en el Perú no siempre fueron positivas. Por ello, Abascal, hombre convencido de las bondades que según él reportaba el absolutismo monárquico, no vio con buenos ojos toda emanación legislativa de las Cortes; aunque no era impedimento para que las acatara, a pesar de las circunstancias tan especiales que atravesaba la Monarquía Hispana, como funcionario real que era.
    A priori, todos los indicadores hablaban a favor de la maniobra política de este gobernante pero, en verdad, éstos no estaban completamente de su parte. Es cierto que entre los dirigentes sociales americanos[5] existían lazos familiares con los peninsulares, que tenían un natural afecto hacia la institución monárquica y pánico ante cualquier posibilidad de rebelión indígena causante, no ya de las muertes de muchos representantes reales, sino de ser una brecha subversiva capaz de arrojar completamente al abismo el orden social y económico por ellos conservado.[6] Estas demostraciones de lealtad se pueden explicar bajo distintas perspectivas, no existiendo de hecho un solo modo de entender la adhesión a la causa realista sino muchos, dependiendo de la situación particular o corporativa de cada uno, de las circunstancias históricas del momento y, en general, de un sin fin de variables dispares.
    Hasta ahora hemos hablado de la actitud ciertamente adicta a la causa monárquica, pero ahora hay que hablar del punto de vista insurrecto o al menos infiel al régimen borbónico español. Este grupo revolucionario es un reflejo de las elites de una sociedad del Antiguo Régimen. Lo que lo define realmente, no son sus características materiales sino su pertenencia a la elite intelectual y su juventud. Clérigos y nobles, universitarios y abogados, funcionarios reales y militares, miembros de oligarquías municipales, estudiantes e hijos de grandes familias, alguno que otro comerciante, artista o artesano, he ahí el grupo moderno por excelencia en los dos continentes.[7]Aunque es bien sabido que los tópicos del revanchismo criollo contra la ostentación de cargos por parte de los peninsulares hay que ponerlos a veces en entredicho, no es menos cierto que las elites nacidas y criadas en suelo americano iban, cada vez más, adquiriendo una conciencia propia distinta a la del europeo al que progresivamente se le iba viendo como un usurpador de algo que correspondía por derecho propio a los naturales del lugar, hijos de la tierra y descendientes en muchos casos de aquellos hombres que lograron la hazaña de la Conquista.[8]
    Sin embargo, a pesar de que efectivamente existían descontentos entre cierto sector del estamento dominante en América, también es verdad que todos aquellos que pretendieron dar un vuelco a la situación de legalidad vigente hasta entonces, aprovecharon los inciertos momentos de la desaparición del Rey en 1808 y de la promulgación de la Constitución Política de la Monarquía en 1812, para acabar tropezando con la dura realidad. Ésta fue ni más ni menos que el apoyo masivo de la población americana a la situación histórica previa a los acontecimientos citados,[9] que optó libremente por dar muestras de su lealtad al llamado Antiguo Régimen.


    Los alzamientos revolucionarios y las contraofensivas virreinales


    El desarrollo de las juntas de gobierno que se dieron en todo el territorio español peninsular y ultramarino como manifestación espontánea –tradicional en un primer momento en cuanto a su concepción teórica del poder y revolucionaria, más tarde, en sus manifestaciones-[10] por parte de una sociedad que vio amenazada su existencia, no tuvieron éxito en el territorio que estaba bajo su mandato gracias a la acción disuasoria del Virrey (…) pues aunque me hallo como el Buq.e en una navegación tranquila en una bonanza, vivo con el cuidado de un piloto vigilante q.e contempla q.e de un momento a otro se puede alterar su sosiego, y toma quantas precauciones subministra el arte y la prud.a p.a retardar y rebatir qualquier vorrasca, (…)[11] frente a la creación de aquellas comisiones en gran parte de América del Sur y de las que se quejó en más de una ocasión al argumentar que recibio de oficio la instalacion del Consejo de Reg.a mas ni p.r eso quiso reconocerle poniendole mil defectos, capciosos los unos, falsos otros y todos conspirantes a la independencia, vajo el falso pretesto de conservar aquel territorio a fern.do 7°. cuya livertad miran como la cosa mas distante de subceder.[12] A pesar de todo ello, su cargo fue respetado debido a que supo ganarse la amistad e intereses de aristócratas, comerciantes, terratenientes y eclesiásticos a su favor, aceptando como válida su acción de gobierno, en términos generales, sin olvidar las acciones militares que llevó a cabo en aquellos lugares del cono sur donde se vio obligado a aplicarlas.
    El alzamiento en España contra las huestes de Napoleón fue origen de que se planteara tanto la reivindicación de la figura del Rey como la del concepto de Soberanía. En efecto, ambas nociones iban íntimamente ligadas en momentos de normalización institucional, pero aquel no era el caso. La soberanía le correspondía a Fernando VII como depositario de la misma –concedida por el Pueblo- en nombre de Dios. Sin embargo, una vez que aquella era ultrajada por un gobierno extranjero –como lo fue el de José I Bonaparte- pasaba automáticamente a su propietario original, el Pueblo. Obviamente éste era representado por la elite del mismo; estamos hablando, en el caso americano, del cabildo abierto de cada localidad. Por lo tanto, no es de extrañar que la elite gobernante a nivel municipal y provincial en los diferentes reinos que componían el suelo peninsular español se hicieran cargo del mismo. Hasta aquí, todo claro. Pero ¿y los americanos? ¿Acaso no eran ellos también miembros integrantes de la Monarquía? ¿O eran simplemente colonos? Esta discusión fue motivo de grandes e interesantísimos agravios que tuvieron su máxima repercusión en las Cortes de Cádiz de 1812.
    Lo lógico es que los españoles americanos, antes la escasez y confusión de las noticias llegadas desde los reinos de España, se aglutinaran en juntas de gobierno –al igual que la Central o Suprema de Sevilla- sólo en aquellos casos en los que la representatividad real –léase por tal a la figura del virrey y del capitán general- fuese expresamente reo de lesa traición. Mientras no se diese este caso, debería de respetarse al virrey o capitán general a la espera del regreso del Soberano. Como todos sabemos, las dudas respecto de la fidelidad al Rey por parte de sus representantes, unida a la oportunidad de muchos independentistas en la sombra a la espera de una ocasión como la presente para dar un golpe de timón definitivo a sus ideales separatistas, fue ocasión de grandes enfrentamientos políticos, militares, sociales, económicos y hasta religiosos en los virreinatos americanos. De hecho, la centralización de las juntas provinciales españolas en la Junta Central Suprema de España e Indias, bajo la dirección del conde de Floridablanca, provocó una reacción de enfado de los súbditos americanos al verse excluidos de ella que, al parecer, sólo eran útiles en el apoyo económico de la que tan necesitada estaba España. Viendo la reacción que suscitó en América tal cuestión se decidió, el 22 de enero de 1809, que los diferentes virreinatos de ultramar enviaran representantes, puesto que todos los pueblos de la Monarquía tenían el mismo peso en la tarea de gobernar los destinos de la misma, en un momento tan crítico como era el de la época. Sin embargo, los representantes americanos eran ridículamente inferiores en número y en proporción respecto de los peninsulares, ya que –tal y como veremos- las juntas americanas se vieron cercenadas por la autoridad de virreyes y capitanes generales. Éste hecho, unido a la creciente necesidad de crear una Regencia que sustituyera a la Junta Suprema creó una contradicción más en los espíritus americanos, sin olvidar la confusión que se dio en la comunicación con las autoridades legítimas que pervivían en Indias, como fueron las instituciones de virreinatos, capitanías generales, intendencias y audiencias que no habían sido eliminadas por ejército extranjero alguno. Como se vio, un desconcierto sobre otro, no condujo a nada bueno en los territorios ultramarinos de la Corona. Por esta misma razón En medio de tan deshecha borrasca que por todas partes circunda a este Virreinato (el Perú y por extensión toda América del Sur), se mantiene en una total tranquilidad y yo (…) no solo pienso mantenerlo en ella sino en reducir a la razón con la política ayudada de la fuerza la parte que sea posible en las vecindades.[13]
    Existió una conciencia común del riesgo en que vivían y una unidad en los propósitos, al considerar las autoridades que lo que se debía hacer era legitimar el poder de los virreyes y capitanes generales por medio de la constitución de juntas –compuestas por la elite de la sociedad como eran los cabildantes y oidores- que regularían el poder virreinal y converger, entre todos ellos, para la convocatoria de unas Cortes americanas y en la creación de una Regencia. Los hechos, sin embargo, fueron más rápidos que las intenciones. Frente a los partidarios de una profunda reforma del sistema político, se agruparon los partidarios de unificar todos los esfuerzos en la Guerra de la Independencia frente al invasor francés y dejar, para más tarde, las posibles reformas políticas, económicas y sociales que introdujo la futura Constitución.
    Nació así la Guerra Civil Hispanoamericana, con los resultados que son por todos bien conocidos pero cuyo desarrollo y desenlace no fue tan lineal ni tan esperado como generalmente se cree. Como si estubiesen de acuerdo se rebolucionaron aun tiempo el reyno de Quito, y la provincia de la Paz, aquel del virreynato de S.ta Fé, y este del de Buenos Ayres ambos limítrofes al de su mando. En el momento dispuso egércitos que pasaron á sosegarlos, el primero á las ord.s del gobernador de Cuenca D. Melchor Aymerich, y el segundo á las del brigadier D. José Manuel de Goyeneche, logrando ambos el efecto deseado en fuerzas de la observancia de sus instrucciones, y el ultimo en virtud de las mismas apaciguar tambien los escandalosos distúrbios de la audiencia de Charcas. Pasado poco tiempo se declaró la insurreccion que con motivo de la franqueza del comercio con los extranjeros, y algunos vecinos discolos de Buenos Ayres, se estaba fraguando desde que el egercito ingles pisó aquel fue lo descubriendose la ciudad y todo el virreynato consecutivam.te por el pronto con máscara de fidelidad al Rey, y en seguida por enemigos suyos.[14]Destacaremos, de entre los frentes hispanoamericanos de Suramérica que se alzaron en armas contra el poder real constituido y a los que tuvo que hacer frente el virrey Abascal, a la Banda Oriental, cuya suerte histórica estuvo muy unida a la de Buenos Aires.


    Un precedente: el socorro a Buenos Aires y Montevideo


    No hay que olvidar que, muy pronto, aprovechando los británicos su superioridad marítima tras la batalla de Trafalgar de 21 de octubre de 1805, atacaron la capital del Plata en dos grandes oleadas. La primera, con 2.000 hombres al mando del vizconde de Beresford general William Carr, se produjo entre el 26 de junio y el 12 de agosto de 1806 y fue rechazado por la defensa popular a pesar de la huída al interior del virrey marqués de Sobremonte,[15] cuyo resultado produjo el aprisionamiento del jefe británico y 1.300 de sus soldados[16] pero que les dejó aún con fuerzas para un nuevo intento.[17] Veamos de todos modos el relato que de la caída y reconquista de la capital del Virreinato -gracias a la organización de las milicias- así como de la pérdida de la capital de la Banda Oriental hizo el comandante del cuerpo urbano de Patricios y futuro presidente de la junta de Buenos Aires, general Cornelio Saavedra:
    Llegó el año de 1806 en que esta ciudad fue sorprendida por las armas británicas al mando del General Guillermo Carr Beresford. Pasado el primer espanto que causó tan inopinada irrupción, los habitantes de Buenos Aires acordaron sacudirse del nuevo yugo que sufrían. Convinóse con la ciudad y gobierno del puerto de Montevideo un pequeño auxilio de tropa que debía venir, y efectivamente vino, en número de novecientos hombres (…) al mando del capitán de navío don Santiago de Liniers y Bremond, que había ido a solicitarla. Desembarcado este jefe en los Olivos, fijó su cuartel general en el pueblo de San Isidro, en donde se incorporaron considerables fuerzas de las que estaban con la mayor reserva preparadas en Buenos Aires por varios que se pusieron a la cabeza de ellas; finalmente a los cuarenta y cinco días de la ocupación de Beresford, fue invadida esta ciudad por el general Liniers (…) y forzado Beresford después de muy honrada resistencia a entregarse con todo su ejército y quedar prisionero de nuestras armas el 12 de agosto del mismo año de 1806. A pocos días de esta gloriosa reconquista, principiaron a llegar nuevas tropas de infantería para sostener la ocupación de Beresford y adelantar su dominación en estas partes de América. Mas sabiendo la rendición de aquel general y todo su ejército, se apoderaron del puerto de Maldonado y fijaron en él su cuartel general, hasta que reunidas en número de seis mil marcharon a sitiar la plaza de Montevideo bajo las órdenes del general sir Samuel Auchmuty. El jefe de la escuadra, don Pascual Ruiz Huidobro, era gobernador y comandante de Marina de aquella plaza, quien después de una muy honrosa resistencia tuvo que rendirla la noche del 3 de febrero de 1807, en que fue asaltada, quedando prisionero de guerra con toda la poca tropa de línea que la defendía y fue transportado con toda ella a Inglaterra (…). El general Liniers, desde el día de la Reconquista, mandaba lo militar de esta plaza (...) viéndose sin tropas y sin esperanza de que la corte de Madrid se las enviase, pues se había contestado que "se defendiese como pudiese", erigió diferentes cuerpos de milicianos urbanos distinguidos por las respectivas provincias a que correspondía: gallegos, montañeses, vizcaínos, catalanes, andaluces, arribeños y patricios, formaron otros tantos cuerpos militares y tomaron gustosos las armas para su defensa. Ellos mismos, según se les había prometido, nombraron y eligieron sus jefes. Entre los patricios reunidos en la Casa del Consulado el 6 de setiembre de dicho año 1806, me proclamaron por su primer jefe y comandante y por segundo al finado don Esteban Romero. Este fue el origen de mi carrera militar.[18]
    Sin embargo, durante la segunda oleada los británicos, que llegaron a tomar Montevideo tras un corto asedio comenzado el 17 de enero y acabado tras el definitivo ataque nocturno del 3 de febrero de 1807, no pudieron con Buenos Aires que, esta vez, no sólo se les volvió a resistir sino que se convirtió, definitivamente, en osario británico gracias al jefe de escuadra Santiago de Liniers[19] (nombrado por aclamación popular virrey del Río de la Plata por su resolución y valor en el primer asedio) y al brigadier de la Real Armada y gobernador de Córdoba, Juan Gutiérrez de la Concha. Los anglosajones, con 10.000 hombres bajo el mando del general Wizeloch, se rindieron a los rioplatenses el 6 de julio de 1807, cuando apenas llevaban una semana de asedio, devolviendo también la plaza de Montevideo[20] que fue recuperada, según palabras del propio Liniers, gracias (…) todo es devido a la Energia de los abitantes de Buenos Ayres. Deviendo hacer la justicia a estos incomparables Patricios (…).[21] Sin embargo, con el tiempo, todos los desvelos de estos años por los bonaerenses no le sirvieron al Brigadier para salvar su vida.
    Acabados los combates, el virrey Abascal decidió ordenar la situación política producida tras la contienda enviando al marqués de Avilés como virrey en funciones a lo que se opusieron a ello el cabildo y audiencia bonaerenses que sólo aceptaron a Liniers como virrey de Río de la Plata. En todo este tiempo, José Fernando de Abascal, se vio impotente de acudir en su ayuda directa para no romper con la palabra empeñada de luchar contra la corona británica;[22] pena [23] que aún le duraría dos años y medio más[24] a pesar de lo cambiante que estuvieron las alianzas en los próximos tiempos. Aunque no envió tropas sí que ayudó a los rioplatenses (primero en su lucha contra Inglaterra y después para acabar con la insurrección contra el Rey) con material de guerra. Auxilió al general Elío (gobernador del lugar entre 1807-1810) a liberar la plaza de Montevideo por medio de 1.000 quintales de pólvora, junto a su munición, en dos ocasiones, además de 500.000 pesos y una fragata cargada con trigo enviada por la ruta del cabo de Hornos.
    Apoyó a su vez al brigadier Gaspar de Vigodet (gobernador de dicha plaza desde octubre de 1810 hasta su pérdida a manos de los insurgentes el 23 de mayo de 1814) y a los capitanes de navío a su mando José María de Salazar y Luis de la Sierra, dilatando de este modo la rendición de dicha plaza, enviando 3.000 quintales de pólvora, 200 quintales de proyectiles, 200.000 cartuchos y 3.000 espadas por la vía chilena, además de un apoyo financiero de 600.000 pesos, gracias a las tesorerías de Arequipa y Puno, por la ruta del Cuzco. Y, finalmente en estos primeros tiempos, asistió al reino de Chile con 6 cañones de campaña y 500 quintales de pólvora. No en vano, a la vista de los hechos, el propio Abascal escribió años más tarde: Si el Parque de Artillería y lo concerniente a él se hubiera mantenido en el estado á que mi antecesor quiso reducirlo ¿quál hubiera sido la suerte de estas Provincias y aun de toda la America del Sur?[25] Veremos ahora cómo lo hizo.
    A pesar de que el propio Liniers informó a Abascal[26] de que los ingleses no atacarían las costas peruanas, como así fue, por varias razones (el hecho de haber tomado la palabra a dos tercios de la oficialidad prisionera en Río de la Plata de no luchar contra S. M. Católica, la propia derrota frente a Montevideo y Buenos Aires, así como la necesidad de concentrar sus tropas en Europa tras la última derrota rusa en Preussisch-Eylau ante Napoleón el 9 de febrero de ese mismo año), la dilatada experiencia del asturiano le ayudó, tras las reflexiones que hizo tiempo atrás sobre el lugar y la época en la que debía de ejercer como virrey del Perú, el ver como en su mente cuajaba la (…), ratificacion del concepto que tenía formado acerca de que la America debería ser el teatro de la Guerra, y no obstante(…), me dediqué á examinar sin demora los puntos fortificados y fortificables de esta Plaza, de la del Callao, alrededores de ambas y costas laterales.[27] Es decir, algo le decía que la guerra no se iba a librar sólo en el viejo continente sino en las costas americanas. Para lograr prevenir todo aquello, y mucho más, el virrey Abascal comenzó con la reconstrucción de la fábrica de pólvora a la vez que amplió y reorganizó el cuartel de Artillería, remodeló el recinto amurallado de la capital y de la plaza de El Callao y reorganizó y adiestró a las fuerzas militares del Ejército y la Armada.


    Montevideo, la última esperanza realista en el estuario del Plata


    La constitución definitiva del Uruguay como república independiente se remonta a los comienzos de la emancipación de los territorios de Río de la Plata, con las acciones de Artigas y las reacciones consiguientes por parte española, porteña y lusa con el fin de controlar la Banda Oriental en el estuario del Plata.
    Belgrano, jefe de las fuerzas norteñas rioplatenses, regresó de la intendencia paraguaya y se trasladó a la Banda Oriental para sumarse a las fuerzas enviadas desde Buenos Aires que, al mando de José Rondeau, se enfrentaban al gobierno virreinal del último virrey del Río de la Plata, Francisco Javier de Elío.
    El 10 de abril de 1811, Belgrano designó a José Artigas, segundo jefe del ejército auxiliar del norte. Sin embargo, el 22 de abril, la junta grande reemplazó a Belgrano por José Rondeau en el mando del ejército de la Banda Oriental, desplazando a Artigas al cargo de jefe de las milicias patriotas orientales. Belgrano fue suspendido de empleo y sueldo, para ser sometido a juicio por sus derrotas militares en la campaña del Paraguay; finalizado el proceso fue rehabilitado.
    Cabe destacar que, el 18 de mayo de ese mismo año, el insurgente capitán de blandengues José Gervasio de Artigas, encabezó el primer movimiento independentista serio y al frente de un pequeño ejército logró vencer a los realistas en Las Piedras. Éstos, sin embargo, se hicieron fuertes en la plaza de Montevideo al mando de Elío. Pero cuando se preparaba para tomar por asalto la ciudad, se hizo cargo Rondeau del mando de las fuerzas rebeldes. Por otro lado, Artigas, ayudado por las provincias rioplatenses de Corrientes, Entre Ríos, Córdoba, Misiones y Santa Fe, logró mantener a la Banda Oriental independiente por un tiempo.
    En octubre de ese año, el primer triunvirato porteño acordó con el virrey Elío, levantar el sitio de Montevideo. Las negociaciones incluían la retirada del ejército portugués de la Banda Oriental, pero los lusos no cumplieron el trato. En cambio, las autoridades de Buenos Aires retiraron su ejército y Artigas, reconocido ahora por sus correligionarios como general en jefe de los ejércitos orientales, al levantarse el sitio que pesaba sobre el gobierno virreinal de Montevideo, se replegó al norte (campamento de Ayuí) con 300 hombres y 1.600 personas del pueblo de la Campana.
    El gobierno rebelde bonaerense, negoció con los portugueses la vuelta a casa de sus tropas, que estaban en la Banda Oriental desde julio de 1811, con el propósito de aislar la resistencia realista de Montevideo. Mientras tanto en España, a finales de 1813, la coalición anglo española reconquistó el territorio peninsular de manos francesas y recuperó el trono para Fernando VII. En esas circunstancias, las tropas españolas, reforzaron la Plaza de Montevideo y demoraron su rendición. En 1814 era anunciada la expedición peninsular del teniente general Pablo Morillo y ante el temor de que desembarcara en el Río de la Plata, los insurgentes consideraron prioritario quitarle Montevideo, como posible base militar desde donde podía atacar a Buenos Aires.[28]
    Con el objetivo de enfrentarse a los peninsulares en la Banda Oriental, el director porteño Posadas dispuso la organización de una flota a las órdenes del marino irlandés Guillermo Brown, capitán de un buque mercante que había encallado en Ensenada.
    Tal y como decíamos, Brown, que hasta ese momento realizaba con una goleta un servicio regular entre Buenos Aires y Colonia, derrotó a los realistas en el combate de Martín García y bloqueó Montevideo, donde los españoles contaban con 14 buques de guerra y 13 mercantes armados. El 20 de junio de 1814, el jefe de la guarnición española, Gaspar de Vigodet capituló y, el general de los rioplatenses, Carlos M. ª de Alvear, tomó posesión de Montevideo en nombre del directorio tres días después.
    Recapitulando los hechos acaecidos por tierra y partiendo de la capital del Plata, se intentaron negociaciones con las autoridades españolas, por lo cual el 20 de enero de 1814 Artigas abandonó el sitio de Montevideo.
    En respuesta a esta actitud, el director supremo de los insurgentes del Plata, Gervasio Antonio de Posadas, lo declaró “reo de traición a la patria”. Sin embargo, este último, envió a aquel una delegación para negociar. Dichos emisarios se comprometieron a respetar la autonomía –que no independencia- de la Banda Oriental junto con las localidades de Entre Ríos, así como la restitución legal de Artigas. Sin embargo, Posadas lo rechazó y reanudó la guerra contra los españoles, logrando entrar en Montevideo el 23 de junio de 1814, terminando la dominación virreinal en el Río de la Plata con la rendición de la capital oriental, de este modo, se perdió la última esperanza realista en el estuario del Plata. Alvear les quitó a los realistas una base de operaciones con 6.390 hombres (de ellos 390 jefes y el resto, tropa), 99 embarcaciones, 500 piezas artilleras y 9.000 fusiles. El 9 de julio de ese año, Posadas nombró Gobernador Intendente de la Provincia Oriental al presidente del consejo de estado del directorio, Nicolás Rodríguez Peña. Este rioplatense, había participado como miembro de las milicias contra las invasiones británicas de 1806-1807, además de la revolución de mayo. Fue secretario de Castelli, al que acompañó en la batalla alto peruana de Suipacha el 7 de noviembre de 1810. Llegó a ocupar el lugar de Moreno en la primera junta y en 1812 formó parte del segundo triunvirato. Con los años se autoexilió a Chile, donde permaneció hasta el día de su muerte.
    Ante los hechos consumados de la conquista de Montevideo por las tropas rioplatenses de Alvear, el renegado Artigas se vio en la necesidad de buscar la salvación en el jefe de las tropas rioplatenses, Carlos María de Alvear, al proponerse como comandante general de la campaña dependiente en todo de Buenos Aires. Dicha intención fue desterrada por los porteños, lo que llevó nuevamente al enfrentamiento en la batalla y victoria charrúa de Guayabos, con la consiguiente consagración de la independencia definitiva frente a los rioplatenses en el Congreso de la Concepción de Uruguay el 29 de junio de 1815.
    De todos modos, para la nueva república del Uruguay, el peligro no residía ni en los españoles peninsulares ni en los rioplatenses argentinos, sino en el enemigo más tradicional para los orientales: las ambiciones lusas desde Brasil. Encabezadas estas por rey exiliado Juan VI de Portugal desde su corte de Río de Janeiro, los portugueses que invadieron nuevamente el territorio en 1816 y tomaron Montevideo el 20 de enero de 1817, pasando a formar parte del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves bajo la denominación de Reino Cisplatino.
    La reacción internacional no se dejo esperar y las potencias europeas del momento, con España a la cabeza, aconsejaron a Portugal a retirarse del país recién conquistado. Haciendo caso omiso de tales amenazas, los españoles se prepararon con la fallida expedición que reventó el pronunciamiento de Riego y Quiroga en Cabezas de San Juan, España, en 1820. Sin embargo, las cosas tampoco fueron bien para el monarca luso. Una revuelta en la Península al año siguiente, le obligó dejar América definitivamente y regresar a Europa, dejando la posibilidad de que la Banda Oriental permaneciese con Portugal, las Provincias de Río de la Plata o fuera independiente en el Congreso Cisplatino de julio de 1821. Tras la aceptación pro lusa, el Brasil se independizó de su metrópoli lo que provocó otro sismo entre las fuerzas político-sociales uruguayas que no se aclararon hasta la derrota de los americanos peninsulares en la definitiva batalla de Ayacucho de 1824, el canto del cisne de la presencia española en las Indias Occidentales, la nueva América. A partir de aquí, la acción de los 33 orientales al mando del general Juan Antonio de Lavalleja y guiados por su enseña nacional actual, lograron constituir en junio de 1825 un gobierno provisional en La Florida, declarando oficialmente la independencia del 25 de agosto. Las teóricas dependencias de rioplatenses o las más peligrosas respecto de los brasileños fueron despejándose gracias a la interesada influencia británica. Firmada la Convención preliminar de Paz entre las partes, argentinos y brasileños aceptaron la creación de la nueva república independiente de la Provincia Cisalpina el 27 de agosto de 1828, que se regulará con una carta magna dos años después.


    Conclusiones


    La ciudad de Montevideo y con ella toda la Banda Oriental era una de las puertas, junto con Buenos Aires, del importantísimo centro estratégico del río de la Plata, desembocadura del precioso metal alto peruano y de las mercaderías porteñas que iban a parar no sólo a Cádiz sino al contrabando británico. En tiempos de la Emancipación, Buenos Aires ya se declaró “de facto” y “de iure” independiente desde un primer momento, no así Montevideo. La única autoridad efectiva en todo el sub continente suramericano fue el virrey del Perú José Fernando de Abascal. Este logró crear el gran Perú anterior a las reformas borbónicas que abarcaba dicho sub continente, a excepción del estuario del Plata. Ayudó a los porteños en el ataque británico al igual que a Montevideo con material militar. Caída Buenos Aires en manos insurgentes, la única esperanza realista fue Montevideo. Abascal logró apoyarlo mediante su política defensiva aunque lejana a la espera de la expedición española de Morillo. El fracaso de ésta, unido a los ataques porteños y portugueses hizo que ese sueño se desvaneciera para siempre.



    [1] El Virrey Abascal opina sobre diversos asuntos de política internacional con su “estimadisimo Pays.o Amigo, y Dueño” Gaspar Melchor de Jovellanos. Lima, 14 de marzo de 1810 (Archivo General de Indias , Diversos, Legajo n. ° 1, Año 1810, Ramo 2/208-1).

    [2] A pesar de su extensión me parece acertada la aportación de Guillermo CÉSPEDES DEL CASTILLO en su obra La independencia de Iberoamérica: la lucha por la libertad de los pueblos; Madrid, Anaya, 1988, Págs. 54/58 que condensa en dos párrafos el significado de la acción de mando de Abascal: “Lo cierto es que, a partir de 1809, ningún virrey ni capitán general pretendió gobernar como si nada hubiese ocurrido: todos sabían que, les era indispensable dialogar con las oligarquías sociales y económicas de sus provincias, así como organizar coaliciones políticas tan sólidas y estables como se pudieran conseguir; aquellos que lograron establecerlas, se mantuvieron, siendo depuestos los que fracasaron en el empeño.
    Uno u otro resultado se debió, mucho más que al talento o habilidad política de cada gobernante, a las circunstancias locales, tanto favorables como adversas, que a cada uno le tocó enfrentar. Los virreinatos más antiguos, con reconocido prestigio y casi tres siglos de tradición administrativa, en donde sus titulares habían ejercido el poder político como mediadores entre las órdenes del monarca y los intereses de oligarquías criollas, ofrecieron a los virreyes posibilidades de consolidar su autoridad (…).
    En el Perú, durante estos años, la paz no se alteró la más mínimo. Defendido por su distancia de Europa, no corrió peligro alguno de invasión extranjera. Por otra parte, se hallaba muy vivo el recuerdo de la sangrienta rebelión de Túpac Amaru en 1780; el peligro de una guerra de razas, presente siempre en una sociedad donde indios y castas de mezcla se hallaban en abrumadora mayoría dentro de la población total, volvió a cernirse sobre la región del Cuzco en 1814, con la rebelión de Mateo Pumacahua. Los españoles, en consecuencia, no podían permitirse el lujo de enfrentamiento entre ellos mismos, ni de organizar juntas y correr con ello el riesgo de desestabilizar los siempre difíciles equilibrios de una sociedad plurirracial. Muy sensatamente, pues, criollos y peninsulares se unieron en una coalición trasnacional, presidida por el habilísimo virrey José Fernando de Abascal y Sousa como jefe, árbitro y moderador, en la que los criollos vieron acrecida, de manera satisfactoria, su participación en el poder político. Fue así como no sólo se mantuvo el orden, sino que se restableció, mediante tropas peruanas, en zonas vecinas al virreinato donde aparecieron los primeros Juntas: La Paz, Chuquisaca y Quito en 1809, Santiago de Chile en 1813-1814; por añadidura, sería ocupado todo el Alto Perú y defendido contra las expediciones militares que hacia él dirigían, (…) la Junta de Buenos Aires”.

    [3] Durante el cabildo abierto porteño de 1810, teóricamente tenían derecho a participar en él alrededor de 11.000 súbditos, de los cuales fueron invitadas por el Virrey tan sólo 450, acudiendo en la práctica –tras las cuitas de los revolucionarios- tan sólo 251. De entre estos últimos cabría clasificarlos –según su dedicación y empleo- en 70 funcionarios y eclesiásticos, 59 comerciantes, otro tanto de militares, 25 profesionales liberales y 21 de condición “burguesa”. Contrastar en COMELLAS, José Luis, “De las Revoluciones al Liberalismo”, Historia Universal, tomo X, Pamplona, EUNSA, 1985, Pág. 303.

    [4] PUEYRREDON, Carlos A., 1810. La Revolución de Mayo según amplia documentación de la época, Buenos Aires, Pauser, 1953, Pág. 583.

    [5] Extraído de la entonces inédita obra de Fernando DÍAZ VENTEO titulada Las campañas militares del Virrey Abascal, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1948, Pág. 12.

    [6] Idea defendida tanto por Luis NAVARRO GARCÍA en su artículo “El orden tradicional y la Revolución de la Independencia en Iberoamérica”, en I. Buisson (et alii)., Problemas de la formación del Estado y de la Nación en Hispanoamérica, Colonia, Böhlau, 1984, Págs. 147/149, como por José Agustín de la PUENTE CANDAMO en el suyo titulado “Un esquema de la temática “fidelista”, en Boletín del Instituto de la Riva-Agüero; n.° 8, 1969/71, Pág. 613. Por otro lado María RIVARA DE TUESTA en Los ideólogos de la emancipación peruana, Lima, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1972, Pág. 86, habla acerca de la actitud criolla frente a la Independencia considerando que “(...) son los que básicamente han detenido y frenado los ímpetus revolucionarios de los mestizos, mulatos, otras mezclas, e indios” dando una razón como es la de “porque consideraban una falta de honor su infidelidad al monarca.” Curiosamente –muchos- fueron los que a raíz de la emancipación americana traicionaron ese honor a la que hace referencia esta autora. Para comprobante, nada mejor que leer las rúbricas del acta de independencia del Perú de 1821.

    [7] GUERRA, François-Xavier, en su obra Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid, MAPFRE, 1992, Pág. 102.

    [8] “La elite peruana no aceptó, al igual que otras americanas, la “intromisión” administrativa, política y sobre todo económica peninsular en el mundo indiano, porque de este modo se dañaban las prerrogativas que a lo largo de trescientos años se habían ido entretejiendo en el Nuevo Mundo a su favor, lejos de las directrices emanadas de la Península.” (Alfredo BARNECHEA, La República Embrujada. Un caso en la pobreza de las naciones, Lima, Aguilar, 1995, Pág. 170).

    [9] Idea defendida por los historiadores Vicente VÁZQUEZ DE PRADA e Ignacio OLÁBARRI en “Balance de la Historiografía sobre Iberoamérica (1945-1988)”, Actas de las IV Conversaciones Internacionales de Historia, Pamplona, EUNSA, 1989, Pág. 545.

    [10] Léase en la obra de Francois-Xavier GUERRA titulada Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid, MAPFRE, 1992, Págs. 127-128.

    [11] El Virrey Abascal opina sobre diversos asuntos de política internacional con su “estimadisimo Pays.o Amigo, y Dueño” Gaspar Melchor de Jovellanos. Lima, 14 de marzo de 1810 (Archivo General de Indias, , Diversos, Legajo n. ° 1, Año 1810, Ramo 2/208-1).

    [12] Ibídem.

    [13] LOHMANN VILLENA, Guillermo, “Documentación Oficial Española”, en AA. VV., Colección documental de la Independencia del Perú, t.22, Vol. 2, Lima, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1972, Pág. 210.

    [14] Archivo General Militar, Sección 1. ª, Legajo A-59, 9 folios, Capitán General, marqués de la Concordia, Madrid, 24 de mayo de 1817.

    [15] El gobernador de la plaza de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, cayó prisionero y fue remitido a la Gran Bretaña. Sin embargo, se le nombró virrey interino de Río de la Plata en sustitución del marqués de Sobremonte por R. O. de 24 de febrero de 1807 y, en caso de ausencia o muerte de éste, ser sustituido por el militar más veterano. En este caso, el recién ascendido a Brigadier de la Real Armada, Santiago de Liniers y Bremond.

    [16]Fechado en Buenos Aires el 14 de agosto de 1806, el jefe de escuadra Santiago de Liniers, anuncia al virrey Abascal de la derrota británica y le avisa sobre la posibilidad de emplear al general inglés, preso, como futura moneda de cambo. Acerca de este asunto, el todavía oficialmente virrey de Río de la Plata marqués de Sobremonte, da su parecer contrario a Liniers en un documento firmado en Montevideo el 3 de diciembre del mismo año, por el que rechaza la posibilidad de cambio del general Beresford por estar el puerto de Maldonado aún en poder de los ingleses. Confróntese en Archivo General de Indias, Diversos, Legajo n. º 1, 1806, Ramo 2/40 y 2/43-4.

    [17] Verificar en la obra de RAMOS PÉREZ, Demetrio, “La emancipación. Siglo XIX”, en MORETÓN ABON, Carlos y SANZ APARICIO, Ángela M. ª, Gran Historia Universal, Vol.31, Madrid, Nájera, 1986, Pág. 153.

    [18] SAAVEDRA Cornelio, Memoria autógrafa. Buenos Aires, Emecé, 1944. Pág. 11.

    [19] El marino Liniers da cuenta de la situación de Buenos Aires y pide más pólvora al virrey Abascal. (Archivo General de Indias –Sevilla, España-, Diversos, Legajo n. º 1, Año 1807, Ramo 1/54/5).

    [20] Confróntese en Archivo General de Indias (Sevilla, España), Diversos, Legajo n. º 1, Año 1807, Ramo 1/54-7.

    [21] Archivo General de Indias (Sevilla, España), Diversos, Legajo n. º 1, Año 1807, Ramo 1/54-6.

    [22] Confróntese en Archivo General de Indias (Sevilla, España), Diversos, Año 1805, Ramo 1/25-2, Anexo 2 el “Papel en que empeña su palabra de honor”.

    [23] El general inglés, Whitlocke, en un escrito firmado en Buenos Aires el 10 de diciembre de 1807 y dirigido a Liniers, levanta el juramento a Abascal de no luchar contra S. M. Británica con estas palabras: “(…) en consideracion al generosisimo trato que nuestros Prisioneros han resivido de V.E. no tengo la menor dificultad en hacer qe cese la palabra del Virrey, considerandose enteramente libre, (…)” (Archivo General de Indias –Sevilla, España-, Diversos, Año 1807, Ramo 1/52-4).

    [24] El levantamiento de su palabra se dará en Madrid un 27 de enero de 1808 (Servicio Histórico Militar –Madrid, España-, 4° Sección –Ultramar-, Caja MG-125, Subcarpeta S-A n. º 19).

    [25] RODRIGUEZ CASADO, Vicente y CALDERON QUIJANO, Antonio, Memoria del gobierno del Virrey José Fernando de Abascal y Sousa (1808-1816), Vol. 1, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1944, Pág. 357.

    [26] Confróntese en Archivo General de Indias (Sevilla, España), Diversos, Legajo n. º 1, Año 1807, Ramo 1/56-8.

    [27] RODRIGUEZ CASADO, Vicente y CALDERON QUIJANO, Antonio, Memoria del gobierno del Virrey José Fernando de Abascal y Sousa (1808-1816), Vol. 1, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1944, Pág. 336.

    [28] “De igual manera, difundieron todas las noticias posibles referentes a la futura intervención de la Santa Alianza, en ayuda del gobierno realista en América, para sofocar las insurrecciones revolucionarias (…) Anunciaron las listas biográficas de los líderes insurgentes capturados y ejecutados en las campañas de Nueva Granada y el Alto Perú, tanto para demostrar el descabezamiento de la revolución y la fuerza de los realistas como para desmoralizar al bando contrario. En otras ocasiones, utilizaron el humor y la sátira para ridiculizarlos, burlándose de sus jefes y símbolos.” (LÓPEZ TALAVERA, María del Mar, “La prensa realista en la independencia peruana (1808-1826)”, Aportes; Año nº 14, n. º 40, 1999, Págs. 45/46).



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    Re: Hay “otro” bicentenario

    JOSÉ DE SAN MARTÍN Y LOS INGLESES: El comandante William Bowles -inglés-, quien había trabado amistad con San Martín, describió los puntos de vista políticos del general como sigue: "Se muestra... terminantemente en favor del gobierno monárquico, al que considera el único apropiado al estado de la sociedad en este país, lo mismo que a la índole y disposición de sus habitantes... Las clases bajas han alcanzado preponderancia indebida y comienzan a manifestar una disposición revolucionaria que resulta peligrosa en cualquier país... Un día... sugirió DIVIDIR América del Sur entre las principales potencias europeas... España podría quedarse con México y las distintas potencias con los demás virreinatos..." -Bowles a Croker, embarcado, 14 de febrero de 1818. En Graham, Gerald; The Navy and South America 1807 - 1823, pp. 226.

  6. #6
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://corrientehispanista.blogspot.com.es/2012/06/antonio-huachaca-y-la-resistencia.html


    ANTONIO HUACHACA Y LA RESISTENCIA IQUICHANA


    Publicado por Cabeleira Santoro - Madrid, España

    La nueva entrega de esta serie de entradas sobre aquellos amerindios y mestizos que lucharon a favor del Imperio Español durante las guerras de independencia hispanoamericanas trata sobre la figura de Antonio Huachaca, un humilde campesino amerindio que lideró la resistencia realista en el Virreinato del Perú junto a otros valientes iquichanos en lo que actualmente se conoce como la provincia de Huanta.

    José Antonio Navala Huachaca nació en el montañoso pueblo de San José de Iquicha ubicado en el antiguo Virreinato del Perú. Casado y con dos hijos, se vio envuelto en numerosos acontecimientos ocurridos durante el proceso de independencia del actual Perú. En el año 1814 lucha por primera vez en el bando español para frenar el avance de los rebeldes cuzqueños sobre la región de Ayacucho. Aquella experiencia en el campo de batalla le convertiría en un experto jinete y un gran estratega para futuros enfrentamientos. En recompensa a sus servicios se le otorga el rango de General de Brigada de los Reales Ejércitos del Perú. En 1821 el virrey José de la Serna otorga al municipio de Iquicha un escudo conmemorativo por su acreditada lealtad a España. Tal era el ímpetu de los iquichanos que incluso lograron capturar al teniente coronel Medina en su intento por llegar a Lima para comunicar la victoria de las tropas independentistas en la Batalla de Ayacucho producida el 9 de diciembre de 1824. Este hecho enfadó enormemente a Simón Bolívar hasta el punto de que ordenó al año siguiente gravar con un impuesto de 50000 pesos a toda la provincia de Huanta por su apoyo a las tropas realistas.
    A causa de la nueva insurrección separatista surgida en el virreinato, Antonio Huachaca comienza a movilizar a unos cuantos miles de amerindios de las proximidades de Iquicha para plantar batalla a las tropas secesionistas. Entre marzo y diciembre de 1825 consigue organizar una milicia disciplinada y uniformada a pesar de estar escasamente armada con lanzas, hondas y algunos rifles. Debido a la escasa capacidad de la guerrilla iquichana no se llega a producir combate alguno pero se sientan las bases para las futuras incursiones que llegarían sólo seis meses después. En junio de 1826, la milicia amerindia liderada por Antonio Huachaca conquista la ciudad de Huanta frente a las tropas separatistas que allí se encontraban. En agosto de ese mismo año el líder iquichano consigue gracias a su carisma que dos destacamentos de los Húsares de Junín ubicados en Huancayo deserten del bando secesionista para unirse al intento de preservar el Imperio Español. Envalentonados por la situación, la guerrilla iquichana ataca la localidad de Huamanga (renombrada como Ayacucho por los independentistas) fracasando en su intento por conquistar la ciudad. A pesar de que esta derrota implicó la retirada de la milicia amerindia a Iquicha, Antonio Huachaca siguió defendiendo la causa española enviando ese mismo año una carta al prefecto republicano de la región de Ayacucho en la que decía lo siguiente:
    “Salgan los señores militares que se hallan en ese depósito robando, forzando a mujeres casadas, doncellas, violando hasta templos, a más los mandones, como son el señor Intendente, nos quiere acabar con contribuciones y tributos […] y de lo contrario será preciso de acabar con la vida por defender la religión y nuestras familias e intereses”
    Escudo del Virreinato del Perú
    Tal era la preocupación del bando secesionista que hasta el nuevo congreso de Perú aprobó una ley de pacificación para la región. Además se otorgó el indulto general a Antonio Huachaca que posteriormente sería ratificado por el presidente republicano José Domingo de La Mar. Después de unos meses de tregua en donde los iquichanos vieron como el ejército separatista recuperaba Huanta comienza la nueva ofensiva liderada por Antonio Huachaca. El 12 de noviembre de 1827 la guerrilla amerindia vuelve a conquistar de forma casi milagrosa la ciudad de Huanta ante la inoperancia de las tropas independentistas comandadas por el sargento mayor Narciso Tudela. El día 29 de ese mismo mes, la milicia iquichana intenta conquistar Huamanga (actual Ayacucho) volviendo a ser derrotada debido a que el nuevo prefecto Domingo Tristán y Moscoso había previsto un posible ataque con la consiguiente fortificación de la ciudad. Tras el fallido ataque el coronel secesionista Francisco Vidal ocupa nuevamente el municipio de Huanta persiguiendo posteriormente a la guerrilla amerindia que se había refugiado en las montañas de Iquicha. El comerciante alemán Heinrich Witt fue testigo de aquella última ocupación por parte del ejército independentista escribiendo lo siguiente en su diario:
    “Las tropas del gobierno tomaron nuevamente posesión de la ciudad y, si se puede creer a los huantinos, se portaron peor de lo que lo habían hecho los indios: no sólo saquearon las casas sin que ni siquiera respetaron la iglesia, de donde se llevaron las vasijas sagradas hechas de plata, estatuas de ángeles del mismo valioso metal, flecos de oro y plata, en resumen, todo lo de valor. Un oficial fue acusado de haber enviado a Huamanga no menos de nueve mulas cargadas de cosas robadas”
    Este imparcial testimonio debido a la nacionalidad de su autor sumado a la anterior carta de Antonio Huachaca corroboran el expolio y la crueldad de las tropas separatistas tras las derrotas que infligieron a los iquichanos. Existe constancia de que muchos de los prisioneros amerindios capturados a lo largo de la contienda fueron fusilados sin proceder ni siquiera a un juicio antes de su ejecución.
    A pesar de este segundo fracaso a la hora de conquistar Huanta, la milicia iquichana fue capaz de recuperarse aunque sus fuerzas se vieron notablemente mermadas. La guerrilla amerindia consiguió resistir ferozmente en las montañas de Iquicha a la represión ejercida por el ejército secesionista dirigido por el coronel Vidal. Pero finalmente en 1828 se produce la batalla de Uchuraccay en donde las tropas separatistas al mando del comandante Gabriel Quintanilla derrotan a los iquichanos que sólo disponían de lanzas y hondas para defenderse. Se produce la muerte de centenares de amerindios entre los que destaca el hermano de Antonio Huachaca llamado Prudencio. El resto de los iquichanos supervivientes son hechos prisioneros incluyendo a la esposa y los hijos de Antonio Huachaca como venganza al comprobar que el líder amerindio había escapado a través de las montañas de Iquicha a lomos de su caballo llamado Rifle. Pero incluso tras esta dolorosa derrota la milicia iquichana (ya sin su líder) logra alargar un poco más la guerra de independencia peruana hasta su aparente derrota definitiva en Ccano.
    Panorámica del municipio de Huanta en las que aparecen las
    montañas por donde descendieron los milicianos iquichanos
    liderados por Antonio Huachaca para conquistar la ciudad
    Una vez establecido definitivamente el nuevo estado de Perú, los iquichanos se mantienen ajenos a las disputas políticas de una república que consideran que no les representa a la vez que mantienen vivos los ideales por los que lucharon. Debido a esta férrea voluntad, Antonio Huachaca regresa en 1836 para liderar nuevamente a sus paisanos en favor de la Confederación Peruana-Boliviana en su lucha contra el ejército chileno. Para los iquichanos aquella confederación suponía en cierto modo la restauración del Imperio Español por otros medios. En el año 1838, Antonio Huachaca es nombrado Juez de Paz y Gobernador del distrito de Carhuahuran como distinción por su apoyo a la causa confederal. En marzo de 1839 la nueva milicia iquichana sitia la ciudad de Huanta debido a la delicada situación por la que atravesaba la confederación. Pero los refuerzos chilenos enviados por el coronel Lopera (impuesto como prefecto de Ayacucho) consiguieron romper el asedio obligando a los iquichanos a retroceder nuevamente a las montañas. Sin embargo en junio de ese mismo año se produce la batalla de Campamento-Oroco, en la cual la guerrilla amerindia aprovechó una tormenta para atacar por sorpresa a las tropas enemigas provocando su retirada de una forma humillante y calamitosa. Tras este combate se lleva a cabo una brutal venganza por parte del ejército adversario que mata a todo aquel iquichano que se encuentra a su paso sin hacer distinciones entre civiles y milicianos.
    Debido a esta situación el Prefecto-Coronel Lopera intenta promover un acuerdo con la guerrilla iquichana para conseguir terminar con el conflicto de manera negociada. Es así como el 15 de noviembre de 1839 se firma el Tratado de Yanallay en donde se acuerda la paz permanente que supone el final de la resistencia iquichana. No obstante Antonio Huachaca nunca aceptó este tratado ya que lo consideraba una traición a su objetivo de recomponer el Imperio Español como dejó constancia en su última carta dirigida al prefecto:
    “Ustedes son más bien los usurpadores de la religión, de la Corona y del suelo patrio... ¿Qué se ha obtenido de vosotros durante tres años de vuestro poder? La tiranía, el desconsuelo y la ruina en un reino que fue tan generoso. ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja hoy? ¿En quién recae la responsabilidad de los crímenes? Nosotros no cargamos semejante tiranía”
    Después de la disolución de la efímera Confederación Peruana-Boliviana, el líder iquichano prefirió adentrarse en la selva antes que renunciar a los ideales por los que tanto había luchado. Tras su muerte en 1848 fue enterrado en el altar mayor de la iglesia de San José de Iquicha en donde actualmente se encuentran sus restos mortales.
    A pesar de todo existen numerosos historiadores hispanoamericanos que buscan justificar de alguna manera el patriotismo español mostrado por los amerindios iquichanos para legitimar el proceso de independencia hispanoamericano. Nuevamente nos encontramos con una tergiversación interesada que pretende adaptar estos hechos históricos a la doctrina oficial impuesta por los gobiernos hispanoamericanos sobre lo ocurrido durante la independencia de los estados americanos.
    Los iquichanos lucharon en el bando realista porque eran y se sentían españoles, demostrando que para muchos amerindios nunca supuso una contradicción ser nativos americanos a la vez que leales vasallos de la corona española. Tanto Antonio Huachaca como sus partidarios tenían profundas convicciones monárquicas y religiosas provenientes de una larga tradición de tres siglos. Para los iquichanos la independencia hispanoamericana suponía un proyecto ajeno que les excluía al negar sus raíces españolas y católicas. Tampoco perdonaron que las tropas separatistas asesinaran civiles y profanasen iglesias puesto que ellos nunca cometieron semejantes actos pese a estar en tiempos de guerra. Todo esto sin contar con que la nueva república peruana tenía una estructura fuertemente centralista que derogó el derecho de los amerindios para nombrar a sus propias autoridades locales (corregidores y caciques).
    La admirable determinación de Antonio Huachaca fue lo que posibilitó la supervivencia de la resistencia iquichana durante tantos años. El líder amerindio consiguió restablecer la monarquía española en la provincia de Huanta a pesar de los escasos medios de los que disponían los iquichanos. Antonio Huachaca administraba la región por la autoridad que le otorgaba ser general de brigada del ejército español. Durante su mandato designó delegados para controlar de forma efectiva toda la provincia a la vez que diezmeros que recaudaron fondos destinados a la causa española. También congregó suficiente mano de obra para reparar los puentes y caminos de la zona. Incluso elaboró un reglamento de orden público para legislar sobre los patrones éticos de conducta de las personas que estaban bajo su cargo.
    Desde aquí quiero rendir mi más sincero homenaje a este gran patriota español que junto a sus paisanos iquichanos lucharon hasta la muerte por defender la unidad del mundo hispánico. Sólo queda por conocer vuestra opinión sobre este tema en forma de valoraciones y comentarios. ¡Muchas gracias!
    Erasmus y El Tercio de Lima dieron el Víctor.

  7. #7
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    Re: Hay “otro” bicentenario

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  8. #8
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    C. L. A. M. O. R.

    La masonería y las revoluciones americanas

    Compartimos con nuestros lectores el siguiente documental del canal History Latinoamérica. Más allá de ciertos reparos, creemos que es interesante para introducirnos en el tema.


    Advertencia: Tener en cuenta que es la mirada desde el enemigo de la Iglesia y las Españas.

    El complot de los masones - YouTube




    Para los sostenedores del mito nacionalista-católico, todo esto serán "mentiras", pues --claro-- ellos viven de la teoría conspirativa de la conspiración.





    DE REINO HISPANICO A COLONIA BRITANICA I: ¿Refugiados o “quintacolumnistas”?





    En 1810 se habían censado 126 británicos en el Río de la Plata, incluyendo, entre ellos, algunos de los venidos en las Invasiones Inglesas y que, por diversos, no habían querido abandonar el país. Una década y media después, los británicos serían varios miles —3500 súbditos de Su Majestad, en 1824, según el British Packet del Sr. Love—.


    Ya a mediados del siglo XVIII, España había abierto América a refugiados católicos angloparlantes, principalmente irlandeses. Antes de esas fechas los hubo pero, en general, en pequeño número. Sin embargo, el apoyo hispano-francés a las pretensiones del jacobitismo se convirtió, tras el fracaso de 1745, en un importante flujo de refugiados religiosos y políticos, junto a los cuales vinieron también algunos pillos que aprovechaban la oportunidad (no vamos a extendernos, pero es bastante bien conocido que las primeras logias masónicas regulares que abrieron en el Continente, lo hicieron de la mano de estos “refugiados” irlandeses, escoceses e ingleses).


    En Buenos Aires, recaló el supuesto segundón de Lord Dalmouth, Paul William Thompson. Aquí abrió una casa de comercio apenas arribado y ya en 1764 se aseguraba una carta de ciudadanía española que le permitía sumarse al “monopolio”, al mismo tiempo que mantenía vínculos con casas de comercio de Londres, Dublín o Glasgow, convirtiéndose en puerta de entrada de los productos británicos en la América del Sur.


    Tan rápido hizo fortuna este Thompson que, muy poco después, estuvo en condiciones de contraer matrimonio con la linajuda doña Tiburcia López y Cárdenas. Y con ella tuvo a Martín Jacobo Thompson —que será Coronel “patriota” y embajador ante el gobierno de los Estados Unidos, pero tal vez más conocido por un hecho que relataremos más adelante—. En 1804 este Martín desposó a María Sánchez. Pero, antes, refiere la tradición que el padre de ésta no le permitía casarse con un hereje y que tuvo que disfrazarse de aguatero para poder ingresar en casa de los Sánchez Velasco. Como se ve, el “catolicismo” que Pablo Guillermo Thompson había declarado para lograr la ciudadanía española no era creído por los vecinos porteños.


    Otro de los refugiados que arribó a estas costas fue Miguel O’Gorman, aunque su derrotero tuvo escalas. El caso es que arribó en 1777 en calidad de cirujano de la expedición de don Pedro de Ceballos y Cortés, futuro virrey del Río de la Plata. Por Real Orden debió quedarse en Buenos Aires para reorganizar el hospital, por lo que es considerado como uno de los fundadores de la Medicina en la Argentina. Abrió su práctica aquí y ejerció hasta poco antes de morir. Alto y distinguido, es quizá más conocido como abuelo de la famosa Camila O’Gorman y Ximenes. Hermano de ella fue el canónigo Eduardo, rector que fue de San Nicolás de Bari y alto funcionario de la iglesia (cismática) bonaerense.


    El joven comerciante inglés John Miller arribaría a estas costas con el nuevo siglo. Casado con la dama española María Balbastro, estaba vinculado entonces con Carlos María de Alvear —oficial español, de la Logia Lautaro, futuro general “patriota” y director supremo—. Su hija Margarita Balbastro y Miller sería desposada años después por John W. Parish, hijo de Sir Woodbine a quien ya nos referimos, agente británico, empresario del ferrocarril y admirado de Domingo Faustino Sarmiento. “Don Juan Miller” comprará tierras y se convertirá en un insigne estanciero en la zona de Cañuelas, introductor en el país de la raza Shorthorn o Durham, que fue conocida localmente como Tarquino, por el nombre del primer toro de esa raza, propiedad de los Miller. Al morir en 1843, sus restos serán inhumados en el antiguo cementerio de Disidentes.


    “Don Juan” trajo también a estas pampas a su hermano Andrew. En 1827, “don Andrés” casará con Julia Canning, sobrina del Almirante Brown y pariente del primer ministro británico. Andrés Miller, además de la actividad ganadera, fue propietario de un almacén con los Robinson y un saladero en Barracas en sociedad con el Tte. Cnel. Mariano de Escalada, cuñado del “Libertador” y “héroe” de la independencia.


    Por la misma época en que llegó Miller, arribó a Montevideo el inglés Robert Billinghurst. Recordados son sus hijos Guillermo (gran empresario del salitre en Arica y padre del presidente peruano del mismo nombre) y Mariano (empresario de lanas, tranvías y ferrocarriles), y su nieto Lisandro (ganador del “millón” de 1902). Al estallar la Revolución de Mayo, abrazó la causa “patriota”. Fue interlocutor entre la flotilla británica del Río de la Plata y las fuerzas revolucionarias que sitiaban la capital de la Banda Oriental que, aún, se mantenía fiel al Rey. Casó con Francisca Agrelo, hermana de los “próceres” Pedro y Marcos.


    Por sus servicios, en noviembre de 1811 el Cabildo le concedió la ciudadanía argentina, siendo la segunda concedida a un inglés (el primero fue el agente Paroissien, a quien ya nos referimos). Fue, posteriormente, lugarteniente de Brown a quien admiraba y en más de una ocasión transportó en sus barcazas por el Río de la Plata. Tenía grandes propiedades a ambos lados del Río de la Plata y, a pesar de haberse “agauchado” según dicen, prohibía el castellano a sus hijos en la intimidad de su casa.


    También a comienzos del siglo XIX, vemos a otros ingleses residentes en Buenos Aires. Agustín (Augustine) Wright llegará a firmar como “alcalde de barrio” en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. Santiago (James) Spencer Wilde, pariente y corresponsal de John Mill, el filósofo y padre de John Stuart Mill. Fue contador de cálculo entre 1821 y 1834 —es decir, entre los gobiernos de Rivadavia y Rosas, inclusive—, a cargo de la gestión de la ingente deuda externa con intereses británicos.


    “Don Santiago”, que era vocal de la Comisión de Hacienda, presentó un proyecto de telégrafos, para unir la Fortaleza con las guardias de fronteras. Fue padre de José Antonio Wilde, el autor del conocido Buenos Aires setenta años atrás.


    Santiago invitó a venir a su hermano Wellesley Wilde, que aquí adoptó el nombre de pila de Diego y fue “guerrero de la independencia” y coronel en Bolivia. Siendo teniente, desposó a Visitación García, hermana de Fortunata —la que, en Tucumán, ocultó la cabeza del “mártir de Metán” (Marco Avellaneda) para que los hombres de Oribe no pudiesen hallarla—. Éste fue padre de Eduardo Wilde, célebre médico, escritor, pedagogo y político laicista argentino.


    Negocios y liberalismo parecen ser el denominador común de todos estos personajes.


    "The Great Province of Rio de la Plata"
    (La Gran Provincia del Río de la Plata)
    de la 4ª edición del libro de mapas de Herman Moll,
    The Compleat Geographer (Londres: 1723)




    [Continuará]

  9. #9
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    C. L. A. M. O. R.

    La masonería y las revoluciones americanas

    Compartimos con nuestros lectores el siguiente documental del canal History Latinoamérica. Más allá de ciertos reparos, creemos que es interesante para introducirnos en el tema.


    Advertencia: Tener en cuenta que es la mirada desde el enemigo de la Iglesia y las Españas.

    El complot de los masones - YouTube




    Para los sostenedores del mito nacionalista-católico, todo esto serán "mentiras", pues --claro-- ellos viven de la teoría conspirativa de la conspiración.





    DE REINO HISPANICO A COLONIA BRITANICA I: ¿Refugiados o “quintacolumnistas”?





    En 1810 se habían censado 126 británicos en el Río de la Plata, incluyendo, entre ellos, algunos de los venidos en las Invasiones Inglesas y que, por diversos, no habían querido abandonar el país. Una década y media después, los británicos serían varios miles —3500 súbditos de Su Majestad, en 1824, según el British Packet del Sr. Love—.


    Ya a mediados del siglo XVIII, España había abierto América a refugiados católicos angloparlantes, principalmente irlandeses. Antes de esas fechas los hubo pero, en general, en pequeño número. Sin embargo, el apoyo hispano-francés a las pretensiones del jacobitismo se convirtió, tras el fracaso de 1745, en un importante flujo de refugiados religiosos y políticos, junto a los cuales vinieron también algunos pillos que aprovechaban la oportunidad (no vamos a extendernos, pero es bastante bien conocido que las primeras logias masónicas regulares que abrieron en el Continente, lo hicieron de la mano de estos “refugiados” irlandeses, escoceses e ingleses).


    En Buenos Aires, recaló el supuesto segundón de Lord Dalmouth, Paul William Thompson. Aquí abrió una casa de comercio apenas arribado y ya en 1764 se aseguraba una carta de ciudadanía española que le permitía sumarse al “monopolio”, al mismo tiempo que mantenía vínculos con casas de comercio de Londres, Dublín o Glasgow, convirtiéndose en puerta de entrada de los productos británicos en la América del Sur.


    Tan rápido hizo fortuna este Thompson que, muy poco después, estuvo en condiciones de contraer matrimonio con la linajuda doña Tiburcia López y Cárdenas. Y con ella tuvo a Martín Jacobo Thompson —que será Coronel “patriota” y embajador ante el gobierno de los Estados Unidos, pero tal vez más conocido por un hecho que relataremos más adelante—. En 1804 este Martín desposó a María Sánchez. Pero, antes, refiere la tradición que el padre de ésta no le permitía casarse con un hereje y que tuvo que disfrazarse de aguatero para poder ingresar en casa de los Sánchez Velasco. Como se ve, el “catolicismo” que Pablo Guillermo Thompson había declarado para lograr la ciudadanía española no era creído por los vecinos porteños.


    Otro de los refugiados que arribó a estas costas fue Miguel O’Gorman, aunque su derrotero tuvo escalas. El caso es que arribó en 1777 en calidad de cirujano de la expedición de don Pedro de Ceballos y Cortés, futuro virrey del Río de la Plata. Por Real Orden debió quedarse en Buenos Aires para reorganizar el hospital, por lo que es considerado como uno de los fundadores de la Medicina en la Argentina. Abrió su práctica aquí y ejerció hasta poco antes de morir. Alto y distinguido, es quizá más conocido como abuelo de la famosa Camila O’Gorman y Ximenes. Hermano de ella fue el canónigo Eduardo, rector que fue de San Nicolás de Bari y alto funcionario de la iglesia (cismática) bonaerense.


    El joven comerciante inglés John Miller arribaría a estas costas con el nuevo siglo. Casado con la dama española María Balbastro, estaba vinculado entonces con Carlos María de Alvear —oficial español, de la Logia Lautaro, futuro general “patriota” y director supremo—. Su hija Margarita Balbastro y Miller sería desposada años después por John W. Parish, hijo de Sir Woodbine a quien ya nos referimos, agente británico, empresario del ferrocarril y admirado de Domingo Faustino Sarmiento. “Don Juan Miller” comprará tierras y se convertirá en un insigne estanciero en la zona de Cañuelas, introductor en el país de la raza Shorthorn o Durham, que fue conocida localmente como Tarquino, por el nombre del primer toro de esa raza, propiedad de los Miller. Al morir en 1843, sus restos serán inhumados en el antiguo cementerio de Disidentes.


    “Don Juan” trajo también a estas pampas a su hermano Andrew. En 1827, “don Andrés” casará con Julia Canning, sobrina del Almirante Brown y pariente del primer ministro británico. Andrés Miller, además de la actividad ganadera, fue propietario de un almacén con los Robinson y un saladero en Barracas en sociedad con el Tte. Cnel. Mariano de Escalada, cuñado del “Libertador” y “héroe” de la independencia.


    Por la misma época en que llegó Miller, arribó a Montevideo el inglés Robert Billinghurst. Recordados son sus hijos Guillermo (gran empresario del salitre en Arica y padre del presidente peruano del mismo nombre) y Mariano (empresario de lanas, tranvías y ferrocarriles), y su nieto Lisandro (ganador del “millón” de 1902). Al estallar la Revolución de Mayo, abrazó la causa “patriota”. Fue interlocutor entre la flotilla británica del Río de la Plata y las fuerzas revolucionarias que sitiaban la capital de la Banda Oriental que, aún, se mantenía fiel al Rey. Casó con Francisca Agrelo, hermana de los “próceres” Pedro y Marcos.


    Por sus servicios, en noviembre de 1811 el Cabildo le concedió la ciudadanía argentina, siendo la segunda concedida a un inglés (el primero fue el agente Paroissien, a quien ya nos referimos). Fue, posteriormente, lugarteniente de Brown a quien admiraba y en más de una ocasión transportó en sus barcazas por el Río de la Plata. Tenía grandes propiedades a ambos lados del Río de la Plata y, a pesar de haberse “agauchado” según dicen, prohibía el castellano a sus hijos en la intimidad de su casa.


    También a comienzos del siglo XIX, vemos a otros ingleses residentes en Buenos Aires. Agustín (Augustine) Wright llegará a firmar como “alcalde de barrio” en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. Santiago (James) Spencer Wilde, pariente y corresponsal de John Mill, el filósofo y padre de John Stuart Mill. Fue contador de cálculo entre 1821 y 1834 —es decir, entre los gobiernos de Rivadavia y Rosas, inclusive—, a cargo de la gestión de la ingente deuda externa con intereses británicos.


    “Don Santiago”, que era vocal de la Comisión de Hacienda, presentó un proyecto de telégrafos, para unir la Fortaleza con las guardias de fronteras. Fue padre de José Antonio Wilde, el autor del conocido Buenos Aires setenta años atrás.


    Santiago invitó a venir a su hermano Wellesley Wilde, que aquí adoptó el nombre de pila de Diego y fue “guerrero de la independencia” y coronel en Bolivia. Siendo teniente, desposó a Visitación García, hermana de Fortunata —la que, en Tucumán, ocultó la cabeza del “mártir de Metán” (Marco Avellaneda) para que los hombres de Oribe no pudiesen hallarla—. Éste fue padre de Eduardo Wilde, célebre médico, escritor, pedagogo y político laicista argentino.


    Negocios y liberalismo parecen ser el denominador común de todos estos personajes.


    "The Great Province of Rio de la Plata"
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    de la 4ª edición del libro de mapas de Herman Moll,
    The Compleat Geographer (Londres: 1723)




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    Re: Hay “otro” bicentenario

    "Nosotros somos muy pobres, no valemos nada, pero no era así cuando teníamos un rey."

    Afirmación realizada por unos indígenas de Cucao (Chiloé - Actual Chile) a Charles Darwin en 1835 y anotada en su cuaderno.

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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Cita Iniciado por Ordóñez Ver mensaje
    DE REINO HISPANICO A COLONIA BRITANICA I: ¿Refugiados o “quintacolumnistas”?







    En 1810 se habían censado 126 británicos en el Río de la Plata, incluyendo, entre ellos, algunos de los venidos en las Invasiones Inglesas y que, por diversos, no habían querido abandonar el país. Una década y media después, los británicos serían varios miles —3500 súbditos de Su Majestad, en 1824, según el British Packet del Sr. Love—.


    Ya a mediados del siglo XVIII, España había abierto América a refugiados católicos angloparlantes, principalmente irlandeses. Antes de esas fechas los hubo pero, en general, en pequeño número. Sin embargo, el apoyo hispano-francés a las pretensiones del jacobitismo se convirtió, tras el fracaso de 1745, en un importante flujo de refugiados religiosos y políticos, junto a los cuales vinieron también algunos pillos que aprovechaban la oportunidad (no vamos a extendernos, pero es bastante bien conocido que las primeras logias masónicas regulares que abrieron en el Continente, lo hicieron de la mano de estos “refugiados” irlandeses, escoceses e ingleses).


    En Buenos Aires, recaló el supuesto segundón de Lord Dalmouth, Paul William Thompson. Aquí abrió una casa de comercio apenas arribado y ya en 1764 se aseguraba una carta de ciudadanía española que le permitía sumarse al “monopolio”, al mismo tiempo que mantenía vínculos con casas de comercio de Londres, Dublín o Glasgow, convirtiéndose en puerta de entrada de los productos británicos en la América del Sur.


    Tan rápido hizo fortuna este Thompson que, muy poco después, estuvo en condiciones de contraer matrimonio con la linajuda doña Tiburcia López y Cárdenas. Y con ella tuvo a Martín Jacobo Thompson —que será Coronel “patriota” y embajador ante el gobierno de los Estados Unidos, pero tal vez más conocido por un hecho que relataremos más adelante—. En 1804 este Martín desposó a María Sánchez. Pero, antes, refiere la tradición que el padre de ésta no le permitía casarse con un hereje y que tuvo que disfrazarse de aguatero para poder ingresar en casa de los Sánchez Velasco. Como se ve, el “catolicismo” que Pablo Guillermo Thompson había declarado para lograr la ciudadanía española no era creído por los vecinos porteños.


    Otro de los refugiados que arribó a estas costas fue Miguel O’Gorman, aunque su derrotero tuvo escalas. El caso es que arribó en 1777 en calidad de cirujano de la expedición de don Pedro de Ceballos y Cortés, futuro virrey del Río de la Plata. Por Real Orden debió quedarse en Buenos Aires para reorganizar el hospital, por lo que es considerado como uno de los fundadores de la Medicina en la Argentina. Abrió su práctica aquí y ejerció hasta poco antes de morir. Alto y distinguido, es quizá más conocido como abuelo de la famosa Camila O’Gorman y Ximenes. Hermano de ella fue el canónigo Eduardo, rector que fue de San Nicolás de Bari y alto funcionario de la iglesia (cismática) bonaerense.


    El joven comerciante inglés John Miller arribaría a estas costas con el nuevo siglo. Casado con la dama española María Balbastro, estaba vinculado entonces con Carlos María de Alvear —oficial español, de la Logia Lautaro, futuro general “patriota” y director supremo—. Su hija Margarita Balbastro y Miller sería desposada años después por John W. Parish, hijo de Sir Woodbine a quien ya nos referimos, agente británico, empresario del ferrocarril y admirado de Domingo Faustino Sarmiento. “Don Juan Miller” comprará tierras y se convertirá en un insigne estanciero en la zona de Cañuelas, introductor en el país de la raza Shorthorn o Durham, que fue conocida localmente como Tarquino, por el nombre del primer toro de esa raza, propiedad de los Miller. Al morir en 1843, sus restos serán inhumados en el antiguo cementerio de Disidentes.


    “Don Juan” trajo también a estas pampas a su hermano Andrew. En 1827, “don Andrés” casará con Julia Canning, sobrina del Almirante Brown y pariente del primer ministro británico. Andrés Miller, además de la actividad ganadera, fue propietario de un almacén con los Robinson y un saladero en Barracas en sociedad con el Tte. Cnel. Mariano de Escalada, cuñado del “Libertador” y “héroe” de la independencia.


    Por la misma época en que llegó Miller, arribó a Montevideo el inglés Robert Billinghurst. Recordados son sus hijos Guillermo (gran empresario del salitre en Arica y padre del presidente peruano del mismo nombre) y Mariano (empresario de lanas, tranvías y ferrocarriles), y su nieto Lisandro (ganador del “millón” de 1902). Al estallar la Revolución de Mayo, abrazó la causa “patriota”. Fue interlocutor entre la flotilla británica del Río de la Plata y las fuerzas revolucionarias que sitiaban la capital de la Banda Oriental que, aún, se mantenía fiel al Rey. Casó con Francisca Agrelo, hermana de los “próceres” Pedro y Marcos.


    Por sus servicios, en noviembre de 1811 el Cabildo le concedió la ciudadanía argentina, siendo la segunda concedida a un inglés (el primero fue el agente Paroissien, a quien ya nos referimos). Fue, posteriormente, lugarteniente de Brown a quien admiraba y en más de una ocasión transportó en sus barcazas por el Río de la Plata. Tenía grandes propiedades a ambos lados del Río de la Plata y, a pesar de haberse “agauchado” según dicen, prohibía el castellano a sus hijos en la intimidad de su casa.


    También a comienzos del siglo XIX, vemos a otros ingleses residentes en Buenos Aires. Agustín (Augustine) Wright llegará a firmar como “alcalde de barrio” en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. Santiago (James) Spencer Wilde, pariente y corresponsal de John Mill, el filósofo y padre de John Stuart Mill. Fue contador de cálculo entre 1821 y 1834 —es decir, entre los gobiernos de Rivadavia y Rosas, inclusive—, a cargo de la gestión de la ingente deuda externa con intereses británicos.


    “Don Santiago”, que era vocal de la Comisión de Hacienda, presentó un proyecto de telégrafos, para unir la Fortaleza con las guardias de fronteras. Fue padre de José Antonio Wilde, el autor del conocido Buenos Aires setenta años atrás.


    Santiago invitó a venir a su hermano Wellesley Wilde, que aquí adoptó el nombre de pila de Diego y fue “guerrero de la independencia” y coronel en Bolivia. Siendo teniente, desposó a Visitación García, hermana de Fortunata —la que, en Tucumán, ocultó la cabeza del “mártir de Metán” (Marco Avellaneda) para que los hombres de Oribe no pudiesen hallarla—. Éste fue padre de Eduardo Wilde, célebre médico, escritor, pedagogo y político laicista argentino.


    Negocios y liberalismo parecen ser el denominador común de todos estos personajes.


    "The Great Province of Rio de la Plata"
    (La Gran Provincia del Río de la Plata)
    de la 4ª edición del libro de mapas de Herman Moll,
    The Compleat Geographer (Londres: 1723)




    [Continuará]
    Duplicado



    Imperium Hispaniae

    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  12. #12
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Quiera que no, aquí Alberto Buela habla del tema:

    "Disyuntivas de nuestro tiempo" libro de Alberto Buela - Fundación Gustavo Bueno - Madrid - YouTube


    Amrica hispnica. La larga marcha hacia la unidad (de 1810 al presente) - El Manifiesto

    ARNAUD IMATZ - ALBERTO BUELA

    1.-Arnaud Imatz : Hispanoamérica ha sido siempre objeto de ambiciones por parte de las grandes potencias. Uno de los primeros ejemplos de injerencia de vasta envergadura es el sitio de Cartagena de Indias en 1741, donde el almirante vasco Blas de Lezo rechaza los sucesivos asaltos durante tres meses de una armada anglo-norteamericana de 180 navíos y 24.000 hombres, comandado por el almirante Vermon ayudado por el medio hermano del futuro presidente de los Estados Unidos, Lawrence Washington. Entre 1806 y 1807 los habitantes de Buenos Aires sufren dos invasiones inglesas que son rechazadas. En 1833 los británicos ocupan por la fuerza las islas Malvinas. Así mismo los años 1820-1830 están marcados por el comienzo del expansionismo norteamericano. México por citar solo un caso, se ve obligado a ceder el 50% de su territorio entre 1836 y 1848...
    Luego de dos siglos de intervenciones anglosajonas, un buen número de historiadores hispanoamericanos comienzan a interrogarse sobre los orígenes de las naciones iberoamericanas y a cuestionar los análisis convencionales de las largas y sangrantes guerras de la independencia (1810-1825), engendradas por la ocupación francesa de España y por las olas revolucionarias europeas. ¿Comparte Ud. la interpretación clásica según la cual se trata antes que nada de « guerras de liberación nacional »? ¿O a la inversa, ve Ud. en ellas resistencias criollas y populares (a menudo, con el apoyo de la mayoría negra e india) contra la secesión hispanoamericana? ¿O en otros términos, guerras civiles intra-americanas financiadas por los ingleses que buscaban la destrucción del Imperio español en beneficio del Imperio británico y del mundo anglosajón?
    1. Alberto Buela: La guerra de la Independencia americana respecto de España fue una « guerra civil » alentada por los ingleses para quebrar el imperio español en América y así sacar provecho comercial de todo ello. Y así ocurrió y así sigue ocurriendo ¿o acaso los ingleses no siguen instalados cómodamente en territorios propios como Malvinas, Belice y Guyana, así como en todos nuestros gobiernos trabajando de asesores o formando grupos de presión?
    Afirmo que fue una guerra civil porque en ambos lados hubo españoles, criollos, negros e indios. Es más la población indígena estuvo mayoritariamente del lado español.
    Pensar la guerra de la Independencia americana como una guerra de liberación es una de las tantas falacias a las que nos han sometido « los productores de sentido » de las cosas que ocurren en este mundo.
    2.- AI: Antes de seguir con esta entrevista me parece importante aportar algunas precisiones semánticas. Para designar América central y del sur y a sus habitantes, los autores europeos tienen por costumbre utilizar los términos de América Latina y latinoamericanos, dejando reservado el término Americano para los estadounidenses. Ud. rechaza absolutamente estos conceptos y prefiere usar los de América hispana y hablar de hispanoamericanos, o bien de América ibérica y de iberoamericanos. ¿Po rqué?

    2.- AB: Primero, y antes que nada, porque propiamente hablando, latinos son solo los habitantes del Lacio en Italia. Segundo, porque el concepto de latinidad es una creación ideológica de Michel Chevallier, el economista, consejero de Napoleón III, para intervenir con legitimidad en la América española. Y tercero, porque lo latino no nos define a nosotros, que no somos « ni tan españoles ni tan indios » sino hispano-criollos. Producto de una cultura de síntesis o simbiosis entre dos cosmovisiones que se han imbricado produciendo al hombre americano actual. Nosotros, los criollos, como muy bien afirma el historiador chileno Pedro Godoy somos el hombre genuinamente originario de América.
    Nuestra deuda con Europa es grandísima (lengua, religión, instituciones) pero nuestra matriz, nuestro genius loci(clima, suelo y paisaje) es América. Y esto no debemos olvidar. Nosotros pensamos y vivimos desde América.
    3.-AI: En un artículo famoso sobre « Las intervenciones anglosajonas en Iberoamérica », Ud. afirma que desde comienzos del siglo XIX el número de intervenciones se eleva a 700 mayores y casi 4000 menores. La doctrina Monroe (1823), la ideología del Destina Manifiesto (1845), la política del Garrote de Theodoro Roosevelt (1901), la política de la Buena Vecindad de Franklin Roosevelt (1932), la teoría de la seguridad nacional de Truman (1947), el proyecto de zona libre para el comercio (Alca) de Bush y, en general, todas las aplicaciones históricas de los diferentes principios enunciados por la diplomacia estadounidense, se resumirían en última instancia, según Ud. en la modificación de lema de Monroe « América para los americanos ... del norte ». ¿América hispánica habrá sido ella alguna vez verdaderamente independiente?
    3.- AB: Hispanoamérica no ha sido en estos doscientos años de existencia republicana plenamente independiente, sino sólo esporádicamente a través de algunos gobernantes con criterio independiente que ha tenido. Así en el siglo XIX se destacan García Moreno (Ecuador), Rosas (Argentina) Balmaceda (Chile) Porfirio Díaz (México), Morazán (Centroamérica). Y en el siglo XX : Vargas (Brasil), Natalicio González (Paraguay), Herrera (Uruguay), Arévalo (Guatemala), Perón (Argentina), Ibañez del Campo (Chile), Paz Estensoro (Bolivia), Alfaro (Ecuador), Madero (México), Sandino (Nicaragua) y algunos otros.
    El asunto es que las fuentes de poder real no se encontraron ni se encuentran en el seno de nuestros países sino que, casi siempre, han sido externas. Nuestros gobiernos en su inmensa mayoría han sido « gobiernos vicarios ». Como el Papa respeto de Cristo, han gobernado en nombre y por mandato de otros.
    4.- AI : Los iberoamericanos denuncian de buen grado a las ONGs norteamericanas y a las iglesias evangélicas como « el caballo de Troya del imperialismo yanqui »¿Qué piensa de eso ?
    4.- AB: Esta intromisión de los Estados Unidos en Iberoamérica a través de las sectas evangélicas ha sido denunciada por infinidad de políticos, intelectuales y agentes sociales desde Chomsky hasta el asesinado obispo Romero. Hoy en Brasil el caso es escandaloso pues se han transformado, ante la inconsistencia de la conciencia religiosa brasilera, en una fuente de poder que determina los gobernantes a elegir. Funcionan como un grupo de presión extraordinario.
    Pero, seamos claros, estos son uno de los tantos mecanismo de dominación creados por el gobierno norteamericano pero, gran parte de la responsabilidad, la tienen nuestros gobiernos autóctonos y la Iglesia católica que ha entrado en una crisis terminal desde el Vaticano II y ha dejado, de facto,de evangelizar. Hoy la Iglesia iberoamericana se ha burocratizado de forma tal que se alejó de la comunidad, su lugar natural, para transformase es un aparato más del estado liberal-burgués, que es la forma institucional que nos gobierna.
    5.- AI: Ud. rechaza el concepto de multiculturalismo, ideología nacida en Norteamérica, y defiende, a la inversa, la interculturalidad. ¿Qué entiende Ud. por eso?
    5.- AB: La teoría del multiculturalismo, como Ud. Observa, es una creación del think tankestadounidense en donde bajo la mascarada de respetar a las minorías lo que se hace es « otorgar derecho a las minorías por el solo hecho de ser minorías y no por el valor intrínseco que ellas representen ».
    Es una falsa teoría, pues por un lado dice respetar la identidad del otro pero lo encierra en su particularismo y por otro es un engaño que despolitiza el debate político (niega pensar en términos de Estado-nación) y se limita a las cuestiones sociales, raciales, económicas y de género.
    Nosotros proponemos la teoría del interculturalismo que nos enseña que en los hispano-criollos habitan varias culturas que conforman un sujeto simbiótico, esta cultura de síntesis de la que hablamos, que somos nosotros mismos.
    6.- AI : Ud. es un especialista del nacionalismo continental iberoamericano. ¿Cuáles son los rasgos que lo definen: la lengua, la continuidad territorial, la religión, el adversario común? ¿Existe un heartland suramericano sin el cual « el gran espacio autocentrado » no podría ser pensado ni construido ?
    6.- AB: La ecúmene iberoamericana está constituida por todos estos rasgos que Ud. menciona: existe una lengua común que es el castellano hablado por la friolera de 460 millones de habitantes. A los que hay que sumar los 200 millones de luso parlantes para los cuales el castellano es una lengua fácil y cómodamente entendible. Este es un dato geopolítico insoslayable en cuanto a la conformación del un gran espacio iberoamericano. El otro es el tema de la continuidad territorial por la cual la comunicación vital (los grandes traslados se hacen por tierra) está asegurada. Así los millones de bolivianos, peruanos, chilenos y paraguayos que hay en Argentina no llegaron por barco o por avión (que bien pueden hacerlo) sino por tierra. Lo mismo que los miles de argentinos que viven hoy en Ecuador. Y esto mismo se da en Centroamérica. Mientras que en América del Norte esta continuidad territorial intenta ser impedida por los Estados Unidos con murallas kilométricas y alambrados electrificados.
    El rasgo común de la religión en Hispanoamérica es la del catolicismo asumido en forma heterodoxa, esto es, en su culto se mezclan hábitos y costumbres ancestrales como el culto a la Pachamama y cosas por el estilo sin que ello obstaculice el mensaje de Cristo.
    Es cierto, como advertimos antes, que la religión cristiana bajo su forma evangélica está siendo usada políticamente como elemento de dominación y extrañamiento de nosotros mismos, pero el ensamble profundo, producto de cinco siglos de inculturación del catolicismo en América, ha dejado de ser un dato simplemente religioso para transformarse en un nota distintiva antropocultural del hombre americano.
    Y finalmente, el enemigo común encarnado en « el inglés », bajo sus distintas acepciones, es el elemento que le pone cohesión a esta ecúmene.
    Nosotros hemos sostenido por boca de la CGT de Argentina en el II Foro Social Mundial de Porto Alegre (Brasil) la « teoría del rombo » como propuesta geoestratégica para la creación de un gran espacio suramericano.
    Esta teoría sostiene que el heartlandse puede constituir con la unión de los vértices Buenos Aires, Lima, Caracas, Brasilia, lo que forma la figura de un rombo. Este heartland tiene 50.000 kilómetros de vías navegables de gran calado, tiene reservas minerales inconmensurables así como tierra arable y cultivable. En una palabra, posee todos los elementos necesarios para constituirse en un « gran espacio autocentrado » dentro de esta diversidad que es el mundo.
    7.- AI: El Mercado común del sur (Mercosur), comunidad económica que desde 1991 agrupa a cinco países suramericanos (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, y en estos días se sumó Venezuela) ¿puede ser considerado como el embrión de una Gran espacio geopolítico, económica, cultural y políticamente soberano?
    7. - AB:Hasta ahora, y luego de veinte años de existencia, el Mercosur no ha sido otra cosa que un mercado entre las burguesías comerciales de Buenos Aires y Sao Paulo, el resto es cartón pintado. Paraguay vive medrando entre las tensiones que se generan entre Brasil y Argentina y Uruguay vive colgado del presupuesto y los dineros de los porteños (habitantes de Buenos Aires que allí veranean y giran sus ahorros). En cuanto a Venezuela que recién se incorporó este año, no podemos abrir juicio.
    De todas maneras a este embrión de gran espacio le falta mucho para constituirse. Y si bien se han venido creando a su lado diversas instituciones como « la comunidad suramericana de naciones », « el banco del sur », « la Unasur », el tema profundo es que: carecemos de una decisión profunda y autónoma de autoconstituirnos en gran espacio. Y esto lo sostengo apoyado en dos razones: a) Brasil, o mejor Itamaraty, su cancillería, no ha permitido nunca la intromisión en el Amazonas, corazón del gran espacio, desde las Repúblicas hispánicas. Y así no le permite el acceso por agua a Argentina, Uruguay y Paraguay por la vía Paraná-Paraguay. Y no le permite a Venezuela la construcción de un oleoducto transamazónico que alimente a los países del Cono sur de América. b) porque no existe un « arcano », un secreto profundo solo compartido por sus miembros, que es la conditio sine qua nonde la existencia de todo gran espacio. Pero esto último ya es metapolítica.

    8.-AI: La restauración de la unidad hispanoamericana bajo diferentes modelos es el sueño de muchos intelectuales y de algunos hombres políticos. ¿Nos puede Ud. presentar brevemente a los principales pensadores del gran espacio iberoamericano como fueron el venezolano Simón Bolívar (1783-1830), el argentino Manuel Baldomero Ugarte (1875-1951) y el mejicano José Vasconcelos (1882-1959)?
    8.-AB: Los principales pensadores de la unidad hispanoamericana se han fundado en la identidad de nuestros pueblos, en su pasado cultural común y en sus luchas nacionales ante un enemigo común: el imperialismo anglo-norteamericano. Los ha habido de carácter socialista como el mencionado Ugarte, de carácter nacionalista como Vasconcelos o el nicaragüense Ycaza Tigerino, demócratas cristianos como José Figueres el costaricense, marxistas como el peruano Mariátegui, pero cada uno de ellos entendió la unidad a partir de sus presupuestos ideológicos.
    9.-AI: Los movimientos nacionales de carácter continental de América ibérica tienen por característica el antimperialismo y el anticomunismo, y a menudo sostienen para sí una tercera posición apoyados en un populismo democrático cuyo principal objetivo es la restauración de la convivencia o de la sociabilidad compartida. Sus líderes históricos son particularmente el nicaragüense Augusto César Sandino, el peruano Víctor Haya de la Torre, el brasileño Getulio Vargas, el chileno Carlos Ibañez del Campo y el argentino Juan Perón. ¿Estos personajes históricos tienen todavía algún eco en la opinión pública iberoamericana?
    9.- AB: Sandino solo tiene una vigencia cultural en Nicaragua, donde el gobierno de Ortega se dice su sucesor, aunque no conserva ningún rasgo de aquél. Haya en Perú e Ibañez en Chile han prácticamente desaparecido de la escena política. El caso de Vargas en Brasil es distinto porque tanto el PT (partido de los trabajadores) que está en el poder desde los tiempos de Lula y la CUT (Central única de trabajadores) se reclaman sus sucesores.
    El caso Perón es algo digno de observar, pues a diferencia de los otros mencionados, tiene vigencia plena en Argentina, no porque haya sido bueno o malo, sino porque dejó una institución consolidada en la sociedad civil: el sindicato. Y mientras haya sindicatos en la Argentina habrá peronismo. Otra cosa distinta es saber qué es el peronismo. Acá cabe recordar al gran sociólogo italiano Gino Germani, que luego de vivir 15 años en Argentina se fue a Estados Unidos diciendo : « Me voy porque como sociólogo fracasé, pues no pude entender qué es el peronismo ».
    10.-AI: Regresemos a su país. Hay un famoso chiste que se atribuye a Perón: “En Argentina hay un 30% de socialistas, 30% de conservadores, 30% de liberales y un 10% de comunistas. Pero entonces ¿dónde están los peronistas? Ah no, peronistas son todos”. ¿Qué queda hoy del peronismo? ¿Tiene todavía un contenido ideológico? ¿O es solamente una cáscara vacía, un aparato político que permite ocupar puestos?
    10.-AB: Esta pregunta está íntimamente vinculada con la anterior y por ende su respuesta. Como tengo un largo ensayo titulado Notas sobre el peronismotambién editado como Teoría del peronismo voy a resumir en cuatro renglones mi tesis. El peronismo es un nacionalismo de Patria Grande, de carácter popular donde la mayoría tiene razón. Su contenido ideológico se resume en el postulado: justicia social, independencia económica y soberanía política. Privilegia las organizaciones comunitarias (OLP=organizaciones libres del pueblo) sobre las instituciones del Estado. Y así afirma: Constituimos un gobierno centralizado, un Estado descentralizado y un pueblo libremente organizado.
    En cuanto al partido peronista o justicialista, es como Ud. dice, una cáscara vacía y un instrumento político que permite a los dirigentes ocupar los lucrativos puestos del Estado y así enriquecerse y por una o dos generaciones vivir sin trabajar.
    11.-AI: En 2001/2002 la Argentina conoció la peor crisis de su historia económica. Después del fin de la paridad peso=dólar, la declaración de cesación de pagos a los organismos internacionales y el abandono de la medidas neoliberales, el país ha conocido una renovación de políticas de signo nacional, el intervencionismo del Estado, el crecimiento ... pero también la inflación. Desde el 2008, el país ha retornado a la hiperinflación. Parece que ha retornado al punto de partida. ¿Cuál es el balance que hace Ud. de los gobiernos de Néstor Kirchner y de su señora Cristina Fernández de Kirchner?
    11.- AB: Argentina salió de la tremenda crisis 2001-2002 gracias a la gestión de su ministro de economía, Roberto Lavagna, que adoptó y permitió adoptar a la provincias (no olvidemos que nosotros somos un Estado Federal) medidas económicas reñidas con las medidas propuestas por el Fondo Monetario Internacional y los organismo internacionales de crédito. La que recuerdo como más impactante en la vida cotidiana fue la creación de pseudo monedas con las que se podía comprar pero no ahorrar, pues perdía su valor día a día. Esto produjo la reactivación explosiva de la detenida, entonces, economía argentina. El consumo y la demanda se multiplicó exponencialmente lo que en un país con una capacidad económica instalada de 400 mil millones de dólares (hablamos del 2001-2002) multiplicó la riqueza de la nación un ciento por ciento.
    El primer gobierno del matrimonio Kirchner aprovechó esta reactivación y el « viento de cola » de la economía mundial que privilegió los commodities(carnes, granos y petróleo) y tuvo un gobierno relativamente exitoso. Este crecimiento se quiebra a partir del 2007 y se hace ostensible durante todo el largo gobierno (2007-2012) que lleva la señora de Kirchner. Hoy la economía argentina está parada, su crecimiento es próximo a cero y tenemos la mayor inflación de Iberoamérica con el 25% anual. Como política de gobierno se ha privilegiado la entrega de subsidios al no-trabajo y no la creación de puestos de trabajo. La inseguridad ciudadana y la inflación, como impuestos a los pobres, se han enseñoreado en la sociedad.
    12.- AI: Hoy día ¿cuál es el respectivo peso de las diferentes ideologías como son el socialismo marxista, la socialdemocracia, el nacionalismo y el populismo en la América ibérica? ¿Cuál es la influencia de la teología de la liberación tan extendida en los años 1970-1980?
    12.- AB: El conjunto de países iberoamericanos forma una masa de veinte Estados-nación donde existen hoy día dos formas de gobierno que se destacan: la socialdemocracia al estilo de los gobiernos de Zapatero ayer en España y Hollande hoy en Francia. Roussef (Brasil), Kirchner (Argentina), Correa (Ecuador), Mujica (Uruguay), Chávez (Venezuela), Morales (Bolivia). Muchos se extrañarán de ver a estos dos últimos en la lista, porque más allá de las rimbombantes declaraciones de ambos presidentes, sus gobiernos de hecho son típicamente social demócratas. Y en sus medidas y acciones no son marxistas. La otra es la liberal al estilo de los gobiernos de Rajoy, hoy en España y Sarkozy ayer en Francia. Entre otros: Piñera (Chile), Santos (Colombia), Franco (Paraguay), Peña (México), Humala (Perú). En cuanto a los gobiernos centroamericanos se dividen en partes iguales estas dos formas de gobierno.
    Si los quisiéramos clasificar con categorías como populismo, nacionalismo, izquierda, derecha, acá la clasificación varía pues casi todos ellos se declaran expresamente populistas, nacionalistas y de izquierda. Pero acá surge nuevamente la cuestión por el significado de estos tres conceptos.
    Lo que es interesante notar es que todos los gobiernos de carácter socialdemócrata se caracterizan por una desintonía entre lo que dicen, su discurso político, y lo que hacen. Así en Argentina se habla de luchar contra los grupos concentrados de la economía y se asocia la principal empresa estatal, YPF (Yacimientos petrolíferos fiscales) a la norteamericana Chevron. Y en Uruguay, Mujica el presidente, nos habla de liberación y pretende crear una empresa nacional para plantar y comercializar marihuana.
    Mientras que los gobiernos de carácter liberal se caracterizan por una mayor eficacia en la gestión administrativa de la cosa pública, aun cuando su discurso político sea de una pobreza ideológica lamentable.
    En cuanto a la teología de la liberación carece de vigencia en Nuestra América. No olvidemos que ella fue más un programa a realizar que una construcción concreta. Y hoy los pocos teólogos de este tipo que quedan son funcionarios de los gobiernos socialdemócratas como sucede con Frei Betto en Brasil y tantos otros.
    13.-AI : ¿Y el socialismo cubano tan a la moda en los años 1960/70 ?
    13.-AB : Sobre Cuba tengo una anécdota interesante. Yo había sido invitado por Chávez, con tres miembros del consejo directivo de la CGT argentina. Chávez deseaba entonces fundar una « CGT bolivariana » para hacer frente a la poderosa CTV (Confederación de trabajadores venezolanos) que estaba en su contra. En Caracas, en el hotel Hilton nos encontramos en medio de 2500 delegados hispanoamericanos casi todos con remera roja. Había miembros del Frente Farabundo Martí de liberación nacional del Salvador, sindicalistas brasileños y de la CUT colombiana, que son todos comunistas y sobre todo representantes de la CGT de Cuba. En nombre de la CGT de argentina hice una breve exposición diciendo: Sin querer cuestionar a Castro ni discutir con el petiso Correa (el secretario de la CGT de Cuba que estaba a mi lado en el estrado) afirmamos que en cuarenta años el movimiento obrero institución de Cuba nunca ha negociado una convención colectiva de trabajo y que por consecuencia no tiene ninguna legitimidad para representar a los trabajadores. Si Chávez adopta el modelo sindical cubano el efecto será como el abrazo del oso. Y continué enseguida: Geopolíticamente Cuba no significa nada para hispanoamérica ni para yanquilandia, mientras que Venezuela tiene mucha importancia en razón de su petróleo.
    Con esto quiero decir que la línea política de Cuba no afecta en nada la política y la geopolítica de Iberoamérica. Pero esto mismo Castro no lo ignora. Así, cuando estuvo en Argentina en el 2007, después de haber tomado conocimiento de la teoría del rombo presentada por la CGT, declara sin tapujos (y la prensa de la época lo testimonia) que estaba totalmente de acuerdo con ella, que no había nada más antiimperialista, pero que era necesario excluir a Cuba para no complicar de antemano la realización del proyecto.
    14.-AI: Hay hoy alrededor de 550 millones de hispanoparlantes en el mundo de los cuales 50 millones viven en los Estados Unidos. En este país la población hispanófona rebasará el 25% en 2050. Poco tiempo antes de su muerte, en un artículo resonante: El reto hispánico (Foreign Policy, 1/3/04), Samuel Huntington se inquieta por esta situación. Para él la inmigración hispánica, en particular la mejicana, es demasiado masiva. Y particularmente concentrada en ciertos Estados, ella no tendría nada que ver con la inmigración tradicional, cuyos orígenes son variados y sus destinos son mucho más dispersos. La división cultural vendría a reemplazar la división racial entre blancos y negros. La reconquista del sur de los EEUU por los inmigrantes mejicanos estaría en marcha. ¿La posibilidad que estos Estados del sur se junten con aquellos del norte de México para constituir una nueva republica del norte (MexAmérica) podría ser verosímil? ¿Las inquietudes de Huntington le parecen a Ud. fundadas?
    14.- AB: El trabajo de Huntington, que hemos estudiado detenidamente, es un agudo llamado de atención acerca de lo que puede ocurrir en USA con la masiva inmigración hispana. Pero hay algo que se escapa a su análisis por ser éste exclusivamente politológico, que es el aspecto económico. No tiene en cuenta la fuerza del mercado norteamericano, ciertamente el más poderoso del mundo, que cada vez demanda más trabajadores bilingües.
    En los años 40 y 50 los hispanos que viajaban a USA intentaban que sus hijos hablaran solo inglés por una especie de capitis diminutio,para incorporarlos rápidamente a la sociedad norteamericana, mientras que hoy se ha reinvertido la situación y los inmigrantes insisten en hablar las dos lenguas por un problema de mejor ubicación laboral. Esto afecta principalmente a la población negra que es monolingüe y pierde puestos de trabajo.
    Nosotros no creemos que exista un riesgo de ocupación hispana de los Estados Unidos porque, además, no existe un plan para ello. Lo que sí existe es el hecho cierto de la tendencia a una sociedad bilingüe en USA, que le va permitir a los yanquis, a contrario sensu, una mejor instalación mundial.
    Ellos están haciendo, a lo mejor sin proponérselo, lo que no están haciendo los franceses: aprovechar el desarrollo exponencial del castellano a nivel mundial, para un mejor posicionamiento internacional.
    Cabe destacar además que todo el progreso tecnológico (Internet, comunicación 2.0, tablets, etc.) colabora muchísimo en mantener un contacto fluido de los inmigrantes con sus raíces. El desarraigo no se vive hoy como se vivía hace cincuenta años atrás y el mantenimiento de los usos y costumbres es más profundo. Pruebas al canto: la mayor fiesta del día de la raza, de la hispanidad que es el 12 de octubre se realiza en Nueva York y Miami y no en Madrid.


    15.-AI: Ud. declaró recientemente a un diario madrileño: « Si el actual primer ministro español se equivoca en su política de ordenamiento económico, él arrastrará con España a una veintena de naciones americanas » ¿Por qué? ¿Cuál podría ser, según su opinión, una buena política exterior de España y más general, de la Unión Europea con respecto a América central y del sur?
    15.-AB: Los gobiernos españoles postfranquistas equivocaron su opción estratégica y optaron por la Unión Europea en lugar de la opción americana.
    Estos gobiernos tanto socialdemócratas como liberales han sido hijos del complejo español de que « Europa termina en los Pirineos ». Ninguno de ellos tomó el toro por las astas y se plantó diciendo: « España no tiene que demostrar lo que es de hecho, España tiene que realizar su vocación americana».Es en América donde España adquiere su sentido en la historia del mundo y no en Europa de la que es fundadora desde la Hispania romana, y no tiene que demostrar nada, como buen observa ese gran filósofo español que es don Gustavo Bueno.
    El español, sobre todo el español ilustrado, es un hombre muy acomplejado respecto sobre todo de Francia y todo lo francés, y ese complejo esa minus valoración de sí mismo, es lo que ha llevado al grave error de preferir a Europa y posponer a Hispanoamérica, quien le abre una potencialidad ilimitada su magro mercado económico y cultural.
    Todos los gobiernos post franquistas han renunciado expresamente a la capitalidad de una ecúmene a la que pertenecen y que les pertenece por derecho propio, en nombre de un europeísmo vacío que los terminó transformado en los mendigos de la UE.
    En cuanto a la Unión europea, ella se limita desde nuestro punto de vista, en primer lugar al entendimiento entre Alemania y Francia. Pero como Alemania ha tenido y tiene solo tres opciones geopolíticas: 1) su vinculación con Rusia. 2) su ligazón con los Estados Unidos o 3) su entendimiento con Francia (que es la actual). Por lo tanto, no tiene ninguna opción iberoamericana. Es una ecúmene que no le interesa prioritariamente a Alemania. De modo tal que la única vinculación seria y plausible de la UE respecto de Iberoamérica puede venir a través de Francia, que estafada y desengañada de invertir en África sin ningún resultado positivo, invite a invertir a sus socios europeos en América.
    (*) buela.alberto@gmail.com

  13. #13
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    Perdón, el vídeo de Buela al que me refería era éste:

    http://www.youtube.com/watch?v=4kp73wEPiV8
    Última edición por Ordóñez; 04/05/2013 a las 04:13

  14. #14
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    Re: Hay “otro” bicentenario

    http://blogs.elcomercio.es/antonioescalera/2010/04/28/bolivar-dictador-del-peru/


    BOLÍVAR, DICTADOR DEL PERÚ


    RSS | Antonio R. Escalera Busto | Miércoles, 28 de abril de 2010 | Sin comentarios | |

    El historiador peruano Ricardo Mariátegui Oliva lo expresó así de sucinto:

    Bolívar siempre actuó dubitativamente: proclamó libertad y procedió como absolutista; sostuvo la soberanía del pueblo y trató de destruirla; invocó justicia y la proscribió; dimitió tres veces una autoridad temporal y electiva, procurando, en cambio, una perpetua y hereditaria”


    El historiador, también peruano, Herbert Morote autor de un exitoso libro titulado “Bolívar, Libertador y enemigo Nº 1 del Perú” dice:


    “… tras independizarnos en solo 15 meses, los 21 siguientes en vez de libertad sufrimos una brutal represión y la amputación de la mitad de nuestro antiguo territorio. Ninguna nación latinoamericana ha pagado tanto por su independencia”

    ¿Que ocurrió en Perú para que estos historiadores emitan tal opinión de Bolívar? Si este es el dicterio de unos historiadores, podemos imaginar cual es la opinión que quedó en la gente del común. Hablando con unos y otros, en Perú, cada cual tiene su opinión histórica, pero en todos es coincidente el criterio de la trayectoria dictatorial, e incluso tiránica, de quien primero los había emancipado. El 20 de setiembre de 1822 se inaugura el Congreso Constituyente bajo la presidencia del cura Francisco Xavier Luna Pizarro. La mayor parte de los Congresistas eran abogados, 28, curas 26, médicos 8 y solamente 5 militares. El primer día se dedican a establecer la forma de gobierno, por un lado estaba la tesis de San Martín de una monarquía constitucional y por otro la de José Faustino Sánchez Carrión de una república constitucional. Al segundo día del Congreso los diputados se decidieron por la forma republicana compuesta por ciudadanos iguales todos ante la ley. Esta Constitución establece de que el Presidente de la República era elegido, por 4 años, por el Congreso (sin ser necesariamente congresista) a quien se sometía.
    Otro dato interesante de esta Constitución es sobre la participación de la sociedad. Las corrientes del pensamiento filosófico-político de la época, no eran partidarias del voto universal, como ya lo había hecho la Constitución de Cádiz de 1812 al eliminar a los pardos y a los indígenas del derecho al voto. Pero la Constitución peruana de 1823 otorga el voto a todos, indígenas incluidos, menos a las mujeres y a los menores de edad.
    El 2 de Setiembre de 1823 el Congreso Constituyente Peruano nombra a Bolívar “Suprema Autoridad” y el 11 de Noviembre, un día antes de proclamar la primera Constitución de la República Peruana, el Congreso Constituyente decreta la suspensión de todos los artículos de la Constitución que se opongan a los deseos de Bolívar. No podía tener la Constitución de 1823 menos vida propia, murió el día antes de nacer.
    Hasta Marzo de 1824 Bolívar se dedica a la formación del ejército patriota junto con Sucre, Córdoba y Lara, con La Mar al mando de las tropas peruanas. El 6 de Agosto, en Junín, son derrotadas por primera vez las tropas españolas, que serán definitivamente derrotadas en la Pampa de la Quínua, en Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Un año y tres meses después de llegar Bolívar se termina el Virreinato del Perú.
    Aquí termina, junto con el Virreinato, el Bolívar militar y Libertador sin cuyo genio militar y estratégico la emancipación peruana se hubiese alargado por sabe Dios cuantos años más, si es que acaso hubiese llegado a conseguirse. Pero a la par que termina el Bolívar militar comienza el Bolívar dictador del Perú.



    Simón Bolívar y Palacios


    Una vez completada la independencia peruana, Bolívar convoca de nuevo al Congreso Constituyente el 10 de febrero de 1825, al cual asisten 56 de los 79 diputados, la mayoría suplentes, de los cuales 9 era colombianos. Este Congreso nombra a Bolívar “Padre y Salvador de la Patria” y ordena que se erija la estatua ecuestre en la plaza del Congreso, donde está actualmente, así como el pago, como una “pequeña demostración de reconocimiento” de una recompensa al Libertador de 1.000.000 de pesos, cantidad que representaba, más o menos, la tercera parte del presupuesto anual del Perú de la época. Para poder entender la magnitud de esta cifra, estimen que es equivalente al monto total de todas las expropiaciones de tierras, casas, minas y haciendas hechas a todos los españoles que se habían refugiado en el Real Felipe de El Callao. Y este dato proviene de una fuente tan confiable como la del Ministro de Hacienda de Bolívar en 1826. Además de la recompensa en efectivo, que rechazó con poco ánimo varias veces para al final aceptarla “a nombre de su familia” y que fue efectivamente cobrada por sus herederos, el Congreso también le regaló una espada de oro con 1.374 piedras preciosas, diamantes, esmeraldas y rubíes Un Congreso totalmente entregado a los encantos de Bolívar le otorga aún más poder que el militar que ya tenía. Logra para el ejército Grancolombiano, y para él mismo, recompensas desmesuradas, así como le otorga a Bolívar el poder decidir sobre la suerte del Alto Perú y, la casi exacción, de aportar el Perú 6.000 soldados peruanos al ejercito unido de la Gran Colombia.




    Espada regalada por la Municipalidad de Lima
    al Libertador Simón Bolívar
    Satisfechas todas las peticiones de Bolívar, el Congreso Constituyente da por terminadas sus sesiones y a partir de ese momento toda la autoridad de la República recaía en Bolívar. Bolívar gobernará el Perú por tres largos años en los que se le conocieron 11 diferentes gabinetes ministeriales aunque después optó por un solo Ministro o Secretario General de los Negocios de la República, puesto que ocupó en una oportunidad el angostureño Tomás de Heres quien había sido anteriormente expulsado del Perú por San Martín.


    Tomás de Heres (Angostura 1795-1842)

    El poder ejecutivo lo dejó en manos de un Consejo de Gobierno y le pidió al General La Mar que lo presidiese, pero este se negó causando el disgusto de Bolívar que quería a Sucre en el Alto Perú y a La Mar en el Perú.
    Las actuaciones en la sociedad peruana se consideran hoy totalmente equivocadas en algunas de ellas, tal vez por desconocimiento de la realidad social del Perú. La sociedad Peruana de comienzos del XIX era muy diferente de la de Venezuela, que Bolívar conocía tan bien. En esa época, la clase baja peruana tenía un componente indígena puro muchísimo más importante que en Venezuela donde la clase baja estaba conformada por pardos y esclavos. En Perú existía una grandísima población indígena, no totalmente integrada a la cultura e idiosincrasia hispana, y que mantenía mucha de su cultura ancestral, la quechua y la aymara. Este estamento social no era, ni bien comprendido, ni bien aceptado por Bolívar. El eminente historiador John Lynch en su biografía de Bolívar nos refiere:

    Los indígenas del Perú, a diferencia de los pardos y los negros, no ocupaban un lugar central en las preocupaciones de Bolívar “


    Sabemos que Bolívar, por sus correspondencias, emitía juicios racistas como este contenido en la carta que desde Pativilca le envía a Francisco de Paula Santander el 9 de enero de 1824:

    “Yo creo que he dicho a usted antes de ahora que los quiteños son los peores colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un vigor triple allí que el que se emplearía en otra parte. Los Venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa; viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe. Los Guayaquileños son mil veces mejores”


    Francisco de Paula Santander y Omaña
    (Cúcuta 1792 – Bogotá 1840)

    Este tipo de expresiones contrasta con el decreto de San Martin del 27 de agosto de 1821 en que se prohibía el uso de palabras como “aborigen”, “indio” o “natural” y ordenaba que, solamente, se usase para ellos el nombre de “peruanos”.
    En Abril de 1825, Bolívar, en uso de sus plenos poderes, dispone la anulación de la emancipación de los esclavos que había decretado San Martín y legisla un punitivo reglamento de trabajo y de castigos en las haciendas del Perú.
    No obstante, Bolívar, el 4 de julio de 1825 emite un decreto proclamando:
    1º Que la igualdad entre todos los ciudadanos es la base de la Constitución de la República.
    2º Que esa igualdad es incompatible con el servicio personal que se ha exigido por la fuerza a los naturales indígenas y con las exacciones y malos tratamientos que por su estado miserable han sufrido estos en todos tiempos por parte de los jefes civiles, curas, caciques y aún hacendados.

    Sin embargo, el 11 de agosto de 1826, Bolívar implanta de nuevo el tributo del indígena, que ya había sido eliminado por los españoles a raíz de la Constitución de 1812, aunque después recuperado por el Fernando VII absolutista y definitivamente derogado por San Martín el 27 de agosto de 1821.
    Algunos autores defienden el decreto de Bolívar por la justificación de proveer recursos a un Estado casi en estado de insolvencia. Que el Estado estaba casi en quiebra es cierto, pero no justifica que se recurriese a un tributo solo por la raza y no por la cuantía de la riqueza del ciudadano. Estos tributos indígenas llegaron a representar el 35% del presupuesto de la República.
    Curiosamente este tributo durará hasta el año 1852 cuando la República, en cuya presidencia estaba Ramón Castilla y Marquesado, se vio beneficiada por las nuevas exportaciones del guano. Por las mismas fechas es abolida definitivamente la esclavitud.

    Ramón Castilla y Marquesado
    Presidente del Perú
    (Tarapacá 1797 – Tiviliche 1867)
    A pesar de eso, el ejercito Grancolombiano se vio reforzado con gran número de indígenas del Ecuador y del Perú. Las primeras tropas peruanas para el ejército unido son aportadas después de la conferencia de Guayaquil. Después, un nuevo pedido de tropas al Libertador, por parte del primer Presidente de la República del Perú, tras la salida de San Martín, José de la Riva Agüero, ante el ataque de los realistas a Lima, Bolívar concede las tropas pero bajo la condición de que todas las bajas del ejército grancolombiano fuesen suplidas por peruanos.
    Esta condición de auxilio fue un gran fraude pues se le exigió al Perú que se supliesen les bajas del ejercito grancolombiano no solo por muerte en acciones de guerra, sino por cualquier otro motivo, enfermedad e incluso deserción. Y la mayor parte de las bajas fue por deserción ya que, en un solo mes, llegaron a contarse cerca de 3.000 deserciones, mientras que en batalla, entre las batallas de Junín y de Ayacucho, apenas se perdieron 345 muertos y 699 heridos.
    Se supone que entre 5.000 y 6.500 peruanos fueron desplazados hacia Colombia y Venezuela por causa de este tratado, y vagaron por el norte de Sudamérica hasta mediados del siglo XIX. Hoy se piensa que el traslado de estos reemplazos al norte era para la defensa de la Gran Colombia que ya enfrentaba sus primeros problemas internos.
    Podemos leer, en muchas correspondencias de Bolívar de 1825, las órdenes para llevar estos reemplazos peruanos a Panamá, Venezuela y Colombia y la discreción que pedía a sus jefes para que la tropa no supiese hacia donde iba por el temor de que desertasen. Muchos de estos soldados, procedentes de la sierra peruana se vieron desplazados a las cálidas tierras tropicales de Colombia y Venezuela donde padecieron todo tipo de penalidades. Todo esto era conocido en el alto gobierno peruano por lo que el Presidente, Jose Domingo La Mar Cortázar, inició reclamaciones para la repatriación de estas tropas, labor que no se lograría completa hasta tan tarde como 1857.


    José de la Mar Cortázar
    Primer Presidente del Perú
    (Cuenca, Ecuador, 1778 – Cartago, Costa Rica, 1830)
    Todas las campañas de guerra en el Perú fueron pagadas con tributos y con ventas de tierras del estado, en muchos de los casos hasta por un tercio de su verdadero valor, con lo que la primera gran reforma agraria devino en el acrecentamiento de nuevos latifundios. De este venta indiscriminada de tierras solo se salvaron las tierras confiscadas a los españoles y que estaban laboradas por indígenas “yanaconas” (yanaconas eran los esclavos de los incas y después los que ejercían la servidumbre a los españoles)
    En otro orden de ideas suele considerarse a Bolívar el propulsor de una Ley de Imprenta. Si bien la Ley contenía importantes logros en libertad de expresión, no es menos cierto que esta Ley nunca funcionó y que Bolívar fue un celoso defensor de su imagen que lo llevaba al irrespeto no disimulado de las formas, cuando no de los fondos, y que, al mejor entendimiento de lo que ocurre actualmente en estas tierras de su heredad, se permitía escribir cosas como esta que aparece en una carta de Bolívar a Tomás de Heres:


    “…bueno sería dar un artículo en la Gaceta de Gobierno combatiendo a “El Sol” a nombre de un colombiano, diciendo que los colombianos no quieren estar más tiempo sin mí; y que los señores argentinos se pueden componer como quieran sin mí, puesto que son tan ingratos, y que el Libertador no debe meterse en nada tocante a Río de la Plata. Haga Vd. que el general Salom dé el artículo para que lo firme un oficial como Alzuru….el artículo debe decir todo con moderación y gracia, a fin de que pueda entrar en la Gaceta como remitido por un colombiano”
    Y para más seguridad de que los comentarios fuesen siempre halagadores, Bolívar decide fundar un periódico, El Observador de Lima, eso si, con los dineros del estado. Parece que el ejemplo de Bolívar aún permanece en nuestros días.
    De la España Virreinal la República hereda las minas del Perú, que en el antiguo régimen eran propiedad del Rey quien las cedía en usufructo a españoles o criollos que diesen garantías de una explotación eficiente y de que se preservase el pago del quinto real. Para asegurarse de todo esto el Rey autorizaba el uso de las “mitas” (mita en quechua significa turno de trabajo) que era el trabajo obligatorio de los indígenas por una tercera parte del año.


    El Libertador en su gloria
    Bolívar, en vez de considerar que lo que está debajo de la tierra es de los peruanos y promover la explotación por parte de ellos, adopta la misma práctica española y ahora las minas son propiedad de la República, y en consecuencia, a disposición de quien mande en la República, a su bien parecer. Bolívar entrega las minas peruanas a los ingleses, haciendo valer los ofrecimientos que ya había hecho en la Carta de Jamaica:


    “Los montes de la Nueva Granada son de oro y plata, un corto número de mineralogistas explorarían más minas que las de Perú y Nueva España;
    ¡Que inmensas esperanzas presenta esta pequeña parte del Nuevo Mundo a la industria británica!”


    Las concesiones de estas minas estuvieron llenas de maniobras, ardides y corrupción en modos y maneras que nada desdice de las que aún siguen ocurriendo en nuestras repúblicas modernas. El propio Bolívar propició los proyectos de la compañía británica Cochrane, la misma compañía arrendataria de sus minas del Valle de Aroa y a quien en 1825 proponía la venta de Aroa, una propiedad de 260 mil hectáreas. Cuando esto trataba Bolívar, con John Dundas Cochrane, no sabía el pobre inglés que la propiedad de las minas de Aroa aún estaba en litigio con los señores Lazo y Estévez.
    Dentro del Perú comenzó la oposición a Bolívar encabezada por el arequipeño Francisco Xavier Luna Pizarro, quien había sido primer Presidente del Congreso Constituyente y quien apoyó a La Mar para Presidente de la República. Bolívar intenta por todos los medios que Luna Pizarro no esté en el Congreso y así escribe una carta al prefecto de Arequipa, general La Fuente:


    ” ¡Qué malditos diputados ha mandado Arequipa!
    …Si Vd. Ama a su patria debería empeñarse en que varíe esta maldita diputación. Luna Pizarro engañó a Rivera Agüero, Luna Pizarro echó a Monteagudo y a San Martín, Luna Pizarro perdió a la Junta de Gobierno, por culpa de Luna Pizarro entró Torre-Tagle, por Luna Pizarro se perdió el Perú eternamente y por Luna Pizarro se volverá a perder, pues tales son sus intenciones”

    Con diputados tan poco proclives a Bolívar, Bolívar consigue que el propio Congreso General, por él convocado, suspenda sus funciones y entre en receso.
    Arequipa no le era favorable al Libertador. En una carta que Bolívar le dirigió a Hipólito Unanue, eminente catedrático de anatomía de la Universidad San Marcos de Lima y Ministro de Hacienda en el gobierno de Bolívar, asevera:


    “Arequipa está llena de godos y de egoístas: aseguro a Vd. que con toda prevención favorable que les tenía, no me han gustado. Es el pueblo que menos ha sufrido por la patria y el que menos la quiere”

    Al no poder el gobierno eliminar a los diputados de oposición, entonces recurre a invalidar los poderes de los diputados de Cusco, Lima y Arequipa. De todos modos la mayoría bolivariana termina por anular el Congreso. Por esas mismas fechas el gobierno le retira a los municipios el derecho de elegir a sus autoridades centralizando el poder de decisión en el propio gobierno. Después de eso el gobierno decreta que los prefectos convoquen a los Colegios Electorales de las provincias y que aprueben directamente la Constitución Vitalicia y el nombramiento de Bolívar como Presidente Vitalicio
    En Lima crecía el descontento contra Bolívar y Bolívar veía conspiradores por todas partes, entre los supuestos conspiradores padecieron persecución el general Mariano Necochea, a pesar de haber luchado por la Independencia de Argentina, Chile y Perú. El no ser colombiano fue el gran baldón que hizo que fuese expulsado del Perú. Antes de irse devolvió las condecoraciones al gobierno de Bolívar pues del Perú solo quería llevarse “las heridas de guerra”.
    Otro perseguido fue el General Guisse, un militar con una larga tradición que lo lleva desde servir a las órdenes del almirante Nelson hasta servir a las órdenes de San Martín como contraalmirante de la escuadra peruana. Héroe de muchas batallas, participó en el sitio de El Callao. Con unas acusaciones falsas es detenido en Guayaquil. Bolívar ordena remitirlo, por tierra, a Lima para ser juzgado. Cuando iba a mitad de camino Bolívar ordena regresarlo a Cuenca, en Ecuador, así lo mantenía lejos de Lima y del contacto con el resto de los disidentes. 17 meses después de ser apresado comenzó su juicio bajo Consejo de Guerra. Este Consejo de Guerra, después de que Bolívar pierde el poder en Perú en 1827, lo declara inocente. Guisse moriría al año siguiente luchando en Guayaquil contra las fuerzas de Bolívar.
    Juan Félix de Berindoaga y Palomares, vizconde de San Donás, había sido ministro de Torre-Tagle a quien siguió al refugiarse en el Real Felipe de El Callao. Apresado cuando escapaba de las malas condiciones de vida existentes en el Real Felipe, es juzgado por haber negociado secretamente la entrega del Perú a los españoles mientras fue Ministro de Guerra, y condenado a muerte y ejecutado en la Plaza de Armas de Lima, a pesar de las solicitudes que se le hicieron a Bolívar de conmutación de la pena. Al día siguiente Bolívar organizó, en su residencia de la Magdalena, una gran fiesta con numerosos invitados. Bolívar le había cobrado, al parecer, que Berindoaga hubiese firmado, junto con otras personas de Lima, un escrito de rechazo a la dictadura del Libertador.
    Otros nombres se unirán a estos, cada uno con su historia de oposición o conspiración, nombres como Bernardo Monteagudo, Hipólito Unanue, Manuel Lorenzo de Vidaurre, Jose María Pando y Jose Faustino Sánchez Carrión.
    En Setiembre de 1826 Bolívar enfrenta problemas internos en la Gran Colombia, la delicada unión está por romperse en tantos pedazos como intereses hay en las naciones que la componen. El sueño de Bolívar está a punto de estallar y Bolívar se dirige hacia Colombia a bordo del bergantín “Congreso” mientras deja en el Perú un Consejo de Gobierno encargado de llevar adelante la imposición de la Constitución Vitalicia. Aquí comienza el principio del fin que acabará en la casa de un español en Santa Marta un triste día, el 17 de diciembre de 1830
    El último bastión inexpugnable, contra la Constitución Vitalicia, fue la Corte Suprema de Justicia donde se logró que los magistrados no aprobasen la Constitución Vitalicia. Ante este hecho Bolívar presiona al Cabildo de Lima para que declare la validez de las actas de los Colegios Electorales. Esta misma presión la ejerce el gobierno contra todas las autoridades Limeñas, civiles, militares e incluso eclesiásticas para que todos juren fidelidad a la Constitución y Presidente Vitalicio.


    Andrés Santa Cruz Calahumana
    Presidente del Perú
    (La Paz, Bolivia, 1795 – Versalles, Francia, 1865)
    Las tropas de Lima se sublevan el 26 de Enero de 1827, cae el Consejo de Gobierno dejado por Bolívar y ante el descontento general y de conformidad con la solicitud presentada por el pueblo de Lima, el Presidente del Consejo de Gobierno, Andrés Santa Cruz Villavicencio, convocó el 27 de enero de 1827, un Congreso Constituyente Extraordinario, desconociendo de facto la Constitución Vitalicia de Bolívar y se convocan unas nuevas elecciones para la presidencia de la República. La dictadura de Bolívar había concluido.

    Simón José Antonio Antonio
    de la Santísima Trinidad
    Bolívar y Palacios
    (Caracas 1783, Santa Marta 1830)
    El Tercio de Lima dio el Víctor.

  15. #15
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    Re: Hay “otro” bicentenario


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    Re: Hay “otro” bicentenario

    .: EL PLAN MAITLAND. LA AVANZADA BRITANICA CON SUS AGENTES, PARA LA INDEPENDENCIA DE LA AMERICA ESPAÑOLA.

    EL PLAN MAITLAND
    (Una forma discreta de llorar en silencio)


    Aparece un Plan Estratégico que suena conocido
    En la acción táctica de cruzar la Cordillera de los Andes, como parte de la campaña que va de 1817 a 1821, el General José de San Martín puso en marcha, al llevarlo a la práctica, un plan estratégico que guarda sorprendentes analogías con otro que fuera concebido en Inglaterra, y presentado a consideración de Su Graciosa Majestad a principios de 1801. Aunque personalmente me inclino a pensar, por algunas evidencias, que el año exacto de su compendio, redacción y revisión pudo estar comprendido entre mediados de 1799 y febrero de 1801.
    Este Plan Estratégico inglés habría sido concebido y escrito por el Mayor General Sir Thomas Maitland (1759-1824), y entregado a Henry Dundas (desde 1804 Primer Lord del Almirantazgo como Lord Melville), que entonces se desempeñaba como Secretario de Guerra en el primer gobierno de William Pitt (hasta 1801), llamado El Joven (1759 – 1806), durante el reinado de Jorge III (de 1760 a 1820), Rey de Gran Bretaña e Irlanda. Con anterioridad había sido secretario de su padre, Pitt (1708-1778), El Viejo (Lord Chatham), quien fuera Primer Ministro de los reyes Jorge II y Jorge III.
    El hallazgo del Plan Maitland como documento
    “Yo tuve la suerte –dice el doctor Rodolfo H. Terragno-, de encontrar una copia original del Plan Maitland en Edimburgo, a principios de 1981, mientras realizaba una investigación en archivos escoceses. El objetivo de esa investigación era obtener datos sobre James Duff, Cuarto Conde de Fife, y otros posibles contactos de San Martín” (R. H. Terragno, Las fuentes secretas del Plan Libertador de San Martín, publicado en la Revista Todo es Historia, Nro. 231, Buenos Aires, agosto de 1986).
    El hallazgo de Terragno consistió en 47 hojas manuscritas por el propio Maitland, sin fecha ni destino, así como ninguna indicación de que tal documento fuera presentado ante el gobierno británico. Algún empleado del museo, al organizar los papeles de Maitland, habría registrado el documento bajo el título de Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y Quito.
    Más adelante dice este historiador, que “en la traducción del Plan Maitland, escrito en inglés de hace casi dos siglos, he procurado ser lo más literal posible, absteniéndome de toda modernización o simplificación de estilo.” Pues bien: así lo haré también. Lo delicado de este asunto así lo exige, a fin de que nadie sospeche que detrás de mí hay una mala intención respecto de este benemérito de la Patria.
    “Muchos oficiales escoceses estuvieron envueltos durante el Siglo XIX –sigue Terragno en su exposición- en planes para atacar a España o ayudar a las colonias en sus luchas por la independencia.” Sin desmerecer ni criticar a nadie, creo firmemente que lo dicho por el doctor Terragno es el exoesqueleto de lo que dijeron querían hacer los ingleses y su pléyade de amigos con la América Española; y el endoesqueleto resultó ser que, en realidad, se la querían merendar (“dominación indirecta” como la llamó Castlereagh, Ministro de Guerra, en septiembre de 1807), tal cual ocurrió finalmente de 1826 (empréstito con la Baring Brothers del que se recibió 1/4 del total -1/8 en metálico y 1/8 en papeles negociables-, y se pagó cuatro veces en efectivo, finalizando en 1905), hasta el 2007 con el establecimiento del Nuevo Virreinato del Río de la Plata desde 1955, con Islas Malvinas incluidas (1833 y 1982) que, procezoica y deliberadamente, se perdieron, a mi leal entender, para siempre.
    Preocupado el entonces presidente de los EE. UU (de 1821 a 1825), James Monroe (1758-1831), por las rápidas acciones lanzadas por el Ministro de Asuntos Exteriores (1823) de Inglaterra, George Canning (1771-1827) sobre los despojos del antiguo Imperio Español, reconoció también a las jóvenes repúblicas americanas como habían hecho los ingleses, y proclamó la famosa Doctrina Monroe (1823), que en extrema síntesis dice: América (del Norte) e Hispanoamérica (Africa Blanca) para los Americanos (los EE.UU.); y Europa y África (Negra) para Inglaterra. Es decir: pide subrepticiamente que se respete lo acordado y proclamado después de la derrota de Napoleón en Waterloo (1815) y el fin del Imperio de los Cien Días. Monroe no practicaba el arte declamatorio; era un viejo expansionista: en 1803 fue el motor de la compra de Luisiana y poco después de la compra de la Florida (1818).
    Y así, por decreto, sin que suene un tiro, incorporó hasta la fecha a Hispanoamérica (Africa Blanca) al patrimonio de la Gran Nación de Norte. Tampoco por esto hubo rebuzno alguno. No por allende ni por aquende los mares y tierras. Menos aquí, que teníamos la inconmensurable suerte de contar con Rivadavia al frente de los directoriales y una buena caterva de adictos, que son los que fusilarían al Coronel Borrego cuando les descubrió este chanchullo y el que habían armado con el Banco de la Provincia.
    El lugar de donde todos salen y a donde todos vuelven
    Respecto a los oficiales escoceses, puedo decir que muchos fueron amistades de San Martín en España primero y en Inglaterra después. No es una casualidad que, cuando el prócer elige el camino del ostracismo voluntario, volviese a Londres de donde había salido 12 años atrás, cumpliendo así la ley que dice que todo libertador que se precie de tal debe salir de Inglaterra y luego regresar a ella. Desde Carlos Marx hasta Gandhi y el Ayatollah Komeini cumplieron con esta premisa; sin contar al General Pinochet y a su supuesta antítesis progre Michelle Bachelet (la casaron con un comunista alemán residente en Londres y la mandaron a Berlín del Este, váyase a saber con qué misión), los que, cuando las papas quemaban, también regresaron a Londres donde fueron recibidos y cobijados maternalmente (por las mamás Elisabeth II y doña Margaret Thatcher).
    Y hablando de papas quemantes, Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, antes de venir a consolarnos por la guerra de Malvinas, primero pasó por la Patronal, Inglaterra. Dicen que ésta fue una visita programada con mucha anterioridad y por ello inevitable. Se intentaba hacer un acercamiento con la Iglesia Anglicana. No sé. Porque las visitas, ante tal o cual eventualidad, se pueden suspender o posponer, y más a esos niveles estratosféricos de las relaciones pastorales, ¿o no? Es que el Banco Ambrosiano (el Banco de los Curas), Roberto Calvi (il Cavalieri) que apareció colgado por el cuello debajo del puente londinense de Los Hermanos Negros el 18 de junio de 1892 (dejándole al Ambrosiano un agujero de 8.300 millones de dólares), la Propaganda Due (cuyo tesorero era Calvi y Licio Gelli su Gran Maestre), y otras cosillas tiran más que una yunta de bueyes con la mancera bien cinchada al cogote y cornamenta.
    Armado de mucha paciencia y tomado de la mano de los españoles Modesto Lafuente (Historia General de España, Tomo XLVI, Cap. XXIV, pp. 7222 en adelante, Ed. Correo Español, Bs. As. 1889), y de Carlos Mendoza (Las Batallas del Siglo XIX, Tomo I, Cap. VI, pp. 117 y ss.; y Cap. VIII, pp. 146 y ss., Ed. Artístico Literaria, Barcelona); y siguiendo a los argentinos Bartolomé Mitre y a Pacífico Otero, los mayores biógrafos sanmartinianos, he frecuentado las campañas militares en las que participó San Martín en la Guerra de la Independencia española (de mayo de 1808 a fines de 1814). Aunque sabemos que la última acción de San Martín en España fue en el segundo sitio a Badajoz, a órdenes de William Carr Beresford, retirándose inmediatamente el 14 de septiembre de 1811 en un buque de guerra inglés, por la vía Cádiz-Gibraltar-Lisboa-Londres.
    De este estudio minucioso, detenido, surge que, necesariamente San Martín debió conocer en España al siguiente personal militar inglés que había participado en las invasiones de Buenos Aires: Brigadires Generales Auchmuty, Lumley y Cortty; Generales Acheson, Baird, Crawford y Beresford; Mayores Generales Lewisson Gower, Duckworth y Fergusson; Almirante Murray; Contra Almirante Sterling; Coroneles Bourke, Browne, Mahon, Munay, Trent, Nightingale y Lloyd; Tenientes Coroneles Pack, Dilkes, Deane, Gill, Guard, Paget, Poham, Boutler, Torrents, Backhouse, Bradford y Kington; Mayores Campbell, Guardner, Whittingham,Turner, Trotter, Nugent, Miller, Fucker, Gardner, Travers y Forbes; Capitanes Stirling, Howker, Jackson, Watsson, Dickson,Carmichael, Wilgress, Donell, Pallmer, Donnelly, Fraser, Douglas, Patrik, Clinton, Campbell, Broke, Brown y Arburthnot; Tenientes Mahon, McDonald, L’Estrange y Evans. Lógicamente en España estos fueron ascendiendo por antigüedad o méritos de guerra, como Pack, el perjuro, a General. Otros se murieron. Desde luego que tampoco son todos. Este puñado hombres son los que cumplen la doble condición de haber estado en Buenos Aires y en España, con diferencia de 1 ó 2 años entre un punto y el otro, y necesariamente debieron frecuentar a San Martín.
    En cuanto a las unidades militares que pasaron completas del Río de la Plata a España (vía Bahía de Mondego, Portugal) al mando del General Arthur Wellesley, después Duque de Wellington (1769-1852) fueron: el RI 71°; R 9° de Tenientes Dragones; Brigada de Artillería; RI 36°; RI 38°; RI 47°; RI 54°; R 20° de Dragones; RI 88°; RI 89°; RI 95°; RI 40°; RI 87°; R 17° de Dragones; RI 5°; RI 36°; RI 45°; R 6° y R 21° de Dragones R 6° de Guardias Dragones, sin contar 3 Compañías de Artillería; una Compañía de Carabineros; 4 compañías de Granaderos, un Batallón Ligero; 3 Compañías del Cuerpo de Carabineros; el Cuerpo de Santa Elena; 4 compañías de Artillería y un Cuerpo de Reclutas para los relevos. Todas ellas debieron ser unidades conocidas por San Martín en diferentes momentos, aunque no sabemos si revistó en alguna de ellas, lo que me parece improbable. También estas unidades cumplen la doble condición a la que me referí en el párrafo anterior.
    Sir Thomas Maitland y sus conexiones políticas
    Maitland fue un oficial naval, escocés como la gran mayoría de sus vinculaciones, miembro del Parlamento y compañero de George Canning en aquella Cámara. Así como él también, integrante de la Junta de Contralor (poderoso organismo del ente paraestatal llamado Compañía de las Indias Orientales. Digamos una organización que, por una parte fueron los herederos legítimos de filibusteros a lo Cook, Cavendish o Morgan; y por la otra, revestidos con rasgos más o menos civilizados al uso de un Cuartel General o de un Estado Mayor; como herramienta para todos aquellos que planeaban nuevas conquistas, no sólo en la India, sino también en el Caribe y en Sudamérica).
    Maitlan junto con Canning fueron Consejeros Privados de la Corona (a partir del 8 de abril de 1807). A Canning se le decía entonces “el heredero de Dundas”, ¿cómo lo llamarían a Maitland? Posteriormente Canning fue Canciller entre 1807 y 1809 por recomendación de Wellesley (hermano del que entonces ya estaba en Portugal).
    En 1783 William Pitt, segundo hijo de quien fuera Jefe de Gabinete de los reyes Jorge II y Jorge III, es nombrado Primer Ministro y Ministro de Finanzas. Su gobierno, que duraría 17 años, se iniciaba cuando el no tenía 25. Once años después, en 1794, desdobla un ministerio, colocando al Duque de Pórtland como Secretario de Estado de Interior, y lo separa de los negocios de la guerra que conserva Henry Dundas, Secretario de Guerra desde la asunción de Pitt. En este contexto del poder aparece Maitland vinculado a Dundas, “el más firme promotor de acciones británicas en Hispanoamérica”, y gracias a él tiene acceso directo a Pitt. Porque Dundas, un escocés muy hábil políticamente, fue la sombra de Pitt y viceversa.
    Maitland también estaba vinculado, a través de Dundas, a Sir John Coxe Hippisley, otro miembro del Parlamento y oficial del ejército de la Compañía de Indias Orientales. Hippisley era un buen conocedor de todos los temas sobre una posible acción militar en Hispanoamérica, porque había participado de las reuniones celebradas por Dundas con este motivo. Y ha participado en ellas en calidad de asesor, porque había reunido abundante información de fuentes insospechadas.
    Hippisley vivió muchos años en Roma donde hacía tareas de espionaje para el gobierno británico, y fue allí donde obtuvo “información sobre los modos de atacar las colonias españolas”, todo lo cual paso a referir y analizar a continuación.
    Los Jesuitas: una fuente de información insospechada
    El ministro portugués Sebastián José Carvalho y Mello (1699-1782), Marqués de Pombal, hombre tenebroso, ampliamente vinculado a la masonería, a los iluminados y por ellos a los ingleses (desde el Tratado de Methuen, 1703, Portugal había pasado a ser una colonia inglesa, so pretexto de un tratado económico), durante el reinado de José I, expulsó a los Padres Jesuitas de los dominios lusitanos en América en 1758, y un año después lo fueron de Portugal con la expropiación de todos sus bienes. Reinando Luis XV fueron expulsados de Francia en 1764 como resultado de las presiones de Choiseul, los jansenistas, los “filósofos” y los “iluminados” (todos ellos con decidido apoyo real: Luis XV es el sembrador de lo que cosecharán los franceses con su Revolución). Lo mismo haría España con la Pragmática de Carlos III de fecha 27 de febrero de 1767, culpándolos del Motín de Esquilache y de otros actos panfletarios y subversivos que, hasta el día de la fecha, siguen siendo imposibles de verificar. Meses después lo fueron de Nápoles y en 1768 se reproduciría este caso en Parma.
    Sin embargo los países citados no quedaron conformes con estas medidas, y pidieron a Clemente XIII (Carlos Rezzonico, Papa de 1758 a 1769), la disolución de Compañía de Jesús del Santo Iñigo de Loyola. Pero la obtuvieron de Clemente XIV (Juan Antonio Vicente Canganelli, Papa de 1769 a 1774), quien promulgó el breve Dominus et Redemptor (1773), que en sí constituye una rareza: nunca fue publicado, pero se llevó a cabo puntualmente.
    No comentaré el golpe terrible que el Borbón Carlos III y su Ministro Aranda le asestaron a nuestra patria con el injusto extrañamiento de los Padres Jesuitas. La expulsión de los Jesuitas significó, andando el tiempo, la pérdida de todo el actual Río Grande del Sur por el fallo de un presidente norteamericano (Memoria de Gonzalo de Doblas y Relación Geográfica de don Diego de Alvear). No le alcanzó a España con desatar las Guerras Guaraníticas de las que también culpó a los religiosos de la Compañía. Como no le había alcanzado el mantenernos por cientos de años en la condición de arrabal orillero del Imperio Español, agravado luego con el mote borbónico de Colonias. Con ellos y por ellos dejamos de ser parte de España como fuimos con los Austria, y pasábamos a ser una dependencia de servicio.
    La dureza de aquella expulsión, es la que no se vio por parte de la Corona Española con los prisioneros ingleses en 1806 y 1807, ni con los contrabandistas, usureros y portugueses que sacaban la plata del Potosí para enviarla a Inglaterra. Y tan violenta fue, que hubo casos en que no los dejaron tomar sus pertenencias ni sus medicinas. Entre los expulsos había muchos Padres que eran ancianos y otros enfermos: la mayoría de estos moriría en alta mar. Para septiembre de 1767 se los despachó, desde la islita que hace actualmente el Riachuelo en la Vuelta de Rocha, una versión antigua de un campo de concentración, con rumbo a Cádiz, y llegaron los sobrevivientes a esta ciudad (ya constituida en un verdadero lupanar) a principios de 1768. Pero allí habrían de enterarse de una nueva y, enseguida, se produciría un milagro.
    El confesionario
    La nueva fue que el clemente Papa Clemente XIV no los quería en Roma. Advertidos los demás puertos del Mediterráneo de esta piadosa decisión del Sumo Pontífice, ellos también se negaron a recibir a los sacerdotes. De manera que las embarcaciones salidas de Cádiz, no pudieron hacer arribada en la costa italiana ni en sus adyacentes, por lo que quedaron boyando a la deriva. Allí murió más de la mitad de los embarcados de hambre, sed y pestilencias que se desataron por el hacinamiento. Pero estos ya no eran viejos o enfermos. Eran hombres sanos con meses de martirio sobre sus espaldas. No conozco que la Iglesia haya hecho santo a alguno de ellos por este martirio propinado por los propios cristianos.
    El milagro fue que, a pesar de la prohibición existente en Cádiz de no dejar desembarcar a los sacerdotes y de que nadie tomase contacto con ellos como infectocontagiosos en cuarentena, más de la mitad de los expatriados desaparecieron mezclados con las brumas matinales de la marina. Fueron los ingleses instalados en Gibraltar los que se llevaron, con chalupas y bateles por el agua, a esta preciosa carga humana. No sería extraño que también lo hayan hecho por tierra con la ayuda española. De allí los cargaron a barcos de guerra y mercantes transportándolos a Londres en el mayor secreto. De esta manera Su Graciosa Majestad y el Almirantazgo se juntó con centenares de informantes de primera categoría. Hombres que habían estado en la América Española entre 10 y 40 años, sirviendo a la Fe y al Rey, contra quienes ahora tenían un gran resentimiento por haberlos hecho víctimas de una injusticia.
    Los Jesuitas eran conocedores del clima Hispanoamericano; estudiosos de su flora, su fauna e hidrografía; de los idiomas que hablaban los naturales de aquellas regiones y de sus idiosincrasias; de su historia, cosmogonía y teogonía; de caminos, pasos, sendas, montes, llanos, quebradas y sierras; muchos de ellos eran astrónomos y cartógrafos. Inglaterra sin ningún esfuerzo se juntó con este regalo de España que en aquel momento fue invalorable. Para evitar los siempre pesados e inoportunos interrogatorios que predisponen mal al expositor, seguramente los británicos les pidieron a los Padres que redactasen un informe con toda libertad, recluyéndolos en monasterios, abadías y casas de campo. Pienso que de allí debieron salir Descripción de la Patagonía del Padre Tomás Falkner (que además era británico nacido en Manchester, según nos contaba don José Luis Molinari; la obra se encuentra incorporada a la Colección de don Pedro de Angelis y fue publicada en Buenos Aires en 1835), y Hacia allá y para acá del Padre Florián Paucke (que era de Silesia, cuando ésta formaba parte de la Prusia de Federico II; obra que fue traducida y comentada íntegramente por el abnegado Edmundo Wernicke, y editada por la Universidad Nacional de Tucumán en cuatro tomos).
    Pero sin duda la obra que nos orienta sobre lo que debieron haber sido aquellos testimonios de los deportados, es la de Falkner, que fue traducida al castellano por Manuel Machón, un oficial español destinado en Londres. La imbecilidad de los Borbones prohibió la circulación de esta obra en España, lo que carece de sentido porque, si bien se tenían recelos de la divulgación de las noticias sobre los puntos vulnerables de las colonias, de nada servía el ocultarlas en la península, mientras que circulaban libremente por el resto del mundo. Un mundo que, justamente quería arrebatarle las colonias a España.
    Decía don Diego Luis Molinari (Orígenes de las fronteras) “que la versión (de Falkner) dada a conocer en 1774, era la fuente de inspiración para numerosos aventureros al servicio de la corona inglesa”. Y don Andrés M. Carretero agrega (Colección de Obras y Documentos) “que las alusiones referentes a las posibilidades de ocupación no escaparon a la percepción de los primeros ministros ni de los estrategas de la política exterior británica pues numerosos planes de expansión tenían como objetivo secundario o principal la ocupación de la Patagonia en su totalidad o en alguna parcialidad.”
    En cambio don Pedro de Angelis en el prólogo de la edición de 1835 es muy duro con Falkner: “Sean cuales fueron los motivos de disgusto que tenga un extranjero (de Angelis también lo era) contra el país que le acoge –dice-, nunca debe conspirar contra él, ni proporcionar armas a los que aspiran a invadirlo o usurparlo; y tal fue el objeto que se propuso Falkner al emprender la descripción de la Patagonia.” Y sinceramente creo que don Pedro, el publicista de don Juan Manuel, en esto tenía razón: si se toma la obra de Falkner y las invasiones inglesas de 1806 y 1807, se verá con sorpresa, que los invasores siguieron los caminos descriptos por él. De manera que el odio a España, a la que había servido 40 años, se tradujo en un odio hacia nosotros que no teníamos nada que ver. Más aún: contra un pueblo que lloró la partida de los Padres Jesuitas y que él sabía porque los vio llorar.
    Los Padres Jesuitas se desparraman y los ingleses se aprovechan
    Conjeturo que por 1780, o quizá un poco antes, la mayoría de aquellos Padres Jesuitas cobijado por los ingleses se habían repatriado. Al parecer el conjunto optó por regresar, cada uno, a su tierra natal (por ejemplo: Falkner murió en Worcester desempeñándose como capellán y algo parecido ocurrió con Paucke en su pueblo de la Silesia, el Slansk de los polacos). En 1774 había muerto el Papa Clemente XIV y asumió Pío VI (Juan Angel Braschi, Papa de 1774 a 1799), pero en estos 25 años de papado murieron Luis XV en 1774; Pombal en 1782; Choiseul 1785; Carlos III en 1788; etc. Es decir: todos los acérrimos enemigos de los Jesuitas fueron desapareciendo secados por la Parca inclemente, y ello permitió que, indulgente, el Papa Pío VI, permitiese el regreso subrepticio de algunos Jesuitas a Roma y, en otros casos, el mismo Papa, sabiéndolos hombres sabios y valiosos, los mandó a llamar para integrarlos a su elenco de notables.
    Como ya he dicho Sir John Coxe Hippisley vivió muchos años en Roma haciendo tareas de espionaje. Allí obtuvo información proporcionada por los jesuitas expulsados de España y otras posesiones de ultramar y regresados o confinados en territorio Vaticano. Entre estos sacerdotes exiliados, los más conspicuos conspiradores contra España (posiblemente pasados previamente por Londres), eran Juan José Godoy y Juan Pablo Viscardo. Pero Godoy era mendocino, junto con los jesuitas Miguel, Javier y Bernardo Allende.
    Hippisley “debió recibir de ellos información muy precisa –apunta Terragno-, acerca de Cuyo, incluyendo detalles sobre los pasos cordilleranos que unían Mendoza con Chile”. Tal vez sea esto lo que influyo decisivamente sobre Maitland para que considerara a Mendoza como “la indudablemente indicada”.
    En 1800 Hippisley escribió un memorial para Dundas sugiriéndole una rápida acción sobre las colonias españolas. Pero, antes de ello, extendió una copia del memorial a Maitland, ya embebido éste de todo aquel fárrago de documentación disponible, y enfrascado en la confección de un plan militar.
    Maitland, que seguramente ya tendría algunos borradores sobre este asunto, confeccionó un Plan Tentativo o Esquemático, agregando la información provista por Hippisley. Lo que no se ha dicho es si, con estas informaciones a la mano, Maitland, un andariego incansable, no vino hasta la Rivière de la Plate, como él llama en su Plan al Río de la Plata o Buenos Aires, para constatar en el terreno la posibilidad cierta de ejecutar la maniobra estratégica. Aunque también pudo entrar por Chile o el Perú. O bien trabajar con los espías de Inglaterra diseminados, como ahora, por todo el Virreinato, sacando luego la información vía de algún puerto brasilero. Esto no está escrito en ningún lado y es imposible de verificar.
    Y digo esto, porque me cuesta creer que Maitland, teniendo tan valiosa documentación de primera mano, estuviera 20 años sin mover el asunto (de 1780 a 1800 aproximadamente). Además observe el lector que Hippisley, antes de entregar su memorial a Dundas, le extendió una copia primero a Maitland, de donde éste viene a resultar a ojos legos como los míos, como la espina dorsal sobre la que se movía o descansaba todo este expediente.
    Con este Plan Tentativo, Maitland fue a ver a Dundas (llamado por los escoceses El Rey sin Corona). Pero éste prefirió discutirlo más tranquilo con su autor, porque estaba de acuerdo en la importancia de “asegurar nuevos y extensos mercados para las manufacturas inglesas”, pero, “con la independencia de un beneficio parcial”, quería adoptar “una visión general de la cuestión” y considerar un plan para tomar “toda Hispanoamérica”.
    En líneas muy generales el Plan Tentativo (o esquemático) de Maitland consistía en: la toma de Buenos Aires; marchar luego hacia la costa occidental y de allí, con una flota de la Compañía de Indias Orientales que comandaría Sir Richard Husey Bickerton, saltar al Perú. Con la costa occidental de Sudamérica en manos inglesas la derrota de España estaría asegurada. Hubo más discusiones con Dundas porque deberían existir, simultáneamente, acciones secundarias que coadyuven a la principal. Finalmente se decidió que esas acciones de distracción se llevarían a cabo sincrónicamente desde Caracas y Santiago de Chile; “pero todas ellas convergentes sobre Lima, Perú”, pedía Maitland.
    Sin embargo el centro de gravedad del Plan siguió siendo, inmutable, el eje Buenos Aires, Mendoza, Chile, Perú, a pesar de que a una mirada mundana parecería que se hubiesen abierto tres frentes. Digamos que un velo y engaño para que el enemigo (España) no supiese cuál era el centro de gravedad y dónde se buscaría la decisión. Fue entonces, y de esta manera, que Maitland concibió su Plan definitivo que lleva su nombre, que es el encontró el doctor Terragno en Edimburgo en 1981, escrito de su puño y letra.
    El Plan con su redacción definitiva, finalmente fue aprobado y se sabe que fue presentado Su Majestad. Sin embargo no hay constancia de su aprobación, desaprobación, ni pedido de enmienda. Nada. Tampoco se le puede seguir el rastro porque el gobierno de Pitt cayó enseguida: febrero de 1801.
    Las proposiciones de Maitland en su Plan de Operaciones
    A diferencia de planes ofrecidos por el venezolano Miranda o el del inglés Vansittrat (aprobado, y cancelado de no muy buena gana en febrero de 1797), que resulta el más parecido al Plan Tentativo que estamos examinando, Maitland, de 42 años entonces, creía que un ataque sobre Buenos Aires o Caracas, por exitoso que fuese, no quebraría el dominio español sobre América. El sostenía que “una Expedición a Caracas desde las Indias occidentales, y una fuerza enviada a Buenos Aires podrían en verdad tender la emancipación de los Colonos Españoles en las posesiones orientales, pero el efecto de tal emancipación, aunque considerable, no podría jamás ser tenido por seguro en las más ricas posesiones hacia el occidente, y es menester observar que la única utilidad y principio por el cual los Españoles han asignado consecuencia a sus posesiones orientales es que, reteniéndolas, ellas actúan como una defensa para sus más valiosas posesiones en occidente.”
    Con la finalidad de tomar esas “valiosas posesiones”, Maitland propuso:
    1.Ganar el control de Buenos Aires. “Debería realizarse un ataque sobre Buenos Aires”. Para eso, Maitland consideró que harían falta 4.000 soldados de infantería; unos 1.500 de caballería; “con una proporción de artillería”.
    2.Tomar posiciones en Mendoza. “Subsecuentemente a la captura de Buenos Aires el objeto debería ser enviar a un cuerpo a tomar posiciones al pie de la ladera oriental de los Andes, propósito para el que la ciudad de Mendoza es indudablemente la más indicada.”
    3.Coordinar acciones con un ejército de Chili (así llama a Chile). Este otro ejército debería consistir en 3.000 soldados de infantería y 400 de caballería “con una proporción de artillería”. La mitad de la infantería debería “proceder de Inglaterra al Cabo de Buena Esperanza en barcos destinados últimamente a (…) Sudamérica”. La otra mitad debería ser “dotada por India, y proceder, cuando esté lista, directamente a la Bahía Botany”, en Australia, a los efectos de navegar luego a Sudamérica. El objetivo de tal ejército debería ser “indudablemente el Reino de Chili”. Debía atacar Valparaíso o Santiago o, “si encontrara que los Españoles se hallen en fuerza tal como para hacer que un inmediato ataque sobre Valparese o St. Iago sea imposible en el primer momento, actuar sobre el Río Biobío y fortificarse mediante una inmediata conexión con los indios.”
    4.Cruzar los Andes. “El cruce de los Andes desde Mendoza a las partes bajas de Chili es una operación de cierta dificultad (…) Aún en verano el frío es intenso; pero con tropas de cada lado cuesta suponer que nuestros soldados no pudieran seguir una ruta que ha sido adoptada desde hace mucho como el más deseable canal para importar negros al Reino de Chili.”
    5.Derrotar a los españoles y controlar Chile. El objetivo de esta etapa era “aniquilar el gobierno (español) del Reino de Chili” y convertir a ese pueblo en “un punto desde el cual podríamos dirigir nuestros esfuerzos contra las povincias más ricas”. Esta era la tarea a cumplir por las fuerzas unificadas del ejército que debía cruzar los Andes y el que llegara por mar.
    6.Proceder por mar a Perú. “Si este Plan tuviese éxito en toda su extensión, la Provincia del Perú debería quedar pronto expuesta a una captura segura.” y “últimamente nosotros podríamos extender el sistema colonial, usando la fuerza si fuere necesario.” Lo indicado era para evitar toda violencia innecesaria. “Un coup de main (en francés en el original) sobre el puerto del Calao y de la ciudad de Lima podría en verdad probablemente ser exitoso y mucha riqueza sería ganada por los captores, pero este mero éxito, a menos que fuera asistido por nuestra capacidad de mantenernos en el Reino de Perú, podría terminar últimamente excitando la aversión de los habitantes contra cualquier futura conexión, de cualquier clase, con Gran Bretaña.”
    7.Emancipar Perú. “El fin de nuestra empresa debía ser indudablemente la emancipación de Perú y Quito.”
    FIN DE ESTA PARTE
    God save the Queen!

    EL ORIGEN DE LAS DIFERENCIAS ENTRE LO EJECUTADO Y EL PLAN MAITLAND ORIGINAL


    Las necesarias diferencias entre lo planificado y lo ejecutado
    Si se comparan las instancias del Plan de Maitland para la dominación de Sudamérica con los ejecutados trece años después por el General San Martín en el Río de la Plata, se verifica que lo único que se mantiene incólume es el Concepto de la Operación que involucra a los objetivos estratégicos. El resto, lo que comprende a las operaciones tácticas, o sea el cómo, varía sustancialmente. Esto es normal en toda planificación: que una cosa es el trabajo abstracto de gabinete y otra la realidad del terreno, los hombres, las circunstancias que van saliendo como conejos tras las matas y, en este acaso, además, el tiempo transcurrido que excede a la década.
    En estas disimilitudes encontramos, por ejemplo: la composición de las fuerzas que, en lugar de ser inglesas e hindúes en lucha contra españoles peninsulares, serían nativas de ambos bandos, por lo que he llamado a la, para nosotros Guerra de la Independencia, la Primera Guerra Civil Española que se libraría en América para que se consolidara el dominio inglés. De manera que lo que se llamaría enemigo, no eran más que otros hispanoamericanos pero monárquicos, es decir pensaba distinto de los del otro bando, que llamaría, de puro audaz, republicano. Es cierto que entre los realistas había españoles peninsulares, pero por lo que se vio como resumen en la primera línea de combate, éstos siempre fue una minoría casi inexistente.
    Los nuestros seguían la bandera, símbolo de la Patria, puesta al frente de los batallones en busca del merecido ideal de Independencia para que nos dejaran construirla. Los otros, mantendrían la bandera del Rey. Pero el Rey, en aquel entonces, era una síntesis: la Bandera, la Patria, la Religión, las Instituciones coloniales y la Justicia. En pocas palabras y descarnadamente: nos matábamos entre nosotros, para que otro se alzase con el rédito.
    Nuestro drama singular es el drama de España amplificado: mientras los ingleses del Mayflower tardaron 200 años en penetrar 200 kilómetros de la costa estadounidense, la España de los Austria, en treinta años, recorrieron 24 millones de kilómetros en tierra americana, a fuerza de estoicismo, sacrificios y miles de muertes, para que los Borbones, perennes filobritánicos, recién llegados como herederos, le entregaran a la corona inglesa toda la heredad Hispanoamericana y, no conformes con esto, cuando ya no les quedaba nada por entregar ni destruir, comenzaron a hacerlo con la misma España. La última aventura borbónica (1936-1938) dejó el luctuoso saldo de un millón de muertos. Pero ellos no figuran en ningún lado como responsables de estos y otros desastres y de las miles de muertes que causaron.
    Lo mismo que terminaría ocurriendo con los efectivos militares en aquel plan, sucedería con el tren logístico para el abastecimiento y mantenimiento de las fuerzas a empeñar, el que debió ser sufragado, según la propuesta de Maitland, por el reino inglés y sus financistas de la City, y que lo terminó pagando el harapiento erario público de las incipientes Repúblicas Americanas, hasta dejarlos en estado de caquexia. Lo que a su vez sirvió de pretexto para que América Española (de Méjico a Buenos Aires), fuese obligada a tomar préstamos colosales de la City londinense: en 1829 toda la hidalga Hispanoamérica (ya en tránsito de ser África Blanca) estaba hipotecada y en cesación de pagos ante Su Graciosa Majestad. Este fue uno de los argumentos que se esgrimió para la ocupación de Malvinas: el incumplimiento de pago de las obligaciones con la casa Baring Brothers. Una mentira más: porque Inglaterra se quedaría, al final, con las Malvinas y con la cantidad nominal del dinero que nunca giró.
    Lo planificado inicialmente desde Londres por Dundas y sus secuaces era sumamente costoso, pero era posible entonces para ellos, por ser época de las vacas gordas en la isla, dado que fluía a chorros el saqueo proveniente de la India que hacía unos años había comenzado (según Digby, citado por Paul A. Barán “el tesoro extraído por los británicos de la India entre las batallas de Plassey y Waterloo, oscila entre 500 mil millones y un billón de libras esterlinas”).
    Pero finalmente la ejecución de Plan Maitland resultó sumamente económico para la corona inglesa: no aparecieron compromisos diplomáticos a nivel internacional para Gran Bretaña por sus injerencias en asuntos extranjeros, porque estaba aliada a España contra Napoleón en ese momento; no se empeñó la vida de un solo soldado, o se obligó a alma alguna que disparase un tiro; ni buque en riesgo, estragado o perdido, ni un chelín suelto fuera de la alcancía de la City a orillas del Támesis, para lograr, al cierre de las operaciones, el mismo objetivo.
    Por lo que se me ocurre decir que el Plan Maitland y el ejecutado por San Martín no son distintos: son iguales pero no congruentes; y el sanmartiniano es más económico que el de Maitland y Dundas para la conquista del mismo objetivo estratégico (para no decir que fue un regalo). Esta es la única ventaja (para Inglaterra desde luego) que visualizo, más que una diferencia.
    Que, desde luego digo, no es poca cosa, sobre todo para una Inglaterra que en 1812 ya mostraba síntomas de una economía exhausta por el bloqueo continental, con la gangrena de los hermanitos Roschild (Nathan en Londres, James en París, Salomón en Viena y Kart en Nápoles) que ellos mismo prohijaron y que con Cromwell en adelante supieron conseguir.
    Algunos por qué de las diferencias
    Otros factores influyeron para que este Plan fuese tomando el giro y dirección que finalmente adoptó al ser llevado a la práctica. Es conveniente tratarlos a ellos, aunque más no sea someramente, para que el lector tenga un panorama completo de lo que, a mi entender, realmente pasó en aquellos tiempos. Veámoslos seguidamente.
    Desde la presentación que hiciera el Mayor General Sir Thomas Maitland de su Plan Esquemático o Tentativo (al decirle esquemático o tentativo a un Plan Militar, significa que pesa sobre él cierta rigidez, y es insoportable a la dinámica de la guerra), ante el Rey Jorge III en febrero de 1801, hasta el 9 de marzo de 1812, la llegada de San Martín a las Balizas de su Majestad Británica en el Río de la Plata, habían transcurrido, sin mucho margen de error, unos 11 años y alrededor de 9 días. Tiempo que en la vida de un hombre común puede ser tenido como la intrascendencia de un suspiro, pero para las naciones en aquella Europa de principios del Siglo XIX, no. Que emulando a San Pedro me animaría decir que hubo años que parecieron un siglo. Se logra tildar a la década que va de 1801 a 1811 de dramática sin caer en ninguna exageración.
    Para sistematizar el estudio lo he separado en los siguientes acápites:
    -Situación en Gran Bretaña
    -Situación en Francia
    -Situación en el Río de la Plata e Hispanoamérica
    Pero antes de comenzar coloco como frontispicio la leyenda que dice: Se puede asegurar, en extrema síntesis, que la política europea de esta década estuvo signada por los disturbios emergentes de la llamada por el vulgo revolución francesa.
    En Gran Bretaña
    En Gran Bretaña, a poco de haber presentado Maitland su Plan bajo patrocinio de Dundas, se produce la renuncia de Pitt (1801). Aparentemente el Plan Maitland fue al archivo (que no quiere decir al olvido), porque el General Moreau había aniquilado al ejército de Austria, aliada de Inglaterra, en Hohenlinden (diciembre de 1800). Es decir a poco menos de un mes de que Maitland presentara su Plan. Como consecuencia de esta derrota se firma la Paz de Steyer y la de Luneville, que no es otra que la propuesta ampliada de la que le hiciera en 1897 Napoleón a Inglaterra y Austria en Campo Formio (en Venecia, Italia) y que fuera rechazada airosamente por los ingleses.
    Pero la verdadera derrotada en Hohenlinden fue Inglaterra, que en los años anteriores se había apoderado de Ceylán (1796), de la Colonia del Cabo, de Menorca y Malta en el Mediterráneo, de las Antillas Francesas, de la Isla de Trinidad y de gran parte de la Guyana en América. Para frenar el avance inglés se formó una coalición de neutrales, que se disolvió de la noche a la mañana después del bombardeo del Almirante Nelson a Copenhague, seguido del misterioso asesinato del Zar de Rusia, Pablo I, el inspirador de la coalición que terminó en desbandada.
    Por la Paz de Amiens (27 de marzo de 1802), firmada entre Inglaterra y Francia, se establecía que los británicos devolverían sus conquistas coloniales, excepto Ceylán y la Isla Trinidad, además de reconocer la República Francesa. Y Francia se comprometía a devolver las ciudades napolitanas y reconocía la independencia de las islas Jónicas. También renunciaba a Egipto, es decir, lo único de todo esto que realmente le interesaba a Inglaterra por ser este el camino elegido por Napoleón para la India, a la que, justamente, los ingleses la estaban saqueando sin piedad. A causa de esta prolija depredación británica en 1770 el hambre asoló a Bengala matando a un tercio de su población (Jawaharlal Nehru, El descubrimiento de la India, Bs. As. 1949).
    En reemplazo de Pitt se nombra a Addington (“tan mediocre como vanidoso”, lo describe Jaques Chastenet en su obra William Pitt), quien había sido nombrado speaker de los Comunes por el propio Pitt. De esta manera Pitt, sin estar en el gobierno, seguía haciendo sentir su influencia en los asuntos de Estado. Y esta puede ser la causa por la que no se suspendieron los estudios para capturar la América Española o parte de ella.
    En efecto, durante la permanencia de Addington encontramos dos planes que estuvieron a punto de ejecutarse (Coronel José Luis Speroni, La real dimensión de una agresión, pp. 34 y 50 y Anexo 3 en pág. 116). El presentado a fines de 1801 por Miranda, Vansittart, Sir Evan Nepean, Lord Hobert, Lord Saint Vicent y el Coronel Fullarton, con destino a ocupar Buenos Aires; operación que estaría a cargo de de Sir Charles Stewar y el Almirante Sydney Smith: la maniobra fue suspendida. Y el propuesto a mediados de 1803 como proyecto, por Vansittart, Miranda, el propio Addington, Davidson y Sir Home Popham, con destino a invadir Venezuela y cuyo ejecutor sería Miranda con el grado de General Inglés.
    Todos los involucrados que se citan en las dos ocasiones, fueron hombres profundamente conocedores de los planes ingleses sobre Hispanoamérica. Habían participado en ellos, los discutieron, reunieron y procesaron información, y habían presentado, a su vez, juntos y separadamente distintos planes, siempre guiados por iguales propósito.
    Pienso que esta última acción no pasó de proyecto, porque justamente en 1803, Francia reanuda su guerra contra Gran Bretaña, intentando los ingleses una conspiración para restablecer en el trono francés a los Borbón, sus aliados incondicionales como los Braganza en Portugal. En ella participarían varios generales de Napoleón (Pichegrú, Cadoudal y Moreau, el vencedor de Hohenlinden, fueron deportados a los Estados Unidos). Al año siguiente, el 10 de mayo de 1804, Pitt regresa a su cargo de Primer Ministro. Comienzan a correr los Cien Días del Primer Ministro.
    En esta instancia conviene anexar a lo explicitado el caso de Portugal. La independencia portuguesa en 1668, nace con la proclamación del Duque de Braganza como Juan IV, pero se consolida por la ayuda prestada por Inglaterra. Esta Casa de Braganza, de antepecho portugués y de trastienda inglesa, reinó en la vieja Lusitania hasta 1855, continuada desde allí por la rama Sajonia-Coburgo-Braganza hasta 1926. En Brasil los Braganza permanecieron de 1822 a 1889.
    En 1661, el rey inglés Carlos II, se compromete a ayudar a los portugueses, y al casarse con la Infanta Catalina, Portugal se convierte en un protectorado inglés. A partir del tratado de Methuen (1702) pasa a ser una colonia económica.
    Es ampliamente conocida la hostilidad de Portugal contra las posesiones del Virreinato del Río de la Plata. Agresiones que fueron continuadas e incrementadas luego de la declaración de nuestra independencia. Es decir: al revés de lo que debía esperarse. Todas ellas respondieron a los intereses ingleses en la región. Tanto es así que la primera invasión inglesa a territorios del Río de la Plata, llevada a cabo en 1762 al mando del Almirante MacNamara, fue anglo-portuguesa, detenida y desmantelada por don Pedro de Ceballos en la Colonia del Sacramento.
    De manera que el lector podrá ver que en toda acción portuguesa sobre el Río de la Plata, asoma la rubicunda nariz británica. Un ejemplo, rápido, sencillo y elocuente: Caseros.
    En la Francia Napoleónica
    En el continente europeo, destruida la Primera Coalición contra Francia, el Directorio tenía un solo rival de importancia: Inglaterra. Ella se resistía invariablemente a toda acción que estuviese dirigida a romper la estabilidad europea determinada en Utrecht, simplemente porque Inglaterra fue la principal recipiendaria de aquel tratado humillante para España, y primer escalón de los Borbón en la demolición del formidable Imperio que fuera la admiración del Mundo. Pero Francia, por su lado, insistía en el viejo asunto de sus fronteras naturales, porque ya era una causa nacional: las intervenciones en Suiza y los Estados Pontificios es una prueba de ello.
    En las campañas de 1789 los franceses tomaron Malta y tras vencer corridamente a los Mamelucos ocuparon Egipto. El ingreso de Turquía a la contienda por la presión británica, detiene este avance. Y formada la Segunda Coalición; Napoleón se ve obligado a replegarse, firmando poco después la Capitulación de Alejandría.
    En la política doméstica francesa, Napoleón obtiene el Consulado Vitalicio, después de un plebiscito convocado por el Consejo de Estado (1802). Se acentúa la centralización del poder al eliminarse la influencia de la Asamblea Legislativa y del Tribunado. En adelante el Cónsul Vitalicio, el Consejo de Estado y el Senado serían los cuerpos básicos de la República Francesa. Sin embargo es el período donde Napoleón llevó a cabo su enorme obra legislativa y de gobierno (Código Civil, Banco de Francia, Universidad, etc.).
    Al año siguiente, ante una nueva guerra con Inglaterra, las convulsiones internas, el poder que va adquiriendo el Cónsul Vitalicio, y convocado el pueblo francés a otra consulta, Napoleón es elegido en forma plebiscitaria como Emperador. El 18 de mayo el Senado confirmó la dignidad imperial con el nombre de Napoleón I. Fue consagrado como tal el 2 de diciembre de 1804 por Pío VII (Gregorio Bernabé Luis Chiaramonti, Papa de 1800 a 1823) en París. El Emperador pasó a centralizar todos los poderes al modo de los reyes del antiguo estado, depuesto en 1789.
    El progreso económico y la estabilidad lograda por el nuevo régimen francés, comienza a hacerse sentir en toda Europa, particularmente en España que le había cedido (1803) la Lousiana. Por esto Inglaterra ve complicados sus asuntos y busca una alianza con Rusia, que culmina con el acuerdo militar de San Petersburgo el 2 de abril de 1805. En verdad Rusia es el camino más corto a la India donde tiene puesto los ojos Napoleón para poner a Inglaterra de rodillas (porque le cortaba la fuente de financiamiento proveniente del saqueo que estaban realizando en la India).
    Con este acuerdo con los rusos, Inglaterra le cierra el paso a los franceses. “Napoleón –dice E. Tarlé- no cesó jamás de pensar en la India, desde la campaña de Egipto”, y “en 1789 esta idea se unía a Egipto; en 1801 a la repentina amistad (de Napoleón) con el zar (Pablo I).”
    La guerra se desarrollaría en dos Teatros de Operaciones: uno marítimo, donde la flota inglesa al mando de Nelson derrota a la flota franco española en Trafalgar el 21 de octubre de 1805. El otro es terrestre, que resulta favorable a Napoleón, quien arrasa con los integrantes de la Coalición en Austerlitz el 2 de diciembre de 1805. La noticia derrumba el ánimo y la salud de Pitt: acosado por la gota y debilitado por la continua e intolerable tensión, se suicida degollándose el 22 de enero de 1806 en su habitación.
    El 25 se firma la Paz de Presburgo y se restablece la hegemonía francesa en la Centro Europa. Ahora el dominio del continente europeo es completo y el añorado equilibrio de poder imaginado por los ingleses, que tanto los favorecía, se desmorona. Pero Inglaterra más que nunca es la dueña absoluta de los mares, una invencible talasocracia. Y Francia es, más que nunca, una tremenda potencia continental que tiene a Europa en un puño.
    Ha llegado la hora de la tercera estrategia: el bloqueo continental (decreto de Berlín del 21 de noviembre de 1806), que pone a Inglaterra con el agua al cuello. En el primer semestre de 1808 las exportaciones británicas habían descendido un 60% (Jacques Godechot, Europa y América en la época napoleónica). La industria sufrió una contracción letal. Se colmaron los depósitos de mercaderías sin salida y muchos empresarios vendían a pérdida. Creció vertiginosamente el desempleo, absorbido parcialmente por la guerra con los EE. UU. de 1812: un invento sin duda alguna (una versión antigua del New Deal de Roosevelt). Porque Inglaterra, dueña de todos los mares del Planeta, pretendía que toda nave que transitara por los piélagos debía tocar un puerto inglés y pagar un impuesto. Las tensiones sociales en Gran Bretaña, derivadas del bloqueo, entraron en peligrosa ebullición.
    En el Río de la Plata y en Hispanoamérca
    En el Río de la Plata
    No cansaré al lector repitiendo las gloriosas jornadas de Buenos Aires en 1806 y 1807, por considerarlas suficientemente conocidas. Sólo me limitaré a extraer las enseñanzas que de ellas se pudieron obtener y que afectaron seriamente al Plan Mitland tal cual lo concibió su autor.
    Después de las victorias de Jena y Auerstädt (14 de octubre de 1806) quedó probado que, por ahora, Napoleón era invencible en el continente. Y “una cosa por fin parecía cierta –dice William W. Kaufmann-. El gobierno inglés había decidido abandonar el continente, de modo de dedicar sus energías a las empresas coloniales” (La política británica y la independencia de América Latina).
    Por eso y pesando en contra de su decisión los dos fracasos en Buenos Aires (en realidad fue uno solo llevado a cabo en dos fases), los británicos montaron una tercera expedición que pusieron a cargo de Sir Arthur Wellesley (futuro Duque de Wellington), con 10.000 hombres estacionados en Cork, al sur de Irlanda, que deberían unirse a otros 5.000 acantonados en Cádiz al mando del General Brent Spencer, para juntos marchar sobre Méjico, mientras una fracción tomaría Buenos Aires. Esta expedición había sido ideada por Lord Castlereagh (ex Presidente de la Junta de Contralor), con la ayuda del ya Lord Melville (Dundas). La idea era promover en toda Hispanoamérica la constitución de gobiernos independientes “bajo nuestra protección y en conexión con nosotros”.
    Los sucesos acaecidos el 2 de mayo en Madrid, inicio de sublevación española contra Napoleón, hacen que Wellesley pida que envíen esas tropas a Gibraltar para ayudar a la insurrección y, luego de esto, seguir con rumbo a Sudamérica. Pero el 1° de julio, Wellesley envía un segundo memorando en donde propone llevar adelante dos proyectos alternativos en caso de que rebelión tuviese éxito: encaminar la tropa a las Antillas para desde allí accionar sobre Méjico, y luego dividir los efectivos enviando 10.077 hombres a Buenos Aires y el resto hacia las Antillas como refuerzo y ante la posibilidad de accionar sobre Venezuela. Sin embargo las situaciones en Portugal y España evolucionaron desfavorablemente a los ojos de la conducción inglesa, por lo que se decide postergar el envío de tropas a América.
    Finalmente las intenciones británicas tomarían el giro que comienza a hacerse visible a partir del 1° de mayo de 1807, en donde se concibe un nuevo enfoque sobre la cuestión Sudamericana, que es la resultante de tomar conocimiento de la derrota en el Plata. Esta tendencia se patentiza aún más a partir de septiembre de 1807: de la acción directa para la dominación parcial (los puertos y sus hinterland), se piensa en la acción indirecta para la dominación total. Este concepto, que entonces no se llamaba imperialismo, es el que predominó por muchos años, reportando pingüe beneficio a Inglaterra. Para Ferns (Gran Bretaña y Argentina en el Siglo XIX), el memorial se septiembre es la base de una centuria y media de política británica en Sudamérica.
    “Yo estoy fuertemente persuadido –dice Clastlereagh- de que la política que ahora estamos desarrollando (la acción directa) no nos va a producir beneficios comerciales ni políticos, ni aún con la intervención de los grandes recursos militares enviados a Buenos Aires”. “La causa del fracaso de Beresford en 1806 –sigue diciendo- fue política y no militar, por no haber incitado a una independencia que nos diera los beneficios comerciales. Las tentativas militares de Inglaterra sólo consiguieron que el pueblo de todas las clases sociales se ponga contra nosotros.” “Por eso –aconsejaba Castleraegh- debemos actuar de manera acorde con los sentimientos del pueblo sudamericano (…) acerquémonos a ellos como comerciantes (…) dar energía a sus impulsos localistas para conseguir derogar las prohibiciones contra nuestro comercio.” (José M. Rosa, Cisneros se fue, los ingleses se quedaron para siempre, suelto aparecido en el diario Mayoría).
    En Hispanoamérica
    Revisamos los diversos pronunciamientos revolucionarios en la América Española: Charcas, 25 de mayo de 1809; La Paz, 16 de julio de 1809; Quito, 10 de agosto de 1809; Caracas, 19 de abril de 1810; Buenos Aires, 25 de mayo de 1810; Bogotá, 10 de julio de 1810; Santiago de Chile, 18 de septiembre de 1810; Dolores, 10 de septiembre de 1810; Grito de Asencio, 18 de febrero de 1811 y Asunción, 14 de mayo de 1811.
    Resumiendo: 5 insurgencias en el Río de la Plata; 2 en Colombia; 1 en Chile; 1 en Venezuela y 1 en Méjico. Todas ellas a su vez, y actuando bajo el paraguas de la “Libertad y la Independencia” eran, en el fondo, secesionistas, por lo que la balcanización de Hispanoamérica estuvo signada desde el primer día tras el primer grito. No podía ser de otra manera porque era la idea de Castleraegh (y de Wellesley también): “un continente dividido en varias naciones formalmente independientes e incorporadas a una economía mundial, dirigida desde Inglaterra.” Es decir: más o menos como estamos ahora. Así que a no asombrarse.
    Cuando hablaba de aquellas rebeliones, quería decir que, en 1 año, 11 meses y 19 días se produjeron en América española la mayoría de los movimientos independentistas, algunos exitosos, otros signados por el fracaso. Pero, en general, todos son 8 meses y 9 días posteriores al desembarco de Wellington en Mondego, Portugal. No hay ninguno anterior, con excepción del alzamiento de José Gabriel Tupac Amarú (con ayuda británica también, La Rebelión de José G. Tupac Amarú, Colección de Obras y Documentos, Tomo VII, de Pedro de Angelis), que no puede ser tenido en cuenta en este segmento de tiempo y por ello resulta extemporáneo. ¿Solamente una coincidencia? No sé. Pero es como si el desembarco inglés en la Península Ibérica hubiese desatado un enorme paquete que se tenía guardado por aquí y preparado de tiempo atrás.
    Sin embargo, para aventar la idea de una casualidad en el lector desprevenido, le pido que observe lo siguiente: el 12 de julio de 1808 Wellesley (luego Duque de Wellington, entonces el Teniente General más joven del escalafón inglés), parte de Cork (sur de Irlanda) con una fuerza expedicionaria de 10.000 hombres, configurando posteriormente, una de las líneas de la invasión inglesa sobre España y Portugal en manos de Napoleón. Simultáneamente otro cuerpo de 5.000 hombres a las órdenes de los Generales Anstruther y Acland, salió a reunirse con el anterior, embarcándose respectivamente en Ramsgate y Harwich.
    El General Spencer había traído 5.000 hombres estacionados hasta entonces en Egipto y Sicilia, y desde allí a Gibraltar. Había Spencer ofrecido a la Junta de Cádiz sus servicios, pero, no siendo aceptada su proposición, recibió órdenes de Wellesley de que fuese a incorporársele, desembarcando también en la Bahía de Mondego.
    Entre el 15 y 25 de julio Wellesley se adelanta a la escuadra y celebra una entrevista con la Junta Suprema de Galicia para que apoye su desembarco en el Ferrol. La Junta gallega se niega y le aconseja que lo haga en algún puerto de Portugal por la animadversión que mostraba el pueblo hacia los ingleses. El 1° de agosto hecha pie a tierra en Mondego (bahía próxima a Porto Figueira), y configura la cabecera de desembarco. Entre el 1° y el 8 de agosto le alcanzan las noticias del triunfo de Bailén. Entonces el 9 marcha sobre Lisboa acompañado de Spencer y llega a Leira (en la carretera a Oporto), etc.
    Si se comparan los progresos de Wellesley en la Península se verá cómo progresaron sincronizadamente los movimientos libertadores en Hispanoamérica. Más aún: el 18 de junio de 1815 Napoleón era derrotado por Wellesley en Waterloo; el 22 firmaba su segunda abdicación; el 2 de agosto los aliados firmaban su destierro y el 9 partía para Santa Elena para no regresar nunca más. La Humanidad marchaba hacia un Nuevo Orden Mundial que desembocaría en la Pax Británica (1815-1915) y el Old Colonial Sistem.
    En Buenos Aires se conocería esta noticia a fines de octubre o principios de noviembre de 1815. Cuatro meses después, el 24 de marzo de 1816, comenzaba a sesionar el Congreso de Tucumán y el 9 de julio de 1816 declaraba nuestra Independencia bajo la férula del Secretario Francisco Narciso de Laprida, antiguo masón de la logia lautarina Ejército de los Andes (sanmartiniana), junto con Rudecindo Alvarado, Toribio de Luzuriaga, Jerónimo Espejo y otras docenas de individuos. Además San Martín, residente en Mendoza, era Gobernador de Cuyo y había mandado como representante al hermano Godoy Cruz, que decían era sacerdote católico, quien lo mantenía al tanto de todas las intrigas (las tejidas por los otros y las que tejía él con su Gobernador Intendente).
    Por otra parte está probado que todas las logias masónicas desde Dolores (Méjico) hasta el Río de la Plata (instaladas como consecuencia del Tratado de Utrecht de 1717 en adelante), tenían sus matrices en Irlanda, Inglaterra y los EE. UU. y respondían a las directivas de aquellos Orientes.
    Conclusión
    Por todo lo expuesto precedentemente, resulta impensable que el Plan Meitland, redactado entre fines de 1799 y buena parte de 1800, fuera aplicable textualmente a una situación existente en 1811, cuando aún faltaban cuatro años para Waterloo. En consecuencia el banco de cerebros al servicio del ente para estatal Compañía de Indias Orientales, y la corona británica propiamente dicha, debieron seguir adecuando este Plan a las contingencias de la situación, pero sin olvidar ni desechar los objetivos estratégicos fijados por el autor.
    Por otra parte vemos, en los planes posteriores al de Maitland, ciertas similitudes al de él que me hacen pensar que el Plan Maitland no debió ser tan secreto como es de imaginarse. Por lo menos para aquellos hombres puestos en este trabajo de arrebatar lo ajeno. Además en 1811 el General Maitland estaba vivo y le faltaban 13 años para morirse; de servicio en Ceyland desde hacía cinco años, y casi con seguridad debió ser un elemento de consulta permanente por vía correo. Desconozco si existe un epistolario de Maitland. Pero si existiese, su contenido sería muy valioso para ver cómo fue evolucionando su Plan con el tiempo y todos estos acontecimientos.
    La llegada de San Martín a Londres es contingente con la llegada de Maitland de Ceylan. ¿Acaso es esta otra casualidad? El doctor Terragno, por ejemplo, cree que sí. Lo que me hace dudar, porque arriban al mismo puerto el autor del Plan con el que creo fue su ejecutor y que partiría en días más. No podía haber dilaciones, porque la situación de la Revolución de Mayo en el Noroeste se estaba tornando insostenible y por ello a punto de fracasar. Si esto ocurría, habría que barajar y dar de nuevo. Las acciones de los jacobinos Castelli y Monteagudo habían hecho caer a la causa en el más completo descrédito. El pueblo no los acompañaba.
    Al llegar a Londres una junta de notables lo habría impuesto de la situación,
    le darían a conocer el Plan en detalle, le asignarían su misión y le tomarían
    juramento de muerte. Los detalles que seguramente surgirían debieron
    ser tratados en forma particular con Maitland y debatidos con la junta.
    Todo este trámite demandó cuatro meses.
    LAS AMISTADES INGLESAS
    EN EL ANALISIS DEL PLAN
    (¿Una rosca fenomenal, asociación ilícita o banda delictiva?)


    El escudo de Gran Bretaña flanqueado por la bandera idolatrada.
    El estudio sobre las amistades inglesas
    Para hacer más claro y didáctico este estudio sobre las amistades sanmartinianas en Inglaterra, antes y después de su llegada al Río de la Plata, lo he dividido en tres partes, a saber:
    - Los enlaces Peninsulares
    - Los vínculos londinenses
    - Las relaciones británicas en Sudamérica
    - Los lazos masónicos
    Dejo de lado en esta oportunidad lo que ya hiciera, a modo de adelanto en el primero de estos artículos, donde he citado una puñado de Oficiales Superiores, Jefes, Oficiales, Unidades y Subunidades que tomaron parte en las invasiones inglesas a Buenos Aires en 1806 y 1807 y que, con razonable certeza, al pasar a la Península, debieron ser conocidos por San Martín durante la llamada por los españoles Guerra de la Independencia. Me aboco entonces al estudio (como elementos de consulta el lector puede ampliar estos acápites en Juan Bautista Sesean, San Martín y la tercera invasión inglesa, Cap. IX, pp. 103 y ss., y en el doctor Rodolfo H. Terragno Op. cit.).
    Los enlaces peninsulares
    James Duff (más tarde cuarto Conde de Fife)
    Este escocés (y masón, como casi todos los que formaron los elencos gubernativos que hemos visto, incluidos el rey Jorge III y su hijo Jorge IV), jugó un papel relevante en dos direcciones: la primera, que conjeturo no debió ser muy difícil: el convencer a San Martín para que formase parte como ejecutor del Plan ya completamente remozado por los acontecimientos sucedidos en la década 1801-1811; y, la segunda, que se me ocurre mucho más difícil: convencer al Príncipe Regente, y luego al Primer Ministro inglés y a sus allegados imbuidos de la idea, por cuanto habían trabajado en ella por años, que el hombre, el elegido para ejecutar el Plan dormido desde 1801 a una distancia de 12.000 Km, debía ser San Martín y no otro. En extrema síntesis: sería pensar que el Plan Maitland se llevaría a la práctica por un español americano, o como muchos autores lo han dicho lisa y llanamente, un español, que es más lo adecuado, por cuanto el nacimiento de San Martín en América fue completamente accidental, y él mismo se encargó de demostrar que así era y no de otra forma. No me diga el lector que esta maquinación, a simple vista y siendo un lego, no tiene el viso de ser cabalmente descabellada. Sin embargo todo indica que las cosas ocurrieron así.
    En consecuencia no está de más señalar ya dos cosas: el alto peso específico que debió tener Duff en Londres para que se aceptase su propuesta (aunque desconozco con cuántos reparos, que evidentemente después se disiparon, por serles el sujeto antepuesto completamente desconocido, aunque sus referentes, incluido Wellington operando en España, gozasen de excelentes conceptos en el Parlamento y la Corte), y cuáles fueron las dotes que este ducho británico vio en San Martín para que resultase el candidato elegido, dado que su foja de servicios lo hace un militar del más completo término medio.
    Muchos biógrafos de San Martín fueron militares contemporáneos nuestros. Gente ilustrada, honesta y bien intencionada. Sin embargo ninguno, siendo de la profesión, ha reparado en este detalle significativo. San Martín llegó al Río de la Plata llevando en la mochila lo que se llamaba la Escuela de Regimiento. No se conocen sus estudios superiores en el arte de la guerra, o de haber revistado por cierto tiempo en algún Estado Mayor donde, aunque más no sea a los golpes, pudo aprender algo sobre su funcionamiento. Que no es nada del otro mundo, pero que tiene sus bemoles, como es el caso concreto del funcionamiento de la logística.
    Pero la Escuela de Regimiento era la que manejaba la Táctica Inferior. No digo la Táctica Superior que ya tiene cierta complejidad y le da algún vuelo, aunque de perdiz, al individuo. ¿Acaso escogieron a un hombre, entre cientos que habría de igual medianía, que nunca pudo pasar de lo más rudimentario de la milicia: ser un ejecutor, para que maneje un Plan Estratégico en un Subcontinente? Sin desmerecer a nadie digo, que es como pensar que un enfermero pasó, por arte de birlibirloque, a Director de un Hospital; que un mecánico por adacadabra se transformó en Ingeniero Jefe; o que un albañil devino en Arquitecto que construirá una torre de 60 pisos. No. Evidentemente en este asunto hay cosas que no encajan, si no se explican a través de la masonería, la única capaz de hacer en aquellos tiempos, y hoy mismo, travesuras como estas.
    “Una explicación para este asombroso abandono de lealtad de parte de un soldado que había jurado fidelidad a España –dice sorprendido el historiador inglés J. C. Metford-, es que San Martín fue impulsado al movimiento independentista hispanoamericano por simpatizantes británicos, y que fue reclutado merced a James Duff.” Como se ve no soy en único que se pasma por este entresijo.
    De cualquier forma es un hecho que Duff, un británico que estaba al servicio de España de antes de la iniciación de la guerra peninsular (1808), y que seguramente haría tareas de espionaje, fue quien ayudó a San Martín para salir de España vía Gibraltar, con un pasaporte a Londres y un lugar en un buque de guerra surto en la rada para su rápido traslado. Fue también Duff quien le dio las cartas de presentación y letras de crédito que, según los historiadores, el prócer no habría usado.
    Años más tarde, cuando San Martín regresó a Inglaterra (1824), fue este Duff quien lo recibió, lo alojó por unos días en Duff House, ciudad de Banff (unos 50 Km al norte de Aberdeen), al norte de Escocia, e hizo que se lo nombrase ciudadano honorable de Banff. Título que en realidad no nos dice nada, si es que no sabemos que a este título se lo otorgaron a personalidades como Canning unos doce años antes.
    Duff tenía estrecha relación desde su infancia con el Príncipe Regente, Jorge IV (el padre de éste, Jorge III, había sido declarado demente en 1810 y moriría así 10 años después). En España Duff había trabado buenas relaciones con el General Wellesley (enseguida Lord Wellington) quien fuera “consultado en diversas oportunidades por los ministros de Su Majestad –dice el doctor Terragno-, sobre todo por Lord Castlereagh, acerca de los modos de atacar las posesiones coloniales de España. Hay más de un memorial de Wellesley sobre la materia”, a partir de 1806, agrego de puro metido. Con un ejemplo se verá mejor la injerencia de este individuo en la materia: el 12 de noviembre de 1806 parte Craufurd de Cork. Al embarcarse el Regimiento 88°, componente de la última expedición, lo despide el Comandante de la Región, el recientemente ascendido General Wellesley, con una arenga que concluía diciendo: “Pluguiera a Dios que también fuera yo con ustedes” (Carlos Roberts, Las invasiones inglesas del Río de la Plata (18-06-1807), pág. 188).
    Por otro lado Duff estaba vinculado a Jefes y Oficiales británicos que habían participado activamente en los planes para separar Hispanoamérica de España. Sin ir muy lejos, su hermano, el general Sir Alexander Duff, había comandado el Regimiento 88° durante la ocupación a Buenos Aires en 1806. Otro amigo de Duff desde la niñez, Sir Samuel Ford Whittingham, había tomado parte del segundo intento de tomar Buenos Aires (1807).
    Samuel Ford Whittingham (después Sir)
    Participó en la Batalla de Bailén junto con San Martín (derrota del General Dupont, el 20 de julio de 1808 y capitulación el 23; la fuerza expedicionaria inglesa aún no había desembarcado en la Península; lo haría recién el 1° de agosto en la Bahía de Mondego, cerca de Puerto Figheira, Portugal a la espera del General Spencer que venía de Cádiz). Veinte días después, el 11 de agosto, la Junta de Sevilla, por intermedio de su presidente, don Francisco de Saavedra puso en conocimiento de ambos que habían sido ascendidos al grado inmediato superior: Whittingham a Coronel y San Martín a Teniente Coronel (José P. Otero Y Mitre no especifican el arma; Terragno dice que de Caballería). Un poco más adelante, en el mes de septiembre, estando estos dos Jefes en Madrid, se les otorgó la medalla que se mandó a acuñar para premiar a los vencedores.
    Por estos dos hechos, el ascenso y la medalla, el General Marqués de Coupigny le hizo llegar una esquela a San Martín felicitándolo (Archivo de San Martín, Tomo I, pág. 111). De su lectura surge, y al parecer, que tanto los ascensos y la medalla que recibieron, no fueron entregados a estos dos por una acción personal y heroica, brillante o decisiva ocurrida en la acción de Bailén, sino que fue concedida como premio a todos los que participaron en ella, de General a soldado, hecho que se condice más con el júbilo por el triunfo que exuda la Gaceta Ministerial de Sevilla de fecha 23 de julio. Además quede claro que una medalla no es una condecoración. Es como una constancia de que en tal o cual hecho de armas estuvo presente. Pues bien: San Martín, por Bailén solamente recibió (no obtuvo que es distinto) una medalla de la Junta sevillana.
    Dicen los historiadores que Bailén reviste una importancia tal que sin ella Wellesley nunca hubiese llegado a ser el Duque de Wellington. Es posible, porque Wellington se movería desde Mondego y en el resto de la campaña, con una lentitud tal que resulta sumamente sospechosa, si es que nos atenemos a su personalidad. Nadie, como siempre, ha explicado esto.
    Dice Mitre que San Martín como Capitán revistaba en el Regimiento de Voluntarios de Campo Mayor y como tal combatió en Bailén. Pero el español Carlos Mendoza (Las Batallas del Siglo XIX, Tomo I, pág. 176) asegura que el R. Voluntarios de Campo Mayor pertenecía a la reserva del Orden de Batalla del General en Jefe Francisco Javier Castaños (enseguida Conde de Bailén), juntamente con el R. Valencia, Tiradores de África, Granaderos de la Guardia Real, Provinciales de Zaragoza, Burgos y Cantabria; Caballería del Príncipe, Pavía y Sagunto, un Escuadrón de Carmona, Carabineros del Reino, 150 suizos, zapadores y una pieza de artillería. En esta acción no fue necesaria la intervención de la reserva, por lo que se puede decir que el R. de Infantería Ligera Voluntarios de Campo Mayor no combatió. Digo entonces, y en consecuencia, que San Martín tampoco. Estuvieron, nada más, bajo el solazo andaluz de julio que casi los mata.
    Sin embargo, José Pacífico Otero (Historia del Libertador don José de San Martín, Tomo I, Cap. VII, pp. 134 a 136), dice que Mitre estaba equivocado (y de hecho el español Mendoza también), porque San Martín habría combatido con el grado de Capitán en el Regimiento de Caballería de Borbón, de destacada actuación en la batalla, y perteneciente a la División del General Coupigny. Acto seguido agrega Otero que esto “está sobradamente fundado”, pero no dice una palabra de dónde lo sacó para cimentarse, así como que San Martín fue “actor de primera fila en este hecho de armas” (la toma de las Alturas de Bailén). Pero esto último ya es de propia cosecha: porque no se anima a decir que “está sobradamente probado”, como en el caso anterior, ni mucho menos de dónde lo obtuvo. Y si el maestro Jauretche decía que Julio Jorge Nelson era la viuda de Gardel, yo digo que José Pacífico Otero era la viuda de San Martín. Única forma de explicar las cosas que dice y los pensamientos que tiene. Otero es el hombre que pensaba demasiado.
    Como sobre esto se pueden escribir una media docena más de versiones, solamente me atrevo a decir, siempre muy humildemente ante tanta enjundia, que no alcanzo a comprender cómo un Capitán antiguo de la Infantería (en la copia de su Legajo Personal -Archivo Militar de Segovia-, figura hasta el 31 de diciembre de 1804 como Capitán Segundo recién ascendido, con 15 años, 9 meses y 10 días de antigüedad en esa arma), de la noche a la mañana aparece como Capitán de Caballería manejando un escuadrón en primera línea. Sin embargo soy de los que cree en los milagros. Aquí tiene uno para que se entretenga el lector matando el tedio con los amigos con una garnacha dominguera. Pero como puedo quedarme corto, para que no se aburran les mando un nuevo prodigio: a fines de 1804 era Capitán recién ascendido en España; en agosto de 1808, Teniente Coronel y, al llegar al Río de la Plata (1812), en meses Coronel y trascartón General. Un verdadero meteorito militar. En España no había podido pasar de Teniente Coronel.
    Whittingham, que casi lo he olvidado, integró la fuerza comandada por Craufurd que llegó a Montevideo en junio de 1807, ciudad que había sido capturada por su tocayo, Samuel Auchmuty. En la tentativa por recuperar Buenos Aires fue ayudante del General Whitelocke. Tras este fracaso volvió a Inglaterra. De allí pasó a España para encontrarse a fines de julio en Bailén. ¿Cómo habrá hecho este pie ligero? Es que Bailén está muy cerca de Cádiz; y Cádiz se encuentra, paredón de por medio, unida a Gibraltar; Gibraltar es inglesa; y Whittingham era inglés.
    William Carr Beresford (después elevado a la dignidad de Lord)
    Fue prisionero de los criollos después de la Reconquista de Buenos Aires. Se escapó con la ayuda de Saturnino Rodríguez Peña y del Altoperuano (antes se les decía así a los bolivianos) Aniceto Padilla. Fuga que, por la cantidad de evadidos de Luján (no piense el lector que fue el escape de cuatro o cinco malhechores; no, fueron cientos), nunca fue debidamente explicada y creo firmemente que la lista de implicados debió ser tan grande como la de los evadidos.
    El hermano de Saturnino, Nicolás Rodríguez Peña, se convertiría en el amigo de San Martín en el Plata (San Martín en su primer testamento lo nombra como “el señor Peña”). Por esta causa don Saturnino, masón desde sus mocedades (iniciado en Cuba, antro formidable de la masonería española y americana desde los tiempos de Washington -junto con el venezolano Francisco de Miranda y el francés Lafayette- en Saratoga y, por supuesto al servicio de Su Majestad Británica), recibiría una asignación del General Whitelocke y una pensión perpetua de Su Majestad Británica. Inglaterra jamás olvida a los cachorritos que con su lengua le lustran los zapatos. Y en estas playas Inglaterra ha tenido jaurías de cachorritos y otro tanto de cachorrazos, capaces de matar a la madre enferma de artritis y en el día del cumpleaños.
    El 16 de mayo de 1811, tanto San Martín como Duff tomarían parte de la batalla de Albuera a las órdenes de Beresford. Un mes más tarde, Beresford condujo el segundo sitio de Badajoz, y otra vez la casualidad los encontró juntos a los tres. Pero esta fue la última acción en que participó San Martín en la guerra peninsular: se retiró inmediatamente el sábado 14 de septiembre de 1811, embarcándose en el buque inglés que lo llevaría a Londres.
    Cuando San Martín abandona España se habían cumplido cuatro años de guerra y su situación era de entera desolación. “Devorábanse –dice Lafuente-, y aún se disputaban los tronchos de berza y aun las yerbas que en los tiempos comunes ni si quiera se daban a los animales. Hormigueaban los pobres por las calles, plazas y caminos, y eran pobres hasta los que ocupaban puestos decentes y empleados regulares del Estado. La miseria se veía retratada en los rostros; en el interior de las familias antes acomodadas pasaban escenas dolorosas que partían las entrañas; en las calles se veían andar como ahilados y a veces caer desfallecidos niños, mujeres, hombres. La capital misma presentaba un aspecto acaso más horrible que cualquiera otra población, y un escritor afirma haber sido tal la mortandad, que desde septiembre de 1811 (la fecha que estamos tratando) hasta julio de 1812 (San Martín ya de novio en Buenos Aires bailando el Minué en la Casa de los Escalada y con la Lautaro caminando), se enterraron en Madrid unos 20.000 cadáveres. Secuelas inevitables de las guerras son estas plagas: el hambre, la peste, sin que pueda decirse que los progresos de los tiempos hayan hecho imposible su reparación, antes bien, dada la centralización de los capitales, de la industria y el comercio, han de resentirse todavía más fácilmente los pueblos que cuando estaban mejor repartidas dichas profesiones y maneras de vivir.” Para completar el cuadro dantesco que ofrecía España en ese momento véanse las Memorias de un setentón, de don Mesoneros Romanos.
    En estas condiciones deja San Martín a la España paralítica que le había dado todo lo que en ese momento él era. En este ambiente de catástrofe deja San Martín a doña Gregoria Matorras, su madre, también paralítica y postrada por la enfermedad, la que le había dado la vida, con la única compañía de su hermana Helena (su segunda madre) completamente desvalida. Ni siquiera se despidió de ellas o les dejó algunas letras de las que le había dado Duff para que sobrenaden en aquella desgracia. Nada. Prefirió devolverlas en Londres. Al poco tiempo moriría doña Gregoria. ¿Le habrá interesado la muerte de su madre? No sé. Porque la muerte de España le interesó bien poco y es posible que haya rezado para que ocurra. Nunca más volvería a España. Como jamás volvería a pisar la tierra donde se meció su cuna: el Río de la Plata.
    Este hombre, “el Templario de la Masonería” como lo llama Jean Lombard (La cara oculta de la historia moderna), ¿acaso alguna vez habrá amado a alguien o querido algo? No digo una persona. No. Pero tal vez un perro, quizá un gato, a lo mejor un osito de peluche o un par de alpargatas. Porque mujeres no. Eso si que no. En 70 años, estuvo casado 12; de los 12 permaneció con su mujer 2 años y medio, y Remedios se murió en la quinta de San Isidro sin verlo ni llamarlo. Don Arturo Capdevila, siempre indulgente decía que había un epistolario entre estos esposos cursado en esos últimos días. Nunca lo mostraron arguyendo que son papeles privados de familia. Y digo: mejor así, que no lo muestren. Cuente el lector los años que mencioné antes si tiene dudas: es un trabajo interesante ¿Y el resto? Porque mire el lector que es largo el tirón para andarlo al tranco y descalzo. ¿Cómo habrá hecho? Como a esto no lo entiendo no digo ni agrego nada más. Aunque ganas no me faltan y piolín para este barrilete tengo de sobra. Pero no. Mi abuela decía que debía ser juicioso y me daba a leer la vida de los santos. Y me hermano, que es peronacho del ’45, siempre me lo recuerda. Les voy a hacer caso en esta ocasión.
    Robert Craufurd
    Este Craufurd fue colega de Maitland en el Parlamento. Peleó en España desde 1809 hasta 1812. Antes había participado en la invasión de Buenos Aires.
    Sir David Baird
    Luchó en la India en el mismo tiempo que Maitland. Participó en la primera invasión de Buenos Aires al mando de una brigada. Luego formó parte del ejército inglés que enfrentó a Napoleón en España.
    Sir Charles Stuart
    Diplomático británico amigo personal de Duff que prestaba servicios en España. Fue quien le otorgó el pasaporte a San Martín en 1811. Era, junto con Beresford, miembro de la regencia portuguesa.
    Los vínculos londinenses
    George Canning
    Como se recordará se lo llamaba “El heredero de Dundas”. El había jugado un papel protagónico en todo el proyecto oficial relativo a Hispanoamérica. Duff estaba vinculado a él. Recordamos que este personaje recibió en 1812 (poco después de la partida al Río de la Plata en la fragata que, precisamente, se llamaba George Canning), el título de ciudadano honorario de Banff, la pequeña ciudad del norte escocés que, en realidad era, un feudo de los Duff. Es decir, el mismo título que recibiría 12 años más tarde San Martín al regresar a Gran Bretaña.
    En el año que nos ocupa, 1811, Canning era miembro del Parlamento desde 1794 y consejero privado de la Corona junto con Maitland. Once años antes, cuando Maitland escribió su Plan, Canning, amigo personal de Dundas, era miembro de la Junta de Contralor. Canning fue uno de los más fervorosos partidarios de la independencia de Hispanoamérica (considerada por él esencial para el interés británico). Finalmente Canning fue Canciller entre 1807 y 1809 por recomendación de Wellesley.
    Lord Castlereagh
    Fue presidente de la Junta de Contralos (1802-1806) y secretario de Estado de Guerra y Colonias (1807-1809). Castlereagh coincidía con Dundas acerca del modo de llevar a cabo un ataque sobre Sudamérica. En una carta al propio Dundas (entonces Primer Lord del Almirantazgo con el nombre de Melville), Castlereagh le confesaba en 1808: “la cuestión de separar a las Provincias Hispanoamericanas de España, que por tanto tiempo ha ocupado vuestra mente (…) nunca ha cesado de ser el objeto de mi más ferviente atención.” En otra ocasión, Castlereagh había escrito: “La liberación de Hispanoamérica debe ser alcanzada a través del deseo y los esfuerzos de sus habitantes, pero el cambio sólo podrá operarse bajo la protección y con el apoyo de una fuerza auxiliadora británica.”
    Robert Saunders Dundas
    Segundo Vizconde de Melville. Dundas (su padre), murió el 28 de mayo de 1811, pocos meses antes de la llegada de San Martín a Londres. Su único hijo, Robert Saunders, había sido secretario privado de su padre entre 1749 y 1801, incluyendo el período cuando Maitland le presentó su Plan a Dundas. Por otra parte, en ese mismo período Robert Saunders había sido colega de su padre y del propio Maitland en el Parlamento. Los tres eran escoceses. Robert fue masón como Duff. En 1811, Robert Saunders Dundas era presidente de la Junta de Contralor: un puesto para el cual había sido nombrado el 6 de abril de 1807 y, otra vez, el 13 de noviembre de 1809.
    Sir Home Riggs Popham
    Popham y Beresford –superior de San Martín en la Península- habían lanzado el ataque sobre el Río de la Plata en 1806. Popham estaba en Londres en 1811 y había asesorado al gobierno británico más estrechamente vinculado a Miranda.
    Thomas A. Cochrane (más adelante Conde de Dundoland)
    En 1806 ayudó a Miranda en las Indias Occidentales, cuando el venezolano (perpetuo consultor del gobierno británico) planeaba su fallido desembarco en Venezuela. Como Maitland, Cochrane era escocés, marino, miembro del Parlamento (desde 1806) y hombre interesado en la expansión de Inglaterra. Un pariente de Maitland, sir Frederick Lewis Maitland, fue enviado en 1809 en auxilio de Cochrane que libraba una batalla decisiva contra la flota napoleónica en Aix. El mismo Maitland había servido anteriormente bajo las órdenes de George Duff, pariente del amigo de San Martín.
    En 1817, después de que San Martín tomara el control sobre Chile, envió a José Álvarez Condarco a Londres, a fin de contratar un jefe para la flota que debía llevar al ejército libertador a Perú. Álvarez Condarco contrató a Cochane.
    Sir John Coxe Hippisley
    El hombre que le pidió a Maitland que elaborase un plan para tomar Sudamérica. En 1811 Hippisley era miembro del Parlamento.
    Sir Thomas Maitland
    Cuando San Martín llega a Londres en calidad de “desertor-autorizado-fugitivo-acreditado” (en verdad no sé cómo llamar a la situación de don José Francisco), Maitland lo hace tras cinco años de servicios como Teniente General y Comandante en Jefe de Ceyland. Digo: una feliz coincidencia, que la suerte (Su Graciosa Majestad o Satanás) haya podido reunir en el mismo lugar a dos hombres tan singulares en esta historia. ¡Pero, qué casualidad! Maitland retenía el cargo de Consejero Privado de la Corona para el cual había sido designado el 8 de abril de 1807, es decir, poco antes de partir para Ceyland (hoy República de Sri Lanka, isla al SE de la India).
    Las relacionesd británicas en Sudamérica
    Aún después de dejar Inglaterra, pero antes de iniciar su campaña continental, es probable que San Martín haya recibido y expedido información relativa a la actualización de los planes británicos sobre Hispanoamércica. En Tucumán, tenía por médico al doctor William Colisberry, natural de Filadelfia, en el estado de Pensinvania, Estados Unidos de América (Damián Hudson, Revista de Buenos Aires, Tomo IX, pág. 189), que lo acompañó a Córdoba donde fue a dar por su misteriosa dolencia aparecida sorpresivamente en el invierno de 1814 (J. M. Paz, Memorias), y de allí siguió al prócer a Mendoza donde se radicó hasta 1838. En Córdoba San Martín conoció a otro inglés, James Paroissien, quien sería su Ayudante de Campo y a quien haría General peruano.
    Ya en el Ejército de los Andes, el Libertador contó además con los servicios del General William Miller, un masón de fuste que intervino en las invasiones inglesas y que luego había peleado en la Península Ibérica bajo el mando directo de Wellington hasta por lo menos 1814, año en que abandonó España para reaparecer en Chile nueve años después. Este Miller, después biógrafo de San Martín en Inglaterra, fue el comandante de la Infantería de Marina que actuó a las órdenes de Cochrane.
    Hablando de Cochrane, recuerdo que todos los comandantes de la escuadra sanmartiniana fueron súbditos ingleses: Willinson, que había estado prestando servicios en el ejército de la Compañía de Indias Orientales, era el Capitán del navío San Martín. Igualmente el Capitán Robert Foster tenía a cargo el Independencia. El Capitán Guise comandaba el Valdivia; el Subteniente J. Topoker mandaba en el Galvarino; el Subteniente T. Sackeville Crosbie era responsable del O’Higgins; Casey dirigía el Chacabuco; el Subteniente Carter disponía en el Araucano; Young gobernaba el Montezuma; Cobbet encaminaba el Potrillo; el Subteniente James Esconde estaba a cargo del Valdivia. El Comisario y Juez de la flota era el Sobregargo Henry Dean.
    Hago dos aclaraciones antes de seguir; la primera: todos estos buques pertenecían a la Compañía de Indias Orientales y fueron rebautizados con estos nombres al llegar a Santiago de Chile, y la segunda: todos los oficiales que he citado también pertenecían al ejército de este fabuloso ente paraestatal. Es decir que esta fase del Plan Maitland, el traslado hasta el Perú, se cumplió tal cual lo había previsto su creador en aquel lejano año de 1801.
    En Buenos Aires, San Martín so pretexto de una visita a su familia, se mantuvo en contacto con el Comodoro William Bowles, Comandante en Jefe de la Estación Sudamericana de la Armada Real, a quien el Libertador confió sus planes y problemas. En una de estas conversaciones San Martín sugirió a Bowles que Gran Bretaña enviase buques de guerra a la costa peruana, a fin de ejercer una oportuna intimidación, al tiempo que el Ejército Libertador avanzaba por tierra, con la promesa de la apertura de los puertos peruanos al comercio inglés.
    En 1818, San Martín gestionó a través de Bowlws la mediación de Gran Bretaña en la lucha de las antiguas colonias contra España. Fue así que convenció a O’Higgins para dirigir, en su condición de Jefe del Estado Chileno, una carta con este motivo al Príncipe Regente (después Jorge IV de Inglaterra). El propio Libertador dirigió una carta de similar tenor a Castlereagh (12 de enero de 1818). Por lo demás, San Martín informó a Bowles que el agente del gobierno chileno en Londres, Antonio José de Irisarri, estaba facultado para ofrecer a Gran Bretaña la cesión de la isla Chiloé y el Puerto de Valdivia, así como una sustancial reducción de derechos para todos los buques británicos durante 30 años, a cambio de la asistencia militar. San Martín agregó que un Príncipe de la familia real británica sería bienvenido como monarca sudamericano, a condición de que la monarquía a establecer fuere de orden constitucional.
    San Martín también mantuvo contactos con John Parish Robertson, un escocés llegado “por casualidad” durante las invasiones inglesas y que después se supo era agente secreto del Foreing Office. San Martín invitó a este inglés a que presenciara el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813); la descripción que hace J. P. Otero sobre este hecho es altamente patética (op. cit. Tomo I, Cap. XI, pp. 219 y ss.), sin embargo nadie a reparado en ello. Más adelante y por disposición del prócer Parish Robertson sería el representante del Perú en Londres, para la gestión de un préstamo en el que intervino San Martín -1824 (ya residente en la isla en su “ostracismo”), mientras Rivadavia (según los historiadores enemigo acérrimo del prócer), hacía lo mismo pero para el Río de la Plata; ante la Casa Baring Brothers, una filial junto con la Hullet Brothers de la Banca Rothschild. De manera que tenemos por aquí: a San Martín y su mortal enemigo Rivadavia, juntos en la empresa de endeudar a las nacientes repúblicas sudamericanas. Un dato más: por este préstamo el Perú fue la primera de todas las naciones endeudadas que entró en cesación de pagos (hoy los lacayos del imperialismo lo llamarían “default” y al pago leonino de la usura “compromisos impostergables de la nación”). En plena guerra contra el Imperio del Brasil, Argentina debió vender (1826) sus dos mejores buques de guerra para pagar una de las cuotas contraídas “por el más grande hombre –según Mitre- de la tierra de los argentinos”, que naturalmente era Rivadavia.
    Años después de la Gesta Libertadora, el Libertador le confió a su hermano Justo (entonces Coronel del Ejército Español, de una trayectoria muy parecida a la de nuestro prócer al lado de los ingleses, pero muy cerca de Wellington) que “de no haber sido por los esfuerzos del gobierno británico él no habría podido hacer lo que hizo en Sudamérica.”
    Me quedan pendientes Los lazos masónicos.Pero la verdad es que llegando hasta aquí me cansé. Por lo que suplico me aguanten hasta la próxima.


    LAS AMISTADES INGLESAS
    EN EL ANALISIS DEL PLAN
    (¿Una rosca fenomenal, asociación ilícita o banda delictiva?)


    ¡Shhh! Si la Espada y el Puñal están cruzados sobre el Delta y la Biblia (versión hereje de Douay), indican que el Supremo Consejo está sesionando. La fotografía pertenece a la que nuestra prensa venal llaman “prestigiosa” Revista Life de febrero de 1957.
    LOS ENLACES MASÓNICOS
    “No olvidar nunca que cuando es preciso unir estrechamente, mejor dicho, regimentar elementos populares que no pueden subordinarse a un régimen enteramente militar, por tratarse de personas que por su condición civil no pertenecen a ninguna fuerza armada, donde la disciplina es la base principal, no hay ni puede existir una organización más perfecta que la ofrecida por la Masonería.”
    Antonio R. Zúñiga, La Logia Lautaro, Instrucciones de Francisco de Miranda a la Lautaro, Cap. X, pág. 151, Ed. Strach, Bs. As. 1922.
    Advertencia al lector
    Recuerdo al lector que esta parte, con el subtitulado Los enlaces masónicos, había quedado pendiente al final del Plan Maitland III que les enviara no hace mucho. Y advertido que fue esto, me aboco al tema sin más exordio, antes de que se vayan las ganas mías y las del lector también.
    La masonería operativa y la masonería filosófica
    No creo necesario comenzar esto de los enlaces masónicos historiando a la Masonería como lo han hecho unos cuantos autores. Soy un convencido de que la mayoría de los lectores tienen una idea más o menos formada sobre la secta satánica. Podrá haber, no lo niego, quienes inocentemente no sepan de qué se trata. Pues bien, a ellos los aliento diciéndoles que, a nivel mundial, se han escrito alrededor de 12.000 libros sobre este tema escabroso. De ellos, no menos del 70% hablan y comentan fundamentadamente en su contra, otros no tanto; y alrededor de un 30% de aquel conjunto los defiende, al hacerlos parecer inofensivos gatitos de talla, como aquel de Corrientes 3411, segundo piso ascensor, no hay portero ni vecinos (el lugar era un cotorro) hecho de porcelana para que le maúlle al amor, según el viejo tango de meta y ponga.
    A partir del 24 de junio (equinoccio –iguales noches- de invierno en el hemisferio sur y de verano en el Boreal, hoy celebrado como Día de la Masonería Universal), de 1717 se produce una escisión en la Masonería. Mejor dicho: desaparecería una y nacería otra, o bien que de las dos hicieron una que es lo más probable. Recuerdo que por aquel entonces habían sido vencidos definitivamente los Estuardos
    La que lentamente se esfumaría en los vapores matinales de principios del Siglo XVIII, es la masonería llamada operativa, constructiva o corporativa, formada por los gremios de operarios, talladores, canteros y auténticos constructores, que sufrieron infiltraciones póstumas de los que se llamaron masones aceptados. Y tal nombre les viene porque no eran albañiles o picapedreros, sino médicos, abogados, militares, maestros, jueces, burgueses enriquecidos, sibaritas feminoides devenidos en intelectuales, sujetos provenientes de la nobleza, etc.
    La que nacería en aquella fecha, bajo la protección del rey Jorge II de Inglaterra y la presidencia del médico calvinista y refugiado francés Teófilo Désaguliers (predicador de la corte), es la masonería invocada como doctrinaria, filosófica o especulativa: que es la que hoy en día no existe rincón del Planeta que no la padezca. Francisco de Miranda al organizar sus logias llamaba a esta masonería como política. De cualquier manera el origen de la secta es incierto y muy difícil de probar (Diccionario Enciclopédico de la Masonería, Bs. As. 1947).
    Dice Juan Caprile (en Revista Civilita Católica, 1957 y 1958) que “ambas masonerías son, por lo tanto, dos organismos diversos, nada afines con sus objetos, si bien análogos en sus reglamentos y en su organización.”
    Aunque en verdad parecería ser que la fecha de su aparición formal fue en 1723, cuando el Pastor Presbiteriano Jaime Anderson redactó su primera Constitución (Book of constitutions), ampliada y reformada en 1738 y 1746. Pero por otro lado el Diccionario Enciclopédico Abreviado de la Masonería, afirma que “la reforma radical de la masonería moderna se operó en 1641. En tal fecha deja su objetivo material y primitivo y toma el carácter teórico y científico en lugar del manual y práctico, recibiendo a los masones aceptados. El alquimista (astrólogo y anticuario) Elías Ashmole es uno de ellos, admitido en 1646 en la Logia Warrington de Edimburgo.”
    Anterior a esta Constitución el rey calvinista Guillermo III había modificado los estatutos, y luego en 1720 se destruyeron todos los documentos de la masonería estuardista, con el fin de eliminar todo rastro de catolicismo y todo vestigio de romanismo, que hasta entonces había sido lo preponderante en la secta. Fue así como, fusionando todas las logias inglesas (cuatro en total) se fundó la Gran Logia de Inglaterra con asiento en Londres en tiempos de Jorge IV.
    En el año 1650, Elías Ashmole era quien manejaba las logias rosacrucianas organizadas en Londres, y sus adeptos se reunían en los mismos locales que los masones. Su objetivo principal era “construir el Templo de Slomón, templo ideal de las ciencias”. Estos conventículos estaban, a su vez, fuertemente emparentados con los Hermanos Bohemios. Y dicen que fue Ashmole quien ideó las ceremonias de los grados iniciáticos (en 1641, 1648 y 1649), que son los tres primeros grados masónicos modernos (la llamada Craft Masonery o Masonería Azul); y fue quien escribió los rituales de ellos que son, con pequeñas diferencias, los utilizados en la actualidad.
    Rosacruces fueron Martín Lutero y René Descartes, por ejemplo: así lo atestiguan los anillos de sello que ellos usaban con todos los símbolos de los Rosacruz. Así que Lutero, aparte del problema con la monjita Catalina Bora (muy rica en oro la religiosa; buen ojo el de don Martín), que después solucionó casándose con ella para dejarse de andar siempre más turbado que el día anterior, también por las noches golpeaba la vela y usaba el mandil en el tabernáculo inventado por los ingleses. Lo que se dice una bellecita. Pero de allí a decir que luterano tiene una parte de lútero y otra del ano, no. Eso no me consta. Más aún: me parece una grosería de un mal educado como decía mi tía Clarisa que me daba clases de castellano.
    En la Inglaterra de nuestros días, la Masonería esta amparada por una ley especial del Parlamento, como Sociedad Secreta, y no sólo es patrocinada por los nobles del reino y la cáfila de turiferarios que la sirven desde adentro y desde afuera del reino, sino que hasta la soberana es patrona de la Institución Real Masónica para Niños. El heredero al trono, el Príncipe de Gales es, a su vez, Gran Maestre de la Gran Logia de Inglaterra y Gran Patrono de la Orden.
    La dispersión de las filiales por Europa
    Sea como fuere, lo cierto es que, por lo que después se vio, la masonería inglesa comenzó a moverse por el resto de los países de Europa a partir de las fechas que van de 1717 a 1723. Felipe, duque de Wharton de sexo dudoso, célebre por su impiedad y libertinaje, fue elegido Gran Maestre de la Logia de Inglaterra en 1722. Bajos sus auspicios actuaron Anderson y Désaguliers. En 1720 eran 25 las logias fundadas; en 1725 ya llevaban 50, y en 1737 el Príncipe de Gales pertenecía a la Orden (digamos que como ahora). Al mismo tiempo la Gran Logia de Inglaterra creó sus filiales en forma casi simultáneas en: Irlanda, España, Portugal, Bélgica, Alemania, Holanda, Suiza, Dinamarca, Suecia, Rusia, Polonia, Italia, Estados Unidos, India y Africa.
    Observe el lector que, en los países donde la Gran Logia creó sus filiales, fueron colonias descubiertas y saquedas sin conmiseración (caso de Irlanda, la India y África, por ejemplo), o encubiertas (caso de Portugal y España) de Inglaterra; aliados (el caso de Rusia, Polonia, Suecia e Italia) para la guerra; o naciones que tuvieron que ver con el famoso equilibrio europeo que inventaron los británicos para justificar sus agresiones; o bien que su posición geopolítica las hacía indispensables a los fines de la dominación inglesa en el continente (casos de Bélgica, Holanda y Dinamarca). Porque geopolíticamente hablando los Países Bajos son a Europa lo que Israel es a la Media Luna de las Tierras Fértiles. Quien tenga estos puntos, maneja el resto con solo mover un dedo. Funcionan en la tierra como los estrechos en el mar. Por eso el Señor de Israel, que de geopolítica sabía un montón, le dio a sus preferidos esas tierras y no el Líbano, Siria o el Irán, por ejemplo.
    De manera que los primeros pasos que dio la masonería fuera de Inglaterra fue como poderosa herramienta de dominación disfrazada de filantrópica y otras mojigangas. De forma tal que la Gran Logia de Inglaterra y la Tercera Orden de la Iglesia Anglicana vinieron a ser, y antes que todos, la columna vertebral del Imperio Británico. Y las dos organizaciones fueron y son manejadas por Su Majestad, para que nadie se equivoque. Hoy por doña Isabel II, casi momificada la pobre y martirizada por artritis reumatoidea, que aparentemente la usan para los desfiles, el protocolo y las estampillas. Mire don lector: en la Mancomunidad Británica no hay un solo cabello que se caiga de alguna cabeza, ni brizna de pasto que se corte, que no esté autorizado por ella. Es muy sencillo esto.
    Aparece la voz de los Papas
    A veinte años de haber sido fundada oficialmente la secta masónica en Londres, el Papa Clemente XII, en su encíclica In eminenti del 28 de abril de 1738, condenó y prohibió para siempre a las sociedades masónicas, como “perniciosas para la seguridad de los estados y la salvación de las almas”; fulminando contra ellas la excomunión mayor, y ordenando a los obispos que procediesen contra sus adeptos como si se tratase de verdaderos herejes, “enemigos de la seguridad pública”, pues “corrompen los corazones de los hombres sencillos y los traspasan con dardos envenenados (…) Después de haber reflexionado con madurez y de haber adquirido en este punto una completa certeza –agrega el Papa-, hemos decidido, por justos y razonables motivos, condenar y prohibir las dichas sociedades, reuniones y asociaciones constituidas con el nombre de francmasonería o con cualquier otra denominación.”
    Bajo las afectadas apariencias de una natural probidad que se exige a los masones y con la cual se contentan –dice inclemente Clemente XII-, han establecido ciertas leyes y estatutos que atan mutuamente; pero como el crimen se descubre por sí mismo, estas reuniones se han hecho sospechosas para los fieles. Y si todo hombre honrado considera el hecho de estar afiliado a ellas, como un signo inequívoco de perversión (…) Si sus principios fuesen puros no buscarían con tanto cuidado la sombra y el misterio.”
    En verdad, lo que hizo Clemente XII, fue asociarse al clamor de los reinos y de sus pueblos. En efecto: antes que él, la masonería había sido prohibida y perseguida en Holanda (1735, un año después de su establecimiento en aquel reino), en Hamburgo, Suecia y Ginebra, también en 1735. Las logias de Zurich, Berna, España, Portugal, Italia y Polonia fueron clausuradas después de aparecida la bula pontificia. A las que se asociaron poco después Baviera, Rusia, Austria y Turquía. Benedicto XIV también la condenó en 1748, es decir 13 años después.
    Aparecen las 24 condenas papales por falta de una
    En 1935 la prohibió el IIIer. Reich en Alemania; en 1936, Mussolini en Italia, y en 1939 Francisco Franco en España (emitiendo uno de los mejores documentos que existen contra los satanistas). Cabe destacar que las prohibiciones en Alemania e Italia fueron seguidas de violentos allanamientos donde se encontró valiosa información, como por ejemplo planes futuros que la masonería estaba resuelta desatar en distintas naciones (concretamente el caso España de 1936 a 1938), también se explicaban muchos hechos del pasado. El fruto de estos allanamientos fue publicado en millones de ejemplares en versiones en alemán y en italiano. Dicen que hubo ejemplares en castellano traducidos en España. Sin embargo no ha sobrevivido ninguno ni como copia, lo que ya prueba dos cosas: que evidentemente decían la verdad y que los hermanos fueron muy prolijos para hacerlos desaparecer.
    Los Pontífices que condenaron a la masonería fueron: Gregorio XVI (1832), Pío IX (en 1846, 1849, 1854, 1859, 1862, 1864, dos veces en 1865, 1869, 1873, 1875 y 1876), León XIII (una serie de documentos que van de 1878 a 1903, 1884, San Pío X (1911); la Congregación del Santo Oficio (1884); el Concilio Plenario Americano (1889); el Código de Derecho Canónico (Canones 684 y 2335 de 1918); Pío XI (1931 y 1932), etc.
    De toda esta cascada de condenas por más de 197 años, no cabe duda que el documento más claro y que pinta a la masonería tal cual es, ha sido la encíclica Humanum Genus del Papa León XIII, del 20 de abril de 1884. Nadie, absolutamente nadie puede decir, a partir de la Humanum Genus, que fue engañado por la masonería o que no sabía de qué se trataba. Y hoy en día tiene tanta vigencia como hace 113 años. El dolor de los hermanos tripuntes es que la Humanum Genus es, sencillamente irrebatible. Prometo hacer, pronto, un comentario de ella.
    Para terminar con este acápite debo agregar, obligadamente, la íntima conexión entre el comunismo (desaparecido sólo formalmente) condenado por Pío XI, el socialismo marxista y el comunismo (en su versiones leninista, trotskista y enseguida estalinista: todos judíos y todos masones, incluido el Patriarca Marx que era rabino además), condenados por Pío IX y León XIII, que hicieron su irrupción en la historia en 1846 y que se hallan estrechamente vinculados, como lo anunció León XIII y lo confirmó Pío XI, con el filosofismo, el liberalismo económico (obra cumbre del racionalismo Iluminista, con sus dos brazos; uno ejecutor: el capitalismo, y el otro dominador: el imperialismo), y la masonería del Siglo XVIII.
    La masonería es una verdadera antigualla
    Este dicho es un caballito de batalla que anda suelto con el apero bien cinchado, sin bozal ni nada que lo sujete. Como no me voy a poner a rebatir aquí semejante sandez, reproduciré lo que sigue, que nunca fue desmentido ni rebatido hasta el día de hoy: “Nada se ha modificado en la legislación de la Iglesia con respecto a la masonería. Los cánones 684 y 2335 se hallan en pleno vigor hoy como ayer. Su bandera de aconfesionalidad, neutralidad y concordia universal, conduce naturalmente a la indiferencia religiosa, es una bandera anticatólica y niega el primado absoluto que se debe dar a la verdad en todos los dominios, especialmente en religión. Los binomios “católico-masón” (traducido a nuestra jerga actual sería funcionario) “católico-comunista” (que debe leerse como progre) son una burla para nosotros que no queremos contaminaciones y que sabemos que no haya nada en el mundo que sea más grande que un cristiano verdadero, sin adjetivos sin aditamentos (cuidado católicos carismáticos, por ejemplo). La Iglesia posee un contenido doctrinal divino que es la revelación de Dios. Sobre tales elementos no pueden existir componendas de ninguna clase (precaución iglesia clandestina de Quilmes) sino tan solo una fidelidad absoluta, una noble y gloriosa intransigencia sobre lo que es verdad divina y conformidad de vida en la revelación (Bergagoglio me parece que te están llamando). Sólo la verdad nos hará libres, no los compromisos ni los hibridismos que deshonran a la razón y que son, además, una ofensa para nuestra fe” (Monseñor Mariano Cordovani, Maestro del Sacro Palacio, en L’Osservatore Romano del 19 de marzo de 1950).
    La Masonería Inglesa: una herramienta fenomenal
    Cuando Inglaterra desembarca en la Península Ibérica ocupada por Napoleón, quedó atada de pies y manos, respecto de sus ambiciosos planes para separar a España de sus posesiones ultramarinas. Simplemente porque como aliada de España no podía aparecer ante la comunidad europea, aunque en un segundo plano, alentando, favoreciendo o provocando la independencia Hispanoamericana. Si lo hubiese hecho tal vez perdería a todos sus aliados en la lucha contra el Gran Corso y el bloqueo continental se prolongaría indefinidamente. Por otra parte la situación social en la isla, que se acarreaba desde 1790, estaba en 1808 en su punto más álgido (expectativas de vida de un pobre: 25 años; de un rico 50), al extremo de que algunos autores sostienen que se estuvo muy cerca de producirse en Londres una segunda Revolución Francesa. Entonces, ¿qué hacer? ¿Acaso estudiar lo que se venía delineado desde 1780 y llevado a la práctica en 1805, 1806 y 1807? Evidentemente no.
    La otra alternativa era dejar en el congelador los planes e ideas pergeñadas hasta que soplasen mejores vientos, entre ellos el Plan Maitland. Sin embargo la guerra, iniciada en Portugal primero y en España después por la invasión napoleónica, amenazaba con ser muy larga, como efectivamente se verificó, por lo que esperar su finalización era otro desatino. A este cuadro siniestro habría de sumársele la presión ejercida sobre la corona por los financistas (usureros) de la City londinense y de los sectores asociados a ellos: los de la producción (entonces deudores morosos de la usura) imposibilitados de vender sus manufacturas (fabricadas a destajo por el maquinismo), se encontraban en situación de quebranto económico ¿Entonces Inglaterra se vio en un callejón si salida? Así hubiese ocurrido de no contar Inglaterra con la más formidable herramienta jamás inventada: la masonería.A ella se le encomendó esta tarea. Tan silenciosa como eficiente.
    La masonería, amparada como hoy mismo, en inofensivas ideas de libertad, igualdad y fraternidad, portadora de ideas supranacionales, disfrazado su matiz extra nacional con mil caras, derramada a los cuatro vientos, sin fronteras que la sujeten, censuren o frenen, enemiga acérrima de las ideas de patria y de la religión, luchadora incansable contra las tradiciones de los pueblos, dirigida por cien cabezas (pero que respondían a una sola), y amparada por el más estricto secreto, era el instrumento ideal para prestar asistencia indirecta a los revolucionarios hispanoamericanos. Esto no debió pasar inadvertido a los masones británicos, entre los cuales figuraba a la cabeza, el Príncipe Jorge (Regente por la locura de su padre desde 1810 hasta 1820 y después rey hasta 1830), quien fue el primero, a pesar de ser un tarambana, en manifestar su desacuerdo sobre que Gran Bretaña diese su apoyo formal a las insurrecciones en América Española.
    Este Príncipe, el primogénito de Jorge III, luego rey Jorge IV hasta 1830 como acabo de decir, había sido iniciado en la secta satánica en 1787 en la Logia Príncipe de Gales cuando tenía 25 añitos de edad. En 1811 era Gran Maestre de la Moderna Masonería Constitucional Inglesa. Su juventud fue borrascosa y a pesar de llevar una vida prostibularia y de lobizón por las noches, se casó en secreto con una viuda más vieja que la achicoria y a pesar de ser católica: Fitz-Herbert, con la condición de que le pagase todas las deudas que tenía colgadas en las gancheras de las tabernas, bodegones y casas de lenocinio. En 1795, mejorando la puntería, se casó con su joven prima Carolina de Brunswik, que tenía más dinero que la añeja primera esposa, la que también hubo de saldar las deudas del calabacín trotacalles.
    Por su parte Duff (solterón de sexo dudoso como todos los que rodearon a San Martín, incluido Wellington que hizo con Catalina Pakenham -1806 en Londres- lo mismo que hiciera el Libertador con Remedios-1812 en Buenos Aires-), el íntimo amigo de San Martín en España y luego en Escocia, fue iniciado en la secta en 1802. A su regreso a la isla fue nombrado Maestro de Culto y en 1814 recibió el cargo de Gran Maestre Encargado de la Gran Logia de Escocia, domiciliada en Edimburgo, cuyo Gran Maestre era, precisamente el Príncipe Regente.
    La Masonería Mirandista
    Para obtener los objetivos independentistas, de apariencia libertaria (exotérica) y de fondo británicos (esotérico), que se había propuesto Francisco de Miranda (1750-1816), venezolano por nacimiento y General inglés por convencimiento, ninguno de los ritos masónicos existentes, podía ofrecerle mayores ventajas que el llamado entonces Rito Moderno Francés al cual se hallaba afiliado desde 1796, presentado por María José Marqués de La Fayette (1757-1834) el mejor discípulo en Francia del fundador del Iluminismo, Adam Weishaupt (1743-1830), los cuales tres, como se ve fueron, prácticamente, contemporáneos.
    Dicho rito masónico consta de cinco grados: tres son simbólicos, aprendiz, compañero y maestro; y dos grados superiores o dogmáticos, Rosa Cruz y Caballero Kadosch.
    Miranda instituyó en la casona de Graften Street, Fitzroy Square, número 26, de Londres, una logia de este tipo a la que denominó Lautaro. Poco tiempo después instituyó otras dos que se denominaron Caballeros Racionales y Gran Reunión Americana. Muchos autores masones y no masones, han considerado a estos tres conventículos como uno sólo, armando un embrollo fenomenal. Pero no fue así. Los tres nombres o títulos se correspondían con tres talleres bien diferenciados, que fue el trípode sobre el que se asentó la Gran Logia Regional Americana, que era todo un Gran Oriente, dependiente de la Gran Logia de Inglaterra.

    La Fayette, Washington y Miranda. Tres hombres aparentemente diferentes y un solo corazón: Falta Adam Weishaupt que lamentablemente no aparece retratado.

    En ocasión de la fundación de la Lautaro, Miranda contó con la decidida colaboración de: Saturnino Rodríguez Peña, del sacerdote Servando Teresa Mier, Santiago Mariño, Benito Lizárraga, Olavide, Pozo, Sucre, Lord Mellville (Henry Dundas), Duff, conde de Fiffe, Sir Home Popham, Sir David Bair y otros ingleses que pertenecían de antaño a la masonería británica. Como se puede observar la logia quedaba automáticamente enlazada con los masones del gobierno de Pitt (que también lo era, como su padre que sirvió a los reyes Jorge II y III, ambos de larga trayectoria masónica), y con la virulenta masonería escocesa a través de Duff, el gran amigo de San Martín en España y luego al iniciar su ostracismo voluntario en la isla.
    La Lautaro hace que aparezca la pata de la sota
    Respecto origen del nombre Lautaro los autores de los más diversos pelajes, incluidos los masones siempre traviesos, se han echado a volar con su imaginación peregrina. Pero casi todos convergen, con pequeñas diferencias, en que se dio este nombre en memoria del cacique araucano Lautaro inmolado en 1553, tiempos de la Conquista del Reino de Chile por Valdivia, y que fuera inmortalizado en la bella poesía romancera por don Alonso de Ercilia y Zúñiga. Recordamos de paso que este indígena había sido paje de Valdivia hasta la batalla de Tucapel en que es muerto el jefe castellano, y fue entonces cuando Lautaro se pasó al bando contrario donde, entre otros, militaba el célebre Caupolicán, que también es de leyenda.
    Sin embargo el historiador don Vicente F. López (masón como su padre), al referirse a la Lautaro afirmó que “el nombre de Lautaro no fue un título ocasional sacado al acaso de la leyenda araucana (…) sino una palabra intencionadamente masónica y simbólica, cuyo significado específico no era Guerra a España sino Expedición por Chile, secreto que sólo se revelaba a los iniciados al tiempo de jurar el compromiso de adherirse y consagrarse a ese fin” (Historia Argentina, Tomo IV, pág. 270).
    Pero el Director de la Biblioteca de la Masonería en Buenos Aires, don Antonio R. Zúñiga, hace con estas palabras de López una deducción acertada para su tiempo: “Hay en tal afirmación un error –dice Zúñiga, masón irredento-. San Martín tomó el nombre de Lautaro de la logia fundada por Miranda, como O’Higgins lo hizo a su vez de la logia de Buenos Aires; y siendo ello así, mal podía entonces el general Miranda saber, en 1806, que San Martín llevaría a cabo, años más tarde, la expedición a Chile” (La logia Lautaro y la Independencia de América, Cap. II, pág. 37, Bs. As. 1922).
    Bien: ¿qué tenemos por aquí? Primeramente que O’Higgins conocía el nombre Lautaro desde Londres, donde vio fundar la logia a Miranda y sabemos que fue una de sus manos derechas. Seguidamente que en 1922, Zúñiga no sabía lo del Plan Maitland que descubriría el doctor Terragno en 1981. Pero, evidentemente algo conocía don Vicente F. López que llegó a ser Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo Grado 33 del Escocismo (título que compartió con personajes como Sarmiento, Leandro N. Alem, general Agustín P. Justo, generales Julio Argentino y Rudecindo Roca, Joaquín V. González y unos 35 más que tengo contados hasta ahora). Pero Zúñiga, que evidentemente no comía vidrio, dice que “le ha llamado la atención” este hecho (lo que dice López) y más adelante agrega, completamente extrañado, que Lautaro “constituía una palabra registrada en el ritual del primer grado”, donde comienza a sospechar, para finalizar diciendo: “puede muy bien haber tenido asimismo (la palabra Lautaro), otras aplicaciones que nosotros no conocemos” ¿Qué me dice lector que se ha quedado callado? ¿Acaso no es sorprendente que ni los mismos masones puedan desentrañar a los masones?
    En la página siguiente vemos el local donde funcionaba el Templo de la Logia Lautaro de Buenos Aires. Se encontraba ubicada en calle de la Barranca (hoy Balcarce antes de llegar a Venezuela). Hubo serios intentos de conservarla como Patrimonio Histórico Nacional. Digamos a nivel de la Casa de Tucumán o del Cabildo porteño. Una fría mañana la sorprendió reducida a cascotes por la pica inclemente y el martillo pilón. Los fascistas seguramente. Fue una gran pena.
    Entonces, ¿qué significaba la palabra Lautaro? Evidentemente del indígena, los masones, anglófilos de la primera hora, deslumbrados como los bichos por la luces de Londres, ni se acordaron. Entonces, ¿cómo sería este puchero? Si en lugar de Lautaro leemos L:A:U:T:A:R:O, como un anagrama, se pueden formar hasta 20 epígrafes, que justamente los tengo a mano, pero no los transcribiré, porque la mayoría carece de sentido. Solamente 6 de ellos me convencieron y uno sólo por sobre ellos y que es como sigue: Logia Aceptada y Unida en Talleres para la América Regenerada en la O (recuerdo de paso que esta figura O, no es la letra “o” sino un círculo –el mundo, el universalismo- es el emblema masónico por excelencia; los lautarinos firmaban en la parte posterior de su correspondencia –O-; -OO- y –OOO-, que da los grados de confidencialidad y urgencia en la comunicación de hermano a hermano o entre talleres). Puede ser, sin embargo, que Lautaro fuese ya dos cosas: un anagrama y que además revelara el PlanMaitland: el camino es por Chile, como lo dice don Vicente Fidel López, que de esto sabía más que todos los masones juntos. Por este motivo se agregó la palabra en el juramento del PrimerGrado, como queriendo decir que viniendo la orden desde Inglaterra (sede de la matriz lautarina), todo el mundo masónico se debería poner a trabajar por el objetivo trasandino sin dilaciones.
    Entre Cádiz y Buenos Aires
    Como ya lo he dicho, en 1807 reinaba en Inglaterra Jorge III, medio loco pero rey al fin; lo acompañaba su Ministerio de los Talentos, integrado por: Lord Grenville como Primer Ministro; Charles James Fox a cargo del Foreing Office; William Windham (discípulo de Edmund Burke y funcionario del primer gobierno de Pitt) en la cartera de Guerra; Lord Howick (más conocido como Earl Grey) un admirador de Fox; Lord Sidmouth (cuyo nombre era Henry Addington, responsable de la Paz de Amiens); Tom Grenville, hermano del Primer Ministro y Lord Holland, sobrino de Fox. Era esta una ensalada de whig (liberales) y tories (conservadores), hasta ayer irreconciliable y entonces unido por las maravillas que hace la masonería.
    En ese año de 1807, Miranda, mandado por estos Talentos ingleses que eran los que le pagaban, como en los tiempos de Pitt (y el libertador venezolano se quedaba con los vueltos), desembarcó en Gibraltar. De allí pasó el paredón que hace de frontera y entró en Cádiz (ciudad muy vinculada con las invasiones inglesas a Buenos Aires de 1806 y 1807, pero que nunca se la nombra), para establecer una logia en ese puerto español (aparte de las fundadas por Cagliostro unos años antes). Un autor masónico ha dicho que “para pertenecer a la Lautaro se debía ser masón necesariamente”. Y mire don lector: todo indica que debió ser así; yo no me voy a desgañitar explicando lo contrario.
    Dice Mitre que a principios del Siglo XIX la Sociedad de Lautaro tenía ramificaciones (talleres) por toda España, que estaban afiliadas a la Gran Reunión Americana, establecida por Miranda en Londres (sospecho que Mitre quiso decir Gran Logia Regional Americana). Y fue justamente en Cádiz donde San Martín se embarca en 1811 con rumbo a Inglaterra.


    Interior del Templo de la Logia Lautaro. El antro está alumbrado con velas. Listo
    para la tenida. En el dosel del fondo se destaca la estrella pentada. Sí, la misma
    que tiene la bandera de los EE. UU., la de la Rusia Comunista, la China de Mao,
    la cubana del Cuco, la chilena de Allende, la que luce el Che Guevara en su
    boina y la que hoy se ve en Plaza de Mayo. Si. Es la misma. ¿Por qué será?
    La mayoría de los autores masones y no masones están contestes en que San Martín fue iniciado al año siguiente, es decir 1808, en una de las logias que Miranda había fundado en Cádiz con cartas constitutivas de la Gran Logia de Inglaterra, llamada Legalidad, donde se le habría asignado el nombre de Hermano Inaco (Inaco es un héroe mitológico nativo de Argos o de la Argólida, ciudad de la Morea en el Peloponeso; era hijo del Océano y de Tetis; rey de Caria y primer rey legendario de Argos; etc.). También estos autores, masivamente, han aceptado que San Martín salió de Inglaterra a fines de 1811 con el Grado 5°. Claro está que ninguno dice de qué Rito que, en definitiva, es lo más importante. Pero como sabemos que todas las logias mirandistas fueron del Rito Francés o de La Fayette, el Grado 5° es el último, y se corresponde con el de Caballero Kadosch.
    Esta deducción tan simple y que hoy no admite discusión, me ha llevado a pensar que el masonismo de San Martín debió ser muy viejo. Es impensable suponer que San Martín pasó en tres años de lobatón a Caballero Kadosck. No. Tenga la seguridad el lector que en la Masonería estas cosas no pasan. En el Rito Escocés de Antiguos y Aceptados Masones (REAAM) donde de los 5 grados se han hecho 33, por méritos se puede saltear uno, dos y tal vez tres grados. Pero en el constreñido Rito de Lafayette no. Allí se debe permanecer y dar testimonio en cada grado.
    El masón arrepentido Luis Blanc (Historia de la Revolución, Tomo II, pp. 80 y 82), dice que “Kadosch” (en hebreo: El Santo; ¿acaso le vendrá de allí lo del Santo de la Espada que le endilgó a San Martín don Ricardo Rojas que era masón y de esto sabía más que nosotros?), “es el Hombre Regenerado, santuario tenebroso cuyas puertas no se abrían al adepto sino después de una larga serie de pruebas (algunas humillantes, agrego yo, como la sodomía, repetida dolorosamente o con gusto en varios grados, ¿será por esto que dicen se le abrían las puertas?), contestadas de manera que comprobaran los progresos de su educación revolucionaria, la constancia de su fe (masónica) y la fortaleza de su corazón (dormido en Inglaterra).”
    Por el otro lado no hay ninguna constancia de que Maitland fuese masón. El único indicio es que era parroquiano de la Taberna de los Masones, punto de reunión de los Amigos del Pueblo, formado por un grupo de parlamentarios del cual el propio Maitland era un miembro prominente. De este cuchitril misógino se abastecía el rey para formar sus gabinetes, como el de los Talentos, por ejemplo. Funcionaba como un banco de cerebros al cual se acudía en busca de personajes hábiles para la corona. De manera tal que cualquiera que de allí se tomase, se tenía la razonable certeza de que era masón y que había estado bajo la lupa por varios años. No había posibilidad de yerro: era canalla confirmado. El líder de este grupo era James Mackintosh, un famoso masón y abogado perpetuo de la independencia Sudamericana. De manera que cuando don Jorge III necesitaba un hombre de tales y cuales características se lo pedía a Mackimtosh y este se lo remitía con franqueo pago. Este Mackintosh era amigo desde su niñez de Cochrane y consecuentemente de Maitland.
    Dentro de la masonería el caso Maitland es como el caso de San Martín (y el de Lonardi sin ir muy lejos): todos los círculos que frecuentó y las amistades que tuvo hasta su muerte fueron masónicas, pero se duda si él lo fue o no. Entonces le pregunto al lector: ¿usted, cuántos amigos masones tiene?, o, ¿cuántas veces fue invitado a un templo masónico a presenciar una tenida blanca? Luego dígame como hacían estos para vivir entre masones sin serlo, y qué veían los masones en él que lo aceptaban sin más trámite. Pero no negaré que esto pudo ser posible, porque estos hombres eran maravillosos, ¿o no?
    Sin embargo las confirmaciones de las vinculaciones de San Martín con la masonería parecen emerger de sus actos posteriores a su visita de cuatro meses a Inglaterra. La logia masónica erigida por Silva Cordeiro en el Barrio de Las Catalinas en la calle de la Santísima Trinidad, entre Santo Tomás y Santa María (hoy San Martín, entre Paraguay y Charcas) con el exequatur acordado por la Gran Logia de Pensilvania (EE. UU.), que le daba el carácter de legal, había desaparecido en 1804, pero abatió sus columnas en 1810. Después vinieron, junto con el invasor, las logias inglesas que en total fueron tres. Pero al llegar don José a las Balizas de su Majestad en el Río de la Plata, la única organización que se encontraba en pie era la Sociedad Patriótica. Según el masón Zúñiga (op. cit., Cap. X, pág. 152), al pisar la ribera de Buenos Aires, venía San Martín con un estudio detallado de cuanto acontecía masónicamente en la ciudad y el nombre de dos referentes principales: Manuel de Escalada (un bastardo de la familia Escalada, reconocido posteriormente en España; después su suegro) y el tucumano Bernardo de Monteagudo.
    Junto con Carlos María de Alvear y Matías Zapiola (ambos iniciados en Cádiz) fundó lo que en términos masónicos se denomina un triángulo (un taller o logia), compuesto de tres luces (autoridades superiores de una logia), que serían: Venerable, Secretario y Orador. Esto, en la jerga masónica se denomina logia legal o logia perfecta. Establecido el triángulo se adquirió, a principios de mayo de 1812, un caserón cuya fotografía y domicilio ya he expuesto. En breve plazo ingresaron al taller y en el siguiente orden: Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo, Manuel S. de Anchorena, Julián Álvarez, Alejandro Murgiondo, Teniente Coronel Manuel Pintos, doctor Antonio Sáenz, Bernardo Vélez y Tomás Guido.
    Recibió esta logia el nombre de Lautaro y su matriz se encontraba en Gran Bretaña. Ahora bien: esta logia se componía de dos cámaras o secciones: la simbólica o azul (el azul cardo de los ingleses que ellos llaman tiestle, el de la Orden de la Jarretera) que consta de los tres primeros grados (la craft masonery o fuerza de choque de la masonería); y la superior o roja compuesta de los grados 4° (Rosa Cruz) y 5° (Kadosch). A esta cámara San Martín la denominó Gran Logia de Buenos Aires. Esta fue la que actuó políticamente con prescindencia de la Lautaro. Los miembros de la Lautaro jamás participaron de las deliberaciones. Es decir, lo que los historiadores tratan como un organismo, en realidad y efectivamente, fueron dos. Que entre ellos existiría cierta correspondencia o relación, no lo dudo, pero siempre las aguas separadas.
    En la página siguiente, vemos la banda masónica usada en la Lautaro. Cuando se incendió el Colegio del Salvador en 1875 la encontró Enrique B. Moreno, que era Jefe de Policía, luego embajador, Senador Nacional, Comandante General de Marina y masón. Sobre ella hago una sola pregunta: ¿qué hacía esta banda en un Colegio Confesional como el del Salvador?¿Y los curas la tenían como reliquia o la tenían porque la usaban?


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