El día de la Industria (2 de septiembre de 1587)
Fuente
: Felipe Pigna.
Desde 1941 se celebra en Argentina el 2 de septiembre como el día de la industria en homenaje a un episodio,
que bien analizado, no deja de ser todo un símbolo del "ser nacional" y del estado actual de la actividad
productiva más vapuleada desde aquel fatídico 24 de marzo de 1976, que implantó el modelo de
desindustrialización afianzado por los jinetes de nuestro Apocalipsis, Menem-Cavallo-De la Rúa & Company
entre 1989 y el 2001.
Debe haber pocos países en el mundo, por no decir ninguno y aumentar nuestro Ego, por aquello de la
originalidad nacional, que para homenajear a su Industria Nacional, elijan un hecho delictivo, concretamente, un
episodio de contrabando. Eso fue lo que ocurrió aquel 2 de septiembre de 1587 en el territorio que hoy
conocemos como la República Argentina y que entonces pertenecía al Virreinato del Perú.
El calendario recuerda aquel 2 de septiembre de 1587 cuando zarpó del fondeadero del Riachuelo, que hacía las
veces de puerto de Buenos Aires, la carabela San Antonio al mando de un tal Antonio Pereyra con rumbo al
Brasil.
La San Antonio llevaba en sus bodegas un cargamento proveniente, fletado por el obispo del Tucumán Fray
Francisco de Vitoria. Se trataba de tejidos y bolsas de harina producidos en la por entonces próspera Santiago
del Estero. Lo notable es que dentro de las inocentes bolsas de harina, según denunció el gobernador del
Tucumán Ramírez de Velasco, viajaban camuflados varios kilos de barras de plata provenientes del Potosí, cuya
exportación estaba prohibida por Real Cédula. Es decir que la "primera exportación argentina" encubre un acto
de contrabando y comercio ilegal.
Negocios en el Tucumán
El Obispo Francisco de Vitoria había servido en Charcas a un mercader y allí pudo entablar relaciones
comerciales con los miembros más notables de la Audiencia, lo que le permitió obtener un permiso para
importar esclavos desde el Río de la Plata. Hasta entonces no había entrado ni un solo esclavo por Buenos
Aires. Vitoria fue el pionero del tráfico negrero en estas tierras. Sin embargo el Consejo de Indias lo había
propuesto “por ser muy buen letrado y predicador” y por poseer excelentes recomendaciones por su pasado de
consejero de la Inquisición en España.
En 1586, fue nombrado Juan Ramírez de Velasco gobernador de Tucumán. Sus primeras medidas fueron
condenar el concubinato ("amancebamiento"), la sodomía y el estupro. Sus principales enemigos eran el obispo
Vitoria y sus socios de la Audiencia de Charcas. El gobernador denunció el contrabando practicado
sistemáticamente por Vitoria, pero los miembros de la Audiencia, que estaban en el negocio, parecían no "oír"
sus reclamos.
Decía en sus notas “en esta ciudad está la iglesia catedral y por obispo de ella don Francisco de Vitoria, de la
orden de Santo Domingo, (...) que si hay escasez de sacerdotes se debe, no a la pobreza de la tierra, sino a los
malos tratamientos del prelado porque aun los legos no lo pueden sufrir. A mí me ha excomulgado dos veces.
Todo su negocio es tratos y contratos".
Ramírez de Velasco, ya que no podía con el Obispo, empezó a hacer justicia con sus amigos. A un tal García de
Jara que había matado unos 11 indios y realizado unos "nueve estupros con fuerza en indias pequeñas, que por
serlo mucho murieron seis y realizado muchas difamaciones por ser uno de esos que lavan su lengua en honras
de mujeres honestas", mandó que le cortasen la lengua y la clavaran en un madero y lo que quedaba de él, que
lo colgaran "hasta que muriera de muerte natural".
El obispo, que tenía más de 20.000 indios en encomienda, no prestaba mucha atención a lo que decía San
Jerónimo (¿347?-420) "Como el mercader nada agrega al valor de sus mercaderías, si ha ganado más de lo que
ha pagado, su ganancia implica necesariamente un pérdida para el otro; y en todo caso el comercio es siempre
peligroso para su alma, puesto que es casi imposible que un negociante no trate de engañar". Ni a San
Ambrosio (340-397), que condenaba sin soslayos la propiedad privada: "todo lo que tomas sobre tus
necesidades, lo tomas por violencia. Dios, ¿habría sido bastante injusto para no distribuir con igualdad los
medios de vida, de manera que tú estarías en la abundancia, mientras que otros sufrirían necesidades? El pan
de los hambrientos es el que tú acaparas, el traje de los desnudos es el que guardas, el dinero que tu ocultas es
el rescate de los desgraciados".
El gobernador se expresaba en estos términos en una carta al Rey Felipe II: “El obispo Vitoria tiene
amedrentados a vuestros vasallos con sus continuas excomuniones y su vida y ejemplo no es de prelado sino de
mercader (...) No he visto que haya acudido a las cosas de su cargo ni le he visto en la iglesia ni entiende en la
conversión destos pobres naturales (...) y en el entretanto que andaban las procesiones estaba él por sus
manos haciendo fardo para llevar al Brasil (...) y llegaron sesenta negros que le dejaron los ingleses (...) vino a
esta ciudad con ellos (...) deja de acudir al oficio de pastor para acudir al de mercader sin acordarse destas
pobres ovejas (...) y en sabiendo un pecado o liviandad de alguno le hace proceso, y el tal culpado, por no venir
a sus manos le da cuanto tiene (...) lo que se ha podido averiguar del oro y la plata que el obispo envió al
Brasil son los mil y quince marcos de plata blanca y treintinueve marcos de oro de ocho onzas más trescientos
setenta pesos de oro de 22 quilates y dos cadenas que pesaron ciento y noventa y cinco pesos y quince marcos
de plata labrada que envió el dicho en el dicho navío a Manuel Tellez Barreto, gobernador de Bahía”.
La “nave del Día de la Industria” emprendió su regreso con ciento veinte pasajeros involuntarios (esclavos
negros, destinados a las minas de Potosí, y varias decenas de campanas y cacerolas), pero fue abordado por el
pirata inglés Thomas Cavendish y sus hombres. Al pirata, poco afecto a los rezos y sermones, no lo amedrentó
la presencia del obispo, y se robó el barco con toda la mercadería y la mitad de los esclavos.
Vitoria, entonces, debió hacer obligadamente voto de pobreza y caminar casi desnudo hasta Buenos Aires,
donde fue rescatado y, para desgracia de Velasco, devuelto a su diócesis.
Pero al año siguiente, vendió 60 esclavos en Potosí y reunió un capital interesante como para insistir con su
negocio, esta vez en un navío propio y con pasajeros que llevaban, entre todos, de 40.000 a 45.000 pesos. Sin
embargo, fueron sorprendidos por un temporal muy fuerte y “dieron al través de la otra banda del río” –como
informaba el gobernador del Tucumán en diciembre de 1588–, donde los náufragos enterraron la plata y
anduvieron prófugos de los indios, hasta que los salvó una expedición salida de Buenos Aires. El obispo rescató
15.000 pesos que tenían los naturales; según el gobernador, porque “Dios no miró las ofensas que le ha hecho
su desenfrenada lengua”. Aparentemente el Todopoderoso se arrepintió, porque en Buenos Aires el gobernador
Torres de Navarrete, amigo de lo ajeno y del mencionado español de los cien años de perdón, se echó sobre la
plata, tomó 5.000 pesos y el resto lo repartió entre los vecinos; con lo cual Vitoria y su gente tuvieron que
volverse al Tucumán caminando. Algunos herejes suponen que el obispo del Tucumán fue el precursor de las
peregrinaciones a pie en nuestro país.
Los cabildos de la región comenzaron a protestar contra el obispo que no se ocupaba "de las cosas de la fe",
sino de los negocios.
El sucesor de Ramírez de Velasco, Hernando de Lerma, llegó a desterrar al deán Francisco de Salcedo,
nombrado por Vitoria, a la ciudad de Talavera del Esteco. Allí Salcedo sublevó a la población y transformó al
convento mercedario "en ciertas horas en cuartel y en otras en una casa de placeres". Parece que por las
noches apenas terminadas las oraciones del templo, se abría la puerta falsa del convento y entraban
sigilosamente mujeres embozadas. Talavera era la "ciudad de la lujuria” y Salcedo se transformó en el caudillo
de Talavera del Esteco en abierto desafío al poder de Tucumán.
Todos estos episodios culminaron con la separación del obispo de su diócesis. El gobernador del Tucumán lo
acusaba de haber expulsado con sus malos tratos a casi todos los sacerdotes de su diócesis y, suprema ofensa
para la época, dejó entender que el obispo era "cristiano nuevo", es decir, judío. En aquellos tiempos la "pureza
de sangre" era un argumento decisivo. En un Estado que había usado para consolidarse el molde y yunque de
la religión, todos los que no podían demostrar su linaje cristiano estaban discriminados de antemano. Por lo
cual, la acusación de ser un marrano -un judío convertido que seguía respetando la fe de sus mayores- o
incluso un cristiano nuevo era un arma letal y muy fácil de usar: no había nada más eficaz contra un enemigo
que proclamar que no era un creyente verdadero.
Pero lo que seguramente nunca imaginó el creativo obispo Francisco de Vitoria es que su acto se transformaría
en todo una alegoría de la Argentina contemporánea y que se le asignaría un espacio destacado en la
caprichosa efeméride oficial.
Fuente:
www.elhistoriador.com.ar
Nota:
Está debidamente comprobado que Fray Francisco de Vitoria era marrano,que el 18 de novienbre de 1587 el mismo redactó en Sevilla el “Decreto de ejecución de la erección del Obispado de Tucumán" y que 1582 efectivamente se hace cargo de su diócesis.
Abandona abruptamente su cargo e 1590,regresando a España donde se supone viene a fallecer en 1592.
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