LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS
50 hombres y 330 días para forjar una leyenda
Filipinas fue una de las últimas tres colonias que España perdió, allá a finales del siglo XIX. El 12 de febrero de 1898, un grupo de 50 hombres llegó al poblado de Baler, en el norte del país filipino. A pesar de que la metrópoli española había firmado la paz en diciembre de ese año, estos valientes, encerrados entre los muros de piedra de una iglesia, se resistieron a creerlo, y continuaron luchando. Por ello se ganaron la fama de héroes y fueron conocidos como “los últimos de Filipinas”
La iglesia de Baler era el único edificio de piedra que quedaba en pie en ese pequeño pueblo del norte de Filipinas. Era por tanto el lugar idóneo para que los soldados que habían ido a defender la todavía colonia española se refugiaran de los rebeldes filipinos. Pero lo que en un principio estaba improvisado para ser un techo temporal se convirtió en su única vivienda durante más de 330 días.
Corría el año 1898, fecha señalada en todos los libros de Historia porque el imperio español perdió sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La primera pasó a ser independiente, aunque bajo influencia norteamericana, y Puerto Rico y Filipinas se convirtieron en colonias norteamericanas, tras una guerra en la que España cayó derrotada.
La contienda en Filipinas tuvo como consecuencia que un grupo de soldados españoles pasara a la posteridad como héroes. El 12 de febrero de 1898 llegaron al poblado de Baler poco más de 50 personas, dispuestas a defender frente a los independentistas filipinos (los katipuneros) los intereses españoles en la todavía colonia.
Se encerraron entre los gruesos muros de la iglesia de dicho poblado. Fue necesario acondicionarla para adecuarla a la situación de guerra que se vivía: se tapiaron los muros, se habilitó un pozo, se instalaron servicios higiénicos e incluso se construyó una pequeña cárcel, ya que entre el grupo de soldados se descubrió algún que otro traidor.
Lucharon con todas sus fuerzas a pesar de que el 10 de diciembre de 1898 España había firmado la paz de París, además de un acuerdo con EEUU por el que vendió Filipinas por 20 millones de dólares de la época. Pero ellos no lo sabían. Reclamaban pruebas del exterior que demostrasen que España había perdido realmente la guerra. Unicamente entonces cedieron los soldados, aunque sólo 33 de los 50 que entraron salieron de ese refugio con vida. Como recompensa al inmenso valor demostrado, ni siquiera los filipinos consideraron a esta treintena de hombres enemigos.
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