Los zuavos carlistas en Alpens


El 8 de julio de 1873, tras año y medio de guerra en Cataluña, de duros combates, de marchas y contramarchas, la fuerza carlista que manda el antiguo zuavo pontificio, infante D. Alfonso –hermano del pretendiente al trono- y la que lidera el general Savalls, se reúnen en el pueblecito barcelonés de Alpens. El motivo es copar a la columna gubernamental del brigadier Cabrinetty (1.200 hombres, 46 caballos y 2 piezas de artillería) que avanza hacia ellos.

Tras pernoctar, al día siguiente los carlistas abandonan el pueblo, sabiendo que la avanzadilla gubernamental vigila sus movimientos. Es una maniobra de distracción, ya que una parte de las tropas quedan a las afueras resguardadas de las vistas, mientras que otra ha tomado posiciones en el campanario y en lugares estratégicos.
Cabrinetty cae en la trampa y entra en el pueblo, mientras los carlistas rodean todas sus salidas, obligando a sus fuerzas, acosadas por varios frentes, a ceder terreno y a refugiarse en las casas.
Tras un duro combate casa por casa, los liberales van rindiéndose, siendo la puntilla final la propia muerte de su jefe.

Doña María de las Nieves de Braganza, mujer del infante D. Alfonso, que acompañó a éste en toda la guerra, escribió al final de ella unas interesantes memorias. Del capítulo dedicado a la acción de Alpens, he seleccionado este pequeño texto: “Por fin, la mayor parte de las fuerzas enemigas se encerró en algunas casas, después de que se les desalojó de muchas otras. Pero lo más difícil quedaba por hacer: Una de las no ocupadas por los nuestros se había convertido en una fortaleza y allí se defendía el mayor número de republicanos….No había esperanzas de apoderarse de ellos sin artillería y si tardábamos mucho en hacernos dueños completos de la situación, era seguro que alguna columna enemiga vendría en socorro de aquella fuerza.


El comandante de los zuavos, don Ignacio Wills, frente a dicha casa, desde la que les mandaban una lluvia de acero, consultaba con sus oficiales. ¿Debíase intentar el salto que arriesgaba entregarles casi indefensos al enemigo? Es natural que hubiera un momento de titubeo. En esto subió Wills sobre el muro, bajo la terrible descarga, y cogiendo la bandera gritó:
-¡Zuavos! ¡Si apreciáis vuestro honor, id a coger vuestra bandera!
Y la arrojó en medio del enemigo, saltando tras de ella y seguido, en primer lugar por el capitán Giner y simultáneamente, como una avalancha, se precipitaron también los demás zuavos, yendo con éstos también don Francisco de Borbón. El enemigo, estupefacto ante aquel inesperado salto, creyendo, probablemente, que habíamos recibido poderosos refuerzos…….Los zuavos penetraron a la bayoneta en el edificio e hicieron prisioneros a todos los que se hallaban en él.”


Esta es la narración del momento en que, mis compañeros turlurones y yo mismo, hemos querido situar la escena en miniatura que ilustra esta actualización.
Confeccionada a partir de transformaciones comerciales, más o menos complejas, la escena representa un homenaje a aquellos zuavos que habiendo pertenecido durante años a la guardia vaticana en Roma, una vez disuelta, abrazaron la causa carlista al ser requeridos por sus antiguos compañeros de armas, luchando y muriendo lejos de sus tierras y hogares.

Cada uno de nosotros hemos trabajado transformando, modelando y pintando cada una de las figuras, accesorios e impedimenta varia, para finalmente situar las piezas en el terreno y darle, con técnicas aerográficas, el remate final que lleva a unificar la escena.
Me gustaría agradecer a todos mis compañeros su desinteresado trabajo, a Carlos Canales la información sobre la bandera zuava, y finalmente a Augusto Ferrer-Dalmau el premio que tuvo a bien conceder a la obra en el pasado concurso “Los Tercios del Rey” en Toledo. A todos ¡muchas gracias!