RECORDANDO NAVIDADES: CIPAYOS CONTRA CARLISTAS

Don Carlos María Isidro de Borbón, Rey Legítimo, de una profunda piedad cristiana, de una condición humana excepcional por sus virtudes, probado en tribulaciones sin cuento, siempre fiel a Cristo y a su Iglesia... El verdadero Rey, el amado por todos los pueblos de las Españas, defendido por todos aquellos que no estaban corrompidos.
HERODIANOS DEL SIGLO XIX CONTRA SU SACRA CATÓLICA REAL MAJESTAD DON CARLOS MARÍA ISIDRO
LA DESPIADADA PERSECUCIÓN DEL REY LEGÍTIMO Y SUS LEALES SÚBDITOS
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Año 1834. A José Ramón Rodil y Campillo, General en Jefe del Ejército cristino del Norte, le es encomendada la tarea de perseguir al Rey Legítimo, Don Carlos María Isidro de Borbón. Creyendo que Don Carlos se refugia en los escondidos caseríos de las montañas de Navarra y Vascongadas, Rodil inicia una implacable persecución, dejando a su paso caseríos incendiados y víctimas inocentes. Así nos lo cuenta un inglés, Charles Frederick Henningsen, oficial voluntario bajo las banderas de la Legitimidad carlista:
"Las casas que habían ofrecido al Monarca fugitivo un asilo, que no les era posible rehusar a sus dueños, eran quemadas por completo; se fusilaba a los alcaldes [...] por no informar a los cristinos de los movimientos de los insurrectos, de quienes hubieran recibido igual castigo expiatorio. La injusticia y la crueldad de las tropas de la Reina tuvo, sin embargo, el efecto de animar a los que hasta entonces habían sido tibios: desde los niños hasta los viejos, todos se hicieron partidarios del Rey: mujeres, niños y viejos, todos tomaron parte activa en la insurrección, vigilando, llevando partes y ayudando por todos los medios a su alcance. En la guerra de montaña llegaron a ser poderosos auxiliares".
Los carlistas pasaban por los pueblos navarros, siendo recibidos entre vítores y euforia popular. Repicaban las campanas como en día de fiesta. Los lugareños se entusiasmaban ante el paso del ejército de la Lealtad, las mujeres se ataviaban con sus mejores galas, y espontáneas comitivas formadas por la vecindad acompañaban hasta más allá del pueblo a los carlistas. "Casi arrastrándonos de nuestros caballos para darnos vino, chocolate o cualquier refresco, mientras agitaban en los balcones mantones, chales y cortinas y nos arrojaban flores al pasar" -cuenta el inglés maravillándose ante el entusiasmo popular.
Rodil -con su triste ejército a sueldo- pasaba por los mismos pueblos, a la zaga de los nuestros. De vez en cuando se le descolgaba algún soldado que, por ser carlista, aprovechaba el descuido para pasarse al campo de Don Carlos.
El inepto militar y represor cristino José Ramón Rodil
Un oficial español que había desertado del ejército de Rodil, y se había acoplado al ejército carlista, le comentó a Henningsen cuán otro era el recibimiento que esos mismos pueblos daban a los liberales cristinos, entre los que había estado encuadrado antes, diciéndole el desertor cristino al inglés que cuando los "negros" pasaban por estos mismos pueblos no había ese fervor y adhesión, sino que "...reinaba en el pueblo un silencio de muerte, roto solamente por el ruido de los cascos de nuestros caballos: parecía un lugar desierto; todas las puertas estaban cerradas; sólo unas pocas viejas miraban con sus ojos legañosos y algunos niños vagaban por las esquinas de las calles. Aquí y allá asomaba una cabeza en un balcón encima de nosotros; pero se retiraba en seguida, rápidamente. Si nuestros soldados pedían vino, nadie sabía dónde se podía obtener, y velaban la antipatía que sentían hacia nosotros con la apariencia de una estupidez intratable. Los mismos niños que ahora hablan tan de prisa, cuando les preguntábamos dónde habían estado los "facciosos" en el pueblo la última vez, no entendían lo que decíamos, o no los habían visto nunca. Los soldados y oficiales, lanzando juramentos contra los chiquillos, seguían adelante."
Estampa del Ejército carlista en la Guerra de los Siete Años.
En una de aquellas batidas cristinas, a la persecución de un herido carlista, los soldados cristinos tuvieron noticia, facilitada por un traidor, de que el "faccioso" herido se cobijaba en la casa de un anciano de un pueblecito de la merindad de Pamplona. Rodil se personó en la casa referida. Se apeó de su caballo, secóse el sudor de su frente y se caló los guantes en gesto de implacable determinación de encontrar al prófugo.
Rodil mandó arrestar al anciano y, sin miramientos a sus canas, mandó que le sacaran fuera para fusilarle. Dejando las órdenes dadas, Rodil se montó en su caballo y picó espuelas para irse a descansar. Trajeron los soldados al cura para que confesara al viejo, tras su absolución, le vendaron los ojos y lo pusieron de rodillas. Los soldados pusieron el hierro frío de sus fusiles en el pecho del anciano, y de esta guisa, el oficial a cuyo cargo estaban aquellos verdugos le prometió perdonarle la vida al rústico si éste entregaba al rebelde que ocultaba. Incluso así, el campesino aseguró que no tenía ni idea del lugar en que pudieran encontrar al carlista herido.
El oficial cristino terminó diciendo: "Si no sabe, no puede decirlo. Soltadlo".
Avanzó la columna de Rodil, dejando aquel pueblo a sus espaldas. Al día siguiente, el soldado herido se sentó a la puerta de la casa del viejo, como tenía por costumbre desde que aquel paisano le había dado hospitalidad en su casa.
Siendo el día que hoy es, Navidad, nos gustaría pensar que, en aquella anécdota del viejo y el oficial cristino, éste hubiera podido perdonarle la vida al campesino por una razón piadosa, tal vez por ser Navidad; pero lo ignoramos. Lo que sí podemos imaginar es que el herido pasó las Navidades en casa de su anfitrión, a cuerpo de rey por ser ambos leales súbditos del Rey Legítimo.
Recordando la matanza de inocentes de Herodes, y la fuga de la Sagrada Familia a Egipto. Recordando la decapitación del Bautista, por instigación de la maligna Herodías y la sensual Salomé y la lascivia de otro Herodes... Creemos que esta historia de la persecución del Rey Legítimo Don Carlos María Isidro de Borbón, con el rosario de masacres que perpetraron los cristinos y liberales, adquiere inteligibilidad.
Como nuevos herodianos, las fuerzas de ocupación cristina, perseguían al Rey Legítimo, Don Carlos. Arrasando a su paso brutal caseríos y asesinando población civil sospechosa de prestar su apoyo a los leales: matando inocentes... Así fue como se impuso la Revolución en España durante el siglo XIX. Estas cosas no las encontrará el lector en los libros de Historia de Bachillerato, plagados de mentiras históricas y silencios cómplices con la mentira.
Una nueva Herodías -llamada María Cristina-, con el propósito de asegurar el trono a una nueva Salomé -su hija, llamada Isabel- puso a un Herodes -llamado Rodil- como persecutor de la Legitimidad, para que degollara a todo hombre que defendiera la verdad.
Fue, como hoy también lo es, la lucha entre el Bien y el Mal. Y no hay más.
FELIZ Y SANTA NAVIDAD A TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD
Publicado por Maestro Gelimer en 12:20 2 comentarios
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