LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
LA GENTE ESPAÑOLA:
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“(Discurso de Alcibiades a los espartanos): El objetivo de nuestra expedición a Sicilia ha sido: en primer lugar, someter, si es posible a los sikeliotas y tras ellos a los italiotas; en segundo lugar, el atacar a los cartagineses y su imperio. Logrado esto en todo o en parte, nos prepararemos entonces a poner mano en el Peloponeso, para lo cual traeríamos en nuestras naves cuantas fuerzas helenas de allende el mar se nos sumasen, y tomaríamos a sueldo muchos bárbaros, iberosy otros, tenidos allí como los más guerreros.”
TUCÍDIDES (414 a. de C,): VI, 90, 2, 3.
7
“Cuando Alejandro se dirigía a Babilonia se le presentaron embajadas de los lybios, brettios, lukanos, tyrrhenios... Se ha dicho que los cartagineses enviaron sus comisionados; de parte de los escitas de Europa y de los etíopes llegaron igualmente embajadores, así como de losceltas e iberos, todos pidiendo amistad. Griegos y macedonios conocieron entonces por vez primera sus nombres y equipos.”
ARRIANO (324-23 a. de c): ‘Anábasis de Alejandro’, VII.
8
“De Sicilia vinieron en las naves a Corinto dos mil celtas e iberos, que Dionisio el Tirano había enviado a pelear como aliados con los lacedemonios, después de haberles pagado la soldada de cinco meses.”
DIODORO DE SICILIA (368 a. de C.) : ‘Bibliot. Histórica’, XV.
EL ESTADO:
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“En cuanto a las emigraciones de los helenos a los pueblos bárbaros, hay lugar a creer que habíamos tenido por causa el fraccionamiento de la nación helénica en tantos pequeños Estados, cuyo orgullo impedía la unión y las dejaba sin fuerza para resistir las agresiones exteriores. Este mismo orgullo presuntuoso existía en otro tiempo entre los iberos, unidos a un carácter natural desconfiado y emprendedor. Hábiles para sorprender al enemigo, estos pueblos no vivían más que de la guerra, llevando a cabo atrevidos golpes de mano, pero jamás grandes, porque nunca supieron formar una liga o confederación poderosa.
Además, si ellos hubieran consentido en reunir sus fuerzas, no hubieran visto invadir y conquistar tan fácilmente la mejor parte de su país por los cartagineses y en tiempos anteriores por los celtas, los mismos que hoy se llaman celtíberos y verones, y más recientemente por Viriato, un bandido, y por Sertorio y otros jefes, envidiosos como él de agrandar su poderío, después de los cuales vinieron los romanos, que habiendo vencido y atacado a una a una a cada tribu ibera, perdieron, es cierto, mucho tiempo en esta larga serie de guerras parciales, pero acabaron después de doscientos años o más por reducir por completo.”
ESTRABÓN: ‘Geografía’, III
LA GENTE MILITAR:
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“Escipión, instruido de las intenciones del Senado, con la venida de C. Lelio, saca sus tropas de los cuarteles de invierno, echa a andar y encuentra sobre el camino a los españoles, que venían alegres y dispuestos a ofrecerles sus servicios.
Indibilis, que con anticipación le había avisado, cuando le vio acercar salió del campo con sus amigos, y en el habla que con él tuvo le contó la amistad que habían tenido con él los cartagineses, le manifestó los servicios y la fidelidad que siempre les había prestado y les expuso las afrentas e injurias que había sufrido. En cuya atención le suplicaba se constituyese en juez de sus razones, y si hallase ser injusta la acusación que le hacía contra los cartagineses, hallase seguramente que tampoco sabría guardar fe a los romanos, pero si a vista de tantos ultrajes como había referido, la necesidad le había forzado a apartarse de su amistad, se lisonjease de que el que ahora abrazase el partido de los romanos les guardaría un afecto inviolable.
Dichas otras muchas más razones al mismo intento, concluyó Indibilis, y tomando la palabra Escipìón, le respondió que no dudaba de sus palabras, que conocía el genio altanero de los cartagineses, tanto por el desprecio que habían hecho de los otros españoles, como por la insolencia con que habían usado de sus mujeres e hijas, en vez de que él, habiéndolas tomado, no en calidad de rehenes, sino de prisioneras y esclavas, les había guardado tal decoro que ni ellos, con ser sus padres, hubieran hecho acaso otro tanto. Indibilis confesó que así estaba persuadido, le hizo una profunda reverencia y le saludó por rey. Todos los circunstantes aplaudieron el dicho; pero Escipión, rehuyendo semejante nombre, les dijo que tuviesen buen ánimo, que ellos hallarían todo buen tratamiento de parte de los romanos, y sin detenerse les devolvió sus mujeres e hijas.
Al día siguiente ajustó con ellos un tratado cuyas principales condiciones eran que seguirían a los cónsules romanos y obedecerían sus órdenes.
Con esto se retiraron a sus respectivos campos, tomaron sus tropas, volvieron a Escipión y acabaron juntos con los romanos, marcharon contra Asdrúbal.”
POLIBIO: ‘Historia romana’.
HEROÍSMO (Sagunto):
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“Entonces intentaron dos hombres un convenio, el saguntino Alcón y el español Alorco. Sin que se enterasen los saguntinos, Alcón, esperando que serían atendidas sus súplicas, penetró de noche hasta Aníbal, y como éste, sin que le afectasen sus lágrimas, quería, como vencedor irritado, imponer duras condiciones, Alcón, de mediador se trocó en desertor y quedó con el enemigo, diciendo que le matarían si se atreviese a proponer una paz a tal precio. 5. Quería el vencedor de los saguntinos diesen completa satisfacción a los turdetanos, y que después de entregar todo su oro y toda su plata saliesen de la ciudad con un solo vestido para establecerse en el paraje que se les designara. 6. Asegurando Alcón que los saguntinos no aceptarían jamás aquellas condiciones, y pretendiendo Alorco que el valor no sobrevivía a la ruina de todo lo demás, se ofreció por mediador. Alorco, soldado de Aníbal, había sido huésped y amigo de los saguntinos.
7. Adelántase en medio del día, entrega sus armas a los centinelas enemigos, atraviesa las fortificaciones y pide que lo lleven al pretor saguntino. 8 . El caso había reunido inmensa multitud; hízosela abrir paso, y el Senado recibió a Alorco, que habló de esta manera:
13. 1 : “Si vuestro conciudadano Alcón, después de haber ido a ver a Aníbal para pedirle la paz, os hubiese traído su respuesta, inútil fuera que me presentase a vosotros sin ser legado de Aníbal ni desertor. 2 . Pero ya que por vuestra culpa o la suya ha quedado con el enemigo, por la suya si su temor es fingido, por la vuestra, si es peligroso deciros la verdad, he venido en nombre de nuestras antiguas relaciones y hospitalidad para deciros que todavía os quedan algunos medios de salvación y de paz. 3 . Ahora bien: la prueba de que hablo solamente por interés vuestro es que, mientras habéis podido resistir con vuestras propias fuerzas o esperar socorro de los romanos, jamás he venido a aconsejaros sumisión; 4 . Pero cuando ya no tenéis esperanza por parte de los romanos y vuestras armas y murallas no pueden defenderos más, os traigo una paz más necesaria que ventajosa. 5. Tengo alguna esperanza de que la conseguiréis si escucháis como vencidos las proposiciones del vencedor, y si, en vez de contar como pérdida lo que os quite ese vencedor, que ya es dueño de todo, consideráis más bien como don suyo lo que se digne dejaros. 6. Esta ciudad, en gran parte destruida y ocupada casi por completo, os la toma, pero os deja vuestros campos, reservándose designaros el paraje donde podréis construir una ciudad nueva. Todo cuanto oro y plata tengáis, sea en el tesoro público, sea en poder de particulares, se le entregará, 7, pero respeta y conserva vuestras personas, vuestras esposas y vuestros hijos; si consentís salir de la ciudad sin armas y con dos trajes solamente.
Tal es la orden del vencedor, orden terrible y cruel sin duda, pero que vuestra desgracia os obliga a soportar. Por lo demás, no desespero de que, una vez recibida vuestra sumisión, no ceda algo de su rigor. En todo caso, creo que mejor es que os resignéis a todo, que exponeros a ser exterminados y a ver a vuestras esposas y a vuestros hijos arrebatados y arrastrados ante vuestros ojos, según los derechos de la guerra”.
14. 1. La multitud se había reunido poco a poco para escuchar este discurso, de modo que el pueblo se encontraba mezclado con el Senado. De pronto salen los senadores principales antes de que se conteste, llevan a la plaza pública todo el oro y la plata que tenían en sus casas y en el tesoro público, lo arrojan a una hoguera encendida apresuradamente y en ella se precipitan casi todos ellos...”
TITO LIVIO: ‘Ab Urbe condita’.
EL HÉROE:
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(A los héroes de Sagunto):
“¡Vosotras, almas siderales, hermanas de los luceros; almas que no igualará edad alguna venidera; almas, prez y decoro de la Tierra, augusta y elísea muchedumbre, falange sobrehumana; id y subid a ennoblecer los asientos inmortales!”.
SILIO ITÁLICO.
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