LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
LA INVASIÓN:
107
“Mi voz se extingue y los sollozos ahogan mis palabras... Había pensado comenzar hoy mi estudio sobre Ezequiel; pero era tal mi turbación al pensar en la catástrofe del Occidente, que por primera vez me faltaban las palabras. Largo tiempo he permanecido silencioso, persuadido de que estamos en el tiempo de las lágrimas.”
SAN JERÓNIMO (340-420), ‘Epíst.’ CXXVIII, 4.
A) EMPRESAS FÍSICAS
INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS:
108
“Los bárbaros que habían penetrado en las Españas, las devastan en lucha sangrienta. La peste hace por su parte no menos rápidos estragos.
Desparramándose furiosos los bárbaros por las Españas y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las fincas y el mantenimiento guardado en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que, obligado por ella, el género humano devora carne humana y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras, aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus profetas.
Asoladas las provincias de España por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del señor a hacer la paz, se reparten por la suerte las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los vándalos y los suevos ocupan la Galicia, situada en la extremidad occidental del mar Océano; los alanos, la Lusitania, y los vándalos llamados silingos, la Bética. Los españoles que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos se someten a la dominación de los bárbaros que se enseñoreaban de las provincias...”
“Desolando nuestra tierra los bárbaros, ya es todo confuso e incierto....
Las desolaciones de alanos, vándalos y suevos por España desencadenan cuatro mortales plagas: el hierro de los soldados y de los tiránicos exactores de tributos, que consumen todos los recursos del país; el hambre, que llega a extremos de antropofagia; la peste, que siembra cadáveres por todas partes; las bestias feroces que, avezadas a la carne insepulta, infestan la tierra. Al fin, aquellos bárbaros se deciden a asentarse en las provincias para habitarlas; sólo dejan libre la Tarraconense, y los infelices hispanos que escaparon, refugiados en ciudades y castillos, se someten a la servidumbre. ¡Quién conoce ya aquella feliz España, madre de los dominadores del orbe, cantada por Claudiano!”
IDACIO (388-470) ‘Chronicon’.
109
“Las fuerzas nos faltan y caemos heridos por este huracán de males, y ante la imagen de la patria humeante desfallecemos y nuestro rostro se llena de lágrimas!”
ANÓNIMO ‘Carmen de Providentia divina’ Patrol. Lat. 41, 61.
110
“Dios permite que en España, en Aquitania, en África, en todas partes sean vencidos los católicos, porque tratan muy poco cristianamente a sus esclavos y a los pobres, porque se recrean en los torpes espectáculos del teatro y del circo, porque viven en toda corrupción, mientras sus opresores, aunque arrianos, conservan pureza y virtudes primitivas, hasta moverse a castigar la inmoralidad de los romanos”
SALVIANO (siglo V) ‘De Gubernatione Dei’
RELACIONES ENTRE INVASOR E INVADIDO:
111
“Los bárbaros dejan las espadas para tomar los arados, y se hacen amigos de los hispanos; éstos preferían una pobre libertad entre bárbaros a soportar el apremio tributario de Roma”.
OROSIO (383-420).
A) EMPRESAS MORALES
LA SABIDURÍA:
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“LXV. ... Nada es mejor que la sabiduría, nada más dulce que la prudencia, nada más suave que la ciencia, nada peor que la necedad, nada más bajo que la fatuidad, nada más torpe que la ignorancia. La ignorancia es madre de los errores y nodriza de los vicios. El pecado campea más a sus anchas por la ignorancia; pues el ignorante no siente lo que es digno de culpa, ni siquiera conoce cuando delinque. Muchos, en efecto, pecan por falta de inteligencia; el tonto peca de continuo y el indocto es fácilmente engañado; el necio cae prontamente en el vicio, mas el prudente ve al punto las celadas y descubre los errores; no evitamos lo dañoso sino merced a la sabiduría. Porque la ciencia aparta del mal. El sabio examina prudente todas las cosas. El sabio juzga cuerdo entre el bien y el mal. El bien sumo estriba en saber qué debes evitar, y la suma miseria el ignorar adónde te diriges.
Ama, pues, la sabiduría y se te manifestará; acércate a ella y se te aproximará; aficiónate a ella y te aleccionará.
Aprende lo que ignoras, no salgas doctor inútil. Sé, por de pronto, discípulo para que seas doctor; por la aplicación has de conquistar el nombre de maestro. El bien que oyeres, dilo; el bien que aprendieres, enséñalo. No desdeñes el cuidado de aprender y de enseñar. La ciencia que concibes por el oído, espárcela por la boca. Al impartir a los demás tu sabiduría, para ti mismo la acrecientas. Cuanto más ampliamente se diere la doctrina, tanto más abunda. La sabiduría, dándola se acrece, reteniéndola, mengua; difundiéndola, más rebosa, y cuanto más se comunica más abunda.
Precedan, empero, las obras a las palabras; lo que dices de palabra cúmplelo con la obra; lo que enseñas con la boca, muéstralo con ejemplos. Sé no sólo maestro de la virtud, sino imitador. Si enseñas y obras tendrás gloria. Pues no basta alabar lo que dices, sino juntar los hechos y los dichos. Esquiva humana alabanza en lo que enseñas, y alecciona a otros de manera que también mires por ti. Enseña de modo que no pierdas tú la gracia de la humildad. Mira no sea que sublimando tú a otros, enseñándolos, te anegues a ti mismo en la pasión del aura popular. Cuando enseñes, no uses palabras oscuras. Habla para que te entiendan, y ni desagrades a los sencillos ni ofendas a los prudentes.
Según la capacidad del oyente será el discurso del doctor. En conformidad con las costumbres hase de impartir la doctrina. Según sea la herida se ha de aplicar la medicina. Diversos temperamentos reclaman diferente disciplina; se ha de enseñar a cada uno según su profesión.
Has de tener en cuenta la diversidad de personas, y reflexiona cómo has de instruir a cada uno. Las cosas ordinarias son para todos; las recónditas, para los más aprovechados; enuncia a todos las cosas muy claras, y las oscuras a los menos, porque hay asuntos para explanados y materias adecuadas a muy pocos.
Has de estar dispuesto a enseñar en todo tiempo, no se pase instante en huelga sin que hagas algo; ni transcurra una hora sin tratar y aplicarte a la doctrina; predica abierta y constantemente sentencias saludables y no te arredres hablar lo que sabes has de defender. Busca en otros lo que vieres te falta a ti de ciencia, pues las oscuridades se aclaran en la mutua conferencia y se desentrañan en la misma los puntos intrincados de doctrina.”
SAN ISIDORO, De los ‘Sinónimos’ Libro II.
LAS LEYES:
113
“Qué es la ley.- La ley es rival de la divinidad, maestra de la religión, fuente de la disciplina, artífice del derecho, que encuentra y ordena las buenas costumbres, gobernadora de la ciudad, mensajera de la justicia y alma de todo el cuerpo popular”.
LIBER IUDICIORUM, I, 2, 2.
114
“De las leyes diuinales o humanales.- Todas las leyes o son diuinales o son humanales. Diuinales son por natura, humanales por costumbre. Et por ende éstas se departen entre sí ca las unas placen a unas gentes e las otras a otras. Fas que es herencia o libertad es ley diuinal. Ius que es por derechos es ley humanal. Pasar por lo ajeno es fas, esto es, licencia diuinal de Dios e non es ius, esto es, non es derecho humanal de los hombres.”
SAN ISIDORO, Etymologias, V, 2.
115
“El Rey glorioso Flavio Recesvinto. Que esté sujeta a la reverencia de la ley tanto la potestad real como la universalidad de los pueblos.-
El Señor todopoderoso de todas las cosas y único hacedor, que provee al provecho de la salud humana, enseña la justicia a los habitantes de la tierra y ordena de manera sagrada y conveniente las sentencias de las leyes divinas. Y para que el reinado del imperio inmenso de la divinidad se imprima en los corazones de los hombres, conviene a todos los de la tierra, aun a las más altas potestades, someter al espíritu y las cabezas a Aquel a quien las milicias celestiales se honran sirviendo. Porque, obedeciendo a Dios, se busca la justicia; y si se busca, al momento se obrará en ella, y cada uno la busca tanto más verdadera y ardientemente, cuanto retiene más cerca de sí mismo el mandato de la equidad.
Por lo cual, con la alegría, comprendiendo los mandatos del Cielo, damos leyes con moderación juntamente a nosotros y a los súbditos, las cuales decretamos obedecer y mandamos acatar, a un tiempo, tanto a la cima de nuestra clemencia y de los reyes que después nos sucedan, como a toda la multitud general de nuestro reino; para que ninguna facción, sean cualesquiera las personas, aunque tengan poder y dignidad, considere que la guarda de las leyes que se otorgan a los súbditos obliga a otros, y a fin de que se sujeten a la reverencia de la ley, sean empujados por la necesidad, sea por voluntad del príncipe.”
LIBER IUDICIORUM, I, 2.
116
“LI. Es justo obedezca el príncipe sus propias leyes. Y convénzase de que guardaran todas las leyes que promulga, cuando él mismo las respeta.
Obligan a los príncipes sus leyes, y no puede en su persona quebrantar las que a los súbditos impone.
Justa será, pues, la autoridad de su mando, si no sufre permitirse a sí lo que veda a los pueblos.
Los potentados del mundo están sujetos a la disciplina de la religión, y aunque vivan encumbrados en real solio, están estrechamente ligados por el vínculo de la fe, de manera que han de predicar la fe de Cristo en las leyes que promulguen y conservar con buenas costumbres la susodicha predicación de la fe.
Los príncipes seculares conservan a veces dentro de la Iglesia las preeminencias del poder recibido, para salvaguardar con el mismo la disciplina eclesiástica. Por lo demás, no serían menester los supremos magistrados dentro de la Iglesia sino para imponer por el terror de la disciplina lo que no logra el sacerdote por la persuasión de su palabra.
A menudo beneficia el reino celestial del terreno, a fin de que, cuando los que dentro de la Iglesia están, y proceden contra la fe y la disciplina eclesiástica, se vean espoleados por el rigor de los príncipes, y la potestad civil imponga a las cervices de los soliviantados la disciplina misma que la modestia blanda de la Iglesia no puede imponer; y también contribuya por virtud del poder a que se haga respetar.
Conozcan los príncipes del siglo que han de dar cuenta a Dios respecto a la Iglesia cuya defensa les confía. Porque, ora se incremente la paz y disciplina eclesiástica, ora se altere por los príncipes cristianos, Él les exigirá cuenta estrecha, pues encomendó su Iglesia al poder de los mismos.”
SAN ISIDORO ‘Las Sentencias’ Lib. III.
BREVIARIO DE ALARICO:
117
“INSCRIPCIÓN
En este cuerpo se contienen las leyes o extractos del derecho, sacados del Teodosiano y de diversos libros, según está mandado, realizado el año 22 del reinado del señor rey Alarico, por orden del ilustre varón conde Goiarico.
Advertencia del rey Alarico.
(Ejemplar autorizado).
Advertencia al conde Timoteo, varón considerado.
Para conseguir el favor de la divinidad en provecho de nuestro pueblo, corregimos con el mayor cuidado lo que se encontró inicuo en las leyes, de modo que puesta la oscuridad de las leyes de los romanos y del antiguo derecho, ante los sacerdotes y nobilísimos varones, y desaparecida aquélla a la luz de la mejor inteligencia, resplandezca, nada hay dudoso y por ello se oponga a la constante y diversa oposición de los que disputan. Todos estos extractos y las interpretaciones más claras que se han hecho han sido seleccionados y reunidos en un libro por los prudentes y confirmados por los venerables obispos (*) y los elegidos por nuestros provinciales.
Por ello, todas las causas queden acalladas según las leyes del libro que nuestra clemencia mandó destinar para ti, para la resolución de los pleitos y que es conforme con el libro firmado que está expuesto en nuestro tesoro; no sea lícito proponer para decidir, cualquiera otra de las leyes o del derecho, sino lo que, según mandamos, está comprendido en el orden del libro dirigido y suscrito de mano del considerado varón Aniano. Por lo cual te conviene prevenir que nadie se atreva a presentar o recibir en tu tribunal ninguna otra ley, ni ninguna fórmula de derecho.
Pues, si acaso se hiciese, sea con peligro de tu cabeza o con pérdida de los bienes que te pertenecen.
Este precepto mandamos que se una a los libros dirigidos (a los condes), para que la pena mantenga y sancione todas nuestras órdenes y disciplina. Lo comprobamos.
Dado el IV de las nonas de febrero del año XXII de Alarico, rey de Tolosa (2 de febrero de 506).”
(*) de religión cristiana-arriana.
LA MÚSICA:
118
“No sé que sucede a las fibras de nuestro ser, que cuando se canta con suave voz y de una manera artística se conmueven más íntimamente, por una oculta simpatía con la novedad y variedad de los sonidos”.
SAN ISIDORO ‘Las Sentencias’ Lib. III, cap. VII
119
“Música es la armonía que existe en los sonidos y en el canto, y se la llamó así del nombre de las musas, a las cuales, a su vez, se las dio esta denominación del verbo griego que significa buscar, porque gracias a ellos, como quisieron los antiguos, llega a darse con el encanto de las canciones y con la armonía de la voz. Y porque su sonido, como cosa que obra en los sentidos, no es permanente, sino que pasa al dominio del tiempo pretérito y queda solo grabado en la memoria; de ahí que los poetas fingieran que las musas eran hijas de Júpiter y de la Memoria. Pues los sonidos, a no ser que se conserven en la memoria, se pierden y desaparecen ya que no pueden escribirse.
......
Así, pues, sin música no puede haber enseñanza alguna perfecta, pues nada hay que carezca de ella. El mundo mismo se dice que se halla compuesto de cierta armonía de sonidos, y hasta el cielo da vueltas al compás de la armonía. La música mueve los ánimos y provoca en los sentidos diversas disposiciones.
También en las batallas el resonar de la trompeta enardece a los que pelean, y cuanto más vehemente fuera el sonido, tanto más valor adquiere el ánimo para la lucha. Igualmente el canto anima a los remeros. Calma asimismo la música al espíritu y le ayuda a sobrellevar el trabajo, y la armonía del canto alivia la fatiga de toda labor.
Llega la música a apaciguar los ánimos irritados, como leemos de David, quien por medio de la dulzura de su arte musical libró a Saúl del espíritu inmundo. Hasta de las mismas bestias y serpientes, aves y delfines consigue la música que escuchen sus armonías. Más aún: toda nuestra habla y las conmociones que interiormente sentimos latir en las venas se puede probar que, por sus pulsaciones rítmicas, tienen algo de común con las propiedades de la armonía.”
SAN ISIDORO ‘Etimologías’ lib. III, caps. 15-17.
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