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Tema: Textos históricos de alabanzas a España

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HECHOS

    FRATERNIDAD Y PAZ:

    296
    “Dios trajo el amor, la concordia y la paz. Y el diablo, peritísimo artífice, los bandos y las facciones, los provechos particulares con daño de los demás, las diferencias, riñas, contiendas y guerras. Dios, que quiere salvarnos, inspira benevolencia; el diablo, para perdernos, enemistades. Con la concordia aun las cosas pequeñas se consolidan y cunden; con la discordia se disipan hasta las más grandes”.
    LUIS VIVES, ‘Introducción a la Sabiduría, XIII’.

    297
    “Pretexto de la gloria bélica es dilatar las fronteras y el Imperio; ésta aparece como causa de casi todas las guerras cuando los griegos, romanos y cartagineses no podían gobernarse en su propia casa, envueltos en tantas disensiones, rencillas, facciones, revueltas y guerras civiles, y aun andaban en busca de otras gentes a quienes gobernar; es decir, que pretendían el dominio sobre los extraños cuando no lo tenían de sí mismos.
    ......................
    Los príncipes y pueblos poderosos extienden hasta el límite, como redes, sus confederaciones, y reciben a muchísimas gentes en alianza y clientela; pero esto lo hacen, no tanto para proteger a los amigos cuanto por atropellar a los enemigos, so pretexto de aquéllos.”
    LUIS VIVES, ‘De la concordia y la discordia, I’.


    JUSTICIA:

    298
    “El cetro de la justicia
    Que vos es encomendado
    Non lo tornéis en cayado
    Por amor ni por cobdicia,
    Dexando sin pugnicion
    Los yerros y maleficios;
    Assi bien sin galardon
    Y justa satisfaccion
    Los trabajos y servicios.

    No fallen los querellantes
    En vuestra casa porteros,
    Ni dexéis cavalleros
    Que corran a los librantes.

    Oid a los afligidos
    Y dadles algund consuelo,
    Si quereis que sean oidos
    Vuestros çagueros gemidos
    Por el alto Rey del cielo.

    Si los que regis por Él
    Los pueblos mal governardes,
    Con el peso que pesardes
    Vos pesará Sant Miguel;
    Si la balança torcistes,
    Allá vos la torcerán,
    Y no del mal que fezistes,
    Mas de lo que permitistes,
    Cuenta vos demandarán.

    Alcaldías y juzgados
    Y los semblantes oficios
    Non los dedes por servicios
    A onbres apasionados;
    Que si los corregidores
    O juezes que pornéis
    Fueren onbres robadores
    O remisos secutores,
    Ante Dios lo pagaréis.

    Las penas y los tormentos
    Devéis dar siempre menores,
    Los galardones mayores
    Que son los merecimientos.
    Usareis en lo primero
    De la virtud de clemencia,
    Y, señor, en lo postrero
    Seguiréis el verdadero
    Abto de magnificencia.

    Que ramo de crueldad
    Es justicia regurosa;
    El perdonar toda cosa
    Non se llama piedad;
    Dar grandes dones sin tiento
    Es cosa muy reprovada;
    Mas mucho menos consiento
    Que seades avariento,
    Que peor es no dar nada.


    GÓMEZ MANRIQUE (1412-1490), ‘Regimiento de príncipes’.

    299
    “- Labor de la virtud de la Justicia.
    De sirgo fino de grana,
    Muy de gana,
    Se debe luego labrar
    Una espada singular,
    De tal cortar,
    Que haga la tierra llana
    Que la gente castellana
    Es tan ufana
    E tan mal acostumbrada,
    Que nunca será curada
    Si el espada
    De la justicia no afana
    Entre la gente tirana.

    Será de punto real,
    Porque es tal
    Que lo pide el labor,
    Y sangriento su color
    Por dar temor
    A todos en general,
    Y su punto por igual,
    No interesal
    Ni errado por favor,
    Mas al mayor y al menor
    De un tenor
    Darles la pena del mal
    Por labor muy especial.

    - Labor de la empuñadura:
    De seda negra morada,
    Esmerada,
    Labrarán su empuñadura,
    Ca con amor y tristura
    Su amargura
    Debe ser así cercada,
    No con gana apassionada
    De ser vengada
    Afición particular,
    Mas con amor y pesar
    De degollar
    La oveja inficionada
    Por guarecer la manada.

    No piense vuestra excelencia
    Que es clemencia
    Perdonar la mala gente,
    Antes de tal açidente
    Comúnmente
    Se causa la pestilencia;
    Si no ved por experiencia
    Qué presencia
    Os demuestra vuestra tierra,
    Que no pugnir a quien yerra
    Dio tal guerra
    A la real providencia
    Cual vos muestra su dolencia”

    FRAY IÑIGO DE MENDOZA (1425-1507), ‘Dechado del Regimiento de Príncipes, a la reina doña Isabel de Castilla’


    LA LEY:

    300
    “Sean las leyes blandas para los leves, inflexibles para los fuertes, terribles para los pertinaces... Fomenten la paz pública y muestrense duras para quienes traten de perturbarlas.
    ....................
    Las leyes han de originar la concordia, no sólo entre los ciudadanos, sino con todos los hombres, pues la regeneración mística del género humano les concede una ciudadanía tan efectiva como a aquellos otros se la concede el nacimiento. Lo cual sólo se logrará acomodándolas a aquel precepto cristiano de la caridad mutua y universal, por donde no cabe sancionar leyes que sean útiles para los del pueblo y nocivas para los extraños”.
    LUIS VIVES, ‘De la enseñanza, V, 4’.

    301
    “Puesto que la ley es cierta norma a la que cada cual debe acomodar sus actos, es razonable que las leyes sean claras y fáciles y pocas, de suerte que todos sepan a qué atenerse en su vida, y ni la oscuridad de esas leyes motive su ignorancia ni su excesivo número desoriente.”
    LUIS VIVES, ‘Causa de la corrupción de las artes, VII,2’


    EL IDIOMA:

    302
    Cuando bien comigo pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas, que para nuestra recordación y memoria quedaron escriptas, una cosa hallo e saco por conclusión muy cierta: que siempre la lengua fue compañera del Imperio; e de tal manera lo siguió, que juntamente començaron, crecieron y florecieron, e después junta fue la caida de entrambos.
    ...........................
    Muchos podrían venir en esta duda: ¿quién traxo primero las letras a nuestra España, o de dónde las pudieron recibir los hombres de nuestra nación? E aun, que es cosa mui semejante a la verdad, que las pudo traer de Thebas las de Boecia, Bacco, hijo de Júpiter, e Semele, hija de Cadmo, cuando vino a España, qasi dozientos años antes de la guerra de Troia; donde perdió un amigo e compañero suio, Lisias, de cuio nombre se llamó Lisitania, e después Lusitania, todo aquel trecho de tierra que está entre Duero y Guadiana; e pobló a Nebrissa, que por otro nombre se llamó Veneria, puesta, según cuenta Plinio en el tercer libro de la Natural Istoría, entre los esteros y albinas de Guadalquevir; la cual llamó Nebrissa, de las nebrides, que eran pellejas de gamas que usavan en sus sacrificios, los cuales él instituió allí, según escrive Silio Itálico en el tercero libro de la Segunda Guerra Púnica.

    Así que si queremos creer a las istorias de aquellos que tienen autoridad, ninguno me puede dar en España cosa más antigua que la población de mi tierra e naturaleza; porque la venida de los griegos de la isla Zacinto a la población de Sagunto, que ahora es Monviedro, o fue en este mismo tiempo o poco después, según escriben Bocco e Plinio en el Libro XVI de la Natural Istoría. Púdolas esso mesmo traer, poco antes de la guerra de Troia, Ercules el Thebano, cuando vino contra Geriones, rei de Lusitania, el cual los poetas fingieron que tenía tres cabeças; o poco después de Troia tomada, Ulisses, de cuyo nombre se llamó Olissipo la que agora es Lisbona; o Astur, compañero i regidor del carro de Menón, hijo del Alva, el cual, también después de Troia destruida, vino en España, e dio nombre a las Asturias; o en el mismo tiempo, Teucro, hijo de Telamón, el cual vino en aquella parte de España donde ahora es Carthagena, e se passó después a reinar en Galizia; o los moradores del monte Parnasso, los cuales poblaron a Cazlona, nombre sacado del nombre de su fuente Castalia; o los mesmos fenices, inventores de las letras, los cuales poblaron la ciudad de Calez, no Ercules ni Espán, como cuenta la General Istoria; o después, los cartagineses, cuia possesión por muchos tiempos fue España.

    Más io creería que de ninguna otra nación las recebimos primero, que de los romanos, cuando se hizieron señores della, qasi dozientos años antes del nacimiento de nuestro Salvador: por que, si alguno de los que arriba diximos traxera las letras a España, oi se hallarían algunos momos, a lo menos de oro e de plata, o piedras cavadas de letras griegas e púnicas, como agora las vemos de letras romanas, en que se contienen las memorias de muchos varones illustres que la regieron e governaron, desde aquel tiempo hasta quinientos e setenta años después del nacimiento de nuestro Salvador, cuando la ocuparon los godos. Los cuales, no solamente acabaron de corromper el latín e lengua romana, que ia con las muchas guerras avía comenzado a desfallecer, mas aun torcieron las figuras e traços de las letras antiguas, introduziendo e mezclando las suias, cuales las vemos escriptas en los libros que se escrivieron en aquellos ciento e veinte años que España estuvo debaxo de los reies godos; la cual forma de letras duró después en tiempos de los juezes e reies de Castilla e de León, hasta que después poco a poco se començaron a concertar nuestras letras con las romanas e antiguas, lo cual en nuestros días e por nuestra industria en gran parte se a hecho. E esto abasta para la invención de las letras, e de donde pudieron venir a nuestra España.”


    ANTONIO DE NEBRIJA (1444-1522), ‘Gramática castellana’

    303
    “El habla que ahora los españoles en lugar de romano llaman romance es latín corrompido, y a donde más pulido y copiosamente se habla en las principales ciudades de Andalucía y mucho más en Castilla, y principalmente en el reino de Toledo, aunque es toda muy prima desde la ciudad de Sevilla hasta Burgos y Zaragoza, de Aragón. Creo ser la causa desto o porque en esta región se contiene casi el medio y la tierra más fértil de toda España, o porque en estas partes hubo antiguamente más poblaciones de romanos que en las otras, o porque también en las ciudades desta región moran comúnmente los príncipes y otros muchos señores y caballeros que hablan más pulidamente que otros, y viven allí comúnmente por razones del clima a que está sujeta aquella parte de España, que dijimos; debajo de cuya constelación la tierra es más fértil y los ingenios salen más excelentes...

    La lengua española aventaja a todas las demás en elegancia y copia de vocablos y aun a la italiana, pasando la latina y la griega; la causa de ser más perfecta que todas las demás lenguas vulgares es por la conformidad que tiene con la latina, a la cual es tan semejante que se hallan cartas escritas en romance, y el mismo romance es también latino. De manera que todos los vocablos son castellanos y latinos. Llámase esta lengua romana comúnmente castellana, porque donde más pulidamente se habla y donde más perfecta quedó es en Castilla.”

    LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
    Pious dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    VIII – LA ESPAÑA DEL IMPERIO; PLUS ULTRA.

    1
    A partir de los Reyes Católicos van precipitándose los aciertos históricos, los éxitos militares y los hallazgos espirituales. La cumbre del destino hispánico sigue ascendiendo en este siglo XVI. La unificación interna se completa con Navarra y Portugal, que aun estaban independientes de nuestro común destino universo.

    Triunfa nuestro ejército en Italia, con los capitanes prodigiosos españoles que consolidan nuestro dominio; en la costa norteafricana, que asegura nuestras posesiones; en Flandes, Francia y Alemania para unificar la conciencia religiosa en aquellas tierras, sobre las que se cierne como un águila nuestro Imperio; por el Oriente, en el sublime Lepanto, para vencer a los piratas turcos; en América, con Cortés, Pizarro y otros capitanes; y triunfa, también, en Oceanía, posesionándose de las islas Filipinas, las Molucas y otras llenas de rica especiería.

    Sigue la unificación, a través de la Iglesia, de las jerarquías aristocráticas con las masas populares. El destino común continúa cumpliéndose; España, hija fiel de Roma, realiza al fin la unificación del orbe, la fusión de razas y credos. Cumple el destino de Roma, la cesárea; el destino universal, católico; destino de amor sobre los hombres y las tierras, uniendo el Oriente con el Occidente, al Norte con el Sur.

    La lengua adquiere la universalidad que en tiempos tuvo el latín, y los españoles exaltan el honor de ser españoles y católicos y se estiman el pueblo a quien Dios distingue, pues al decir de un historiador de la época, “han nacido para dilatar la fe católica, oficio y prerrogativa del pueblo escogido por Dios”.

    Forma España una unidad perfectamente descrita por el poeta unitarista: “Un altar, un imperio y una espada”. A pesar de ello, España tiene conciencia, dentro de esa unidad, de la variedad de sus elementos integrantes y de los diversos matices de castellanos, andaluces, gallegos, catalanes etc. Escribe Herrero García: “El lenguaje de la época no se alarmaba de la palabra “naciones” con que eran designadas las que hoy apenas nos atrevemos a llamar regiones. El refranero y el cancionero popular atestiguaban que en casa éramos varios hermanos, cada cual con su temperamento, sus hábitos, sus defectos y sus virtudes”.

    Castilla sigue siendo el núcleo vital de la patria española, en cuyo centro se elaboraba la mentalidad nacional; de tal modo se sentía compenetrada con sus elementos allegadizos, que hasta llega a olvidarse de su primacía y comparte de igual a igual el título de región con catalanes, portugueses y vascos. Todos estos pueblos y los de allende los mares y las tierras lejanas del continente europeo y las playas africanas van ceñidos en la corona del emperador, que es de dimensiones ecuatoriales, porque “España tiene la medida del mundo civilizado”.

    En derredor suyo toda una sociedad de paladines del heroísmo, de la ciencia y de la fe, nombres gloriosos de capitanes, de marinos, de exploradores, de sabios y de artistas, de clérigos, de monjes y de santos, que marchan al unísono bajo las banderas del césar, compenetrados con el gran soldado o gran político que se ganó el cariño del pueblo por su claro entendimiento, su política hábil, su magnánimo corazón y su espíritu prócer.

    La época de Carlos, el emperador, presencia trascendentales hechos históricos: las sangrientas luchas de las comunidades y germanías, las guerras con Francia, con su claro florón de Pavía, donde se vence a un rey cuyo ideal político, mas fuerte que el religioso, era quebrantar la casa de Austria; la presencia de Worms, Augsburgo, Mülberg y Trento, donde el alma de la Patria canta el himno espiritual del catolicismo; el dique que se opone al turco Solimán en las puertas de Viena y las expediciones a la Goleta.

    Al recaer la corona en Felipe II continúa la marcha de los grandes acontecimientos; la cúspide de la Contrarreforma, en la que España es abanderada del dogma y el relicario del espíritu católico. Árbitro el rey de la política mundial, son numerosas las guerras que tiene que sostener: en Granada se vence a los moriscos, al francés en San Quintín, en Lepanto al turco. Felipe II es reconocido rey de la nación portuguesa y la gloria de España se completa. Todos estos hechos son las piedras con las que se edificará la misión que a la patria española se le ha adjudicado en la Historia.


    2
    La idea de una misión o de un destino, justificador de la existencia de una construcción política, que vemos dibujandose sobre la Piel de Toro, llenó ya antes la época más alta que ha gozado Europa: el siglo XIII, el siglo de santo Tomás de Aquino. Y nació en mentes de frailes; los frailes se encararon con el poder de los reyes y le negaron tal poder en tanto no estuviera justificado por el cumplimiento de un gran fin o de una gran misión.

    Donde la idea aparece con mayor claridad es a partir del Renacimiento, como consecuencia de la lucha de ideas y creencias. Ha escrito De los Ríos, en una síntesis acertadísima y muy española, que:

    “Para la cultura occidental, el siglo XVI viene a representar como una divisoria. La conciencia europea se desgarra y nacen dos actitudes de origen renacentista que responden al modo como cada cual coincide: 1º, la relación del hombre con la Naturaleza; 2º, la relación con Dios, y 3º, el modo cómo explican unos y otros la obra que compete a la razón.

    En la lucha de ideas que a partir de esa época tiene a Europa como campo de batalla, concurren los pueblos con distintas actitudes, que vienen a destruir el antiguo concepto: la Edad Media había erigido en sujeto ideal de la Historia la visión de la personalidad divina en Cristo, y sobre ella apoyó su concepción de orden jerárquico; el Renacimiento, por el contrario, rompe esa unidad de la conciencia cristiana y bajo su impulso surgen una serie de dualismos que el espíritu analítico de la época no sólo intenta resolver en una unidad superior, sino que, por el contrario, le lleva a complacerse en exaltar la esencial sustantividad de cada uno de ellos.

    Lo que la conciencia medieval tenía acordado y armonizado, desde el Renacimiento aparece en posiciones antitéticas e inconciliables:
    -frente a autoridad: “libertad”;
    -frente a tradición: “progreso”;
    -frente a universalidad: “individualismo”;
    -frente a espíritu : “razón”.

    Esta dualidad llevada al concepto de patria, proporciona dos visiones de la misma,
    hija de dos ideas distintas: que hallaron símbolo adecuado en la obra de la “reforma” protestante y de la Contrarreforma católica. Los pueblos que enarbolaban esas banderas tienden unos espiritualmente, al universalismo y terrenalmente al individualismo; y los otros al contrario, la universalidad la ven en lo terrenal y lo individual en lo espiritual.

    Ese espíritu crítico del Renacimiento y la tradición teológica medieval, al chocar, descendiendo de los espíritus más egregios a las masas populares producirán las guerras de religión durante el siglo XVI.

    En el momento en que se gesta en el mundo una concepción que otorga la preeminencia a la acción encaminada al logro de bienes sensibles, el Estado español orienta su vida igualmente a la acción, pero señalándose como objetivos la conquista de las almas a fin de obtener su salvación. Esta idea constituye la idea rectora de España en el siglo XVI, iluminando su actitud en Europa como en América, pasando el Estado español del XVI a ser instrumento de la Catolicidad.

    España lanza a aquel roto mundo renacentista el lema religioso de su cruzada: la igualdad del género humano, descendiente de un Padre común, y el lema político: no una monarquía universal sino un imperio cristiano. No ambiciona España tanto conquistas como el cumplimiento de un alto deber moral de armonía entre los reinos cristianos, reavivando la vieja idea medieval. Por eso España, por la pluma de su emperador Carlos V, declaró que estaba decidida a defender la cristiandad milenaria empleando para ello “mis reinos, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre, mi vida y mi alma”. Lo mismo afirmarán sus cronistas, jurisconsultos teólogos, poetas y guerreros del XVI. Y en su virtud acepta la misión y obligaciones del Imperio contra los infieles enemigos de la santa Fe. Para tales tareas fue España el corazón del Imperio, “el fundamento, el amparo y la fuerza de todos los otros” (Obispo Mota, en las Cortes de La Coruña, 1520).

    Frente al nuevo pensamiento filosófico centroeuropeo, España en la contienda permanece “fiel al Señor”, como en los tiempos en que la cantaba Alfonso X el Sabio; conserva su fe y no destruyen su unidad interior las guerras religiosas; batalla con las armas por el espíritu, para defender en Europa la catolicidad.
    De esta catolicidad se derivan, en sentido político: el rechazo de la mentalidad española hacia el maquiavelismo y la tesis española de la realeza (poderes limitados al servicio de la justicia y de la religión), cuya razón proviene de la concepción iusnaturalista de nuestros pensadores.

    A la individualidad de la razón opuso España en el siglo XVI la unidad religiosa, junto con la unión personal de reinos bajo un mismo rey; y esta unidad religiosa, conservada a todo trance, hace que el ideal católico sea algo que en lo sucesivo, difundido lentamente, penetre e informe lo más íntimo de nuestra cultura y psicología. Y el Estado, entonces creado, condicionará jurídicamente la actividad social manteniendo y salvando en todo momento el ideal misional nacional.

    Internamente dominado por esta idea, sorprende al Estado español de una parte el descubrimiento de América y de otro la herejía protestante, y si la guerra contra ésta le brinda ocasión de mantener la unidad espiritual del Estado, el descubrimiento de América le proporciona campo misional en favor de la Fe.

    Polarizada Europa entre protestantismo y catolicismo, España recoge la bandera de éste, que cuadra a su misión nacional en tres puntos:

    Primero. - Dar al mundo idea de la unidad moral del género humano y de la posibilidad de salvación.
    Escribió Maeztu: “El tema que más preocupó al pueblo español fue el conciliar la predestinación con los méritos del hombre. Sobre todos los mortales debía brillar la esperanza, como afirmaba el padre Vitoria con su doctrina de la gracia; algunos discípulos y colegas suyos la llevaron al Concilio de Trento, donde la hicieron prevalecer, y así empezó la Contrarreforma. Otros discípulos la infundieron en el Consejo de Indias e inspiraron en ella la legislación de Indias, tocándola en empresa evangélica.”

    “¿Han elaborados los siglos sucesivos ideal alguno que supere al nuestro? ¿Hay ideal superior a éste? Jamás pretendimos los españoles vincular la divinidad a nuestros intereses nacionales, nunca dijimos como Juana de Arco: ‘Los que hacen la guerra al santo reino de Francia hacen la guerra al Rey Jesús’’, aunque estamos ciertos de haber peleado en nuestros buenos tiempos las batallas de Dios. Tampoco creímos como los ingleses y norteamericanos que la Providencia nos había predestinado para ser mejores que los demás pueblos. Orgullosos de nuestro credo, siempre fuimos humildes respecto a nosotros mismos y por eso se trató a las razas atrasadas con al esperanza de que podían salvarse, porque el espíritu español consideraba a todos los hombre como hermanos, aunque nunca negara la evidencia de desigualdades.”

    Segundo. – La defensa de la Fe.
    Desde que el cristianismo se difundió en España el ideal religioso fue constante e inalterable, pero a partir del siglo XVI la unidad espiritual de la Península pasa a ser uno de los fundamentos más importantes de nuestra nacionalidad; unidad impedida por judíos, conversos y moriscos. El pueblo clamaba en cortes y municipios exigiendo medidas en defensa de la fe católica de manera que la razón de Estado se doblega a la razón popular y así los reyes copian el tribunal de la Inquisición existente en otros pueblos expulsando a judíos y moriscos y manteniendonos libres del contagio herético luterano. El emperador Carlos V defiende la fe católica en todos los Estados que forman su corona, pero solo España le permanece fiel y ese es su gran consuelo.
    Tercero. – La doctrina de la evangelización.
    Nada hay comparable a este momento histórico, porque en él se incorpora a la civilización cristiana a todas las razas que estuvieron bajo nuestro influjo. Se tenía conciencia de que España era la nueva Roma y el Israel cristiano. Toda España es misión; concibe la religión como un combate en que la victoria depende de su esfuerzo.

    La culminación del sentimiento que reflejan estas ideas y la España con sentido imperial se plasma en el soneto de Hernando de Acuña, lema que podía ser el de la época y blasón glorioso del césar Carlos:

    “Ya se acerca, señor, o es ya llegada
    la edad gloriosa en que promete el cielo
    una grey y un pastor solo en el suelo,
    por suerte a vuestros tiempos reservada.
    Ya tan alto principio, en tal jornada,
    os muestra el fin de vuestro santo celo
    y anuncia al mundo, para más consuelo,
    un monarca, un imperio y una espada.
    Ya el orbe de la tierra siente en parte,
    y espera en todo, vuestra monarquía,
    conquistada por vos en justa guerra:
    que a quien ha dado Cristo su estandarte
    dará el segundo más dichoso día
    en que, vencido el mar, venza la tierra.”

    Su espada es la que le erigen en adalid europeo contra el peligro turco; en árbitro de los destinos de Italia; emperador del mundo germánico; rival del rey francés; rey bondadoso en Flandes y sobre todo, rey español. Como monarca, ésta es su calidad: su españolismo. Tras el interrogante que supone el primer quinquenio de su reinado, será evidente que sus amores son Flandes, su patria de nacimiento y España su patria de adopción, donde buscará su definitivo retiro y descanso. Su genio político comprendió la superior importancia de sus dominios españoles sobre todos los demás, quedando España convertida en centro de su monarquía. Y al Imperio llevará su cénit o perfección.

    La España adolescente del 1500 pasa a la madurez del Imperio universal y comienzan los duros deberes en que se sembrarán de muertos españoles los campos de batalla; vienen los días difíciles del estío imperial en que España lucha para salvar la conservación de la Cristiandad medieval.

    Defensa de la Fe: A nuestro emperador Carlos le cupo la triste suerte de ver iniciar en sus Estados de Alemania la “reforma” luterana, y ver escindida la espiritualidad de Europa. Carlos, en tanto que rey español, sabía que la pureza de la fe en España quedaba garantizada por la religiosidad del pueblo y la vigilancia de la Inquisición, pero que su sagrada obligación era defender la pureza de la fe en los Estados de su Corona incluso por propios motivos políticos, sabiendo tras sí a todos los españoles, respaldándole:
    “Sabéis que yo desciendo de los más cristianos emperadores de la noble nación alemana, de los Reyes católicos de España, de los archiduques de Austria, de los duques de Borgoña, todos los cuales fueron hasta su muerte hijos fieles de la Iglesia de Roma; que todo esto me lo han legado después de su muerte y cuyo ejemplo ha sido norma de mi vida. Pero es evidente que sólo un hermano está en error al enfrentarse con la opinión de toda la Cristiandad, ya que en caso contrario sería la Cristiandad la que mil y más años hubiera vivido en error.
    Por tanto estoy decidido a empeñar en su defensa a mis reinos y dominios, amigos, cuerpo y sangre, alma y vida. Pues sería una vergüenza si por nuestra negligencia entrara en el corazón de los hombres aunque solo fuera una apariencia de herejía y de menoscabo de la religión cristiana.”

    Carlos I sale a los campos de batalla europeos; la política internacional adquiere enorme complicación; media Europa arde en guerra; al emperador no le queda otra atención que no sea la guerra, y habrá un momento en que toda Europa, incluso los Estados pontificios, estarán en contra suya y será preciso abatir su poder... aunque Europa sucumba espiritualmente a manos de Lutero y Calvino, o materialmente quede destrozada por los turcos.

    Júzguese en ese ambiente histórico la intención política del emperador Carlos, expresada en su discurso de 1536 al pontífice Paulo I, cardenales y embajadores, cuando denuncia a Francia por estorbar la paz de la Cristiandad; denuncia los contactos franceses con el turco y expresa sus anhelos de paz y confederación de la Cristiandad contra los infieles.

    Gran misión política: confederación de Estados cristianos, en cuya concepción no se alude a la “reforma” protestante porque el emperador aun no renunciaba a su ideal de impedir la división de la conciencia cristiana. Carlos I clamará, inútilmente, por un concilio general que acabe con al herejía: acude a Roma y no se le escucha; pero frente a esa Roma desidiosa, España ostenta su disciplina, su antigua reforma eclesiástica de Cisneros.

    La “reforma” protestante ha ganado media Alemania, los países nórdicos e Inglaterra y se infiltra en Francia, Flandes e Italia; España esgrimiendo la enseña de la verdadera unidad romana se cubre de gloria en Mühlberg, haciendo morder el polvo a los luteranos, aunque los herejes volverían a la lucha con al apoyo material y moral del “cristianísimo” rey francés; años y años de luchas en que las potencias “católicas” ya apoyando la herejía o ya permaneciendo indiferentes obligarán al césar a conceder la libertad de cultos en Alemania. Pero no se ceja en la misión de defender el catolicismo amenazado, lo mismo en los campos de batalla que en Concilios.

    Después, los soberanos europeos se hacen los sordos ante el peligro otomano; Francia incluso pacta monstruosa alianza con el sultán frente al emperador, y Roma tan sólo impartirá bendiciones. Únicamente el césar Carlos comprende la gravedad del problema y se apresta a detener a los turcos, con el principal apoyo de España con la defensa de Viena (1532) y la expedición a Túnez de 1533-35.

    Pero aun hace más el emperador por el ideal religioso: ante sus llamadas infructuosas, Roma cede al fin y en 1545 abre el Concilio de Trento, que aunque ya tarde para soldar la rota espiritualidad de Europa es útil para dar campo a España en donde ejecutar su misión. De España sale el ímpetu de la teología de Trento, que sabe meter en cintura a aquella Iglesia deslumbrada y desorientada del Renacimiento. Española es la teología de Suárez, de Laínez, de Cano, de Salmerón, que arma el brazo de los españoles con fe y con justicia y que les hace sentirse instrumentos del Eterno.

    De Trento sale la Contrarreforma: la verdadera REFORMA, (no la “reforma” protestante-herética, vocablo de que se apropió la historiografía de los países norte-europeos y que es siempre usado en sentido anti-católico) y su brazo armado, la Compañía de Jesús, órgano que la conciencia española destaca en el siglo XVI para servir a los fines del Estado.

    Y esa misión española en Trento se traduce en ideas y en hechos. En ideas, porque Trento es razón de dar vida al espíritu, y la Compañía es acción. Por eso los jesuitas interpretaron en Trento la catolicidad íntima del pueblo español y no son los órganos adventicios de una circunstancia política. Por eso España se sirve de ellos para lanzarse al mundo: manda a Javier al Japón, y va a dar con Iñigo de Loyola a Roma para afrontar rebeldías, y a llenar de santas intrigas hispánicas Europa, de jesuitas por Holanda, por Polonia, por Bohemia y Valaquia. Trento, como representación de España, es el punto capital de su misión, pues es allí donde se debate la unidad moral del género humano.

    Lutero había sostenido que los hombres se justifican solo por la fe, que es un libre arreglo de Dios. La Iglesia, y con ella España, había sostenido que los hombres se justifican por la fe y las obras; y ante la perplejidad del Concilio, una voz española, la del P. Diego Laínez pronunció el discurso sobre la justificación, en cuyas metáforas resuena el alma española. Se imaginó aquella maravillosa alegoría del rey que ofrecía al guerrero que venciese en el torneo la más preciada joya: “Tú no necesitas sino creer en mí. Si tú crees en mí con toda tu alma yo ganaré la pelea”. A otro de los concursantes le dice: “Te daré unas armas y un caballo; tú luchas; acuérdate de mí, y al término de la pelea yo acudiré en tu auxilio”. Y al tercero de los que aspiran a la joya le dice: “¿Quieres ganar? Te daré unas armas y un caballo, pero tú tienes que pelear con toda tu alma”. La primera es la doctrina del protestantismo: todo lo hacen los méritos de Cristo. La última la del catolicismo: pelear con toda nuestra alma, ayudados por la redención de Cristo y los Sacramentos.

    Y ello trae consigo el que se Trento realice las aspiraciones de verdadera y auténtica REFORMA sentida por la Iglesia logrando una afirmación dogmática frente al protestantismo, gracias a los teólogos y canonistas españoles, a la voz de la doctrina de Antonio Agustín, de Mendoza, Cano y Alfonso de Castro, de Pedro de Soto y de Villalpando, y de diplomáticos como Diego de Mendoza y Vargas, cada uno de ellos una pequeña España que clama con varonil energía contra lo antiespañol a que a veces ayuda la curia romana. Allí se hizo carne la conciliación de la predestinación divina con los méritos del hombre; allí se creaba la unidad física del mundo y la unidad moral del género humano. A Trento se debe, pues, el que en España y, por consecuencia, en el mundo latino, no se diese esa división de pueblos y de clases. Allí se salvó la unidad de la Humanidad, y ello por obra de España.

    En lo puramente político e internacional desarrolla y fortalece el nuevo concepto del Estado misional en el ensayo de la conquista del mundo americano, obra titánica que tiene un carácter de popularidad único en el mundo. Se ha dicho que esas empresas exigieron un esfuerzo económico excesivo para las posibilidades de España. Pero es que ése era justamente el matiz exacto de nuestra misión: todo se sacrificaba a los intereses espirituales y morales, siendo el criterio material de la vida algo inadmisible en el espíritu español de entonces.

    Pues en caso contrario, ¿qué hubiera sido de España desatendiendo su misión? Probablemente, Carlos I no hubiese sido emperador de Alemania; los dominios de Flandes hubieran quedado reducidísimos; no se hubiera señoreado el ducado de Milán; se hubieran perdido Nápoles, Sicilia y Navarra. ¿Quién hubiera contenido a los turcos otomanos? ¿Quién hubiera puesto dique al formidable movimiento herético? ¿Qué hubiera valido el nombre de España en Europa?

    ¿Para qué nos deparó la providencia los fabulosos tesoros del Nuevo Mundo? ¿Para enriquecernos y sumirnos en una vida cómoda y placentera, o para prodigarlos en aumentar el prestigio de España en el mundo y defender la fe católica?

    ¿Qué nos importaba Alemania?, se ha dicho; en Alemania defendimos el catolicismo frente a la herejía.

    ¿Qué nos incumbía en Flandes? Flandes nos daba rango de primera potencia y atacar y contener a las naciones adversarias evitando en ambos casos que fuera España la que recibiera las injurias de la guerra.

    ¿Qué nos suponían Sicilia y Nápoles? La garantía de que el mediterráneo no se convertiría en un mar turco.

    ¿Para qué necesitábamos Milán? Para tener aseguradas las comunicaciones entre España y nuestros dominios europeos; Milán era la llave del Imperio español en Europa.

    Quiso el emperador Carlos, como remate de su rotunda afirmación misional, aguardar la muerte no desde el trono sino desde la celda de un monasterio, mientras dejaba un Imperio y una España con sus súbditos estrechamente unidos a esa política netamente nacional y a la vez auténticamente imperial y universal. Al morir, juramentó Carlos a su hijo Felipe II para que se erigiera en defensor de la fe, de la paz y de la justicia, manteniendo aquella su misión; por ella alcanzó España el ápice de su historia en el mundo, y el emperador aquel reposo del que pudo decir: “Así me alejo de mi morada saturado de la gloria de este mundo como hambriento y deseoso de la de Dios”.


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    La cúspide Fernando el Católico- Carlos I- Felipe II representa una elevación de entrega a la integridad cultural que había llegado a ser el alma del pueblo español.
    Toda la grandeza del reinado del emperador se mantiene en el de su hijo; el rey Felipe II imprime huella indeleble en el destino de España como ningún otro monarca. Su reinado señala el punto de equilibrio entre la concepción ideal de España formada por los Reyes Católicos y la grandiosa idea imperial de Carlos I; Felipe II actúa ahora tan sólo como español. De nuestro imperio queda desglosado el alemán con los Estados patrimoniales de Austria, que van a otra dinastía. Ahora el Imperio es España como metrópoli, cerebro y corazón y con sus posesiones en los cinco Continentes, donde hay huellas de su religión, lengua y cultura. Con Felipe II llega a su apogeo la proyección misional de nuestro ideal político-religioso.

    La característica de Felipe II es su profunda religiosidad, que tiene preferencia a todos los demás ideales de gobierno. Y sigue la lucha por la unidad, por el predominio espiritual de Roma, con España como brazo, y el rey de España como guardián del papa. España sabe gritarle a Roma su deber por boca de Melchor Cano y contra las excomuniones romanas gana la batalla católica de San Quintín y funda el monasterio de El Escorial.

    Como rey, Felipe II se sentía cerca de Dios, lleno de tremendos deberes y responsabilidades. Antonio Tovar escribe : “Prefiero el tremendo Felipe II de la leyenda al Felipe II un poco ñoño de los historiadores favorables... Era el suyo el verdadero Dios; el que estremecía al cantor de los salmos y echado a los mercaderes del templo”.

    Felipe II hubo de enfrentarse a un mundo cultural enemigo que llegaba dispuesto a vencer la unidad cultural española: navegación británica, espíritu práctico holandés, inteligencia francesa, luteranismo. En esas raíces empezaba a brotar la planta venenosa del mundo moderno, en el que las mejores porciones del hombre quedaban abandonadas en rincones sombríos; sabía Felipe II que con la derrota de España prevalecería una unidad cultural falsa e incompleta. Eso explica la sobrehumana resistencia de nuestro rey para mantener la unidad cultural católica de aquella Europa: levantó Felipe II una muralla alrededor de España y quiso asegurar a sus súbditos la felicidad humana dentro de la unidad cultural contrarreformista.

    El examen de los procesos por herejía muestra la difusión enorme de la cultura teológica hasta en las clases más bajas de la nación: el odio al hereje llegaba hasta a difundir frases típicas en el lenguaje. El comercio con los herejes era mirado con prevención porque contribuía a que se les perdiera el horror con que se les debía tratar, como escribía escandalizado el beato Juan de Ribera al rey.

    Cuando Felipe II asciende al trono, Europa se ha escindido en su espiritualidad; de una parte la Iglesia católica, de otra, las denominadas iglesias reformadas, heréticas. Ante este hecho la postura de Felipe II es clara: pone su espada, su poder y su monarquía al servicio del catolicismo. Nuestro rey no es capaz de bastardear ese ideal; jamás emprendió guerra de conquista bajo pretexto religioso, pero defiéndele con todo vigor, protegiendo sus Estados sin treguas ni claudicaciones.

    Felipe II remató la obra de su padre ejecutando los preceptos de Trento y ayuda a Roma en la acción que la Contrarreforma desarrollaba en Europa. Y combate contra los rebeldes en Holanda, y prefiere arrostrar una guerra cruel y ruinosa antes que claudicar y pasar por al concesión de libertad de cultos. Y sigue enfrentando sus ejércitos y escuadras contra el turco, en triunfos como el de Lepanto, triunfo eminentemente católico y español. Da cima a la unidad política peninsular incorporando Portugal a la corona española con amoroso cuidado; sólo exigiéndole ello, en reciprocidad, comprensión y amor consolidar el bloque hispánico.

    En la propia España hace arraigar ese tono derivado de la misión española. Monta su corte a la antigua usanza y otorga los cargos del Estado únicamente a españoles dando con ello a España el máximo prestigio en el ámbito de su extensa monarquía.

    En el reinado de Felipe II se entra de lleno en el último ciclo de nuestra acción en América, en el de la organización colonizadora, obra jamás igualada por ningún otro país. Admirable en su espíritu religioso, político y humano, pues España no creó un nuevo sistema de rango inferior para sus dominios coloniales sino que dio a éstos una organización a su imagen y semejanza. Ésta es la gran época de los Virreinatos, Audiencias, Capitanías Generales en América: etapa de gran prosperidad material y en que la semilla de nuestra cultura comienza a producir sazonados frutos en aquel continente.

    La monarquía española, con sus instituciones estatales adquiere el máximo prestigio; la realeza impone respeto. Prende en los españoles el entusiasmo por las empresas bélicas que da origen a ese ejército español que asombra al mundo con sus proezas. Sobre él se asienta majestuoso el Imperio español.

    Pero los enemigos del exterior, haciendo imponer su conciencia protestante consiguen pausadamente que España poco a poco abandone su misión, sus empresas y vayan atando su mano. Escribe A. Tovar:
    “Frente a esta España toda vigilante de espíritu, Europa organiza algo terrible: Holanda e Isabel de Inglaterra participan con tantos por ciento en las expediciones de sus piratas; Raleigh y Drake son socios industriales de su Graciosa Majestad Británica. Mientras España se lanza por el plano de la unidad católica del mundo, Europa, en grosera trasposición, corre por el nivel de los intereses.

    El español, envenenado sutilmente, perderá su fe, su dignidad interior, la conciencia de su superioridad”. Muerto Felipe II y entrado el siglo XVII, el Imperio español acabará perdiendo su sangre y su ideal. No tiene ya destino y se encontrará sin lazo; Francia e Inglaterra comenzarán a darle sus puñaladas.


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    En esta época la mayor gloria de España en América es el tránsito del descubrimiento a la colonización: el conquistador dejando el paso al gobernante.

    Los caudillos arrastraron a los más grandes heroísmos, pero esto sólo duró un tiempo: digamos hasta La Española de Colón; hasta el Pacífico, con Balboa; hasta Guatemotzin con Cortés; hasta Cajamarca con Pizarro; hasta Buenos Aires con Pedro de Mendoza; hasta Santiago de Chile con Valdivia; habían llevado fuerzas, luchado, vencido... Después, esta fuerza humana se encontró frente a otra, igual por naturaleza de origen, distinta por estructura política; no de fiereza sino de estructura constructiva; no de camaradería sino de gobierno.

    Las polémicas relativas a la capacidad del indio americano quedaron incluidas dentro de las que tuvieron lugar al tratar del derecho que asiste a las naciones civilizadas para gobernar pueblos de evolución inferior, sin quitarles su señorío, pero arrogándose el privilegio de jurisdicción hasta que los naturales se hayan bautizado y abierto sus territorios al comercio.

    Se percibe la presencia de esta idea en la relación “De Indis” del P. Vitoria: no admite éste los derechos ilimitados de España a la conquista, y pudiera decirse que su esfuerzo radica en la estimación de lo que era y no era “justo” en la adquisición del dominio de Indias mediante la guerra. Su posición es equidistante entre los dos contendientes de 1550: Sepúlveda, que negaba a los indios todo derecho, y Las casas que se los concedía; preconiza el P. Vitoria para los indios un régimen mixto de libertad y sujeción, como de menores tutelados “para el bienestar y el interés de los indios”.

    La justificación radicaba en el mandato de igualdad del género humano y en aquel deseo de arquitectura racional del hombre y de su vida ajustada a costumbres virtuosas dentro de los cánones de la ética aristotélica. Ello queda perfectamente explicado en la carta que el emperador Carlos escribió a los reyes y repúblicas del Mediodía y del Poniente para darles a entender la ley del Evangelio, carta maravillosa, al estilo del “Requerimiento” de Palacios Rubios.


    Legislación.

    Toda esa nobilísima ideología cuaja en las leyes. Por eso la legislación colonial española fue obra de teólogos y juristas-teólogos; sus fines, espirituales: la salvación y cristianización de una raza inferior. Su base no fue la parte positiva y material del Derecho sino su aspecto metafísico y espiritual: el deber.
    La estructura legal de esta idea, primera ley no escrita, la había proclamado la reina Isabel a Colón: “¿Con qué derecho tratáis a mis vasallos como esclavos?”; fue ley perenne y columna vertebral en el problema americano, y que otros varones legisladores repetirían en el transcurso del tiempo.

    Podemos caracterizar los periodos de formación de esta ordenación jurídica de Indias por la significación de cada uno de ellos:

    En el primero, comprendido entre los 1492 y 1520, el tema predominante es el derecho del papa y de los reyes a disponer de las Indias; necesidad de un título justo.

    En el segundo periodo, coincidente con las penetraciones territoriales de México, Perú, Colombia, Charcas y Chile, se añaden los sentimientos humanitarios y la legitimidad del uso de la fuerza según fueran los indios capaces y virtuosos, antropófagos o no, y según acepten o no la religión cristiana.

    Y el tercer periodo es la época de virreinatos, Audiencias, iglesias, colegios y Universidades. Ahora se añaden a las opiniones de los teólogos las recomendaciones de virreyes, oidores, prelados y cabildos. Es entonces cuando se reglamenta el trabajo del indio contra los egoísmos abusivos. La legislación de Indias es obra de profunda originalidad, encerrada en el germen de unos pocos principios: la españolización justiciera y piadosa del mundo indígena, que formará uno de los árboles más gigantescos e inconfundibles que en la vida jurídica han florecido.

    Ideas que pueden representarse en la Recopilación; la Ley 6ª, título I del libro IV, dice: “Conviene que en todas las capitulaciones que se hicieren para nuevos descubrimientos, se excuse la palabra “conquista”, y en su lugar se use de las de “pacificación” y “población”, pues habiéndolos de hacer con toda paz y caridad, es nuestra voluntad que aun este nombre interpretado contra nuestra intención no ocasione ni dé color a lo capitulado para que se pueda hacer fuerza ni agravio a los indios”.

    Hechos.

    El tipo heroico del romancero, del genuino cantar de la formación del pueblo español, se produce en América. Hay una epopeya española , desarrollada fuera de España que supera a las creaciones legendarias greco-romanas y esta nos la cuentan los nombres geográficos, dictados siempre por la gloria, la pena o la desesperación de conquistadores o navegantes.

    Cabe amontonar miles de páginas acerca de nuestra colonización, la más rápida, completa y cristiana que ha visto la Historia, en el orden militar político y religioso. En el contraste con unas tierras cuarenta veces mayor que la propia, con montañas tan abruptas que solo dejan paso a los cóndores, donde las selvas son océanos, los ríos, mares y los bárbaros, bárbaros en todo menos en el arte de matar. Unos grupos de hombres sin otro amparo que sus espaldas mohosas, devorados por hambres caninas, roídos por dolencias, lanzados sin rumbo a Dios y a la aventura, y en menos de cincuenta años (que no serían ni diez de ahora) recorrer el mundo, humillarlo a la Cruz, refundirlo en el crisol de la vida civilizada, empaparlo de Evangelio dando a la Iglesia la mayor conquista desde que el mundo es mundo.

    “Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que ella, así en armas y navegación, como en la predicación del santo Evangelio y conversión de idólatras; por lo cual son los españoles dignísimos de toda alabanza en todas las partes del mundo. Bendito sea Dios que les dio tal gracia y poder.”
    Así, con ese broche de ufanía cristiana y agradecida, cierra su crónica el historiador de Indias Francisco López de Gómara.


    En lo cultural.

    Es el resultado más noble de la obra colonizadora, que corre unido a la faceta religiosa. Es la imprenta y las Universidades “para que los naturales y los hijos de españoles fuesen industriosos en las cosas de nuestra santa fe y en las demás facultades”; y los colegios para indios; y el teatro, llevando para los indios los autos sacramentales trasladados al quechua para atraerles al conocimiento de la religión. Y lo mismo ocurre con el arte en las capillas abiertas en monasterios y catedrales y sobre todo en las artes menores, obra de indios educados en escuelas misionales.


    En lo religioso.

    Está plasmado en las leyes del título I, libro I de la Recopilación, con especialidad en esta ley: “Que no queriendo los indios recibir de paz la santa fe, se use de los medios que por esta ley se manda: conciértese con el cacique principal que está de paz y confine con los indios de guerra, que los procure traer a su tierra a divertirse o cosa semejante y para entonces estén allí los predicadores revestidos con albas, estolas e sobrepellizas, con algunos españoles e indios, amigos secretamente, y cuando sea tiempo... por sus lenguas e intérpretes comiencen a enseñar la doctrina cristiana y con la santa cruz en las manos, y los cristianos la oigan con grandísimo acatamiento, porque a su imitación los fieles se aficionan a ser enseñados y así para causarles más admiración podrán usar de música... con que conmuevan a los indios para se juntar para amansar, pacificar y persuadir a los que estuvieren en guerra...”.

    Y de ese espíritu nace la organización de la Iglesia en América, obra del clero regular y seglar, los heroísmos de los misioneros, de la inquisición y de tantas manifestaciones de que se cumplía a la letra lo que la reina Isabel ordenó en su lecho de muerte.


    Lo social.

    En el trato del indio es ejemplo lo preceptuado por el virrey del Perú Francisco Álvarez de Toledo durante 1569-1581, en el cuerpo de ordenanzas que le dieron fama y que eran verdaderas innovaciones desde el punto de vista español. El sujeto de su preocupación es el indio frente a los encomenderos: una de sus ordenanzas retira a los indios del servicio personal y los reúne en pueblos para darles doctrina y vivir bajo vigilancia de las autoridades; ordenó se erigiesen iglesias; exigía que los niños menores de diez años residiesen con el sacerdote para recibir doctrina; mandaba que el alguacil trajese a los indios los días de fiesta para oír misa. Acerca de los salarios ordenó que se les facilitasen tierras y aperos; darles un vestido por año; atenderles en sus enfermedades; tenían un día por semana para trabajar en sus propias haciendas y diez días laborales libres al año; los mayores de cincuenta años tenían el derecho de vivir en las chacras sin trabajar etc. Estas ordenanzas se copian tres años después en la gobernación de Tucumán, y en 1577 el gobernador Abreu se inspira en ellas para las suyas y lo mismo hace Ramírez de Velasco, hasta que se recoge su espíritu en la Recopilación, como antes se hizo en las Leyes Nuevas.

    Al finalizar los siglos de los Austrias existe ya en Indias un Estado estructurado, en el que la justicia había logrado imponerse por encima de la avaricia y el egoísmo. Los abusos existían, pero eran castigados; la consolidación moral de la conquista era una magna obra de conjunto. Por esa labor incesante pusieron los españoles de habitantes de América en comunicación con el mundo civilizado y les quitaron las idolatrías y sacrificios humanos. Es decir, los entroncaron en una civilización que aun subsiste.

    Civilización, y no una sociedad compuesta de blancos como la que dejó tras sí Gran Bretaña; una civilización en que españoles, criollos y mestizos fusionaron sangres y costumbres y que al amparo de las leyes de Indias disfrutaron de los beneficios de la cultura española. Civilización española pura, no territorial americana sui-generis.

    Pero... también aquí llegan los tiempos en que la misión se rompe, y esta vez por la propia España, que debió conservarla. Al régimen patriarcal de la casa de Austria, abandonado en lo económico, escrupuloso en lo espiritual, sucedió bruscamente el nuevo ideal de la Ilustración: de negocios, de compañías por acciones. Las Indias dejen de ser el escenario de un intento evangélico para convertirse en un codiciable patrimonio.

    No se vio que la pérdida de la misión espiritual implicaba la disolución del Imperio y por ello la separación de los pueblos hispanoamericanos. La España que veían los americanos de la mitad del XVIII a través de los virreyes y funcionarios no era ya la que los predicadores habían exaltado y mucho menos la del testamento de la reina Isabel.


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    Bajo el reinado de los últimos Austrias, cuando España, “pueblo elegido de Dios”, “yema del mundo”, “madre de naciones”, era combatida por todos los países, fue perdiendo aquella lozanía fecunda que la había hecho ser la potencia más grande y temida del siglo XVI.

    La Hacienda empobrecida y desiertos los campos, agotada la nación por las guerras, disgustado el pueblo por las constantes peticiones de subsidios. La decadencia comenzó bajo Felipe IV; enrolada España en la guerra del los Treinta años escribe en nuestra historia el triste episodio de Rocroy. El Tratado de Munster entre España y Holanda y el de La Haya de 1661 arrebataron a nuestra Patria las Provincias Unidas. El Tratado de los Pirineos con Francia (1659) nos arrebató el Artois, Luxemburgo, plazas de Flandes, el Rosellón y la Cerdaña. Portugal se independiza.

    ¿Qué está ocurriendo? La zozobra desde mediados del siglo XVII se transforma en preocupación por el ser mismo de España. Ahora ya se pasa a preguntar “qué somos”, “qué es España y qué es ser español”: desde entonces el ser de España pasa a ser tratado como “problema” por los grandes escritores y tratadistas políticos.


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    Todo el pensamiento español del Siglo de Oro arranca de la más severa ortodoxia monárquica y católica. En el siglo XVI, al romperse la unidad de Europa con el Renacimiento y el Protestantismo, España se aparta del rumbo cultural de las demás naciones europeas y se aísla, llegando a una homogeneidad de pensamiento característica.

    Desde fines del siglo XV hasta finales del XVII, es España maestra del orbe, guión de grandeza, con imperio de ideas, instituciones, costumbres, modas e influencias. “Compenetración de clases sociales, unidad al servicio de un ideal religioso y político, fe en su destino providencial, optimismo en sus empresas heroicas; eso es España en nuestro Siglo de Oro. Esto y una teoría inmensa de santos, teólogos, místicos, ascetas, historiadores, legistas y maestros de todas las ciencias”.

    En la Filosofía serán gloria de España Vitoria y Suárez, padres del Derecho internacional y de la Filosofía del Derecho; Valencia, Báñez, Lugo, Molina, Toledo, Fox Morcillo.

    Como cronistas brillarán Guevara y Mexía; como historiadores, Sandoval, Florián de Ocampo, Ambrosio de Morales, Zurita, Moncada, Mariana, Melo, Oviedo, Bernal Díez del Castillo, Gomara, Herrera, Solís etc.

    En Literatura, la confianza ascendente comienza en Nebrija, culmina en el soneto de Hernando de Acuña, y culmina en Cervantes. Toda la “rica fabla de Castilla”, que asentó sus cimientos en las ruinas de las primeras hablas peninsulares, labró los rotos mármoles latinos, atavióse con la elegancia helénica, supo emular los apasionados acentos del Yemen, apacentó sus místicas ternuras en la sacra lengua de Israel, llena de tropos y aspiraciones, de sonidos misteriosos y guturales; imitó las melodías del italiano, pero sin perder nunca su ser propio, tomando las cosas foráneas para hacerlas suyas con invencible señorío, acomodándolas a su genio y virtud.

    Con este arma se forja la grandeza de nuestra literatura, y los artífices se llamaron Boscán y Garcilaso, Sá de Miranda y Hernando de Acuña, Hurtado de Mendoza y Gutierre de Cetina, Fray Luis de León y la escuela salmantina con sus poetas, Herrera el Divino, Rioja, Arguijo, Jáuregui, Caro y demás vates de la escuela sevilana. Aragón dará a los Argensola y a Esteban Manuel Villegas; Valencia a Gil Polo; Granada a Espinosa y Espinel; Córdoba a Juan Rufo, Góngora y Céspedes, Madrid a Cervantes, Lope de Vega, Calderón y Quevedo.

    La mística dará aromas al propio cielo con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, con Fray Luis y sus seguidores.

    Los pinceles de luz, gloria de España, los mueven Berruguete, Pantoja, el divino Morales, Juan de Juanes, Ribera, Zurbarán, Greco, Murillo y Velázquez.

    El plateresco y Herrera con su severo arte, inspira a los arquitectos españoles. En el monasterio de El Escorial plasma Herrera en dura piedra de la meseta castellana el alma de Felipe II y la unidad de España, a la que prestan guardia la luz y el cielo y el paisaje.

    Con Berruguete comienza la serie de escultores nacionales cuyas producciones culminan en la imaginería castizamente española. Llamas espirituales son sus tallas, en idéntica ascensión que en sus lienzos enciende el Greco. Después de él vendrán Becerra, Gregorio Hernández, Martínez Montañés y Alonso Cano. Junto a ellos destacarán también los orfebres famosos de custodias, como la estirpe de los Arfe; los Becerril, con sus obras góticas unas, platerescas otras, herrerianas éstas, y los ceramistas y los artífices de las artes suntuarias; casullas y toda serie de ornamentos que pueden agruparse en torno a la gran figura de Fr. Francisco de Sigüenza.

    En los coros de las catedrales resuenan las melodías de Tomás Luis de Vitoria, de Guerrero, Salinas, del maestro Morales, y en los salones los grandes vihuelistas como Luis Milán, Narváez, Daza, Espinel; y los organistas Cabezón, Fr. Tomás de Santa María, Cabanillas, etc.

    Todos, éstos y aquéllos, brotan floridos de un tronco recio: El genio y la huella de España.

    En lo político, la época expone su verdadero sentido. El moderno Derecho político exige el servicio, la obediencia en nombre de una disciplina casi cuartelera. El cadáver obediente que ahora demanda el Derecho público es un cadáver rígido; obedecemos hoy a leyes sin justificación trascendente, a instituciones sin prestigio divino. España, por sus pensadores imperiales, ensayó a tiempo salvar la obediencia en el seno de la dignidad; España realizó como nadie la concordia de la libertad y de la autoridad.

    En lo jurídico no puede hablarse ya de Derecho castellano ni leonés; el Derecho territorial ha ido triunfando sobre el local, que se había reducido a ordenanzas. Este Derecho exigió una sistematización en las Ordenanzas Reales de Castilla (Ordenamiento de Montalvo). En el siglo XVI por sucesivos encargos de Carlos I y de Felipe II preparanse nuevas sistematizaciones como la Nueva Recopilación (1567), y Las leyes de Indias de 1680.


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    ALABANZAS

    Numerosas y de calidad son las alabanzas que se dirigen a la España del Imperio y con características varias según el tiempo en que se escriben: las que alaban por las glorias que viven; y las que loan por las que recuerdan, en la decadencia. No puede hacerse catálogo erudito ni menos enumeraciones de todas ellas ni de los libros en que aparecen durante estos siglos.

    Desde la ‘Apología’ de Matamoros hasta las polémicas de Quevedo, pasando por la ‘constancia de la fe y aliento de la nobleza española’ de Cortés Ossorio y tantas otras, el elogio de España se hace, unas veces para ejemplificar y otras para alentar a los que viendo cuánta fue nuestra grandeza y nuestra postración se entregaban al ocio y a la inacción, persuadidos que todo era inútil. La conciencia de nuestra grandeza y el concepto de nuestra unión histórica rebosa durante todo el XVI, y cuando las guerras que trajo consigo la Casa de Austria de llega hasta el engreimiento: Matamoros, con su célebre ‘Apología’ se extiende en el fecundo reguero de la tradición isidoriana, y su puñado de flores retóricas es una exaltación de la cultura nacional:

    ¡Aplaude alegre, belicosa España!
    ¡Tus ámbitos hoy llene de alegría!
    Es honor de las musas y morada
    De las Gracias, este ínclito hispalense.
    que Febo, generoso, te ha otorgado
    para que encienda la extinguida lámpara
    de la Oratoria que con él revive.

    Del brillante alegato humanista se pasará al libro que se opone al ataque foráneo o al libelo político infamante, y será también el tratado de filosofía política que corrige la discrepancia doctrinal, como la ‘Política española’ de Fr. Juan de Salazar. Ese doble carácter de reacción política y de apología de la cultura tendrán los escritos y alabanzas de Quevedo, Solórzano, Alamán, Cabrera, etc.

    Alabanzas puras entonadas con la exaltación de lo muy amado las escribirán el Dr. Mota, Fernando de Herrera, Suárez de Figueroa, Lope de Vega, Bernardo de Balbuena, acompañadas de algunas plumas extranjeras como las de Castiglione, Soranzo, Nicolai, Badoaro, Branthome etc. Los predicadores tienen también elogios parciales para indicar, casi siempre, algún defecto contrario que quieren corregir.


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    Tipos de este periodo son:

    La Santa.

    La línea de santidad española henchida de fuego y ardor cristianos llega también a la mujer española a través de un confesor como san Pedro de Alcántara, “santo hecho de sarmientos, a fuerza de rezar y de sufrir”, que hizo de la humildad el criterio fundamental de la vida de perfección, a Teresa de Jesús, “serafín del Carmelo, monja extática y visionaria que fue sembrando España de conventos”. Mientras en Europa se piensa en salirse el hombre del dominio de Dios y de su Iglesia, en España hay una mujer, monja andariega que, por caminos y ciudades , organiza una leva de gente que quiere vivir para el Señor en vida de oración y penitencia.


    El Santo.

    Es caridad y misericordia, en un Juan de Dios; longanimidad en la limosna, paladín de la misérrima pobreza como Tomás de Villanueva; ángel de la caridad, holocausto de mansedumbre como Juan de la Cruz; es Luis Beltrán, “el fraile de Dios”; Toribio de Mogrovejo, floreciendo en Lima; Francisco Solano, apóstol del Perú; pascual Bailón, el pastorcillo santo; José de Calasanz, inspirador de los más sólidos principios educativos; Juan de Ávila, maravilla de elocuencia; Juan de Ribera, patriarca de Valencia...

    Si vacila la misma Cristiandad en su más íntima esencia y hay que restaurarla por la disciplina, restaurando también la jerarquía, surge un Ignacio de Loyola, que concibe el espíritu como arquitectura. Orden militar de combate es la que funda ese capitán español con su bandera para defender el Imperio católico de España contra los herejes; y tal grandeza alcanzará la “Compañía” que sus hijos serán consejeros de príncipes y sabios. Dio grandes santos como San Francisco Javier, San Francisco de Borja, San Alfonso Rodríguez, San Pedro Claver; en Italia a San Luis Gonzaga y a San Carlos Borromeo. Dio teólogos como Francisco Suárez, Salmerón, Molina, Pereira, Belarmino; historiadores como Mariana; inspiraciones de artistas como las de Bernini y Murillo. Arquitectura como la de la Clerecía salmanticense... Y en el Concilio de Trento esa bandera de San Ignacio fue la imperial de España, levantada ante el mundo para defender eternamente a Cristo.


    El Teólogo.

    La generación de la ciencia teológica en troqueles renacentistas es netamente española. Inicia el magno impulso Francisco de Vitoria, que representa el paso de la escolática al humanismo; Suárez y Melchor Cano fabrican el armazón y la cúpula de la obra. España afronta valientemente la gran trilogía cristiana del conocimiento: Metafísica, teología y mística.

    La ciencia teológica española abarca tanto como nuestra dominación política. por Lyon, Amberes y Colonia marchaban nuestras ideas como por Sevilla, Barcelona y Salamanca. La teología protestante es sojuzgada por la cultura teológica española en Jena, en Colonia, en Wurzburgo, en Maguncia, en Ingolstadt, en Viena, en Praga, en Leiden... Hablaba Huarte de San Juan de “la charla, la vanilocuencia y parlería de los teólogos alemanes, flamencos, ingleses y franceses” que, comparados con los nuestros eran bien poquita cosa.

    Nuestros teólogos, con ser mucho como científicos, por su rotundidad, gallardía, independencia y erudición, valen más como hombres: “No hablaban sino como sentían, no sentían sino como vivían y no vivían sino como quienes eran”. Fueron hombres de una sola pieza, forjados en el lema de Pinciano: “Menester es el hombre entero”.

    Antes que servidores de una idea eran cruzados de una causa. En lo profundo y vital de su pensamiento radica la solución a los graves problemas de la culpa, la redención, la predestinación y la gracia. Fueron caballeros de Cristo y dedicaron su esfuerzo a la conquista de almas para él. Nombres: Arias Montano, Diego Laínez, Domingo de Soto, Salmerón, Melchor Cano, Carranza, Covarrubias...

    El Misionero.

    El español sabe que el mundo es lucha y que en él tiene una misión. El genio religioso de España organizó como ningún otro pueblo las batallas contra infieles y anticristianos, o para llevar la palabra de Dios a todo el orbe.

    Si en los tiempos pasados las fronteras de España fueron defendidas con la espada y la cruz por un Raimundo de Fitero y su Orden de Calatrava, y después por las de Alcántara, Montesa y Santiago; si san Vicente Ferrer convirtió a los judíos con sus palabras de amor; si los caminos y los peregrinos eran defendidos por un Domingo de la Calzada; si los cautivos fueron amparados por un Domingo de Silos, un Raimundo de Peñafort o un Pedro Nolasco, en esta época, que ahora se centra en la Acción, nacerán españoles que se dispersan por mundos lejanos: un Francisco Javier, evangelizador del Japón y de la India; un Andrés Urdaneta, en Filipinas; un Pedro Pérez en Abisinia, y los infinitos misioneros que llenan de gloria y de tumbas el suelo de América; el santo Pedro Claver y el obispo Zumárraga en Méjico; Toribio de Mogrovejo en el Perú; el P. Ancheta en el Brasil, san Luis Beltrán etc.


    El Capitán.

    Tendrá un nombre que resuma los antiguos ‘claros varones’ medievales: pelea en varias partes del mundo ganando batallas, y su figura adquiere el halo romántico como un Amadís o un verso itálico de Garcilaso. Abundaban en el ejército que tal empresa realiza los nobles y caballeros ilustrados que impusieron sus modales y el trato decoroso entre ellos y los soldados que mandaban.

    Decía Maquiavelo que el ejército de España no tenía más señor supremo que la Patria y un espíritu individual desconocido para los demás. Capitanes de tal ejército son un Gonzalo de Córdoba, un Antonio de Leiva, un Requeséns, un Sancho Dávila...


    El Conquistador.

    Tal vez sea ésta la figura más recia de los prototipos españoles. Todos cuantos a Indias partieron llevaban en sus venas sangre de caudillos. Como una cosecha única brotaron sobre el suelo de España cientos de ellos que, guardando el recuerdo de su patria nativa fundaban la Nueva España (Méjico), Nueva Granada, Guadalupe, Montserrat, Medellín. Para más compenetrarse el conquistador aprenderá la lengua nativa, se casará con india para crear una nueva raza y será paridor de normas sabias y cristianas.

    Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, realizan descubrimientos y minian mapas como joyas. Vasco Núñez de Balboa se adentra en el Pacífico, Magallanes rodea América del Sur, y Sebastián Elcano cerca el mundo entero. Hernando de Soto y Coronado llegan a Norteamérica; a Panamá, Pedrarias Dávila; a Honduras, Cristóbal de Olid; a Guatemala, Pedro de Alvarado; a Yucatán, Francisco de Montejo; al Plata, Díaz de Solís, al Amazonas, Francisco de Orellana; a Bogotá, Jiménez Quesada. Pero los tres hitos señeros los alcanzarán Hernán Cortés en Méjico, Pizarro y Almagro en Perú y Pedro de Valdivia en Chile.


    El Ingenio.

    Al ingenio de esta época, sea poeta, novelista, filósofo, historiador, dramaturgo, etc. hiere corrientemente su imaginación los grandes acontecimientos en los que se exalta el poder de España. Brotan de él sonetos y canciones, novelas y narraciones, comedias y tragedias, modelos eternos de inspiración heroica y de riqueza imaginativa sin par. Serán Herrera y Lope, y Calderón y Cervantes, y Quevedo y Tirso, y las voces incontables de todos los ingenios españoles de estos siglos.


    El Artesano.

    El antiguo ‘Colegio’ romano o sindicación continúa en la Edad Media, y a la sombra de los castillos y de los monasterios se van formando ‘las familias de criazón’, que transmitirán como un rito religioso las prácticas de los oficios. De esas familias se forman los gremios, con fueros y ordenanzas, y sus grados de maestro, oficial y aprendiz, su cabildo o consejo y sus jurados. Y allí surgen para gloria de España, los componentes de aquellos gremios que se llamarán de boneteros, boteros, candileros, de sombrereros, orfebres, relojeros, plateros...
    Pious dio el Víctor.

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZAS DE ESPAÑA:

    304
    “¡Oh, nuestra querida y muy amada hermana, la que tantos nobles y gloriosos hijos ha llevado en su vientre y tan altos clérigos y filósofos hubo de lactar de sus pechos, de quienes todo el mundo se tiene hoy suficientemente iluminado!
    JUAN MOLINET, ‘Templo de Marte’ 1517.

    305
    “Carlos es sólo en la tierra rey de reyes, pues recibió de Dios el imperio. Este Imperio es continuación del antiguo, y como dicen los que loaron a España que, mientras las otras naciones enviaban a Roma tributos, España enviaba emperadores, igualmente ahora vino el imperio a buscar el emperador a España, y nuestro rey de España es hecho, por la gracia de Dios, rey de romanos y emperador del mundo. Este Imperio no lo aceptó Carlos para ganar nuevos reinos, pues le sobraban los heredados, que son más y mejores que los de ningún rey; aceptó el Imperio para cumplir las muy trabajosas obligaciones que implica, para desviar grandes males de la religión cristiana y para acometer la empresa contra los infieles enemigos de nuestra Santa Fe Católica, en la cual entiende, con la ayuda de Dios, emplear su real persona. Para esta tarea imperial España es el corazón del Imperio; este reino es el fundamento, el amparo y la fuerza de todos los otros. Por eso, Carlos ha determinado vivir y morir en este reino, en la cual determinación está y estará mientras viviese. El huerto de sus placeres, la fortaleza para defensa, la fuerza para ofender, su tesoro, su espada, ha de ser España.”
    OBISPO DR. MOTA, ‘Discurso en las Cortes de La Coruña’ 1520.

    306
    “¡Oh feliz nación española, cuán digna eres de loor en este mundo, que ningún peligro de muerte, ningún temor de hambre ni sed, ni otros innumerables trabajos han tenido fuerza para que hayáis dejado de circundar y navegar la mayor parte del mundo por mares jamás surcados y por tierras desconocidas, de que nunca se había oído hablar; y esto sólo por estímulo de fe y de virtud, que es por cierto una cosa tan grande que los antiguos ni la vieron ni la pensaron, y aun la estimaron imposible.”
    NICOLÁS NICOLAI, ‘L’Art de Naviguer’ 1554.

    307
    “De España con alta voz y noble aliento
    Cantaré los triunfos y victorias
    Y daré entre su honor y eterna gloria
    Al valor vuestro insigne igual asiento.
    Mas un dulce esplendor, un cerco de oro
    Que en crespas hebras arde, una armonía
    Y gracia que florece y orna el suelo,
    Una belleza a quien suspenso adoro,
    Impide esta altiva empresa mía,
    Y en su furor me llevan hasta el Cielo.”
    FERNANDO DE HERRERA, ‘Soneto al conde de Gelves’.

    308
    “¡Oh, gloriosa España, numerosa de gente, poderosa de armas, maestra de guerras, rica de perlas y de oro, abundante de vituallas, copiosa de todas las cosas, más copiosísima de devoción, de santidad, de religión y de fe!
    ¿Y de dónde te ha nacido tanta gloria, España? Destos católicos reyes –responde la agradecida España, contenta por su bien, llorosa por su ausencia- y desta santa torre y deste divino tribunal.”
    FR. JUAN LÓPEZ SALMERÓN, ‘Honras de Felipe II’ en la iglesia de Santiago de Logroño. (1601)

    309
    “Nunca ha habido en España tantos y tan grandes letrados, teólogos y juristas y de todas las facultades; nunca tanto libro sacado a la luz, y nunca los hombres doctos y eminentes han sido tan favorecidos y premiados; y sobre todo, nunca las religiones tan reformadas en este reino ni en tanto punto de observancia como lo han estado y están por el patrocinio y providencia de nuestro rey, que no se puede decir la puntualidad con que a esto se acudía”.
    FR. ALONSO CABRERA, ‘Honras de Felipe II’ en Santo Domingo el Real. (1601)

    310
    “¡Oh España noble! ¡Oh nobles y valerosos españoles! ¡Y cuánto daño hace y ha hecho en nuestros reinos el ocio! Para la valentía antigua de España muy dañosa ha sido la paz en ella...

    Fue España antiguamente la más florida de cuantas naciones ha tenido el mundo. Y el ocio y la larga paz dio con ella al traste, pues sabemos que cuando los alárabes entraron en España apenas hubo quien osase esperarlos, sino que todos en aquella ocasión volvieron las espaldas. Y así fue muy para sentir que aquellos que, según Trogo Pompeyo y Justino, se preciaron tan de capitanes; aquellos tan diestros en las armas que, por serlo, pudieron ser maestros de un Aníbal; aquellos tan enseñados a pelear que “si extranens deest, domi hostem quaerunt”, porque aman tanto la guerra que faltándoles con quien pelear, pelean entre sí mesmos (y así dijo Tito Livio que sobre todas las naciones eran los más aparejados para la guerra los españoles); aquellos que siendo los primeros conquistados del poder del Imperio romano, fueron vencidos los postreros; aquellos de quien dice Celio Rodiginio que habiéndoles quitado Porcio Catón las armas, se mataron a sí mismos por no vivir sin ellas; aquellos de quien fue preso el rey Francisco de Francia en la batalla de Pavía y de quien dijo, viendo que los mancebos sin barbas ceñían espadas: ¡Dichosa España que pare los hombres armados!; aquellos de quien dicen las leyes de Partida: ‘E los españoles, que fueron siempre muy sabidores de la guerra e mucho usados de fecho de armas’; y al fin, aquellos de quien confiesan los extranjeros que la virtud de la guerra está en ellos, y de quien hubo tan ilustres blasones, hazañas tan célebres y mil libros llenos de la gloria de sus victorias: ésos, por la paz y ocio en que vivían, volvieron un tiempo las espaldas”.
    FR. MIGUEL PÉREZ DE HEREDIA, ‘Historia de la valerosa y discreta Judit, Trat. I” (En el Libro de sermones de Santos, Salamanca, 1605).

    311
    “España, madre universal y apacible acogimiento de extranjeros, más que de sus naturales.”
    LUGO Y DÁVILA, ‘Teatro popular’.

    312
    “¡Oh España generosa, qué entrañas tan de madre tienes para todos, qué corazón tan magnánimo! No son menos altivas las naciones en tu distrito que en los suyos propios. ¡Cuántas amistades reciben, cuántas medras, cuántos aumentos sacan de tu caudal!
    C. SUÁREZ DE FIGUEROA, ‘El Pájaro’.

    313
    “Rompa con dulces números el canto
    De alguno, al son de la confusa guerra,
    Entre el rumor del escuadrón que cierra
    El silencio a la voz y a Juno el manto.

    Cante las armas de Fernando el Santo,
    O el de Aragón en la nevada sierra;
    Del duque Albano en la flamenca tierra
    Y del hijo de Carlos en Lepanto.

    Otro cante a Cortés, que por España
    Levanta la bandera sobre el polo,
    Que cuando nace el sol, de sombras baña;

    Que yo, Lucinda, si me ayuda Apolo,
    Aunque vencerme tú fue humilde hazaña,
    Nací para cantar tu nombre solo.”
    LOPE DE VEGA, ‘Soneto’.

    314
    “¿En qué región del mundo sus banderas
    No han de dar sombra, y asombrar el mundo?
    En Persia, África, Arabia, y las postreras
    Islas que ciñe y bate el mar profundo?

    Oh venturosa España! si tuvieras
    De tus Eneas un Marón segundo,
    O a tus nuevos Aquiles un Homero,
    ¡Cuán poca envidia hubieran del primero!

    Tus verdades exceden sus ficciones,
    Y tu ordinario estilo a sus portentos,
    Y en descubrir y hallar nuevas regiones
    A los mas arrojados pensamientos:

    En fe y lealtad, las bárbaras naciones,
    En letras, en virtud, y entendimientos
    Cuantos la Grecia y el Egipto encierra,
    Y en armas todo el resto de la tierra.”
    BERNARDO DE BALBUENA (1562-1627), ‘El Bernardo’.

    315
    “Es, España (si valgo para cosmógrafo de cosa tan insigne) la yema del mundo, la cabeza de las armas, el compendio de las letras, la fuerza de los ingenios, la monarquía mas poderosa, el poder mas extendido, el valor mas arraigado, señora de las naciones, sujetadora de imperios, vencedora de cuantos se oponen a su grandeza, columna de la Iglesia, defensión y propugnáculo de la religión; y en suma, por concluir en breves razones, la que no tiene superior y todas son sus inferiores.
    Es su rey el mayor monarca, a cuyos hombros apoya la Cristiandad, en cuya corona comprehende los dos mundos, cuyas armas ven los dos polos, cuyas águilas, tusón y vellocino, ni tienen segundos, ni conocieron primeros. Es en valor invencible, en poder insuperable, en grandeza primero; y en suma, honra grande del mundo que sea su cabeza, y que con mas fidelidad que Alejandro Magno, no solo sea señor de un mundo, mas del viejo y nuevo. Es en riqueza el mayor, el más grande señor que hay ni ha habido debajo del cielo, y mama las tetas de oro de las dos Indias orientales y occidentales.
    ¿Adónde hay nación ni lugar que no reverencie el nombre de España, no se espante de sus hechos, no alabe su monarquía, no envidie sus triunfos y no engrandezca sus hazañas, no tema los filos de sus armas, se atreva a levantallas en competencia?”
    MATEO ALEMÁN (1547-1615), ‘Guzmán de Alfarache’.

    316
    “Si, según la sentencia de Aristóteles, sólo el hallar o descubrir algún arte, ya liberal o mecánica, o alguna piedra, planta u otra cosa que pueda ser de uso y servicio a los hombres les debe granjear alabanza, ¿de qué gloria no serán dignos los que han descubierto un mundo en que se hallan y encierran tan innumerables grandezas? Y no menos estimable es el beneficio de este mismo descubrimiento habido respecto al propio mundo nuevo, sino antes de muchos mayores quilates, pues además de la luz de la fe que dimos a sus habitantes, les hemos puesto en vida sociable y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas sus costumbres ferinas y comunicándoles tantas cosas, tan provechosas y necesarias como se les han llevado de nuestro orbe y, enseñándoles la verdadera cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer y escribir y otras muchas artes de que antes totalmente estaban ajenos.”
    JUAN DE SOLÓRZANO PEREIRA (1575-1655), ‘Política indiana’ (1648)



    317
    “1. Aunque es justo y grande el amor de la patria, y suele causar que cualquiera desee y procure aventajarla a otras y engrandecer sus proezas, poco necesitamos de trabajar en esto los naturales de España, pues Dios la dotó de tantas, como es notorio lo conceden aun los extranjeros más envidiosos.

    2. Pero cuando sus glorias no hubieran sido tales y tantas por lo pasado, nadie le podrá negar con razón y justicia, la mucha que se le debe por el descubrimiento y conversión de este Nuevo Hemisferio, en que se han hallado tantas tierras y mares, tantas gentes, animales, riquezas, árboles, yerbas, drogas y otras cosas de precio y provecho como se han referido y considerado una por una infinitos autores, confesando, que por mucho que dicen, quedan todavía cortos en alabarlo. Yo apuntaré con brevedad algunas , que puedan servir como de argumento o ejemplo de otras, que de ellas se van derivando.

    3. Y sea la primera, la excelencia, valor y constancia que nuestros españoles han tenido y mostrado en tantas y tan repetidas, dilatadas y peligrosas navegaciones y peregrinaciones como por Mar y Tierra han hecho en estos descubrimientos. Porque aunque no falta quien haya querido poner en disputa si es bueno en navegar y peregrinar, y si se merece gloria y alabanza por esto, lo cierto es que encaminándolo a fines útiles y honestos, siempre se ha tenido por necesario y loable, y hecho particular estimación de los que en esto se han aventajado, como le resuelven otros que mejor sientan.

    4. Y esta alabanza, aunque ya de tiempo antiguo se comenzó a dar a los nuestros por inclinados a emprender hazañas valerosas, acostumbrados a las armas y cosas arduas, buscando cómo emplearlas en ellas por mar y por tierra, y sin saber contenerse ociosos dentro de la suya después de las navegaciones, de que voy hablando, se les da y se les debe dar con elogio y encomios; afirmando los que las tratan que así castellanos como portugueses se han aventajado en ellas a Hércules, Baco, Osiris, Alexandro, tirios y cartagineses, y a todos cuanto por éstos fueron celebrados y venerados por la antigüedad, y por encarecerlo más a sí mismos, pues nadie se hallará que haya alcanzado mayor pericia o destreza en el navegar, ni se haya engolfado en mares no conocidos; antes reputados por innavegables e inaccesibles, ni atrevídose con tan poca gente a reconocer tantas islas, y tantas y tan remotas, y nunca por otros pisadas provincias y regiones de tierra firme.

    5. La segunda razón para asegurar los méritos de esta gloria, podemos tomar justificación del gran beneficio que al Mundo Antiguo se le ha recrecido en darle tan cumplida noticia de este Nuevo y de sus muchas provincias, habitadores y pobladores, dejándole el paso franco para ir aún descubriendo más cada día, como va aconteciendo. Cosa que no se hallará otra nación que lo haya hecho, como pía y gravemente lo considera Thomás Bozio y otros autores.

    6. Porque, si según sentencia de Aristóteles y de Cicerón, sólo el hallar o descubrir algún arte, ya liberal, o mecánica, a alguna piedra, planta y otra cosa que puede ser de uso y servicio a los hombres, les debe granjear alabanza y muchas veces les ha adquirido nombre y veneración de divinos, como a Ceres, porque halló el trigo; a Hércules, porque metió en Grecia el álamo blanco; a Pixidoro Pastor, el mármol en el Campo Efesino y a otros muchos de que hacen mención las historias a cada paso. ¿De qué gloria no serán dignos los que han descubierto un mundo en que se hallan y encierran tan innumerables grandezas y riquezas? ¿Un cielo con tan nuevas y diferentes estrellas. De que como en profecía hablo el Dante aun antes de nuestras navegaciones diciendo que hacia el Polo Antártico se hallarían cuatro en lugar de la cinosura.
    Jo mi volsi a man destra, eposimente
    Ale altro Polo, vidi quatro stelle;
    Non viste mai fuог che la prima gente.
    ¿Y los que nos pusieron en desengaño de que se podía con certeza navegar y pasar el Océano, y que se vive suave y templadamente debajo de la tórrida zona? consideración que la hallo en un autor bien poco afecto a nuestra Nación.

    7. Y no es menos estimable el beneficio de este mismo descubrimiento habido respecto al propio Mundo Nuevo, que descubrimos, sino antes de muchos mayores quilates, pues de más de la luz de la Fe, que dimos a sus habitadores, de que luego diré, y les hemos puesto en vida sociable y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas sus costumbres fierinas, y comunicándoles tantas cosas, tan provechosas y necesarias como se les han llevado de nuestro Orbe, y enseñándoles la verdadera cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer y escribir, y otras muchas artes de que antes totalmente estaban ajenos. En que ya se ve, que asimismo no se hallará gente que tanto haya merecido del género humano.

    8. Y que por el consiguiente debe corresponder a tal mérito condigna estimación y alabanza, pues no tienen las virtudes, y gloriosas y trabajosas hazañas otro premio, que las iguale según la doctrina de Cicerón. Y pues vemos que por menores efectos consagró, y tuvo por dioses el gentilismo a Baco, Castor y Pólux, Orfeo, Anfión y Mercurio tan celebrados por Horacio, y otros poetas.

    9. En tercer lugar, aumenta mucho la excelencia y grandeza de nuestros gloriosos reyes y reinos de España el considerar lo que mediante la voluntad y disposición divina los han dilatado y la gran potencia y monarquía que han adquirido por el descubrimiento y conquista de este Nuevo Orbe.

    10. Porque siendo cierto que antes tenían y gozaban en lo mejor de Europa tantos reinos y estados, como sabemos, y la gran parte que ocupaban de África y mayor del Asia con la dominación de la India Oriental, añadida ahora esta cuarta parte del mundo, si es que dignamente la podemos llamar así, pues sólo ella vence en grandeza, abundancia y riqueza a las otras tres, que antes se conocían, como ya lo dejamos advertido y probado, bien se deja entender que desde que Dios crió el mundo no ha habido Imperio que pueda compararse con el suyo, así en lo dilatado como en lo rico y lo poderoso. Como nos lo reconocen aun los escritores extraños, y con elegancia Bautista Guarini en el prologo o prefacio de su ‘Pastor Fido’, que hablando de nuestro rey de España dice:

    Alacui Monarquia nascono i Mondi,
    E como al Sol, che el Oriente sorge,
    Produce il Mondo herbe, fior, fronde e tante
    In Cielo, in terra, in Mar alme viventi,
    Cossi al vostro possente, altero sole,
    Che uscidal grande, e por voi chiaro Occaso,
    Si veggon de ogni clima
    Nascer Provincie e Regni,
    Ecrescer palme, epullular trofei.
    Avoi Monarca acui
    Ne anco quando annota il sol tramonta.

    A quien novísimamente sigue o imita fray Thomaso Stigliano en su ‘Poema del Mundo Nuevo’, Cant. I, diciendo así en su cuarta estanza u octava:

    Diro in sieme in principio onde prodota
    Fu la grandeza de suo istati tanti
    Al Re Ispan, che Signore de le aurea flota
    Piu Regnihá, che cittá gli alteri Regnanti
    Al dominio del qual mainon se annota,
    Poi en el sol per girar datuta, y canti,
    Non pude in parte del Cielo andar sa cui
    Non veggia terre, e sudditi dilui.
    ..............

    12 Y que le son inferiores los de la China, con ser tanto lo que le escribe de su grandeza, y también la monarquía de Roma en el tiempo de su mayor pujanza... por que se le aventaja la nuestra veinte veces más...

    13. Y se verifica en los términos de su Imperio la distancia, que por vía de encarecimiento se suele decir en la Sagrada Escritura y en otros autores, de lo que hay del Cielo a la tierra, o de Oriente a Poniente, la cual cuanta sea, lo explica bien
    después de otros Martín del Río.

    14. Y queda corto el imperio de los persas que tenían por gloria tener agua de todos los ríos...

    15. Y el de Virgilio y Claudiano, que les pareció habían dicho mucho en decir que el cetro de Roma medía el Océano y su fama y riqueza se terminaba con las estrellas. Porque el nuestro pasa al otro Océano del sur, nunca conocido por los antiguos y da vuelta entera por todo lo que el sol gira y en él se verifican con más propiedad y verdad los versos de Ovidio, en que dijo lisonjeando a Roma que no tenía Júpiter adonde extender la vista que excediese los límites de su imperio....

    17. La cuarta razón, que debiera ser la primera, o bastar sólo para conocer la gloria y excelencia de los reyes y reinos de España por los descubrimientos y conquistas de que tratamos, podemos tomar del gran cuidado y piedad con que siempre han procurado que los bárbaros infieles de este nuevo Orbe viniesen en verdadero conocimiento de Dios y de su santo Evangelio, de que tan remotos estaban, y se incorporasen en el cuerpo y gremio de la Iglesia Católica Romana. De suerte que en solo un siglo le ha dado nuestra diligencia más hijos y fieles en Cristo que cuantos se pueden contar con los pasados. Como también lo reconoce y encarece Tomás Bozio en varios lugares de sus doctos escritos...

    18. ...Y mucho más las encarecidas palabras de Alano Copo, en que se arroja a decir que ha sido tan grande el beneficio que Dios nos hace a todos, y especialmente a su Iglesia, en descubrir este Nuevo Orbe, y reducirle a su Fe verdadera, que no le parece se hallará otro mayor ni más ilustre en divinas y profanas letras, fuera del de la Creación del Mundo y Encarnación del Verbo Divino.

    19. Y el mismo Thomas Bozio con su religiosa prudencia, hizo esta otra ponderación
    piadosa, de que mediante esta conversión no hay hora del día ni de noche en que se estén diciendo y celebrando misas, cantando salmos y alabanzas a Dios; respecto de que cuando en unas partes de las provincias católicas amanece, en otras anochece...

    20. Y otros hay que no menos advertida que piadosamente ponderan que cuando los Reyes Católicos comenzaron este descubrimiento y conversión, acababan de expeler los moros de Granada, para que se vea que Dios los tiene como por propugnadores y propagadores de su Religión.

    21. Y que asimismo sucedió esto cuando Lutero y otros herejes pervertían tantos fieles con sus malditas sectas en Alemania, como cuidando Dios que se les diese centuplicado en estas partes lo que se le quitaba en aquéllas...

    22. Supuesto lo cual, bien se conoce si deben ser estimados y alabados los que con tanto celo, cuidado y gastos han trabajado en empresa tan del servicio de Dios; y que su Majestad Divina, teniéndole por muy agradable, se les ha querido premiar con dilatar y aumentar tanto el Imperio de los que tanto han propagado su religión.

    23. Punto que tampoco le olvidó Thomas Bozio, ni otros muchos escritores católicos, que han mirado esas cosas con cristiandad, convenciendo de aquí a Maquiavelo, Bodino y otros herejes que se han atrevido a decir, que antes en procurar y guardar la fe y la ley cristiana, han enflaquecido y arruinado muchas repúblicas, contra los cuales escribió un elegante capítulo fray Juan Márquéz.

    24. Pero qué no dirán éstos que siempre se están abrasando en envidia de las lustrosas y gloriosas acciones de los católicos, y en éstas es en lo que ella suele cebarse más de ordinario. Pues también han intentado morder y calumniar las que vamos considerando; sólo por decir que las obramos mas con el deseo y codicia del oro y plata que con el celo de propagar la ley evangélica...

    25. Siendo así, que aunque no queremos ni podemos negar que mucha de la gente ordinaria iría a estas navegaciones y conquistas, alentada por ese cebo, en nuestros Católicos Reyes y en sus bien mirados caudillos siempre tuvo el primer lugar el de la conversión de las almas de los infieles, como lo descubre la piadosa oración y protestación que don Christóbal Colón hizo luego que puso pie en las primeras islas y tomó posesión de ellas. Y las cristianas y rigurosas instrucciones que se daban a todos los que se enviaban a todos descubrimientos....”
    JUAN DE SOLÓRZANO PEREIRA, Política indiana’, Lib I, cap. VIII (1648)
    Obra completa: Politica indiana - Google Libros

    318
    “¡Oh España valerosa, coronada
    por monarca del Viejo y Nuevo Mundo,
    de aquél temida, déste tributada!
    .............
    No es éste el bien mayor en que se gasta
    la gloria de tu nombre, aunque éste solo
    podía ser un clarín de inmortal casta,

    Pues desde que amanece el rubio Apolo
    en su carro de fuego, a cuya llama
    huye el frío dragón revuelto al polo,
    Al mismo paso que su luz derrama,
    halla un mundo sembrado de blasones,
    bordados todos de española fama.

    Mira en los orientales escuadrones
    de la India, el Malabar, Japón y China
    Tremolar victoriosos tus pendones,
    Y que el agua espumosa y cristalina
    Del Indo y Ganges tus caballos beben,
    Y el mote Imavo a tu altivez se inclina.

    Y a tu espalda en las selvas de Tidoro,
    De flores de canela coronada,
    Arrodillado ante tu cruz el moro

    ¡Oh España altiva y fiel, siglos dorados
    los que a tu monarquía han dado priesa,
    y a tu triunfo mil reyes destronados!

    Traes al Albis rendido, a Francia presa,
    humilde al Pó, pacífico al Toscano,
    Túnez en freno y África en empresa.
    Aquí te huye un príncipe otomano,
    allí rinde su armada a la vislumbre
    de la desnuda espada de tu mano.

    Ya das ley a Milán, ya a Flandes lumbre,
    ya el Imperio defiendes y eternizas,
    o la Iglesia sustentas en su cumbre;
    El mundo que gobiernas y autorizas
    te alabe, patria dulce, y a tus playas
    mi humilde cuerpo vuelva o sus cenizas.

    BERNARDO DE BALBUENA, (1562-1627) ‘Grandeza mexicana’.


    319
    “Ya de aquí se descubren las regiones
    De la feliz y belicosa España,
    Famoso reyno en las demas naciones,
    Que la tierra encadena y el mar baña,
    Cuya grandeza en todas ocasiones,
    Si de la fama el crédito no engaña,
    Única ha sido y es en cuanto encierra
    De nobleza y valor en paz y en guerra.
    .........................
    "Paso, dixo Orimandro , que el intento
    Mayor que me sacó de Persia un dia
    Fué ver de España el belicoso asiento
    Y asombros del valor que della oía;
    Y pues se me ha venido tan á cuento,
    Y sin buscarlo, lo que hallar quería,
    Templad las velas, y volad despacio,
    Que quiero ver de Marte el gran palacio.
    ........................
    Y pues que vos por sabio, y por vecino,
    Podeis darnos razon y luz de todo,
    Gobernad el timon , y abrid camino
    Por este ayre benévolo, de modo
    Que yo os deba este gusto á que me inclino,
    Y el contar su grandeza al reyno godo,
    Y todos tres gozar en este vuelo
    La magestad de tan heroyco suelo."

    Así con blando y sosegado vuelo,
    "¿Quien, señor, dixo, en tan pequeño rato
    Del real valor deste invencible suelo
    Darte podrá qual pides un retrato?
    ¿Quien de su clima, temple y paralelo,
    Fertilidad , riqueza y aparato,
    Decir podrá en palabras suficientes
    Lo que á España se debe, y á sus gentes?

    En lo mejor del habitable mundo
    Como cabeza dél la asentó el cielo,
    Combatida de un crespo mar profundo,
    Que por tres partes ciñe el fértil suelo,
    No en el clima tercero, ni el segundo,
    Ni en el sexto , ni séptimo, en que el yelo
    Con tal rigor sobre sus golfos baxa,
    Que en rocas de cristal los trepa y cuaja.
    ............................
    Penetrada con vientos de ambos mares
    Conserva un ayre limpio y cielo sano,
    Y de riquezas llena singulares,
    No hay quien no tenga algunas de su mano:
    No todas cosas dan todos lugares,
    Ni el mundo es todo cuesta, ó todo llano:
    La India envía marfil, la Arabia incienso,
    Perlas el mar, y á él los rios su censo.
    ..............................
    Por todo el mundo del empíreo cielo
    Dones descienden de influencias varias;
    Esta grandeza es propia deste suelo,
    La otra de aquel, destotra las contrarias:
    Aquí extraño calor, acullá yelo,
    Cosas raras aquí, y allí ordinarias:
    Solo los campos fértiles de España
    Ninguna cosa tienen por extraña.
    ...........................
    No engendra Ormuz mas fina pedrería
    Que tu Puebla Moron y Caridemo,
    Ni á las turquesas que Zamora cria
    Llega el oriente en su mayor extremo:
    A tus jaspes no igualan los que envía
    El Paro, el Copto, ni el helado Hemo,
    Ni á la miel de Beger, y la de Baza,
    De Júpiter el nectar en su taza.
    ............................
    Si á Colcos dio valor un vellocino,
    Y fama en tantos siglos y naciones,
    Por solo un lustre de oro peregrino
    Que en sus guedejas daba reflexiones;
    ¿Quanto le exceden en precioso y fino
    Del extremeño campo los vellones?
    ¿Y á las conchas de Tiro, y de sus riscos
    La grana que se cuaja en sus lentiscos?
    ................................
    Quanto al sustento y pompa es necesario
    Sobre su noble tierra abrió camino,
    El roxo trigo, el vino, el jaspe vario,
    El lustroso azabache , el mármol fino,
    El hierro duro, el cobre su contrario,
    El liviano algodon, el blando lino,
    El vivo azogue , el soliman y afeyte,
    Y de Sevilla y Écija el aceyte.
    .............................
    En qué region del mundo sus banderas
    No han de dar sombra y asombrar el mundo?
    En Persia, Africa, Arabia , y las postreras
    Islas que ciñe y bate el mar profundo:
    ¡ O venturosa España! ¡si tuvieras
    De tus Eneas un Maron segundo,
    O á tus nuevos Aquiles un Homero,
    Quan poca envidia hubieran del primero!
    ............................
    España dió al Imperio los mejores
    Príncipes que ya tuvo en su gobierno,
    Y en todas facultades mil autores
    De soberana fama y nombre eterno:
    Y no solo dió á Roma Emperadores,
    Mas en los siglos de su parto tierno
    Le abrió la zanja, y en feliz agüero
    A su muro arrimó el terron primero.

    De nadie mendigó favor humano,
    Ni tras de la ambicion y zozobra
    El mundo saqueó en rigor tirano,
    Por rehacer su falta de otra sobra;
    Y así en blason pondrá su rica mano,
    "Nada me falta á mí, todo me sobra,
    Todo lo doy, de todo soy barata,
    Césares, Reyes, reynos, oro y plata."
    .................................
    Abuelo de Milon fué Claramente,
    Fundador de la casa de Mongrana,
    Puesta del Alpe en un soberbio monte,
    Y él de la sangre y sucesion troyana:
    De Deifovo nieto , que en Piamonte
    Cetro tuvo y corona soberana,
    Y fué de Franco Hector descendiente,
    Y todos tres de la española gente.

    Y aun yo, no tan de léjos, otra parte
    De español tengo, no de poca estima:
    Egilona, muger de Durandarte
    Segundo, fué del Rey Vitiza prima:
    Desta nacio mi abuelo Balisarte,
    Que en España vivió , y en la honda sima
    Del rico Tajo me crió, con gana
    Que aprendiese la ciencia toledana.
    ................................
    Subió tan alto el vuelo de su llama,
    Que alumbró á España, y de su ardor sonoro,
    Para eternas memorias de la fama,
    Nuevo nombre compró á diluvios de oro;
    El nombre es Pirineo, así se llama
    Del fuego que dio al mundo tal tesoro,
    Que á los fenices, y á su Rey Siqueo,
    Hartar pudo la hambre del deseo.

    Aquella altiva peña es la Collarda,
    Y estotra de Sobrarbe la alta sierra,
    Y la otra donde Atlante tuvo en guarda
    A Rugero por miedo de la guerra:
    Aquella estrecha senda blanca y parda
    El real puerto de Andorra, en cuya tierra
    Alemania clavó de limpio acero
    Una memoria al siglo venidero.

    Guipuzcoa es aquella que los gajos
    Del Pirineo con sus pueblos trilla,
    Haciendo de enriscados altibaxos
    Murallas á los reynos de Castilla:
    Vidaso corre allí, y por valles baxos
    Soberbio al Olearso mar se humilla,
    Ufano en dividir con su corriente
    De la francesa la española gente.
    ..........................
    Entre el de Araxes y este helado rio
    La antigua villa queda de Guetaria,
    Las altas sierras y el asiento frio
    De Arracilo y su cumbre en flores varia:
    Álava allí y el noble señorío
    De Vizcaya, que en costa solitaria
    Su helado y crespo mar rodea y baña
    La hidalga sangre del valor de España.
    ............................
    El que allí da frescura y sombra á un prado
    Es el árbol famoso de Garnica,
    A oir reales consultas enseñado,
    De extrangeros Pelasgos patria rica:
    Allí de un pie descalzo, otro calzado,
    Sus privilegios jura y ratifica
    El que entra á ser señor, y de aquel modo
    Cetro absoluto cobra, y mando en todo.
    .....................
    Allí es Puentelareyna , y su ribera
    De alegres roxos vinos abundante:
    Aquí Estella y Tafalla acullá entera
    La corva costa corre de levante:
    La raya de Aragon es la primera
    Que los Celtas con ánimo arrogante
    Otro tiempo poblaron, y el tebano
    Hércules les dió nombre de su mano.
    .........................
    Aquella es Jaca, á quien fundó el tebano
    Dionisio, y Huesca, donde un dia Sertorio
    Hizo academia, y con rigor tirano
    Degolló en otro todo su auditorio:
    Aquel blanco arroyuelo es el Turiano,
    Y allí en el Edetano territorio
    Parece el pueblo de Teruel antigo,
    Por su cabeza puesto y sano abrigo.
    .........................
    Aquí está Perpiñan, de adonde el fuego
    Del Pirineo asió primer centella,
    Y la sima que abrio, y el pozo ciego,
    Que rubias masas de oro dio á Marsella:
    Gerona es la que allí se sigue luego,
    Que el César ganó ahora , y puso en ella
    Para adorno á su templo en bronce y oro
    Divinos bultos de inmortal tesoro.
    ....................
    Estos riscos bellísimos que al cielo
    Con tantas puntas alzan la cabeza,
    A quien rodean de cristal y yelo
    El rio Lobregat y su aspereza,
    Feliz reventacion del fértil suelo
    Que preñado parió tanta belleza,
    Son entre gajos de encrespadas peñas
    De Monserrate las floridas greñas.
    ........................
    Mas ya dexad esa manchada tierra
    Por ver del ancho mar la costa brava,
    Que á las ricas Asturias hace guerra,
    Y en crespas olas sus arenas lava,
    Donde el arado el oro desentierra,
    O entre sus venas al cruzar se traba:
    Tierra en el resto estéril y olvidada,
    Y de sola esta hambre y sed buscada.
    ..........................
    Aquí está de Monsagro la ancha cueva,
    Que al santo cofre que de Siria vino,
    Por sacro relicario y guarda nueva
    La dió Pelayo y su primado Urbino:
    Y acá entre aquellas peñas, la que lleva
    A todas en altura la de un pino,
    Es Covadonga, humilde fortaleza,
    En que hizo pie de España la braveza.
    ........................
    De Orbion el cerro con su muerto lago,
    De arboledas cercado resonantes,
    Es el que allí con movimiento vago
    Asombra en su quietud los caminantes,
    Y á ver desciende el mauritano estrago
    En torno de los muros mas constantes,
    Que desde el mar de Calpe á su montaña
    Contra la altiva Roma tuvo España.
    ............................
    De aquí se arroja por Berlanga Duero,
    Y de rosas nevado y de jazmines
    A Osma baña y Gormaz , y en curso entero
    De Aranda la ancha vega , y sus confines;
    Y de rios cargado, mas ligero
    Que por el mar Carpacio sus delfines,
    Mejorado de pesca, del gran moro
    Olid descubre el valle, y busca á Toro.
    ........................
    Ved pues de Miño el cristalino curso
    Con que busca la mar, y en su ribera
    A Lugo y su muralla, que el concurso
    De Roma la labró, y conserva entera:
    Y en sus calientes baños el recurso
    De la humana salud, que aun persevera
    El muro argamasado y ricas termas,
    De que cargaron sus riberas yermas.
    ............................
    Aquellos ricos y altos chapiteles,
    Y torres de follages coronadas,
    Del Rey Alfonso y sus gallegos fieles
    De nuevo en Compostela levantadas,
    Arcos son, claraboyas y rejeles
    Al gran Patron de España consagradas,
    Cuyo cuerpo en pronóstico dichoso
    Su Rey le descubrió en un bosque umbroso.
    .....................................
    Las dos Castillas, cuya fortaleza
    Les dio el famoso nombre que hoy les dura,
    Son las que allí dexando la aspereza
    De las montañas buscan la llanura:
    Esta es Segovia, donde la fineza
    De Aragne en sus vellones mas se apura,
    Y aquella la real puente de Trajano,
    Y el Balsahin ó paraiso humano.

    Fundóla el Rey Hispan de gente extraña,
    Aunque en dichosa y favorable estrella,
    Comenzó á tener nombre quando España,
    Corriendo en esto por igual con ella:
    Sigüenza es la que allí la vista engaña,
    Pareciendo de lejos no tan bella,
    Como un tiempo los Griegos, ó Almonides,
    De muros la vistieron y de vides.
    ................................
    Aquí al hondo raudal del rio potente
    Jarama en verle tal los suyos lanza,
    Dándole sin las aguas de su fuente
    Las que de Henares y Tajuña alcanza:
    De adonde con grandeza suficiente
    Soberbio se derriba y abalanza
    Hasta besar con reverencia y miedo
    El pie de las murallas de Toledo.
    ..................................
    Y el pueblo humilde, á cuyos pies se eriza
    De su crespo licor el rumbo hinchado
    Que de álamos frondosos se entapiza
    Sus sombríos sotos y florido prado,
    Es Madrid, donde á España profetiza
    Con limpia estrella el favorable hado
    Que el tiempo le ha de dar de su tesoro
    La monarquía del mundo en riendas de oro.

    Quando aquel fértil monte, ahora inculto,
    Haga gemir la ilustre pesadumbre
    De un real alcázar que el soberbio bulto
    Al mundo espanto dé y á España lumbre,
    Y en pompa insigne del divino culto
    La firme basa estribe en su techumbre,
    Y sea contra el tiempo y la fortuna
    De la Romana Iglesia la coluna.

    ¡O ya al futuro siglo prenda hermosa,
    Donde de España, y de ambas las Castillas,
    El rico tiempo en vuelta presurosa,
    Eterno trono labra en tus orillas!
    Desta que ha de venir edad dichosa
    Mil años goces, goces de sus sillas,
    Y aquellas magestades sacrosantas,
    Que ya contemplo entre tus verdes plantas.
    ..................................
    Es cierto que arará este fértil llano
    Isidro, un labrador, á cuyo zelo
    De su milicia y pueblo cortesano
    Yuntas que aren por él prestará el cielo,
    Con que así Manzanares corra ufano,
    Que su inmortal corona adore el suelo,
    Y él levantada su gallarda frente,
    Al Tajo humille, y crezca la corriente.

    Con que en curso feliz vuelto al poniente
    De Extremadura busca los rincones,
    Y en porcelanas de barniz luciente
    Talavera le ofrece ricos dones:
    Ve de Almaraz la antigua y corva puente,
    De Alconeta los arcos, los blasones
    De Almonte, á quien Orlando quitó el brio,
    Y él en herencia dió su nombre al rio.
    ........................................
    Mas ya volved la vista á la otra parte
    De aquellos campos de texido acero,
    A quien nombre dará el sangriento Marte
    Con timbre ilustre al siglo venidero:
    Calatrava y Montiel, en quien si el arte
    De Merlin no se engaña, un Rey severo,
    Que él allí llama tragadora arpía,
    Morirá á manos de su hermano un dia.
    ......................................
    Aquí está Guadalupe, allí Truxillo,
    Y acá su pueblo en opinion contrario,
    Que el hado adverso al celestial caudillo
    Pleyto á sus campos repartió ordinario:
    Los arruinados muros de ladrillo
    Que hizo Roma y deshizo el tiempo vatio,
    Allí, si aun viva guarda su grandeza,
    Mérida los levanta en la cabeza.
    ................................
    Mas ya volved al reyno de Valencia
    Los ojos, y á sus golfos de Levante,
    Cuyos bellos jardines en presencia
    Son de un mayo inmortal parto abundante:
    Esta de su ancho Grao es la excelencia,
    Y Guadalabiar el que triunfante
    Se arroja al hondo mar, que entre sus olas
    Rodea á Mallorca de islas españolas.
    ...........................................
    Allí de Loja la sabrosa fuente
    Sale alegrando al mundo, acullá Baza,
    De un hondo valle, á su licor caliente
    Florida forma y peregrina taza:
    Guadix, que á los vergeles del oriente
    En flores vence, tiene allí su plaza,
    Con el rio de la vida al muro enjerto,
    De almendras todo y de azahar cubierto.
    .................................
    Allí están los alumbres de Marbella,
    Y de su bella mar el firme puerto,
    Ronda , y su Guadiaro rio con ella
    Es el que cruza por allí encubierto:
    La ciudad nueva de Algecira aquella,
    Y aquel el paso que Hércules dio abierto
    Con su fornida clava á los dos mares,
    Y aquellas sus columnas y pilares.
    ...................................
    Entonces se verá, que aunque colgada
    La tierra tenga el ayre, está sujeta
    A ser de humanos pies toda pisada,
    En firme globo de igualdad perfecta:
    Y llegará esta edad de oro cargada,
    El dia que España á hierro y fuego meta
    La grave carga que ahora le hace guerra,
    Y de una ley y un Dios haga su tierra.

    Entonces sus banderas victoriosas,
    Llevando al sol por relumbrante guia,
    Tremolando darán sombras vistosas,
    Donde se acaba y donde nace el dia:
    Verán pueblos y gentes monstruosas,
    Y descubriendo cuanto el mar cubria,
    Podrán decir que hallaron y vencieron
    Mas mundo que otros entender supieron.

    Verán nuevas estrellas en el cielo,
    Nuevos árboles, plantas y animales,
    Y lleno un abundante y fértil suelo
    De ricas pastas, de ásperos metales:
    De perlas, plata y oro un dulce anzuelo,
    Que con su cebo pesca hombres mortales,
    De cuyo gran tesoro sus armadas
    Cada año á España volverán cargadas”...
    .............................
    BERNARDO DE BALBUENA (1562-1627), ‘El Bernardo, lib. XVI’. (año 1624)

    ‘El Bernardo’: Texto completo: El Bernardo - Google Libros

    320
    “La tierra y provincia de España, como quier que se pueda comparar con las mejores del mundo universo, a ninguna reconoce ventaja, ni en el saludable cielo de que goza, ni en la abundancia de toda suerte de frutos y mantenimientos que produce, ni en copia de metales, oro, plata y piedras preciosas, de que toda ella está llena. No es como África que se abrasa con la violencia del sol, ni a la manera de Francia, que es trabajada de vientos, heladas y humedad del aire y de la tierra; antes, por estar asentada en el medio de las dos dichas provincias, goza de mucha templanza; y así bien el calor del verano, como las lluvias y heladas del invierno muchas veces la sazonan y engrasan, en tanto grado que de España no solo los naturales se proveen de las cosas necesarias a la vida, sino que aun a las naciones extranjeras y distantes, y a la misma Italia cabe parte de sus bienes, y las provee de abundancia de muchas cosas; porque a la verdad produce todas aquellas a las cuales da estima, o la necesidad de la vida, o la ambición, pompa y vanidad del ingenio humano.

    Los frutos de los árboles son grandemente suaves; la nobleza de las viñas y del vino, excelente: hay abundancia de pan, miel, aceite, ganados, azúcares, seda, lanas sin numero y sin cuento. Tiene minas de oro y de plata; hay venas de hierro
    donde quiera, piedras trasparentes y a manera de espejos, y no faltan canteras de mármol de todas suertes, con maravillosa variedad de colores, con que parece quiso jugar y aun deleitarse los ojos la naturaleza. No hay tierra mas abundante de bermellón, en particular en Almadén se saca mucho y muy bueno; pueblo al cual los antiguos llamaron Sisapone, y le pusieron en los pueblos que llamaron oretanos.

    El terreno tiene varias propiedades y naturaleza diferente. En partes se dan los árboles, en partes hay campos y montes pelados. Por lo mas ordinario, pocas fuentes y ríos: el suelo es recio, y suele dar veinte y treinta por uno cuando los anos acuden; algunas veces pasa de ochenta, pero esto es cosa muy rara. En grande parte de España se ven lugares y montes pelados, secos y sin fruto. peñascos escabrosos y riscos, lo que es alguna fealdad. Principalmente la parte que de ella cae hacia el Septentrión tiene esta falta: que las tierras que miran al Mediodía son dotadas de excelente fertilidad y hermosura. Los lugares marítimos tienen abundancia de pesca, de que padecen falta los que están en la tierra más adentro, por caerles el mar lejos, tener España pocos ríos, y lagos no muchos. Sin embargo, ninguna parte hay en ella ociosa ni estéril de todo. Donde no se coge pan ni otros frutos, allí nace yerba para el ganado, y copia de esparto a propósito para hacer sogas, gomenas y maromas para los navíos, pleita para esteras y para otros servicios y usos de la vida humana.

    La ligereza de los caballos es tal, que por esta causa las naciones extranjeras creyeron, y los escritores antiguos dijeron, que se engendraban del viento: que fue mentir con alguna probabilidad y apariencia de verdad.

    En conclusión, aun el mismo Plinio, al fin de su Historia Natural testifica que por
    todas partes cercanas del mar, España es la mejor y más fértil de todas las tierras, sacada Italia. A la cual misma hace ventaja en la alegría del cielo y en el aire que goza, de ordinario templado y muy saludable. Y si de verano no padeciese algunas veces falta de agua y sequedad, haría sin duda ventaja a todas las provincias de Europa y de África en todas las cosas necesarias al sustento y arreo de la vida. Demás que en este tiempo, por el trato y navegación de las Indias, donde han a Levante y a Poniente en nuestra edad y en la de nuestros abuelos penetrado las armas españolas con virtud invencible, es nuestra España en toda suerte de riquezas y mercaderías dichosa y abundante, y tiene sin falta el primer lugar y el principado entre todas las provincias. De allí con las flotas que cada año van y vienen, y con el favor del cielo, se han traído tanto oro y plata y piedras preciosas, y otras riquezas para particulares y para los reyes, que si se dijese y sumase lo que ha sido, se tendría por mentira. Lo cual todo demás del interés redunda en grande honra y gloria de nuestra nación, y del que resulta no menos provecho a las extranjeras, a las cuales cabe buena parte de nuestras riquezas, de nuestra abundancia y bienes.”
    PADRE MARIANA (1536-1624) ‘Historia General de España’


    DEL NOMBRE DE ESPAÑA:


    321
    “Por cierta cosa se tiene haber Hispalo reinado en España después de los Geriones, y Justino afirma que de Hispalo se dijo España, en latín Hispania, trocada solamente una letra. Añaden otros que por su industria y de su apellido fundo Sevilla, que en latín se dice Hispalis: ciudad que en riquezas, grandeza, concurso de mercaderes, por la comodidad del rio Guadalquivir y por la fertilidad de la campiña, no de ventaja a ninguna otra en España. Dicen más, que por discurso de tiempo del nombre de Sevilla o Hispalis se llamó toda la provincia Hispania. San Isidoro atribuye la fundación de esta ciudad a Julio César, en el tiempo, es a saber, que gobernó a España, y dice que la llamó Julia Rómula juntando en un apellido su nombre y el de la ciudad de Roma, y que el nombre de Hispalis se tomó de los palos en que estribaban sus fundamentos, que hincaban para levantar sobre ellos las casas, por estar asentada esta ciudad en un lugar cenagoso y lleno de pantanos. Por ventura entonces la ensancharon y adornaron de edificios nuevos y grandes, diéronle otrosí nuevo nombre y privilegios de colonia Romana, pues es cierto que Plinio la llama colonia Romulense. Mas decir que entonces se fundó por primera vez carece de crédito y no hay argumentos ni autores que lo confirmen. Plutarco escribe que venido que hobo el otro Dionisio o Baco, es a saber, el hijo de Semele, a España, después que sujetó toda la provincia con armas victoriosas, uno de los compañeros que él mismo puso por gobernador de todo, por nombre Pau, fue causa de que toda la provincia primeramente se llamase Pania, después Spania, añadida una letra.”
    PADRE MARIANA (1536-1624) ‘Historia General de España’


    DEFENSA DE ESPAÑA:

    322
    “La poca ambición de España, bien que sean culpados los ingenios de ella, tiene en manos del olvido las cosas que merecieron más clara voz de la fama. Tal fue la ingratitud de sus escritores y el descuido, que pareció desprecio a los extraños, juzgando faltaba qué escribir y quién escribiese; y así padeció la reputación de todos, y sin duda hubieran perdido la memoria como la voz, si fuera en su mano el olvido como el silencio. Poco lugar dio la edad pasada, embarazada en armas, a más de curiosos deseos del ocio que hoy alcanzamos para que, agradecidos y
    deudores dél, en pago demos a la eternidad los peligros con que nos compraron la paz, amiga de buenas letras. Hijo de España, escribo sus glorias. Sea el referirlas religiosa lástima de haberlas escuras, y no a ningunos ojos sea la satisfacción en divulgarlas... Bien sé a cuántos contradigo, y reconozco los que se han de armar contra mí; mas no fuera yo español si no buscara peligros, despreciándolos antes para vencerlos después.”

    Ocasión y causas del libro.

    No ambición de mostrar ingenio me buscó este asunto; sólo el ver maltratar con insolencia mi Patria de los extranjeros, y los tiempos de ahora de los propios, no habiendo para ello más razón de tener a los forasteros envidiosos, y a los naturales que en esto se ocupan despreciados. Y callara con los demás, si no viera que
    vuelven en licencia desbocada nuestra humildad y silencio.

    ¿Qué cosa nació en España buena a ojos de otras naciones, ni qué crió Dios en ella que a ellas les pareciese obra de sus manos?

    Paciencia tuve hasta que vi a los franceses con sus soldados burlando España, y vi a Josefo Escalígero por Holanda, hombre de buenas letras y de mala fe, cuya ciencia y doctrina se cifró en saber morir peor que vivió, decir mal de Quintiliano, Lucano y Séneca, y llamarlos Pingues isti cordubenses; y a Mureto, un charlatán francés, roedor de autores, llamar en un comento a Catulo, con el cual, en lugar de darle a entender a otros, muestra que él no le entendió, y lo confiesa así en muchas partes... Dice, pues en el prólogo, comparando con su veronés Catulo a Marcial español, y con Virgilio mantuano a Lucano el cordobés, no con pureza, que son sus poetas mejores, sino, blasfemo y desvergonzado, trata a Lucano de ignorante y a Marcial de bufón y ridículo y sucio, sólo por español; que el Mureto, de todos cuatro autores, para decir bien o mal, sólo entendió que los unos eran hijos de Roma y los otros de España.

    Más me enojó ver que, cuando ligeramente pasábamos por estas cosas como buscando lo que más debíamos sentir, salió otro, atreviéndose a la fe y a las tradiciones y a los santos, y no quiso que Santiago hubiese sido patrón de España ni venido a ella. Y me espero a cuando otro escribirá que para los españoles no hay Dios: que un aborrecimiento tan grande y tan mal fundado no hará mucho en llegar a hereje un envidioso.

    Llegóse a esto ver que, cuando aguardaban ellos a tan grandes injurias alguna respuesta, hubo quien escribió, quizá por lisonjearlos, que no había habido Cid; y, al revés de los griegos, alemanes y franceses, que hacen de sus mentiras y sueños verdades, él hizo de nuestras verdades mentiras, y se atrevió a contradecir papeles, historias y tradiciones y sepulcros con sola su incredulidad, que suele ser la autoridad más poderosa para con los porfiados. Y no sólo han aborrecido esto los mismos hijos de España, que lo vieron; pero hay quien, por imitarle, está haciendo fábula a Bernardo, y escribe que fue cuento y que no le hubo; cosa con que, por lo menos, callarás los extranjeros, pues los propios no los dejan qué decir.

    ¡Oh, desdichada España! ¡Revuelto he mil veces en la memoria tus antigüedades y anales, y no he hallado por qué causa seas digna de tan porfiada persecución! Sólo cuando veo que eres madre de tales hijos, me parece que ellos, porque los criaste, y los extraños, porque ven que los consientes, tienen razón de decir mal de ti. Demos que se halle un libro u dos u tres que digan que no hubo Cid ni Bernardo. ¿Por qué causa han de ser creídos antes que los muchos que dicen que los hubo? Si no es que la malicia añada autoridad, no sé cual tenga más; y cuando la tuvieren para el extraño, para nosotros no había de ser así: que el enemigo no es mucho que se muestre curioso, que es lo mismo que malévolo. Así lo dice el poeta: curiosus nisi malevolus; pero el hijo de la república, lo que le toca es ser propicio a su Patria.

    No nos basta ser tan aborrecidos en todas las naciones, que todo el mundo nos sea cárcel y castigo y peregrinación, siendo nuestra España para todos patria igual y hospedaje. ¿Quién no nos llama bárbaros? ¿Quién no dice que somos locos, ignorantes y soberbios, no teniendo nosotros vicio que no le debamos a su comunicación de ellos? ¿Supieran en España qué ley había para el que, lascivo, ofendía las leyes de la naturaleza, si Italia no se lo hubiera enseñado? ¿Hubiera el brindis repetido aumentado el gasto a las mesas castellanas, si los tudescos no lo hubieran traído? Ociosa hubiera estado la Santa Inquisición si sus Melantones, Calvinos, Luteros y Zuinglios y Besas no hubieran atrevídose a nuestra fe. Y, al fin, nada nos pueden decir por oprobio si no es lo que ellos tienen por honra, y, averiguado, es en nosotros imitación suya.

    Ya, pues, es razón que despertemos y logremos parte del ocio que alcanzamos en mostrar lo que es España y lo que ha sido siempre, y juntamente que nunca tan gloriosa triunfó en letras y armas como hoy, gobernada por Don Philipe III, nuestro señor. Dos cosas tenemos que llorar los españoles: la una, lo que de nuestras cosas no se ha escrito, y lo otro, que hasta ahora lo que se ha escrito ha sido tan malo, que viven contentas con su olvido las cosas a que no se han atrevido nuestros cronistas, escarmentados de que las profanan y no las celebran. Y así, por castigo, ha permitido Dios todas estas calamidades para que con nosotros acabe nuestra memoria. Pues aun lo que tan dichosamente se ha descubierto y conquistado y reducido por nosotros en Indias, está disfamado en un libro impreso en Ginebra, cuyo autor fue un milanés, Jerónimo Benzón, y cuyo título, porque convenga con la libertad del lugar y con la insolencia del autor, dice: 'Nuevas historias del Nuevo Mundo, de las cosas que los españoles han hecho en las Indias occidentales hasta ahora y de su cruel tiranía entre aquellas gentes', y añadiendo 'la traición y
    crueldad que en la Florida usaron con los franceses los españoles'.

    Causas son bastante todas para tomar la defensa de España a cargo, u de lástima u de amor, quien la viere así afligida.


    Capítulo I - De España, su sitio, cielo, fertilidad y riqueza.

    Propiamente España se divide en tres coronas: de Castilla, Aragón y Portugal. Cierra los términos de Europa; yace entre África y Francia y es ceñida del Estrecho, del Océano y de los Pirineos; y como es menor que entrambas tierras, es más fértil, porque ni es tan encendida como África, de violento sol, ni fatigada de vientos importunos, como Francia, antes medio virtuoso en estos dos extremos; del uno, admitiendo templado calor, y del otro, fértiles y sazonadas lluvias.

    Es abundante de todas semillas; no avarienta para sí sola, sino pródiga para con la copia de mantenimientos, enriquecerá Italia y sustentará Roma. No solamente se precia de troj de África como Sicilia, pues es abundante ella sola en competencia del mundo junto de todo, pues es rica de miel, vino y aceite; y no sólo el hierro de España es el mejor, pues es madre de la mejor casta de caballos, y en ella se crían los más ligeros. Ni es la tierra sola digna de alabanza, pues se les debe a los ricos metales de que siempre está preñada, cuyo parto alimenta tantas ambiciones extranjeras, gran cantidad de lino y esparto, sin que haya tierra tan fértil de bermellón.

    No es el curso de los ríos de España rápido, de suerte que dañe, sino blando y apacible; sus aguas son bastantes para fertilizar, sin admitir crecientes que, como los de Alemania, Francia, Flandes y Italia, tengan temerosos los campos de inundaciones, recompensando el no ser navegables con dejarse tratar, asegurando los labradores. Hácenlos orilla viñas y frutales y son fértiles de buena pesca, y más por la parte que se esconden en el Océano, y algunos arrastran arenas de oro, llevándolas algunas. Solo una espalda se llega al Pirineo francés; por las demás partes, se ciñe del mar.

    La forma de la tierra casi es cuadrada; sólo parecen desdecir algo desta figura por la parte que, apretada de los Estrechos, se arrima a los Pirineos, lo cual dio ocasión a que Estrabón, tratando de la figura de España, en el libro III diga: “Al Ocaso, la primera parte de todas Spaña, semejante al cuero de un buey, cuya parte, extendida como cuello, llega a la cercana Céltica”. Lo demás vea en Estrabón quien lo quisiere ver más largo y en su lugar.

    Y volviendo al primer intento, la salud del cielo de España es igual en todas sus partes, porque el espíritu del aire no es ofendido con ningún aliento ni niebla de lagunas; a esto se llegan los aires del mar, que la bañan. Continuamente frescos y nuevos, enmiendan los vapores de la tierra, y, peregrinando toda la provincia, orean el vaho terrestre y corrigen su pesadumbre, con lo cual conservan en salud los lugares. Esto dice de España no español, hijo apasionado, sino Justino de Trogo Pompeo, y añade tantas alabanzas de la paciencia, fortaleza, sufrimiento y magnanimidad de sus hijos, que, por no hacer largo el capítulo, dejo de referirlas. En él están para quien no las conociere de España misma. Sólo notaré que la tierra, que en España es tenida aun de los mismos españoles en desprecio por ruda, pobre, bárbara y remota notaré que la tierra, que en España es tenida aún de los mismos españoles en desprecio por ruda, pobre, bárbara y remota, poco favorecida de Naturaleza, mereció tales palabras de Justino de Trogo: ‘Los gallegos dicen que es de los griegos su origen’. Dejo la razón como es. Dice más adelante, tratando de la tierra: 'Galicia, región fértil de metales y de plomo y de minio o bermellón, lo cual dio nombre al vecino reino, que, corrompido el vocablo por falta de una letra y adición de una tilde, llaman el Miño, siendo su nombre el Minio, tan rica de oro, que
    muchas veces con el arado se surcaban terrones de oro. Hay en esta tierra un sagrado monte por privilegios de ciega y escura antigüedad, en el cual no tiene licencia el hierro para herir tierra ni árbol; sólo cuando la tierra es tocada con rayo, que es frecuente en ella, se permite coger el oro como dádiva de Dios. Las mujeres tratan los campos y labranzas y sirven a las casas, y los hombres se divierten en armas y robos’.

    No sé yo de cuál de las provincias que contra nosotros y nuestra España toman las plumas, ellos mismos podrán escribir lo que del más escondido rincón nuestro escribe Justino.

    No refiero las grandezas de todas tres coronas, Aragón, Portugal y Castilla, específicamente, porque de todas en común se dice con el nombre de España. Sólo se ha de advertir que es tal la tierra, fertilidad, sitio y clima de España, que tenemos en ella por huéspedes, olvidados de sus patrias, a todas las naciones, haciéndose en nuestra comunicación ricos y dejándonos con la suya pobres y engañados; que como dice Marcial, semper (homo) bonus tiro es.


    ...Capítulo V – De las costumbres con que nació España y de las antiguas.

    Como sea verdad asegurada por los filósofos que de la buena o mala templanza de los humores resultan las complexiones en los cuerpos, y de ellas las costumbres; las cuales, aunque suele corregir la razón, por la mayor parte muestran, o en las obras o en la intención, imperiosamente su malicia, es sin duda que España, teniendo tierra templada y cielo sereno, causará semejantes efectos en humores y condiciones; como se ve, pues, ni la frialdad nos hace flemáticos y perezosos como a los alemanes, ni el mucho calor inútiles para el trabajo, como a los negros y a los indios; pues, templada la una calidad con la otra, produce bien castigadas costumbres.

    Es natural de España la lealtad a los príncipes, y religiosa la obediencia a las leyes y el amor a los generales y capitanes. Siempre en todos los reyes que han tenido, buenos u malos, han sabido amar los unos y sufrir los otros, comprando siempre la libertad de sus patrias con generoso desprecio de sus vidas. Y hanles dado ocasión a tantas glorias, la infinidad de calamidades que, eslabonadas, la han turbado el sosiego; que, como España con la riqueza trujo a sí codiciosos los siros y fenices, los griegos y los romanos y los sarracenos, de quien el mar defendió sus puertos, hasta que los trujo un traidor (o sea lo que otros quieren, ocupados en acreditar lo menos común, aunque sea menos verdadero) sin duda ha ejercitado más las armas y virtud militar que las demás naciones, que por la pobreza y poco abrigo de sus puertos sólo saben de peregrinaciones, y arrimados a la industria, se hacen ricos en España del precio que ponen a su afán y solicitud.

    Y estas costumbres son hijas de la necesidad... Mientras tuvo Roma a quien temer y enemigos, ¡Qué diferentes costumbres tuvo! ¡Cómo se ejercitó en las armas! ¡Qué pechos tan valerosos ostentó al mundo! Mas luego que honraron sus deseos perezosos al ocio bestial en nombre de paz santa ¡qué vicio no se apoderó de ella! Y ¡qué torpeza no embarazó los ánimos que antes bastaron para sujetar al mundo! Viose entonces que la prudencia de los hombres sobra para vencer el mundo; mas no sabe vencerse a sí. Y si es verdad que a la envidia de los enemigos y al miedo precioso que se les tiene se debe el cuidado o disciplina de los perseguidos y envidiados, largo es sin duda en España este fruto; pues como tierra que por todas partes se ve advertida de ojos enemigos de sus principios, ha que se ejercita toda en defensa de su virtud; y así, en esta poca paz que alcanzamos en parte maliciosa, el largo hábito a las santas costumbres de la guerra la sustenta en ellas, aunque a mi opinión España nunca goza de paz; sólo descansa, como ahora, del peso de las armas para tornar a ellas con mayor fuerza y nuevo aliento. Y son a todos, como a ella, importantes las armas suyas; pues, a no haberlas, corriera sin límites la soberbia de los turcos y la insolencia de los herejes, y gozaran en las Indias seguros los ídolos su adoración; de suerte que es orilla deste mar, cuya gloria es la obediencia destas olas que solamente la tocan para deshacerse.

    Así que, concluimos que las costumbres propias y primeras de España, fueron en todo hijas de la templanza de su cielo y de la naturaleza del lugar, y por eso modestas, moderadas y según justa ley y disciplina. Las antiguas, de que hay alguna aunque pobre memoria, fueron en medio de sus desdichas tales; y con nacer entre tantos diferentes bárbaros, en todo medidas con la razón, honrosas y dignas de alabanza, más encaminadas a la virtud robusta y a las armas, que a la paz y sosiego y regalo.

    Todos los antiguos escritores nombran a los españoles entre las naciones más belicosas, como Platón en el De las Leyes, aunque Cicerón, en lo de De Responsis Auruspicum, nos hace insignes por el número y muchedumbre de gente, cosa en que hoy somos vencidos de todas las naciones. Salustio refiere que era costumbre en España que las madres, a los hijos que iban a la guerra, les contasen las hazañas de sus padres; cosa más conforme con la naturaleza de la tierra que de las madres, pues de sí son vencidas del amor de sus hijos, de manera que antes los detienen con lágrimas, y, blandas y temerosas, los ponen miedos con los peligros de la guerra.

    Por esto en España no hicieron las corónicas mucha falta en la parte que tocaba a mover con el ejemplo, pues las madres eran corónicas a sus hijos para darles qué imitar en sus padres. Aristóteles, Politicorum, lib. VII, cap II: “Entre los españoles, gente belicosa tantos verúculos, obeliscos los llaman, ponen alrededor de sus sepulcros, cuantos enemigos ha muerto cada uno: honrosos túmulos, adornados con los vencimientos de los contrarios”. El sepulcro que con la fama y memoria del valor y virtud propia se vuelve cuna, es digno de envidia. ¡Cuanto mejor epitafio era éste y mas digno de que le respetara el caminante y de que le buscara el peregrino, que los que ahora, hechos lenguas de un bulto dorado, lisonjean al muerto y entretienen al vivo! Vense reliquias deste modo de sepulcros en España, y en los edificios antiguos estos obeliscos son frecuentes. Cayó ya todo esto en manos del regalo demasiado, pues ya, por los bultos y los sepulcros y retratos, no diferenciará nadie al soldado del mercader, ni al capitán del médico, ni al general del abogado...

    Pues si bajamos los ojos a las costumbres de los buenos hombres de Castilla de quinientos y de cuatrocientos años a esta parte, ¡qué santidad y qué virtud veremos, que no imitamos ni heredamos, contentándonos con lo menos, que es el nombre! ¡Que leyes tan lícitamente nacidas de las divinas, tan cuidadosamente veneradas de ellos! ¿Qué cosas no advirtieron con castigos en los Fueros Juzgos castellanos, donde se ven con rigurosas penas cosas que por nuestros pecados nos han persuadido los tiempos a que merecen premio? La calumnia de palabras leves, aun como llamar corcovado o tiñoso a uno, se vio sujeta a graves castigos. Y así, con pocas y mal limadas palabras, aunque más propias, tuvieron gloriosos pensamientos; y, de pobres centellas de un godo perdido, se esforzaron de suerte, que dieron pueblo a Dios y libertad a su tierra, y gloria a sus nombres. ¡Qué leales fueron con Ferrant González! Los mismos fueron con su sombra que con él. ¡Cómo amaron los santos reyes y buenos, y cómo sufrieron muchos malos y crueles! Y si algunos castigaron, fue, no por su libertad, sino por la de su patria y religión; y así Dios, cuyo favor es premio justo de los buenos y castigo de los malos, peleó con algunos capitanes y dio sus ángeles a otros. Él vence en todos los que vencen.

    Como Dios de los ejércitos, unas veces nos amparó, y éstas fueron muchas, con nuestro patrón Santiago; otras con la Cruz, que, hecha a vencer la misma muerte, sabe dar vida a todos los que, como estandarte de Dios, acaudilla. Milicia fuimos suya en las Navas de Tolosa. La diestra de Dios venció en el Cid, y la misma tomó a Gama y a Pacheco y a Alburquerque por instrumentos en las Indias orientales para quitar la paz a los ídolos. ¿Quien sino Dios, cuya mano es miedo sobre todas las cosas, amparó a Cortés para que lograse dichosos atrevimientos, cuyo premio fue todo un nuevo mundo? Voz fue de Dios, la cual halla obediencia en todas las cosas, aquélla con que Ximénez de Cisneros detuvo el día en la batalla de Orán, donde un cordón fue por todas las armas del mundo.

    Prolijo fuera y vanaglorioso en querer contar por menudo todas las cosas que nos sucedieron a los españoles gloriosamente en los días que han pasado, sin callar que ha habido hijo suyo que llora estos tiempos y el verla viuda en parte del antiguo vigor, y osa decir que la confianza de haberle tenido introduce descuido de conservarle...

    Hay valerosos capitanes, doctos prelados, y algunos hombres buenos, a quien común devoción y novelero pueblo anticipó el nombre de santos. Las ciencias que se aprendieron para vivir bien, por la mayor parte se estudian para sólo vivir; pero eso con eminencia notable envidiada de todas las naciones, pues en las ciencias sólidas, como filosofía, teología, leyes, cánones y medicina y escritura, todas las naciones nos son inferiores, si bien nos tratan de bárbaros, porque no gastamos el cuidado en gramática y humanidad, las cuales cosas, por inferiores no las ignoran, sino que las desprecian los españoles. Y aun en eso y lenguas, que es su profesión, hay ya españoles que les dan cuidado y envidia a todos. Y así se ven hoy muchos pobres virtuosos en altos lugares, más por cuerda advertencia de don Felipe III, que por costumbre que hubiese de premiar beneméritos...”

    FRANCISCO DE QUEVEDO, ‘España defendida de los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros y sediciosos’ (1609)

    323
    “Puso Dios en el principio del mundo la provincia de España, en testimonio de que en todo él no había otra más principal ni soberana”.
    JUAN DE CARAMUEL, ‘Explicación mística de las Armas de España, invictamente belicosas’, 1636.

    324
    “Partid con este presente
    veréis la mejor provincia
    de Europa, donde la Iglesia
    da a la fe segura silla:
    donde las ciencias florecen
    donde la nobleza habita,
    donde el valor tiene escuela
    y donde el mundo se cifra”
    TIRSO DE MOLINA, ‘El Caballero de Gracia’.

    325
    “Lo que dices que en lo seco nos parecemos en la tierra, ¿hay otra más hermosa de frutas, aguas y saludables vientos? ¿Hay otros hijos de más vivo ingenio, pues tienen asombrados los tiempos sus escritos tan elegantes? Y cuando vosotros venís a España, sólo os avisan que os guardéis de tres cosas: de sus vinos, porque os calabrean los cascos...; de sus damas, que os enloquecen, y de sus soles, que os abrasan. Si te parece que en España hay pocas poblaciones, busca pueblos en Francia. Si te parece que está apartada del comercio de las otras provincias, pluguiese Dios lo estuviera más, pues todos nos buscáis y nos quitáis llevando nuestros frutos. Hable Inglaterra, si acaso nuestros vinos la alegran. Mira si Holanda se aforra con nuestras lanas, que todos nos trasquiláis. Hasta Venecia se ha llevado nuestro vidrio, y nuestro azafrán Alemania. Y mira si Nápoles se hace con nuestras sedas y se paladea Génova con nuestra azúcar. Pues Francia, ¿no se ensoberbece con nuestros caballos? ¿Y todo el mundo con nuestra plata?
    FRANCISCO SANTOS (1617-1698), ‘La verdad en el potro’, 1686.

    326
    “Es cierto que, aun cuando se negara lo restante del orbe, España encierra en sí cuanto necesitan los hombres, sin haber menester las ayudas que ella hace a diversas provincias, que se aumentan y viven con las relieves de sus frutos y metales... No hay parte en sus contornos, que son de 634 leguas, que igualmente no se muestre abundante en los frutos, próspera en las riquezas, sobrada en los metales, todo merced de sus benignas influencias, puros y saludables vientos, de su cielo y asiento felicísimo”.
    GONZALO DE CÉSPEDES (1585-1638) ‘Historias peregrinas’.


    ELOGIO DEL NUEVO MUNDO, DESCUBIERTO POR ESPAÑA:

    327
    “A Don Carlos, emperador de romanos, rey de España, señor de las Indias y Nuevo Mundo, Francisco López de Gómara, clérigo.

    Muy soberano señor: la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo creó, es el descubrimiento de las Indias; y así las llaman Mundo Nuevo...
    Empero los hombres son como nosotros, fuera del color, que de otra manera bestias y monstruos serían y no vendrían, como vienen de Adán. Mas no tienen letras, ni moneda, ni bestias de carga; cosas principalísimas para la policía y vivienda del hombre; que ir desnudos, siendo la tierra caliente y falta de lana y lino, no es novedad. Y como no conocen al verdadero Dios y Señor, están en grandísimos pecados de idolatría, sacrificios de hombres vivos, comida de carne humana, habla con el diablo, sodomía, muchedumbre de mujeres y otros así. Aunque todos los indios que son vuestros subjectos son ya cristianos por la misericordia y bondad de Dios, y por la vuestra merced y de vuestros padres y abuelos, que habéis procurado su conversión y cristiandad.

    El trabajo y peligro vuestros españoles lo toman alegremente, así en predicar y convertir como en descubrir y conquistar. Nunca nación extendió tanto como la española sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminó tan lejos por mar y tierra, las armas a cuestas. Pues mucho más hubieran descubierto, subjectado y convertido si vuestra majestad no hubiera estado tan ocupado en otras guerras; aunque para la conquista de Indias no es menester vuestra persona, sino vuestra palabra. Quiso Dios descubrir las Indias en vuestro tiempo y a vuestros vasallos, para que los convirtiésedes a su santa ley, como dicen muchos hombres sabios y cristianos. Comenzaron las conquistas de los indios acabadas la de moros, por que siempre guerreasen españoles contra infieles; otorgó la conquista y conversión el Papa; tomaste por letra Plus Ultra, dando a entender el señorío de Nuevo Mundo. Justo es, pues, que vuestra majestad favorezca la conquista y los conquistadores, mirando mucho por los conquistados. Y también es razón que todos ayuden y ennoblezcan las Indias, unos con santa predicación, otros con buenos consejos, otros con provechosas granjerías, otros con loables costumbres y policía.”

    FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA (1511-1566), ‘Hispania victrix: Historia General de las Indias’.


    ELOGIO DE ‘LA ESPAÑOLA’:

    328
    “En comprobación de esta templanza y amenidad se puede considerar que Don Cristobal Colón, primer descubridor de las Provincias de este Nuevo Orbe, haviéndola comenzado a reconocer, aun en la menos acomodada, que es la isla de Santo Domingo, por otro nombre La Española, vino casi a pensar que en ellas podia haver estado el Paraiso terrenal, que muchos dicen estuvo plantado debaxo de la Equinoccial. Pero, aunque esto no se pueda afirmar sin temeridad por las varias opiniones, que hay sobre el lugar donde es ó fue el Paraiso, el qual parece que Dios ha querido encubrir, y reservar para sí, todavia no se puede negar que considerada la templanza, y casi perpetua primavera de las mas de esas Provincias, merezcan sino el nombre de Paraiso, el de Huerto del deleite, ó las alabanzas del Tempe, Campos Eliseos, Islas Atlantidas ó Fortunadas, que con menos causa fueron tan estimadas y celebradas de los Antiguos, porque ni en ellas ofende con su frio el invierno; ni abrasa con su calor el Verano, en tanto grado, que con casas de caña embarradas por fuera se rechazan en muchas partes las injurias del tiempo, y apenas hay necesidad de mudar de vestido.”
    J. DE SOLÓRZANO PEREIRA ‘Política indiana’ lib. I, cap. IV.


    ALABANZA DE LA NUEVA ESPAÑA:

    329
    “Juanote Durán, en el libro que hizo, que aún no ha salido a luz, de la Geografía y descripción de todas estas provincias y reinos por veinte e una tablas, llama Grande España a todo lo que los españoles, desde la Isla Española hasta Veragua, conquistaron y pusieron debaxo de la Corona Real de Castilla. Movióle llamar Grande España a toda esta gran tierra, por haberla subjectado subcesivamente los españoles, de la cual en la parte primera desta Crónica tractaré (dándome Dios vida) copiosamente, y porque al presente es mi propósito de escrebir el descubrimiento y conquista de la Nueva España, que es mi principal empresa, en breve relataré qué es lo que ahora los nuestros llaman Nueva España, diciendo primero cómo la ocasión de haberle puesto este nombre fue por la gran semejanza que con la antigua España tiene, no diferenciando, della más de en la variedad y mudanza de los tiempos; porque en todo lo demás, temple, asiento, fertilidad, ríos, pescados, aves y otros animales, le paresce mucho, aunque en grandeza le exceda notablemente.”
    FCO. CERVANTES DE SALAZAR (1514-1575), ‘Crónica de la Nueva España’.


    ESPAÑA Y SUS MÁS PRINCIPALES CIUDADES:

    330
    “Confiada en sus reyes la dilatada España, no pudiendo sufrir por más tiempo el verse contenida por las columnas de Hércules, se lanzó intrépida al mar desconocido e iluminó los dos hemisferios del orbe con un solo sol, para que no hubiese en el mundo más rey que Felipe. Sevilla es famosa por su puerto y sus mareas; Granada, por la industria de la seda; Córdoba es noble por su piedad y piadosa por su nobleza; Lisboa nos envía espléndidos regalos de Arabia y de la India; Barcelona está sentada junto a su puerto con las vistas puestas en el mar; Zaragoza nos presenta los primeros monumentos marianos; Galicia y Asturias, sus castañales y rebaños; Compostela, el sepulcro del Apóstol; el indómito cántabro, el hierro domado por él en sus ferrerías; Burgos fue famosa antiguamente por su mercado; Valladolid, por sus reyes y riquezas; Salamanca es la gran madre de las ciencias; Ávila, alumna de Marte y muy inclinada a las armas; Medina tiene la tierra más fértil del mundo; Toro enrama sus cuernos con pámpanos de vid; Segovia está orgullosa con su acueducto y sus paneras; Toledo se alza majestuosa en medio de España con su triple primado; pero Madrid es la corte de Felipe de Austria, madre de reyes y señora de dos mundos. Roma es la cabeza del orbe y Madrid el corazón”.
    P. PEDRO DE SALAS (1584-1664) ‘Thesaurus poetarum’ (1616).
    Última edición por ALACRAN; 07/06/2011 a las 22:15
    Pious dio el Víctor.

  4. #4
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HOMBRES

    ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES:

    331
    “¿Qué te ha parecido de España? —dijo Andrenio—. Murmuremos un rato della aquí donde no nos oyen.
    —Y aunque nos oyeran —ponderó Critilo—, son tan galantes los españoles, que no hicieran crimen de nuestra civilidad. No son tan sospechosos como los franceses; más generosos corazones tienen.
    —Pues, dime, ¿qué concepto has hecho de España?
    —No malo.
    —¿Luego bueno?
    —Tampoco.
    —Según eso, ni bueno ni malo.
    —No digo eso.
    —¿Pues qué?
    —Agridulce.
    —¿No te parece muy seca, y que de ahí les viene a los españoles aquella su sequedad de condición y melancólica gravedad?
    —Sí, pero también es sazonada en sus frutos y todas sus cosas son muy substanciales. De tres cosas dicen se han de guardar mucho en ella, y más los extranjeros.
    —¿De tres solas? ¿Y qué son?
    —De sus vinos, que dementan; de sus soles, que abrasan; y de sus femeniles lunas, que enloquecen.
    —¿No te parece que es muy montuosa, y aun por eso poco fértil?
    —Así es, pero muy sana y templada; que si fuera llana, los veranos fuera inhabitable.
    —Está muy despoblada.
    —También vale uno de ella por ciento de otras naciones.
    —Es poco amena.
    —No la faltan vegas muy deliciosas.
    —Está aislada entre ambos mares.
    —También está defendida y coronada de capaces puertos y muy regalada de pescados.
    —Parece que está muy apartada del comercio de las demás provincias y al cabo del mundo.
    —Aun había de estarlo más, pues todos la buscan y la chupan lo mejor que tiene: sus generosos vinos Inglaterra, sus finas lanas Holanda, su vidrio Venecia, su azafrán Alemania, sus sedas Nápoles, sus azúcares Génova, sus caballos Francia, y sus patacones todo el mundo.
    —Dime, y de sus naturales ¿qué juicio has hecho?
    —Ahí hay más que decir, que tienen tales virtudes como si no tuviesen vicios, y tienen tales vicios como si no tuviesen tan relevantes virtudes.
    —No me puedes negar que son los españoles muy bizarros.
    —Sí, pero de ahí les nace el ser altivos. Son muy juiciosos, no tan ingeniosos. Son valientes, pero tardos; son leones, mas con cuartana. Muy generosos, y aun perdidos; parcos en el comer y sobrios en el beber, pero superfluos en el vestir. Abrazan todos los extranjeros, pero no estiman los propios. No son muy crecidos de cuerpo, pero de grande ánimo. Son poco apasionados por su patria, y trasplantados son mejores; son muy allegados a la sazón, pero arrimados a su dictamen. No son muy devotos, pero tenaces de su religión. Y absolutamente es la primer nación de Europa: odiada, porque envidiada.”
    BALTASAR GRACIÁN (1601-1658), ‘El Criticón’.


    EL CARÁCTER ESPAÑOL:

    332
    “Los españoles son, en general, de ánimos generosos, pero cuando prevén la necesidad, parcos; su genio es melancólico; su natural, sospechoso y aprensivo; en la paz descuidados; en los aprietos, solícitos; en el obrar, flemáticos; pero, aunque sucedan nuevos accidentes, no precipitosos; sufren, pero no perdonan fácilmente las injurias; en lo que emprenden son tenaces, y en la adversidad, constantes. A quien no los practica, a la primera vista parecen de trato altivo; después son buenos amigos y conservan la fe prometida; cuando hallan conveniencias se repatrían con facilidad en lejanas tierras. En la guerra son buenos para la caballería y mejores para la infantería, pero tenaces para la defensa de una plaza, siendo sufridores de grandes trabajos; profesan la vanidad de saber mucho y quieren mandar en cualquier parte donde se hallan. En la milicia, cuando no son bien pagados, excitan fácilmente los tumultos, pero en valor no ceden a alguna de las naciones”.
    J. A. DE LENCINA, ‘Comentarios políticos’.


    LOS ESPAÑOLES:

    333
    “Entendiendo cuán grandísimas tierras eran las que Cristóbal Colón descubría, fueron muchos a continuar el descubrimiento de todas, unos a su costa, otros a la del rey, y todos pensando enriquecer, ganar fama y medrar con los reyes. Pero como los más de ellos no hicieron sino descubrir y gastarse, no quedó
    memoria de todos, que yo sepa, especialmente de los que navegaron hacia el norte, costeando los Bacallaos y tierra del Labrador, que mostraban poca riqueza. Ni aun de todos los que fueron por la otra parte de Paria, desde el año de 1495 hasta el de 1500. Pondré los que supiere, sin contemplación de ninguno, certificando que todas las Indias han sido descubiertas y costeadas por españoles, salvo lo que Colón descubrió; ca luego procuraron los Reyes Católicos de las saber y señalar por suyas, tomando la posesión de todas ellas, con la gracia del Papa.”
    FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA (1511-1566), ‘ Historia General de las Indias’.

    334
    “Es su gente feroz, sabia y aguda;
    Que es notable de España la agudeza;
    Tan firme, que jamás su intento muda.

    No es tanta como Italia su grandeza;
    Pero tiene grandezas que la encumbran
    Por su espaciosa y fértil aspereza.

    Sus hombres más las armas acostumbran,
    Que no las letras, porque las de Roma
    Desnudas siempre en su cerviz relumbran”.

    LOPE DE VEGA, ‘Roma abrasada’.

    335
    “Entiendan que tienen campo abierto, fértil y espacioso, por el cual con facilidad y dulzura, con gravedad y elocuencia puedan correr con libertad, descubriendo la diversidad de conceptos agudos, graves, sotiles y levantados que en la fertilidad de los ingenios españoles la favorable influencia del cielo, con tal ventaja, en diversas partes ha producido y cada hora produce en la edad dichosa nuestra.”
    CERVANTES, ‘La Galatea’.

    336
    “Todos los españoles pretenden que su virtud principal es el valor; a pesar de ello, sus acciones no estaban siempre regidas por esta virtud y si, con frecuencia, muestran una audacia extrema, también muchas veces se les puede tachar de pusilánimes. Los que cuentan con medios para hacerlo comen y beben con exceso; esto, unido al calor del clima, hace que se entreguen con ardor a los placeres del amor, y que las mujeres se vean sometidas a toda clase de vicios. No hay nación alguna que tenga tan desarrollada la pasión del juego de cartas y de dados. Su avaricia les hace vivir pobremente, sobre todo en Cataluña; son siempre derrochadores en sus vestiduras; más que debieran, atendida su condición... Tienen costumbre de ser muy cariñosos con los extranjeros, y cuando éstos tiene alguna querella con los habitantes del país, todos acuden en su auxilio. Lo que les caracteriza, y más que otros a los vizcaínos es la arrogancia y, en general, déjanse llevar rápidamente a la injuria y a la cólera, empleando palabras altaneras y soberbias... En suma puede decirse que los castellanos se parecen mucho a los napolitanos y los aragoneses a los lombardos.
    .......................
    De los habitantes de España, de la que declara ser “la más fuerte y segura columna de la cristiandad”: ‘Se halla habitada por hombres que se destacan por su industria y sagacidad, mostrándose en todos los momentos una raza altiva.’ De los aragoneses: ‘Pretenden ser libres y gobernarse por sí mismos con la forma republicana, teniendo al rey como jefe, por lo cual éste no sucede en el reino si no es elegido por aquéllos, y conservan éstos su libertad con tanto celo, que se esfuerzan por la más mínima cosa en que el rey no disfrute de mayor autoridad sobre ellos”.
    FEDERICO BADOARO, ‘Relación de España’ (1557).

    337
    “Los españoles siempre tuvieron fama de soberbios y blasonadores; esta soberbia revestida de gravedad es tan grande, que puede considerarse un orgullo desmedido; son valientes sin temeridad, y es tanto en este punto su cordura, que no falta quien los crea poco animosos; son coléricos y vengativos, teniendo siempre cuidado de disimular su arrebato; generosos sin ostentación; sobrios en la comida; tan presuntuosos en la suerte próspera como serviles en la suerte adversa; adoran a las mujeres y son tan amantes de la belleza, que para sus pasiones pocas veces cuentan con el talento de sus elegidas; sufridos con exceso, tenaces, perezosos, independientes; honrados hasta el punto de arriesgar la vida por sostener una palabra empeñada. La naturaleza los dotó de atractivo, ingenio y clara inteligencia; comprenden fácilmente y expresan con sencillez y precisión sus ideas. Son, además, prudentes, celosos con exceso, desinteresados, derrochadores, reservados, supersticiosos y muy católicos, al menos en apariencia. Versifican sin trabajo y podrían fácilmente abarcar los conocimientos científicos más difíciles e interesantes, si decidieran aplicarse a su estudio, que, regla general, desdeñan. Muestran grandeza de alma y elevación de miras, firmeza, seriedad y un respeto hacia las damas a ningún otro comparable; sus maneras son estudiadas, llenas de afectación; cada español está convencido de su propio mérito, y raras veces hacen justicia tratando del mérito de los demás.

    Su bravura estriba en sostenerse valerosamente a la defensiva, sin retroceder y sin temor al peligro; pero así como no lo temen cuando en él se hallan, no lo buscan por afán de arriesgarse, y esta buena cualidad, que algunos juzgan timidez, proviene de su sereno entendimiento. Cuando adivinan el riesgo, procuran evitarlo con noble cordura; sólo cuando quieren vengarse no perdonan medios ni escuchan razones; sus máximas en este particular son absolutamente contrarias al cristianismo y al honor. Cuando reciben afrenta mandan asesinar al que se la infiere; y advertidos por esta costumbre, muchas veces asesinan traidoramente al ofendido para librarse de su venganza, sabiendo de seguro el ofensor que si no mata será muerto. Pretenden justificar esos abusos diciendo que, cuando su enemigo logra por malos medios una ventaja, puede cualquiera procurarse otra por medios peores. La impunidad lo autoriza todo, valiéndose del privilegio de que gozan las iglesias y los conventos en España, donde la justicia no tiene derechos contra un hombre que se acoge a lugar sagrado.”
    ..............................
    Entre los españoles es fácil descubrir honrosas condiciones: generosidad, amistad franca, bravura, secreto; en una palabra, los exquisitos sentimientos del alma que dan carácter al perfecto caballero. Creo, después de cuanto acabo de indicar, que a cualquiera inspirará simpatía más bien que repulsión la manera de ser de los españoles, y, por mi parte, afirmo que me agradan sus condiciones, mal comprendidas por los muchos que les denigran sin haberles estudiado profundamente.”

    MADAME D’AULNOY (1651-1705), ‘Viaje a España’ (1679).


    ELOGIO DE LOS ESPAÑOLES:

    338
    “No las damas, amor, no gentilezas
    de caballeros canto enamorados;
    ni las muestras, regalos ni ternezas
    de amorosos afectos y cuidados;
    mas el valor, los hechos, las proezas
    de aquellos españoles esforzados
    que a la cerviz de Arauco no domada
    pusieron duro yugo por la espada.”
    ALONSO DE ERCILLA (1533-1594), ‘La Araucana’.

    339
    “FLORA. ¿Sois español?
    DON VICENTE. Sí.
    ¿En qué lo visteis?
    FLORA. Lo vi
    En que sois arrogante;
    No queréis ignorar nada;
    Todo a su brío lo fía
    La española bizarría
    Con presunción confiada.”
    .............................
    “Estos son españoles, ahora puedo
    Hablar encareciendo a estos soldados
    Y sin temor, pues sufren a pie quedo
    Con un semblante, bien o mal pagados.
    Nunca la sombra vil vieron del miedo
    Y aunque soberbios son, son reportados.
    Todo lo sufren en cualquier asalto;
    Sólo no sufren que les hablen alto.”
    CALDERÓN DE LA BARCA (1600-1681), ‘El Sitio de Breda’.

    340
    “¿Quien á un bravo español en osadía
    Y atrevido ademán pasó adelante?
    ¿O al trato hidalgo y noble cortesía,
    Igualar pudo en ánimo arrogante?
    ¿Quien la reportacion y valentía
    No ve ser destas gentes semejante
    A sus furiosos rios, que en sonoro
    Curso llevan cristal envuelto en oro?

    Son de ánimos valientes, atrevidos,
    Prestos en los peligros, y arrojados,
    Francos en amistades, comedidos,
    Graves, briosos, nobles, arriscados:
    Para trabajos, fuertes y sufridos,
    Para nobles, leales y esforzados;
    Que la traicion es mancha de cobardes,
    Y estos desta nacion propios alardes.”
    BERNARDO DE BALBUENA (1562-1627), ‘El Bernardo,

    341
    “Señor español:
    Vos vais a la guerra,
    La trompeta os llama,
    La victoria os lleva,
    Las armas son honra,
    Gloria las empresas”
    LOPE DE VEGA, ‘Pobreza no es vileza’.

    342
    “Estos, que al impio Turco en cruda guerra
    Al Moro, al Anglo y al Escoto airado,
    Y vencen al Tudesco y al dudado
    Frances, y al Belga en su cercada tierra;
    Y los estrechos, que el mar hondo encierra,
    Sobran, pasando por lugar vedado
    Con valor, qual vió nunca el estrellado
    Cielo, que tantas cosas mira y cierra;
    Bien muestran en la gloria de sus hechos,
    Que son tus hijos, ó felice España,
    Honra del alto Imperio de Ocidente.
    Alabe Roma los famosos pechos
    De los suyos, que nunca (y no me engaña
    El amor) fue á esta igual su osada gente.”
    FERNANDO DE HERRERA (1534-1597).

    343
    “No ha habido nación tan poderosa ni tan remota que no haya admirado y temido el valor de los españoles. Era éste tan conocido, que en África, América, Asia y Europa nos han dado más victorias las banderas que las espadas. Por esta constante fama, un español, con sólo serlo, era noble en cualquier parte del mundo; y aun siendo cautivo de bárbaros infieles, hallaba respeto y veneración en tanto grado que el más ilustre español no heredaba de sus padres mayor nobleza que la de su Patria. Las riquezas han sido tan grandes que con nuestros desperdicios hemos enriquecido las demás provincias del mundo. Vaciáronse todas las Indias en España, de tal suerte que las piedras y los metales preciosos vinieron a ser vulgares y tan viles que hasta ahora en España se pesa la fruta, pero no el oro”.
    P. JUAN CORTÉS OSSORIO, S.J., ‘Constancia de la Fe y aliento de la nobleza española’. Madrid 1684.

    344
    “Tanta tierra como dicho tengo han descubierto, andado y convertido nuestros españoles en sesenta años de conquista. Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que ella, así en armas y navegación como en la predicación del santo Evangelio y conversión de idólatras; por lo cual son españoles dignísimos de alabanza en todas las partes del mundo. ¡Bendito Dios, que les dio tal gracia y poder! Buena loa y gloria es de nuestros reyes y hombres de España que hayan hecho a los indios tomar y tener un Dios, una fe y un bautismo, y quitándoles la idolatría, los sacrificios de hombres, y el comer carne humana, la sodomía y otros grandes y malos pecados, que nuestro buen Dios mucho aborrece y castiga. Hanles también quitado la muchedumbre de mujeres, envejecida costumbre y deleite entre todos aquellos hombres carnales; hanles mostrado letras, que sin ellas son los hombres como animales, y el uso del hierro, que tan necesario es al hombre; asimismo les han mostrado muchas buenas costumbres, artes y policía para mejor pasar la vida; lo cual todo, y aun cada cosa por sí, vale, sin duda ninguna, mucho más que la pluma ni las perlas ni la plata ni el oro que les han tomado, mayormente que no se servían de estos metales en moneda, que es su propio uso y provecho, sino contentarse con lo que sacaban de las minas y ríos y sepulturas. No tiene cuenta el oro y plata, ca pasan de sesenta millones, ni las perlas y esmeraldas que han sacado de bajo la tierra y agua; en comparación de lo cual es muy poco el oro y plata que los indios tenían. El mal que hay en ello es haber hecho trabajar demasiadamente a los indios en las minas, en la pesquería de perlas y en las cargas. Oso decir sobre esto que todos cuantos han hecho morir indios así, que han sido muchos, casi todos han acabado mal. En lo cual, paréceme que Dios ha castigado sus gravísimos pecados por aquella vía. Yo escribo sola y brevemente la conquista de Indias. Quien quisiere ver la justificación de ella, lea al doctor Sepúlveda, cronista del emperador, que la escribió en latín doctísimamente; y así quedará satisfecho del todo.”
    FCO. LÓPEZ DE GÓMARA, ‘Historia general de las Indias’.

    345
    “Los españoles han poseído y tienen más oro y plata que nación otra alguna y son los más lustrosos, magnánimos y liberales de todo el mundo”.
    ...................
    Con decir: soy español y se me debe toda cortesía y respeto, basta para gran blasón; y no tiene necesidad de otro apellido para todo lo que intentare de honra
    ....................
    El español... tiene el corazón anchuroso y magnánimo y a todas las naciones hace ventaja en grandeza y liberalidad; gasta opulentamente, y en todas partes derrama plata, ostenta con magnificencia el lustre de su persona y, por su hidalgo trato, todas las naciones del mundo caben en él, siendo siempre España madre de extranjeros.”
    FR. BENITO DE PEÑALOSA, ‘Libro de las cinco excelencias del Español’ (1629).

    346
    “CRIADO. ¿No lo veis en los aceros?
    Sangre apurada en crisoles.
    DAMA. ¡Que todos los españoles
    Decís que sois caballeros!”
    LOPE DE VEGA, ‘La Francesilla’.

    347
    “Los españoles son de su naturaleza generosos, de pechos ahidalgados, con algunos humos de vanidad. Claramente lo muestran en siendo trasplantados fuera de sus tierras y puestos en las ajenas; porque luego son todos godos y nacidos de sangre real, aunque vayan desgarrados. Y para sustentar esta vanidad hacen muy bien obras que corresponden con su jactancia fantástica”.
    PEDRO DE MEDINA, ‘Grandeza y cosas notables de España’ (1595).

    348
    “CONSTANZA. Gentil hombre, ¿sois de España?
    DON LOPE. Sí, señora, y de una tierra
    donde no se cría araña
    ponzoñosa, ni se encierra
    fraude, embuste ni maraña;
    sino un limpio proceder,
    y el cumplir y el prometer
    es todo una misma cosa.”
    M. DE CERVANTES, ‘Los baños de Argel”.

    349
    “Estaban también los Tercios Viejos de españoles, que, aunque poca gente, pues no pasaban de ocho mil, no infundían menos esperanza a los nuestros que temor al enemigo. No ya por su veteranía y por estar armados de arcabuces, en cuyo manejo eran expertísimos, sino por la gloria militar y el recuerdo de las grandes victorias obtenidas en Italia sobre enemigos mucho más numerosos, refiriendo la fama a su llegada, en ambos campamentos, lo que ya era conocido de muchos; que hacía poco, junto al Tesino, vencidos muchos capitanes franceses y deshecho su ejército, habían hecho prisionero al rey Francisco. Que en Milán habían hecho frente a las fuerzas coaligadas de Italia, Francia e Inglaterra, que habían tomado Roma y que en Nápoles habían deshecho una gran fuerza de franceses.
    ............................
    Y no solo acudieron a la guerra estos Tercios de nación española y Antonio Leyva que, desde los Insubres, había venido con su gente, sino muchos caballeros principales y una numerosa juventud noble que, anunciada la llegada del turco, había volado, desde todas las regiones de España, por deber y por religión, a socorrer a su rey y emperador en esta guerra santa”.
    J. G. DE SEPÚLVEDA (1490-1573), ‘Hechos del Emperador Carlos V’,


    VIRTUDES DEL ESPAÑOL:


    350
    “Volviendo a la hambre y necesidad que el gobernador y su ejército pasaron aquellos días, me pareció contar un caso particular que pasó entre unos soldados de los más aventajados que en el real había para que por él se considere y vea lo que se padecería en común, que decir cada cosa en particular sería nunca acabar y hacer nuestra historia muy prolija. Es así que un día de los de mayor hambre cuatro soldados de los más principales y valientes, que por ser tales hacían donaire y risa (aunque falsa), del trabajo y necesidad que pasaban, quisieron, porque eran de una camarada, saber qué bastimento había entre ellos, y hallaron que apenas había un puñado de zara. Para lo repartir, porque creciese algo, la cocieron, y en buena igualdad, sin agravio alguno, cupieron a diez y ocho granos. Los tres de ellos, que eran Antonio Carrillo y Pedro Morón y Francisco Pechudo, comieron luego sus partes. El cuarto, que era Gonzalo Silvestre, echó sus diez y ocho granos de maíz en un pañuelo y los metió en el seno. Poco después se topó con un soldado castellano, que se decía Francisco de Troche, natural de Burgos, el cual le dijo: "¿Lleváis algo que comer?" Gonzalo Silvestre le respondió por donaire: "Sí, que unos mazapanes muy buenos, recién hechos, me trajeron ahora de Sevilla." Francisco de Troche, en lugar de enfadarse rió el disparate. A este punto llegó otro soldado, natural de Badajoz, que se decía Pedro de Torres, el cual enderezando su pregunta a los que hablaban en los mazapanes les dijo: "¿Vosotros tenéis algo que comer?" (que no era otro el lenguaje de aquellos días). Gonzalo Silvestre respondió: "Una rosca de Utrera tengo muy buena, tierna y recién sacada del horno. Si queréis de ella, partiré con vos largamente." Rieron el segundo imposible como el primero. Entonces les dijo Gonzalo Silvestre: "Pues porque veáis que no he mentido a ninguno de vosotros, os daré cosa que al uno le sepa a mazapanes, si los ha en gana, y al otro a rosca de Utrera, si se le antoja." Diciendo esto sacó el pañuelo con los diez y ocho granos de zara y dio a cada uno de ellos seis granos, y tomó para sí otros seis, y todos tres se los comieron luego antes que se recreciesen más compañeros y cupiesen a menos. Y, habiéndolos comido, se fueron a un arroyo que pasaba cerca y se hartaron de agua ya que no podían de vianda, y así pasaron aquel día con no más comida porque no la había. Con estos trabajos y otros semejantes, no comiendo mazapanes ni roscas de Utrera, se ganó el nuevo mundo, de donde traen a España cada año doce y trece millones de oro y plata y piedras preciosas, por lo cual me precio muy mucho de ser hijo de conquistador del Perú, de cuyas armas y trabajos ha redundado tanta honra y provecho a España.”
    INCA GARCILASO DE LA VEGA (1539-1616), ‘Historia de la Florida’.


    VALOR DE LOS ESPAÑOLES:

    351
    “Tienes a los españoles, cuyo gran valor y aptitud para la guerra es demasiado conocido, no solo de ti, sino de todos los hombres para tener que explicártela con mis palabras. No hay por qué buscar en las viejas historias el testimonio de las cosas que hicieron por todo el mundo, con valor y esfuerzo; no es necesario alabar la guerra de Sagunto o recordar la gloria de Numancia, en donde se sabe que 4.000 españoles resistieron, durante catorce años, un ejército de 50.000, no medos o persas o débiles asiáticos, sino fuertes soldados romanos, y no sólo los resistieron, sino que más de una vez, vencidos y rechazados, les impusieron condiciones deshonrosas. Lo que atestiguan muchos historiadores, no españoles, sino de los mismos romanos vencidos. No hay, pues, que recordar estas cosas viejas; abundantes son los testimonios de nuestro tiempo, en el cual, peleando contra suizos y franceses, mostraron el mayor valor, obteniendo, por largo tiempo, victorias siempre sobre fuerzas superiores.”
    J. G. DE SEPÚLVEDA (1490-1573), ‘Exhortación a Carlos V’.

    352
    “AL. Os digo que, bien mirado, me parece que aquí y allá, y en toda Europa, se acaba la casta de los hombres valerosos, capaces de mantener la verdadera honra militar. Y si no, decidirte, ¿qué es de la ferocidad de los nervios, la robustez de los burgundios, la soberbia de los turingios, la animosidad de los cimbrios, la fortaleza de los teutones y el valor de los alanos y godos? ¿Es posible que hayan llegado a tanta blandura y vileza? Pues por estas partes poco se acuerdan de imitar, en la presunción de honra y clara fama, a un Decio, a un Escévola, a un Curcio, a un Oratio, a un Regulo, a un Lucio Emilio, a un Cid, a un Gran Capitán, a un Antonio de Leiva, a un marqués de Pescara, a un valerosísimo Hernán Cortés, quienes tuvieron en poco los trabajos, los Imperios y la vida para dar gloriosa y eterna fama a su esclarecido nombre. A ellos, pues, quiero seguir, y sus heroicas obras imitar, y dar a conocer al mundo en el campo del honor que no se ha acabado en mi tierra la casta de los hombres valientes. Y mostraré a Belmar que soy mejor que él, o no menos digno de honra que aquellos que, no siendo más nobles que yo, lograron por la espada y con la fuerza de sus brazos grandes dignidades y honores.
    FR. Aquellos de los que habláis, ¿no lograron más honra por la virtud del alma que por la fuerza de sus brazos?
    AL. En verdad, yo estudié poco porque salí más inclinado a las armas que a las letras, y por ello, no aprendí sino romances viejos y caballerías que, ciertamente, me alentaron a seguir cosas heroicas. Holgábame de leer las escaramuzas y guerras de Granada: aquel ardor y fortaleza de corazón del buen Rey Católico, aquellas lanzadas que daba el maestre de Calatrava y Garcilaso de la Vega, y el conde de Cabra, Reduán, y Bencerax; aquel desasosegar al mundo del alcalde de Castro Nuño y otros, así me inclinaron, y encendieron mi ánimo para hacer maravillas. Más para esto es menester ser reputado como caballero que no
    sufre ultrajes, que se sabe vengar y satisfacer, a quien nadie osa injuriar. Y toda esta estima la conseguiré venciendo en desafío a quien tan sin razón me ofendió, y de esta manera entiendo que aclaro mi nombre.”
    G. XIMÉNEZ DE URREA (1486-1530), ‘Diálogo de la verdadera honra militar’.

    CUALIDADES DEL CABALLERO:

    353
    “Hemos de matar en los gigantes la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud de ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros”.
    ......................
    “Al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas comoquiera, sino el saberlas bien gastar. Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y comedido, y oficioso; no soberbio, no arrogante, no murmurador, y, sobre todo, caritativo; que con dos maravedís que con ánimo alegre dé al pobre se mostrará tan liberal como el que a campana herida da limosna, y no habrá quien le vea adornado de las referidas virtudes que, aunque no le conozca, deje de juzgarle y tenerle por de buena casta...”
    ..........................
    “Porque bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos extremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad; pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario, que no que baje y toque en el punto de cobarde; que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que al avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente que no el cobarde subir a la verdadera valentía.”
    ...........................
    “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.”
    ..............................
    CERVANTES, ‘Don Quijote’,


    FE ESPAÑOLA:

    354
    “El Señor, que mostró su fuerte mano
    Por la fe de su príncipe cristiano
    Y por el nombre santo de su gloria,
    A su España concede esta victoria.
    Adórante, Señor, tus escogidos;
    Confiese cuanto cerca el ancho cielo
    Tu nombre ¡oh nuestro Dios, nuestro consuelo!
    FERNANDO DE HERRERA, ‘A la batalla de Lepanto’.


    LIBERTAD HUMANA:

    355
    “La libertad en los hombres es natural; la obediencia, forzosa. Aquélla sigue el albedrío; ésta se deja reducir de la razón. Ambas son opuestas y siempre batallan entre sí, donde nacen las rebeldías y traiciones al señor natural; y como no es posible que se sustenten las repúblicas sin que haya quien mande y quien obedezca, cada uno quisiera para sí la suprema potestad y pender de sí mismo; y no pudiendo, le parece que consiste su libertad en mudar las formas de gobierno. Este es el peligro de los reinos y de las repúblicas y la causa principal de sus caídas, conversiones y mudanzas, por lo cual conviene mucho usar de tales artes que el apetito de libertad y ambición humana estén lejos del centro y vivan sujetos a la fuerza de la razón y a la obligación del dominio.”
    SAAVEDRA FAJARDO (1584-1648), ‘Empresas de un príncipe cristiano’.

    356
    “Natural es en los hombres la libertad, y aunque o con razón obedezcan o con igual imperio manden, no se juzgan libres, y cada uno pretende tener autoridad absoluta sobre los demás, y cuando llega a alcanzalla, se desordenan con el poder las pasiones y obedece a ellas quien manda a los demás. Destas dos causas nace la tiranía, que es contraria y opuesta a la monarquía.”
    SAAVEDRA FAJARDO (1584-1648) , ‘Política y razón de Estado’.


    HONRA:

    357
    “Nadie tiene poder en esta vida para quitaros vuestra honra, ganada y conservada por vuestra propia virtud, y que conservando vos ésta, tenéis honra, gozaréis del fruto de ella, que es tener buena fama y reputación en todas las honestas obras y nombres de sabio y fuerte, que por ventura este título no lo ganan los que combaten en duelo.”
    GERÓNIMO XIMÉNEZ DE URREA (1486-1530), ‘Diálogo de la verdadera honra militar’.

    358
    “Afortunadamente los españoles se distinguen por su lealtad, ya para con la república, ya para con sus reyes, pues mal hubiéramos podido llevar a cabo por mar y tierra tantas empresas ni retirar hasta los límites del mundo las fronteras del Imperio si no hubiese habido entre nosotros armonía, constancia y una integridad de costumbres”.
    PADRE MARIANA (1536-1624), ‘Del rey”.

    359
    “Aseguro a vuestra alteza
    Que cría unos españoles
    Como leones, y soles
    De lealtad, honra y nobleza”.
    LOPE DE VEGA, ‘El vaquero de Moraña’.


    NOBLEZA:

    360
    “Anda, que en España no hay bestias, ni hay vulgo, como en las demás naciones. En España, todos somos nobles.”
    B. GRACIÁN, ‘El Criticón’.

    361
    “El español que inventó este nombre, hijodalgo, dio bien a entender la doctrina que hemos traído. Porque, según su opinión, tienen los hombres dos géneros de nacimiento: el uno es natural, en el cual todos son iguales, y el otro, espiritual. Cuando el hombre hace algún hecho heroico o alguna extraña virtud y hazaña, entonces nace de nuevo, y cobra otros mejores padres, y pierde el ser que antes tenía: ayer se llamaba hijo de Pedro y nieto de Sancho; ahora se llama hijo de sus obras (de donde tuvo origen el refrán castellano que dice cada uno es hijo de sus obras). Y porque las buenas y virtuosas llama la divina Escritura algo, y a los vicios y pecados nada, compuso este nombre, hijosdalgo; que querrá decir ahora: «Descendiente del que hizo alguna extraña virtud por donde mereció ser premiado del rey o de la república, él y todos sus descendientes para siempre jamás»”.
    J. HUARTE DE SAN JUAN (1529-1588), ‘Examen de Ingenios’.

    362
    “De ser altivo el español y preciarse de señor le nació el apetecer llamarse don, que es lo mismo que señor. Y es tal el caudal que nace de esto, que no hay céfiro más regalado ni suave a sus oídos como el oírle; ni ama que no se le ponga desde la cuna al niño que cría, chillándole con él; ni criado que no haga lo mismo con su señor, de que las demás se admiran”.
    FR. BENITO PEÑALOSA, ‘Las cinco excelencias de España’.


    SOBERBIA:

    363
    “La bizarría española
    naturalmente soberbia”.
    CALDERÓN DE LA BARCA, ‘Encanto sin encanto’.

    364
    “Mirá los españoles... decí si hallaréis muchos que no traigan consigo una soberbia y una fantasía loca dondequiera que se hallen con hombres y con mujeres”.
    BALTASAR DE CASTIGLIONE, ‘El Cortesano’.

    365
    “Son muy presuntuosos de sí mismos; grandes encarecedores de sus cosas; reconocen con facilidad la ventaja y procuran cobrarla con gran cuidado’.
    JUAN BOTERO (1533-1617), ‘Relaciones generales del mundo’.


    CORTESÍA:

    366
    “Español soy, que me obligas a ser cortés y a ser verdadero”
    CERVANTES, ‘Don Quijote’.

    367
    -¡Ay, padre mío –dijo la doncella-, qué corteses son los españoles!
    -Pueden –dijo el padre- enseñar cortesía a todas las naciones del mundo.
    VICENTE ESPINEL (1550-1624), ‘Marcos de Obregón’.


    SENTIDO DEL AMOR:

    368
    “Los poetas españoles sobrepasan a los franceses por su concepción del amor cual un hábito nobilísimo y constante de la voluntad”
    TORCUATO TASSO, ‘La Jerusalén perdida’.


    SUFRIMIENTO:

    369
    “Los trabajos de la guerra, invictísimo César, puédenlos pasar los hombres, porque loor es al soldado morir peleando; pero los de la hambre concurriendo con ellos, para los sufrir, más que hombres han de ser: pues tales se han mostrado los vasallos de V. M. en ambos, debajo de mi protección, y yo de la de Dios y de V. M., por sustentarle esta tierra. Y hasta el último año destos tres que nos simentamos muy bien y tovimos harta comida, pasamos los dos primeros con extrema necesidad, y tanta que no la podría significar; y a muchos de los cristianos les era forzado ir un día a cavar cebolletas para se sustentar aquel y otros dos, y acabadas aquéllas, tornaba a lo mesmo, y las piezas todas de nuestro servicio y hijos con esto se mantenían, y carne no había ninguna; y el cristiano que alcanzaba cincuenta granos de maíz cada día, no se tenía en poco, y el que tenía un puño de trigo, no lo molía para sacar el salvado. Y desta suerte hemos vivido”.
    PEDRO DE VALDIVIA, ‘Carta al emperador Carlos V’ (1545).

    SOBRIEDAD:

    370
    “A los españoles poco les basta para entretener y sufrir mucho trabajo”
    MATEO ALEMÁN, ‘Guzmán de Alfarache’.

    371
    “Un español se entretendrá tres días enteros con un pedazo de pan, sin perder el ánimo ni mostrarse más afeminado que si tuviese todas las vituallas del mundo".
    DR. CARLOS GARCÍA (1580-1630), ‘Libros de antaño’.


    ESFUERZO:

    372
    "Muchas veces, ahora que soy viejo, me paro a considerar las cosas heroicas que en aquel tiempo pasamos que me parece que las veo presentes, y digo que nuestros hechos que no los hacíamos nosotros, sino que venían todos encaminados por Dios; porque, ¿qué hombres ha habido en el mundo que osasen entrar 400 soldados, y aún no llegábamos a ellos, en una fuerte ciudad como es Méjico, que es mayor que Venezia, estando apartados de nuestra Castilla más de mil quinientas leguas, y prender a tan gran señor y hacer justicia de sus capitanes delante de él? Porque hay mucho que ponderar en ello, y no ansí secamente como yo lo digo.
    ..................................
    Digo de nosotros estar a punto, no había necesidad de decirlo tantas veces, porque de día ni de noche no se nos quitaban las armas, gorjales y antiparres, y con ello dormíamos. Y dirán agora dónde dormíamos; de qué eran nuestras camas, sino un poco de paja y una estera, y el que tenía un toldillo ponerle debajo, y calzados y armados, y todo género de armas muy a punto, y los caballos ensillados y enfrenados todo el día, y todos tan prestos, que en tocando el arma, como si estuviéramos puestos e aguardando para aquel punto; pues velas cada noche, que no quedaba soldado que no velaba. Y otra cosa digo, y no por me jactanciar de ella: que quedé yo tan acostumbrado a andar armado y dormir de la manera que he dicho, que después de conquistada la Nueva España tenía por costumbre de me acostar vestido y sin cama, e que dormía mejor que en colchones; e agora, cuando voy a los pueblos de mi encomienda, no llevo cama; e si alguna vez la llevo, no es por mi voluntad, sino por algunos caballeros que se hallan presentes, por que no vean que por falta de buena cama la dejo de llevar, mas en verdad que me echo vestido en ella. Y otra cosa digo: que no puedo dormir sino un rato de la noche, que me tengo de levantar a ver el cielo y estrellas, y me he de pasear un rato al sereno... Y esto he dicho por que sepan de qué arte andábamos los verdaderos conquistadores tan acostumbrados a las armas y a velar.”
    BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO (1496-1584), ‘Relación de la Conquista de la Nueva España’.


    INSTINTO GUERRERO:

    373
    “Otro aquí no se ve que, frente a frente
    animoso escuadrón moverse guerra;
    sangriento humor teñir la verde tierra,
    y tras honroso fin correr la gente.
    Este es el dulce son que acá se siente:
    España, Santiago, cierra, cierra;
    y por suave olor que el aire atierra
    humo que azufre dar con llama ardiente.
    El gusto envuelto va tras corrompida
    agua; y el tacto sólo palpa y halla
    duro trofeo de acero ensangrentado,
    Hueso en astilla, en él carne molida,
    despedazado arnés, rasgada malla;
    ¡oh sólo de hombre digno y noble estado!”
    FRANCISCO DE ALDANA (1537-1578), Soneto.

    374
    “¿Qué no se aprende en buena soldadesca,
    De camaradas hay de gente noble,
    Que no por menester mas por servicio
    De Dios y de su rey, lanza de roble
    Y laureles pretenden, bella y fresca?
    .......................
    Allí la discreción, la cortesía,
    La justicia, prudencia y temperancia
    Entre las balas y el furor se aprende;
    La vigilia, oración y la constancia,
    La música también y la poesía,
    Los ratos que la guerra se suspende;
    Allí se compra y vende
    A precio de honra y gloria,
    Por alcanzar victoria,
    La insaciable sangre de las venas;
    Allí se vencen monstruos y sirenas,
    Se mortifica el cuerpo, apura el alma,
    Y temporales penas
    Vienen a merecer perpetua palma.”
    BARTOLOMÉ CARRASCO DE FIGUEROA (1538-1610), ‘Santa soldadesca’.

    375
    “Ese ejército que ves
    Vago al hielo y al calor,
    La república mejor
    Y más política es
    Del mundo, en que nadie espere
    Que ser preferido pueda
    Por la nobleza que hereda,
    Sino por la que él adquiera;
    Porque aquí la sangre excede
    El lugar que uno se hace
    Y sin mirar cómo nace
    Se mira cómo procede.
    Aquí la necesidad
    No es infamia; y si el honrado,
    pobre y desnudo soldado,
    Tiene mayor calidad
    Que el más galán y lucido;
    Porque aquí, a lo que sospecho,
    No adorna el vestido el pecho,
    Que el pecho adorna el vestido.
    Y así, de modestia llenos,
    A los más viejos verás
    Tratando de ser lo más
    Y de parecer lo menos.
    Aquí la más principal
    Hazaña es obedecer,
    Y el modo con que ha de ser
    Es ni pedir ni rehusar.
    Aquí, en fin, la cortesía,
    El buen trato, la verdad,
    La fineza, la lealtad,
    El honor, la bizarría,
    El crédito, la opinión,
    La constancia, la paciencia,
    La humildad y la obediencia,
    Fama, honor y vida son
    Caudal de pobres soldados;
    Que en buena o mala fortuna
    La milicia no es más que una
    Religión de hombres honrados”.
    CALDERÓN DE LA BARCA, ‘Para vencer a amor, querer vencerle’.

    376
    “¡Oh españoles! ¡Oh, portentos
    De la milicia y asombro
    Del mismo Marte!”
    CALDERÓN DE LA BARCA, ‘El Sitio de Breda’.


    ESTOICISMO:

    377
    “Porque así como el pasear, caminar y correr son exercicios corporales, por la misma manera todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afectaciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman Exercicios espirituales.”
    SAN IGNACIO DE LOYOLA, ‘Libro de los Ejercicios’.

    378
    “Cierto es que el verdadero pasto del hombre está dentro del mismo hombre, y en los bienes de que es señor cada uno. Porque es sin duda el fundamento del bien aquella división de bienes en que Epicteto, filósofo, comienza su libro; porque dice de esta manera: De las cosas, unas están en nuestra mano y otras fuera de nuestro poder. En nuestra mano están los juicios, los apetitos, los deseos y los desvíos, y, en una palabra, todas las que son nuestras obras. Fuera de nuestro poder están el cuerpo y la hacienda, y las honras y los mandos, y, en una palabra, todo lo que no es obras nuestras. Las que están en nuestra mano son libres de suyo, y que no padecen estorbo ni impedimento; mas las que van fuera de nuestro poder son flacas y siervas, y que nos pueden ser estorbadas, y al fin son ajenas todas. Por lo cual conviene que adviertas que, si lo que de suyo es siervo lo tuvieres por libre tú, y tuvieres por propio lo que es ajeno, serás embarazado fácilmente y caerás en tristeza y en turbación, y reprenderás a veces a los hombres y a Dios. Mas si solamente tuvieres por tuyo lo que de veras lo es, y lo ajeno por ajeno, como lo es en verdad, nadie te podrá hacer fuerza jamás, ninguno estorbará tu designio, no reprenderás a ninguno, ni tendrás queja de él, no harás nada forzado, nadie te dañará, ni tendrás enemigo, ni padecerás detrimento."
    FRAY LUIS DE LEÓN (1527-1591), ‘Nombres de Cristo (Pastor)’


    BREVEDAD DE LA VIDA:

    379
    “¡Oh, engaño de los hombres, vida breve,
    Loca ambición al aire vago asida,
    Pues el que más se acerca a la partida,
    más confiado de quedar se atreve!
    ¡Oh, flor al hielo!, ¡oh, rama al viento leve!
    Lejos del tronco!, si en llamarte vida,
    tú misma estás diciendo que eres ida,
    ¿qué vanidad tu pensamiento mueve?
    Dos partes tu mortal sujeto encierra:
    una que se derriba al bajo suelo,
    y otra que de la tierra te destierra;
    tú juzga de las dos el mejor celo:
    si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra,
    el alma quiere ser cielo en el Cielo.”
    LOPE DE VEGA, ‘Brevedad de la vida’

    380
    “Esa porfía que la vida cava
    y cada instante acuerda su ruina,
    si ya pasó el morir, ¿dónde camina?
    y, si no vive, ¿cómo siempre acaba?
    Frente que inmenso rayo coronaba
    índice es que las horas determina;
    segunda vez en la inconstancia fina
    la que en ocio infausto descansaba.
    Alma el hueso le da nunca dormida
    del tiempo que en su polvo se convierte
    la numerosa fuga repetida.
    ¡Oh ciega vanidad!, toda te advierte
    para enseñar que así muere la vida,
    así con inquietud vive la muerte.”
    FRANCISCO DE LA TORRE SETIL, ‘A un relox de vidrio, cuyas arenas eran cenizas de una belleza difunta’.

    381
    “Cánsate ya, oh mortal, de fatigarte
    En adquirir riquezas y tesoro,
    Que últimamente el tiempo ha de heredarte,
    Y al fin te ha de dejar la plata y oro:
    Vive para ti solo, si pudieres,
    Pues sólo para ti, si mueres, mueres.”
    QUEVEDO.

    382
    “Aquí el valor de la española tierra,
    Aquí la flor de la francesa gente,
    Aquí quien concordó lo diferente,
    De oliva coronando aquella guerra.
    Aquí en pequeño espacio veis se encierra
    Nuestro claro lucero de Occidente;
    Aquí yace enterrada la excelente
    Causa que nuestro bien todo destierra.
    Mirad quién es el mundo y su pujanza,
    Y cómo, de la más alegre vida,
    La muerte lleva siempre la victoria.
    También mirad la bienaventuranza
    Que goza nuestra reina esclarecida
    En el eterno reino de la gloria.”
    CERVANTES, ‘A la muerte de la reina Doña Isabel de Valois’.

    383
    “Este mortal despojo, oh caminante,
    Triste horror de la muerte, en quien la araña
    Hilos añuda, y la inocencia engaña,
    Que a romper lo sutil no fue bastante.
    Coronado se vio, se vio triunfante
    Con los trofeos de una y otra hazaña;
    Favor su risa fue, terror su saña,
    Atento el orbe a su real semblante.
    Donde antes la soberbia, dando leyes
    A la paz y a la guerra, presidía,
    Se prenden hoy los viles animales.
    ¿Qué os arrogáis, oh príncipes, oh reyes!
    Si en los ultrajes de la muerte fría
    Comunes sois con los demás mortales?”
    D. SAAVEDRA FAJARDO, ‘Ludibria mortis’.
    Última edición por ALACRAN; 07/06/2011 a las 22:23

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - TIPOS

    EL EMPERADOR:

    384
    “Entró en Aquisgrán el emperador, yendo delante los tres mil alemanes infantes, siete en siete por hilera, vestidos en colores. Y a éstos seguían los gobernadores y gente de la villa; y luego un duque alemán entre ciento cincuenta de a caballo del Imperio, vestidos de negro, y un guión negro con la divisa del emperador. Tras éstos iban cuatrocientas lanzas del conde palatino; y luego la guardia del arzobispo de Maguncia, que eran doscientos ballesteros de a caballo, vestidos de colorado. En pos de ellos los arzobispos de Colonia, de doscientos y cincuenta. Y después de estos guardas entraron dos mil y doscientos hombres de armas que el emperador traía en tres escuadrones. Y luego venía el mayordomo mayor Monsieur de Xevres, con otro muy hermoso escuadrón de gentiles hombres, y los otros criados de la casa del emperador, rica y costosamente aderezados, armados los cuerpos, salvo las cabezas... Y al escuadrón de la casa del rey seguían todos los grandes señores y caballeros españoles, alemanes y flamencos y borgoñones, que eran en gran número, todos vestidos de brocados de telas de oro y plata y grandes recamados y otros géneros de galas, así en sus personas y caballos como en las libreas y vestidos de sus criados. Entre los cuales iban muchos menestriles altos, trompetas y atabales de los del emperador y de los príncipes electores. Tras esta caballería venía la del emperador, que era un gran número de caballos maravillosos y ricamente aderezados, a la brida y a la jineta, y en cada uno de ellos un paje, y algunos de los pajes tocados a la morisca, y todos con libreas de oro y plata y raso carmesí. A los cuales seguían seis reyes de armas en la forma ordinaria derramando monedas de oro y plata por el campo y por la villa. Y junto a estos reyes de armas llegaba la gente de guarda de a pie del emperador con su librea. En medio de los cuales venía él armado de hombre de armas en un gran caballo, y el sayo de armas y cubiertas del caballo de muy rico bordado blanco, recamado de perlas...

    Caminaron por la ciudad... yendo a los lados del emperador el arzobispo de Maguncia y el de Colonia. Detrás de ellos los legados o embajadores... Después de todos venían los arqueros de la guardia del emperador, de la librea y colores de los pajes. Había entre todos más de quince mil caballos. Salió a recibir al emperador... el doctor Carvajal, del Consejo de Cámara del Rey Católico y suyo, y salió armado en blanco y encima del arnés un alba carmesí... Llegado a la puerta de la villa salió la clerecía y cruces de procesión, y traían en unas andas muy ricamente aderezadas el casco de la cabeza de Carlomagno. Y... el emperador, en la orden ya dicha, entró por la villa, cuyas calles estaban ricamente aderezadas, y se fue a apear a la iglesia mayor de Nuestra Señora. Tendióse en el suelo en forma de cruz, y así estuvo hasta que se acabó de cantar el ‘Te deum laudamus’...

    Contaré por menudo las ceremonias de la coronación para que todos entiendan que si es grande la gloria del Imperio romano, no son menores las obligaciones que el emperador tiene; antes bien sin comparación son mayores. Porque se obliga y promete de impugnar y expugnar a las gentes de otra secta; destruir a los herejes que son contra la Iglesia; recuperar las tierras del Imperio; ser padre de los huérfanos y viudas que viven con pobreza; mantener igualmente a todos en justicia; morir por la fe católica; estar sujeto a la Iglesia Romana; finalmente se obliga a defender y amparar a todos los católicos...

    En Aquisgrán, a 23 de octubre del año 1520, a las seis de la mañana, los príncipes electores y todos los demás vinieron a Palacio a acompañar al emperador en la forma y manera que el día antes. El emperador salió vestido de ropa larga, brocado y un collar muy rico al cuello. Y de la misma manera vinieron todos gallarda y
    muy ricamente vestidos. Llevóle la falda Federico, conde palatino; salieronle a recibir en procesión los prelados. Tomáronle en medio los dos arzobispos, el de Maguncia y el de Tréveris, vestidos de pontifical. Llegando así al altar mayor, el emperador se tendió a la larga en las gradas debajo de una rica y gran corona de
    oro, que como una lámpara está pendiente. (A continuación se describe el acto del canto de las oraciones y textos de la Biblia entonados por el arzobispo de Colonia).
    Dicha esta oración, los dos arzobispos de Maguncia y Tréveris levantaron el
    emperador y le pusieron junto al altar de Santa María, donde está puesto un rico sitial. Y el emperador hizo oración de rodillas. Comenzó luego la misa, que dijo el arzobispo de Colonia (cuyo es consagrar al emperador); los ministros fueron los arzobispos de Maguncia y Tréveris...

    Dicha la epístola, los arzobispos quitaron al emperador la ropa larga, que era a manera de casulla: y luego se tendió a lo largo en cruz en las gradas del altar mayor, y cantaron sobre él la letanía; y cuando llegaron al paso que dice: Ut obsequium servitutis nostrea tibi rationabili facias. Te rogamus audi nos...,
    levantóse el arzobispo que decía la misa, y teniendo el báculo en la mano izquierda, dijo en alta voz: Ut hunc electum famulum tuum Carolum regere, benedicere, sublimare ct conserrare digneris, Te rogamus audi nos... (Siguen otras oraciones).

    Hecha esta ceremonia, el emperador se levantó y el arzobispo de Colonia le preguntó en voz alta: ¿Vis sanctum fidem Catholicis viris traditam tenere et operibus servare? ¿Quieres tener y guardar con obras la santa fe católica que se dio a los varones católicos?
    Respondióle el emperador: Volo, quiero...
    Acabadas las preguntas los dos arzobispos de Colonia y Tréveris llevaronlo al altar. El cual puso un dedo de la mano derecha y otro de la izquierda sobre el altar y dijo: - Aquí quiero guardar y cumplir todo lo que he prometido en cuanto me ayude el divino auxilio y las oraciones de los fieles cristianos. Así Dios y sus santos me ayuden.
    Esto hecho volvióse el emperador a su silla. Y el arzobispo de Colonia que le consagraba, vuelto al pueblo dijo en latín con voz alta:—¿Os queréis sujetar a tal príncipe y gobernador, fortificar fielmente su reino, obedecer sus mandatos según lo que dice el Apóstol, a saber: toda alma está sujeta á las potestades superiores?
    Todos á grandes voces respondieron: —Hágase, hágase, hágase. Y porque el vulgo no entendía el latín, el arzobispo dijo en alemán:—Queréis al rey Don Carlos, que está presente, por emperador y rey de romanos y hacer lo que él os mandare?
    —Todos contestaron:—Sí, sí, sí...
    Después de lo cual el arzobispo de Colonia entonó estas palabras:—Señor Jesucristo que riges todas las acciones de los reyes echa tu saludable bendición sobre nuestro rey Carlos.

    Acabada esta oración y bendición, hincóse el emperador de rodillas y los dos arzobispos de Colonia y Tréveris le descubrieron las espaldas (para lo cual iban ya las ropas partidas) y le ungieron con el óleo de catecúmenos. Y luego las junturas de los brazos, junto a los hombros y luego a los pechos, y luego las manos y
    en lo último, de la cabeza. Y en cada parte en que untaban decía el arzobispo:
    —Te unjo como rey con el óleo santificado, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
    Entretanto en el coro se cantaba: — Ungieron como rey a Salomón el Sacerdote Sadoch, y Xatham. Y cada vez que acababan la antífona decían todos:—Viva, viva el rey para siempre; que es lo que se dijo a Salomón cuando le coronaron por rey de Jerusalén....

    Acabadas las unciones, los dos arzobispos llevaron al emperador a la sacristía, en donde le limpiaron con algodones y le vistieron de blanco como a diácono, con una estola atravesada desde el hombro izquierdo hasta debajo del brazo derecho. Estas vestiduras habían sido del emperador Carlomagno y se conservaban con mucha estimación en la ciudad de Norimberga, usándose de ellas solo en casos semejantes al que vamos narrando. Asi revestido, volvió Carlos V al altar, y postróse en las
    gradas como anteriormente. Dichas ciertas oraciones breves se levantó, y juntamente los tres arzobispos le dieron una espada desnuda, la cual fue del emperador Carlomagno, y le dijeron:—Recibe la espada por las manos, aunque no dignas, de los obispos; pero consagrados en la vida y autoridad de los santos Apóstoles.

    Luego el arzobispo de Colonia le dio un anillo y le vistió una ropa diciendo:—Recibe el anillo de la dignidad y conoce en este sello la Fé católica. Pusiéronle un
    cetro real en la mano y un globo del mundo en la otra, diciendo: —Recibe este cetro de virtud y equidad, con que sepas amar a los piadosos y aterrar a
    los réprobos. Los otros arzobispos le pusieron en la cabeza la corona de oro de Carlomagno diciendo:—Recibe la corona regia y del reino, y sea puesta en tu cabeza por las manos, aunque indignas, de los obispos, obra de santidad y fortaleza.

    Lleváronle luego al altar; y, puestas las manos sobre él, dijo:—«Yo prometo delante de Dios y de sus ángeles, que de aquí en adelante conservaré la Santa Iglesia de Dios su justicia y su paz.»
    Hecha esta promesa lleváronle a una silla de piedra muy rica de los reyes pasados, y le sentaron allí diciéndole:—Ten pues el lugar del reino, que se te da, no por derecho hereditario ni por sucesión paterna, sino por los príncipes y electores del reino de Alemania, y por delegación de sus votos, y muy principalmente por la autoridad de Dios omnipotente...

    Estuvo el emperador sentado largo tiempo en aquella silla con la espada ceñida, y llegaron allí muchos gentiles-hombres armados caballeros, y el emperador dábales tres golpes en los hombros con la espada de Carlomagno, quedando armado caballero el que recibía los golpes...
    Vuelto el emperador al altar mayor se prosiguió la Misa leyéndose el Evangelio: Cum natus esset Jesús, etc., y el ofertorio: Reges Tharsis, etc.

    Acabada la misa, el nuevo rey de romanos y electo emperador volvió a su palacio con la misma comitiva que había venido a la Iglesia. Sentóse a comer solo en una mesa servida con la esplendidez y grandeza que era de esperar. Bendijéronla los tres arzobispos que se habían hallado en la coronación...

    Y es muy de notar que en el mismo día en que Carlos V se coronaba en Aquisgrán, se verificaba en Constantinopla la coronación del Gran turco Solimán o Suleiman, subiendo al trono imperial por muerte de su padre Selim. Es asimismo notable que ambos eran undécimos de sus respectivas familias, y que estas habían comenzado a reinar al mismo tiempo, por el emperador Alberto en Alemania, y por el primero de los Otomanos en Oriente. Y parece misterio del cielo, que el día que daban a un bárbaro poderoso, cruel y tirano, la espada contra el pueblo de Dios en el mismo día se diese la imperial, legítima, católica y verdadera al mejor emperador y caudillo que ha tenido la Iglesia.”

    FR. PRUDENCIO DE SANDOVAL (1553-1620), ‘Historia del emperador Carlos V’.

    385
    “Do el suelo hórrido el Albis frío baña
    Al sajón, que oprimió con muerta gente
    Y rebosó espumoso su corriente
    En la esparcida sangre de Alemaña;
    Al celo del excelso rey de España,
    Al seguro consejo y pecho ardiente,
    Inclina el duro orgullo de su frente,
    Medroso, y su pujanza, a tal hazaña.
    La desleal cerviz cayó, que pudo
    Sus ondas con semblante sobrar fiero
    Y sus bosques romper con osadía,
    Marte vio, y dijo, y sacudió el escudo:
    ¡Oh gran Emperador, gran caballero!
    ¡Cuánto debo a tu esfuerzo en este día!”
    FERNANDO DE HERRERA.

    386
    “Temiendo tu valor, tu ardiente espada,
    Sublime Carlo, el bárbaro africano,
    Y el espantoso a todos otomano
    La altiva frente inclina quebrantada.
    Italia en propia sangre sepultada,
    El invencible, el áspero germano,
    Y el francés osado el pecho ufano
    Al yugo rinde la cerviz cansada.
    Alce España los arcos en memoria,
    Y en columnas a una y otra parte
    Despojos y coronas de victoria;
    Que ya en tierra y en mar no queda parte
    Que no sea trofeo de tu gloria
    Ni reste más honor al fiero Marte.”
    FERNANDO DE HERRERA.


    EL CONQUISTADOR:

    387
    “Miren las personas sabias y leídas esta mi relación desde el principio hasta el cabo, y verán que ningunas escrituras que estén escritas en el mundo, ni en hechos hazañosos humanos, ha habido hombres que más reinos y señoríos hayan ganado como nosotros, los verdaderos conquistadores, para nuestro rey y señor; y entre los fuertes conquistadores mis compañeros, puesto que los hubo muy esforzados, a mí me tenían en la cuenta dellos, y el más antiguo de todos, y digo otra vez que yo, yo y yo, dígolo tantas veces, que yo soy el más antiguo, y lo he servido como muy buen soldado de su majestad, y diré con tristeza de mi corazón, porque me veo pobre y muy viejo, y una hija para casar, y los hijos varones ya grandes y con barbas, y otros por criar, y no puedo ir a Castilla ante su majestad para representalle cosas cumplideras a su real servicio, y también para que me haga mercedes, pues se me deben bien debidas.

    Dejaré esta plática, porque si más en ello meto la pluma, me será muy odiosa de personas envidiosas, y quiero proponer una quistión a manera de diálogo, y es que habiendo visto la buena e ilustre Fama que suena en el mundo de nuestros muchos y buenos e nobles servicios que hemos hecho a Dios y a su majestad y a toda la cristiandad, da grandes voces, y dice que fuera justicia y razón que tuviéramos buenas rentas y más aventajadas que tienen otras personas que no han servido en estas conquistas ni en otras partes a su majestad, y ansí mismo pregunta que dónde están nuestros palacios y moradas, y qué blasones tenemos en ellas diferenciadas de las demás, y si están en ellas esculpidos y puestos por memoria nuestros heroicos hechos y armas, según y de la manera que tienen en España los caballeros que dicho tengo en el capítulo pasado que sirvieron en los tiempos pasados a los reyes que en aquella sazón reinaban, pues nuestras hazañas no son menores que las que esos señores hicieron, antes son de memorable Fama y se pueden contar entre las muy nombradas que ha habido en el mundo, y además desto pregunta la ilustre Fama por los conquistadores que hemos escapado de las batallas pasadas y por los muertos dónde están sus sepulcros y qué blasones tienen en ellos.

    A estas cosas se le puede responder con mucha verdad: Oh excelente y muy ilustre Fama, y entre buenos y virtuosos deseada y loada, y entre maliciosos y personas que han procurado escurecer nuestros heroicos hechos no los querían ver ni oír vuestro ilustre nombre, por que nuestras personas no ensalcéis como conviene! hágoos, señora, saber que de quinientos y cincuenta soldados que pasamos con Cortés desde la isla de Cuba, no somos vivos en toda la Nueva España, de todos ellos, hasta este año de mill y quinientos sesenta y ocho, que estoy trasladando esta mi relación, sino cinco, y que todos los más murieron en las guerras ya por mí dichas, en poder de indios, y fueron sacrificados a los ídolos, y los demás murieron de sus muertes; y los sepulcros que me pregunta dónde los tienen, digo que son los vientres de los indios, que los comieron las piernas e muslos, brazos y molledos, y pies y manos y lo demás fueron sepultados, e sus vientre echaban a los tigres y sierpes e halcones, que en aquel tiempo tenían por grandeza en casas fuertes, y aquellos fueron sus sepulcros, y allí están sus blasones. Y a lo que a mí se me figura, con letras de oro habían de estar escritos sus nombres, pues murieron aquella crudelísima muerte por servir a Dios y a su majestad, e dar luz a los que estaban en tinieblas, y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente venimos a buscar.”

    BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, ‘Relación de la conquista de la Nueva España’.

    388
    “Di a España triunfos y palmas
    Con felicísimas guerras,
    Al rey infinitas tierras,
    Y a Dios, infinitas almas”.
    LOPE DE VEGA, ‘La Arcadia’.
    Última edición por ALACRAN; 07/06/2011 a las 22:26

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    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - IDEAS

    a) ESPIRITUALES

    RELIGIÓN:

    389
    “Ten, pues, ¡oh dulcísimo príncipe!, por firme y seguro que en el cultivo de la religión se encierra el más cierto y el más constante apoyo para todos los negocios de la república; no admitas otra religión que la cristiana, ni permitas que la adopte ninguno de tus ciudadanos, si no quieres ver castigada esta falta con calamidades públicas, porque nada hay más aparente ni engañoso que las falsas religiones, nada más disolvente que dejar de adorar a Dios como le adoraron nuestros padres.”
    .............................
    No hay para mí cosa que robustezca más los imperios que el culto religioso, ora considero la cosa en sí misma, ora atienda a la opinión pública, en la cual descansan muchas veces las cosas de la vida más que en el poder y las fuerzas materiales.
    ..............................
    No puede separarse la religión del gobierno sin la ruina de entrambos, del mismo modo que no puede separarse el alma del cuerpo; en todos los tiempos y en todas las naciones se ha procurado que los sacerdotes vivan íntimamente unidos don los empleados civiles, de modo que no formen cuerpos distintos lo que son, propiamente hablando, miembros pares de un mismo cuerpo.
    ................................
    Separados entrambos poderes, se ha de procurar con ahínco que uno y otro estado estén unidos por los lazos del amor y de la correspondencia mutua, cosa a la verdad muy fácil si a los honores y cargos de uno y otro no se cierra la entrada a individuos de ambas clases, pues conciliadas así las voluntades, al paso que los altos sacerdotes procuran por la salud de la república, los grandes del reino y los altos funcionarios civiles tomarán con mayor esfuerzo sobre sí el cuidado de defender y sostener la religión cristiana, teniendo éstos y aquéllos la esperanza de engrandecerse a sí y a los suyos con más grandes honores y riquezas”.
    PADRE MARIANA (1536-1624), ‘Del rey’.

    390
    “Hácese una solemne procesión de indios y españoles para adorar la Cruz.

    Tres días había que el ejército estaba alojado en el pueblo llamado Casqui con mucho contento de indios y españoles cuando, al cuarto día el curaca, acompañado de toda la nobleza de su tierra, que la había hecho convocar para aquella solemnidad, se puso ante el gobernador y, habiendo él y todos los suyos hecho una grandísima reverencia, le dijo: "Señor, como nos haces ventaja en el esfuerzo y en las armas, así creemos que nos la haces en tener mejor Dios que nosotros. Estos que ves aquí, que son los nobles de mi tierra (que por la bajeza de su estado y poco merecimiento no osaron parecer delante de ti) y yo con todos ellos, te suplicamos tengas por bien de pedir a tu Dios que nos llueva, que nuestros sembrados tienen mucha necesidad de agua”. El general respondió que, aunque pecadores, todos los de su ejército y él, suplicarían a Dios Nuestro Señor les hiciese merced, como Padre de misericordias. Luego, en presencia del cacique, mandó al maestro Francisco Ginovés, gran oficial de carpintería y de fábrica de navíos, que de un pino, el más alto y grueso que en toda la comarca se hallase, hiciese una cruz.

    Tal fue el que por aviso de los mismos indios se cortó que, después de labrado, quiero decir quitada la corteza y redondeado a más ganar, como dicen los carpinteros, no lo podían levantar del suelo cien hombres. El maestro hizo la cruz en toda perfección, en cuenta de cinco y tres, sin quitar nada al árbol de su altor; salió hermosísima por ser tan alta. Pusieronla sobre un cerro alto hecho a mano que estaba sobre la barranca del río y servía a los indios de atalaya y sobrepujaba en altura a otros cerrillos que por allí había. Acabada la obra, que gastaron en ella dos días, y puesta la cruz, se ordenó el día siguiente una solemne procesión en que fue el general y los capitanes y la gente de más cuenta, y quedó a la mira un escuadrón armado de los infantes y caballos que para guarda y seguridad del ejército era menester.

    El cacique fue al lado del gobernador, y muchos de sus indios nobles fueron entremetidos entre los españoles. Delante del general, de por sí aparte, en un coro iban los sacerdotes, clérigos y frailes cantando las letanías, y los soldados respondían. De esta manera fueron un buen trecho más de mil hombres, entre fieles e infieles, hasta que llegaron donde la cruz estaba y delante de ella hincaron todos las rodillas y, habiéndose dicho dos o tres oraciones, se levantaron y de dos en dos fueron primero los sacerdotes y, con los hinojos en tierra, adoraron la cruz y la besaron. En pos de los eclesiásticos fue el gobernador y el cacique con él sin que nadie se lo dijese, e hizo todo lo que vio hacer al general y besó la cruz. Tras ellos fueron los demás españoles e indios, los cuales hicieron lo mismo que los cristianos hacían.

    De la otra parte del río había quince o veinte mil ánimas de ambos sexos y de todas las edades, los cuales estaban con los brazos abiertos y las manos altas, mirando lo que hacían los cristianos; y, de cuando en cuando, alzaban los ojos al cielo haciendo ademanes con manos y rostro como que pedían a Dios oyese a los cristianos su demanda. Otras veces levantaban un alarido bajo y sordo, como de gente lastimada, y a los niños mandaban que llorasen y ellos hacían lo mismo. Toda esta solemnidad y ostentaciones hubo de la una parte y otra del río al adorar la cruz; las cuales al gobernador y a muchos de los suyos movieron a mucha ternura, por ver que en tierras tan extrañas, y por gente tan alejada de la doctrina cristiana, fuese con tanta demostración de humildad y lágrimas adorada la insignia de nuestra redención. Habiendo todos adorado la cruz de la manera que se ha dicho, se volvieron con la misma orden de procesión que habían llevado, y los sacerdotes iban cantando el Te Deum laudamus, hasta el fin del cántico, con que se concluyó la solemnidad de aquel día, habiéndose gastado en ella largas cuatro horas de tiempo.

    Dios Nuestro Señor, por su misericordia, quiso mostrar a aquellos gentiles cómo oye a los suyos que de veras lo llaman; que luego la noche siguiente, de media noche adelante, empezó a llover muy bien y duró el agua otros dos días, de que los indios quedaron muy alegres y contentos; y el curaca y todos los caballeros, en la forma de la procesión que vieron hacer a los cristianos para adorar la cruz, fueron a rendir las gracias al gobernador por tanta merced como su Dios les había hecho por su intercesión; y, en suma, con muy buenas palabras, le dijeron que eran sus esclavos y de allí adelante se jactarían y preciarían de serlo. El gobernador les dijo que diesen las gracias a Dios que crió el cielo y la tierra y hacía aquellas misericordias y otras mayores.

    Hanse contado estas cosas con tanta particularidad porque pasaron así y porque fue orden y cuidado del gobernador y de los sacerdotes que andaban con él, que se adorase la cruz con toda la solemnidad que les fuese posible; porque viesen aquellos gentiles la veneración en que la tenían los cristianos. Todo este capítulo de la adoración, cuenta muy largamente Juan Coles en su relación, y dice que llovió quince días. Acabadas estas cosas, habiendo ya nueve o diez días que estaban en aquel pueblo, mandó el gobernador se apercibiese el ejército para caminar el día siguiente en demanda de su descubrimiento.”

    INCA GARCILASO DE LA VEGA, ‘Historia de la Florida’ cap. XLVI.


    IGLESIA Y PONTÍFICE:

    391
    “Pero los españoles, siempre firmes en estas obediencia y unión, peleaban en el mismo tiempo por la religión y fe contra moros, turcos y herejes, echando a los moros de sus reinos, y defendiendo con esto el resto de la cristiandad. Por lo cual se tenía la Santa Iglesia Romana por tan servida, que estimaba igualmente los méritos de esta acción y guerra, como la que se hacía en Tierra Santa, y le daba los mismos privilegios; y con grandísima causa, pues (como dice san Eulogio) es verdadera religión y justicia y obra de gran mérito oponerse por la defensa de ella misma contra estos bárbaros infieles, ejercitando en ello la verdadera fortaleza. De donde Erasmo, con ser tan poco afecto a estas materias, confesó de España que era un muro dado por Dios a nuestra fe y un alcázar fortísimo y único para la defensa de la religión cristiana.”
    GREGORIO LÓPEZ, ‘Excelencia de la monarquía y reino de España’ (1625).

    392
    “Mientras en los reyes durare esta vigilancia, y en ellos y en sus vasallos la obediencia y reconocimiento al pontífice romano, no tendrá que recelar ni temer la potencia de sus émulos... Y, pues los españoles son, como dijo san Jerónimo, obedientísimos, a la Santa Sede romana, pueden estar ciertos que sus reyes serán los mayores del mundo, cumpliéndose en ellos lo que dijo Dios en los proverbios: ‘Thronus ejus in aeternum firmabitur’, y lo que a David prometió, diciendo: ‘Firmabo regnum ejus et stabiliam thronum regni ejus usque in sempiternum’. Verificandose en la Serenísima Casa de Austria lo que de los romanos dijo Virgilio: ‘His ego nec matas rerum, nec tempora pono; imperium sine fine dedi’.”
    PEDRO FDEZ. NAVARRETE, ‘Conversación de monarquías’ (1626).

    393
    “La principal máxima del Estado, guardada en Roma y en Madrid con singular puntualidad, consistía sólo en que así como la religión católica debía ser en el orbe universal y siempre sujeta a una cabeza, de quien la silla estaba en Roma, así también la cristiandad había de prestar su vasallaje a un sólo príncipe, cuya asistencia era en España, el cual había de dominar por su potencia en todo el mundo”
    GONZALO DE CÉSPEDES, ‘Primera parte de la Historia de Don Felipe el IV, rey de las Españas’. (1631)

    394
    “En dos polos solamente
    Se ha de mover esta máquina
    De tu reino, si deseas
    En sus fortunas bonanzas;
    Es el primero el temor
    De Dios, porque de aquí mana
    La sabiduría, y si ésta
    Falta al rey, todo el falta;
    Y de este temor procede
    El obedecer al Papa,
    Como Vicario de Cristo,
    Defendiendo con las armas
    La navecilla de Pedro
    De los herejes piratas”.
    LOPE DE VEGA, ‘La lealtad en el agravio’.
    Última edición por ALACRAN; 07/06/2011 a las 22:27

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    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - IDEAS

    a) POLÍTICAS

    AMOR A LA PATRIA:

    395
    “No hemos conocido el bien hasta que le hemos perdido; y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España, que los más de aquéllos (y son muchos) que saben la lengua como yo, se vuelven a ella, y dejan allá sus mujeres y sus hijos desamparados; tanto es el amor que la tienen; agora conozco y experimento lo que suele decirse: que es dulce el amor de la patria”.
    CERVANTES, ‘Don Quijote’ II- LIV.


    MISIÓN DE ESPAÑA :

    396
    “Ya que el sujeto reino lusitano
    Inclina al yugo la cerviz paciente
    Y todo el grande esfuerzo de Occidente
    Tenéis, Sacro Señor, en vuestra mano,

    Volved contra el suelo hórrido africano
    El firme pecho y vuestra brava gente,
    Que su poder, su corazón valiente
    Que tanto fue, será ante el vuestro en vano.

    Cristo os da la pujanza de este Imperio
    Para que la fe nuestra se adelante
    Por do su santo nombre es ofendido.

    ¿Quién contra vos, quién contra el reino hesperio
    Bastará alzar la frente, que al instante
    No se derribe a vuestros pies rendido?

    FERNANDO DE HERRERA, ‘Soneto a Felipe II’.

    397
    “Con más ventaja vemos hoy la nación española ejercitando este ministerio y logrando las bendiciones que Dios echó a Abraham y Jacob, padres espirituales de su fe intensa y dilatada, pues en todos los reinos del mundo infinitos españoles están predicando el Evangelio y manifestando a la gentilidad la ley de gracia.
    .....................
    Esta variedad de climas y naciones causó la Providencia divina en España para que los españoles, que habrán de extenderse por todo el mundo, ya predicando la fe católica, ya señoreándolo con sus armas, nada admirasen y no les empeciesen climas contrarios”.
    FR. BENITO DE PEÑALOSA, ‘Libro de las cinco excelencias del español’. (1629)

    398
    “En Roma ha salido ahora un pasquín gracioso. Una vaca muy gruesa, con grande ubre, escrito en la frente: España. Muchos becerrillos que la maman alrededor, con rótulos: Inglaterra, Flandes, Holanda, Francia, Alemania, Italia y otros enemigos nuestros”.
    BARRIONUEVO, ‘Avisos’, 24 octubre 1654.

    399
    “Viendo, pues, los herejes y otros émulos de las glorias de nuestra nación española, fuerza y verdad de los títulos referidos y el gran aumento que por las conquistas y conversiones del nuevo orbe ha conseguido su monarquía, procuran deslustrarlos o enflaquecerlos, diciendo en primer lugar, que más nos llevó a él la codicia del oro y la plata de sus provincias que el celo de la predicación y propagación del Evangelio. Y que pues en todas las cosas se debe atender su principio o el intento y fin principal a que se enderezan, en siendo éste vicioso o erróneo, no puede producir título ni efecto que se deba tener por constante y legítimo”.
    J. DE SOLÓRZANO PEREIRA, ‘Política indiana’.


    MISIÓN DEL EMPERADOR:

    400
    “Como todos los hombres sean obligados a amar y servir a Dios verdadero, por los haber criado y por los sustentar y conservar cada hora y momento, aquellos tienen a esto más especial obligación, que de Él han recibido mayores y mas beneficios. Por lo cual, nos, considerando cómo Dios Nuestro Señor, por su sola misericordia y bondad y sin algunos merecimientos nuestros ha querido darnos tan gran parte en el señorío de este mundo por él criado, que demás de haber sido servido de juntar en nuestra persona muchos y muy grandes reinos, que nuestros abuelos y progenitores tuvieron, siendo cada uno por sí poderoso rey y señor con ellos, ha sido servido que después que comenzamos a reinar se ha dilatado mucho nuestra real corona en grandes provincias y tierras descubiertas y señoreadas hacia la parte del Mediodía y el Poniente de estos nuestros Reinos.
    Nos tenemos mas obligación que otro ningún príncipe del mundo a procurar su servicio y la gloria de su nombre, empleando todas las fuerzas y poder que El nos ha dado, en trabajar que sea conocido y adorado en todo el mundo por verdadero Dios, como lo es, y Criador de todo lo visible e invisible. Y deseando esta gloria de nuestro Dios, como somos tan obligados, y habiendo gran compasión de los que con tanto daño y peligro suyo no le conocen, no podemos dejar de dolernos mucho de saber, como sabemos, que, en muchas partes de la tierra que El ha criado, los hombres que El hizo a su imagen y semejanza, y a quien dotó de grandes perfecciones sobre todas las criaturas, vivan sin tener noticia de él, y andando rastreando las cosas divinas, con el apetito natural que de ellas tienen, y él les dio las almas, hayan caído en tan gran ceguedad e ignorancia que muchos tengan por Dios a algunas criaturas suyas, y las adoren ofreciéndoles sacrificios, siendo todas ellas sin comparación de menor valor que los hombres, y las adoren, y criadas para servicio del hombre, y no para otro fin.
    Y porque hemos entendido que en otras partes del mundo que carecen de este conocimiento, en esas vuestras provincias y tierras, hasta ahora no hay noticia de nuestro Dios verdadero; o porque Él con sus secretos e incomprensibles juicios no ha querido hasta ahora manifestarse en esas partes, o por ventura por la negligencia y flaqueza de vuestros antecesores se ha perdido la memoria de la predicación de su nombre y Fe que en ella se hizo en los tiempos pasados, deseamos cumplir con vosotros y vuestras gentes y pueblos la obligación que en esto tenemos, porque es tan grande la bondad del verdadero Dios a quien servimos, que como es Padre de todos los hombres, así nos manda que a todos los hombres tratemos como a sus hijos y hermanos nuestros, haciéndoles obras de tales, y encaminándoles en el camino de la verdad, de que estuvieren desviados...”
    CARLOS I, ‘Carta a los reyes y repúblicas del Mediodía y del Poniente’. (1543)


    AMBICIÓN DE ESPAÑA:

    401
    “Suena y dispara la española flota,
    Aquí guerra, allí guerra,
    España viva, muera Inglaterra.
    .....................
    Famosa España que la espuma surcas
    De las saladas olas
    Idólatras, herejes, moras, turcas,
    Y cuando es menester las arrebolas,
    Ya que en templos metes
    Banderas, estandartes, gallardetes,
    Y a pesar de sus dueños las tremolas.
    Arma a tus hijos, a tus hijos truenos,
    Que rayos y relámpagos escupen;
    Que quieren los ajenos
    Rasgar tus faldas y romper tus senos.
    .................................
    Que aunque de todos una armada venga,
    Vencerá el pueblo hispano
    Al indio, escita, egipcio,
    Macedonio, francés, inglés, fenicio.
    A. MIRA DE MESCUA, (1574-1644), Flores de poetas ilustres, de Pedro de Espinosa.

    402
    “Ya se acerca, señor, o es ya llegada
    la edad gloriosa en que promete el cielo
    una grey y un pastor solo en el suelo,
    por suerte a vuestros tiempos reservada.

    Ya tan alto principio, en tal jornada,
    os muestra el fin de vuestro santo celo
    y anuncia al mundo, para más consuelo,
    un monarca, un imperio y una espada.

    Ya el orbe de la tierra siente en parte,
    y espera en todo, vuestra monarquía,
    conquistada por vos en justa guerra:

    que a quien ha dado Cristo su estandarte
    dará el segundo más dichoso día
    en que, vencido el mar, venza la tierra.”

    HERNANDO DE ACUÑA (1520-1580), ‘Soneto’.

    403
    “Digo que yo he alcanzado la monarquía de España tan llena y abundante de gallardos espíritus en armas y letras, que no creo que la romana los tuvo mayores, y me arrojo a decir que ni tantos ni tan grandes. Y no quiero tratar de las cosa que los españoles han hecho en Flandes, tan superiores a las antiguas..., sino de las que nuestros ojos han visto cada día y nuestras manos han tocado”.
    VICENTE ESPINEL (1550-1624), ‘Marcos de Obregón’.

    404
    “La fábrica de la monarquía de España creció tanto porque el rey Don Fernando el Católico, y después Carlos V, y el rey Felipe II, supieron cortar y labrar las piedras más a propósito para su grandeza.”
    SAAVEDRA FAJARDO, ‘Política y razón de Estado’.


    EL REY:

    405
    “La adoración que se debe a los reyes es de derecho divino, pero que quieran la idolatría es conjurarse contra los cielos; estas exageraciones de cultos ensoberbecen a los hombres y mientras se miran postrados sus iguales, se desconocen en sí mismos; no parece mejor un rey que cuando el pueblo lo mira humilde con su Dios, que reconoce que por sí es nada. Con estas demostraciones se granjea el vulgo y cuando más se humana, más le veneran; este respeto se mira propio y heredado en nuestro monarca Carlos II, que encontrando el sacramento de la Eucaristía, deja su carroza, le recibe en ella y por polvos y lodos, para cumplir la ley de su reino, con gran devoción le sigue, hasta dejarle en el templo”.
    ........................
    “Disputable es la cuestión de si es lícito quitar la vida al tirano; los castellanos llevan la opinión que no lo sea, pues ninguno quiso poner las manos en el rey Don Pedro, dejando al hermano que lo acabase, sino es Beltrán Clachin, que era francés, y los que hicieron el acto de denudar a Enrique IV de la majestad, todos eran extraños”.
    J.A. DE LENCINA, ‘Comentarios políticos’.

    406
    “Lo primero que ha de enseñar el maestro al príncipe es el temor de Dios, porque es principio de sabiduría”.
    SAAVEDRA FAJARDO, Empresas’.

    407
    “El culto de vuestra ley,
    Fernando, encargaros quiero;
    que éste es el móvil primero
    que ha de llevar tras sí al Rey;
    y guiándoos por él vos,
    vivid, hijo, sin cuidado,
    porque no hay razón de Estado
    como a el servir a Dios.
    Nunca os dejéis gobernar
    de privados, de manera
    que salgáis de vuestra esfera,
    ni los llevéis tanto a dar
    que se arrojen de tal modo
    al cebo del interés,
    que os fuercen, hijo, después
    a que se lo quitéis todo.”
    TIRSO DE MOLINA, ‘La prudencia en la mujer’.


    ENEMIGA CONTRA ESPAÑA:

    408
    “Por la misma razón que pensamos ser señores del mundo, somos aborrecidos de todos”.
    VICENTE ESPINEL, ‘Marcos de Obregón’.

    409
    “Honremos a nuestra patria generosa
    Que por tantas hazañas y blasones
    Es la envidia común de las naciones.”
    ANTONIO HURTADO DE MENDOZA (1586-1644), ‘Cada loco con su tema’.

    410
    “DAMA. ¿Por qué os llaman fanfarrones?
    ESPAÑOL. Porque todas las naciones,
    Unas de otras envidiosas,
    Ofenden nuestras gloriosas
    Empresas y altos blasones;
    Sabemos decir y hacer;
    Y porque se usó el retar
    En España, que es poner
    Con la ejecución del dar
    La gloria del prometer.”
    LOPE DE VEGA, ‘Carlos V en Francia’.

    411
    “Aunque es el español, por sus blasones,
    En guerra y paz y por su gloria y fama,
    Aborrecible a todas las naciones,
    El a todas las quiere, estima y ama,
    Con todas trata en todas ocasiones,
    Con todas casa y de su sangre llama.”
    LOPE DE VEGA, ‘La cortesía en España’.

    412
    “¡Ay dulce y cara España,
    Madrastra de tus hijos verdaderos!
    ¡Y con piedad extraña
    Piadosa madre y huésped de extranjeros!
    ¡Envidia en ti me mata,
    Que toda patria suele ser ingrata!
    LOPE DE VEGA, ‘La Arcadia’.

    413
    “¡Oh España generosa, qué entrañas tan de madre tienes para todos, qué corazón tan magnánimo! No son menos altivas las naciones en tu distrito que en los propios suyos. ¡Cuántas amistades reciben, cuántas medras, cuántos aumentos sacan de tu caudal!
    CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA (1571-1644), ‘El pasajero’.

    414
    “Si eres, por ventura, español, dondequiera que llegues has de ser mal recibido, aunque te hagan buena cara, que aquesa ventaja les hacemos a todas las naciones del mundo, ser aborrecidos de todas y de todos: cúya sea la culpa, yo no lo sé.”
    MATEO ALEMÁN, ‘Guzmán de Alfarache’.

    415
    “No me podréis negar que la nación española es de todas la más aborrecida y odiada; no pienso que ignoréis la causa; pero de nuevo quiero referíroslo de la manera que aquí veréis. De las partidas del mundo, la mejor es, sin duda, Europa, figurada por una piel de toro; y de Europa, la mejor provincia España, que es la cabeza del mismo toro... Desta ventaja que hace esta provincia a las demás del mundo, en temple, en valor, en riquezas, en dominio, que le tienen los naturales de ella, en la mayor parte de todas las demás; de la potestad con que las van señoreando, de la poca estimación que hace de las demás naciones, del valor supremo que reconocen todas en ellos, de esto, pues, nace, como digo, este aborrecimiento de los españoles por todo este hemisferio”.
    CONDE DE LEMUS (1560-1622), ‘El búho gallego’.

    416
    "(Quod unus populus eripuerit omnibus,
    facilius uni ab omnibus eripi posse.”
    SÉNECA, Epíst. 88)
    ...............
    “Un godo, que una cueva en la montaña
    Guardó, pudo cobrar las dos Castillas;
    Del Betis y Genil las dos orillas,
    Los herederos de tan grande hazaña.

    A Navarra te dio justicia y maña;
    Y un casamiento, en Aragón, las Sillas
    Con que a Sicilia y Nápoles humillas.
    Y a quien Milán espléndida acompaña.

    Muerte infeliz en Portugal arbola
    Tus castillos. Colón pasó los godos
    Al ignorado cerco de esta Bola.

    Y es más fácil, ¡oh España!, en muchos modos,
    Que lo que a todos les quitaste sola
    Te puedan a ti sola quitar todos.

    QUEVEDO, ‘Soneto’.

    417
    “¿Qué libelos infamatorios, qué manifiestos falsos, qué fingidos Parnasos, qué pasquines maliciosos no se han esparcido contra la monarquía de España? No pudo la emulación manchar su justo gobierno en los reinos que posee en Europa, por estar a los ojos del mundo; y para hacer odioso su dominio e irreconciliable la inobediencia de las provincias rebeldes con falsedades difíciles de averiguar, divulgó un libro supuesto de los malos tratamientos de indios, con nombre del obispo de Chiapa, dejándole correr primero en España como impreso en Sevilla, por acreditar más la mentira, y traduciéndole después en todas las lenguas”.
    SAAVEDRA FAJARDO, ‘Idea de un príncipe cristiano’.
    Última edición por ALACRAN; 07/06/2011 a las 22:32

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HECHOS

    a) EMPRESAS FÍSICAS

    MILICIA:

    418
    “Qué es la causa (pregunta Aristóteles) que, no siendo la valentía la mayor virtud de todas, antes la justicia y prudencia son las mayores, con todo esto la república y casi todos los hombres, de común consentimiento, estiman en más a un valiente y le hacen más honra dentro en su pecho, que a los justos y prudentes, aunque estén constituidos en grandes dignidades y oficios? A este problema responde Aristóteles diciendo que no hay rey en el mundo que no haga guerra a otro o la reciba; y como los valientes le dan gloria, imperio, lo vengan de sus enemigos y le conservan su estado, hacen más honra, no a la virtud suprema, que es la justicia, sino a aquella de quien reciben más provecho y utilidad. Porque, si no tratasen así a los valientes ¿cómo era posible hallar los reyes capitanes y soldados que de buena gana arriscasen su vida por defenderles su hacienda y estado?”
    DR. HUARTE DE SAN JUAN (1529-1588), ‘Examen de ingenios’.

    419
    “Para que los soldados sean verdaderamente fuertes de aquella fortaleza que es virtud cristiana, y no salteadores de caminos; ministros de Dios y no de Satanás; defensores de la Patria y no destructores; guardas de los amigos y no asoladores; amparo de los templos y cosas sagradas, y no fuego infernal que los abrase y consuma es necesario que el príncipe cristiano tenga gran cuenta con la disciplina militar de su ejército y que mande severamente castigar los excesos, desobediencias, insolencias...”
    PADRE RIVADENEIRA.

    420
    “Comos sabios y católicos, ahora os quiero dar a entender qué es este duelo, que a tanta gente da perpetuo duelo, para que, por ventura, os desengañéis del mayor engaño, del más nefando abuso y de la mayor inhumanidad que hoy se halla entre los hombres. Sabed que la batalla a todo trance que en España llaman desafío o campo cerrado, en Italia, duelo y los latinos, batalla singular entre dos hombres, es aquella por la cual, uno entiende probar al otro por las armas, en el espacio y término de un día, cómo es verdadero hombre de honra y no merece ser menospreciado ni injuriado, y el otro pretende probar lo contrario. Sobre esta manera de combatir han escrito muchos y muy excelentes varones, y no se ponen de acuerdo en su origen: unos dicen que lo inventaron los albiones pueblos de la Gran Bretaña, que hoy es Inglaterra; otros, que los mantineos; y otros, que los Longobardos. Mas parece, que antes que ellos, los españoles acostumbraban a averiguar sus pasiones por la ley del duelo. Dice Tito Livio que, estando Escipión el Africano en Cartagena celebrando las honras de su padre y tío, los dos Escipiones que dicen estar enterrados en Tarragona, vinieron a él dos caballeros principales, españoles celtíberos, llamados Corbis y Orsúa, cada uno de los cuales pretendía ser señor de un gran estado que había sido del padre de uno de ellos, y ya que ni por justicia ni concierto habían podido averiguarlo, determinaron averiguarlo por la espada, y pusieron por juez al mismo Escipión y, así, en su presencia combatieron con espadas cortas y de punta aguda, y con broqueles, que eran las armas comunes de entonces, que desde mucho antes y después usaron los españoles, y en este combate, Corbis mató a Orsúa. Dicen que eran los dos primos hermanos, y que el estado había sido del padre de Orsúa, a quien tan poco le valió su justicia, que la perdió en el duelo con la vida y hacienda. Además de éstos, muchos españoles combatieron delante de Escipión, por casos de honra como por darle placer. Y no me sorprende que se usase tal costumbre en España, porque, del mundo, era la gente que menos aprecio tenía por la vida humana. Tanto, que Escipión halló entre ellos infinitos que, por amor a él, se hicieron sus compañeros en la muerte. Era costumbre de aquellos gentiles españoles que, cuando un hombre principal moría, todos sus compañeros morían con él matándose los unos a los otros, diciendo que iban a acompañar el alma del amigo muerto.”


    LA GUERRA

    421
    “El fin de al guerra es la paz y la seguridad de la república, como dice San Agustín, y no podría haber esta seguridad si con el temor no se tuviese a raya al enemigo”.
    P. VITORIA, ‘De iure belli’.

    422
    “Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta, en servicio de su rey, en la guerra justa; y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria.”
    CERVANTES, ‘Don Quijote’ II-XXVII.

    423
    “Son, pues, propias de la guerra, la fortaleza y la constancia, y el sufrir, animosamente, los males. Y de la paz, la contemplación de la verdad. Comunes a ambos estados, la justicia y la templanza, pero más necesario a los que viven en paz, pues en la guerra la necesidad misma obliga a ser justos y sobrios, pero en la paz y en la próspera fortuna estos bienes hacen perezosos y exigentes y siervos del placer, a menos que acuda la justicia y la templanza a impedir estos males y tenga ocupados los ánimos el estudio de la filosofía y de las ciencias y que, gozando de la contemplación de la verdad y alegre con estas cosas altas, no se busque ninguno de los objetos por los que los hombres son impelidos a pecar.”
    J. G. DE SEPÚLVEDA (1490-1573), ‘Del reino y del oficio de rey’.


    EJÉRCITO:

    424
    “La infantería se distingue por su circunspección y la paciencia con que soporta las fatigas, así como por su disciplina, excediendo a italianos, flamencos y alemanes, para preparar una emboscada, defender un desfiladero, hacer una retirada o sostener un sitio”.
    MIGUEL SORIANO, ‘Relación del embajador de Venecia’.

    425
    “Tropa gentil, de bravos y valientes soldados, bien escogidos entre los tercios de Lombardía, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, y una parte de los de la Goleta... todos viejos y aguerridos soldados, tan bien en punto a trabajos y armas, la mayor parte doradas y otras grabadas, que más se les creyera capitanes que soldados... Y se hubiera dicho que eran príncipes, de tal modo eran soberbios y marchaban arrogantemente y con gracia.
    ............................
    Para las armas no cedían a ninguna nación; para las ciencias y las artes, entregábanse tan fuertemente a las armas que odiaban aquéllas y fuertemente las vilipendiaban, enviando al diablo los libros, de no ser algunos que, cuando a ellos se entregan, son raros, mas excelentes y muy admirables, profundos y sutiles, como no he visto muchos”
    PIERRE DE BRANTHOME (1540-1614), ‘Oeuvres complètes’.


    ELOGIO DE CASTILLA:

    426
    “Es Castilla madre de todas las demás coronas que ciñen la sien de nuestra victoriosa España y, así, con prevención contemplativa me pareció justísimo explicar primero los blasones e insignias que fueron origen de los otros. Son las que tienen aquesta monarquía, antiquísimas, y tanto que en tiempo de Ecequiel eran muy conocidas. Formábanse de aquesta suerte: un castillo de oro en campo carmesí, con puertas y ventanas azules, con tres torres y en cada una tres almenas de oro. Timbre, cuando se pone, es un castillo de la misma manera.
    Llámase Castilla en hebreo Adamuz. Era metrópolis la que conserva hoy el nombre y está junto a Córdoba; que también este reino es parte de la antigua Castilla. En esta provincia es muy probable que formó Dios al primer hombre. En ella consistió lo más ilustre de todo el Paraíso. De ella salen aquellos cuatro ríos que pintó Moisés, y explican con curiosidad muchos autores. Pruébolo muy despacio en otra parte".
    JUAN DE CARAMUEL (1606-1682), ‘Explicación mística de las armas de España invictamente belicosas’. (1636)


    427
    “Los reinos de Castilla, que son, sin duda, la cabeza de esta monarquía, como Roma, Constantinopla, Macedonia y Persia lo fueron de las antiguas..., siendo éstos los que dan más gente, más dinero y más substancia, es justo que considere V.M. cómo están y cómo los tienen las guerras extranjeras y los servicios propios; porque todos los demás reinos de V.M. tienen apariencia de señorío y hacen sombra de grandeza; pero dan poca gente y ningún dinero que salga de los mismos que lo contribuyen para éste o para los demás reinos de V.M.; y, así, o están ricos, o, a lo menos, no necesitados. Todo cuanto se gasta en ellos y en éstos y en los demás que es necesario en un imperio tan grande, para la conservación y aumento de él, todo sale de los tributos de Castilla’.
    BALTASAR DE ÁLAMOS BARRIENTOS (1555-1640), ‘Papel que Antonio Pérez puso en manos del rey Phelipe III.’


    GALICIA:

    428
    “Pálido sol en cielo encapotado,
    Mozas rollizas de anchos culiseos,
    Tetas de vacas, piernas de correos;
    Suelo menos barrido que regado;
    Campo todo de tojos matizado,
    Berzas gigantes, nabos filisteos,
    Gallos del Cairo, búcaros pigmeos,
    Traje tosco y estilo mal limado.
    Cuestas que llegan a la ardiente esfera,
    Pan de Guinea, techos sahumados,
    Candelas de resina con tericia,
    Papas de mijo en cuencas de madera,
    Cuevas profundas, ásperos collados,
    es lo que llaman reino de Galicia.”
    LUIS DE GÓNGORA, ‘Soneto’.


    DE LAS COSTUMBRES DE LOS ESPAÑOLES:

    429
    “Groseras, sin policía ni crianza, fueron antiguamente las costumbres de los Españoles. Sus ingenios, más de fieras que de hombres. En guardar secreto se señalaron extraordinariamente; no eran parte los tormentos por rigurosos que fuesen, para hacérsele quebrantar. Sus ánimos, inquietos y bulliciosos; la ligereza y soltura de los cuerpos, extraordinaria; dados a las religiones falsas y culto de los dioses; aborrecedores del estudio de las ciencias, bien que de grandes ingenios. Lo cual transferidos en otras provincias, mostraron bastantemente que ni en la claridad de entendimiento, ni en excelencia de memoria, ni aun en la elocuencia y hermosura de las palabras daban ventaja a ninguna otra nación.

    En la guerra fueron más valientes contra los enemigos que astutos y sagaces; el arreo de que usaban, simple y grosero; el mantenimiento, más en cantidad que exquisito ni regalado; bebían de ordinario agua, vino muy poco; con los malhechores eran rigurosos; con los extranjeros, benignos y amorosos. Esto fue antiguamente, porque en este tiempo mucho se han acrecentado, así los vicios como las virtudes.

    Los estudios de la sabiduría florecen cuanto en cualquier parte del mundo; en ninguna provincia hay mayores ni más ciertos premios para la virtud; en ninguna parte tienen la carrera más abierta y patente el valor y doctrina para adelantarse. Deséase el ornato de la letras humanas, a tal, empero, que sea sin daño de las otras ciencias.

    Son muy amigos los españoles de justicia; los magistrados, armados de leyes y autoridad, tienen trabados los más altos con los bajos, y con éstos los medianos con cierta igualdad y justicia; por cuya industria se han quitado los robos y salteadores, y se guardan todos de matar o hacer agravio, porque ninguno es permitido, o quebrantar las sagradas leyes, o agraviar a cualquiera del pueblo, por bajo que sea.

    En lo que más se señalan es en la constancia de la religión y creencia antigua, con tanto mayor gloria, que en las naciones comarcanas en el mismo tiempo todos los ritos y ceremonias se alteran con opiniones nuevas y extravagantes.

    Dentro de España florece el consejo; fuera, las armas; sosegadas las guerras domésticas y echados los moros de España, han peregrinado por gran parte del mundo con fortaleza increíble. Los cuerpos son por naturaleza sufridores de trabajos y de hambre, virtudes con que han vencido todas las dificultades, que han sido en ocasiones muy grandes, por mar y por tierra. Verdad es que en nuestra edad se ablandan los naturales y enflaquecen con la abundancia de deleites y con el aparejo que hay de todo gusto y regalo de todas maneras en comida y en vestido y en todo local. El trato y comunicación de las otras naciones que acuden a la fama de nuestras riquezas y traen mercaderías que son a propósito para enflaquecer los naturales con su regalo y blandura, son ocasión de este daño. Con esto, debilitadas las fuerzas y estragadas con las costumbres extranjeras, demás desto por la disimulación de los príncipes y por la licencia y libertad del vulgo, muchos viven desenfrenados sin poner fin ni tasa a la lujuria, ni a los gastos, ni a los arreos y galas. Por donde, como dando vuelta a la fortuna desde el lugar más alto do estaba, parece a los prudentes y avisados que, mal pecado, nos amenazan graves daños y desventuras, principalmente por el grande odio que nos tienen las demás naciones; cierto compañero, sin duda, de la grandeza y de los grandes imperios, pero ocasionado en parte de las asperezas de las condiciones de los nuestros, de la severidad y arrogancia de los que mandan y gobiernan.”

    PADRE MARIANA ‘Historia General de España’.
    Última edición por ALACRAN; 07/06/2011 a las 22:34

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    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HECHOS

    a) EMPRESAS MORALES

    CULTURA ESPAÑOLA:

    430
    “Si tuviésemos lugar de cotejar las letras y sciencia de nuestros españoles con la de las otras naciones... bien se echaría de ver la ventaja que en todas facultades los españoles hacen a los muy letrados de los otros reinos... Pues agora bien claro vemos las muchas Universidades que nuestra España tiene, pues casi no hay pueblo en ella que no tenga Universidad, o colegio, o escuela pública de letras.”
    PEDRO DE MEDINA, ‘Grandezas y cosas notables de España’. (1595)

    431
    “¡Oh España, qué pechos crías!
    Venturosa por tus hijos
    Te puede llamar el mundo:
    Díganlo espadas y libros”.
    J. PÉREZ DE MONTALVÁN (1602-1638), ‘Cumplir con su obligación’.

    432
    “Dejé a Flandes por España,
    Dulce patria, hermosa reina
    De las letras y las armas”.
    LOPE DE VEGA, ‘El valiente Juan de Heredia’.


    LA JUSTICIA:

    433
    “El fundamento principal de la monarquía en España y el que la levantó y la mantiene, es la inviolable observación de la justicia, y el rigor con que obligaron siempre los reyes a que fuese respetada”.
    SAAVEDRA FAJARDO, ‘Empresas de un príncipe cristiano’.

    434
    “Ejecute el príncipe con valor las veces que tiene de Dios y del pueblo sobre los súbditos, pues la justicia es la que le dio el cetro y la que se le ha de conservar. Ella es la mente de Dios, la armonía de la república y el presidio de le majestad”.
    SAAVEDRA FAJARDO, ‘Corona gótica’.


    LA LENGUA:

    435
    “Siempre fue natural pretensión de las gentes victoriosas procurar extender no menos el uso de sus lenguas que los términos de los imperios”.
    FRANCISCO DE MEDINA, en ‘Amonestaciones a Garcilaso’, de F. de Herrera.

    436
    “Est enim lingua hispana locuples et speciosa, quae non semitis, sed campis, non uti fontes angustis fistulis, sed ut latissimi omnes totis vallibus fluit ».
    ALFONSO GARCÍA MATAMOROS, ‘Hispaniae doctis enarratio’ (1553).

    437
    “Y después del hecho de la religión, no hay cosa que más concilie los ánimos de los hombres de varias naciones en amistad o conversación, y que más los domestique y aficione a imitar y seguir las costumbres de los que rigen que la unidad y conformidad de la lengua, cuya ignorancia los enajena y tiene en sospecha a unos de otros, como los sordos, que siempre se recelan y sospechan mal de las palabras que se hablan delante de ellos, que no entienden bien”.
    ARIAS MONTANO (1527-1598), ‘Carta al duque de Alba’

    438
    “Muchas veces he pensado la excelencia que tiene la lengua castellana entre otras lenguas, tanto que en toda parte es entendida, y aun hablada; y es por ser graciosa... y porque veo que la lengua castellana se nos entra por las puertas de este reino (de Valencia), y todos los valencianos la entienden y muchos la hablan, olvidados de su propia lengua”.
    MARTÍN DE VICIANA (1502-1574), ‘Epístola preliminar de Alabanzas de las lenguas hebrea, griega, latina, castellana y valenciana’.

    439
    “La lengua castellana, en la facilidad y dulzura de su pronunciación, se debe tratar con más honra y reverencia, y la toscana con más regalo y llaneza.”
    FERNANDO DE HERRERA.

    440
    “Si buscamos suavidad y dulzura, el castellano la tiene acompañada de gran ser y majestad, conveniente a pechos varoniles y nada afeminados.”
    BERNARDO DE ALDRETE (1565-1545).

    441
    “Si el emperador se sirvió en aquella ocasión (discurso de reto de Carlos V a Francisco I ante el papa Paulo III), en lugar del latín acostumbrado, debió ser, entre otros motivos, porque la lengua española posee cualidades especialmente adecuadas para la bravata y la amenaza.”
    PIERRE DE BRANTHOME.

    442
    “No ignoro que nuestra lengua, en el estado en que hoy la tenemos y en quien sabe usar de ella, tiene igual y aun superior elegancia, como lo advierten y prueban graves autores, y de la suya latina en comparación de la griega lo dexó escrito Cicerón. Y que aun parece mayor decencia hablar y escribir en ella a los reyes, pues ellos ponen su autoridad en no usar otra en sus respuestas, decretos y cartas y aunque las sepan, y ninguno hubo buen advertido que no procurase entender su idioma patrio, donde su Imperio.”
    JUAN DE SOLÓRZANO PEREYRA, ‘Politica Indiana’. Dedicatoria.
    ..................................
    “Y hácese más segura la opinión que voy fundando si consideramos que no sólo para dilatar la fe de Christo conviene que los españoles y los indios usemos un mismo lenguaje, como en semejante caso, hablando de los agarenos o moros, lo advierte Luis Vives, sino para que nos cobren más amor y voluntad, se estrechen más con nosotros, cosa que en sumo grado se consigue con la inteligencia y conformidad del idioma, como hablando en general, y ponderando el gran castigo que en la división de lenguas envió Dios a los hombres, lo dicen con palabras graves y dignas de leerse, Filón y Josefo, judíos y Genebrardo.”
    .....................
    “Esto que se ha dicho de obligar a los indios a nuestro lenguaje me persuade igualmente a juzgar que no tendría menos inconveniencia que también les obligásemos a que en el traje y modo de vestir, y en las demás costumbres loables, que no repugnasen mucho al estado y condición, se ajustasen a las de los españoles, y a su trato, comercio y comunicación; porque siempre asimismo, juntamente con el idioma, dieron sus trajes y costumbres los vencedores a los vencidos, como por palabras expresas lo dicen Cornelio Tácito, y Aurelio Prudencio, hablando de los romanos. Y Estrabón dice: que nuestros antiguos españoles fueron llamados estolatos y togatos, porque juntamente con el lenguaje recibieron de ellos este modo de vestiduras, hasta los celtíberos, que eran entonces tenidos por los más fieros, bárbaros e inhumanos.”
    JUAN DE SOLÓRZANO PEREYRA, ‘Politica Indiana’. lib. II, cap. XXVI.


    DE LAS LENGUAS DE ESPAÑA:

    443
    “Todos los españoles tienen en este tiempo y usan de una lengua común, que llamamos castellano, compuesta de avenida de muchas lenguas, en particular de la latina corrupta; de que es argumento el nombre que tiene, porque también se llama romance, y la afinidad con ella tan grande, que lo que no es dado aun a la lengua italiana, juntamente y con las mismas palabras y contexto se puede hablar latin y castellano, así en prosa como en verso. Los portugueses tienen su particular lengua, mezclada de la francesa y castellana, gustosa para el oído y elegante. Los valencianos otrosí y catalanes usan de su lengua, que es muy semejante a la de Lenguadoc, en Francia, o lenguaje narbonense, de donde aquella nación y gente tuvo su origen; y es así que ordinariamente de los lugares comarcanos y de los con quien se tiene comercio, se pegan algunos vocablos y algunas costumbres. Solo los vizcaínos conservan hasta hoy su lenguaje grosero y bárbaro, y que no recibe elegancia, y es muy diferente de los demás y el mas antiguo de España, y común antiguamente de toda ella, segun algunos lo sienten; y se dice que toda España usó de la lengua vizcaína antes que en estas provincias entrasen las armas de los romanos y con ellas se les pegase su lengua. Añaden que como era aquella gente de suyo grosera, feroz y agreste, la cual transplantada a manera de árboles con la bondad de tierra se ablanda y mejora, y por ser inaccesibles los montes donde mora, o nunca recibió del todo el yugo del imperio extranjero, o le sacudió muy presto. Ni carece de probabilidad que con la antigua libertad se haya allí conservado la lengua antigua y común de toda la provincia de España. Otros sienten de otra manera, y al contrario, dicen que la lengua vizcaína siempre fue particular de aquella parte, y no común de toda España. Muévense a decir esto por testimonios de autores antiguos, que dicen los vocablos vizcaínos, especialmente de los lugares y pueblos, eran más duros y bárbaros que los demás de España, y que ya no se podían reducir a declinacion latina. En particular Estrabón testifica que no un género de letras ni una lengua era común a toda España. Confirman esto mismo los nombres briga que es pueblo; cetra escudo; falarica, lanza; gurdus, gordo; cusculia, coscoja; lancia, lanza; vipio, zaida; buteo cierta ave de rapiña; Necy por el dios Marte, con otras muchas dicciones que fueron antiguamente propias de la lengua de los españoles, según que se prueba por la autoridad y testimonio de autores gravísimos, y aun algunas de ellas pasaron sin duda de la española a la lengua latina; de las cuales dicciones todas no se halla rastro alguno en la lengua vizcaína: lo cual muestra que la lengua vizcaína no fue la que usaba comunmente España. No negamos empero haya sido una de las muchas lenguas que en España se usaban antiguamente y tenían; solo pretendemos que no era común a toda ella. La cual opinión no queremos ni confirmarla más a la larga, ni seria a propósito del intento que llevamos detenernos más en esto.”
    PADRE MARIANA, ‘Historia General de España’ (1601).
    Última edición por ALACRAN; 07/06/2011 a las 22:37

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    IX – LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN; LA PATRIA DISMINUIDA.

    1
    El último vástago de la dinastía austríaca, muerto por consunción, sin descendientes, abre la liquidación testamentaria del trono de los Reyes Católicos. El mundo entero va a arrojarse vorazmente sobre sus despojos. Dos fuertes grupos se hallan en presencia: el alemán y el francés. El pueblo español, según su temperamento y los manejos a que es sometido, se pronuncia por uno u otro pretendiente. Castilla y parte de la corona de Aragón se deciden por el futuro Felipe V. En cambio, otra parte de los catalanes, valencianos y aragoneses, por el archiduque Carlos, primogénito del emperador.

    Mirando a Francia vive España en el siglo XVIII. Olvidada de sí misma clava sus ojos en el país vecino. Se inaugura una nueva dinastía: la Casa de Borbón, de la cual cinco reyes ocupan ese siglo: Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV. Una intensa corriente política, artística y cultural, atraviesa los Pirineos para invadir nuestra Patria. Los gustos de Francia imperan en España.

    Felipe V, el primero de los monarcas, a quien se ha llamado el ‘Animoso’ por el tesón con que defendió sus derechos a la Corona de España. En el horizonte político de España se cierne una tormenta que anegará en sangre numerosas naciones. El archiduque Carlos, pretendiendo hacer valer sus derechos a la Corona española, trajo consigo la guerra de Sucesión, larga y penosa, que dura trece años: Alemania formó la Gran Alianza con Inglaterra, Holanda, Portugal y Saboya. Francia y España tuvieron que luchar contra el resto de Europa. En 1713 terminó la guerra con el Tratado de Utrecht, por el que se reconoce a Felipe V como rey de España, tras la renuncia a la Corona francesa. A la Patria se le arrancan jirones de su Imperio, perdiendo Gibraltar, Italia y los Países Bajos. Es una de las épocas más tristes que ha presenciado nuestra Patria. Generales extranjeros guiaban siempre nuestras tropas, y una plaga de aventureros, arbitristas, cortesanas y lacayos franceses, irlandeses o italianos caían sobre España como nube de langosta para acabarnos de saquear y empobrecer.

    Al azaroso reinado de este rey siguió el remanso de paz de Fernando VI, que consiguió mantener a España en un total equilibrio, sin inclinarse en sus relaciones políticas a potencia europea alguna. Al amparo de la paz mejoró la Hacienda, se reorganizó el Ejército y se elevó la Marina a un alto grado de prosperidad.

    Carlos III forma con Francia el ‘Pacto de Familia’, que encadena la suerte de España a la del vecino país, ya que ambas naciones se comprometen a ayudarse mutuamente en las guerras exteriores, y de ahí las luchas de nuestra Patria contra Inglaterra y Portugal. De él ha escrito Menéndez Pelayo:
    “De Carlos III convienen todos en decir que fue simple testa férrea de los actos buenos y malos de sus consejeros. Era hombre de cortísimo entendimiento, más dado a la caza que a los negocios, y aunque terco y duro, bueno en el fondo, y muy piadoso, pero con devoción poco ilustrada, que le hacía solicitar de Roma con necia y pueril insistencia, la canonización de un leguito llamado el hermano Sebastián, de quien era fanático devoto, al mismo tiempo que consentía y autorizaba todo género de atropellos contra cosas y personas eclesiásticas, y de tentativas para descatolizar a su pueblo. Cuando tales beatos inocentes llegan a sentarse en un trono, tengo para mí que son cien veces más perniciosos que Juliano el Apóstata o Federico II de Prusia”.

    Pero allá por Francia surge la tormenta más grave. Versalles sigue en fiestas, la corte despilfarra, los nobles abandonan sus propiedades y se agrupan en torno a los monarcas. Mientras tanto, sus feudos y tierras se transforman en eriales. Francia se empobrece. Los filósofos franceses, los enciclopedistas son enemigos de la religión y del poder constituido. Sus escritos se propagan entre la masa del pueblo y comienzan a alentar la rebeldía. En España entra a reinar Carlos IV con su rectitud y debilidad bonachona, y años después en la tierra de sus antepasados ruedan las cabezas de Luis XVI y de María Antonieta.

    España acepta la guerra contra una Francia desbocada. La nobleza acude al frente de sus vasallos, nuestras gentes llagan a oleadas, los donativos suben a millones. Nuestra nación luchó con ventaja durante la campaña de 1793 en la llamada Guerra contra la Convención Francesa. El general Ricardos triunfaba en el Rosellón; pero en 1794 y 1795 los franceses ocuparon parte de nuestro territorio: Figueras, Guipúzcoa, Bilbao, Vitoria y Miranda caen en su poder. El 27 de julio de 1795 termina la guerra con la paz de Basilea, por la que España recuperó sus territorios a cambio de la parte que poseía en la isla de Santo Domingo. Desde entonces el gobierno de Madrid será un mero instrumento de la vecina República. Godoy firmó con Francia el Tratado de San Ildefonso, alianza ofensiva y defensiva que motivó la guerra contra Inglaterra. Sigue el rosario de luchas, en las que culmina la gloriosa empresa de Trafalgar, donde con valor indomable se escribe el relato de una derrota que semeja victoria por sus laureles heroicos.

    El concepto de europeización de España toma forma a partir de la obra de Feijóo (alrededor de 1730) y el grupo de escritores del tiempo de Carlos III llamados ‘reformadores’. Esa minoría percibe el cambio que se había producido en la conciencia colectiva de Europa. Ya antes, el advenimiento de la dinastía borbónica favoreció el predominio de una minoría nutrida de cultura extranjera, y desde entonces se origina en la vida española la famosa división que da forma a la evolución de nuestra Historia contemporánea.

    Religiosa y políticamente bajo la dinastía borbónica una minoría de ilustrados absorbió el jansenismo y el enciclopedismo de moda en Europa. Torcióse el espíritu de la civilización española; no se combatía ya por defender el catolicismo sino el ‘Pacto de Familia’; mudó de carácter la literatura; alteróse la lengua. El Santo Oficio también siguió la universal decadencia.

    Sí es verdad que no fue solo la mudanza de dinastía en España el hecho que determinó el cambio profundísimo en nuestros hábitos y gustos literarios, y que el mismo hecho se hubiera realizado antes o después aunque la dinastía de Austria hubiera seguido en España. No fue una moda cortesana y pasajera la que trajo las nuevas ideas críticas, fue un movimiento del que no se salvaron ni Italia, ni Inglaterra ni Alemania, donde no existían las razones políticas que parecieron favorecerle en España.

    Desde mediados del siglo XVIII, empiezan a serles cambiados los ideales al pueblo español criticando su pasado histórico; comienza la desnacionalización, borrando de las inteligencias ideas y creencias tradicionales para seguir el naturalismo, el materialismo y el positivismo histórico.

    Además de los decretos oficiales y de las cátedras de filosofía sensualista, fue un eficaz elemento de decadencia la nueva poesía y la amena literatura, que aunque de poco valor estético era de mucha repercusión social; traído de Francia, el prosaísmo endeble, la etiqueta de salón, la ligereza del buen tono lo iban secando todo. Los libros en francés, introducidos en España con licencia o sin ella, traían todo género de utopías sociales y de regodeos y sarcasmos contra todo lo aquí hasta entonces venerado.

    La España del XVI, henchida de un ideal religioso, nación viva unida por un ideal común, creó con su conciencia y arte el más alto tipo de cultura que produjo la civilización cristiana en la historia. Pero ahora, una división de ideas se inicia en el pueblo español. Aquella obra europea, mundial, de la misión española para alcanzar un imperio misional, con Roma por cabeza visible, España por brazo y nervio, y Dios por alma, se entierra, aunque no se pierde.

    Pero aun dentro del afrancesamiento, se seguía notando un afán que llevaba el ánimo español en pos de la elevación y la universalidad, porque “es notorio que la intensa y delicada reforma que se consuma en nuestro siglo XVIII no se ejercía sino en ambientes próceres. Todo el refinamiento estaba acotado en el reducido círculo de los grandes y pequeños hidalgos. Pero allí donde comenzaba el hombre llano, en vez de la vegetación de jardín de los ánimos señoriales, nacía y se desarrollaba lozanamente una flora silvestre que tenía todos los caracteres de la Edad Media”.

    De ahí surge un fenómeno de disyunción: una minoría intelectual pugna por imponer a las muchedumbres españolas los hábitos culturales de Europa, pero el pueblo se niega a aceptar lo que estima como una traición a su ideología castiza. Esa actitud surge de una inicial desconfianza popular. La aristocracia realza una misión que el pueblo no comprende y por ello la rechaza. Hay que notar el carácter ‘internacional’ de ese movimiento cultural que se opone a la noción inmediata directa y popular de los valores nacionales.

    Voltaire, desde su sillón de escritor decrépito y propenso a las comodidades, dirigía cartas a los apartados rincones del Occidente. Sus misivas, en las que alentaba el espíritu del siglo, espoleaban los ánimos de cuantos atendían a la obra de tejer la historia en los serenos telares del tiempo. Las diligencias que transportaban los pliegos se detenían en la entrada de una alameda de árboles y se enlazaba en la mansión esclarecida y culta de la comarca. Esto constituía la internacional patricia del siglo XVIII.

    Se abre en España una brecha por donde entran las ideas que la Contrarreforma obstaculizaba. Comienza la larga y despiadada lucha entre el ‘Enciclopedismo’ y la ‘Tradición’. En Francia, la Enciclopedia dirigía sus ataques a la Iglesia Católica Romana, y en virtud del apoyo secular que España prestó a ésta, comenzaron los pseudo-filósofos enciclopedistas la ofensiva contra España: “país de la escolástica”, “país de las hogueras inquisitoriales”, y del modo que el bufón necesita de sus cascabeles, Montesquieu, Voltaire y otros payasetes de la Enciclopedia tomaban una imagen sarcástica de España para hacer reír a todas las tertulias de los peluquines en Europa.

    Aunque esta peligrosa dirección que tomaba el nuevo movimiento no era del agrado de los innovadores hispanos, esa cuestión de zaherir a su patria les resultaba dolorosa, y si exhibían textos adversos a nuestra nación era con el fin de abrirse paso y de vencer la hostilidad holgazana con que buena parte de los españoles castizos recibían su deseo de mejora.

    La contradicción radicaba en que de un lado se aceptaban las formas tradicionales de Religión y Monarquía; pero, de otro, se admiten todas las teorías que acabarán por arrasarlas. Se encuentra esta época en un punto dificilísimo de equilibrio; su fuerza de disolución se salva con la lealtad a un monarca; quiere conjugar la razón agotadora con la ingenuidad de la fe religiosa... Imposible mantener el equívoco. El racionalismo ilustrado arrasará el altar y el trono. Dos unidades acabarán desprendiéndose: el absolutismo de un lado y el jacobinismo del otro; Francia irá con la segunda mitad y será jacobina; mientras que España propenderá al absolutismo. Aunque ninguna de las dos formas son puras.

    2
    Las grandes figuras intelectuales de esta época en España realizan un papel análogo al de los enciclopedistas europeos. Feijóo es un racionalista, en el más noble sentido, de afán descubridor; Sarmiento, a su manera, es un roussoniano; Cadalso está cerca de Montesquieu. Pero lo específicamente español es que esta tarea intelectualista, en lo que tiene de más urgente, la realizamos sin necesidad de romper con ningún dogma, fieles al sentido trascendente que gravita sobre nuestra historia.

    Cuando Forner, en su ‘Oración apologética por España’, debe enfrentarse con la injuria de Masson, ha de resolver esa antinomia; por un lado, como intelectual de su época se siente ligado al intelectualismo europeo; por otro lado, como español, ha de poner a su entusiasmo el límite del decoro contra el intelectualismo hostil a nuestra Patria. Entonces precisa de toda su habilidad para diferenciar favorablemente una cultura ‘árida y cartesiana’ de la otra cultura cristiana y española.

    Desde el punto de vista español, lo que Paul Hazard llama la ‘crisis de la conciencia europea’ se produce cuando nuestros intelectuales asimilan el nuevo espíritu. La llegada de los Borbones acabará con nuestra política intelectual de aislamiento de Europa, dando comienzo a la escisión de los españoles en dos bandos, cuyo choque generará las guerras civiles del siglo XIX. Este es el espectáculo de confrontación será visto por las mejores figuras de finales de siglo XVIII, como Jovellanos, Moratín, Quintana, Meléndez Valdés o Goya.

    “La resistencia española contra el enciclopedismo y la filosofía del siglo XVIII debe escribirse largamente porque merece libro aparte, que puede ser de grande enseñanza y no menor consuelo. La revolución triunfante ha divinizado a sus ídolos y enaltecido a cuantos la prepararon fácil camino; sus nombres, los de Aranda, Floridablanca, Campomanes, Roda, Cabarrús, Quintana... viven en la memoria y en lengua de todos; no importa su mérito absoluto; basta que sirviesen a la revolución, cada cual en su esfera; todo lo demás del siglo XVIII ha quedado en la sombra. Los vencidos no pueden esperar perdón ni misericordia. Vae victis”.

    3
    En lo político, desaparecen primeramente aquellas normas de una monarquía sabiamente conjugadora de los derechos divino y natural que regían las relaciones del soberano y sus súbditos. Aun en desuso las Cortes, los monarcas de la Casa de Austria jamás osaron identificar el Estado con su persona como hacía la definición de Luis XIV. Pero Felipe V, nieto del Rey Sol, que ni sabía latín para leer a Suárez ni español para leer a Mariana traía en su equipaje aquella doctrina foránea.

    En lo jurídico, las relaciones con Francia en este periodo debieron facilitar la influencia de su Derecho en el español. Las reformas llevadas a cabo por los monarcas en el siglo XVIII reflejan con mucha frecuencia el espíritu francés. Las ‘Ordonnances du Commerce’ (1673) y ‘de la Marine’ (1687) se tradujeron al castellano e inspiraron las del Consulado de Bilbao de 1737.

    En los reinados de Fernando VI y Carlos III se abre la vía de las grandes reformas socio-económicas y ambos reyes rodéanse de consejeros hábiles, Ensenada, Campomanes, Floridablanca, Aranda, que imprimieron notables adelantos en el comercio, la industria y la agricultura. La Hacienda fue reorganizada, la Marina y el Ejército se vieron dotados de gran eficiencia, reforzándose las fortificaciones de costas y fronteras, y España llenóse de soberbios edificios y fábricas. La instrucción y enseñanza pública merecieron también la atención de los monarcas. Las Universidades fueron reformadas, creáronse colegios y seminarios, se alentaron las sociedades económicas y culturales y comenzaron las investigaciones científicas y arqueológicas.

    El desarrollo literario fue casi nulo en el primer tercio del siglo. Artistas franceses e italianos irrumpieron en la corte de Felipe V; asimismo puede decirse que apenas hay pintura española hasta fines de siglo. Estos artistas y operarios extranjeros se dejan ganar por el ambiente español, y aparece así un Scarlatti que se deja influir su manera de música italiana por el encanto garboso de los giros españoles. Los mismos escritores, afrancesados de estilo, vuelven a lo nacional en temas y sentimientos. El Renacimiento borbónico tiene unos nombres que llenan de interés aquella época: Feijóo, el gran polígrafo; Salzillo y José de Mora entre los imagineros; Sors y el P. Soler entre los músicos; Ventura Rodríguez entre los arquitectos, y Moratín en el teatro.

    En lo cultural, a imitación de Francia, se funda la Biblioteca Nacional, las Reales Academias de la Lengua y de la Historia, el Monte de Piedad, el Jardín Botánico y la Academia de Nobles Artes de San Fernando. Toda la legislación carlotercista, aunque inspirada en la orientación general del moderno pensamiento europeo, supo atender a lo tradicional hispánico con un buen sentido admirable.

    4
    España se resistió a las modernas teorías, provocando el odio de los enciclopedistas, que con el artículo referente a nuestro país, preguntaban en tonos despectivos e insultantes ‘qué debía el mundo a España’. Frente a estos reproches álzase la voz de españoles preclaros como Forner, Jovellanos, Feijóo, Cadalso, Flores, Hervás, Sarmiento, Nasarre y tantos más, y extranjeros como el abate Denina y el arzobispo de Malinas, que rompen su lanza dialéctica en homenaje y loor de España.

    Todos ellos, al analizar la situación real presente, piensan que hacen un servicio patriótico buscando la verdad de lo que es España. Y ven las cosas tal vez con corazón dolorido, “con lágrimas en los ojos”, como dirá Cadalso. Y con ese dolor se va pasando revista a lo que ellos ven como español y digno de loa: la Patria, el valor, el orgullo, la historia, la cultura. Ante la frivolidad que raya en injusticia están dispuestos a vibrar por su Patria y por la justicia y hacen despertar de aquella realidad que olvidaba las glorias y grandezas porque eran trasnochadas.

    Representativo de este pensamiento es aquel trozo de Forner en la ‘Oración Apologética’:
    “Oh siglo ostentador, edad indefinible para las venideras, en que los estudios del hombre y de la verdad yacen despreciados por la fanática inclinación a investigaciones y objetos que nos distraen si no nos corrompen!... Aprende a pensar, y desnudándote de la ridícula altanería con que... te jactas de haber excedido a la inventora Grecia;... abandona el fútil magisterio de la vanilocuencia y acógete a España a aprender la solidez, el decoro y desengaños que te harán juzgar de tu ciencia menos presuntuosamente. En esto coloca ella el mérito de sus saber; no en dramas, trazados para combatir la religión pública; no en cursos de educación dispuestos a destruir la sociedad; no en diccionarios afinados malignamente para ofuscar la verdad y autorizar la sofistería; no en discursillos frenéticos que ponen su precio en la maledicencia. Saber lo que se debe y cómo se debe es el mérito de mi Patria”.

    Estos elogios están respaldados por la mayor parte de los españoles, que no saben perder su antigua veta hispánica, como lo prueba aquel unánime movimiento que animó a los españoles en la guerra contra la Convención Francesa (1793-95): “La nación española superó a cuanto en las demás épocas de la historia moderna se ha contado en materias de ofrendas hechas por el patriotismo de los pueblos”. Todos, altos y bajos, hombres y mujeres, llevados de su generoso carácter, corrieron a ofrendar sus posibilidades, sus personas y actos, para oponerse a la idea corruptora, lo que hace ver que los españoles no eran ese pueblo dormido y despreciado por aquellos mismos enciclopedistas. Hechos y caracteres que hacían ver la gloria de España a través de las lecciones de honor, hidalguía y bravura de la gente española.

    5
    Tipos de esta época son:

    El déspota ilustrado.

    El ‘despotismo ilustrado’ fue una revolución desde arriba, sin efusión de sangre ni fácil retórica, que se anticipaba con energía y orden a la de los pueblos. Se anticipaba para contenerla y, para contenerla mejor, en muchos aspectos contrariaba vigorosamente los sentimientos populares. Su teoría suponía audacia y energía en la reforma de usos y costumbres enmohecidos por los siglos, pero estudiada y elaborada lentamente por hombres de gran preparación técnica en la fría calma del gabinete, jamás improvisada y forzada por el bullicio callejero del pueblo.


    El erudito.

    Esta figura bien puede hallarse en una celdita de algún monasterio, como ventana abierta a la Europa ‘culta’. Allí llegan los periódicos y libros del extranjero, los ecos de enciclopedistas, las nuevas ideas sobre ciencias físicas y naturales. El erudito patriota absorbe para España todo el saber europeo de su tiempo y realiza una intensa labor acumulativa. A todo ello lleva su razón, su sano juicio y su imparcialidad serena: a la valoración de lo español. Su obra está al servicio de una preocupación por España, y su fórmula es incorporar los ‘adelantos’ europeos y ejercer una crítica serena para desengaño de errores comunes.

  11. #11
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZA DE ESPAÑA.

    GLORIAS DE ESPAÑA:

    444
    “Primera parte.

    II. Aquel ejemplo me he propuesto seguir en este discurso, cuyo asunto es mostrar a la España moderna la España antigua; a los españoles que viven hoy, las glorias de sus progenitores; a los hijos, el mérito de los padres; porque, estimulados a la imitación, no desdigan las ramas del tronco y la raíz (...)

    V. España, a quien hoy desprecia el vulgo de las naciones extranjeras, fue altamente celebrada en otro tiempo por las mismas naciones extranjeras en sus mejores plumas. Ninguna le ha disputado el esfuerzo, la grandeza de ánimo, la constancia, la gloria militar, con preferencia a los habitadores de todos los demás reinos (...)

    VIII. No deberían quedar enteramente satisfechos los españoles si los extranjeros no les concediesen otra prerrogativa que la ventaja de las armas, ya porque es muy limitado elogio el que se ciñe a sola una prenda, ya porque la osadía del corazón, la intrepidez en los peligros de la guerra, separada de otras cualidades nobles que ilustran la naturaleza racional, no es tan propia de hombres como de brutos, y más debe llamarse ferocidad que valor (...)

    IX. La pintura que hacen del genio español las plumas extranjeras representa en él todos aquellos nobles atributos que, hermoseando la parte racional, dan a su valentía todo el lustre de un virtuoso y verdadero valor (...)

    X. Abraham Ortelio (en el mundo antiguo sobre el mapa de España), recogiendo los dichos de varios autores, atribuye a los españoles, entre otras excelencias, la de liberales, benignos, obsequiosos con los forasteros, en tanto grado, que con honrada emulación compiten entre sí sobre servirlos y agasajarlos. ¡Oh heroicidad y discreción española! (...)

    XI. El mismo autor dice que era costumbre de los españoles entrar cantando en las batallas: Praelia aggrediuntur carminibus. Corazones igualmente despejados de los temblores del susto que de los atropellamientos del arrojo, emprendían festivos la defensa de la patria, mezclando el aprecio de la gloria con la desestimación del riesgo.

    XII. Paulo Merula celebra el amor de los españoles a la justicia, la integridad y vigilancia de nuestros magistrados en la administración de ella, sin respeto a acepción de personas; añadiendo que por la severa y cuidadosa aplicación de los jueces son muy raros o ningunos en España los latrocinios.

    XIII. Justino recomienda en sumo grado la honradez española en la fiel custodia de los secretos que se le confían, diciendo ser muy frecuente en los nuestros rendir la vida en los tormentos por no revelar las noticias que han adquirido en confianza: Saepe tormentis pro silentio rerum immortui: adeo illis fortior taciturnitatis cura quam vitae.

    XIV. La fidelidad de los españoles en la correspondencia del comercio se halla altamente acreditada con la experiencia que tanto tiempo ha hacen de ella los comerciantes extranjeros, valiéndose de los nuestros para despachar sus mercadurías en las Indias occidentales. Jacobo Sabari, en varias partes de su Diccionario de comercio, habla con admiración y asombro de esta fidelidad española...

    XVI. Porque fuera inmensa obra recoger todos los dichos de autores extranjeros a favor de los genios de nuestra nación, concluiré con los testimonios de Hugón Sempilio y Latino Pacato, porque comprenden cuanto se puede decir o pensar en el asunto, no sólo para adecuar nuestro derecho, más aún para satisfacer, si la tenemos, nuestra vanidad. El primero nos da todos los epítetos siguientes: «Observantísimos de la amistad, graves en las costumbres, templados en comida y bebida, de feliz juicio, adornados de ingenio y memoria, tolerantísimos de la hambre y sed en la guerra, sagacísimos para estratagemas, fidelísimos a los soberanos».

    XVII. El segundo, en el panegírico que hizo al gran Teodosio, después de decir que ‘España es la más feliz de todas las regiones del Orbe’, y que «el supremo Artífice puso más cuidado en cultivarla y enriquecerla que a todas las demás», porque no se entendiese que este elogio se limitaba a la fertilidad material del terreno o a sus minas de plata y oro, luego celebra a nuestra región por otra fecundidad mucho más preciosa, que es la de producir gran copia de hombres insignes en virtud y habilidad para todo género de empleos. ‘Esta tierra —dice— es la que engendra los valentísimos soldados, los excelentes caudillos, los elocuentísimos oradores, los ilustres poetas, los rectísimos jueces, los admirables príncipes’. ¡Oh, cuánto debe nuestra tierra al Cielo, pues parece que sobre ella derrama congregados cuantos benignos influjos tiene repartidos en la varia actividad de sus planetas! Sólo España da hombres grandes para todo, siendo excepción de aquella regla general: Non omnis fert omnia tellus.

    XIX. Hasta ahora hemos hecho la apología de nuestra nación con el testimonio de autores extranjeros. Ya es tiempo que tome vuelo la pluma para ilustrar más dilatado y ameno campo, descubriendo las glorias de España, no en dichos de testigos forasteros, sino en los hechos de los mismos españoles (...)

    XXIX. Siempre que me vienen a la memoria las conquistas con que se engrandeció el imperio romano y el aplauso con que el mundo las clamorea, admirando al mismo tiempo aquella república como la norma de todas en cuanto a las virtudes políticas y militares, no puedo menos de lastimarme de la debilidad del juicio humano, que dejándose fácilmente deslumbrar de un falso resplandor, apenas en materia alguna acierta a mirar con ojos fijos la verdad. ¿Qué fue la república romana? Una gavilla de ladrones que engrosándose más y más cada día, empezó robando ganados prosiguió robando poblaciones y acabó robando reinos (...)

    XXXIV. Cada pequeña provincia les hizo tanta resistencia como si estuviesen las dos fuerzas en equilibrio. Así tardaron no menos que doscientos años en conquistar a España. ¡Qué afrenta para los romanos, y qué gloria para los españoles, que en cada partido o pequeña provincia, congregándose el rudo paisanaje, años enteros hiciese frente a las disciplinadas tropas romanas, comandadas por sus más escogidos caudillos! No es esto lo más, sino que llegó tiempo en que no había en Roma quien quisiese cargarse de la guerra de España. Tan aterrados tenían a los romanos nuestros valerosos españoles. Quien no me creyere a mí, léalo en Tito Livio, década III, libro VI (...)

    XXXVII. La rendición de España, que parece había de eclipsar sus glorias, le abrió campo para sus mayores lucimientos. Nunca diera España emperadores a Roma, si Roma no hubiera hecho antes a España provincia suya. Dio, digo, España, emperadores a Roma; pero ¡qué emperadores! Tales, que fueron honra de España y de Roma: un Trajano, un Adriano, un Teodosio, todos tres insignes guerreros, a que añadieron el resplandor de otras muchas virtudes (...)

    XLIII. Pues con ocasión de Teodosio hemos tocado en la mayor gloria de España, esto es, el influjo que tuvo nuestra nación en el establecimiento de la fe católica, razón es detenernos algo en un asunto que constituye la suprema honra de los españoles.

    XLIV. Admirable es, sin duda, el cuidado que puso la Providencia divina en la conversión de España a la religión verdadera. Con estar esta Península en los últimos fines de la tierra y tan distante de Palestina, dos apóstoles destinó para su conversión: Santiago el Mayor y San Pablo.

    XLVI. En los tres primeros siglos de la Iglesia, cuando los cristianos no tenían otros templos que las cavernas más oscuras ni otras imágenes de Dios y de sus santos que las que traían grabadas en sus corazones, porque el furor de los emperadores gentiles no permitía otros templos ni otros simulacros que los de sus falsas deidades, entonces tenía España, según nos enseña la piadosa tradición, templo y simulacro consagrados a la Virgen María, Señora nuestra, no retirados entre algunos escarpados cerros, sino patentes a todo el mundo en la insigne ciudad de Zaragoza... ¿Por qué entre tantos millares de prodigios como Dios obró en la grande empresa de desterrar del mundo la idolatría, no podremos asentir a que hizo uno continuado por tres siglos, a fin de mantener el templo e imagen del Pilar? Si para dar prudente asenso a un milagro no basta el testimonio de la tradición, será preciso condenar como fabulosos casi todos cuantos se hallan escrito en las historias eclesiásticas. Si la valiente fe de una alma sola basta para recabar de la divina piedad un prodigio, ¿por qué en atención a tantos millares de fervorosísimos espíritus como se debe creer dejaría en España la predicación de los apóstoles, no haría Dios el de conservar para su consuelo el templo e imagen de Zaragoza?...

    XLVII. Correspondió España a tan señalado favor con su constancia en la fe, por la cual ofreció a Dios innumerables, preciosas víctimas en tantos insignes mártires como la ilustraron, cuya gloriosa multitud excede a todo guarismo. Un monasterio solo de San Benito (el de Cardeña) dio de una vez doscientos. Una ciudad sola (la de Zaragoza) da con justicia a los suyos el epíteto de innumerables. La calidad no fue inferior a la cantidad, pues entre los mártires españoles no pocos se descuellan como estrellas de primera magnitud del cielo de la Iglesia. Díganlo un Lorenzo y un Vicente, a quienes la Iglesia, en las deprecaciones públicas, prefiere a todos después del protomártir Esteban; una Eulalia y un Pelayo que en la edad más tierna lograron el triunfo más alto; hermosas flores que, de cándidas, hizo el cuchillo purpúreas, y fueron tantos más mártires cuanto padecieron más niños; siendo cierto que hace mayor sacrificio quien, anticipándose en temprana edad la muerte, se corta por Dios mayor porción de vida (...)

    LI. El espíritu y aplicación de Osio en servir a la Iglesia fueron heredados con grandes mejoras por otros muchos prelados españoles. La religión sola de San Benito dio a España cuatro excelsas constantes columnas de la fe en San Leandro, San Isidoro de Sevilla, San Fulgencio y San Ildefonso. Los innumerables Concilios de Toledo muestran claramente cuánto era el ardor de nuestros obispos en promover la disciplina eclesiástica (...)

    LIV. Volviendo al propósito, digo que la pérdida de España dio ocasionalmente a España el supremo lustre. Sin tal fatal ruina no se lograra restauración tan gloriosa. Cuanta sangre derramó el cuchillo agareno en estas provincias sirvió a fecundarlas de palmas y laureles. Ninguna nación puede gloriarse de haber conseguido tantos triunfos en toda la larga carrera de los siglos como la nuestra logró en ocho, que se gastaron en la total expulsión de los moros. No se recobró palmo de tierra que no costase una hazaña. No se podía adelantar un paso sin que las manos abriesen camino a los pies. No había otra senda que la que rompía la punta de la lanza. No había movimiento sin peligro, no había peligro sin combate, y por el número de los combates se contaban las victorias. Verdad es que interpuso la Omnipotencia muchas veces en nuestro favor extraordinarios auxilios. Pero ese es nuestro mayor blasón. Tan unidos estaban los intereses del cielo y los de España, que en los mayores ahogos de España se explicaba como auxiliar suyo el cielo. ¿Qué grandeza iguala a la de haber visto los españoles a los dos celestes campeones Santiago y San Millán mezclados entre sus escuadras? Era el empeño de la guerra de España común a la triunfante milicia del empíreo; porque juntándose en los españoles los dos motivos del amor de la libertad y el celo por la religión, cuanto para sí ganaban de terreno, tanto aumentaban al cielo de culto (...)

    LVI. Lástima es que los sucesos de aquellos siglos no quedasen delineados a la posteridad con alguna mayor especificación. La obscura o imperfecta imagen que nos resta de ellos basta a representarnos que todos los triunfos de los antiguos héroes son muy inferiores a los que lograron nuestros españoles. ¿Qué hazañas pueden Roma o Grecia poner en paralelo con las del Cid y de Bernardo del Carpio? ¿Quién duda que en ocho siglos, en que apenas se dejaron las armas de la mano, y en que los españoles se llevaban casi siempre en la punta de la lanza la victoria, habría otros muchos famosísimos guerreros, poco o nada inferiores a los dos que hemos nombrado? Pero al paso que todos se ocupaban en dar asuntos grandes para la historia, ninguno pensaba en escribirla. Todos tomaban la espada, y ninguno la pluma. De aquí viene la escasez de noticias que hoy lloramos. Y aún no es lo más lamentable que con muchos de nuestros ilustres progenitores se haya sepultado la memoria de ellos y de sus hazañas, por faltar autores que la comunicasen, sino que haya hoy autores que quieran borrar la memoria de algunos pocos que por dicha especial se eximieron de aquel común olvido (...)

    LXVI. (...) En España hay de todo, historiadores buenos y malos, del mismo modo que en Francia. La nota que más frecuentemente nos imponen los críticos franceses de que admitimos todo género de tradiciones, creo que más cae sobre sus historiadores que sobre los nuestros. Digan lo que quisieren de la venida del apóstol Santiago a España, de la imagen del Pilar y otras tradiciones nuestras, es visible la retorsión sobre ellos en la identidad de San Dionisio, obispo de París, con el Areopagita; en el arribo de los tres hermanos Lázaro, Marta y María, a Marsella; en las tres lises traídas del cielo por un ángel a Clodoveo; en la santa ampolla de Reims, dejando aparte la ley sálica, la fundación de la monarquía por Faramundo, y otras cosas de este género (...)

    LXVIII. (...) Singularmente fue glorioso el reinado de Fernando III, cuyas virtudes tiene canonizadas la Iglesia. Este príncipe, grande en el cielo y grande en la tierra, héroe verdaderamente a lo divino y a lo humano, en quien se vio el rarísimo conjunto de gran guerrero, gran político y santo, bastaría por sí solo para dar gloria inmortal a nuestra nación; pues si se atiende al todo de sus virtudes cristianas, militares y políticas, se puede asegurar con toda verdad que en otra nación alguna ‘non est inventus similis illi’ (...)

    LXXXI. Resplandeció para ilustrar a España un clarísimo sol, este fue aquel insignísimo prelado, honor de España y de la Iglesia, don Gil Carrillo de Albornoz, para cuyo gigante mérito faltan voces a la retórica; de cuyos raros talentos, si se dividiesen, se podrían sin duda hacer cinco o seis varones eminentísimos; pues él lo fue en virtud, en valor, en las letras, en las armas, en el manejo de negocios políticos y eclesiásticos (...)

    LXXXIII. En Fernando el Católico vemos el más consumado y perito en el arte de reinar que se conoció en aquel y en otros siglos y a quien reputan comúnmente por el gran maestro de la política, en cuya escuela estudiaron todos los príncipes más hábiles que después acá tuvo Europa; en Isabel, una mujer, no sólo más que mujer, pero aun más que hombre, por haber ascendido al grado de heroína. Su perspicacia, su prudencia, su valor la colocaron muy superior a las ordinarias facultades, aun de nuestro sexo, por cuya razón no hay quien no la estime por uno de los más singulares ornamentos que ha logrado el suyo.

    LXXXIV. Si atendemos a los hechos de armas y extensión que con ellos adquirió la dominación española, discurriendo por los dos ámbitos del tiempo y del mundo, sólo hallaremos algún paralelo a la multitud y rapidez de nuestras conquistas en las del gran Alejandro. Purgóse España de la morisma, agregóse el reino de Navarra a la corona de Castilla, conquistóse dos veces el reino de Nápoles contra todo el poder de la Francia; en fin, se descubrió y ganó un Nuevo Mundo (...)

    LXXXV. Si consideramos los instrumentos inmediatos que destinó la Providencia a tales empresas, esto es, jefes y soldados, dicho se está que unos y otros necesariamente fueron supremamente insignes. Por parte de los dos jefes principales se puede decir que aún eran para más de lo que hicieron. Hablo de aquellos dos rayos de la guerra, Gonzalo Fernández de Córdoba y Hernán Cortés (...)

    LXXXVII. No ignoro que algunos extranjeros han querido minorar el precio de las hazañas de Cortés, poniéndoles por contrapeso la ineptitud de la gente a quien venció y a quien han procurado pintar tan cobarde y tan estúpida, como si sus ejércitos fuesen inocentes rebaños de tímidas ovejas. Pero ¿de qué historia no consta evidentemente lo contrario? Bien lejos de huir los mejicanos como ovejas, se arrojaban como leones. Era en muchos lances vicioso su valor, porque pasaba a la ferocidad. Eran ignorantes en el arte de guerrear; mas no por eso dejaba de sugerirles su discurso tan agudos estratagemas, que fueron admirados de los mismos españoles. Hacíanles los nuestros grandes ventajas en la pericia militar y en la calidad de las armas. Pero, por grandes que se pinten estas ventajas, no equivalen, ni con mucho, al exceso que ellos hacían en el número de gentes, pues hubo ocasiones en que para cada español había trescientos o cuatrocientos mejicanos (...)

    LXXXVIII. El mayor honor que de tantas conquistas recibió el reinado de don Fernando y doña Isabel no consistió en lo que éstas engrandecieron el Estado, sino en lo que sirvieron a la propagación de la fe. Cuanto camino abría el acero español por las vastas provincias de la América, otro tanto terreno desmontaba para que se derramase y fructificase en él la evangélica semilla. Este beneficio grande del mundo, que empezó felizmente en tiempo de los Reyes Católicos, se continuó después inmensamente en el de su sucesor el emperador Carlos V, en que nos ocurre celebrar una admirable disposición de la divina Providencia, enlazada con una insigne gloria de España (...)

    LXXXIX. Si miramos sólo a la Europa, funestísimos fueron aquellos tiempos para la Iglesia, cuando Lutero y otros heresiarcas, levantando bandera por el error, sustrajeron tantas provincias de la obediencia debida a la silla apostólica. Mas si volvemos los ojos a la América, con gran consuelo observamos que el Evangelio ganaba en aquel hemisferio mucha más tierra que la que perdía en Europa. Así disponía el cielo que se reparasen con ventajas por una parte las ruinas que se padecían por otra; y lo que hace más a nuestro propósito, que cuando las demás naciones trabajaban en desmoronar el edificio de la Iglesia, España sola se ocupaba en repararle y engrandecerle. Al paso que en Alemania, Francia, Inglaterra, Polonia y otros países se veían discurrir mil infernales furias, poniendo fuego a los templos y sagradas imágenes, iban los españoles erigiendo templos, levantando altares, colocando cruces en el hemisferio contrapuesto con que ganaba el cielo más tierra en aquel continente que perdía en estotro.

    XC. No pudiendo los ojos mal dispuestos de las demás naciones sufrir el resplandor de gloria tan ilustre, han querido obscurecerla pintando con los más negros colores los desórdenes que los nuestros cometieron en aquellas conquistas. Pero en vano (...)

    XCII. (...) Yo me holgara de saber a punto fijo cómo se portaron los franceses con los salvajes de la Canadá. Lo que algunas naciones de aquel vasto país ejecutaban con los prisioneros de guerra, y practicaron con los mismos franceses, era atarlos a una columna, donde con los dientes les arrancaban las uñas de manos y pies, y con hierros encendidos los iban quemando poco a poco, de modo que tal vez duraba el suplicio algunos días, y nunca menos de seis o siete horas, tan lejos de condolerse de aquellos desdichados, que a sus llantos y clamores correspondían con insolentes chanzonetas y carcajadas. Quisiera, digo, saber si después de esta experiencia trataban los franceses muy humanamente a los prisioneros que hacían de aquella gente. Puede ser que lo hiciesen; pero lo que yo me inclino a creer es que los excesos de los españoles llegaron a noticia de todo el mundo, porque no faltaban entre los mismos españoles algunos celosos que los notaban, reprehendían y acusaban; los de otras naciones se sepultaron, porque entre sus individuos ninguno levantó la voz para acusarlos o corregirlos.

    XCIII. También se debe advertir que no fue tan tirano y cruel el proceder de los españoles con los americanos como pintan algunos extranjeros, cuya afectación y conato en ponderar la iniquidad de los conquistadores de aquellos países manifiesta que no rigió sus plumas la verdad, sino la emulación. Entre éstos sobresale con muchas ventajas el señor Jovet en la Historia, que escribió, de las religiones de todo el mundo, donde sin ser perteneciente a su asunto, no habla de provincia alguna de la América donde no se ponga muy despacio a referir cuanto hicieron de malo los españoles en su conquista, y aun cuanto no hicieron, pues mucho de lo que refiere es totalmente increíble y contrario a lo que leemos en nuestras historias: ¿a qué conducía, para darnos a conocer la religión que profesaron un tiempo o profesan hoy aquellos pueblos, noticiarnos tan por extenso las maldades que en ellos hicieron los españoles? ¿No se conoce en esto la pasión furiosa del autor? ¿Y no es cierto que quien escribe con pasión no merece alguna fe?

    XCIV. Aquí he determinado concluir este discurso, porque aunque los dos últimos siglos están tan llenos de acciones ilustres de los españoles como todos los antecedentes, la inmediación a nuestro tiempo las hace tan notorias, que sería ocioso dar noticia de ellas.”

    PADRE BENITO FEIJÓO (1676-1764), ‘Teatro Crítico Universal’, Tomo IV, disc. XIII: ‘Glorias de España’.


    445
    “...Segunda parte.

    I. En el Discurso pasado hemos celebrado los españoles por la parte del corazón: ahora subiremos a la cabeza... Resta que ahora califiquemos la habilidad intelectual de los españoles con extensión a todo género de materias; en que creo necesitan más de desengaño los extranjeros..; siendo no pocos los que tienen hecho el concepto de que somos los más inhábiles y rudos entre las naciones principales de Europa: concediéndonos sólo algún talento especial para las ciencias abstractas, como Lógica, Metafísica, y Teología Escolástica, y mediano o razonable para la Jurisprudencia, y la Teología Moral.

    II. Poca reflexión es menester para conocer el principio de un concepto tan injurioso a la Nación española, el cual no es otro que una equivocación grosera en que se confunde el defecto de habilidad con la falta de aplicación... Son los genios españoles para todo, como demostraremos después; pero habiendo puesto su mayor conato, y los más el único, en cultivar las ciencias abstractas, sólo pudieron los extranjeros observar la eminencia de su talento para éstas, coligiendo de aquí sin otro fundamento su ineptitud, o menos aptitud para las demás.

    III. Ni debemos contentarnos con la mediocridad que nos conceden para la Teología Moral y la Jurisprudencia. Por lo que mira a la Teología Moral, los mismos extranjeros, sin querer, dan testimonio a nuestro favor, pues en cuantas Sumas o Cursos de esta ciencia salen de mucho tiempo a esta parte en las naciones, apenas se ve otra cosa que una pura repetición de lo que antes habían escrito los teólogos españoles. Aún sus citas califican nuestras ventajas; siendo cierto que se hallan citados en sus escritos muchos más autores españoles que de otra nación alguna.

    IV. Ni se debe omitir aquí, que la Teología Moral... tuvo su nacimiento en España; pues San Raimundo de Peñafort, español, de la religión de Santo Domingo, fue autor de la primera Suma Moral que se ha visto, a la cual llama “de grande doctrina, y autoridad” el Papa Clemente VIII en la Bula de canonización de este santo. Esta es la primera fuente de donde se ha derivado el caudaloso río de la Teología Moral.

    V. En cuanto a la Jurisprudencia civil y canónica... tampoco pueden negar los italianos, ni nadie, que después que acá empezó a cultivarse esta ciencia, dio España muchos hombres consumadísimos en ella, que hoy son la admiración de toda Europa. ¿En qué parte de ella no es altamente venerado el famoso Martín de Azpilcueta Navarro, a quien se dio el epíteto del “mayor teólogo de todos los juristas, y el mayor jurista de todos los teólogos?” Lorenzo Beyerlinch, y los autores de novísimo gran Diccionario Histórico (todos extranjeros) le apellidan “Oráculo de la Jurisprudencia”. Admiró a Roma su doctrina y su piedad, cuando a aquella capital del orbe fue a defender a su grande amigo el señor D. Fr. Bartolomé Carranza...

    VI. ¿Qué lengua no preconiza al señor presidente Covarrubias, llamado de común consentimiento “el Bártulo de España”? De quien el sacrosanto Concilio de Trento hizo tan señalada distinción que le cometió la formación de los Decretos, en compañía del famoso jurisconsulto Italiano Hugo de Boncompaño, después Papa con el nombre de Gregorio XIII...

    VII. El ilustrísimo Antonio Agustín, arzobispo de Tarragona, fue uno de aquellos espíritus raros cuya producción perecea siglos enteros la naturaleza; pues a su incomparable comprensión de uno y otro Derecho, añadió una profundísima erudición de todo género de antigüedades eclesiásticas, profanas, y mitológicas. Paulo Manucio, aquel varón tan señalado en el estudio y conocimiento de letras humanas, decía de sí que, “comparado con otros, era algo en la bella literatura; pero nada si le comparaban con Antonio Agustín”. Vosio, aunque desafecto por la patria y enemigo por la religión, le llamó “varón supremo”, y confesaba que era uno de los mayores hombres del mundo. Llámale el Tuano “gran lumbrera de España”. El Padre Andrés Escoto le apellida “príncipe de los jurisconsultos, y flor de su siglo”...

    XI. Igualmente, o poco menos que los antecedentes, es celebrado por los extranjeros Agustín Barbosa, como se ve en los elogios que hicieron de él Uhgelio, Jano Nicio Eritreo, y Lorenzo Craso...

    XII. Sólo hemos hecho memoria en este catálogo de aquellos pocos españoles a quienes los extranjeros respetan como supremos jurisconsultos. ¿Pero pocos los llamo? No sino muchos, que en línea de prodigios es número grande el de cinco; y lo que se multiplica mucho, pierde la cualidad de prodigioso. No obstante juzgo que si otros sabios en el Derecho que por acá hemos tenido, se hubiesen dado a conocer a los extranjeros como los antecedentes que trataron mucho con ellos, acaso no serían menos apreciados... En este número pueden entrar los señores Castillo, Larrea, Solórzano, Molina, Crespí, Valenzuela, Velázquez, Amaya, Gutiérrez, González, Acevedo, Gregorio López, y otros muchos, en cuyo elogio no debemos detenernos...

    XVIII. (...) La Astronomía, ciencia cuyo conocimiento debe a España toda Europa, pues el primer europeo de quien consta la haya cultivado fue nuestro rey Don Alfonso el Sabio. Y si otros antes de él la cultivaron, fueron sin duda españoles; pues esta ciencia fue trasladada de los egipcios a los europeos por medio de los árabes y sarracenos.. Así, como quiera que confesemos los adelantamientos que los extranjeros hicieron en estas Facultades, retenemos un gran derecho para que nos veneren como sus primeros maestros en ellas.

    XIX. De la Medicina... Por lo que mira a los principios, método y máximas, aún no sabemos quienes son los que mejor instruyen, si nuestros autores, si los extranjeros. Todo está debajo del litigio, así de parte de la razón como de parte de la experiencia... Acá tenemos un gran número de autores clásicos, a quienes celebran los de otras naciones. De confesión de ellos mismos el ‘Método’ de Valles es una obra tan singular que no tiene competencia.

    XX. En orden a la materia médica, es claro que hoy mendigamos muchos de los extranjeros, por la grande aplicación suya, y casi ninguna nuestra a la Química y a la Botánica. Hoy digo; porque en otros tiempos sucedió lo contrario. Plinio (lib. 25, cap. 8) da el primer honor a los españoles en el descubrimiento de hierbas medicinales.. Del estudio que entonces tuvieron los españoles en la Botánica es natural que se utilizasen las demás naciones, aprendiendo de ellos el conocimiento de muchas hierbas medicinales...

    XXVII. De la Filosofía Moral profana, si se aparta a un lado a Aristóteles, cuanto hay estimable en el mundo todo está en los escritos del gran estoico cordobés Lucio Anneo Séneca. Plutarco, con ser griego, no dudó de anteponerle al mismo Aristóteles, diciendo, que no produjo Grecia hombre igual a él en materias morales. Lipsio decía que cuando leía a Séneca se imaginaba colocado en una cumbre superior a todas las cosas mortales. Y en otra parte, que le parecía que, después de las Sagradas Letras, no había cosa escrita en la lengua alguna mejor, ni más útil, que las obras de Séneca... Podría llenarse un gran libro de los elogios, que dan a este filósofo varios autores insignes.

    XXVIII. En la Geografía es príncipe de todos el célebre granadino Pomponio Mela, de quien son los tres libros de “Situ Orbis”, no menos recomendables por la exactitud y diligencia, que por la elegancia y pureza de la dicción latina. De este tomaron lo que escribieron Plinio, Solino y todos los demás, que siguieron a estos en la descripción del orbe. Cubran los extranjeros... los estantes de las bibliotecas, no podrán negar que el gran maestro de ellos, y de todos los geógrafos fue un español.

    XXIX. Inglaterra y Francia... han hecho de algún tiempo a esta parte no leves progresos en la Historia Natural; pero no nos mostrarán obra alguna, trabajo de un hombre solo, que sea comparable a la Historia Natural de la América, compuesta por el padre Joseph Acosta, y celebrada por los eruditos de todas las naciones... La superioridad de los ingenios españoles para todas las Facultades no se ha de medir por multitud de escritores, sino por la singularidad de que, aún en aquellas a que se han aplicado muy pocos, no ha faltado alguno o algunos excelentes. Otras naciones necesitan el estudio de muchos para lograr pocos buenos. En España, respecto de algunas Facultades, casi se mide el número de los que se aplauden, por el número de los que se aplican.

    XXX. Como el estudio sabio de la Agricultura, comprende en su recinto una parte de la Historia Natural, podremos aquí añadir otro famoso Español que nos ofrece la antigüedad, Junio Moderato Columela, autor discretísimo y elegantísimo, cuyos libros “De Re Rustica”, por antiguos y modernos son aplaudidos como lo más excelente que hasta ahora se ha escrito sobre el utilísimo arte de Agricultura...

    XXXII. Cuando España no hubiera producido otro orador que un Quintiliano, bastaría para dar envidia, y dejar fuera de toda competencia a las demás naciones; en que sólo exceptuaré a Italia por el respeto de Cicerón; bien que no falta algún crítico insigne ... el cual sienta que sin temeridad se puede dar la preferencia a Quintiliano respecto de todos los demás oradores, sin exceptuar alguno. En otra parte le apellida el más elegante entre cuantos autores escribieron jamás...

    XXXIII. No fue Quintiliano el único grande orador que dio España a Roma. Marco Anneo Séneca, padre de Séneca el preceptor de Nerón, logra en la fama oratoria lugar inmediato a Quintiliano y a Cicerón. Este es el juicio del docto jesuita Andrés Escoto. De modo, que podemos decir que produjo dos Cicerones España en aquel tiempo en que Italia sólo produjo uno, y las demás naciones ninguno.

    XXXIV. El genio de los españoles modernos para la elocuencia, el mismo es que el de los antiguos. Debajo del mismo Cielo vivimos, de la misma tierra nos alimentamos. Las ocasiones de ejercitar el genio son mucho más frecuentes ahora por el uso continuo que tiene el sagrado ministerio del Púlpito...

    XXXVII. No negaré por eso, que el modo de predicar de España, en la forma que le practicaron y practican algunos sujetos de singular ingenio, tenga mucho de admirable. ¿Qué sermón del padre Vieyra no es un asombro? Hombre verdaderamente sin semejante ... Dicho se entienda esto sin perjuicio del grande honor que merecen otros infinitos oradores españoles, por su discreción, por su agudeza, por su erudición sagrada y profana. A todos envidio ingenio y doctrina...

    XXXVIII. Lo que tengo que decir de los españoles en orden a la Poesía, dista poco de lo que he dicho en orden a la Retórica. Tiene no sé que parentesco la gravedad y celsitud del genio español con la elevación del numen poético, que sin violencia nos podemos aplicar lo de “Est Deus in nobis”. De aquí es, que en los tiempos en que florecía la lengua latina, todas las demás naciones sujetas al Imperio Romano, todas, digo, juntas no dieron a Roma tantos poetas, como España sola; y poetas, no como quiera, sino de los más excelentes; que si no exceden, por lo menos igualan o compiten a los mejores que nacieron en el seno de Italia. Tales fueron Silio Itálico, Lucano, Marcial, Séneca el Trágico, Columela, Latroniano, y otros.

    XXXIX. Lo que es muy de notar es, que entre los expresados hay uno que no tuvo igual en lo festivo, y otro que disputa la preferencia al más eminente (según la opinión común) en lo heroico. El primero es Marcial, a quien nadie cuestiona el principado en las sales y agudezas jocosas: el segundo Lucano, a quien Stacio, y Marcial (votos sin duda de gran valor) dan preferencia sobre Virgilio. Del mismo sentir es el discreto y erudito Historiador Francés Benjamín Priolo. Otros algunos se contentaron con hacerle igual. Y aunque no puede negarse que la común opinión le deja inferior, creo que la preocupación favorable por el poeta mantuano y la envidia de las demás naciones a la nuestra contribuyó, más que la razón, a establecer la inferioridad del poeta español...

    XLIV. El genio poético que resplandeció en los españoles antiguos, se conserva en los modernos. Majestad, fuerza, elevación, son los caracteres con que los sella la nobleza del clima. El siglo pasado vio el Manzanares más Cisnes en sus orillas, que el Meandro en sus ondas. Hoy no se descubren iguales ingenios. Digo que no se descubren; no que no los hay...

    XLV. No sería justo omitir aquí, que la Poesía cómica moderna casi enteramente se debe a España... Y si bien que nuestros cómicos no se han ceñido a las leyes de la Comedia antigua, lo que afectan mucho los franceses, censurando por este capítulo la Comedia española, no nos niegan estos la ventaja que les hacemos en la inventiva, por lo cual sus mejores autores han copiado muchas piezas de los maestros. Oigase esta confesión a uno de los hombres más discretos en verso y prosa, que en los años próximos tuvo la Francia, el señor de San Evremont : “Confesamos” (dice) que “los ingenios de Madrid son más fértiles en invenciones, que los nuestros; y esto ha sido causa de que de ellos hayamos tomado la mayor parte de los asuntos para nuestras Comedias, disponiéndolos con más regularidad y verisimilitud”. (...) sólo se distinguen las dos Comedias en las expresiones de los afectos, y en esto excede infinito la española a la francesa.

    XLVII. (...) Con el testimonio de autores extranjeros probaremos que España ha producido excelentes historiadores. Entre los antiguos es celebrado Paulo Orosio, a quien Tritemio llama “erudito en las Divinas Escrituras y peritísimo en las letras profanas”; y Gaspar Bartio dice, se debe contar entre los buenos escritores...

    XLVIII. En la Edad Media son casi igualmente aplaudidos el Arzobispo Don Rodrigo, y Don Lucas de Tuy “a quienes”, dice el padre Andrés Escoto, “todos los amantes de la Historia deben mucho, porque nos dieron noticia fiel de infinitas cosas que sin la diligencia de estos dos escritores eternamente quedarían sepultadas en el olvido”. Elogia asimismo Vosio al Arzobispo Don Rodrigo, diciendo que adquirió entre los eruditos mucha gloria con los nueve libros que escribió de las cosas de España.

    XLIX. Acercándonos a nuestros tiempos, se presenta a nuestros ojos una multitud grande de historiadores, sin que el número perjudique a la calidad; pero sólo haré memoria de algunos pocos que he visto singularmente calificados por las plumas de otras naciones. Jerónimo Zurita es aplaudido en el gran “Diccionario Histórico” por varón “de acertadísimo juicio, y erudición extraordinaria”, para cuyo elogio se citan allí los testimonios de Vosio, del padre Posevino y del Presidente Tuano. A Ambrosio de Morales recomiendan altamente el Cardenal Baronio, Julio César Scalígero, el Padre Andrés Escoto, y otros innumerables. Las alabanzas de nuestro cronista el maestro Yepes resuenan en toda Europa por su exactitud, su candor, dulzura, y claridad. Es asimismo universalmente estimado por las mismas dotes el padre maestro Fr. Fernando del Castillo, cronista de la Religión de Predicadores, cuya ‘Historia’ tradujeron en su idioma los italianos.

    L. Entre los escritores de las cosas americanas son los más conocidos de los extranjeros el padre Acosta, cuya ‘Historia Eclesiástica y Civil’ no es menos preconizada por ellos, que la natural; y Don Antonio de Solís, cuya ‘Conquista de México’ traducida en francés, lo que con muy pocos libros nuestros ha hecho aquella nación, comprueba la alta reputación en que por allá la tienen. ¿Y quién puede negar, que este autor por la hermosura del estilo, por la agudeza de las sentencias, por la exactitud de las descripciones, por la clara serie con que teje los sucesos, por la profundidad de preceptos políticos y militares, por la propiedad de los caracteres, es comparable a todo lo mejor que en sus floridos siglos produjeron Grecia y Roma? Singularmente por lo que mira a la cultura y pureza del estilo, Francia, que es tan jactanciosa en esta parte, saque al paralelo sus más delicadas plumas; aparezca en campaña su decantadísimo “Telémaco”; que yo apuesto al doble por mi don Antonio de Solís, como se ponga en manos de hábiles y desapasionados críticos la decisión.

    LI. El padre Mariana, que hace clase aparte respecto de todos los demás historiadores de España por haber abarcado la Historia General de la Nación, hace también clase aparte respecto de los historiadores generales de otras naciones. Su soberano juicio, e inviolable integridad le constituyen en otra esfera superior. Por él se dijo que España tiene un historiador; Italia, medio; y Francia y las demás naciones, ninguno. Lo que se debe entender de este modo: de Italia se dice que sólo tiene medio Historiador, por Tito Livio, cuya Historia sólo comprende desde la fundación de Roma hasta el tiempo de Augusto; y aún de esto se ha perdido una gran parte. De Francia se dice que ninguno; porque aunque algunos escribieron la Historia de Francia desde Faramundo hasta el siglo decimosexto, o cerca de él, como Paulo Emilio, Roberto Gaguino, y el señor Du-Haillan, les faltaron aquellas calidades ventajosas, que pide un historiador general, y que se hallaron con eminencia en el padre Mariana...

    LII. Aunque Barclayo diga en su ‘Icon Animorum’, que los españoles desprecian el estudio de las letras humanas, los extranjeros se ven precisados a apreciar en supremo grado a muchos españoles que fueron eminentísimos en ellas. ¿Qué panegíricos no expenden en obsequio del famosísimo Antonio de Nebrija? Discípulo de éste, y que pudo ser maestro de todo el mundo en las humanas letras, fue el celebérrimo Pinciano Fernando Núñez, a quien apellida ‘gran lumbrera de España’ el Tuano; ‘varón de admirable agudeza’, Gaspar Bartio, y a quien el padre Andrés Escoto entre otros elogios funerales de que compuso su epitafio, cantó que todo el mundo era corto espacio a la fama de su mérito...

    LIII. A Francisco Sánchez, llamado ‘el Brocense’, da el mismo Justo Lipsio los gloriosos títulos de ‘el Mercurio’, y ‘el Apolo’ de España. El Padre Juan Luis de la Zerda sonó tan alto hacia las otras naciones en sus comentarios de Virgilio que el Papa Urbano VIII, grande humanista también, y gran protector de los literatos sobresalientes, envió a pedir su retrato, y le hizo una visita por medio de su sobrino Francisco Barberino cuando le despachó legado a España. Del famosísimo toledano Pedro Chacón hablan con admiración los mayores críticos de Francia, Italia, y Alemania. Nada menos o acaso más del incomparable Luis Vives, de quien, como hice con el pasado, omitiré innumerables elogios que le dan los más sabios extranjeros; pero no puedo callar el de Erasmo, por ser tan extraordinario: ‘Aquí tenemos (dice lib. 19, Epist. 101) a Ludovico Vives, natural de Valencia, el cual no habiendo pasado aún, según entiendo, de los veinte y seis años de edad, no hay parte alguna de la Filosofía en que no sea singularmente erudito; y en las bellas letras, y en la elocuencia está tan adelantado que en este siglo no encuentro alguno a quien pueda comparar con él’. Los que saben qué hombre fue Erasmo en las letras humanas no podrán menos de asombrarse de este elogio...

    LIV. (...) Celebran a Nebrija singularmente Erasmo, y Paulo Jovio. Justo Lipsio llama al Pinciano norma o regla de la verdadera crítica.... Por el Padre Zerda hablan en toda Europa sus Comentarios sobre Virgilio y sobre Tertuliano. Para el Brocense... añadiremos aquí que Gaspar Sciopio, aquel crítico mal acondicionado ... llamaba al Brocense ‘hombre divino’. A Chacón contó el mismo Sciopio por uno de los cuatro supremos críticos que ha habido, dando sólo por compañeros a nuestro español, entre los italianos a Fluvio Ursino; entre los franceses, a Adriano Turnebo; y entre los Alemanes a Justo Lipsio. Dejando por ahora aparte la suma sabiduría de Luis Vives, su juicio para la crítica se halla altamente encarecido. ‘Vir praeclarissimi judicci’ se lee en Gaspar Bartio. Y don Nicolás Antonio dice que, en el famoso triunvirato literario de aquella Era, compuesto de Erasmo, Guillermo Budé y Ludovico Vives, al primero se atribuía por prerrogativa principal la elocuencia, al segundo el ingenio, al tercero el juicio.

    LV. A más de esto, son colocados generalmente entre los críticos de primera clase el sevillano Alfonso García Matamoros, y el ilustrísimo Antonio Agustín. El primero fue uno de aquellos grandes españoles que se coligaron los primeros para hacer guerra a la barbarie, y dio a luz varios escritos críticos que logran la común estimación... Es llamado ‘juicioso crítico’ en el gran Diccionario Histórico. El segundo fue sin comparación mayor que el primero, y tan grande, que para hallar otro mayor que él es menester buscarle entre las criaturas posibles. Este es poco más ó menos el lenguaje en que hablan de él en todas las Academias europeas...

    LVI. No sería razón pasar en silencio a don Nicolás Antonio, autor de la Biblioteca Hispana; obra, según la opinión universal, superior a cuantas Bibliotecas nacionales han parecido hasta ahora, y que no se pudo hacer ni sin un trabajo inmenso ni sin una extensión dilatadísima de crítica.

    LVIII. El adorno de las lenguas es una de las cosas a que menos se han aplicado los españoles. En cuanto a las lenguas vivas los ha absuelto de la necesidad de aprenderlas, ya la postura de nuestra región en el último extremo de Europa, y del Continente, por lo que es menor el comercio con los demás reinos; ya el ser menos dedicados a la peregrinación nuestros nacionales, que los individuos de las demás naciones...

    LIX. (...) Sólo haré memoria de algunos que pueden ser admirados como monstruos, por haber aprendido más número de idiomas que el que parece cabe en la comprensión humana, especialmente si se atiende a que juntaron muchas ocupaciones con este estudio.

    LX. De nuestro famoso historiador Arzobispo Don Rodrigo dice Auberto Mireo, que asistiendo al Concilio Lateranense, que se celebró en su tiempo, mostró tanto conocimiento de varios idiomas, que los Padres del Concilio hicieron juicio que desde el tiempo de los Apóstoles ningún hombre había sabido tantas lenguas...

    LXI. Si alguna ponderación puede exceder a esta, es la que en el mismo Auberto Mireo se lee del doctísimo Arias Montano, que supo las lenguas de casi todas las naciones... que sabía diez lenguas... Fue, digo, tan modesto, humilde y piadoso Arias Montano, que se debe creer que antes quitaría que añadiría algo de lo que sabía. Se debe advertir, que parte de estas lenguas eran la hebrea, la caldea, la siríaca, y la arábiga, cuya comprensión es sumamente difícil.

    LXII. El Padre Martín del Río, harto conocido por sus escritos, supo nueve idiomas, el latino, el griego, el hebreo, el caldeo, el flamenco, el español, el italiano, el francés, y el alemán. Testifícalo Drejelio. Lo que asombra es, que pudiese aprender tantos idiomas un hombre que fue juntamente poeta, orador, historiador, escriturario, jurisconsulto y teólogo. Tales espíritus influye el Cielo de España.

    LXIII. Fernando de Córdoba (hombre prodigioso sobre todo encarecimiento...) supo con toda perfección las lenguas latina, griega, hebrea, arábiga, y caldea. Esto es lo que dice nuestro Abad Juan Tritemio; pero en Teodoro Gofredo... he leído si no me engaño, que demás de las expresadas, sabía todas las lenguas vivas de las naciones principales de Europa. Este Autor, por ser francés, pudo enterarse bien de la materia, porque París fue... el teatro donde ostentó todas sus rarísimas prendas este milagro de España.

    LXIV. (...) España dio más expositores de la Escritura que todo el resto de la Iglesia. Entre los cuales no debe tener el último lugar nuestro Lautero, por su ‘Sylva Allegoriarum’ tan aplaudida aún de los extranjeros...

    LXV. (...) En esta arduísima profesión puede España ostentar muchos autores de nota sobresaliente, como León de Castro, Pereira, Viegas, Alcázar, Villalpando, Gaspar Sánchez, Maldonado, etc. pero aún descontando todos estos, con otros dos solos que muestre (el Abulense, y Benito Arias Montano) pondré terror a todos los extranjeros: ‘Hi sunt duae olivae, & duo candelabra’...

    LXVI. Añade mucho a la gloria de España en el estudio y pericia escrituraria, el que las primeras dos Biblias Políglotas que logró la Iglesia, fueron obras de españoles. La primera es ‘la Complutense’, que se debe al cuidadoso celo del cardenal Cisneros: la segunda ‘la Regia’, impresa en Amberes bajo la dirección del nombrado Arias Montano.

    LXVII. También conduce al mismo intento, el que de los cuatro principalísimos rabinos a quienes veneran los judíos (como nosotros a los cuatro Santos Padres), los tres mayores fueron españoles, conviene a saber: Rabí Moisés Ben Maimón, Rabí David Kimchi, y Rabí Abenezra. También han sido españoles casi todos los que entre ellos tienen peculiar fama de erudición, como se puede ver en don Nicolás Antonio y en la Biblioteca Rabínica de Bartolocio... El que fuesen dotados de un talento singularísimo para explicar a su modo la Sagrada Escritura, redunda en aplauso de la Patria. Fuera de que los trabajos de estos tres fueron utilísimos, y dieron muy importantes luces a los mismos doctores católicos, como confiesan el Ilustrísimo Daniel Huet y el docto padre del Oratorio Ricardo Simón...

    LXVIII. En el gran Diccionario Histórico, dentro del largo artículo que trata de España, se leen estas palabras: ‘La Nación española ha sido excelente en autores ascéticos, que enriquecieron la Iglesia con libros espirituales y de devoción: y se nota, que su lengua tiene una cualidad particular para este género de escritos, porque su gravedad natural da mucho peso a las cosas que se enseñan en ellos.’ Esta confesión en unos autores que hacen en lo demás poca merced a la Nación española... nos absuelve de la necesidad de pruebas sobre este asunto... Los mismos franceses admiran y ponderan como cosa altísima y de lo más sublime que hasta ahora se ha escrito en este género, las obras de Santa Teresa y del Padre Fr. Luis de Granada... Débese, pues, atribuir esta excelencia, no a la lengua, sino al espíritu de los españoles, el cual, por cierto género de elevación que tiene sobre las cosas sensibles, está más proporcionado para tratar dignamente (asistido de la divina gracia) las soberanas y celestes.

    LXIX. Uno de los principalísimos capítulos, por donde en la gloria literaria se juzgan superiores a nosotros los extranjeros, es la amplitud de capacidad para abarcar materias y facultades diferentes... pero esto no depende... sino de otros principios; como son, ya el tener los españoles menos vaga la curiosidad, ya el honrado y honesto deseo de perfeccionarse más y más sin término en la facultad a que por profesión se dedican, ya la falta de comodidad para estudiar muchas...

    LXX. No obstante los grandes estorbos que por acá encontramos para comprender varias ciencias, ha tenido España no pocos hombres iguales en esta parte a los mayores y máximos de otras naciones...

    LXXI. Aparezcan al frente de todos dos grandes prodigios del siglo decimoquinto: el primero es el Abulense, cuyo sepulcro justamente está sellado de aquel singularísimo elogio: ‘Aquí yace el asombro del mundo, que supo cuanto se puede saber’. El alto sonido de este epitafio representará a muchos haberse propasado a lo hiperbólico; pero no es así, porque realmente fue, es y será siempre asombro del mundo el Abulense. El padre Antonio Posevino testifica, que a los veinte y dos años de edad sabía casi todas las ciencias... A vista de esto no tiene España que envidiar, ni su Juan Pico de la Mirandola a Italia, ni su Jacobo Critón a Escocia...

    LXXII. El segundo prodigio del siglo decimoquinto fue Fernando de Córdoba, cuya erudición de lenguas celebramos arriba. Tan descuidados somos los españoles en ostentar nuestras riquezas, que la memoria de este hombre hubiera perecido si los extranjeros no la hubieran conservado. En efecto, del gran Teatro de París, donde hizo pública demostración de sus muchas y rarísimas prendas, salió a todo el mundo la noticia. Pondré aquí, traducido en castellano, el testimonio nada sospechoso de nuestro ilustre abad Juan Tritemio, como se lee en su ‘Cronicón Spanheimense’.

    LXXIII. “Estando escribiendo esto nos ocurre a la memoria Fernando de Córdoba, el cual siendo joven de veinte años, y graduado ya de Doctor en Artes, Medicina, y Teología, vino de España a Francia el año de 1445, y a toda la Escuela Parisiense asombró con su admirable sabiduría; porque era doctísimo en todas las Facultades pertenecientes a las sagradas Letras, honestísimo en vida y conservación, muy humilde y respetuoso. Sabía de memoria toda la Biblia, los escritos de Nicolao de Lyra, de Santo Tomás de Aquino, de Alejandro de Ales, de Escoto, de S. Buenaventura, y de otros muchos principales Teólogos: también todos los libros de uno y otro Derecho. Asimismo, tenía en uña (como se suele decir) los de Avicena, Galeno, Hipócrates, Aristóteles, Alberto Magno, y otros mucho libros y Comentarios de Filosofía, y Metafísica. En las alegaciones era prontísimo, en la disputa agudísimo. Finalmente, sabía con perfección las lenguas hebrea, griega, latina, arábiga y caldea. Habiéndole enviado el Rey de Castilla por embajador a Roma, en todas las Universidades de Francia e Italia tuvo públicas disputas en que convención a todos, y nadie le convenció a él ni aún en la más mínima cosa. El juicio que de él hicieron los Doctores Parisienses fue vario: unos le tuvieron por Mago: otros sentían lo contrario: y no faltaron quienes dijesen, que un hombre tan prodigiosamente sabio era imposible que no fuese el Anti-Cristo». Hasta aquí Tritemio.

    LXXIV. Los dos héroes literarios que hemos nombrado bastan para honra de la Nación; pues no hay otra alguna que pueda jactarse de tener otros dos iguales a estos, ni se encuentran entre todas las extranjeras juntas, sino otros dos, el italiano Juan Pico, y el escocés Jacobo Critón. Sin embargo añadiremos otros algunos españoles, que fueron admirados por su vasta erudición.

    LXXVIII. De Luis Vives dice Isaac Bullart, que adquirió un conocimiento tan universal de las letras, que asombró a los máximos maestros de las más célebres Academias europeas...

    LXXIX. De Antonio de Nebrija, conocido en nuestras aulas sólo por un gramático insigne, se lee lo siguiente en el gran Diccionario Histórico: ‘Habiendo estudiado en Salamanca, y después pasado a Italia, paró en la Universidad de Bolonia, donde adquirió una literatura tan universal que generalmente le acreditó, no sólo de un docto gramático, mas aún del hombre más sabio de su tiempo. Demás de las lenguas, y las bellas letras, sabía también las Matemáticas, Jurisprudencia, Medicina, y Teología, etc.’

    LXXX. En Pedro Chacón celebró el Tuano un conocimiento universal y profundo de todas las ciencias: ‘Vir exquisita in omni scientiarum genere cognitione clarus’ (lib. 4.). Jano Nicio Eritro le llamó ‘Tesoro lleno de todas las doctrinas’ (apud Popebl.).

    LXXXI. Cuando no fuese notoria la vastísima erudición de Benito Arias Montano, bastaría para acreditarla el testimonio de Justo Lipsio, el cual en una epístola le dice que en él se hallan juntas todas las doctrinas, que divididas se hacen admirar en otros hombres..

    LXXXII. El padre Martín Del Río... fue otro prodigio de doctrina universal. Auberto Mireo sienta que ‘se había enterado tan perfectamente de todos los poetas, oradores, historiadores sagrados y profanos, filósofos, teólogos, en fin de los escritores de todas las ciencias, que parecía que ya sabía todo lo que se puede saber’. Antonio Sandero le llama ‘Varón de los máximos de su siglo, poeta, orador, historiador, jurisconsulto, teólogo, y peritísimo en varios idiomas’...

    LXXXVI. Para acabar de vindicar el crédito de los ingenios españoles de las limitaciones que les ponen los extranjeros, aún nos resta un capítulo substancial sobre que discurrir, que es el de la invención. Conceden a la verdad muchos a nuestros nacionales habilidad y penetración para discurrir sobre cualesquiera ciencias y artes; pero negándoles aquella facultad intelectual, llamada ‘inventiva’, que se requiere para nuevos descubrimientos...

    LXXXVII. (...) los nuevos inventos son más hijos del acaso que del ingenio, y por consiguiente en esta parte los extranjeros no pueden pretender sobre los españoles otra prerrogativa que la de más afortunados, diría lo que mucho ha dicho con gran fundamento Bacon de Verulamio. Bertoldo Schuvart, inventor (según la opinión común) de la pólvora, estaba muy lejos de buscar con designio formado esta furiosa composición. Mostróle su actividad el acaso de saltar una chispa en los materiales que tenía prevenidos para otro efecto. Jacobo Mecio encontró el telescopio, sin haber pensado jamás en tal cosa, por la casualidad de mirar dos vidrios puestos en rectitud uno y otro a tal distancia; cuya formación destinaba a otro intento muy diferente. El uso de la aguja tocada del imán para observar el Polo, no fue descubierto... sino por la imprevista y accidental observación de su dirección a aquel punto de la esfera...

    LXXXIX. Por lo que dice Estrabón, tratando de España, se colige claramente que la invención de máquinas para sacar los metales de las minas, y así mismo la de las preparaciones necesarias para purificar el oro... fueron producción de los españoles, a quienes celebra como ingeniosísimos sobre todas las naciones del Orbe en este género de operaciones.

    XC. Plinio, lib. 25, cap. 8, dice (como ya apuntamos arriba), que los españoles descubrieron más hierbas medicinales que las demás naciones.

    XCI. Los españoles fueron los primeros que navegaron por altura de Polo, inventando instrumentos para su observación, según refiere Manuel Pimentel en su ‘Arte de navegar’.

    XCII. El conde Pedro Navarro, guerrero igualmente bravo que ingenioso, en tiempo de los Reyes Católicos inventó para la expugnación de las plazas el uso de las minas, aquella horrible máquina que hace el milagro de que vuelen, no sólo los hombres mas aun murallas y riscos. La introducción de la pólvora en los cañones imitaba trueno y rayos: su aplicación a las minas excede el horror de los terremotos.

    XCIII. El ilustrísimo Antonio Agustín fue el primer autor de la Ciencia Medallística, auxilio grande para la Historia; pues la luz que dan las inscripciones, figuras, y adornos de las medallas, ilustra muchos espacio de la antigüedad, cubiertos antes de espesas sombras. Siguióle Fulvio Ursino en Italia, Wolfango Lacio en Alemania, Uberto Goltzio en Flandes. Recayó después este estudio en los franceses, que hoy la cultivan con grande aplicación...

    XCIV. La famosa doña Oliva de Sabuco descubrió para el uso de la Medicina el ‘suco nerveo’, que a tantos millares de médicos, y por tantos siglos se había ocultado; hasta que los ojos linces de esta sagacísima española vieron aquel tenuísimo licor a quien debemos la conservación de la vida, mientras goza su estado natural, y que ocasiona infinitas enfermedades con su corrupción...

    XCV. Las invenciones de varias máquinas hechas por los españoles en la América para desagües de las minas, beneficio de los metales, labor de azúcar y tabaco, merecen que se haga esta general memoria de ellas; pero individuarlas sería cosa prolija. Sólo haré mención particular de los hornos de Guancabelica y de La Habana para la fundición del azogue y formación de la azúcar, donde sin otro combustible que paja, por la disposición interior de la oficina, se enciende un fuego más activo que si fuera de encina o roble.

    C. De intento he reservado para el fin, por cerrar con llave de oro este discurso y todo el libro, la más noble invención española, y que con gran derecho puede pretender la preferencia sobre las más ilustres de todo el resto del mundo. Esta es el arte de hacer hablar los mudos, que lo son por sordera nativa. La gloria que resulta a España de este gran descubrimiento se la debe España a la religión de San Benito, pues fue su autor nuestro Monje Fr. Pedro Ponce, hijo del real monasterio de Sahagún...”

    PADRE BENITO FEIJÓO (1676-1764), ‘Teatro Crítico Universal’, Tomo IV, disc. XIV: ‘Glorias de España’.



    ESPLENDOR DE ESPAÑA:

    446
    “Pero, por otra parte, veo que las Partidas al mismo tiempo que iban alterando nuestra legislación, causaban un bien efectivo a la nación entera. A pesar de la diferencia que se hallaba entre ellas y la Constitución coetánea, debemos confesar que introdujeron en España los principios de la equidad y de la justicia natural, y ayudaron a templar no sólo la rudeza de la antigua legislación, sino también de las antiguas ideas y costumbres. Por donde quiera que se abra este precioso Código se encuentra lleno de sabios documentos morales y políticos, que suponen en sus autores una ilustración digna de siglos más cultivados.
    La obra de los antiguos filósofos, y lo que es más, la de los Santos Padres, frecuentemente citados en las Partidas, guiaron la nación al estudio de la antigüedad profana y eclesiástica, y la inspiraron las máximas de humanidad y justicia.

    (...) Por este medio empezó España a ser a un mismo tiempo una nación sabia, guerrera, industriosa, comerciante y opulenta; y por este medio también fue subiendo poco a poco a aquel punto de gloria y esplendor a que no llegó jamás alguno de los imperios fundados sobre las ruinas del romano. Varias causas concurrieron sucesivamente a acelerar esta feliz revolución: arrojados los moros de toda España, reunida a la de Castilla la corona de Aragón y Navarra, agregados a la dignidad real los maestrazgos de las Órdenes militares, descubierto y conquistado a la otra parte del mar un dilatado y riquísimo Imperio, crecieron el poder y la autoridad real a un grado de vigor que jamás había tenido. A la vista de este coloso se desvanecieron aquellas potestades que habían dividido hasta entonces la soberanía... Por fin, el grande, profundo y sistemático genio del cardenal Cisneros acabó de moderar el poder de los grandes señores, y aseguró a la soberanía una fuerza que hubiera sido perpetuamente freno saludable.
    JOVELLANOS (1744-1811), ‘Discurso sobre la legislación y la Historia”.



    DECADENCIA DE ESPAÑA:

    447
    “No existe Arnesto, ya ni remembranza
    De los claros varones,
    Que al frente de ibéricas legiones
    Llevaron el terror y la matanza
    De la una a la otra zona
    En su esfuerzo, en su brazo, en su tizona.

    La poderosa lanza, que terciaba
    Villandrando en sus hombros,
    Y adoquier que forzudo la vibraba
    Lanzaba muerte, asolación y escombros,
    Yace hace tiempo, olvidada,
    Envuelta en polvo y del orín tomada.

    Las ruinas de Sagunto son padrones,
    Que al pie del Turia undoso
    Publican con silencio majestuoso
    Que fueron sus indómitos campeones
    Confusión del Romano
    Hoy vergüenza y baldón del Castellano.

    El atrevido, el ínclito Extremeño,
    Que en las huestes fieles
    Fió su vida al Ponto en frágil leño,
    Y se orló en otro mundo de laureles,
    Desde la fría tumba
    Nos da en rostro con Méjico y Otumba.

    Sí, Arnesto: disipóse cual espuma
    El tiempo bienhadado
    En que el valor de España vio asombrado
    El lacio imperio, el moro, y Moctezuma;
    Hubo, Arnesto, hubo día
    En que la Patria tuvo nombradía.

    Mas hoy triste, llorosa, y abatida,
    De todos despreciada,
    Sin fuerzas casi al empuñar la espada,
    Que ha sido en otro tiempo tan temida,
    Mueve apenas la planta,
    Y los ojos del suelo no levanta.

    A su lado se ve el pálido miedo;
    La encogida pobreza,
    La indolente y estólida pereza;
    Y la ignorancia audaz, que con el dedo
    Señala a pocos sabios,
    Y con risa brutal cierra sus labios.

    La Religión del cielo descendida,
    Con tanto acatamiento,
    Por abuelos a nietos transmitida,
    Ve en el retiro de su augusto asiento
    Que los hijos que crecen
    Bajo su sombra la ajan, y escarnecen.

    Los ministros sacrílegos de Astrea
    Penetran en el templo,
    Y con maldad horrible sin ejemplo,
    Pisan, rompen el velo de la dea,
    Y el fiel de su balanza
    Lo inclinan al poder o a la venganza.

    El adulterio por los patrios lares
    Entra y sale corriendo,
    Y las palmas con júbilo batiendo,
    Cuenta ufano los triunfos a millares;
    Los justos se comprimen;
    Llora Himeneo; las virtudes gimen.

    La devorante fiebre ultramarina
    Al suelo hispano pasa,
    Deja yermo el tugurio, al pueblo arrasa;
    Y el sacro Betis la cabeza inclina
    Sobre su barba cana,
    Viendo el estrago de la peste insana.

    Nuestras naos, preñadas de riqueza
    De las minas indianas
    Surcan el golfo navegando ufanas
    Al puerto Hercúleo: ¡ ay, qué de tristeza!
    De males y de estragos
    Las de Albión preparan sobre el lago.

    Al mismo tiempo que su templo Jano
    Va las puertas abriendo,
    Y el aldabón los clavos sacudiendo,
    Forma un ruido, que aterra el pecho humano;
    Da el bronce el estampido,
    Salta la sangre, escúchase el quejido.

    En tanto España flaca y amarilla,
    El ropaje rugado,
    Destrenzado el cabello, y a su lado
    Postrados los leones de Castilla,
    Alza las manos bellas
    A los cielos de bronce a sus querellas:

    -¿Hasta cuándo, prorrumpe, Dios eterno,
    Ha de estar levantada
    La venerada, la terrible espada
    De tu justicia inmensa? ¿Tu amor tierno,
    Tu piedad sacrosanta,
    A mis hijos no acorre en pena tanta?

    Los talleres desiertos; del arado
    Arrumbado el oficio;
    El saber sin estima; en trono el vicio;
    La belleza a la puja; Marte airado;
    Sin caudillo las tropas...
    ¿Tornan, Señor, los tiempos de Don Oppas?

    ¿En esto había de parar mi gloria?
    ¿Mi fin debe ser éste?
    ¿Y falsías, y guerras, y hambre, y peste,
    Los postrimeros fastos de mi historia?
    Mi lloro continuado
    ¿No podrá contener tu brazo airado?

    Vuelve, Señor, el rostro a mis pesares;
    Vuelve al arco la guerra;
    Pureza al éter; brazos a la tierra;
    El respeto debido a tus altares;
    Prez y valía al bueno;
    A Themis libertad; paz a Miseno.”

    JOVELLANOS (1744-1811), ‘Oda’.



    APOLOGÍA DE ESPAÑA CONTRA SUS ENEMIGOS (JUAN PABLO FORNER):

    448
    “A nadie hemos provocado, y furiosamente nos acometen cuantos del lado de allá de los Alpes y Pirineos constituyen la sabiduría en la maledicencia. Hombres que apenas han saludado nuestros anales; que jamás han visto uno de nuestros libros, que ignoran el estado de nuestras escuelas, que carecen del conocimiento de nuestro idioma, precisados a hablar de las cosas de España por la coincidencia con los asuntos sobre que escriben, en vez de acudir a tomar en las fuentes la instrucción debida para hablar con acierto y propiedad, echan mano, por más cómoda, de la ficción; y tejen a costa de la triste Península novelas y fábulas tan absurdas como pudieran nuestros antiguos escritores de caballerías. Este es el genio del siglo... Así lo hizo Voltaire, y así lo debe hacer la turba imitadora. Aquél escribió una fábula de todo el mundo en su Ensayo sobre la historia universal; y sus doctos secuaces deben de haber tomado a su cargo dividir el mapa general y escribir en particular fábulas de cada provincia. Los franceses las forjan de los italianos, y éstos de los franceses: pero al tratar de España, olvidada la recíproca desestimación, se unen entre sí, y se abalanzan a ella, no de otro modo que los jactanciosos jefes de la moderna incredulidad, combatiéndose, motejándose, y viviendo en continua guerra unos con otros por la discordia en las opiniones y por la ambición de la primacía, se unen sólo cuando se trata de impugnar la verdad en la más santa y más magnífica de todas las religiones.

    España ha sido docta en todas edades. ¿Y qué? ¿Habrá dejado de serlo en alguna porque con los nombres de sus naturales no puede aumentarse el catálogo de los célebres soñadores? No hemos tenido en los efectos un Descartes, no un Newton, démoslo de barato; pero hemos tenido justísimos legisladores y excelentes filósofos prácticos, que han preferido el inefable gusto de trabajar en beneficio de la humanidad a la ociosa ocupación de edificar mundos imaginarios en la soledad y silencio de un gabinete. No ha salido de nuestra Península el ‘Optimismo’, no la ‘Armonía’ preestablecida, no la ciega e invencible fatalidad, no ninguno de aquellos ruidosos sistemas ya morales, ya metafísicos, con que ingenios más audaces que sólidos han querido convertir en sofistas...; pero han salido varones de un juicio suficiente para conocer y destruir la vanidad de las opiniones arbitrarias, suministrando en su lugar a las gentes las doctrinas útiles y señalando las sendas rectas del saber según las necesidades de la flaca y débil mortalidad. Si el mérito de las ciencias se ha de medir por la posesión de mayor número de fábulas, España opondrá sin gran dificultad duplicado número de novelas urbanas a todas las filosóficas de que hacen ostentación Grecia, Francia e Inglaterra...

    Para mí entre el Quijote de Cervantes, y el ‘Mundo’ de Descartes, o el ‘Optimismo’ de Leibniz no hay más diferencia, que la de reconocer en la novela del español infinitamente mayor mérito que en las fábulas filosóficas del francés y del alemán; porque siendo todas ficciones diversas sólo por la materia, la cual no constituye el mérito en las fábulas, en el Quijote logró el mundo el desengaño de muchas preocupaciones que mantenía con perjuicio suyo; pero las fábulas filosóficas han sido siempre el escándalo de la razón...

    Estemos pues en la confianza de que las acriminaciones con que nos maltrata la precipitada malignidad de algunas plumas extranjeras, no proceden de nuestra ignorancia, sino de la suya; no de la escasez de nuestros progresos científicos, sino de las ideas poco fieles, o más bien falsas, que tiene de las ciencias el vulgo de los que las tratan, y en especial los que sin tratarlas hablan de ellas con magisterio. Señal es, cuando acertamos a defendernos, que no ignoramos la sustancia de los capítulos sobre que nos condenan. La Lógica no es entre nosotros un cúmulo de observaciones vulgares entretejidas con retazos de todas las artes, y por eso gritan que lo ignoramos. No entendemos por Física el arte de sujetar la naturaleza al capricho, en vez del raciocinio a la naturaleza, y por eso claman que no la conocemos. Razonamos, no fingimos, en la Metafísica, y califican por ignorancia lo que es con propiedad no dar entrada al error. La Moral, la divina ciencia del hombre, la doctrina de su orden, de su fin, de su felicidad, la que une a la más noble de las criaturas con su próvido y liberal Criador, no ha sido entre nosotros todavía contaminada con aquellas legislaciones absurdas que hacen al hombre o brutal, o impío, o ridículo, y atribuyen a barbarie la prudencia de no querer hacernos bestiales, impíos o ridículos. En vano proponemos los nombres de nuestros grandes teólogos; la ciencia de la religión no es de este siglo, y precisamente ha de pasar por bárbara aquella nación en que se ha consumido más tiempo, más atención, y más papel en hablar de Dios y de sus inefables fines.

    Hemos tenido grandes juristas, sapientísimos legisladores, eminentes intérpretes de la razón civil, pero entre ellos ninguno ha escrito el ‘espíritu de las leyes’ en epigramas, ni ha destruido en las penas el apoyo de la seguridad pública, ni se ha resuelto a perder el tiempo y el trabajo en fundar repúblicas impracticables; se han contentado con mejorar los establecimientos de aquella en que vivían: consiguientemente todos deben pasar por bárbaros y rudos... Ni, según son sus juicios, se debe esperar mayor benignidad en las artes. Nuestra lengua no permite versos en prosa, ni nuestros poetas saben helarlos con una afectación filosófica, fría e insípida, incompatible con las agitaciones del ímpetu divino: y ved aquí que, con nuevo e inaudito modo de juzgar, no son buenos nuestros poetas porque lo son realmente. Llamarían desaliño en nuestros historiadores a lo que es sencilla y escrupulosa atención a la verdad. Hinchazón apellidan la majestuosa sonoridad de nuestro idioma, imperceptible a los extranjeros que no la hablan como hablaba Cicerón la de Atenas...

    ¿Para qué me canso? Dan nombre de ignorancia a la juiciosa precaución de no acomodarnos a las ideas poco justas que ellos tienen del saber: y porque en nuestra Península se hace poco aprecio de la arrogante ostentación y se desestima la peligrosa libertad de escudriñar los arcanos del Hacedor más de lo que es debido y de hablar de todo insolentemente, debemos sin remisión sufrir la nota de poco cultos.

    Y he aquí uno de los principales fundamentos en que apoyan sus acusaciones los que, después del extravagante Voltaire, no saben pensar sino lo que él escribió. ‘En España no se piensa; la libertad de pensar es desconocida en aquella Península; el español para leer y pensar necesita la licencia de un fraile’... Pero, ¿qué es lo que no se piensa en España, sofistas malignos, ignorantes de los mismos principios de la filosofía que tanto os jactáis profesar? Es verdad: los españoles no pensamos en muchas cosas; pero señaladlas, nombradlas específicamente, y daréis con ellas un ejemplo de nuestra solidez y vuestra ligereza. ‘No se piensa en España’: así es; no se piensa en derribar las aras que la humana necesidad, guiada por una infalible revelación, ha levantado al Árbitro del universo: no se piensa en conturbar el sosiego de la paz pública, combatiendo con sofismas indecorosos las creencias en cuya esperanza y verdad sobrellevan los hombres las miserias de esta calamitosa vida: no se piensa en arrancar del corazón humano los naturales sentimientos de la virtud, ni en apagar las secretas acusaciones que despedazan el interior de los delincuentes; no se piensa en elogiar las culpables inclinaciones de que ya por sí se deja llevar voluntariamente la fragilidad de nuestra naturaleza. En nada de esto se piensa en España; ni los que la habitan tienen por ocupación digna de sus reflexiones investigar defensivos al vicio, a la impiedad y a la sedición. ¿Y querrán decir todavía nuestros acusadores que es bárbara la constitución de nuestro Gobierno porque nos asegura de los tropiezos que trae consigo la licenciosa y desenfrenada libertad de pervertir los establecimientos más autorizados, y las ideas que ha aprobado por verdaderas el general consentimiento de todas las gentes?...

    Ni debemos tampoco sonrojarnos de confesar que se nos prohíbe la lectura de aquellos libros, que sin que se les prohíba dejan de leer los hombres que desean conservar incorrupta la pureza de sus costumbres. ¿Qué, acaso la sabiduría está reducida a un pequeño número de obras menudas, en cuyas líneas nada se aprende sino lo que no se debe aprender? ¿Perderán su excelencia nuestras bibliotecas porque no comparezcan en ellas un Rousseau, que solicitó inutilizar la razón, reduciendo al estado de bestia al que nació para hombre, un Helvetius, que colocó en la obscena sensualidad los incitamentos del heroísmo, y extrañó la virtud de entre los mortales; un Bayle, patrono y orador de cuanto se ha delirado con título de filosofía; un Voltaire, gran maestro de sofistería y malignidad, que vivió sin patria, murió sin religión y se ignora en todo que creyó o dejó de creer?...

    Se burlan de los cultos establecidos, porque ven no sé qué sombras de inverosimilitud en las revelaciones; y haciéndose nuevos apóstoles de dogmas repugnantes y contradictorios, llaman hallazgos de la razón a los que son extravíos de ella; racional conocimiento de la Divinidad, a lo que es una manifiesta corrupción de aquel instinto, un tiempo puro, hoy ya oscurecido y rodeado de incertidumbre, que inspira en el hombre las primitivas ideas de religión. Substituyen al Dios de Moisés el de Spinosa: a la moral de Jesucristo, la rebelión contra la moral: buscan ejemplos en los salvajes para disminuir el crédito de los sentimientos universales de la conciencia; dan nombre de religión a no tener ninguna; porque al fin, ¿qué me aprovecha que me hablen de Dios y de obligaciones, si sus ideas en estos puntos, de cuya certidumbre pende la felicidad humana, son inciertas, vagas, oscuras, indecisas, a veces absurdas, y siempre a propósito sólo para entretener el ocio de un número de caviladores y no para uso de la vida civil y activa?... ¿Y deberá España sonrojarse por carecer de este linaje de ciencia?... Pero ¡oh, que no poseemos grandes filósofos naturales! ¡Que nuestra lengua y observación no ostentan aquel portentoso número de volúmenes, en que tienen las regiones del Sena y del Támesis, como en sagrado depósito, descifrados los misterios de la madre Naturaleza! ¡Que nos vemos forzados a sellar el labio, y bajar los ojos cuando nos echan en cara nuestro descuido en este gallardo ramo de la Filosofía, con tanta utilidad cultivado en toda la Europa!...

    La España árabe era el emporio de cuantos deseaban aprender las artes, que, o dejó imperfectas la antigüedad, o arruinó la bárbara constitución de los tiempos. De allí salió el conocimiento de las Matemáticas, de allí la Astronomía, de allí la Medicina, de allí la Botánica, de allí la Química, de allí el principalísimo fundamento y elementos primeros de estas ciencias naturales tan célebre hoy, y cultivadas, no sé si con tan buen suceso como vehemencia... Difícilmente podrán persuadirse los Massones, Tiraboschis y Bettinellis que fue España en aquellos siglos tenebrosos la que mantuvo el verdadero uso de las ciencias...

    A la mitad del XIII empezó España a divisar en sus estudios, por la comunicación con Bolonia y Paris, las primeras vislumbres del Escolasticismo. Sin él, Alfonso X, monarca de esta edad, fue sabio, y sabio de mayores y mejores conocimientos que los batalladores de las escuelas. Por no haber sido escolástico restableció la astronomía en Europa, y también por no haberlo sido supo ser historiador, poeta, filósofo experimental, y sobre todo prudentísimo legislador que, entresacando de la jurisprudencia de Irnerio lo conveniente y más provechoso y valiéndose de sus grandes luces y propia experiencia en los asuntos políticos, logró dar a sus súbditos leyes cuales ni todo el escuadrón de los escolásticos de la primera época, contemporáneos suyos, ni la edad posterior con toda la pompa de su filosofía, han sabido darlas, ni más sabias, ni más justas, ni más completas, ni más metódicas...

    Y si bien la religión y la política separaban los ánimos de los españoles, cristianos y musulmanes; pero el saber indiferente pudo adaptarse, sin peligro, a la utilidad de todos: y en efecto, mientras las universidades de afuera trabajaban con vehementísimo ahínco en perturbar el uso de la racionalidad y producir enormes depósitos de sutilezas vanas o incomprensibles, España, libre del contagio del escolasticismo, daba de sí, entre los sarracenos, habilísimos médicos, astrónomos, geómetras, algebristas, químicos, poetas, historiadores. Entre los cristianos, hombres que competían en estas artes con sus tiranos, y uniendo a ellas el estudio de la religión, tratado con el decoro antiguo, hacían de su nación la región única donde las ciencias eran lo que debían. Las primeras cátedras con que se señaló la Universidad de Salamanca, erigida a mediados del siglo XIII, fueron las de Lógica, Retórica, Aritmética, Geometría, Astronomía, y Música, artes todas que no se fomentaron ciertamente para formar grandes escolásticos.

    Nada se disputaba entonces en España. Su Teología era sólo la explicación del dogma y la tradición, afirmada en los divinos oráculos de la Escritura y expuesta con desembarazada sencillez por los santos Prelados a quienes el Hombre-Dios, sin título de ‘sutiles’ o ‘irrefragables’, confirió la autoridad de interpretar sus misterios y mantener la estabilidad invariable de la creencia. La ciencia legal, apenas gustada en los fastidiosos ‘Comentarios’ de los jurisconsultos disputadores, se aplicaba en la lengua propia a la legislación, no ya sólo por el inmortal Alfonso, sino por el conquistador Jaime, verificándose existir en España dos sabios legisladores contemporáneos, puntualmente en los mismos días en que los azonianos sujetaban a sus voluntarias decisiones la administración pública del resto de Europa. ¿Qué más? Nacían en España los tratados de la sólida Medicina, y como si al otro lado de los montes dominase (y dominaba en efecto) un contagio corrompedor, no bien vencían los Alpes o Pirineos, ya comparecían desfigurados, pervertidos entre groseras interpretaciones, que por desgracia se hacían más lugar que los textos mismos....

    España se hizo escolástica mucho tiempo después que toda Europa era escolástica. Adoptó enteramente aquel método con tanto ardor y escándalo sostenido en las Universidades, cuando vio que para conservar íntegra la unidad de la religión, era ya indispensable necesidad derrotar con la Teología escolástica a los que confundiendo los abusos de ésta con los fundamentos de la religión, con pretexto de desterrar el Escolasticismo, destruían el dogma, y desunían la Iglesia. Mas ¿de qué modo se adoptó en España? Mejorándole; convirtiéndole de profesión semibárbara en ciencia elegante, sólida, reducida a principios ciertos e invariables...

    Españoles fueron los que le purgaron, los que a la profundidad, o llámese sutileza de sus raciocinios, aplicaron las galas del buen gusto y amena literatura: y ni Italia, ni Francia, ni Alemania, ni Inglaterra negarán jamás justamente que entre nuestros grandes escolásticos y los suyos hay la misma diferencia entre los doctos del siglo XVI y los del XII; en éste, todo fue rudeza, todo oscuridad; en aquél, todo elegancia, todo luces: y habiendo florecido en él nuestros grandes nombres, Victoria, Cano, Báñez, Soto, Castro, Suárez, Valencia, Maldonado y el restante escuadrón de varones doctísimos, escolásticos todos, pero escolásticos que entendieron y usaron de las humanidades y cultura de las lenguas y bellas letras con tanta maestría y acierto, como los que en otros países han colocado su gloria en sólo profesarlas; la malignidad misma habrá de confesar que uno de estos vale por muchos Ockamos y Halesios: y España jamás trocará al sólo escolástico Cano, no ya por todos los ‘iluminados’ e ‘irrefragables’ de la edad pasada, pero ni tal vez por ninguno de estos ponderados fabricadores de mundos de la presente...

    La maligna ignorancia de un Masson, que cree que nada debe Europa a los españoles, no hallará en verdad que le es deudora de mundos imaginarios, ni de invenciones efímeras que destruye el futuro día, durando sólo sus memorias como para testimonio y escarmiento de la ambiciosa curiosidad del hombre. Pero puestos en la balanza de la razón los descubrimientos, si se deben estimar más los más provechosos; España, sin dejar de hacer singular aprecio de las laboriosas y útiles invenciones de las demás gentes, no cede a ninguna el valor de las suyas, y en algunas muy importantes obtiene indubitablemente la preferencia...

    España no aparecerá, cierto, del todo inculta, que también ha sabido engendrar célebres soñadores, siquiera para que por ellos la tengan en alguna consideración los países que prefieran la gloria de un sistema vano a la formación de un código legislativo. Pero aunque menos fértil en este linaje de cultura, cuando ha convertido en todos tiempos su saber a la utilidad común, y sea por alguna inclinación que obra desconocida, o por la concurrencia de circunstancias que lo han dispuesto así, cada grande progreso suyo en las ciencias y artes ha sido un evidente beneficio en favor de los hombres; despreciando tranquilamente las hazañerías de la ignorancia, fía a los doctos imparciales la decisión de si es o no acreedora al titulo de sabia una nación, que funda el mérito de su sabiduría en el aprovechamiento que ha recibido de ella el género humano.

    Una nación cuya náutica y arte militar ha dado a Europa, en vez de un soñado y árido mundo cartesiano, un mundo real y efectivo, manantial perenne de riquezas; en vez de razonamientos voluntarios sobre las leyes, los mejores legisladores de los actuales Estados políticos; en lugar de sofistas impíos, juiciosísimos mantenedores de la única religión que enseña a ser justos; y en vez de vanidades científicas, los reformadores y restauradores de las ciencias. Sabia es, sin duda, la nación, que con menos superfluidad ha acertado a tratar las materias de mayor importancia: sabia, y no con pequeño mérito, la que en medio de una continuación de invasiones violentas, sujeción sucesiva y nunca interrumpida de fenicios, cartagineses, romanos, septentrionales, sarracenos; guerras varias, atroces, civiles, intestinas: frecuentes levantamientos; usurpaciones de provincias por la envidia política; dominaciones a veces tiránicas, a veces lánguidas y nada activas, a veces trastornadoras de su utilidad e intereses mismos; ha podido hacerse gloriosa en el universo, no menos que por sus conquistas, por su saber....


    ¿Y quién, sino la ignorancia instigada por el torpe furor de la malignidad, osará negar que han nacido, que han sido educados en España la mayor parte de aquellos genios incomparables, que en todos los siglos han declamado contra las extravagancias de la razón; que han procurado restituirla al recto conocimiento de la verdad... La religión es la principal ciencia del hombre; ella es la que le distingue, sin equivocación, de los irracionales: en España se han reducido a método y han sido hechas verdaderas ciencias la natural y la revelada. La Moral, unida a la Religión, mantiene al hombre en la perfecta constitución de su naturaleza: ni Roma ni Grecia misma poseen un Séneca como España, el padre, el grande orador de la virtud... el Derecho de Roma, hecho común en toda Europa, aun después de la destrucción de su Imperio, fue la obra obra de un Español; y, con todo eso, España sola, sin mendigar leyes que se establecieron para distintos tiempos, hombres y costumbres, posee en su seno los mejores códigos legislativos que conoce hoy la tierra, renovados sucesiva y prudentemente en las alteraciones de su Monarquía. El arte militar es el escudo de la legislación, el defensivo de las sociedades civiles;... España cuando unió en sí el imperio de casi dos partes del mundo, sojuzgándolas, enseñó a ambas el arte de vencer.

    La náutica enlaza la comunicación de todo el género humano... Si no suministró España el casual hallazgo de la brújula, sus pilotos fueron por lo menos los primeros, que empleándola premeditadamente en mas que atrevidas empresas, tentaron entregarse a la vasta capacidad de mares nunca hollados y dieron a la asombrada tierra el inaudito ejemplo de girar por toda la circunferencia del globo; y ¿de qué nación ha copiado Europa su legislación marítima sino de España que, por la inmensidad de sus posesiones ultramarinas, hubo de formar un código especial para el mar, cuando ni aun para la tierra poseía uno peculiar ninguna de las demás naciones?... España ha sido, después de Grecia, la que ha defendido a la humanidad de las invasiones de nuevas dolencias; la que ha mantenido ileso el dominio de la observación; la que ha comunicado a Europa el arte de investigar por las operaciones del fuego las virtudes medicinales; la que en sus conquistas de Oriente y Occidente abrió un nuevo mundo, no menos rico para los progresos de la Medicina, que para la negociación del comercio....

    La expresión de buen gusto nació en España, y de ella se propagó a los países mismos que, teniéndola siempre en la boca e ignorando de donde se les comunicó, tratan de bárbara a España, nación que promulgó con su enérgico laconismo aquella ley fundamental del método de tratar las ciencias...

    La culpable ignorancia de España ha estado solo en no haber sabido jamás hacer hinchada y jactanciosa ostentación de los muchos e innegables beneficios con que ha obligado a todo el linaje de los hombres. Desgraciada virtud es para el español la moderación. Despierta en fin, hostigado de infames acusaciones, y obligado a rechazarlas con las armas de la verdad, le hacen también delito de la defensa. Es sabio y le culpan de bárbaro; se defiende, y le insultan; presenta pruebas irrefragables, y sin escucharlas se obstina el odio en sustentar su error; y todo esto en el siglo de la Filosofía...

    ¡Oh, siglo ostentador, edad indefinible para las venideras, en que los estudios del hombre y de la verdad yacen despreciados por la fanática inclinación a investigaciones y objetos que nos distraen si no nos corrompen. En esto coloca España el mérito de su saber; no en dramas trazados para combatir la religión pública; no en cursos de educación, dispuestos para destruir la sociedad; no en diccionarios hacinados malignamente para ofuscar la verdad y autorizar la sofistería; no en discursillos frenéticos que ponen su precio en la maledicencia. Saber lo que se debe y como se debe es el mérito científico de mi Patria.

    Tomó Roma su legislación y cultura de los Griegos, cuando ilustrada ya mucha parte de España por los Fenicios, Cartagineses y Griegos mismos, sus ciudades marítimas ostentaban indubitablemente mayor magnificencia que la capital de aquel rústico Imperio que después había de subyugar al orbe...

    Salvaban a España de las violencias que sufría Roma su distancia y separación del centro del Imperio. Las escuelas, que en grande número habían ido erigiéndose en sus ciudades desde las primeras invasiones de los Romanos, florecían tranquilamente, ni perturbadas por el despotismo, ni corrompidas por la italiana depravación. ¿Dónde tiene Italia tres escritores de los tiempos de Tiberio y Cayo hasta Vespasiano, que puedan competir en elegancia, pureza y propiedad con Fabio, Mela, y el culto Moderato?...

    Llevó estos sentimientos a Roma la casa Annaea, y le fueron fatales. Gran Séneca, egregio honor del Pórtico, filósofo único que puede oponer sin rubor el imitador Lacio a la gloriosa Grecia, ¿con qué premios, con qué retribuciones ha obsequiado a tus venerables manes la ingrata Italia, por el inexplicable mérito de haber contenido cinco años en los límites de la virtud al mas desenfrenado y bárbaro de sus tiranos? ¿Cuándo debió Roma a ningún filósofo, de los pocos suyos, servicio igual al que le produjo el magisterio del estoico cordobés?... Admire en hora buena Italia los redondos y sonoros períodos de sus escritores de la edad de Augusto: España está contenta con las virtudes que aprende en la arena sin cal de su estoico. Ni es otra la estimación que hace de su Lucano...

    No sea, en buena hora, poeta épico el joven Lucano; pero sea el poeta de la verdad: sean sus libros la lección de los reyes, el escarmiento de la ambición, el código de la política, y España se satisface con este mérito de su patricio. El destino de esta nación es el de enseñar en todo, y el de no jactarse de lo que enseña....

    Más feliz ha sido con ellos la de Quintiliano; pero ¿cómo había de nacer en España el restaurador de la elocuencia en Roma; el maestro mas excelente de ella; el hombre de mejor gusto, de juicio mas recto entre los latinos? Acalora estas fábulas el miserable anhelo de atribuir a sola Italia el mérito de la invención que rara vez tuvo en la antigüedad: y no las desmienten los que con fallos dignos, no sé si de desprecio o de lástima, porque no ven salir de España enormes novelas de Física, afirman que no ha dado de sí jamás cosa que merezca el agradecimiento de Europa...

    El español Fabio fue el mayor y el último apoyo del saber latino, sustentado por sus discípulos, no sin esplendor, en los felices imperios de los Españoles Trajano y Adriano. Acabada la raza de su gimnasio, ¡qué tinieblas en Roma! ¡qué barbarie en sus tribunales! qué ignorancia, qué descuido en la educación de su juventud! Confiéselo Italia, y no se avergüence de honrar a aquel mismo, a quién el mejor de los emperadores italianos honró con excesiva preferencia a todos los profesores de su edad. Al juicioso Fabio, y a dos emperadores españoles es deudor el Lacio de cuanto bueno supo en los tiempos que corrieron desde Vespasiano hasta Antonino el Filósofo; así como a la casa Annaea y al cordobés M. P. Ladron de todo el buen gusto, que después de Cicerón conservó Roma en la Oratoria y Filosofía, desde el imperio de Claudio hasta el magisterio de Quintiliano.

    Fue, sin duda, gloria muy singular de España haber producido, bajo el imperio de los Césares, los hombres que con mayor crédito y utilidad profesaron la literatura, entre los cuales no son de olvidar ni el elegante Mela, que describió a los romanos el Orbe que habían devastado y aun no conocían, ni el ameno Columela, eminente ilustrador de la mas precisa de las artes; ni el anciano M. Séneca, hombre de prodigiosa memoria y el mejor crítico de los declamadores de su tiempo; ni el digno competidor de Eurípides en las Tragedias de Edipo y Fedra; y añádase, si se quiere, el festivo y popular Marcial, cuyos libros fueron las delicias y entretenimiento de la ociosidad urbana, no sin fruto en lo agudo de sus reprehensiones...

    Pero he aquí que, no contenta España con este insigne mérito, pretende el singularísimo de haber dado a Roma el mejor de sus legisladores. En Séneca le había dado ya el intérprete de las leyes de la Naturaleza; el maestro de las obligaciones humanas, sin cuya aplicación y conocimiento la legislación civil es mas bien yugo que freno de la humanidad. En el universal Adriano le suministró después el segundo Numa, tanto mas recomendable que éste, cuanto lo indeciso, inconstante y vario del Derecho de Roma, en un tiempo en que dominaba al orbe, inducía mayor necesidad de afirmar en leyes fijas el centro de tan vasto imperio....

    Estaba reservado al español Adriano fijar de una vez la perturbada jurisprudencia imperial y trasladar tan señalado ejemplo a los jurisconsultos Gregorio y Hermógenes; a los Emperadores Teodosio y Justiniano y a cuantos después de él se dedicaron a poner en orden la enmarañada selva del Derecho...

    Lo preveo ya: si no se le agradece a España el nacimiento y educación de un soberano tan benemérito de los hombres, peligro corre el grande Ossio; peligro también el Horacio cristiano, Prudencio. Para los que se apellidan filósofos en nuestros días, lejos de ser mérito haber dirigido el primer Concilio general de la Iglesia de Jesucristo, será un efecto de fanatismo; y haber escrito excelentes versos en elogio de los Mártires y en defensa de la Religión, será igualmente lamentable fruto de una preocupada y supersticiosa credulidad...; y despreciarán a Ossio, el catequista de Constantino, el oráculo de la Fe de Nicea, y el mayor Prelado de su siglo en letras, en gravedad, en integridad, y en elocuencia...

    El pío, el inmortal Ossio, fue el instrumento que empleó la mano de Dios para perpetuar la regla de tu unidad y el eterno fundamento de tu duración, dejando a los hombres el símbolo de los decretos del cielo, para que restituyan la paz a la tierra siempre que quieran resolverse a obedecer los documentos del hijo de María. Sí, injuriada España, no te detengan los dicterios de una turba que maldice de lo que la acusa; haz honrada ostentación de tu Prelado de Córdoba: oponle a los mayores varones de cualquiera otra gente: repite, ensalza su crédito, su opinión, su saber, sus fatigas en beneficio de la religión. También esta es filosofía y harto mas sublime, harto mas santa, harto mas necesaria, que los repugnantes sistemas de los sofistas: y pues Ossio se desveló tanto en sus adelantamientos, no es menos acreedor que cualquiera artífice de mundos a la estimación y reconocimiento de su patria...

    Ella educó a Prudencio, el mejor poeta de aquel siglo; y no sin razón. Acaso era entonces España entre las provincias latinas la que mas se señalaba en las letras. Dio un doctísimo y santísimo Pontífice a la silla de Roma: un insigne orador a las escuelas de elocuencia: un poeta no despreciable a la Geografía: un historiador a todos los imperios; al Romano un Príncipe clementísimo y suficientemente literato; ni decayó mucho con la irresistible irrupción de los septentrionales. La multitud de sus Concilios, y la legislación del Fuero Juzgo, dictada por los sabios Prelados que componían aquellas santas asambleas, y que Carlo Magno juzgó digna de que se copiase en gran parte en sus ‘Capitulares’, indican bien que si la ferocidad de una inundación de naciones bárbaras subyugó a la siempre apetecida España, supo ésta inspirar en sus tiranos sentimientos de verdaderos Príncipes y convertir en Monarcas a los usurpadores... Caras sombras de los varones eminentes en virtud y sabiduría, que en aquellos tiempos de furor , de estragos, de inquietud horrenda y universal conservasteis por largo tiempo en España los vestigios de su antiguo esplendor; si no ilustro mi narración con los inmortales partos de vuestras vigilias y provechosa laboriosidad, no es porque no os crea preferibles a cuanto produjo entonces la oprimida tierra. Vuestra memoria durará cuanto el amor a la piedad, a la prudencia y a la virtud...

    En vuestros altos méritos consistía la universal cultura, según el estilo de aquella edad, que hallaron los árabes en España cuando la entraron. Su dominación trasladó a ésta las ciencias de Oriente, como ya dije, y lo que fue una fatalidad para el estado público de la nación, fue un triunfo para sus progresos literarios sobre toda Europa. Los árabes de España la enseñaron a establecer colegios, a edificar observatorios astronómicos, laboratorios químicos, repuestos públicos de medicamentos, reducir a arte la Botánica. ¿Qué aumentos no les debió la Medicina, en tanto grado que el mismo Hipócrates no se avergonzaría de aprender de ellos en muchas cosas? Suya es la invención de las destilaciones químicas, desconocidas de toda la antigüedad: suyas las operaciones del fuego... Suyo el descubrimiento y sustitución de los purgantes benignos a los pocos y peligrosos que empleaba la antigüedad... Suyo el uso del azúcar para formar jarabes, y conservar largo tiempo otras medicinas... La Historia Natural, singularmente aplicada a la Medicina, le es también deudora de notables adelantamientos: el anacardo, sándalo, nuez moscada, el almizcle, ámbar, alcanfor...

    Ni se descuidaba entretanto la subyugada parte de la Nación. Tres Raimundos, casi a un mismo tiempo, aceleraban los progresos de la sana literatura, y agregándola nuevas provincias, insensiblemente iban preparando la feliz revolución que completó después el inmortal Vives. Raimundo de Peñafort, elegido por un Pontífice para dar la última perfección al Código de la legislación eclesiástica, en que ya habían trabajado otros sabios españoles, desempeña dignamente su encargo, da leyes a Roma cristiana, y por no hacer inútil su ocio convierte sus conatos a animar el estudio de las lenguas de Oriente.

    Auxiliale, incitando a todos los Papas, a todos los Príncipes que conoció, su paisano el nunca fatigado Lulio. Abren las primeras escuelas: aquél en Barcelona, éste en Mallorca; rómpese el velo que obscurecía y ocultaba los retiramientos de la antigüedad: percibe Clemente V la luz que desde España iluminaba a la Religión, a la Historia; y a la noticia de los antiguos conocimientos inclínanle oportunamente las instancias del filósofo mallorquín, y decreta por fin en el Concilio de Viena la célebre constitución en que ordena a Roma, Paris, Oxford, Bolonia, y Salamanca mantener cátedras públicas de lenguas orientales con dos maestros en cada una.

    Raimundo Sabunde, por otra parte, se abismaba en la profunda filosofía del hombre, y con atenta meditación se internaba en el orden de su naturaleza. Su reflexión sobre el fin de las potencias intelectuales le guía al descubrimiento del Ente supremo, y deduciendo las relaciones que debe haber entre la criatura racional y su Creador, expone los principios de la religión natural, y enseña al hombre sus obligaciones...

    Los esfuerzos de estos varones (que nombro con singularidad porque contribuyeron a la ilustración de toda Europa); la intención del sabio Alfonso a propagar en sus dominios las artes útiles; las multiplicadas bibliotecas y escuelas de los árabes; la multitud de doctores extranjeros que acudían a España a llevar de ella a sus patrias las ciencias Matemáticas y Naturales de que carecían, dan un evidente testimonio de que cuando los griegos, que arrojó a Italia la toma de Constantinopla por los mahometanos, esparcieron con la lengua griega los estudios de Humanidad y el sabor de la filosofía de su país, no era el del Ebro el que mas necesidad tenía de sus lecciones. Le aprovecharon, ¿porqué se ha de negar?, y no fue pequeña gloria para España señalar la ilustración que recibía con nuevos beneficios a la literatura. En efecto, no bien se restituye a España el doctísimo Antonio de Nebrija, cargado con los despojos de las letras griegas y latinas, cuando, abriendo la guerra contra los acursianos manifiesta la barbarie de sus comentos, y se declara primer restaurador del Derecho que fundó el Español Adriano, coprovincial suyo. Alciato puede tener la gloria de haber escrito mayores volúmenes; pero el breve Diccionario jurídico de Nebrija, en corto papel, fue la brújula que dirigió el rumbo allanado después por el gran Arzobispo de Tarragona.

    ¿Y qué diré yo aquí del gran Ministro de Fernando el Católico y la prudente Isabel, de aquel eterno honor de la púrpura cardenalicia? Del que, con raro ejemplo de integridad, supo hermanar la Política con la Religión, la justicia con el poder, las riquezas con la sabiduría; a quien ni la autoridad, ni la adulación, ni el crédito, ni la peligrosa sagacidad del talento áulico desviaron jamás del austero ejercicio de la virtud, con la cual, como otros falsos políticos con el vicio y engaño, sembró en su nación las semillas de aquella grandeza que debajo del victorioso Carlos encogió y dejó atónita a toda Europa? Su Escuela de Alcalá no fue hija en todo de la universal reforma que se atribuye a los griegos expatriados. Con larga sucesión se derivaron a ella, sin salir de los límites de la Península, el conocimiento de los idiomas de Oriente (que no vino de Constantinopla); los estudios sagrados y jurídicos, que florecían ya en España con suficiente cultura; las ciencias Matemáticas que eran enseñadas por profesores españoles en Paris, y las Naturales que en toda su extensión fueron provincia mas propia del árabe que del griego..; pero ninguna nación de Europa presentará a aquella sazón mayor numero de varones doctísimos en lo que no enseñaron los griegos y se sabía en España que fuesen capaces de desempeñar la ardua empresa que acabaron dichosamente Alfonso de Zamora, el Pinciano, Nebrija, los dos Vergaras, Zúñiga, Coronel y Alfonso de Alcalá.

    El legítimo uso de la erudición oriental nació en esta época para Europa, cuando ya en España era, no solo común, pero empleada debidamente en asuntos dignos, como lo acreditó el Franciscano Raimundo Martínez, aprovechadísimo alumno de la escuela de Barcelona. Son vanas las pretensiones de algunos países sobre el principal influjo en la restauración universal de la literatura, que se observó generalmente al tiempo del Imperio de Carlos V. Los estudios sagrados jamás decayeron en España, como es fácil probar por una continuada serie de Prelados y Teólogos Españoles consumadísimos, que disfrutó Roma sin interrupción. La enseñanza de las lenguas orientales fue también fruto de los conatos de dos doctos Españoles. Uno de ellos, Raimundo Lulio, comenzó el primero a apartarse del común modo de filosofar, y el otro perfeccionó, por suprema autoridad la legislación de la Iglesia. Nebrija, hecho jurisconsulto en España, unió al Derecho las Humanidades que tomó de los griegos de Italia, y dio principio a extinguir la barbarie con que los jurisconsultos italianos habían afeado y hecho ridículo el Derecho de Roma...

    ¿Cuanta enseñanza no comunicó a Europa, al Universo, el penetrante, el descubridor, el sagacísimo Juan Luis Vives?... ¿Por qué mi España, mi sabia España, no ostenta en la capital de su Monarquía estatuas, obeliscos eternos que recuerden sin intermisión el nombre de este ilustre reformador de la Sabiduría? No fue el nombradísimo Bacon más digno del magisterio universal, que le ha adjudicado el olvido del grande hombre que le llevó por la mano, y le indicó el camino... Vives perfeccionó al hombre; demostró los errores del saber en su mismo origen; redujo la razón a sus límites; manifestó a los sabios lo que no eran, y lo que debían ser... España se anticipó a recoger frutos que eran tan suyos. Convirtió hacia sí la enseñanza del mas docto de sus hijos y aprovechó rápidamente en los documentos que adoptaba ya toda Europa. No hubo progreso suyo, siguiendo los pasos de tan gran varón, que no diese en su patria un nuevo aumento a la Sabiduría. Aprende de Vives el Brocense a emplear en todo la Filosofía; aplícala a la investigación de las causas del idioma latino..; y manifestando al Lacio lo que no investigó en el mismo siglo de Augusto, se apodera de las escuelas latinas, y adquiere en su Minerva el nombre que hasta entonces no había merecido ningún gramático.

    Hieren a Melchor Cano las amargas quejas de su patricio sobre el lloroso estado de la Teología: dase por enterado: medita, reflexiona sobre la tópica que debiera establecerse peculiarmente en cada ciencia, antes que Bacon contase esta tópica entre las que faltan; reduce a sus fuentes los argumentos teológicos; los pesa, los confirma; y copiando en parte a Vives, y usando en parte de su penetración, forma la ciencia teológico-escolástica, ordenándola en sistema científico, y dando su complemento a la primera ciencia del racional.

    La Medicina, entre todas, se aventajó en progresos que debe agradecer perpetuamente la humanidad, promovidos por el estudio de la experiencia en ningún otro país con mejor éxito que en España. Heredia observa la mortífera angina: descríbela exactísimamente; despierta Europa a las advertencias del médico español ... y, mejor Esculapio que el fabuloso, salva la vida a innumerables hombres. Ejecuta Mercado igual milagro del arte en las perniciosas calenturas intermitentes, solapada enfermedad que infaliblemente llevaba al sepulcro a cuantos acometía. En tanto, un monje español participa al Orbe el extraño y portentoso arte de dar habla a los mudos, para que después de un siglo se lo apropiase desembarazadamente un extranjero. La exacta experiencia, las puntuales historias de las enfermedades, el conveniente auxilio a los progresos de la humanidad doliente, el examen de las virtudes que en los seres colocó el Creador para el recobro de la salud, eran la Medicina de nuestros profesores. Abrense las riquezas del Nuevo Mundo, y observándolo Monardes con distinta vista que los negociantes de Europa, examina atento sus plantas, piedras, bálsamos, frutos, y escribe la primera ‘Historia medicinal de Indias’, tesoro mas exquisito que el del inagotable Potosí.

    ¿A qué ciencia, a qué arte no llegó la ilustración filosófica del fecundo Vives? En los teólogos y juristas que éste formó, halló Grocio los materiales con que ordenó el Código de las naciones, y la jurisprudencia de los Monarcas.

    Habíanos venido de Francia el inepto gusto a los libros de caballería, que tenían como en embeleso a la ociosa curiosidad del vulgo ínfimo y supremo. Clama Vives contra el abuso; escúchale Cervantes; intenta la destrucción de tal peste; publica el Quijote, y ahuyenta como a las tinieblas la luz al despuntar el sol, aquella insípida e insensata caterva de caballeros, despedazadores de gigantes y conquistadores de reinos nunca oídos.

    ¿Y no osaré yo afirmar que el verdadero espíritu filosófico, mas racional y menos insolente que el ponderado de nuestros días, comunicado a todas las profesiones y artes en aquel meditador siglo, perfeccionó también las que sirven a la ostentación del poder humano, que copian los vivos seres de la Naturaleza, que levantan soberbios testimonios de la inventora necesidad del hombre? ¿Pudo ser Herrera el Arquitecto del Escorial sin filosofía? Sin ella Rivera, Murillo, Velazquez con breve pincel, los émulos del poder divino?...

    Mi mente embebecida con la contemplación de su grandeza misma, manifestada en las obras de tan insignes genios, mueve perezosamente la pluma, que detenida con el letargo de la consideración, admira mas que produce y refiere. No olvida, pasa en silencio de propósito otros muchos y señaladísimos beneficios, que en las ciencias, artes y profesiones de pura conveniencia ha producido el ingenio español. Mi intento fue demostrar que en los asuntos útiles no hay nación que pueda disputarnos los adelantamientos...

    JUAN PABLO FORNER (1756-1797), ‘Oración apologética por la España y su mérito literario’ (1786).



    ¿QUÉ SE DEBE A ESPAÑA? (ABATE CARLO G. DENINA)

    “449
    Se lee en la nueva Enciclopedia por orden de materias: ‘¿Qué se debe a España? Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace diez, ¿qué ha hecho por Europa?’

    Es asombroso que un francés, en una obra que, desde algún punto de vista, tiene carácter nacional, hiciera esta pregunta precisamente en el tiempo en que Francia sostenía una guerra con los ingleses para hacer independiente de una potencia europea los países que España había dado a la Europa, y en el tiempo en que España hacía los más grandes esfuerzos para garantizar nuestras costas meridionales de las incursiones de los corsarios africanos protegidos por Francia. Si el señor Masson, redactor de este artículo, ha creído que al rebuscar los progresos del ingenio humano y de la sociedad en general, se debe hacer abstracción de los intereses de los Estados, ¿cómo no ha temido que un español, a su vez, le pregunte sobre lo que hace la Francia por el género humano desde que existe?...

    Tampoco debo callar aquí que el sr. Cavanilles ha publicado en París hace ya más de un año observaciones sobre este mismo artículo... Me atendré a las expresiones que el sr. Masson se ha servido, porque no se contenta con preguntar lo que ha hecho la España desde hace algún tiempo, sino que demanda lo que ha hecho por la Europa desde hace cuatrocientos, desde hace mil años. Yo contesto que la España ha hecho por la misma Francia, desde el tiempo de Carlomagno y de Alcuino hasta el ministerio de Mazarino, mucho más que la Francia haya podido hacer por las demás naciones.

    Para seguir algún método, hablaré de las ciencias y de las artes con arreglo a su división ordinaria: Teología, Jurisprudencia, Medicina, Física, Matemáticas, Bellas Letras y Bellas Artes.

    Temo que al nombrar la Teología se levante alrededor mío un murmullo... Esta ciencia ha hecho ciertamente grandes progresos en las escuelas de París. Verdad es que algunos de los grandes profesores no eran franceses: San Anselmo, Pedro Lombardo y Santo Tomás eran italianos; Alberto el Grande y Alejandro de Hales, alemanes; Escoto era escocés. Pero lo que importa decir es que antes que hubieran aparecido estos grandes maestros de la Teología escolástica, un español, obispo de Zaragoza, llamado Tajón, había dado el primer modelo de un cuerpo de Teología, y que el primer tratado completo de moral cristiana ha sido la obra de un dominico español... Los biógrafos franceses apenas encontrarán glosadores de la Biblia más juiciosos y más útiles que los Maldonado y los Saa. Verdad es que el Molinismo y el Quietismo deben su origen a los teólogos españoles, y que Jansenius fue una creación de Felipe IV; pero ¿es en España donde se encendió el fuego de las querellas que han atormentado a la Iglesia con respecto a estas doctrinas? ...

    Pero, después de todo, los moralistas escépticos que han hecho honor a la Francia, ¿no se han formado con los libros españoles, tanto como con los alemanes y con los italianos? Porque es de notar que, repasando algunos, los libros clásicos de este género, como la ‘Imitación de Jesucristo’, el ‘Combate espiritual’, la ‘Filotea’, se hicieron en Francia; que los Rodríguez, los Granada, el Cartujo y el fraile Molina eran españoles, y de todos ellos se han aprovechado bien los estimables solitarios de Port Royal que los tradujeron.

    Seguro es que a pesar de la superstición que se complace en atribuir al carácter español el fanatismo religioso, jamás ha hecho en España tantos estragos como en Francia. El cardenal Guillermo de Blois ¿no fue uno de los primeros que creyeron rendir un homenaje a la divina Providencia, entregando a las llamas a los que no pensaban como él? El espíritu perseguidor de los jesuitas ¿en dónde tuvo su origen?...

    La Europa, desde hace largo tiempo, se reprocha las guerras insensatas que sostuvo durante los siglos XII y XIII [las Cruzadas]..., ¿se debe culpar a los devotos españoles? ¿o a los devotos franceses? Todo el mundo sabe de qué nación era San Bernardo, el hombre más grande que la Francia tuvo en aquellos siglos, y nadie ignora que el mejor de los reyes que Francia ha tenido ha sido el jefe de las Cruzadas más ruinosas.

    (...) Algunas de estas instituciones [Órdenes religiosas] han tenido por objeto el de mitigar los males de la humanidad que eran inevitables. Si España no ha sido la cuna de todas estas Órdenes, lo ha sido de una gran parte de ellas. ¿Cuál es la que ha nacido en Francia? La de los cartujos.

    La Ciencia del Gobierno, que constituye la parte principal de la Jurisprudencia, de que voy a hablar, nació en España casi al mismo tiempo que en Italia. No pretendemos canonizar a Fernando V, rey de Aragón, aun cuando se le haya dado el sobre nombre de Católico. Pero ¿a quién debemos establecimientos más útiles que a ese rey español? El sistema de milicia nacional y de ejército permanente..., hasta cierto punto es obra de dicho Fernando... Por otra parte, ¿se podría establecer un paralelo entre los cardenales ministros Cisneros y Richelieu, sin dar preferencia al primero?

    No todo el mundo está de acuerdo sobre la influencia que han tenido los libros que tratan del derecho de gentes en la constitución de los Estados. Si sobre éstos creemos a Voltaire, el ‘Espíritu de las Leyes’... no ha hecho cambiar un solo artículo de los códigos de las naciones... Sea de ello lo que fuere, los más célebres autores de estas materias se han formado con libros españoles, pues sin contar los Suárez, los Vázquez y los demás escolásticos tan alabados por Grocio, la España tuvo a los Fox Morcillo, los Mariana y tantos otros que han hecho mucho más que los Hobbes y los Grocio, que en su mayor parte han precedido a Bodino, que pasa por ser uno de los primeros y de los más profundos.

    En el Derecho civil no han aventajado menos los españoles a los franceses. Covarrubias era citado antes que Cujas por todos los jurisconsultos de todas las naciones que habían aceptado el Derecho romano. Los italianos no dudan en colocar junto a Alciato su contemporáneo, ...al español Covarrubias. Asimismo, un autor francés que debe conocer España porque estudió diez años en el país ha dicho: “El número de jurisconsultos allí es infinito y no se podría negar sin injusticia el que allí la Jurisprudencia es enseñada tan fundamentalmente como la más refinada política”.

    Si volvemos al vista al Derecho canónico..., la Francia... ¿ha tenido, como España un Raimundo de Peñafort? ¿... que el español Antonio Agustín ...sabio, juicioso y prudente canonista? Cualquiera que fuese el saber de los dos Pithou..., no se podría encontrar ninguna de las máximas consignadas en este libro que no lo haya sido en los Concilios de España y que no la hayan enseñado los canonistas españoles. Me bastaría nombrar a Francisco Salgado de Somoza, Francisco de Vitoria y Gabriel Santander, los Vargas, los Sepúlveda, los Simancas, y acaso conviniera mencionar también a Van-Espén.

    (...)¿No es de España de donde nos han llegado los libros [de Farmacia] que se estudiaron durante cuatro siglos en Italia, en Francia y en todo el Norte civilizado de Europa? Se me objetará que estos libros no están ya en uso y que sus autores eran árabes. En cuanto al uso, yo pregunto de buen grado si son absolutamente mejores que los que se han cambiado por ellos. (...) Un sabio apologista de la literatura española pretende que los árabes, así como los visigodos al encontrarse establecidos en España, debe considerarseles como formando parte de la nación, lo mismo que los francos y los borgoñones están comprendidos en la nacionalidad francesa. Pero dejemos a un lado los árabes y preguntemos si Fernel ha sido más grande y más célebre en esta ciencia que Francisco Vallés y si ha habido en Francia médicos superiores a Hernández, a Herrera y a tantos otros del mismo siglo y de la misma nación.

    Si los descubrimientos que han hecho los españoles en un Nuevo Mundo han traído desgraciadamente a Europa una enfermedad hasta entonces desconocida, los médicos españoles han sido los primeros en encontrar remedios para ella. Pedro Pintor y Gonzalo Oviedo no son ignorantes ni desconocidos de los franceses ni de los italianos.

    Pero es necesario tocar algún aspecto de la Anatomía... (A) los italianos... se deben los primeros progresos que hizo la Anatomía... Los flamencos, entonces súbditos españoles, les siguieron de cerca. Vesalio, médico de Carlos V, es todavía muy célebre, y durante algún tiempo un español llamado Valverde fue considerado hasta en Italia como un gran anatomista. ¿Qué tenía entonces la Francia en este orden de cosas? La Vasseur no valía más que Valverde.

    (...) La Italia y la Alemania han superado a las demás naciones en la Botánica y en la Economía rural... Pero cuando se hace memoria de los establecimientos que hizo el cardenal Albornoz en Bolonia, de los que salieron los primeros libros de Agricultura y de Historia Natural, la misma Italia está en deuda con este prelado castellano por los progresos hechos en este orden... Por lo demás, si los españoles no se han dedicado a dar a conocer las producciones del antiguo continente, no han dejado por lo menos de proporcionarle relaciones exactas y razonadas de las plantas, de los minerales y de los animales del nuevo continente que acababan de descubrir.

    Yo sé que Ulises Aldovrandi, el verdadero restaurador de la Historia Natural, sólo comenzó a dar a conocer sus talentos a la vuelta de un viaje que hizo a España. Tournefort no pasó los Pirineos por buscar y coger las hierbas solamente; este hombre célebre... sabía muy bien que España había tenido a los Acosta, a los Hernández, a los Funes, a los Herrera, que habían ilustrado diferentes ramas de la Historia Natural, y que la España podía ofrecerle alguna cosa más que sus producciones naturales.

    Como no es la Francia la que ha producido los Geber, los Roger Bacon y, en los últimos siglos, los Boyles, los Willis, los Staahl y los Vanhelmont, un francés es el que menos derecho tendría a preguntar qué es lo que españoles han hecho en la Química. En todo caso podríamos contestar que Raimundo Lulio era español y que Paracelso no era francés. Además de esto, debemos a los españoles los conocimientos más necesarios para la separación de los metales, que es acaso la parte más esencial de la Química. El jesuita Acosta, en su ‘Historia Natural y Moral de las Indias’, nos suministra noticias mucho más detalladas sobre las amalgamas que las que teníamos de Plinio, de Vitrubio y de los demás autores que le precedieron. Poco después, y en la misma época, Alfonso Barba, español, hizo sobre esta materia un tratado que los franceses todavía encontraban útil ciento cincuenta años después, porque de él se dio una traducción francesa en el año de 1751, después de las que había en alemán y en inglés, y no es ésta la única parte en que los españoles han sido útiles a los franceses.

    (...) ¿Pero podemos dispensarnos de decir aquí que una gran parte de su sistema [de Descartes] parece tomado de Pereira Gómez en su famoso libro titulado ‘Antoniana Margarita’, y de las obras de Francisco Valles?

    El sabio y honrado Feijóo, que hizo el elogio de su nación al mismo tiempo que trataba de ilustrarla y de curarla de sus prejuicios, ha declarado francamente que jamás España había hecho nada en la Física y que la España no tenía nada más que seguidores de Aristóteles. Viviendo en un tiempo en que Europa era una mitad cartesiana y otra neutoniana, Feijóo no se atrevía a pensar que se pudiera, siguiendo a Aristóteles, entrever grandes verdades en el libro de la naturaleza, y que los peripatéticos españoles pudieran suministrar buenas luces alos cartesianos franceses.

    Ni España ni ninguna otra nación disputan a Vieta el honor de haber inventado, en alguna manera el Álgebra, aunque los franceses no ponen en duda que fuera precedido por Tartaglia, por Ferri, por Cardano y otros italianos. Y si se quiere comprehender a los portugueses bajo el nombre de españoles, Núñez fue anterior a Vieta en muchos años y le ha ayudado con sus luces. (...) Lo seguro es que debemos a España este método de calcular, sea porque los españoles lo hayan inventado, sea porque lo hayan recibido de los árabes.

    No es menos cierto que los españoles han contribuido antes que los franceses a los progresos de las demás partes de las Matemáticas. La Europa, en verdad, debe mucho a un francés del siglo XI que fue elegido Papa con el nombre de Silvestre II... pero este Gerberto, este Papa Silvestre, justamente célebre, ¿en dónde aprendió sus doctrinas? ¿No es en España en donde fue a buscar lo que no encontraba en Francia?

    Dos italianos... de la Edad Media, Juan Campanus Novarois y Gerardo de Cremona también han estudiado o enseñado las Matemáticas en España...Y cuando Juan de Sevilla tradujo el ‘Alfragan’ del árabe al latín, ¿había prestado Francia a Europa un servicio semejante?

    (...) En este género (Astronomía) la Italia, la Alemania y la Inglaterra sirvieronse mucho tiempo de las Tablas alfonsinas, obra hecha por los españoles...

    Yo dudo de hasta de si en todo el siglo XVI ha habido en Francia astrónomos comparables a Alfonso de Córdoba y Juan de Rojas... Diré más: que hasta la mitad del siglo XVI los italianos no creían encontrar en ningún otro país mejores maestros de Astronomía que en España. En efecto, Agustín Ricci... astrónomo muy estimado en su tiempo, fue a estudiar Astronomía en Cartagena y en Salamanca. Séame permitido observar aquí que los españoles han tenido parte en todas las invenciones y en todos los acontecimientos de los siglos XV y XVI.

    (...) España puede pretender haber introducido en Europa el papel de hilo. Invención acaso más útil que la de la imprenta, puesto que ésta sin aquélla carecería de importancia. La España y Portugal son las naciones que han hecho el uso más brillante de la brújula y de la Cosmografía, que los antiguos hicieron renacer... ¿Cuál es el cosmógrafo, el navegante, el capitán que se ve nombrado de entre los franceses en toda la historia del descubrimiento de América?...

    Temo que se interprete mi memoria como una sátira y no me atrevo a preguntar si en París se ha tomado a los otomanos como europeos y si se cree que estos bárbaros hayan hecho algún bien a Europa, mas es forzoso preguntarlo: cuando la Europa estuvo amenazada por las armas de Solimán y de Selim ¿quién fue el que las rechazó? La batalla de Lepanto detuvo los progresos de una potencia que había sembrado el espanto en los corazones cristianos. Había en ella buques guerreros de los venecianos, piamonteses, toscanos y de otros Estados marítimos meridionales que supieron juntar los españoles para contener el torrente. ¿Qué hizo Francia en aquella ocasión? ¿Fueron tropas francesas o españolas las que sirvieron de baluarte a Hungría?

    Por ese mismo tiempo se trabajaba para arreglar el Calendario; operación en la cual las Matemáticas hacían imprescindible su utilidad... Pero es de observar que en el cómputo que hizo Gregorio XIII con este fin, las Tablas alfonsinas habían sentado el primer fundamento y además intervinieron Alfonso Chacón, español, y tres napolitanos súbditos del rey de España...

    La mecánica es una parte de las ciencias matemáticas y no dejaremos de notar aquí que España tuvo grandes ingenieros antes que Francia. Durante todo un siglo los franceses han creído que todo el arte de la fortificación había sido creado por Vauban... Con respecto a los orillones, que forman una parte esencial de la arquitectura militar, los españoles tienen tanto derecho como los alemanes a pretender el honor de haber instruido al célebre ingeniero francés. Para las minas, que también son parte esencial de la arquitectura militar, nadie disputa la invención al español Pedro Navarro.

    Los españoles tienen asimismo tan justas pretensiones como los franceses al descubrimiento de la circulación de la sangre...; es, sin embargo, seguro que el español Miguel Servet aportó más luz sobre esta materia que el francés Baseur. España... puede pretender otra de la misma naturaleza, que es la del fluido nervioso, que Doña Oliva de Sabuco fue la primera en hacer notar.

    (...) sobre la manera de hacer hablar a los mudos. Si los libros españoles no estuvieran desgraciadamente pasados de moda, hubiera sido ésta la ocasión de citar a Pedro Ponce, benedictino del convento español de Sahagún, que lo ha inventado o practicado con gran éxito, no solo cincuenta años antes que el abate l’Epée y antes aun que el inglés Wallis y que el suizo Ammal...

    Todavía sería oportuno añadir que Galileo... que los españoles han trabajado con él y le han alentado con ofertas halagüeñas. Yo tengo una carta original de Galileo, por la que se ve que un señor Guevara, en el año 1635, le había comunicado observaciones muy sutiles...

    (...) Los españoles han contribuido muchísimo al progreso de estos estudios [lenguas antiguas]. Fernando Núñez, que llevó a España el conocimiento del griego... ¿no precedió a los Etienne? La Biblia completa salía de las imprentas de Alcalá, en muchas lenguas, cuando el padre de los dos Etienne ensayaba imprimir el Salterio solo en cinco columnas. Antonio de Nebrija y Francisco Sánchez, ‘el Brocense’ ¿han hecho menos que estos franceses o vinieron después que ellos? Entre los que Francisco I llamó a Francia para enseñar las lenguas sabias había tres o cuatro españoles. Esto acaecía en el tiempo en que Luis Vives hacía con gran éxito la guerra a la escolástica. De este famoso triunviro de la literatura del siglo de Carlos V y de Francisco I: Budé, Erasmo y Vives,... éste tenía mejor juicio y más sentido crítico. Su obra sobre la decadencia de las ciencias y de las artes ha causado mayor efecto que ningún otro libro salido de Francia y hasta de Italia...

    Tuvo también España algunos buenos historiadores y literatos hábiles que aclararon el caos de la Historia antigua y de la Iglesia. Se leen en Italia las ‘Vidas de los emperadores’ obra traducida por Pedro Mexía,... doscientos años antes que lo hubieran hecho los Crevier y los Veau... Para la Historia Eclesiástica... los ‘Anales’ del cardenal Baronio ¿quien ayudó al sabio cardenal en la compilación de estos ‘Anales’? Pues era un dominico español llamado Tomás Maluenda a quien hizo el cardenal venir a Roma expresamente.

    No contaré entre los historiadores españoles, aunque fuera de una familia de reyes de España, al cardenal de Aragón que recogió las ‘Vidas de los Papas’, obra tan estimable como la que hizo Baluze en este género. Diré solo que sin los trabajos de Chacón y de Cabrera, la ‘Historia Eclesiástica’ de Fleury sería menos interesante. Para la Historia moderna o medieval, sería fácil comparar las Crónicas de los reyes de Castilla con las de Janville, de Froissard y de Monstrelet. Las bibliotecas de Historia ni aun en Italia ofrecen memorias más antiguas ni juiciosas que las del obispo Rodrigo Ximénez de Rada... y creo que España no es menos rica en buenos historiadores que Francia.

    (...) Después de todo se oyen todavía las arengas, las representaciones y los discursos forenses que se hicieron en Francia durante estos dos últimos reinados... ¿hubieran tenido mayor éxito que los de Núñez, Pérez de Oliva y de García Matamoros?

    Las apologías de la doctrina de Aristóteles que tenemos de Galland y de Perion ¿son hoy o eran en su tiempo acaso más leídas que los discursos pronunciados por los españoles sobre disciplina eclesiástica en el Concilio de Trento?

    Mientras tanto, los españoles formaban a las demás naciones en la elocuencia de la cátedra. Los franceses no tenían aun los Bossuet, los Bourdaloue ni los Lingendo cuando leían los sermones de Francisco de Borja, de Diego Murillo, de Gaspar Sánchez, del cardenal Toledo, de Peralta y de Paravicino. Por otra aprte, las obras de los Granada y de los Rodríguez contribuyeron a formar los Massillon mucho más que todos los autores franceses de aquel tiempo.

    Al hablar de la Poesía, se puede decir aun con mayor seguridad que Francia debe más a España de lo que los otros países deben a Francia. (...) El duque de Orleans, por ejemplo, puede ser comparado con el marqués de Villena y con el de Santillana, pero es posterior, y yo no sé de ningún poeta francés del siglo XV que haya alcanzado el éxito que obtuvieron Juan de Mena y Rodrigo de Cota. Paso en silencio a los Mendoza, los Boscán, los Garcilaso sobre los que nadie creo ques e atreva a colocar los Bellay, los Marot y los Rennier, que fueron sus contemporáneos...

    (...) No temo arriesgar una paradoja al decir que las demás naciones civilizadas perderían menos si faltaran las obras maestras del Parnaso francés de lo que hubiera perdido Francia de faltar los poetas españoles del siglo que precedió al de Luis XIV.

    Hay asimismo cierta especie de poesía en la que Francia no ha podido igualar a España. Los españoles leen todavía con placer tres o cuatro poemas épicos, mientras los franceses se sienten fatigados al cabo de un solo canto de la ‘Henriada’. El juicio sería aun mucho más decisivo si se comprendiera a Camoens entre los españoles. Por lo demás, puesto que teníamos la ‘Jerusalén libertada’ y ‘Los Lusiadas’ más de un siglo antes que la ‘Henriada’ es seguro que Europa nada debe a Francia en este aspecto...

    No terminaría de recorrer las obras de agrado y gusto con las que los españoles han suministrado modelos o ideas a los franceses. Cuando Francia había tenido ya su Pascal, su Fenelon y su Fontenelle, las personas más cultas y más instruidas no encontraban mejores libros que proponer a las princesas que las Novelas de Cervantes. Y nada hay en ‘El Diablo Cojo’, de Lesage, que no se haya tomado de la obra de Luis Vélez de Guevara.

    Pero sobre todo es en la poesía dramática en la que Francia se ha enriquecido a costa de España. Todos los que conocen un poco las obras de Corneille y de Moliere saben cuanto se han aprovechado de las invenciones de Lope de Vega y de Calderón de la Barca, y nadie ignora que la época luminosa de la tragedia francesa ha sido fijada por la imitación de una pieza española de Guillén de Castro. El autor del ‘Nuevo Diccionario Histórico’, al hablar de Scarron, dice que la moda de su tiempo era robar a los españoles cuanto se podía.

    Si los españoles con su imaginación fecunda no hubiesen suministrado argumentos a los poetas de otras naciones, Francia hubiera permanecido largo tiempo en sus asuntos ya trillados... No se trata de saber si las obras de Lope de Rueda, del capitán Virués, de Guillén de Castro, de Lope de Vega, de Cervantes, de Calderón y de tantos otros españoles están tan conformes con las reglas de Aristóteles y con las de Horacio como las de Corneille y las de Moliere. Se pregunta solo si esos restauradores del teatro francés se han aprovechado de lo que los españoles han escrito antes que ellos...

    (...) Los propios italianos declaran que a España se debe en gran parte el progreso que hizo la Música en el siglo XVI. Cuando no se hiciese memoria sino de Bartolomé Rami, Francisco Tovar y Diego Ortiz, que vivieron en los tiempos de Francisco I ... ¿podría presentar la música francesa un solo maestro de aquel tiempo comparable a estos tres?

    (...) Cuando la España tenía los Berruguete, los Becerra, los Vargas, los Pérez de Alexio, dignos discípulos de Miguel Ángel o del Tiziano, sólo había en Francia un Florentin llamado ‘le Roux’, primaticio de Bolonia, y un Juan Cousin, apenas conocido...

    (...) Francisco I había demostrado ya su gusto por las Bellas Artes antes de su desgraciada expedición a Italia; pero hasta después de su vuelta de Madrid no se dedica a hacer florecer estas Artes, sea porque las había encontrado más avanzadas en España, sea por las reflexiones que hizo en su reposo... Lo cierto es que España, bajo el reinado de Carlos V y Felipe II, tenía hábiles arquitectos, escultores y pintores, mientras que Francia sólo tenía iluminadores...

    Acaso los españoles del siglo de Felipe II no han dado a Europa tantas alhajas, tantas cajas cinceladas, tantos dijes, tanta variedad de estofas... pero ¿pretenderán que tengamos en consideración la ligereza de los petimetres, los caprichos de las señoritas de la Ópera y la disipación de los grandes arrendadores que han hecho a Europa tributaria de París? mas bien, acaso, deberíamos quejarnos de esas modas...

    No me persuado que quieran hacer comparaciones de lo que nosotros recibimos de Francia con lo que España nos ha proporcionado y suministra actualmente. Porque, en fin ¿han sido los españoles, a quien ahora se les reprocha el ser inútiles para Europa, ... los que han dejado cultivar el cacao, el azúcar o explotar sus minas? ¿Podremos comparar los preciosos metales con que España nos enriquece desde hace tres siglos con la plata trabajada en París? ¿... no son más convenientes los tejidos de punto de Venecia y España que los brocados de Francia? ¿Hacernos dudar de si el Norte de Europa tiene más necesidad de los tejidos de Lyon que de las lanas de España? ¿O no teníamos acaso índigo para teñir antes que Francia poseyese las Antillas y compartiera la isla de Santo Domingo?...

    Sin embargo, no se puede negar que España, desde hace algún tiempo, casi ha desaparecido del teatro de las Ciencias y de las Artes, y es forzoso dar la razón, en parte, al redactor de este artículo. Verdad es que habiendo formulado una acusación vaga e insidiosa contra España que abarca hasta diez siglos, el señor Masson ha dejado escapar las causas verdaderas de su decadencia, y que éstas merecen ser mejor estudiadas.

    Los españoles que encontraron recursos inagotables en el Nuevo Mundo no revelaron ningún deseo de comerciar con los demás países de Europa, y así no se pusieron en condiciones de seguir los progresos que en ellos se hacía... El oro del Perú, la plata de Potosí, las delicias de Italia, la industria de los flamencos... pertenecía a España ¿Cómo no había de dedicarse al reposo contando con tales ventajas? Las naciones están sujetas a los mismos vicios y vicisitudes que los hombres... tal como nosotros, a fuerza de persuadirnos de que no podemos tener rivales, nos encontramos al final con que otros nos acaban superando.

    He aquí lo que le ha sucedido a España: a mediados del siglo pasado [siglo XVII], cuando España comenzaba a caer necesitaba ser movida por alguna nación que pudiese darla esta emulación, tan útil a las naciones como a los particulares; pero esta nación no se presentó entonces a su vista. Desgraciadamente, se creyó superior a todo lo que la rodeaba. Hacían todavía alguna estimación de Italia, único país por donde los españoles viajaban... pero reinaba entonces en Italia el mismo mal gusto que en España.

    Alemania destrozada por las tropas de Fernando II y por los suecos aun no figuraba en la literatura ni era en las ciencias lo que había sido dos siglos atrás. Los holandeses eran mirados como unos marineros amotinados ¿Podía medirse España con un país que no era la treintava parte de sus dominios en Europa? Los Huygens, los Vosios, los sabios, los literatos de Leyden y de Utrecht eran tenidos en nada por los españoles.

    Inglaterra estaba igualmente muy lejos de excitar la admiración de los demás pueblos... el canciller Bacon poco estimado en su patria entonces, menos lo era aun en otra partes. Shakespeare nada suponía para España. Milton era desconocido y apenas habían nacido Newton y Locke.

    Aun cuando Francia no alcanzaba todavía la consideración que tuvo al final del siglo XVII, era la única que podía merecer la atención de España, pero la antipatía era demasiado grande... para informarse de los progresos franceses en Artes y Ciencias. Cuando el orgulloso ministro de Luis XIII se sintió emulado por los favoritos de Felipe IV, los grandes de España no estaban dispuestos a imitar a los franceses...

    Ya en los comienzos de este siglo [siglo XVIII], España había pasado a ser dominio de un príncipe de la Casa de Francia, y estando gobernada por franceses, tuvo más repugnancia que nunca a aparecer discípula de una nación rival. Los franceses hubieran querido enseñar sus gustos, sus maneras y su idioma a España, y así resultó algo que no era español ni francés... España no ha comenzado a volver hacia lo que debía ser más que cuando ha visto en el trono a reyes nacidos en su seno y tiene a la cabeza de sus negocios ministros cuyos intereses no pueden ser distintos de la Nación y del Estado”.

    ABATE CARLO GIOVANNI DENINA (1731–1813), ‘Discurso leído a la Academia de Berlín” el 26 de Enero de 1786.



    ALABANZA DE ESPAÑA:

    450
    “La península llamada España sólo está contigua al continente de Europa por el lado de Francia, de la que la separan los montes Pirineos. Es abundante en oro, plata, azogue, piedras, aguas minerales, ganados de excelentes calidades y pescas tan abundantes como deliciosas. Esta feliz situación la hizo objeto de la codicia de los fenicios y otros pueblos. Los cartagineses, parte por dolo y parte por fuerza, se establecieron en ella; y los romanos quisieron completar su poder y gloria con la conquista de España, pero encontraron una resistencia que pareció tan extraña como terrible a los soberbios dueños de lo restante del mundo.”
    JOSÉ CADALSO (1741-1782), ‘Cartas marruecas’.



    ELOGIO DE ESPAÑA Y SUS PROVINCIAS:

    451
    “Juicio imparcial de la nación en general y particular por provincias que la componen.

    ESPAÑA:

    El español es honrado,
    Es esforzado y valiente,
    Es moderado y prudente,
    Buen marino y buen soldado.
    Es obediente y callado,
    Es generoso y sufrido,
    Ingenioso y atrevido;
    Y con tal disposición,
    Por falta de aplicación
    Es un tesoro escondido.

    CASTILLA LA NUEVA:

    Castilla la Nueva es
    País sano y agradable;
    La gente, bastante amable;
    Más afecta al interés;
    Todos los campos que ves
    Cultivados con ardid
    Hacen mucho más que un Cid,
    Sin catar jamás el pan,
    Si un año con otro dan
    Cebada para Madrid.

    CASTILLA LA VIEJA:

    Es el castellano viejo
    Hombre de buen corazón
    Y de muy santa intención
    Para dar un buen consejo,
    No es hombre de gran despejo,
    Es algo largo y mohíno
    Y el fruto más peregrino
    Que su sencillez encierra
    Es sólo el que da la tierra:
    El pan, pan y el vino, vino.

    ALCARRIA:

    El alcarreño sencillo
    En su modo de vivir,
    No sabe jamás salir
    De entre romero y tomillo.
    En cualquiera lugarcillo
    Se cría gente muy fiel;
    Echan los pobres la hiel
    Trabajando como brutos,
    Y, al fin, sus colmados frutos
    Es un poquito de miel.

    MANCHA:

    El que llega a caminar
    Por la Mancha, sin falencia
    Le enseñan con gran frecuencia
    La horca antes que el lugar.
    No gustan de trabajar,
    Es gente de poca espera,
    Arman pronto una quimera,
    Y nunca de hambre se mueren,
    Pues son dueños cuando quieren
    De lo que tiene cualquiera.


    EXTREMADURA:

    Espíritu desunido
    Anima a los extremeños;
    Jamás entran en empeños
    Ni quieren tomar partido;
    Cada cual en sí metido
    Y contento en su rincón,
    Huye de toda instrucción,
    Y aunque es grande su viveza,
    Vienen a ser, por pereza,
    Los indios de la nación.

    ANDALUCÍA:

    Al andaluz retador
    Y excesivo en ponderar,
    No se le puede negar
    Es gente de buen humor,
    Jamás conservan rencor;
    Galantean a sus madres,
    Nunca viven sin comadres,
    Y en sus desafíos todos
    Se dicen dos mil apodos
    Y luego quedan compadres.

    ARAGÓN:

    El aragonés, callado,
    Todas las cosas emprende
    Con tesón, y las defiende
    Con espíritu osado;
    Testarudo y porfiado
    A nadie cede su gloria;
    Y para formar historia
    Jamás perdona fatiga
    Y aspira siempre a la intriga,
    Al dominio y la memoria.

    CATALUÑA:

    El catalán, bullicioso,
    Carruajero y navegante,
    Mercader y fabricante,
    Jamás vive con reposo.
    Es un país escabroso,
    A costa de mil afanes,
    Marca tierra, hace planes,
    Y aunque sea en un establo,
    Al fin, por arte del diablo,
    Hace de las piedras panes.

    VALENCIA:

    Valencia, fuera de chanza,
    Que infunde a todos infiero
    Un espíritu ligero
    Muy dispuesto a la mudanza.
    Llevan muy floja la panza;
    Son de corazón muy frío;
    Habitan siempre en un río,
    Y, al fin, tienen de este modo
    La substancia para todo,
    De gente de regadío.

    MURCIA:

    El murciano, trabajando
    Alegre en su barraquilla,
    Al son de una guitarrilla
    Pasa la vida cantando.
    El suele de cuando en cuando
    Jugar una morisqueta;
    Pero su intención es quieta,
    Y cuidar sus naranjicos,
    Criar cuatro gusanicos
    Y guiar una carreta.

    GALICIA:

    No se le puede negar
    A los gallegos más legos
    Que vale por mil gallegos
    El que llama a despuntar;
    No prueba su paladar
    Más que coles y pan seco
    Y hasta el niño más enteco
    Baja el verano a segar
    Con gusto a todo lugar
    menos al lugar de Meco.

    MARAGATOS:

    Los maragatos bonazos
    No son bestias por un tris;
    Que cualquiera del país
    Es un pobre calzonazos.
    Vendiendo mil embarazos
    Van y vienen muy de prisa
    Con sus lienzos; y es la risa
    Que así como me lo quiero,
    Se llevan nuestro dinero,
    Pero nos dan la camisa.

    MONTAÑAS:

    Es del montañés la gloria
    Guardar por antigua prenda
    En una pequeña hacienda
    Una gran ejecutoria
    Del noble país la historia
    A todo alojero embebe
    Y creo que se le debe
    Al montañés esta maña,
    Que es la nobleza de España
    Más cercana que la nieve.

    ASTURIAS:

    El asturiano cerdoso,
    bajo, rechoncho y cuadrado,
    Forcejudo y mal formado,
    Es un mixto de hombre y oso;
    Su carácter es honroso,
    Hombre de bien, mas sin maña,
    Todo lo emprende con saña,
    Y son, según les inclina
    Su afecto, a mozos de esquina,
    las acémilas de España.

    NAVARRA:

    Navarra, en la realidad
    Da de sí la gente honrada;
    Y aunque es un poco pesada,
    Guarda palabra y verdad.
    En todo tiempo y edad
    Son terribles comedores,
    Igualmente bebedores,
    Y todos son fabricantes,
    Asentistas, comerciantes,
    Indianos y capadores.

    RIOJA.

    Es la gente riojana
    Vividora en tal manera,
    Que muy bien a otra cualquiera
    Le puede cardar la lana.
    Es fuerte, robusta y sana,
    Y tiene todo su gozo,
    Desde el más viejo al más mozo,
    Vivir en campaña rasa
    Y, abandonando su casa,
    Pasan la vida en un chozo.

    MALLORCA:

    Del mallorquín el tesoro
    Es el aceite y el vino;
    Aborrece al argelino
    Y a toda casta de moros.
    Ama la plata y el oro
    Y guarda bien su peculio;
    Todo el año es mes de julio,
    Y con rara devoción,
    Da culto y veneración
    A su Raimundo Lulio.

    MADRID:

    Aun las personas más sanas,
    Si son de Madrid nacidas,
    Tienen que hacer sus comidas
    De píldoras y tisanas.
    Diamantes como avellanas,
    Estirado corbatín,
    Ricas vueltas y espadín,
    Suele hacer su adorno bello;
    Mas siempre marcado cuello
    Con sellos de Antón Martín.

    CANARIAS:

    El canario, siempre vago,
    Buscando en el mar su vida,
    Hace toda su comida
    Con un plátano y un trago.
    Trata al inglés con halago
    Y le da el fruto que encierra
    Su fértil y hermosa tierra,
    Y así, viene a ser con maña
    Vasallo del rey de España
    Y hermano del de Inglaterra.

    AMÉRICA:

    El indiano con ardid
    Vence mil riesgos y gana
    Mucho dinero en la Habana
    Para gastarlo en Madrid.
    El vive en continuo ardid
    Y su paradero es,
    Con todo el afán que ves,
    Ser un pretendiente eterno
    De su hábito, o de un gobierno
    O un título de marqués.

    PORTUGAL:

    Cree el portugués finchado
    Que es más que un rey de otra parte
    Que sujeta al mismo Marte
    Y que el mundo ha dominado;
    Que a todos la ley ha dado,
    Que es más fuerte que Sansón,
    Más sabio que Salomón,
    Y creyendo lo que ves,
    Todo, todo, todo es,
    Un terrible mentirón.

    VIZCAYA:

    El vizcaíno, muy severo,
    Con dureza nunca oída,
    Prefiere siempre a su vida
    La defensa de su fuero;
    Es amigo verdadero,
    Es un mercader honrado,
    Un marinero arrestado
    Y es capaz con entereza,
    Sin cansarse la cabeza,
    De escribir más que el Tostado.”

    ANÓNIMO, siglo XVIII, (Manuscrito 10.912, folio 159).
    Última edición por ALACRAN; 26/07/2011 a las 18:34

  12. #12
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    HOMBRES.

    SENTIDO RELIGIOSO:

    452
    “Bien conozco, Dios mío, que nada se hace sobre la tierra sin el concurso de tu adorable Providencia, y por eso, rendido a tus santos decretos, sufro con resignación y paciencia el peso de la humillación y amargura que oprime mi alma. ¡Ah! ¿Cómo no le sufriré, cuando recuerdo tantas y tan graves ofensas como he cometido contra Ti, mi Criador, mi Redentor y Salvador misericordioso, las cuales alejándome de Ti, me hacen indigno de tu protección y digno de más acerbas y durables penas!”
    JOVELLANOS, ‘Anexo a una carta a C. Gz. Posada’.



    SENTIDO MORAL:

    453
    “Toda moral será vana que no coloque el sumo bien en el Supremo Creador de todas las cosas, y el último fin del hombre en el cumplimiento de su ley; de esta ley de amor, cifrada en dos artículos, tan sencillos como sublimes: primero, amor al Supremo Autor de todas las cosas, como al único centro de la verdadera felicidad; segundo, amor a nosotros y nuestros semejantes, como criaturas suyas, capaces de conocerle, de adorarle y de concurrir a los fines de bondad que se propuso en todas sus obras. En el cumplimiento de esta ley se contiene la perfección del hombre natural, civil y religioso, y la suma de la moral natural, política y religiosa.
    JOVELLANOS, ‘Memoria sobre la educación pública’.

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