Jasarhez. Parece como si antes de la Cruzada del ´36 no hubiera habido lucha ninguna contra la Revolución, cuando lo cierto es que fueron los Reyes legítimos, con la porción de pueblo español leales a ellos, los que estuvieron haciendo la guerra a los revolucionarios sin solución de continuidad.
¿Cómo iba usted a esperar que esos mismos cruzados no siguieran con la misma guerra cuando Franco se hizo con el poder efectivo y siguió la misma política revolucionaria que los anteriores al combatir cualquier intento de restauración del Rey legítimo en el poder? La oposición a Franco del pueblo español leal a sus Reyes legítimos es completamente coherente con esa misma lucha que había estado realizando anteriormente desde que los revolucionarios se instalaron en el poder en 1833.
En cuanto al aspecto económico-social le digo otro tanto de lo mismo. Es cierto que en los siglos XVI, XVII y de manera un poco más acentuada en el XVIII se había producido cierta centralización-estatalización en la comunidad política española; pero ello no quita que la situación económico-social española antes de la invasión napoleónica estuviera conformada todavía por un ingente mosaico de pequeños organismos descentralizados y difundidos por todos los municipios de la geografía española que se encargaban autónomamente (es decir, FORALMENTE) de su propia manutención y seguridad económica (gremios, hermandades, consejos municipales, bienes comunales, fundaciones de la Iglesia Católica que regentaban hospitales y centros de educación, universidades, órdenes religiosas, órdenes militares, etc...) sin necesidad de ningún aparato administrativo totalitario que controlara minuciosamente las vidas de los súbditos españoles.
Los revolucionarios, tras los conatos de 1808-1814 y 1820-1823, se instalaron en el poder efectivo en 1833 y desde ahí empezaron a realizar todas las políticas de destrucción de la ordenación político-económica foral autoorganizadora española, tanto mediante medidas directas expoliadoras (desamortización de la Iglesia Católica, órdenes religiosas y órdenes militares, desamortización de los Municipios, expropiación de los bienes y tierras de los miembros de la Familia Real leales al Rey legítimo así como también de los nobles, grandes y pequeños propietarios de tierras también leales a la Legitimidad, destrucción de las libertades forales de las Vascongadas y del Reino de Navarra que providencialmente se habían conservado hasta la llegada de la Revolución como testimonio y prueba de las auténticas libertades concretas frente a la falsa libertad de los revolucionarios liberales, etc...) y medidas indirectas expoliadoras, realizadas por medio del arma favorita y principal de la Revolución: el control de la finanza o dinero (por el sistema bancario privado "nacional", apoyado por el internacional judaico) con el que se realizan las comunicaciones económicas entre los miembros de la comunidad política española (aspecto crucial éste ¡Ay! menos tratado en la literatura tradicionalista legitimista, pero que fue muy bien analizado por el gran economista escocés C.H.Douglas).
Por lo tanto, la solución no pasa por una mayor estatalización totalitaria y controladora de cada unos de los aspectos de la vida de los españoles (como hicieron los revolucionarios liberales, como hizo Franco y como hace actualmente el régimen juancarlista), sino por una vuelta a lo que siempre fue la política española en materia económica-social: foral e independiente de la Administración funcionarial del poder político.
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