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Tema: Prada es el único que habla claro sobre la amenaza separatista

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    Re: Prada es el único que habla claro sobre la amenaza separatista

    Recojo tres artículos que me han parecido interesantes.

    En varios ocasiones se ha puesto en duda que RT y Sputnik se puedan considerar cadenas estatales. Este artículo de ABC explica por encima su génesis:
    Russia Today y Spútnik, continuadores de la escuela propagandística soviética - ABC

    * * *

    Este otro artículo explica por qué es importante la broma a Cospedal al margen de que no nos caiga bien o no la consideremos una digna representante:

    Embustes del lado de Putin

    XAVIER COLÁS
    , Moscú
    , 20 nov. 2017



    Vova (izquierda) y Lexus, los polémicos humoristas rusos. Sergei Karpukhin REUTERS

    Los humoristas que intentaron engañar a Cospedal se prodigan sólo con "rivales del Kremlin" y se definen como "patriotas"


    En el tablero geopolítico mundial Rusia tiene un ejército de uniforme, y otro en chándal sentado delante del ordenador. Maneja bots que difunden mensajes nocivos para los rivales y financia medios de comunicación en idiomas extranjeros para difundir su línea argumental. Pero de vez en cuando, a esta embarrada trinchera bajan dos humoristas: Vovan y Lexus no están a las órdenes de nadie, pero saben hacia dónde hay que disparar.

    Sus víctimas suelen ser siempre personas o entidades que han chocado en un momento o en otro con el Kremlin. El cantante e icono gay Elton John creyó que estaba hablando con el presidente Vladimir Putin. Cuando el líder turco, Recep Tayyip Erdogan, estaba enfrentado con Moscú también sufrió las chanzas de este peligroso dúo. Si eres presidente de un país que ha sido invadido por Rusia (el líder ucraniano Petro Poroshenko) o has osado sancionar a la selección rusa (la Agencia Mundial Antidopaje) ingresas sin tardanza en la lista de sus ocurrencias.

    Su última víctima
    fue la ministra de Defensa española, María Dolores de Cospedal. El pasado viernes, los dos humoristas se hicieron pasar por miembros del Ministerio de Defensa de Letonia y le informaron de que el ex president Carles Puigdemont es un espía ruso apodado Cipollino. Le indican que el 50% de los turistas rusos que viajan a Cataluña son «del servicio especial de Rusia». Incluso ofrecieron la ayuda del Ejército letón para evitar que Cataluña acabe como en Ucrania.

    Según los datos que maneja Moncloa, esté dúo de treintañeros no está ligado a ningún medio de comunicación, aunque cuando gastan sus bromas suelen ser muy entrevistados. Y sus chistes suelen coincidir con la línea del Kremlin. La prensa rusa alguna vez ha sugerido que reciben ayuda para llegar hasta la personalidad a la que quieren engañar; ellos aseguran que sus medios son un puñado de tarjetas de teléfono y «voluntarios» reclutados por internet que les ayudan en cada tarea específica.

    Vova (Vladimir Kuznetsov) nació en Krasnodar y, tras licenciarse en Derecho, trabajó en un periódico sensacionalista entrevistando a famosos. Lexus (Alexei Stolyarov), según ha contado a los medios rusos, nació en Ekaterinburgo y estudió Economía. Ellos aseguran que no son «agentes», sino «patriotas»: humoristas capaces de reírse de algunas cosas pero que «jamás harían nada que pudiese ayudar a los enemigos de Rusia».

    Lo menos gracioso es que algunos de esos enemigos han sido después asesinados (el líder opositor Boris Nemtsov sufrió sus burlas varias veces en 2012, y en 2015 lo mataron por la espalda a pocos metros del Kremlin) o habían sido antes encarcelados, como la soldado ucraniana Nadezhda Savchenko. Arrestada en Ucrania de manera ilegal y encarcelada en Rusia, convencieron a su abogado de que desde la presidencia ucraniana le pedían suspender la huelga de hambre con la que presionaba a Moscú. En este embuste demostraron que dos chistosos bien aleccionados pueden ser más eficaces que un agente secreto, en un caso que dañaba la imagen de Rusia.

    Su nómina de damnificados también incluye a gente ajena a la política: presentadores, futbolistas y actrices. Pero sus gestas más sonadas han remado en la misma dirección que el Kremlin. Ésa es de hecho una de sus líneas rojas. El año pasado afirmaron en una entrevista a The Guardian: «No gastaríamos una broma a Putin. No queremos dañar a nuestro país ni queremos disturbios aquí», lo cual da una idea de lo que buscan cuando perpetran una broma contra el presidente de un país en guerra como Ucrania o contra una ministra de España durante la crisis política más grave que ha vivido el país.

    FUENTE: Declaración de independencia de Cataluña: Embustes del lado de Putin | EL MUNDO

    * * *

    He hablado en varias ocasiones de guerra híbrida. La verdad es que no me gustan mucho estos términos novedosos que se sacan de la manga determinados especialistas; por eso lo he puesto en cursiva. Lo he usado porque lo que está sucediendo creo que encaja dentro del concepto y gente más entendida lo viene utilizando. Alguno puede pensar que estoy diciendo que estamos en guerra. No es así. El término se refiere más bien a una guerra de desinformación y propaganda a nivel global. Este artículo lo explica (y es importante conocer esto al margen del tema catalán/ruso, porque es aplicable a otros países y situaciones):

    Rusia se apunta a la guerra híbrida

    Las guerras ya no se declaran, lo virtual es tan relevante como lo físico y las batallas se producen cada vez más en el espacio informativo

    Nicolás de Pedro, 19 NOV 2017 - 17:57 CET

    Putin da un discurso frente a la estatua de Alejandro III en Yalta, Crimea, este 18 de noviembre. ALEXEY DRUZHININ AFP

    La desinformación representa un grave desafío para las democracias europeas. La difusión de noticias falsas y narrativas tendenciosas a través de las redes sociales, y el efecto de cámaras de eco que generan, amenaza la salud de nuestros debates públicos. Twitter y Facebook facilitan estos debates, en efecto, pero también, cada vez más, la polarización y la confrontación. Y más en tiempos donde las emociones priman sobre la racionalidad y la posverdad sobre el rigor factual. Un entorno, pues, propicio para convertir fortalezas como el libre flujo de información o el carácter abierto y plural de las sociedades europeas en una vulnerabilidad estratégica. Y ahí es donde irrumpe una Rusia que, convencida desde hace años de afrontar una amenaza existencial proveniente de Occidente, ha decidido apostar fuerte en el frente de lo que denomina “guerra de la información”.

    Paradójicamente, el Gobierno ruso cree que simplemente reacciona y hace probar a Europa y EEUU su propia medicina. En la perspectiva del Kremlin, todo forma parte de un gran plan euroatlántico –desde Kósovo a cualquier manifestación en Moscú– urdido con el único fin de usurpar el poder en Rusia. De ahí que los estrategas rusos hayan conceptualizado la llamada “guerra no lineal” y que aquí se ha popularizado como guerra híbrida. La idea central es que las guerras ya no se declaran, los elementos virtuales son tan relevantes como los físicos y las batallas se producen cada vez más en el espacio informativo. Lo más importante y preocupante es que no se establece una distinción nítida entre los periodos de guerra y paz y se asume la naturaleza permanente de la guerra informativa. Situación que se agrava con el aparente convencimiento entre la elite del Kremlin de la imposibilidad de un acomodamiento satisfactorio con Occidente. Debilitar a la UE y la OTAN es, pues, un objetivo prioritario. Y qué mejor manera que hacerlo operando desde dentro de cada uno de los Estados miembros aprovechando, de forma pragmática y desideologizada, cualquier crisis o vulnerabilidad.

    La desinformación –es decir la difusión de información falsa de forma deliberada– es así un elemento decisivo dentro de este esquema de guerra política multidimensional. De ahí que la maquinaria de propaganda rusa esté concebida como un arma estratégica, pero con vocación de ser empleada masivamente para socavar, desorientar, agitar, debilitar o paralizar al adversario. Los escépticos con el desafío de la desinformación rusa arguyen que no hay nada nuevo en esto. Y en parte están en lo cierto. Las injerencias, el engaño y la manipulación política son tan antiguos como nuestra especie. Pero dos elementos diferenciales agravan la situación actual. Por un lado, el contexto de posverdad, de crisis de la mediación –cuestionamiento de los grandes medios tradicionales y de los expertos– y de deslegitimación de las democracias liberales como resultado de la crisis económica. Por otro lado, el auge digital que permite llegar de forma inmediata y sistemática a audiencias masivas con facilidad y bajos costes.

    Y lo hemos visto por toda Europa en múltiples ocasiones en los últimos años, de los países nórdicos a Francia, España o Alemania pasando por el laboratorio ucraniano. Así por ejemplo, cuando todos los indicios apuntaban a la insurgencia rusa como responsable del derribo del vuelo MH17 en julio de 2014 en Ucrania, rápidamente la maquinaria rusa puso en circulación docenas de hipótesis alternativas. Algunas de ellas absolutamente delirantes, pero no importa lo absurdas que fueran, el objetivo no era convencer sino generar el suficiente ruido y confusión que induzcan a pensar que, sencillamente, no era posible determinar quién derribó realmente el avión.

    El diagnóstico está claro, pero en absoluto el remedio. La maquinaria de desinformación rusa ofrece productos sofisticados difíciles de desentrañar y combatir y adaptados a cada audiencia objetiva. Rusia, por ejemplo, alimenta tanto a la izquierda populista como a la derecha xenófoba. En el plano táctico, han proliferado diversas iniciativas –entre ellas el East Stratcom de la UE– para monitorizar y denunciar las noticias falsas y ofrecer información veraz. Pero esto, aun siendo necesario, es solo parte de la solución y acarrea dilemas, ya que siempre será más sencillo y barato saturar un entorno con información falsa que desmentirla y además implica que quien desinforma marca la agenda. Pero qué hacer en el plano estratégico sigue resultando incierto. ¿Es posible y recomendable limitar el flujo de información? ¿Podemos hacerlo anticipadamente sin conocer el contenido solo el emisor? ¿Qué hacer cuando la autoría no está clara? Preguntas, de momento, sin respuestas evidentes.

    Nicolás De Pedro es investigador principal en CIDOB.

    FUENTE: Información: Rusia se apunta a la guerra híbrida | Opinión | EL PAÍS
    Última edición por Kontrapoder; 21/11/2017 a las 01:12
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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