El Carlismo y la Escuela Austríaca
«Aunque parezca paradójico, es probable que una próspera sociedad libre sea en gran medida una sociedad de ligaduras tradicionales» F.A. Hayek
[i]
La conexión entre el
tradicionalismo y el
liberalismo libertario, pese a lo que pueda parecer, es estrecha. Esta íntima unión se manifiesta singularmente en las obras de autores como
Hans Hermann Hoppe,
Erik von Kuehnelt-Leddihn o
Ángel López-Amo[ii]. La teoría de la
Escuela Austríaca del origen de las instituciones, debida fundamentalmente a
Menger y
Hayek[iii], concibe a éstas (Derecho, dinero, mercado, leguaje…) como un producto
espontáneo e indeliberado de la acción humana, y concede, por ello, importancia capital a la
tradición como sustento de esas instituciones que ninguna mente individual habría sido capaz de concebir o crear. La Escuela Austríaca de Economía se ha caracterizado por ser, de entre todas las Escuelas de pensamiento económico, la más radical defensora del
laissez faire y de la
libertad individual. Aunque muchos, por influencia de un falso liberalismo racionalista, lo hayan negado, la tradición es el mejor garante de la libertad y el más eficaz límite frente al despotismo.
Como digo, esta conexión necesaria entre libertad y tradición no siempre ha sido suficientemente apreciada por quienes defendían una u otra. La defensa de las viejas instituciones en
España ha sido tarea del carlismo, quien, no obstante, no se ha caracterizado precisamente por su defensa del
libre mercado ni de la libertad individual, aunque sí compartiera otros elementos con el liberalismo libertario, como su
anti centralismo,
anti estatismo y
anti igualitarismo, así como su defensa de la
propiedad privada y del
Derecho Natural.
La historia del carlismo ha sido difícil. En el siglo XIX, tres guerras perdidas. En el XX, a pesar de haber formado parte del bando vencedor en la
Guerra Civil española, tras el fin de ésta, fue sometido y utilizado de manera cínica por el General
Franco para sus propios intereses. Una vez muerto el dictador, al llegar la
Transición, el pretendiente carlista,
Carlos Hugo, derivó hacia posiciones izquierdistas completamente ajenas al ideario carlista, dejando huérfano al tradicionalismo español. Así, los carlistas-leninistas, como jocosamente se les denominó
[iv], formaron el
Partido Carlista, que acabaría integrándose nada menos que en
Izquierda Unida, mientras que quienes se mantuvieron fieles a la causa tradicionalista fomaron la
Comunión Tradicionalista Carlista (
CTC).
El programa político de este partido contiene propuestas interesantísimas, compatibles, en gran medida, con los ideales de quienes defendemos el liberalismo libertario: defensa de la
vida desde la concepción,
descentralización política, limitación del poder del Estado, interrupción de la hiperinflación legislativa actual, reducción de la intervención estatal en la sanidad y la educación... Para quienes ya conocemos esa íntima unión que existe entre la libertad y la tradición, esto no constituye, de ningún modo, una sorpresa. Lo que, debo reconocer, sí me sorprendió al leer el programa fue que, en materia de política financiera, las propuestas de la CTC estuvieran tomadas directamente- al menos, así lo creo- de las de la Escuela Austríaca.
En concreto, los economistas "austríacos" sostienen que las recurrentes
crisis que sufren las economías capitalistas se deben a cómo está diseñado el sistema financiero
[v]. Simplificando mucho, podemos resumir sus tesis diciendo que:
1) Los
Bancos Centrales llevan a cabo una creación de riqueza falsa. El poder político se liberó de todas los límites que tenía en materia financiera al abandonar definitivamente el
patrón oro. Así, al controlar la cantidad de dinero en circulación y su precio, el Estado alcanzó un ilimitado poder de interferir en la vida de los individuos y de cobrarles impuestos camufladamente a través de la
inflación. Es por eso que Alan Greenspan dice que
«un antagonismo casi histérico hacia el patrón oro une a todos los estatalistas. Parecen darse cuenta, tal vez con mayor claridad y sutileza que muchos liberales, que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento del laissez-faire, y que cada uno implica y requiere el otro».[vi]
2) Los
bancos comerciales también llevan a cabo una falsa creación de riqueza. Si el ciudadano
A ingresa 100 euros en una entidad financiera, ésta, a su vez, se los dará en préstamo al individuo
B (estamos obviando aquí, por considerarlo innecesario, el coeficiente legal de caja, es decir, el porcentaje de las reservas que el banco debe en todo momento conservar por ley). Sin embargo, el ciudadano
A, teóricamente, puede retirar cuando quiera sus 100 euros, porque conserva el derecho de propiedad sobre sus 100 euros. El ciudadano
B también es propietario de los 100 euros. Es decir: donde antes había 100 euros, ahora hay 200, o dos títulos de propiedad en manos de dos personas distintas sobre los mismos 100 euros. Gracias a los privilegios que el Estado ha concedido al sistema financiero, puede darse ésta aberración jurídica: que dos individuos tengan pleno derecho de propiedad sobre la misma cosa. Por supuesto, en aplicación del
Derecho civil, en cualquier otro caso esto sería una estafa.
3) Lo que no se consume se ahorra. El ahorro es la base de la inversión. Durante los últimos años, sin embargo, se han registrado tasas negativas de ahorro, mientras que la inversión aumentaba constantemente. ¿Cómo es esto posible? Pues gracias a la creación mágica de dinero que llevan a cabo los bancos y los bancos centrales. De este modo, muchos empresarios han sido conducidos a realizar inversiones que, en realidad, no eran rentables, aunque debido a la ilusión creada por los bancos, sí lo parecieran. Cuando el mercado destecta esto, se produce la crisis.
¿Qué propone ante esto la Escuela Austríaca? En primer lugar, la
desnacionalización del dinero
[vii], es decir, que la emisión de moneda pase de ser un monopolio público a un negocio privado. Ello requeriría el restablecimiento del patrón oro, y se traduciría en una mayor austeridad por parte de los poderes públicos y, lo que es más importante todavía, en la pérdida de una gran parte del poder que tienen para interferir en la economía. En segundo lugar, los austríacos proponen la aplicación de las mismas reglas -el
Código Civil, en nuestro caso- a los bancos que al resto de las empresas e individuos. Los bancos deberían entonces reinventarse y abandonar la
reserva fraccionaria, al menos tal y como hoy se concibe.
¿Y qué es lo que propone la Comunión Tradicionalista? Leamos su programa político:
«La banca ha contribuido a ello dedicándose a prácticas que se apartan de sus primitivas funciones y han incidido en otras que suponen una aparente creación de riqueza, que se ha demostrado falsa.
Por otra parte, el enorme volumen que ha adquirido el aparato estatal (gobierno central, autonómicos, municipal, parlamentos, senado, etc.) con los escandalosos sueldos de quienes se integran en el mismo es una carga onerosa como nunca se ha dado en la historia ni hoy se da en países cercanos al nuestro, que perjudica seriamente nuestra economía. Además, padecemos un sistema financiero que descansa sobre bases falsas e injustas que generan periódicas crisis, cada vez más acusadas:
1. Los bancos prestan el dinero procedente de los depósitos“a la vista”.
2. La moneda emitida por los bancos centrales carecede respaldo metálico.»
La lectura de este programa político me ha reforzado en mi tesis de que el liberalismo libertario y el tradicionalismo no sólo no se oponen, sino que se complementan y que la tradición es el mejor baluarte de la libertad. La posibilidad de votar a los carlistas no es, por ello, algo impensable para un defensor del liberalismo libertario.
[i] F.A. Hayek
, The Constitution of Liberty, (Londres y Chicago, 1960)
[ii] Véase el artículo de Pablo Molina,
Tradicionalismo y anarcocapitalismo en López-Amo (
La Ilustración Liberal, nº 39)
[iii] Véase especialmente, C. Menger,
Problems of economics and sociology (Urbana, University of Illinois press, 1983) , F.A. Hayek,
Law, Legislation and Liberty (Chicago, 1979) y F.A. Hayek
The fatal conceit (Chicago, 1988).
[iv] M. Vázquez Montalbán,
Crónica sentimental de la Transición (Madrid, 1985).
[v] Véase especialmente J. Huerta de Soto,
Dinero, crédito bancario y ciclos económicos (Madrid, 1998).
[vi] A. Greenspan.
“Gold and Economic Freedom”, en A. Rand,
Capitalism: The Unknown Ideal. (Nueva York, 1967)
[vii] F.A. Hayek,
Denationalisation of Money: An Analysis of the Theory and Practice of Concurrent Currencies (Chicago, 1976)
Fuente:
El penúltimo liberal: El Carlismo y la Escuela Austríaca
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