A los Santos se les tributa un "culto de honor" y de "veneración", o dulía, que no es lo mismo que el "culto de adoración" o latría, específico de Dios. A su vez a la Madre de Dios y Madre Nuestra, Virgen Santísima se le rinde un culto de honor superior al de los Santos, la hiperdulía.

La diversidad en el culto queda expresada en las "fórmulas" de la oración, así cuando nos dirigimos a Dios usamos palabras de petición directas: "Danos el pan de cada día...", pero si dichas preces están dirigidas a la Virgen María o a los Santos, los términos son diferentes: "Rogad por nosotros", es decir, se solicita la intercesión de quienes están en el cielo y tienen una condición especial. De la Virgen María conocemos que no está afectada de Pecado Original y que su Maternidad se produjo mediante la "Inmaculada Concepción". Y, genéricamente, por Santos se conocen todos aquellos que murieron en gracia de Dios y por ello están ante la Beatífica Visión". Aquéllos que murieron por dar testimonio de fe ante el tormento y la persecución, se les conoce como "mártires", que pueden estar "canonizados" por la Iglesia, es decir, proclamados como Santos, y los que son anónimos. La "canonización" es una declaración solemne hecha por un Papa afirmando que tal persona está en el cielo y debe ser honrado por toda la Iglesia. Para proceder a una canonización, además, se ha de estudiar cada caso y se exigen milagros comprobados. Un "milagro" es una intervención segunda o tercera o décimo nona de Dios, o sea, no primaria -acto de creación-, y cuyos efectos son imposibles para todo conocimiento humano.

La canonización sigue un proceso muy severo que va por grados. Primero, "introducción de la causa". Segundo, decreto sobre el ejercicio de las virtudes en grado heroico. Tercero, "beatificación". Cuarto, la "canonización" en sí. Antaño, el examen de las virtudes heroicas de los "Siervos de Dios", no podía comenzar hasta transcurridos como mínimo 50 años después del fallecimiento de la persona. Cuando el Papa publicaba el "decreto de referencia", al siervo de Dios se le llamaba "Venerable", y no se le daba ningún culto público de reverencia. Pero, a partir de entonces, era cuando se procedía al "examen" de los milagros obrados por su "intercesión".

El problema de los protestantes es que aprenden muy bien pasajes y más pasajes, principalmente del Antiguo Testamento, a los que aplican las interpretaciones que se les ocurra según el caso, algo así como nosotros usamos los refranes, pero pocos del Nuevo Testamento, porque hay que partir del hecho de que sus cultos son heréticos. Cristo fundó una sola y única Iglesia, no decenas según los sentimientos, pareceres o intereses de cada cual. Y dado que entre la fundación en la figura de Pedro y la mal llamada Reforma hay 17 siglos, júzguese cual es la verdadera y cuales las heréticas. Por último, la acusación de la veneración de las imágenes (muestra de respeto a la persona u objeto representados) como idolatría, es tan absurda como si a alguien se le ocurriese que por tener fotos de mi padre fallecido yo lo considere como un "dios mane". Pero este es el precio que pagan los ignorantes.