Re: Historia de Asturias
con las de la Monarquía de Toledo, jamás pudo prevalecer esta idea, ni verificarse la restauracion que intentaron , por cuyas causas la organizacion del nuevo poder, no se hizo, ni pudo hacerse, bajo las bases góticas.
Los elementos de la Monarquía asturiana fueron, en efecto, completamente originales; no tomaron prestado nada de las dominaciones que les habian precedido , si exceptuamos las tradiciones puramente locales de independencia y libertad, que hicieron á esta Monarquía predominar y absorber á las demas que simultáneamente se fueron estableciendo en la Península ibérica al abrigo de las ásperas gargantas de la cordillera pirenáica.
CAPÍTULO IV.
Covadonga.—El monasterio.—Fundacion de la colegiata.— Proyecto de Carlos III.—Munuza.—Su derrota.— Pelayo despues de la victoria.—La corte del nuevo Rey.—Sus dominios.—Muerte de Pelayo.—Favila.—Santa Cruz de Cangas.—Alfonso I, Rey de Astúrias.—Discordias entre los árabes.—Luchas del Monarca asturiano.—Toma de Lugo y de Tuy.—Fruto de las excursiones de D. Alfonso.—Cómo califican los historiadores arábigos al Monarca asturiano.— Por qué se le ha dado el nombre de el Católico.
El santuario de Covadonga fud en todos tiempos objeto de veneracion, no solamente por parte de los sencillos habitantes de aquellas comarcas, sino tambien por todos los pobladores de la Península, que veian en aquel agreste rincon el orígen de su independencia.
No han faltado escritores que han querido suponer que ya en tiempo de la guerra de los astures contra los romanos, habia sido el lugar de Covadonga escogido como refugio en los momentos más apurados, y que por esta razon, y conformándose Pelayo con las tradiciones que sobre aquellos lugares existian, los buscó como una fortaleza inexpugnable contra las algaradas del islamismo. Se ha llegado tambien á suponer que en la cueva de Covadonga existia ántes de la época de la invasion arábiga un santuario; pero todas estas aserciones, al paso que atestiguan el gran valor que la tradicion asignaba á estos sitios, no pueden servir de modo alguno para establecer sobre ellos conjeturas, que puedan servir de apoyo y fundamento á la historia.
Sin embargo, como jamas puede ésta prescindir de la tradicion, que en los remotos tiempos suele ser la nnica fuente á donde podemos recurrir para sondear algo en las oscuridades del pasado, se hace preciso que nos detengamos algo en estos lugares. Dejamos más arriba apuntado que el camino que conduce desde la antigua Canicas (hoy Cangas) hasta Covadonga, es un desfiladero que cada vez parece estrecharse más y más. Corre por el fondo del barranco, venciendo con sinuosa marcha las asperezas del terreno, el rio Bueña, formado por el Riuazo y el Diva, que presentan sus orillas cubiertas de una frondosa vegetacion.
La naturaleza, que en los pasados tiempos apénas ofrecia al caminante más que una estrecha y peligrosa senda, ha sido ya domada por el esfuerzo hu
mano, lo cual permite en la actualidad fácil acceso á aquellos lugares.
Cuando el viajero desemboca por el estrecho sendero en Covadonga, cree de pronto haber llegado á los extremos linderos del mundo, tal es la elevacion y aspereza de las montañas que le rodean y que le presentan al pronto una valla insuperable. Percibe por un lado las elevadas crestas del Hines, en tanto que por el otro le cierran el paso ásperas montañas, sobre las cuales vénse aparecer todavía los agrestes picos de Europa, que sirven de límites á la provincia de Astúrias, por la parte del Oriente, en tanto que las últimas estribaciones de estas principales cordilleras forman un complicado urdimbre que dá al paisaje el más variado y pintoresco aspecto.
Si á esto añadimos la espumosa corriente del Diva, que baja hasta las profundidades de la garganta, despeñándose desde el monte Urandi, y el sordo rumor que produce el Rinazo, que tiene su origen en el lago de Nol, comprenderemos toda la sombría majestad de aquellos lugares. Divide el Diva sus aguas ántes de llegar al pié de la montaña, precipitándose uno de los ramales por el interior de la cueva. En el centro de ella ha formado la naturaleza una galería, que el arte ha perfeccionado en algun modo con algunas tablas, que sirven de puente á las aguas del Diva. En un extremo de esta galería vése áun, por un grosero arco de medio punto, una capilla bajo la advocacion de Nuestra Señora de Covadonga, á cuyo lado pueden observarse los epitafios de Pelayo y Alfonso I, que presentan, no obstante, pocas garantías de autenticidad.
Da fácil acceso á la cueva que acabamos de describir un pequeño monasterio, que tiene su iglesia dedicada á San Fernando, y que, segun los caractéres que ofrece su arquitectura, pertenece al siglo xvi. Es cierto que en el templo indicado se descubren algunos vestigios de monumentos bizantinos, especialmente dos sepulcros, que parecen haber pertenecido á los abades del monasterio fundado en aquel sitio, segun se desprende de antiguos privilegios atribuidos á Fernando III y á Alfonso X; pero de esto sólo puede deducirse que, al restaurar el templo, se conservaron piadosamente aquellos restos, más bien como memoria de su antigüedad, que como vestigios de arte, pues en este concepto no merecen ser tenidos en cuenta.
No es fácil señalar con exactitud la época en que quedó abandonado el monasterio, aunque sí puede afirmarse que á fines del siglo xvi ya no moraban en él los monjes, segun se desprende del testimonio de Morales que visitó aquellos sitios por órden del Rey por los años do 1572.
A mediados del siglo xvn establecióse en aquel santuario una colegiata, cuyos canónigos residian, como hoy, en algunas casas situadas cerca del abandonado monasterio. En 1777, un voraz incendio redujo á cenizas la mayor parte del maderaje y alhajas del santuario, catástrofe que excitó la munificencia de Cárlos III, que intentó construir en aquel apartado rincon un monumento digno de memoria eterna. El arquitecto D. Ventura Rodriguez, fué el encargado de presentar el proyecto para llevar á debido cumplimiento esta obra.
El primer cuerpo del edificio debia servir de panteon á Pelayo, sustentando ademas un templo, cuya testera sería la famosa cueva, que de este modo quedaria oculta tras los primores y atalajes del lujoso orden corintio.
Ya dejamos más arriba indicado que de este proyecto, en el que debian invertirse catorce millones de reales, sólo se ejecutó el basamento que consumió dos (1).
Este es el principal teatro de la gloria de Pelayo, que se atrevió, cuando todos desmayaban, á resistir á la poderosa media luna.
Las consecuencias de la jornada de Covadonga fueron inmediatas é importantes, pudiendo decirse que libraron todo el país de la Astúrias trasmontana de la plaga de infieles que le infestaba. De este modo el territorio independiente fué ya todo el que se extiende desde las montañas al mar, y el comprendido entre los rios Eo y Deva.
Cuéntase que Munuza, que habia llegado á establecer en Gijon un gobierno regularmente organizado, tan pronto como recibió la noticia de la desastrosa jornada de Covadonga, se dispuso á abandonar aquellos lugares, temeroso de la actitud hostil que cada dia tomaban los rudos montañeses.
No supo, sin embargo, aprovechar los primeros momentos, y cuando se resolvió al fin á abandonar aquellas inhospitalarias comarcas, fué cortado en la retirada por los montañeses, que envalentonados con el recuerdo de la reciente victoria, destruyeron con su impetuosa acometida las huestes de Munuza, hasta entónces acostumbradas á la victoria. Segun refieren los más antiguos cronistas, el mismo Munuza pagó allí con su vida su excesiva audacia, que le habia hecho aventurarse en un país nacido para la independencia.
Libre ya el territorio propiamente asturiano de enemigos, reconocido Pelayo, por su esfuerzo, jefe de aquella naciente Monarquía, consagrado su poder por el asentimiento unánime de los astures, que veian en él el más digno de conducirlos á la victoria, ocupóse Pelayo en organizar sus fuerzas, vivificar el espíritu del país, y prepararse á la defensa, en caso de que el enemigo derrotado volviese de nuevo á intentar otra invasion.
Pero si en aquellos enriscados montes podia disputar á los musulmanes la victoria, era difícil que se decidiese á descender á las llanuras que en otro tiempo habian constituido la Astúrias Augustana, pues en ella, sus montañeses, mal armados y poco duchos en el arte de una guerra regular y ordenada, no hubieran podido resistir al ímpetu de la caballería musulmana. Por eso no creemos verosímiles las con
(i) En medio de una anchurosa plaza, perforada de un puente ó conducto que sirve de caja al rio Auseva, á la que se sube por escalinatas, se levanta un panteon cuadrado con una sencilla portada para enterramiento del abad y canónigos de aquel cabildo, con una pirámide en el centro, en memoria del infante D. Pelayo. Sobre esta cuadrada mole, que tiene escaleras en tres fachadas, se habia de erigir el gracioso templo rotundo con »u vestibulo y cúpula, apoyada sobre columnas aisladas, y con un magnifico tabernáculo en medio. (cean Bemidez.)
quistas con que algunos escritores tratan de adornar el período de su reinado, tanto más, cuanto que las pone en duda el silencio de los escritores contemporáneos (1). Refieren los primeros, en efecto, que Pelayo verificaba todos los años alguna campaña, destrozando con frecuencia á los enemigos de la patria, rescatando poblaciones enteras del poder del islamismo, y hablan ademas de la conquista de Leon, verificada por este príncipe; pero en todos estos asertos hay visible exageracion.
Más probable es, en efecto, que Pelayo se dedicase exclusivamente á robustecer sus cortos dominios, á destruir los vestigios que la dominación arábiga habia dejado en ellos, y á dar hospitalidad á los muzárabes que, descontentos de la dominacion musulmana que habian aceptado en un principio, se retiraban al abrigo de aquellas montañas que habian opuesto un valladar insuperable á la audacia de los moros.
Para este resultado contaba Pelayo, ademas de los recursos que un país tan agreste presentaba, con la tregua que los árabes le ofrecian, distrayendo su atencion, ya hácia otras empresas, tales como la conquista de la Galia, ya también por sus discordias intestinas, que comenzaban por entónces á minar sordamente la preponderancia musulmana.
La primitiva córte de aquella naciente Monarquía no se separó mucho de la famosa cueva que la habia servido de cuna, pues Pelayo la estableció en la vecina villa de Cangas, que en la actualidad apénas conserva vestigio alguno de su antigua preeminencia.
Segun la tradicion conservada en las antiguas crónicas, tuvo por mujer Pelayo á Gaudiosa, y en ella á sus hijos Favila y Ermisenda, la cual fué dada en matrimonio á Alfonso, hijo de Pedro, duque de Cantábria. que algun tiempo despues debia ilustrar su nombre conheróicas acciones. Este enlace demuestra, que ya desde aquellos remotos tiempos comenzaron á establecerse relaciones amistosas entre los pueblos que resistian la invasion musulmana, y que desde las ásperas cumbres de los Pirineos osaron lanzar el grito de la independencia.
No es probable que todo el territorio de Astúrias obedeciese al experimentado capitan que fué levantado sobre el paves por sus guerreros despues de la victoria de Covadonga, pues hasta algunos años más tarde, no vemos á toda aquella comarca bajo el cetro del mismo príncipe.
Es lo cierto, sin embargo, que desde entónces ya hubo organizado un pequeño núcleo de resistencia que, andando los siglos, habia de convertirse en un formidable Imperio.
Las investigaciones cronológicas más fundadas, fijan la muerte de Pelayo en el año 737 de la Era cristiana, si bien Garibay y el arzobispo D. Rodrigo no están conformes con esta fecha. No obstante, todos convienen que el reinado de este príncipe duró por espacio de diez y nueve años, los cuales empicó en la defensa de su territorio, ocupándose tambien en la organizacion de su gobierno, teniendo presentes los
(i) Ninguno de los cronistas anteriores al arzobispo don Rodrigo habla de las expediciones que se atribuyen á Pelayo. recuerdos de la Monarquía gótica, y en la restauracion de pueblos é iglesias.
Sucedió á Pelayo en el mando de la Monarquía asturiana su hijo Favila, del cual la mayor parte de los historiadores más cercanos á los sucesos, apénas hacen mencion alguna, si exceptuamos la reseña de su desgraciada y poco honrosa muerte, acaecida en los montes de Cangas, en una cacería y en lucha personal con un oso.
Los historiadores posteriores, no contentos sin duda con los escasos relatos que acerca del fugaz reinado de este príncipe existian, fueron, segun costumbre, aumentando con episodios novelescos su vida, y en esta tarea merece especial mencion el cronista Sandoval, que hace detenida relacion de las circunstancias que rodearon la muerte de Favila. Refiere ademas este escritor, que despues de una batalla ganada á los musulmanes, se entregó Favila al ejercicio de la caza, despreciando las prudentes advertencias de su esposa Froiliuba , movida por siniestros presentimientos (1).
De todos modos, el único vestigio que nos resta de la memoria de Favila, es la capilla de Santa Cruz, cerca de Cangas, fundacion que algunos han querido atribuir á Pelayo, pero que por una larga inscripcion se deduce haber sido erigida por Favila en memoria de la jornada de Covadonga.
Excusamos añadir que de este monumento apénas quedan más vestigios que la lápida de que acabamos de hacer mencion; pues en su totalidad esta iglesia ha sido renovada posteriormente, en el siglo xvu, encontrándose en la actualidad abandonada. Aun así, y aunque no ofrezca como monumento artístico ninguna cosa notable, es digna de la atencion que se le tributa por los recuerdos que entraña, relativos á los orígenes de nuestra nacionalidad.
Segun todas las probabilidades, el cuerpo de Favila, así como el de su esposa Froiliuba, reposa en un sepulcro que existe bajo la bóveda de la citada iglesia. Estos son los únicos datos que pueden encontrarse acerca del segundo jefe de la Monarquía asturiana, y áun algunos de ellos se reducen, como acabamos de ver, á meras conjeturas.
Tampoco dicen nada los antiguos cronistas de la sucesion de Favila, lo que ha dado márgen á que se supusiese que bajó al sepulcro sin ella, tanto más, cuanto que le sucedió en el mando, Alfonso, hijo del duque de Cantábria, casado con la hija de Pelayo, Erm ¡senda.
Sin embargo, esta sola razon no es suficiente para negar á Favila su descendencia, pues el Trono no era todavía hereditario, como no lo habia sido tampoco en la córte de Toledo. Es natural que los astures, comprendiendo lo crítico de aquellos tiempos, las continuadas luchas que debian de sostenerse con los infieles, si habian de rescatar la sojuzgada patria, eligiesen por Rey á Alfonso, olvidando á los hijos de Favila;
(<) El episodio de la muerte de Favila ha inspirado á muchos de los anónimos escultores de los siglos medios, que en sus caprichosas ornamentaciones dejaron esculpida la lucha de Favila. En el claustro de la catedral de Oviedo, en uno de los caoiteles, se recuerda este suceso.
pues era sobremanera peligroso colocar las riendas del poder en manos poco experimentadas.
Hé aquí de qué manera subió al Trono de Astúrias Alfonso I, que con sus heróicos esfuerzos debia extender el poder asturiano á más lejanos límites.
Pero áun cuando no se trasmitiese el cetro todavía por herencia, es lo cierto que iba vinculándose en una sola familia, cerrando de esta suerte la puerta á ambiciones peligrosas, que suelen causar sensibles disgustos, de que son víctima los pueblos. Aunque en el trascurso de esta Crónica todavía veremos el ejemplo de algunos Monarcas, que no fueron elevados al sólio por el derecho de sucesion, es, sin embargo, cierto que estos efectos no reconocian su orígen en la eleccion de los súbditos, sino en las inevitables usurpaciones de los siglos que presentan la fuerza como uno de los derechos.
Por la elevacion de Alfonso al Trono de Astúrias, continuaba en esta Monarquía la tradicion gótica, pues no debemos olvidar que este príncipe era hijo del duque Pedro de Cantábria, y príncipe de la milicia en los reinados de Ejica y Witiza, pudiendo elevarse, ademas, su genealogía hasta Leovigildo y Recaredo (1).
Al tomar en sus manos Alfonso las riendas del pequeño Estado asturiano, la discordia con todos sus horrores habia penetrado en el campo de los sectarios del Islam. Veamos cómo.
Cuando los árabes se lanzaron atravesando el Estrecho de Gibraltar sobre el territorio español, reconocian sus caudillos la soberanía de los Califas de Damasco. Estaban muy lejos los musulmanes de formar un solo pueblo al llegar á España; todo lo contrario, penetraron en ella distintas tríbus y razas de árabes, berberiscos, sirios y mauritanos, que si bien en un principio, atentos al comun peligro, guardaron unidad en las operaciones, tan pronto como quedaron poseedores de la Península ibérica, renació entre ellos el espíritu de disidencia, originado por la diversidad de orígen.
Cada caudillo de los principales que habia logrado establecerse en un territorio y que contaba con cierto número de combatientes dispuestos á secundar sus ambiciones, veia con disgusto la dependencia, tanto más, cuanto que se encontraba demasiado léjos de la Península la residencia del poder supremo.
No tardaron, pues, muchos de los jeques musulmanes en considerarse como independientes, presentándose con frecuencia en abierta hostilidad contra los que pretendian ser depositarios del poder del Califa; de suerte, que bien puede decirse que muy poco despues de la conquista, se fundaron en España tantos reinos como provincias existian.
Cuando, á causa de los repetidos reveses sufridos en las regiones de Afranc y en las comarcas de la Cantá
(1) En una escritura de Odoario, obispo de Lugo, fechada en 744, se dice, hablando de este príncipe: «Erat de ttirpe rtgii Reccaredi el Ermenejildi.» En un privilegio otorgado por Alfonso II se encuentra lo siguiente. «Adefontut Reí, Ptlri ducis filiut, qui de Reccaredi regit Gothorum tíirpe descendit.»
Lleva este documento la fecha de 832.
tria (1), desistieron los musulmanes de continuar en la conquista de nuevos territorios, comenzaron á ambicionar los unos lo que poseian los otros, haciéndose entre ellos cruda guerra.
De gran provecho fué para la naciente Monarquía asturiana esta circunstancia, que le permitia robustecerse, sin ser contínuamente hostigada por sus eternos enemigos, y de estas ventajas supo aprovecharse de un modo notable Alfonso tan luego como se vi<5 dueño del cetro de Astúrias.
Es lástima que la deplorable incuria de aquellos tiempos no nos presente un cuadro completo y deslindado de los hechos de Alfonso, de las campañas que sostuvo contra los musulmanes, ni de las comarcas con que engrandeció la obra iniciada por Pelayo.
En este punto, como en otros muchos, hay que completar las omisiones de unos cronistas con las escasas notas de los otros, compulsándolos á todos con los historiadores árabes, á pesar de la poca importancia que daban todavía á aquel reino, encaramado en las asperezas de las montañas.
No obstante, bien podemos asegurar que el primer cuidado de Alfonso fué arrancar á los árabes, la parte más occidental de España, contenida entre los montes y el mar, pues por el lado del Oriente los navarros habian comenzado ya con éxito su lucha con el Islam, y las atenciones no eran tan inmediatas ni urgentes.
El territorio gallego tampoco era poseido pacíficamente por los árabes. En sus enriscados montes defendíanse los descendientes de los suevos, si no siempre con próspera fortuna, al ménos con tesón y encarnizamiento. Atravesando Alfonso el territorio gallego, reanimó con la presencia de sus huestes á sus habitantes, los cuales engrosando sus filas, se lanzaron sobre el enemigo arrebatándole la ciudad de Lugo que devolvió á sus primitivos pobladores, dedicándose infatigable á la restauracion de los templos (2).
Continuó Alfonso despues de este primer hecho el curso del Miño, recobrando tambien de los moros la ciudad de Tuy, si bien no se detuvo á repoblarla, por no debilitar demasiado sus fuerzas, tanto más, cuanto que abrigaba en su mente la idea de más dilatadas empresas.
En su consecuencia penetró atrevidamente por el territorio lusitano, llevándolo todo á sangre y fuego, é introduciendo el pavor y el espanto entre los árabes que no podian comprender, despues de haber poseido la Península ibérica á tan poca costa, que en tan
(<) Aqui tomamos este nombre en su sentido más lato.
(2) In terriloriu Africce , surrexerunl qucedam gentes Tsmaelitarum, el tulerunt iptam terram a chritlianit... nos fecerunl exulet a patria nostra', et fecimui moram per loca deserta multit, temporibus. Postquam Deux... divce memorics principem dominum Adefunsum in sedem ipsius sublimavit , perducti fuimus in sedem tucensem cum nostris mullis et cum cceteris populis tan nobiles, quam ignobiles, et invenimus eam sedem destructam et inhabilabilem factam. Tune denique laboramus ibidem , et tedificamus domum Dei et ecclesiam Sanctce Mario?, presimus loca palatii el ipsam civitatem, reslauramus eam intus et furis, el plantavimus vincas et pomifera. Prcelerea vero fecimut de noslra familia possessores per undique partes, ct dedimus illis boves ad laborandum , et jumenta ad serriendum eis.—Odoar o hablando de la restauracion de Lugo.
corto espacio de tiempo hubiese podido organizarse una resistencia tan séria y decidida.
Las ciudades que por este punto cayeron en poder de Alfonso en esta expedicion que bien podemos llamar correría, fueron las de Braga, Viseo, Chaves y Porto. Más que á conservar esta conquista atendia el Monarca asturiano á rescatar de los infieles infinitos muzárabes, con lo cual conseguia repoblar gran parte de su reino de Astúrias; pareciéndole necesario ántes de extender demasiado el territorio de sus dominios, que estos pudiesen presentar un núcleo sólidamente organizado y capaz de resistir con ventaja á las algaradas de los mahometanos.
De esta suerte, puede decirse, que si bien Alfonso atravesó el Duero, y en otras no ménos victoriosas expediciones, plantó el estandarte del cristianismo sobre los muros de Simancas, Saldaña, Avila, Segovia,' Sepúlveda, Osma, Clunia y otras poblaciones de importancia, estos pueblos no llegaron á ser sino algunos siglos más tarde parte integrante de la Monarquía castellana.
En efecto, las tierras llanas necesitaban grandes recursos para ser defendidas de las acometidas impetuosas de la caballería árabe; y todavía los musulmanes, aunque envueltos en luchas intestinas, podian oponer á los nacientes reinos de la montaña, grandes recursos.
Pero de estas excursiones sacó Alfonso grandes ventajas. Reanimaba con ellas el espíritu de los pueblos cristianos, que comenzaban á comprender que la obra de la reconquista de la patria no era imposible, siempre que en ella se desplegasen la energía y la tenacidad incansables; con la multitud de cristianos que se veian libres del yugo musulman se repoblaban muchos de los lugares que en las montañas hasta entónces habian permanecido inhabitados, siéndolo en efecto las fértiles y pintorescas costas de Galicia y las montañas de Liébana y Trasmiera, que podian desde entonces oponer un respetable valladar á las incursiones de los enemigos.
El botin que se apresaba en estas dilatadas expediciones, al mismo tiempo que suministraba los necesarios recursos para comenzar nuevas empresas, servia para dar más esplendor y magnificencia á la naciente córte de los astures, con lo cual adquiria indudablemente mayor significacion é importancia.
Siguiendo este mismo sistema, tambien recorrió Alfonso los territorios comprendidos entre los rios Esla, Duero, Pisuerga y Carrion, conocidos con el nombre de Campos Góticos, y despues de retirar hácia las montañas á los habitantes cristianos, arrasó aquellos campos por completo, para que mediasen entre sus Estados y los musulmanes, nuevos obstáculos que vencer.
De este modo, desde el extremo Occidente hasta las corrientes del Ebro, trazó con sus correrías un extenso arco, poniéndose en comunicacion con los navarros, á quienes respetó por entónces su independencia. Las córtes cristianas no habian llegado todavía á una época de cultura que pudiese enseñarles la inmensa ventaja que les resultaria de combinar sus esfuerzos en una obra comun.
Las expediciones de Alfonso han sido consignadas tambien en los historiadores arábigos, que despues de dar al príncipe cristiano, siguiendo los impulsos de su lenguaje pintoresco, los sobrenombres de el terrible , el matador de hombres, el Ayo de la espada, laméntanse amargamente de que los jeques musulmanes no apagasen en su corazon sus recíprocas rencillas, ante un enemigo tan formidable y que tantos estragos causaba en los Estados del Islam.
En resúmen, podemos afirmar que de todos los países que recorrió Alfonso con su triunfante espada, sólo conservó, segun atestigua el arzobispo D. Rodrigo, á Lugo, á Leon y Astorga; si bien todavía habian de caer de nuevo en manos de los infieles, no pudiendo recabar de un modo definitivo su independencia, hasta que el terrible Almanzor fuese vencido en los campos de Calatañazor.
Los cronistas dan á este Monarca el sobrenombre de Católico, fundándose para ello en la atencion que dedicó especialmente á la restauracion de templos, dotándolos de todos los recursos de que. podia disponer, teniendo en cuenta los apuros de los tiempos. Este calificativo habia de ser en adelante" el distintivo de los Reyes de España.
Tal es en resúmen considerado, y como nos lo permiten las escasas fuentes que existen sobre estos oscuros tiempos, el gobierno de Alfonso el Católico, que despues de diez y ocho años de reinado recibió el descanso eterno, siendo enterrado en el monasterio de Santa María de Covadonga, en compañía de la Reina Ermisenda, su mujer.
Triste es, en efecto, que los cronistas de aquellos remotos tiempos, hagan más bien que la historia de los pueblos, la biografía de los Reyes,' cuidándose muy poco del desarrollo sucesivo de las instituciones en que iba fundándose aquel naciente reino. Por esta razon en estos puntos tenemos que contentarnos con algunas conjeturas más ó ménos fundadas; pero que siempre son interesantes cuando se trata de los orígenes de un pueblo, que en lo futuro deberia repre . sentar un papel importante en los destinos de la Europa.
CAPITULO V.
Froila I.—Sus ordenanzas sobre el clero.—Discordias civiles. —Somete Froila á los gallegos. —Expedicion contra los vascos.—Casamiento de Froila.—Victoria de Pontumio.— Oviedo.—Conjeturas sobre su fundacion.—La basílica del Salvador.—Muerte de Vimarano.—Aurelio.—Paz con los árabes.—Rebelion de los siervos. —Silo.—Continúa la paz con los árabes.—Nueva rebelion de los gallegos.—Derrota de Cebrero.—Trasládase la corte á Pravia.— Adopta Silo como heredero á Alfonso.—Mauregato.—Conjeturas sobre su nombre y origen.—Batalla de San Pedro de los Pilares. —El feudo de las Cien doncellat.—Veremundo el Diácono.
Cuando la causa de los cristianos marchaba más prósperamente, aprovechándose de las ventajas que les ofrecia la division intestina de los musulmanes, la elevacion al trono de Astúrias de algunos monarcas, que no correspondian, en verdad, con las exigencias de los tiempos, vino á entorpecer la reconquista,
aplazando de un modo indefinido la obra de nuestra reconstitucion.
Todavía los árabes no habian conseguido establecer en la Península un gobierno sólidamente constituido, pues sus ambiciones particulares mantenian contínuamente encendida la tea de la discordia, haciéndoles olvidar su primordial objeto. Si los inmediatos sucesores de Alfonso I hubieran sabido continuar las tradiciones de esfuerzo y heroismo que él les habia legado , aprovechándose de las revueltas que precedieron y siguieron á la instalacion del Califato de Córdoba, la causa de los cristianos hubiera mejorado de un modo visible, y abreviado una cruenta y obstinada lucha; pero aunque Froila I su primogénito, que le sucedió, conservase algunas de las dotes que habian adornado á su padre, estaba muy léjos de parecérsele en la bondad de carácter, que le habia hecho querido y respetado de sus pueblos.
Atribúyense á Froila varias ordenanzas encaminadas á hacer cesar la tolerancia que hasta entónces se habia notado en el clero con respecto á la poca observancia del celibato , tolerancia que algunos cronistas hacen arrancar del reinado de Witiza, cuya memoria por esta sola causa, nos han trasmitido cubierta con los más negros colores. ,
No deja de parecer extraño que se achaque á Witiza una falta que solo puede atribuírsele por los que acostumbran á copiar á los escritores que les precedieron, sin detenerse á pensar en los motivos que pudieron dar márgen á estas aserciones. No es verosímil que Witiza hubiese fomentado el matrimonio entre los individuos de la clase sacerdotal, pues ésta era una costumbre que venia observándose desde los primeros tiempos del cristianismo; sin que á pesar de las tendencias que se notaban en los afiliados á esta doctrina hácia el celibato, pudiese decirse que sobre este punto se hubiese establecido nada que fuese invariable y decidido.
La Iglesia de Toledo habia adquirido desde su nacimiento cierta independencia de la supremacía romana , cosa muy natural, si tenemos presente que apénas se reconociera ésta todavía, y que el obispo de Roma podia considerarse entónces más bien que como el jefe del cristianismo, como uno de los prelados de la Iglesia.
Esta supremacía no se estableció sin que hubiesen precedido luchas y oposiciones, algunas de las cuales dieron lugar á sensibles disidencias, que aun hoy trabajan al cristianismo, y por lo tanto los primeros Monarcas que tuvieron que sufrir las imposiciones de Roma, protestaron algunas veces contra lo que creian que era una coartacion de sus facultades.
Es lo cierto que Witiza jamás quiso reconocer la soberanía omnímoda de Roma, aspirando, por el contrario, á mantener en cierta independencia á la Iglesia española, y esta es la principal causa de que se supusiese que en su tiempo se permitió el matrimonio entre los sacerdotes. Esta costumbre, como ya dejamos indicado, es muy anterior á Witiza, y bastante tiempo despues el Papa Gregorio VII dirige todos sus esfuerzos para reemplazarla por el celibato de los ministros del cristianismo.
La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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