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Tema: “Transición”... para que volviera a las andadas la mafia catalanista de la República

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    Re: “Transición”... para que volviera a las andadas la mafia catalanista de la Repúbl

    Notas documentales para los que cantan “Els segadors”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 513, 6-Nov-1976

    PARA LOS QUE CANTAN “ELS SEGADORS”


    Un libro de portada bien explícita: "Cataluña quiere despeñarse y España se lo impide"


    VÉASE «Historia de la Iglesia Católica», vol. IV (Editorial B.A.C., pág. 41: «
    El catolicismo pierde la hegemonía de Europa», pág. 14 (capítulo I); «... se habla de la paz de Westfalia, el Tratado de Paz de 1648, sobre las ruinas de las mártires Austria y España, exhaustas en su lucha macabeica contra el protestantismo, protegido por Francia —la de Richelieu y Mazarino—, con el fin de convertirse en la dueña de Europa (...) Y no se diga que en Westfalia se puso al frente de Europa una nación católica, la Francia de Luis XIV, porque su política nada tenía de aquel sentido cristiano del antiguo Imperio germánico y de los Austrias españoles, en cuya conciencia pesaba siempre el deber de la defensa de la Iglesia. Francia, en cambio —y es el historiador francés Lavisse quien cínicamente lo proclama— fue "Estado católico y monárquico, aliado de herejes y de los turcos, de rebeldes flamencos, alemanes, húngaros y napolitanos, la primera en practicar brillantemente la política del egoísmo nacional"».

    ROSELLON Y PAÍS VASCO, OBJETIVOS DE LA «GRANDEUR» DE FRANCIA

    Por ello, mientras el «cristianísimo» Luis XIII y su aún más «cristianísimo» ministro cardenal Richelieu ayudaban a los turcos a asolar a Europa para atacar a Austria por el flanco, mandaban sus agentes a España para agitarla. Objetivo principal: hacerse con el Rosellón, tierra catalana y española, y con el norte del País Vasco, para asentar bien su expansión e imperialismo.

    No podemos dejar de reconocer lo nefasto de la política del conde-duque de Olivares, que Richelieu supo aprovechar maquiavélicamente.

    El caso es que, como reacción a la misma —y alentados por turbios intereses—, estallaba en Barcelona la conspiración que luego la romántica leyenda ha personificado más o menos en la reunión anual de los «segadores» propia de junio, cuyo estallido fue el «Corpus de Sangre» (que glorifica la canción-himno catalán), y en el cual se incendiaron no pocos palacios, se atropellaron no pocos conventos con el pretexto de la búsqueda de enemigos escondidos y se arrastraban por las calles los cuerpos del virrey (catalán por cierto) conde de Santa Coloma y de no pocos linchados. Era en 1640. Proclamóse rey y entregóse Cataluña a Luis XIII de Francia en 1641 .

    Pero Francia ya tenía lo que quería: el bollo. Bien asegurada del Rosellón, su objetivo, importábale un bledo todo lo demás, y mientras sus tropas invasoras trataban con el desdén con que siempre los franceses han tenido por los catalanes y se portaban con atropellos peores que los que habían cometido las tropas llamadas «castellanas», se apresuraba a dejar a la Generalitat, que se le había entregado, en la estacada. Y si pudo restablecerse con todos los honores el tradicional Gobierno autónomo de Cataluña fue gracias al perdón y olvido que se apresuró a otorgar Felipe IV (ya desaparecido su desgraciado valido), reintegrándole la integridad de toda su autonomía, fueros y privilegios. Y tanto fue así que los demás virreyes, de notable buena política, como el que puede llamarse Juan II de Austria (hijo natural de Felipe IV), y, en el siguiente reinado, el príncipe de Darmstadt, eran —sobre todo el ultimo- ídolos de los catalanes. No era raro esto, pues Austria fue siempre modelo de respeto a sus distintos Estados, quienes poseían, todos, sus dietas y parlamentos, dentro de la fidelidad al emperador y a la Patria común. Hasta el punto de que Cataluña se convirtió en baluarte del contra-afracesamiento, sobre todo cuando podía ver la labor de descatalanización llevada a cabo por Francia en el Rosellón, que había de consumar definitivamente, como lo vemos aun hoy en día (no es el Rosellón, es el Departement des Pyrenées Orientales) al hacer perder a los perpiñaneses toda conciencia de catalanidad. Ya sabemos que para el incurable orgullo de París, las maravillosas lenguas de Verdaguer y de Mistral son «patois».

    «CATALUÑA, DESENGAÑADA»

    Tal es el título de un libro cuya portada, significativa en alto grado, reproducimos: “Discursos de Alejandro de Ros, deán de la iglesia de Tortosa y protonotario apostólico”, impresos en 1646 en Nápoles huyendo de la tiranía francesa.

    En él se ve a España deteniendo a Cataluña cuando ésta, suicida, intenta despeñarse por el precipicio.

    Y LA HISTORIA VIENE REPITIÉNDOSE...

    Cataluña, implorando el auxilio de España para liberarse del yugo francés... Y es que había perdido el «seny», entregándose a los agitadores. Para recurrir luego a las «odiadas» espadas, a fin de verse libre de los forajidos, a quienes, insensatamente, había criado: siempre la política catalana ha sido la de criar cuervos para que «les saquen los ojos»... y para tener que pedir, más tarde, auxilio.

    Tal sucedió cuando las turbas, en la mitad de la década de los 30, arrasaron tantas obras de arte y conventos en Barcelona, asesinando a centenares de frailes, destrozando Poblet y arrastrando la momia de Jaime I el Conquistador (de quien quieren olvidar que su sepulcro, ahora tan venerado, quedó vacío).

    Frutos de su liberalismo ya fueron, para la pobre Barcelona, los tristes espectáculos de los primeros años de la década de los 40, en el siglo XIX. No en vano ha quedado en sus anales ver a tan ilustre ciudad, un momento, en manos de una junta revolucionaria (auténtica precursora de la FAI), la de Carsy (compuesta de chocolateros, vendedores de fósforos, etc.), cuyo hombre fuerte era el carpintero Bernardo Xinxola. No en vano quedó, como para eterno memorial, la llamada burlescamente «Auca d'en Bernat Xinxola»...

    Y como, en 1906, se forma un triste y monstruoso engendro (absurdo intento de mancomunar desde los más extremados liberales hasta los carlistas) cual fue la “Solidaritat” de Cataluña..., tres años después de la Semana Trágica (por cierto, ahora -1976- glorificada en el cine con «La ciutat cremada» —«La ciudad en llamas»—), ve arder todos sus conventos hasta ser liberada por la siempre criticada «tropa» militar.

    Y como, en 1917, se organiza aquel sainete cómico-lírico, pero que más tarde tendría consecuencias dramáticas, de “l'Assemblea de Parlamentaris”, inicio de seis años de desórdenes y atentados diarios (cumpliéndose la profecía de Maragall: ¡El fang deis teus carrers, oh Barcelona, es pastat en sang! «¡El fango de sus calles, oh Barcelona, es pastado en sangre!»), hasta aclamar, harta de tanta pesadilla, en un profundo respiro, al general Primo de Rivera, que, en 1923, le abrió siete años de paz y prosperidad.

    Y desde 1936 a 1939, Cataluña pudo ver cómo el triste Gobierno de la Generalitat se convierte en la marioneta trágica de la FAI primero (asesinatos en la Rabassada mayores que los de Paracuellos; vandálica destrucción, a sangre fría, de casi el 75 por 100 de su maravilloso patrimonio religioso-artístico), UGT y otras turbas después, y, en fin, más tarde de los rusos, que montarían las «checas» con sus celdas de tortura que todos recordamos... y olvidamos.

    ¡Qué suspiro de alivio para tanto pacífico ciudadano —aquello sí era una mayoría silenciosa y azotada— cuando las bravas tropas navarras se descolgaron por Vallvidrera, liberándola de la más espantosa tiranía que quizá haya registrado la Historia sobre un pueblo civilizado!

    Bien es verdad que ahora la «prensa de carril» y la intelectualidad podrida nos descubre que aquello fue la conquista e inicio de la opresión de Franco, con sus alemanes y sus moros.

    HAGA LA PROVIDENCIA...

    Que no veamos realizarse, una vez más, la alegoría de los «Discursos de Alejandro de Ros», tan significativa, y que ilustra estas líneas.

    Y que en España haya hombres (que es lo que hace falta) que puedan detener una vez más a Cataluña, tradicionalmente falta de seny (sensatez) político, en su marcha suicida a despeñarse en un nuevo precipicio.

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    Última edición por ALACRAN; 28/09/2021 a las 14:18
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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