Quito: de reino industrial a república bananera. Historia secreta de América -15-. « coterraneus – el blog de Francisco Núñez Proaño

Quito: de reino industrial a república bananera.

(Extraído de mi obra inédita “Quito fue España”)
Involución hacia el subdesarrollo y la dependencia: “El costo de la campaña del Perú, en términos de dinero, vidas humanas y soldados, había sido cada vez más grave por varios años. El precario estado del erario de Quito y Cuenca había empeorado por la suspensión temporal del tributo indígena, fuente importante de recursos de la Sierra. La imposición por parte Bolívar de una ‘contribución directa’ de tres pesos por ciudadano provocó la airada oposición de personas de toda clase y raza. Otra fuente de fricción fue la política de bajos aranceles o ‘libre comercio’ mantenida por la Gran Colombia, la misma que permitía que los textiles británicos de bajo precio inundaran aquellos mercados que anteriormente habían sido abastecidos por obrajes serranos.”[1] En la Real Audiencia de Quito se desarrolló una industria textil notable[2].Quito exportaba productos animales terminados como ropa de lana a un precio bastante alto en relación a su volumen[3]. Tal fue el nivel de producción que a principios del siglo XVII es posible considerar a la industria textil como una industria que la Corona, los encomenderos y los empresarios coloniales competían por el control de la mano de obra y por los beneficios de la producción textil.[4] Acompañado de esta bonanza industrial y económica se produjo en el siglo XVII un auge demográfico en la Audiencia[5], durante el siglo XVIII el crecimiento poblacional se mantuvo e incluso se incrementó[6], exponiendo así la estabilidad social que permitía un crecimiento sostenido pese a la crisis económica producto de las reformas borbónicas; contrasta en cambio lo sucedido en el siglo XIX, constituido este como el siglo de la “libertad”, de las revoluciones y de las guerras de guerrillas, a partir de la Independencia la población en general y la económicamente activa en particular disminuirían de forma acelerada, desastrosa; entre 1821 y 1915, un período de 94 años los continuos conflictos armados internos cobraron la vida de una tercera parte de la población masculina activa del Ecuador[7], puntualizando que el porcentaje anotado corresponde solo a la guerrilla, sin considerar el alto porcentaje de muertos que dejaron loas grandes batallas ni los muertos ocasionados por las múltiples rebeliones indígenas en todo el territorio nacional, que solo ellas, cuadruplican la cifra de muertos que arroja la guerrilla[8]. “Esta contante mortandad causaba el desmoronamiento creciente de la estructura sico-social de la población, aumentaba la escasez de mano de obra dedicada a actividades productivas, el deterioro de la economía, el estancamiento del desarrollo, el deterioro demográfico y demás funestas consecuencias de todo orden” sentencia el antropólogo, historiador, investigar y científico social Alfredo Costales Samaniego. Las ganancias económicas que habían propiciado un apogeo económico durante los siglos XVI, XVII y la primera mitad del XVIII, se vieron detenidas y finalmente destrozadas primero por las reformas borbónicas, sobre todo por la apertura del libre comercio y por la posterior secesión o independencia[9]. Sin dilaciones la industria quiteña había sido arruinada a lo largo del proceso de la guerra civil entre 1809 y 1824, curiosamente siguiendo los planes del mentado plan inglés de humillar a España. “Quito perdió su principal industria por razones fuera de su control… Los métodos tradicionales de producción y de transporte cayeron víctimas de la política liberal de intercambio transatlántico…” señalaría el investigador histórico Robson Brines Tyrer[10]. Los datos de las exportaciones lo revelan, desde 1768 estas se redujeron en un 64%. Los astilleros de Guayaquil, floreciente durante los dos siglos anteriores, producían en 1822 un tonelaje inferior en dos tercios a su mejor período[11]. Las armerías de Latacunga (cuya calidad de pólvora tanto admiraba Humboldt) y los obrajes de Otavalo no son más que sombras de lo que fueron hacia solo 40 años[12]. Para cuando fuimos anexados a la Gran Colombia, el país vivía ya del cacao; el 70% de los ingresos económicos provenían de esta fruta, único producto que en el momento tenía una productividad alta[13]. Los inicios de la república bananera. Las exportaciones comenzaron a limitarse a productos de tipo agrícola, y comenzaba la expansión del comercio inglés en Quito y toda Sudamérica[14]. La primera globalización económica. Las poderosas factorías británicas se encontraban paradójicamente necesitadas de conquistar el mundo para poder subsistir, consecuencia del capitalismo y de la ética protestante, que veía en el lucro el signo de predestinación. La economía debe subordinarse a la política, pero para la mentalidad moderna y capitalista la política debe someterse a la economía; la ayuda de la gran gerencia de las compañías comerciales anglosajonas, también conocida como corona británica, al prestar apoyo indispensable a la secesión o independencia intentaba no solo acabar con la geopolítica hispana sino y sobre todo alcanzar la hegemonía económica en el continente americano primero y en el mundo después. Las ramas fundamentales del desarrollo, esencialmente la industria, no pudieron resistir la presión de los productos ingleses que, como resultado de la independencia de Guayaquil, comenzaron a invadir todo el país[15], desplazando al producto nacional por su menor precio (logrado por la economía de escala) y por el prestigio cultural de los productos importados. La disyuntiva era clara: o se protege a la industria nacional, castigando arancelariamente las importaciones, o estaríamos condenados a transformarnos del país industrial que éramos en un simple productor de bienes agrícolas y materias primas con todo lo que ello de peligroso implicó de hecho para el futuro. La independencia favoreció, sin duda alguna, a los comerciantes, que comenzaron a levantar el mito de que somos un “país agrario”, incluso afirmando que es “eminentemente agrícola”, lo que es falso y contraviene los hechos de la historia. En resumen: al no apoyar sino que además destruir la industria, el país quedó en manos de unos pocos comerciantes de cacao y banana. Solo estimulando las manufacturas tradicionales y restringiendo el comercio importador, podríamos habernos dado el lujo de ser independientes. La república bananera y de opereta había comenzado. Por Francisco Núñez Proaño.

[1] Van Aken, Mark, El rey de la noche, Ed. Banco Central de Ecuador, Colección Histórica Vol. 21, Quito, 2005, pág. 56

[2] Brines Tyrer, Robson, Historia demográfica y económica de la Audiencia de Quito, Ed. Del Banco Central del Ecuador, Biblioteca de Historia Económica Vol. 1, Quito, 1988, pág. 85.

[3] Ibídem, pág. 86.

[4] Ibídem, pág. 119.

[5] Ibídem, pág. 78

[6] Ibídem.

[7] Costales Samaniego, Alfredo, La guerrilla azul, Ed. Abya Yala, Quito, 2002, pág. 33

[8] Ibídem.

[9] Brines Tyrer, Robson, Ob. Cit., págs. 177, 178

[10] Ibídem, pág 179.

[11] ¿Es rentable ser independientes?, en “El quiteño libre” suplemento especial del diario El Comercio, Quito, 25 de mayo de 2002.

[12] Ibídem.

[13] Ibídem.

[14] Ibídem.

[15] Ibídem.




C. L. A. M. O. R.: Los mártires de la lealtad y las visiones de Sor Lucía del S. Sacramento


Los mártires de la lealtad y las visiones de Sor Lucía del S. Sacramento

El 26 de agosto de 1810 el gobierno revolucionario de Buenos Aires hacía fusilar a don Santiago de Liniers, ex virrey del Río de la Plata y héroe de la reconquista y defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, al brigadier don Juan Antonio Gutiérrez de la Concha, gobernador legítimo de Córdoba del Tucumán, al Dr. don Victorino Rodríguez, asesor de gobierno cordobés, el coronel don Alejo de Allende, comandante de armas de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, y al primer oficial real don Joaquín Moreno, tesorero delegado de la Real Hacienda en dicha intendencia. Todos hombres devotos y leales.


Monasterio de Carmelitas
Descalzas de Córdoba (Las Teresas)
“En los días aciagos ya referidos vivía en olor de santidad en el monasterio de las Teresas de Córdoba Sor Lucía del SSmo. Sacramento. Por mandato del confesor escribió la monja su autobiografía con el título de Amores de Dios con el alma. La parte de la misma que alude a los sucesos del 26 de agosto de 1810 los reprodujo, en 1947, Carlos A. Luque Colombres como apéndice documental de su monografía El Doctor Victorino Rodríguez, primer catedrático de Instituta de la Universidad de Córdoba. [Edición Imprenta de la Universidad de Córdoba, 1947, p. 125 a 129. Apéndice n. 7. El manuscrito, que es copia trasladada del original por una religiosa del monasterio de Las Teresas, se conserva en el archivo del mismo.]


“Van aquí los datos de algún interés.


“Describe la impresión que trajo a las religiosas la entrada del ejército libertador en Córdoba. Ve las abundantísimos gracias que Dios ‘derramaba a manos llenas’ sobre los jefes de la ciudad encomendados en sus oraciones. Los contempla ‘en el campo donde estaban, asechados de multitud de demonios, guardados y defendidos de multitud de ángeles’.


“El 6 de agosto por la mañana, después de encomendarse fervorosamente a la Virgen Nuestra Señora, ‘vi y entendí y oí —apunta en al autobiografía citada— serían muertos los Señores, que efectivamente murieron, los superiores de esta Ciudad y distrito perteneciente a ésta’. Narrólo en recreación a las hermanas, pero todas lo tuvieron ‘por bobada, desvarío o cosa semejante’.


“La noticia de la tragedia final —continúa— fue ‘cosa que sentimos muy mucho, cosa no esperada ni creída’. Parecía inconcebible a aquellas buenas religiosas que hubiera podido perecer así trágicamente lo más granado de la sociedad cordobesa: ‘Daban tantas razones para afirmar que sólo había sido estratagema todo lo que se había dicho y hecho con ellos; decían los tenían vivos y muy ocultos, se creía más esto que lo contrario… Dudo se pasase día que no se hablase de lo dicho: va a cumplirse ya un año…’ De buen grado se hubiera Sor Lucía desdecido de su fatídico anuncio. ¡Pero estaba tan segura! Sin embargo, ‘lo que oía las razones que daban para tener una grande esperanza de que estaban vivos los dichos Señores, yo me consolada y deseábalo tanto a mi sentir o parecer, como la persona más inmediata o llegada a ellos…’


“Ve sus almas en la Gloria. Dícele ‘Nuestro Señor de cada una en particular con lo que se habían hecho dignos y merecedores de tal corona’. Conversa con ellas familiarmente. Le encargan comunicar a sus allegados ‘no tuviesen pena, que era tan grande y tal sus felicidades que no se puede explicar…; bendecían y alababan al Dios de las misericordias que había usado de tanta liberalidad para con ellos, bendecían sus suertes y entonaban cánticos de gratitud al Omnipotente…’


“Contempla, en fin, otro día, luego de comulgar, al Obispo ‘a las orillas de un embravecido mar, tan atribulado y penado, combatido y amenazado de peligros terribles y espantosos, pero al punto mismo —continúa— vio mi alma en una como en forma de nube a las cinco almas santas de quien he hablado poco adelante, que lo protegían, guardaban y defendían…’


“Sor Lucía frisaba a la sazón en los 39 años de edad. Murió el 4 de mayo de 1824, ‘después de llevar una vida admirable en virtudes y favores del Señor’, estampa la monja que transcribió sus apuntes.”


(Cayetano Bruno, S.D.B., La Virgen Generala: Estudio documental [2ª edic., 1994].)