«Cartas del sobrino a su diablo (VIII)» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 10/05/2020.
______________________

Existe un grupo humano, titísimo lindo, que tu fiel sobrinito Orugario se ha propuesto cuidar con esmero mientras dura la plaga coronavírica, como las hormigas cuidan a los pulgones, que es el de quienes aseguran que la izquierda caniche pretende implantar una dictadura comunista (rama chavista o bolivariana, para mayor exotismo tropical y sandunguero). Pues, mientras sus adeptos piensan en obsoletas dictaduras comunistas, se olvidan del guiso que estamos cocinando. Y ya sabes, titonudo Escrutopo, que cuanto menos cree la gente en nosotros, más nos sirve, según escribió aquel tipejo llamado Baudelaire, que nos conocía como si nos hubiese parido.

Ya me dirás, titoncete amado, para qué rabos y pezuñas queremos nosotros una dictadura comunista, que infaliblemente produce mártires, pudiendo implantar un gobierno mundial plutocrático, que sólo produce apóstatas y degenerados. Así, mientras siguen con la tabarra chavista, yo me dedico a lo que nos interesa, que es lo que Michel Foucault llamaba «biopolítica» y nuestro Enemigo «matar los cuerpos y las almas», que consiste en el dominio de las personas mediante el control de los espacios que habitan, de sus relaciones personales, de sus conductas y afectos y hasta de sus pensamientos y anhelos más secretos (pero en realidad transparentes, pues para entonces serán pensamientos y anhelos estereotipados). Un control que los encauzará hacia una «nueva normalidad» que ya no estará regida por leyes que prohíben, coartan o limitan las acciones humanas (como en cualquier democracia o dictadura comunista), sino por normas que actuarán positivamente, estableciendo los comportamientos correctos, que el rebaño acatará mansamente, incluso gozosamente, tras la plaga coronavírica. Quienes se salgan de la norma se convertirán de inmediato en parias que las masas señalarán, por insolidarios; y nuestros gobernantes caniches se encargarán de monitorizarlos, gracias a la tecnología 5G y a los chips subcutáneos con vacuna incorporada que les vamos a implantar, para aplacar sus angustias coronavíricas. Así, el poder dejará de ser coercitivo, para configurarse como un «modo de vida» normativo que las masas aceptarán encantadas (como ahora aceptan que les impongan horarios para salir a dar un paseo), dejando que intervengamos sobre sus experiencias y decisiones cotidianas, que podremos inducir fácilmente; pues la «biopolítica» trata, precisamente, de apropiarse de las almas de los sometidos, mediante la invasión pacífica de su conciencia.

Así, mientras la apedrean con la amenaza de una dictadura comunista (o fascista, lo mismo da), la gente no entenderá que el destrozo de las economías nacionales y la infestación pornográfica, la desaparición de los pequeños negocios y el escarnio de las virtudes tradicionales, la depauperación de las clases medias y la rebelión contra el «heteropatriarcado», la creación de un paro estructural salvaje y la abolición de la familia, la aceptación mansurrona del teletrabajo y el barullete penevulvar, la supresión del dinero en efectivo y la proliferación de aplicaciones para ligar, la implantación de la renta mínima y el antinatalismo tienen todos el mismo objetivo. Y ese objetivo no es (¡ay qué risa, tía Escrutopisa!) la instauración de una dictadura bolivariana, sino de un gobierno plutocrático mundial que favorezca el advenimiento de ese «tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso» que vislumbró el hijodelagrán de Donoso Cortés; un tirano que ya no se encontrará con resistencias «ni físicas ni morales, porque todos los ánimos estarán divididos y todos los patriotismos muertos». Y ese tirano, titirrititín amado, será nuestro mesías, tan anhelado por todos los carcamales que me precedisteis.

https://www.abc.es/opinion/abci-juan...9_noticia.html