A mi juicio se podrian abrir diversas vías de acción que podrian o no confluir en una iniciativa electoral. Si así fuese definitivamente coincido en que la misma no deberia ser meramente testimonial, ni un ejercicio de "gimnasia política" como estupidamente se justificó cierta candidatura hace unos años. Pero veamos sobre que podría girar una acción parapolítica o prepolítica:

1. Una acción de defensa de la Tradición en torno a una asociación unitaria. Vendría a ser una suerte de grupo de presión asentado sobre principios tradicionalistas. De manera que coordinase a diferentes personas, con independencia de su grupo propio para participar en actos de protesta. Vendría a ser una institucionalización -siquiera difusa y discreta- de las actuaciones de protesta en las que han confluido diversos grupos para unir fuerzas (se me ocurre la protesta ante el Alfil, ante Javier Krae o como se llame o la defensa de la Catedral de Bcn ante el ataque de los progre-gays).

2. Una fundación para el estudio y conservación de la Tradición española. Podría editar un boletín de difusión y pedagógico, intentado romper el cerco academicista y la producción para consumo propio que limita nuestro apostolado político.

3. Una "mesa" de debate, coordinación y reunión entre los grupos tradicionalistas. En el que se planteasen acciones en común, se valorase la realidad política y se tomase el pulso de nuestra propia acción social.

¿Esto seria factible? ¿Se podría con esto intentar la implementación de actuaciones claras y efectivas en defensa de la Tradición?

Una addenda final: no es excusa decir que la Iglesia no quiere que la defendamos. Con esas llevamos al menos de la Segunda Guerra Carlista. Cuando suena esto recuerdo un magnífico artículo de gran Manuel de Saanta Cruz en Siempre P´alante a raíz de las declaraciones de Juan Pablo II en Cuba, diciendo que "la religión no puede fundamentar el Estado". Recordaba entonces el insigne articulista: "no es la primera vez que desde la Jerarquía se intenta desactivar la acción política católica. En tiempos del ralliement, el Papa León XIII, gran antiliberal en la doctrina, animó en una peregrinación a Roma de carlistas españoles al reconocimiento de la usurpación isabelina. Los carlistas no hicieron caso, se mantuvieron intransigentes en sus círculos rezando por la conversión de León XIII, y gracias a eso varias décadas después, y con mucho sufrimiento y sangre de por medio fue posible salvar a la Iglesia en la Cruzada de 1936". Apliquemonos el cuento.