Cita Iniciado por Gens Domitorum Ver mensaje

La altanería de este individuo “nuevo”, de este guerrero de nobleza ridícula, no es fuerza de la voluntad ni sentido de la tierra. Es debilidad y cobardía al no ser capaz de anteponer la trascendencia a su propia vida. Es temor a su propia insignificancia y orgullo vano e improductivo. Es la confianza ilusoria de quien se cree libre sin serlo. De todo esto, la triste existencia de Nietzsche fue muestra ejemplificante.

Un saludo en Cristo.
Dicifilmente se podria haber dicho mejor (unicamente cambiaria ejemplificante por ejemplar, pues ejemplificante suena demasiado extranjerizante y, por lo demás, tenemos en la tradición hispana muchas vidas “ejemplares” de las que no tenemos porque avergonzarnos). Y sin embargo, esta crítica, que es verdadera, que es justa y que es acertada resbala, por así decirlo, sobre las tesis del “Cabeza de Polvora”. Pues, ¿De que vale acusar al “superhombre” de carencias metafísicas cuando su premisa básica, su terreno de juego es precisamente la negación de la trascendencia, la afirmación del aquí, el ahora y, sobretodo, “el esto”?

A mi modo de ver, grosso modo, el motivo conductor (el lo llamaría el basso) del universo nietscheano es el siguiente: Si la cristiandad no ha sido capaz de contener y encauzar la voluntad de poder de sus miembros, sobretodo, como es natural, la de sus castas de guerreros y jerifaltes (y, dejo aquí a jucio del lector decidir en que grado se ha acercado o alejado la “realidad histórica” de la cristiandad de los mandamientos del Señor), no hubiera sido mejor que estas “bestias rubias” actuaran – asesinaran - de acuerdo a “morales aristocráticas”?

En cierto sentido, la obra de este “ energúmeno genial” se asemeja, en ocasiones, a esas gárgolas que vigilan y guardan las grandes catedrales. Es un monstruo, desde luego, pero un monstruo (ad-monere) que advierte, y su advertencia es esta:. Cada vez que la hipocresía se insínue como una enredadera dentro de la cristiandad, cada vez que los mas fuertes no sean al mismo tiempo los mejores aparecerá un grupo de kshatriyas a los que les repugne este carnaval fariseo, arrojarán sus máscaras y desnudarán al Rey, y cuando el Rey yace muerto al pie de la Cruz hay buenas razones para temerse lo peor. (En el fondo, leyendo su obra uno tiene a veces la extraña sensación de que el “Cabeza de Polvora” quiere adoctrinar el Cristianismo a contrapelo, “a martillazos”)

Algo parecido le ocurrió a él mismo. En su lucha fanática contra toda hipocresía, contra toda falsedad, acabo olvidando porque había desenterrado el hacha y se hundió en una espiral de violencia sin cuento, en la que una idea aberrante se sucedía a la otra hasta la misma locura y más allá. Es también, el caso de su discípulo más aventajado, Adolfo Hitler (aunque el lugar-comunismo, el pequeñoburguesismo y sobre todo, la total y completa ausencia de estilo original del “pintor” le hubieran resultado infumables y, como bien dice G.D., sus preferencias se acercaban mas a una suerte de “anarquismo dandy” que al estatismo altamente organizado de los nazis, vid. las numerosas entradas que le dedica a los estados-dragones), que siempre quiso ser un artista y nunca pudo. Su terrible afán de orden, simplicidad y honestidad germana le llevó, en un descenso infernal por los escalones de la materia, hasta los grados más bajos de la cristalización –“un corazón helado”. Su voluntad era colosal, monstruosa… tal vez no haya existido otro líder político con tanto poder como él y sin embargo, su falta de imaginación espiritual le impedía una y otra vez encontrar una salida. El ojo de la aguja era demasiado estrecho para su cuerpo inmenso. “La paz no se hallaba en él”. Tal ceguera metafísica resumía, por lo demás, todo lo que le habían enseñado, y es innegable, me parece, que Hitler era, en todos los sentidos, hijo (predilecto) de su época. Heredero del horripilante materialismo del S. XIX, aprendiz del brujo Zaratrusta - del que solo tomó las formulas mágicas, criado por el “right man y su compañera masoquista”, educado en un vacío de espíritu, fosilizado Gymnasium, sin los más rudimentarios frenos de la Tradición, entrenado en el odio a todo lo que “apeste a la debilidad de la compasión” y bautizado con fuego en el horror sin cara de las trincheras de la Gran Guerra nunca tuvo una oportunidad – estaba condenado desde el principio.


Por mi parte, conservo al monstruo en lugar privilegiado de mi biblioteca, en el más visible. Me ayuda a recordar, cada vez que entro en ella, cuales son las fatales consecuencias de la mentira, el fariseísmo y la hipocresía.


Saludos en Cristo (y perdón por el rollazo, mucho me temo que esta noche he bebido más de la cuenta )



PD: En cuanto a la Iglesia de Roma no cabe duda - creo yo - de que Nietzsche, con ironía o sin ella, la admiraba profundamente – como no puede hacer menos cualquier observador inteligente y desapasionado, y Nietzsche lo era. El problema es que le atraía la era más incómoda para cualquier católico: el Renacimiento. Una época de extraordinario refinamiento y delicada corrupción, dos caracteres que – como buen hijo de pastor protestante, le parecían inseparables y – esto ya no es tan luterano – le entusiasmaban por igual. De nuevo, salta la comparación con Hitler. También el austríaco queda visiblemente impresionado por el panaché y el aplomo aristocrático de los cardenales (piensesé que el primer alemán que se atreve – tras ocho años de gobierno! - a cantarle las cuarenta en público al Führer es el León de Münster, el valiente y principesco monseñor Clemens August Graf von Galen, aunque este último, toda la verdad sea dicha, solo se sube al púlpito cuando los matasanos de la T4 empiezan a “despachar” a sus católicos) – aunque eso no quita para que, tras ganar la guerra y eliminar a los “parásitos” más gordos (judíos, gitanos, eslavos. alemanes…) este piense ya en “ajustarle las cuentas” al Vaticano. Afortunadamente, en esos mismos momentos, pagina de gloria para la Iglesia - a pesar de las ambivalencias y los planes para los nuevos “caballeros teutones” de cierta parte de la jerarquía y a pesar de sus propios errores iniciales - familias católicas de muy vieja raigambre (sobre todo de Baviera, esa Navarra alemana) ya están preparándole al Führer su propia versión del Juicio Final y son, en ese terreno - aún con los rocambolescos reveses del destino, los que mas seria y concienzudamente – a la alemana – se dedican a ello. A pesar de todos los fracasos son esas buenas gentes las que crean “espacio y tiempo” espiritual necesario para que el pueblo alemán continúe con su paso - y su misión - en la Historia.