Aquí se mezclan varias cosas que es conveniente distinguirlas adecuadamente.En fin, no quiero alargarme más, veo un tufo republicanoide en sus asertos, idealizando pactos fueros, concejos y cortes (¡¡qué le vamos a hacer, a mí esas cosas me dan asco!!).
Como ya me temía, el problema que Vd plantea es considerar a España un agregado de regiones (republicanismo federal) esencialmente antimonárquica y al margen de la religión.
Mire Vd en este foro nadie queremos Concejos, Cortes, municipios, pactos forales o leches democráticas si a fin de cuentas hoy día aprobarían leyes de abortos o de legalización de falsas religiones. Para eso da igual un rey que mil concejos...
Los castellanos y españoles siempre quisieron un rey católico que legisle en católico. Y en este foro pensamos así.
Desconozco si el espíritu que anima las afirmaciones del forero Luis de Lucena es de carácter político moderno. De ser ése el caso, yo no las compartiría. Es importante recordar el barniz "tradicionalista" con el que los revolucionarios políticos han querido siempre disfrazar sus innovaciones rupturistas so capa de "reforma restauradora", para así engañar al pueblo español
En este sentido hay que señalar las dos corrientes "pseudo-restauracionistas" que se han repartido este trabajo de engaño: 1º La corriente revolucionaria centralista (propia del isabelismo-alfonsismo-franquismo), que se enfocaba principalmente en la "recuperación de la tradición de nuestras gloriosas Cortes de antaño", destruyendo al mismo tiempo todas las entidades y comunidades orgánicas que todavía, aunque heridas, quedaban vigentes en la todavía estructura fundamentalmente corporativa española en el primer tercio del XIX, destrucción que alcanzaba el paroxismo precisamente allí donde, providencialmente, se había conservado mejor y de manera más intacta dicha realidad política constitucional (Vascongandas y Navarra). 2º La corriente revolucionaria federalista, en parte como reacción a la anterior (propia de los dos periodos republicanos y resucitada en el régimen actual), que se enfocaba principalmente en la "recuperación de la tradición de nuestras gloriosas autonomías democráticas de antaño", y en cuyo origen podemos encontrar de la mano a los federalistas republicanos (Pi i Margall dio el pistoletazo de salida), los krausistas organicistas (con Joaquín Costa, entre otros) y los separatismos reclamadores de "Estatutos de Autonomía".
A la vista de esto se vé claro que una interpretación revolucionaria de nuestra tradición política española puede dar lugar a una reinterpretación o enjuiciamiento equivocado de la Historia política española, tratando de trazar imaginarios puentes que enlacen las instituciones tradicionales españolas con los nuevos "inventos" racionalistas revolucionarios salidos del caldo de cabeza de unos pocos ideólogos trasnochados, de forma que con esta pseudorelación artificial consigan engañar a la gente haciéndoles creer que esas nuevas invenciones ya existían entre los españoles y que ellos lo único que hacen es "recuperarlas adaptándolas y repensándolas a la luz de las nuevas ideas políticas". En este sentido estaría de acuerdo con Alacran, si realmente, como digo, este fuera el caso del forero Luis de Lucena.
Pero ahora bien, eso no quiere decir que tengamos que inventarnos una reinterpretación de la tradición política española a la luz de la otra corriente revolucionaria: la centralista isabelina-alfonsina-franquista. Y esto no tendría nada que ver con una supuesta idealización del pasado histórico español, sino con un estudio serio del mismo; estudio del cual se han encargado muchos teóricos tradicionalistas españoles: Magín Ferrer, Enrique Gil Robles, Vázquez de Mella, Marcial Solana, Francisco Elías de Tejada, etc..., los cuales a la par que se dedicaban al estudio, esta vez sí, de nuestras verdaderas gloriosas instituciones políticas tradicionales, aprovechaban también para criticar el ánimo o enfoque revolucionario y engañoso con que los innovadores ideológicos trataban de arrimar el ascua a su sárdina malinterpretando en favor de sus personales ideologías aquellas estructuras (auténticas favorecedoras del bien común) que conformaban el verdadero orden político tradicional español, y que cosntituían una verdadera y auténtica contención al poder político supremo, a través del establecimiento de unas limitaciones externas por medio de una verdadera constitución político-social organizada, emancipada y jerarquizada, y que, conforme a ella, los mencionados autores tradicionalistas propugnaban, esta vez sí de verdad (no como los revolucionarios falseadores), su auténtica revitalización y restauración frente a los desmanes revolucionarios tanto centralistas como federalistas consagrados jurídicamente en las sucesivas Constituciones revolucionarias desde 1833 hasta hoy.
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