Si lees mis mensajes publicado en este hilo, verás que en ningún momento yo he condenado a nadie al infierno. observarás que solamente he estado planteando lo que, a mi juicio, son las consecuencias a las que nos han llevado las múltiples reformas acaecidas tras el último concilio y después de que las leyes del estado se estructuren bajo el concepto de la laicidad o la aconfesionalidad.
Sencillamente creo que la Iglesia Católica, con esta cuestión del divorcio, tiene un problema muy difícil de solventar a estas alturas de la guerra, una vez que la mentalidad divorcista ha sido instalada en el pensamiento de sus propios fieles. Aquí ni yo, ni nadie, estamos condenando a ninguna persona al infierno. Como tu bien dices, eso no nos corresponde a ningún mortal decidirlo. Y si te fijas bien, verá que muchos de mis escritos muestran muchísima comprensión hacia las personas que se encuentran en estos momentos en situaciones similares a las descritas en este hilo. ¡Y naturalmente que también he pensado en sus hijos!. Fíjate con qué dureza proponía contestarle a ese cura de la parroquia que tu conocías.
No... para mi, el mayor culpable de la actual situación no han sido los fieles, que llevan casi cuarenta años confundidos, sino en una gran parte de la propia Iglesia. Sin decir, por esto, que no exista una responsabilidad personal de cada cristiano en su vida. Pero, para darnos cuenta de esta realidad, mas concretamente en nuestra España, no tenemos nada más que volver a leer la Carta de Sigfredo Hillers al Cardenal de Madrid.
La Iglesia, con esta cuestión, desde hace ya bastante tiempo se enfrenta a un complicadísimo dilema. Y es preciso que, de una vez por todas, se disponga a agarrar definitivamente el toro por los cuernos... Aunque no creo que la solución sea volver a cometer otro nuevo error con el que intentar paliar los efectos de anteriores errores. Como te digo, el tema es muy complejo.
Un saludo
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