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Tema: El concilio del papa Juan

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    Re: El concilio del papa Juan

    VII – LOS PERIODISTAS FABRICAN EL MITO

    1-Nunca la prensa había tenido tanta influencia en ningún Concilio como en el Vaticano II. El padre Bouyer declara que el Concilio se entregó a la dictadura de los periodistas. 2- La importancia del IDOC. 3- Los periodistas liberales fabrican un mito. Ahora este mito es universalmente aceptado como la verdadera historia del Concilio. 4- Los obispos y los peritos liberales cooperaron estrechamente con los periodistas liberales. 5- La “opinión pública”… ¿voz del Espíritu Santo? 6- Incidente significativo del cardenal Ottaviani. 7- Se vuelve a recalcar la importancia de la Pascendi.

    1- Nunca la prensa había tenido tanta influencia en ningún Concilio como en el Vaticano II. El padre Bouyer declara que el Concilio se entregó a la dictadura de los periodistas…

    No fue sólo la acción directa de los grupos de padres y “expertos” del Rin lo único que influyó sobre el Concilio; los documentos del Vaticano II estuvieron influidos, en diverso grado, por el deseo de conciliarse a protestantes y a comunistas, y no debe descartarse, incluso, influencias de fuerzas aun más siniestras.
    Aunque quizá la mayor preocupación fuera ponerse a tono con “hombre moderno”, con “el espíritu de la época”, y “entrar en diálogo con el mundo”, en realidad éstos son conceptos muy nebulosos a los que resulta difícil asignar algún significado concreto; en gran parte son creaciones de la prensa, con el significado que los “mass media” les otorgaron.

    Los “mass media”, en especial la prensa, desempeñaron un papel clave en suscitar el tono del Concilio, el llamado “espíritu del Vaticano II”, cierto tono de euforia con que muchos obispos se alegraban de escuchar qué esperaba de ellos el mundo…, “más de un obispo revisó sus actitudes de toda una vida al advertir el tono del Concilio; así fue como las grandes votaciones resultaron casi unánimes en la mayoría de puntos (5).

    No fue esa la primera vez que una prensa hostil a la Fe católica tradicional trató de influir sobre un Concilio General: ya que una campaña casi idéntica se organizó, sin éxito, durante el Vaticano I. Aunque si aquella campaña resultó infructuosa se debió a la valiente oposición de Pío IX, quien consagró su pontificado a rechazar todas las fuerzas que volvieron a emerger, ya triunfantes, durante y desde el Vaticano II.

    Escribía el Padre Louis Bouyer: No sé si el concilio nos ha librado de la “tiranía” de la Curia Romana, pero lo que es seguro es que nos ha entregado a la dictadura de los periodistas, y especialmente de los más irresponsables e incompetentes (6).
    Se refería, obviamente, al grupo del Rin, porque casi todos los periódicos y periodistas influyentes respaldaron a dicho grupo.

    Entre los periodistas más conocidos estaban John Cogley, de Commonwealth; Robert Kaiser, de Time; Xavier Rynne, de New Yorker; Michael Novak; el Padre Antoine Wegner de La Croix, y quizás el más influyente de todos, Henri Fesquet de Le Monde.
    La mayoría de ellos difundían sus crónicas por medio de libros que aparecieron bien mientras el Concilio tenía lugar, o poco después.
    Así difundieron y consolidaron el mito que ellos mismos habían inventado, mito que para la abrumadora mayoría de católicos se transformó en el Concilio real, el único que se les ha permitido conocer.
    La gran excepción fue el padre Ralph Wiltgen, cuyo libro El Rin desemboca en el Tiber cuenta la historia del Concilio “desconocido”, la realidad oculta tras el mito.

    Robert Kaiser admitía la razón: los periodistas estaban casi todos en el bando progresista porque advertían por instinto que el mensaje del Cristianismo debía adaptarse al “progreso” de la historia, ya que el lema del conservador cardenal Ottaviani - Semper idem-, hubiera dejado a a la prensa católica sin trabajo en el futuro (7).

    2- La importancia del IDOC…

    Sin duda, la más influyente agencia manipuladora de las mentes, durante y a partir del Concilio fue, desde fines de 1963, el importante IDO-C, surgido, en un principio, como centro de información para los obispos holandeses.
    Su función fue, tras el Concilio, combinar y distribuir documentación sobre los efectos estructurales y teológicos para la implementación de los decretos y el espíritu del Vaticano II. Entre sus suscriptores figuraban obispos, comisiones diocesanas, profesores de teología, estudiantes de seminarios…, protestantes y redactores de secciones religiosas de grandes rotativos.
    Ya para el año 1971 su influencia era asombrosa como fuente de noticias católicas para los periódicos laicos. De ahí que no era coincidencia que casi todas las publicaciones laicas presentaran los mismos tipos de noticias y con el mismo sesgo que el “stablishment” de la prensa católica.

    El hecho de que en la actualidad (1977) se publique la misma noticia, y más importante aun, de que no se publique, es algo que nunca se recalcará lo suficiente.
    No es exagerado proclamar que el “stablishment” IDO-C/Concilium constituyó un magisterio paralelo que rivalizaba con el del Papa en lo que a autoridad práctica se refiere. Por supuesto entre sus miembros figuraban antiguos “expertos” conciliares, como los famosos Baum y Laurentin.

    3- Los periodistas liberales fabricaron un mito. Ahora este mito es universalmente aceptado como la verdadera historia del Concilio…

    En el Vaticano II se comenzó a trabajar con “slogans”.
    El stablishment progresista codificó slogans al modo de un sistema completo de creencias que sus miembros encontraban más satisfactorios como base para su fe que las Escrituras o la Tradición, tales como: “leer los signos de los tiempos”, “ser abierto”, “dialogar”, “proveer a las necesidades del hombre moderno” y especialmente, hacer todo conforme al “espíritu del Vaticano II” .
    Pero hay que advertir que, al modo de la neohabla ideada por George Orwell en 1984”, algunos de estos slogans significan precisamente lo contrario de lo que parecen significar: así “ser abierto” o “dialogar”, en la práctica, significa que cualquiera que se desvíe de la línea del partido se verá impedido de expresarse en público.

    Según el profesor J. Hitchcock, la fórmula liberal para el cambio fue totalmente elitista: “fue la imposición de una reforma desde arriba por una minoría ilustrada: …cuando los progresistas hablan de rigidez e insensibilidad de la Iglesia para con las necesidades humanas, significan exclusivamente insensibilidad para con sus propias necesidades (15).

    Una vez más, esa teoría de la “obligación de la Iglesia” a adaptarse a las “necesidades” contemporáneas había sido proclamada por los primeros modernistas.
    San Pío X ya denunciaba esa teoría de las necesidades; y una de las más frecuentes de esas pretendidas “necesidades” era, en lo que a liturgia se refiere, la del “acomodamiento a las maneras y costumbres de los pueblos” (17).
    Por cierto, “necesidad” esa que resultó expresamente reconocida en la Constitución sobre Liturgia del Vaticano II (18).

    La primera tarea de los periodistas fue prefabricar un mito que diera como resultado que los Padres, condicionados por él, aceptaran ciertos supuestos básicos; éstos supuestos provocarían a su vez los reflejos necesarios cuando se aplicara el estímulo adecuado.
    Así definía el padre Bouyer el mito básico:
    Por un lado estaban “los malos”, la mayoría de los cuales eran italianos…; por el otro, “los buenos”… un partido incluía a los Ottaviani, los Ruffini, los Browne, los Heenan, y el otro a los Frings, los Leger, los Suenens y los Alfrink. El primer grupo resultaba siempre uniformemente estúpido, canallesco y miserable, mientras que el segundo era igualmente irreprochable, brillante y noble.
    Esa mitología artificial respaldaba los slogans. Por un lado estaba la tradición (identificada con el más absoluto oscurantismo). Mientras que el otro partido proclamaba total novedad con claridad meridiana. La autoridad era descrita como enfrentada a la libertad (y viceversa) (22).

    Y es que San Pío X ya había destacado el espíritu de desobediencia de los modernistas que los impulsaba a exigir un compromiso entre la autoridad y la libertad (23).

    Algunos periodistas se posesionaron de tal forma del mito que creaban que comenzaron a deificar a sus héroes.
    Ejemplo de “propaganda” que hacía Michael Novak del cardenal Suenens: “…Hombre fuerte, directo; tipo de hombre que controla la situación… Tiene voz clara y enfática… presenta sus ideas con energía… Resulta el tipo de obispo moderno por excelencia: instruido, activo, hábil y profundo” (26).
    Hans Küng también se unía al mito de “buenos contra malos”, usando expresiones como “intriga”, “obstrucionismo” y “brutal abuso de poder” al describir a “los malos”... La Curia resulta lamentablemente retrógada, ligada a un ghetto y no-ecuménica… identificada a sí misma con la “Iglesia” y capaz de excomulgar al que piensa de otro modo (27).

    Escribía el P. Bouyer:
    Muchos de los obispos estaban mal preparados para ejercer su papel entre los estallidos de tan estruendosa publicidad… En tales circunstancias no debe sorprendernos si, sobre todo durante las últimas sesiones del Concilio, muchas de las intervenciones de los Padres estuvieron mucho más condicionadas por el deseo de agradar a sus nuevos amos (30).
    Hasta tal punto que algunos Padres creían que se ganaba más con una declaración ante la prensa que con un discurso en la sala del Concilio.

    4- Los obispos y los peritos liberales cooperaron estrechamente con los periodistas liberales…

    El cardenal Heenan se quejaba de que, aunque se suponía que el secreto sobre los discursos en la Sala del Concilio sería mantenido (y se había tomado un juramento a tal efecto), ya incluso en la primera sesión tal secreto era con frecuencia sólo una ficción… pues el resumen o incluso el texto completo de las intervenciones estaba a disposición de los periodistas (32). Tal cosa ilustra la estrecha colaboración que existía entre los padres liberales, sus “expertos” y la prensa.
    Así, los obispos franceses consideraban al diario La Croix como una parte importante de su armamento, y en la segunda sesión su jefe de redacción actuaba como “experto” conciliar y como cronista. Era obvio que muchos de los Padres y teólogos usaban La Croix y Le Monde como tribuna (34).

    Hubo también gran cantidad de contactos informales entre periodistas, expertos y Padres liberales; ejemplo de ello es que el periodista Robert Kaiser y su esposa ofrecían con regularidad los domigos por la noche una cena a la que concurrían muchos de aquellos. Estas cenas resultaban verdaderas centrales de energía y de conversación, de hecho, la más influyente organización de Roma… (37).
    De hecho, según Michael Novak, ningún periodista sabía más sobre el Concilio que Robert Kaiser. En el mundo de habla inglesa, al menos, no había fuente más apta que la revista Time para producir un efecto sobre la opinión fuera del Concilio, y en cierto modo incluso dentro de él (38).

    5- La “opinión pública”… ¿voz del Espíritu Santo?...

    R. Kaiser suponía que algunos miembros de la Iglesia se encontraban “llenos de la influencia carismática del Espíritu Santo”, así como que el único modo de que la Iglesia “institucional” (o sea, los obispos) pudieran enterarse de lo que el Espíritu Santo “que sopla donde quiere” deseaba que ellos aprendieran, ¡!…era por medio de la prensa moderna”!! (40).
    Lo realmente lamentable de esa teoría, según la cuál “Dios enseña a los obispos por medio de la prensa liberal” era que parecía ser aceptada íntegramente por muchísimos obispos, que parecían rivalizar entre ellos en su afán de agradar a los nuevos amos.

    Tal (extravagante) teoría era incluso reconocida por el Cardenal Suenens, cuando escribía:…fueron los fieles, presentes en el Concilio mediante el Espíritu Santo, quienes soplaron sobre los esquemas preparatorios para dirigirlos. La corriente de la opinión pública soplaba en todos los niveles… El periodista católico es el teólogo del presente (41).

    Otro Padre, el secretario del IDO-C, iba más lejos aun, proclamando en la última Sesión conciliar (1965) que:
    Cristo vino a comunicarse con el pueblo; todo intento de impedir la comunicación es un pecado. El Vaticano II ha demostrado a la Iglesia que ella era el pueblo de Dios antes de transformarse en jerarquía (42).

    Comentaba sobre ello el cardenal Koenig, arzobispo de Viena:
    La “opinión pública” ha ocupado ahora el lugar que ocuparon en otras épocas príncipes y reyes. Cuando un periodista católico tiene hoy algo que decir no necesita ya esperar permiso del obispo ni información de Roma (43).

    Y es que, una vez aceptado que la “opinión pública”, la “voz del pueblo”, era como un oráculo divino y que los periodistas liberales del “stablishment” venían a ser los intérpretes inspirados y auténticos de ese infalible magisterio, la vida se hacía más sencilla para cualquier Padre conciliar.

    Frente a todo ello, y previniendo sobre el alcance de la “opinión pública” el Padre Bouyer recalcaba:
    El ‘consensus fidelium’ es algo muy distinto de la “opinión pública”; ésta no es sino algo manipulado y hasta prefabricado por la prensa, la cual, aparte de sensacionalismo, es apenas capaz de captar la verdadera importancia de las cuestiones en estudio y su verdadero significado (12).

    6- Significativo incidente del cardenal Ottaviani...

    Un incidente que sintetiza el ethos del Concilio, el verdadero “espíritu” del Vaticano II, la verdadera naturaleza del nuevo orden, sucedió durante el debate sobre la Constitución sobre la Liturgia.
    La cortesía usual exige que cualquier opinión que se exprese sincera y razonablemente debe escucharse con respeto, por inaceptable que resulte.
    El cardenal Ottaviani era ya anciano y estaba casi ciego; sostenía sus opiniones con la mayor sinceridad, (opiniones que la mayoría de católicos sostenían hasta 1962).
    Durante el debate sobre la liturgia, la ceguera del cardenal le obligaba a hablar sin texto; habló con su corazón sobre un tema que sentía profundamente:
    ¿Vamos acaso a provocar la extrañeza, o quizás el escándalo entre los cristianos, al introducir cambios en un rito tan venerable, que ha sido aprobado por tantos siglos y nos resulta tan familiar? El rito de la Santa Misa no debe tratarse como si fuera un trozo de tela, que debe ser readaptada al capricho de cada generación.

    El límite de cada discurso era de diez minutos. El Cardenal se excedió y sonó una campanilla. Absorto en su discurso no la oyó y continuó. “A una señal del cardenal Alfrink un técnico desconectó el micrófono. Después de confirmar el hecho golpeando el instrumento, el cardenal Ottaviani, tropezando, se desplomó en su asiento lleno de confusión.
    El más poderoso cardenal de la Curia había sido silenciado y los Padres Conciliares lo aplaudieron con júbilo (46).

    ¡Los padres conciliares “aplaudieron con júbilo”! Y ¿por qué no? ¡El cardenal Ottaviani era uno de los “malos” y Alfrink era de los “buenos”!
    El periodista Xavier Rynne comentaba que “parecía como si Ottaviani se hubiera sentido injuriado y permaneciera alejado por casi dos semanas” (47). Con otras palabras, ¡los “malos” eran también malos perdedores!
    No es difícil imaginar que mientras Ottaviani se desplomaba tropezando sobre su asiento, uno de los jubilosos Padres dejara de aplaudir un momento para preguntarle: “Profetiza, ¿quién es el que te cortó?”.

    Ahora bien, ¿cuál hubiera sido la reacción de la prensa en general si, cambiando los papeles, Ottaviani hubiera ordenado que se le cortara el micrófono a Alfrink en la mitad de un discurso?
    Después de relatar este incidente sin el más mínimo asombro de piedad, Robert Kaiser contaba un chiste que circuló posteriormente y que resumía el “espíritu” del momento: A la mañana siguiente, Ottaviani (sic) llamó un taxi y le dijo: ‘Al Concilio”, y el conductor lo llevó a Trento” (48).

    En fin, monseñor Lefevbre testimoniaba en qué forma la prensa mundial, sobre todo la prensa “católica”, prestó apoyo total a las fuerzas liberalizadoras dentro del Concilio. Hace mención de cómo se llevó a cabo la batalla clave sobre la colegialidad emprendida por los liberales con la ayuda de “toda la prensa, la comunista, la protestante y la progresista” (50).

    7- Se vuelve a recalcar la importancia de la Pascendi...

    San Pío X ya había advertido que nadie sabe hacer mejor uso de la prensa que el modernista.
    Resulta difícil creer que lo que escribió sobre el tema en Pascendi Gregis no estaba referido directamente a la situación durante y después del Vaticano II:

    Por ello, venerables hermanos, no es de maravillar que los modernistas ataquen con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia. No hay ningún género de injuria con que no los hieran; y a cada paso les acusan de ignorancia y de terquedad. Cuando temen la erudición y fuerza de sus adversarios, procuran quitarles la eficacia oponiéndoles la conjura del silencio. Manera de proceder contra los católicos tanto más odiosa cuanto que, al propio tiempo, levantan sin ninguna moderación, con perpetuas alabanzas, a todos cuantos con ellos consienten; los libros de éstos, llenos por todas partes de novedades, recíbenlos con gran admiración y aplauso; cuanto con mayor audacia destruye uno lo antiguo, rehúsa la tradición y el magisterio eclesiástico, tanto más sabio lo van pregonando. Finalmente, ¡cosa que pone horror a todos los buenos!, si la Iglesia condena a alguno de ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos medios, sino que llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad (51).

    (Extraído de “El Concilio del papa Juan” de Michael Davies, Ed. Iction, Buenos Aires, 1981). Título original: “Pope John’s Council” 1977)
    Última edición por Gothico; 27/06/2007 a las 17:49

  2. #2
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    Re: El concilio del papa Juan

    VIII – EL TRASFONDO DEL PROTESTANTISMO CONTEMPORÁNEO

    1- La historia del protestantismo lo es de una fragmentación. Cada protestante es su propio papa. 2- El movimiento ecuménico no es un movimiento hacia el protestantismo sino hacia el racionalismo. 3- El diálogo ecuménico con protestantes ha demostrado ser a la vez inútil y peligroso. 4- La única verdadera base para el ecumenismo católico es invitar a los protestantes a volver a la única verdadera Iglesia fundada por Jesucristo.

    1- La historia del protestantismo lo es de una fragmentación. Cada protestante es su propio papa...

    Es obvio que no se puede hacer ninguna afirmación general sobre creencias y prácticas comunes al protestantismo, ya que su historia no es sino una historia de división, fragmentación y conflicto en miles de congregaciones diferentes. E incluso su fragmentación prosigue más allá, pues, dentro de cada denominación, cada individuo es, en última instancia, su propio “papa”.
    Todo ello porque el magisterio infalible católico fue reemplazado por un libro infalible: la Biblia, y la lógica irrenunciable del protestantismo consiste en que ningún individuo puede imponer su propia interpretación a otro.

    Otro carácter peculiar del protestantismo es que, como cada creyente es libre de hacer de su propia razón el último juez de la verdad, el protestantismo debía desembocar inevitablemente en el racionalismo.
    En 1877, el cardenal Manning comentaba las fases del proceso degenerativo del protestantismo:
    - un primer período luterano de rigor dogmático, de modo similar a cómo se había creído en la religión católica;
    - las contradicciones y polémicas entre los reformadores sacudieron la autoridad de la reforma, retirándose el pensamiento hacia la imprecisión dogmática del pietismo;
    - una vez enfrentadas las contradicciones dogmáticas entre sí, y buscando la razón el modo de congeniarlas, quedó la razón como triunfante: uno por uno la crítica racionalista desechó como falsos todos los libros bíblicos, y la reforma luterana quedó destruida en su base. Los racionalistas del siglo XIX alemán fueron los hijos legítimos de los luteranos (2).

    Eso mismo advertía el papa San Pío X en la Pascendi:
    …por cuántos caminos el modernismo conduce al ateísmo. El error del protestantismo fue el primer paso; el modernismo es el segundo y el ateísmo será el próximo (3).

    2- El movimiento ecuménico no es un movimiento hacia el protestantismo sino hacia el racionalismo...

    Supuesta esa tesis, es evidente que el movimiento ecuménico, tal como existe hoy, se basa sobre una premisa totalmente falsa: que se puede obtener la unidad orgánica con los protestantes por medio de negociaciones ecuménicas.
    Dicha creencia es absolutamente utópica.
    Las estructuras de los principales cuerpos protestantes no son más que fachadas, tras las cuales solo hay una serie de sistemas mal definidos y en constante mutación hacia el racionalismo.
    Eso significa que cuanto más tratan las autoridades católicas de acercar a la Iglesia al protestantismo más tienden a llevarla a un cristianismo irreligioso, al racionalismo.
    Como el actual desequilibrio surge de un complejo de inferioridad, de un deseo de mimetizarse con la sociedad circundante, no terminará con un avance hacia las creencias protestantes conservadoras. Gracias al protestantismo liberal, los protestantes “duros” han perdido mucho peso. La sociedad que nos rodea es humanista, y por ello el ecumenismo no resulta un acercamiento hacia los protestantes sino un salto hacia el humanismo a través del aro de papel del liberalismo (6).

    El cardenal Heenan señalaba en 1972 con qué profundidad la enfermedad racionalista se hallaba exuberante dentro de la Iglesia católica:
    La controversia teológica ya no se da entre confesiones. Ortodoxia y herejía (si es que aun se puede usar el término) son ahora ya interconfesionales… (8).

    Lo que sucede (gracias al “diálogo”) de hecho es la supresión de la base íntegra de toda creencia cristiana, ya católica o protestante, negando o creando dudas sobre cada dogma de fe.
    Así, paradójicamente, los católicos y protestantes conservadores tienen ahora mucho más en común entre ellos que entre otros católicos o protestantes liberales de su propia confesión: resulta obvio que un católico normal se encuentra mucho más cerca, por su creencia, de un protestante evangélico que acepta la divinidad de Cristo, su nacimiento virginal, la resurreción y la doctrina de la Trinidad que de un modernista nominalmente “católico”, pero que no acepta ninguno de esos dogmas.

    3- El diálogo ecuménico con protestantes ha demostrado ser a la vez inútil y peligroso...

    Por todo ello, el diálogo ecuménico con los protestantes es inútil porque la lógica de su sistema implica que, en última instancia, un jefe protestante sólo puede hablar por sí mismo; porque no tienen los protestantes, realmente, otra autoridad que la Biblia. Yendo más lejos, algunas denominaciones, por ejemplo, los anglicanos, declaran admitir los Credos históricos y algunos Concilios.
    Pero ¿quién puede decidir lo que significa para ellos cada artículo del Credo y cuáles de los Concilios que deben aceptar?
    El arcediano Pawley, observador anglicano en el Vaticano II, reconocía que los anglicanos ni siquiera están conformes entre ellos acerca de qué Concilios aceptan; es presumible que acepten la autoridad de los primeros cuatro Concilios, en cuanto aceptan los tres Credos que en ellos fueron definidos (el de los Apóstoles, el Atanasiano y el de Nicea) (16). Aunque no dudaba en afirmar que:
    los anglicanos no consideran como Concilio General al Vaticano II…, que no pasaría de ser una simple “conferencia doméstica” de la Iglesia Católica Romana (17).

    Los anglicanos, por cierto, siguen la teoría de que la Iglesia se encuentra dividida en distintas ramas, una de las cuales es la suya propia; rama, por cierto, que sería mucho más “católica” que la de Roma. Asímismo creen que lejos de descartar la “antigua fe”, los reformadores la habrían mantenido intacta, y que habría sido la Iglesia “Romana” la que habría introducido innovaciones (18).

    De todos modos, sería muy difícil hallar una doctrina en particular y decir de ella que representa la creencia anglicana. Todo lo más que se podría decir es que representaría la fe de algunos anglicanos.

    Pues constituye un gran error imaginarse que los católicos y los no-católicos están, siempre o siquiera generalmente, de acuerdo en doctrinas fundamentales: en realidad están muy separados en materias de fe y de moral.
    Por ejemplo, la doctrina de la Iglesia anglicana sobre la sagrada Comunión ha sido expuesta de cuatro o cinco formas diferentes. La verdad de la cuestión es que a dicha Iglesia no le preocupa gran cosa ser demasiado explícita y ha quedado satisfecha con establecer, primero, que la transubstanciación no es real, y segundo, que Cristo se nos da como alimento espiritual. No posee definiciones que vayan más allá de eso.
    Igualmente, existen diferencias en cuanto a la doctrina moral. Los obispos anglicanos no se oponen al aborto en principio, aunque algunos se oponen particularmente; su actitud sobre la contracepción (consistente en que cada individuo debe tomar su propia decisión) es imposible de conciliar con la posición católica.

    El diálogo ecuménico con los protestantes es, además de inútil (por cuanto no existe posibilidad de unirse a algo difuminado y etéreo), peligroso porque induce a los comprometidos en la discusión ecuménica a minimizar la verdad católica en aras de acuerdos espureos.
    Los que se empeñan en llegar a un acuerdo hacen de alcanzar dicho acuerdo su primera prioridad; creen que si no llegan a un acuerdo han fracasado, sin advertir que el verdadero fracaso es un acuerdo no basado en la verdad.
    El ejemplo más grave lo constituyó la modificación de la Misa Romana para tornarla lo más aceptable posible a los protestantes que rechazan la doctrina católica sobre el Sacrificio y la Transubstanciación.
    Y es que, lamentablemente, la historia del “diálogo ecuménico” iniciado por el Concilio no ha sido más que una historia de continuas concesiones de la Iglesia Católica para con el protestantismo, sin ninguna reciprocidad a cambio.

    Al mismo tiempo, el diálogo ecuménico ha abierto una puerta por la que ha entrado el virus del racionalismo, exuberante entre las denominaciones protestantes, contaminando aun más a la Iglesia, y lo que es peor, debilitando su capacidad para combatir las verdaderas fuerzas de la Revolución, hoy más poderosas que nunca.

    4- La única verdadera base para el ecumenismo católico es invitar a los protestantes a volver a la única verdadera Iglesia fundada por Jesucristo.

    La única forma católica de de ecumenismo es presentar la Fe claramente ante los protestantes, haciendo lo posible por aclarar equívocos, sin comprometer la verdad.
    Si se les quiere dar la impresión de que una religión es tan buena como la otra, no es probable que abandonen sus errores y acepten la invitación de reintegrarse en la iglesia católica, formulada por Pío XI en la Mortalium Animos.
    Cualquier forma de ecumenismo que no se base en esta invitación constituye una traición a la Fe católica.

    Por último, podría parecer que lo escrito en este capítulo entraría en conflicto directo con la enseñanza explícita del Concilio, que convocaría al tipo de diálogo y cooperación ecuménicos que hemos aquí criticado.
    Pero lo escrito hasta aquí no es, realmente, la resistencia a la enseñanza del Concilio mismo, sino a su aplicación en la práctica; aplicación práctica que sí contradice directamente los principios del propio Concilio.
    El Decreto sobre Ecumenismo afirma:
    Por supuesto, es esencial que la doctrina sea presentada claramente y en su integridad. Nada más ajeno al espíritu del ecumenismo que un enfoque falsamente conciliatorio que hiere la pureza de la doctrina católica y oscurece su confirmada genuina significación (21).

    Y dado que ese enfoque falsamente conciliatorio es ahora, con certeza, el espíritu que guía al actual diálogo ecuménico, y éste es un hecho que puede demostrarse objetivamente, luego los católicos que lo resisten actúan de acuerdo con la letra del Concilio.


    (Extraído de “El Concilio del papa Juan” de Michael Davies, Ed. Iction, Buenos Aires, 1981). Título original: “Pope John’s Council” 1977)
    Última edición por Gothico; 06/07/2007 a las 20:48

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    Re: El concilio del papa Juan

    IX – COACCIONES DE LOS OBSERVADORES PROTESTANTES

    1- Los efectos del Vaticano II excedieron las más descabelladas esperanzas de los protestantes. La satisfacción protestante con el Concilio debería ser causa de preocupación para los católicos. 2- La fuerte influencia protestante garantizada con el establecimiento del Secretariado para la Unidad Cristiana como cuerpo independiente de la Curia. 3- La presencia de los observadores protestantes en el Concilio tuvo un efecto inhibitorio sobre los Padres. 4- Los observadores ejercieron considerable influencia detrás de la escena. 5- Como resultado del Concilio, en la Iglesia actual se busca la unidad a expensas de la verdad. Por más que los ecumenistas católicos sean sinceros, esa política debe acabar en desastre. 6- A mayor progreso del ecumenismo, mayor declinación de todas las denominaciones interesadas. 7- La misa en su nueva forma actual deja ya de ser causa de disensión. Cambios litúrgicos alabados por los protestantes.

    1 - Los efectos del Vaticano II excedieron las más descabelladas esperanzas de los protestantes. La satisfacción protestante con el Concilio debería ser causa de preocupación para los católicos…

    El 450º aniversario de la Reforma protestante se celebró en Wittenberg el 31 de octubre de 1967. Cierta cantidad de representantes católicos se unieron a mil delegados protestantes de todo el mundo para homenajear a Lutero.

    El doctor. K. Skydsgaard, uno de los observadores luteranos en el Concilio Vaticano II, habló sobre “la forma en que el Vaticano II parecía en muchos aspectos haber llevado a la Iglesia Católica muy cerca de las iglesias protestantes” (2).
    El observador anglicano B. Pawley afirmó que “el diálogo previsto por el Decreto sobre Ecumenismo y fomentado por Pablo VI ha superado nuestras más exaltadas esperanzas” (3).
    El pastor Roger Schutz, prior y fundador de la comunidad protestante de Taizé y también observador protestante en el Concilio, declaró que “el Vaticano II había excedido nuestras esperanzas” (5).
    El profesor G. Lindbeck, de la facultad de teología de Yale destacaba con alegría: “el Concilio marcó el fin de la Contrarreforma” (8).

    Lo lamentable es que esa “Contrarreforma” (por cierto, palabra anticatólica y tendenciosa para significar que la única y verdadera “Reforma” sería la de sentido protestante) había iniciado lo que posiblemente ha sido la mayor época de renovación de toda la historia de la Iglesia, y durante la cual Dios había enviado una cosecha abundantísima de santos.

    De hecho, debería suponer un motivo gravísimo de preocupación para los verdaderos católicos que los protestantes, enemigos de la verdad católica, encuentren la enseñanza del Vaticano II mucho más satisfactoria que ninguna otra anterior presentación católica de la Fe.

    2 - La fuerte influencia protestante garantizada con el establecimiento del Secretariado para la Unidad Cristiana como cuerpo independiente de la Curia

    Pero la satisfación protestante por el Vaticano II no es tan sorprendente si se considera cuánto influenciaron éstos en sus deliberaciones: la certeza de que la influencia protestante sobre el Concilio sería considerable se hizo clara cuando ya, más de dos años antes de celebrarse éste, el 5 de junio de 1960 se había creado el Secretariado para la Promoción de la Unidad Cristiana, con el fin de establecer relaciones con “organismos cristianos fuera de la unidad de la Iglesia” (o sea, protestantes) e invitarlos a enviar representantes al Concilio (10).

    El doctor Mc Affee Brown señalaba que:
    Es significativo que Juan XXIII creara ese Secretariado con independencia de la Curia romana para que gozara de mayor libertad de maniobra; que se previera que quedara como una estructura permanente de la Iglesia una vez que el Concilio hubiera finalizado; que se nombrara como cabeza del mismo al cardenal alemán Agustín Bea y al “ecumenista” holandés cardenal Willebrands (ambos del grupo del Rin); que los asuntos ecuménicos del Concilio estuvieran incluidos en la carpeta del Secretariado; que el Secretariado redactara el crucial esquema “Sobre Ecumenismo”; y que suministrara los polémicos textos sobre libertad religiosa y sobre los judíos (11).

    3 - La presencia de los observadores protestantes en el Concilio tuvo un efecto inhibitorio sobre los Padres…

    La misma presencia de los observadores protestantes dentro del Concilio estaba destinada a tener un efecto inhibitorio en los debates. Es obvio que tal hecho debió ser causa de que muchos padres minimizaran y hasta silenciaran aspectos de la Fe que podían haber ofendido a sus huéspedes protestantes.
    En octubre de 1964, monseñor Lefevbre se quejaba:
    Así resulta que, en aquellos puntos de doctrina específicamente católica, uno se ve obligado a redactar esquemas que atenúen o incluso supriman por completo todo lo que pueda desagradar a los protestantes (13).

    Como otras tantas veces, el juicio de monseñor Lefevbre se confirmaba por alguien del campo opuesto.
    El doctor Moorman, jefe de la delegación anglicana, señalaba:
    los observadores constituían una especie de control sobre lo que se decía. Cada obispo interviniente sabía que en la tribuna había un grupo de críticos que consignaban lo que dijera para usarlo quizás en contra suya, por lo que se esforzaron en no decir nada que pudiera ofenderlos (14).

    La influencia protestante no consistió solo e ese efecto inhibitorio sino que a veces se les permitía exponer sus propios puntos de vista en los debates. El Dr. Moorman revela que a veces alguno de los Padres leía sus textos en su nombre (15).

    4 - Los observadores ejercieron considerable influencia detrás de la escena…

    Además, los observadores hacían conocer sus opiniones en las reuniones semanales del Secretariado, así como a través de sus reuniones con Padres y expertos.
    El delegado luterano Oscar Cullmann señalaba ya durante la primera sesión:
    Cada mañana me asombro del modo en que formamos parte realmente del Concilio (17).

    El cardenal Bea confirmaba la decisiva aportación protestante en la redación del Decreto sobre Ecumenismo:
    No titubeo en señalar que ellos han contribuido en forma decisiva para producir este resultado (18).

    Mc Affee Brown escribía:
    El Secretariado para la Promoción de la Unidad Cristiana disponía reuniones oficiales semanales para los observadores y los miembros del Concilio, en las que se pedía a los observadores que comentaran con franqueza los documentos en discusión y sus observaciones eran tomadas con seriedad. Frecuentes retoques en las frases o en el tono de los documentos finales del Concilio pueden ser rastreados hasta esas reuniones informativas (20).

    5 - Como resultado del Concilio, en la Iglesia actual se busca la unidad a expensas de la verdad. Por más que los ecumenistas católicos sean sinceros, esa política debe acabar en desastre…

    Esa (caótica) situación había sido prevista y condenada en una serie de documentos papales, desde Pascendi de San Pío X y Mortalium Animos de Pío XI hasta Pío XII en la Humani Generis, unos años antes del Concilio:
    “Una política de apaciguamiento puede terminar en unidad, pero sólo en la unidad de una ruina común”.
    En esa misma encíclica hablaba de un peligro “tanto más grave cuanto más se oculta bajo la capa de la virtud. Muchos, mirando la discordia del género humano y la confusión reinante, son movidos por un ardiente deseo de romper las barreras que separan entre sí a las personas buenas y honradas, proponiéndose reconciliar las opiniones contrarias aun en el campo dogmático…; abrasados por un impresionante irenismo consideran como un óbice para restablecer la unidad fraterna incluso cuanto se funda en las mismas leyes y principios dados por Cristo y en las instituciones por Él fundadas… caído todo lo cual, seguramente la unificación sería universal, pero sólo en la común ruina”.

    6 - A mayor progreso del ecumenismo, mayor declinación de todas las denominaciones interesadas...

    Y es evidente que, en lo referente al diálogo ecuménico con protestantes se refiere, el progreso en el diálogo se ve acompañado por la progresiva disolución de la verdad católica, con el agravante de que la tendencia predominante en el protestantismo conduce al racionalismo.
    Por lo cual, de continuar la tendencia dialogante y obtener esa buscada unidad, el mensaje que la nueva Iglesia pan-cristiana proclame a todo el mundo sería poco más que un eco de lo que el mundo ya está diciendo.
    De hecho, no habría nada a lo cual convertir al mundo, ya que sería el mundo el que habría convertido a la Iglesia.

    Palabras aquéllas de Pío XII verdaderamente proféticas: afuera, en el mundo real, los templos de todas las denominaciones se van vaciando; cuanto más progresan los ecumenistas, menos cristianos rinden culto a Dios los domingos.
    Cosa que, por supuesto, no preocupa en absoluto a los ecumenistas postconciliares.

    El impacto protestante en el Concilio era reconocido por el propio observador anglicano B. Pawley en 1974:
    En escasos diez años el Concilio ha tomado las dimensiones de una revolución mundial (26).
    Lo preocupante es que, como protestante, él encontraba en ese hecho un motivo de regocijo, en contraste con el pesimismo y desaliento protestante durante el anterior pontificado de Pío XII.

    7 - La misa en su nueva forma actual deja ya de ser causa de disensión. Cambios litúrgicos alabados por los protestantes…

    La manifestación más dramática, para el católico corriente, del diálogo con los protestantes ha consistido en la protestantización de la liturgia. Hecho que también observaba con alegría el observador anglicano B. Pawley, confesando que “incluso ha superado en modernidad a la liturgia anglicana de Cranmer” (31).
    Porque la actual liturgia romana ha pasado a asemejarse muchísimo a la liturgia herética de los anglicanos.

    En el siglo XVI los que controlaban la Iglesia en Inglaterra rompieron con la Iglesia Católica y establecieron la Iglesia de Inglaterra, una simple secta herética y cismática; dando expresión litúrgica a sus doctrinas heréticas.
    El papa San Pío V, oponiéndose a todas las liturgias heréticas que se habían inventado dondequiera que los protestantes ganaban poder político, codificó el Rito Romano existente, que en lo esencial remontaba al tiempo de San Gregorio Magno (siglo VI), y extendió su uso a toda la Iglesia universal.

    Sin embargo, como esa milenaria Liturgia era “una causa de disensión” para los observadores protestantes, ya que no satisfacía las herejías anglicanas, hubo que cambiarla en el Concilio para contentar a los herejes.
    El espectáculo de un ministro anglicano reprendiendo a la Iglesia universal por no colocar su milenaria Liturgia a tono con la de su secta hubiera provocado sonrisa entre los católicos de otras épocas; pero ahora, en cambio, tocaría llorar ¡¡porque los que hoy gobiernan la Iglesia tuvieron la osadía de adaptar la milenaria Liturgia católica a la de la secta anglicana para obtener de los observadores protestantes una miserable palmadita de aprobación!!

    Como de costumbre, monseñor Lefevbre juzgó perfectamente la situación:
    Todos esos cambios no tienen sino un solo motivo: un ecumenismo aberrante e insensato que no atraerá a la Fe un solo protestante, pero provocará que innumerables católicos la pierdan, e introducirá la confusión total en las mentes de muchos más que ya no sabrán qué es verdadero y qué es falso (34).

    La magnitud del desastre del Vaticano II reside en el hecho de que, lejos siquiera de pensar en entrar en la unidad católica, los jefes protestantes tienen confianza en que la Iglesia Católica ha aceptado, más bien, las doctrinas básicas de la Reforma protestante.

    (Extraído de “El Concilio del papa Juan” de Michael Davies, Ed. Iction, Buenos Aires, 1981). Título original: “Pope John’s Council” 1977)

  4. #4
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    Re: El concilio del papa Juan

    X – INDIGNO TRATO A LA FIGURA DELA VIRGEN

    La vejatoria consideración dada a la figura de la Virgen durante el Concilio ilustra la magnitud de la influencia protestante.
    Un documento separado sobre Nuestra Señora encontró la oposición de los protestantes porque reforzaba su importancia.
    Ganó por sólo diecisiete votos, la opción para relegar el “Esquema sobre Nuestra Señora” a la “Constitución sobre la Iglesia”. Los observadores protestantes expresaron su “satisfacción” por tal medida.
    Los protestantes objetaron el título de “Mediadora de todas las Gracias”. Se llegó a un compromiso: se conservó “Mediadora” pero se suprimieron las palabras “de todas las gracias”.
    Los protestantes objetaron también el título de “Madre de la Iglesia”; y fue suprimido. Pablo VI declaró a Nuestra Señora como Madre de la Iglesia por su propia autoridad. Los protestantes y los padres liberales se enfurecieron.
    El Capítulo sobre Nuestra Señora, en su forma final, tiene mucho de loable.
    A pesar de la magnitud en que sus demandas fueron aceptadas, los observadores protestantes estuvieron lejos de quedar satisfechos.


    XI – GIRO A LA IZQUIERDA

    La política del papa Pío XII de enfrentamiento con el comunismo fue reemplazada por una de “diálogo”. Esto dio por resultado continuas concesiones de parte de la Iglesia.
    Análisis de la táctica comunista de “la mano tendida”. Los comunistas usaban el “diálogo” como arma, para hacer más fácil su obtención del poder.
    Prueba de que una actitud más simpática hacia el comunismo evidenciada por un Concilio ecuménico ayudaría el esfuerzo de la URSS por conquistar el mundo. Tras el Concilio, muchos católicos no sólo dejaron de oponerse al comunismo sino que hicieron todo lo que estuvo en su mano para hacerlo avanzar.
    La traición al cardenal Mindszenty. Los observadores ortodoxos concurrieron al Concilio bajo la condición de que no habría condena al comunismo. La Ostpolitik del Vaticano basada en una desastrosa ilusión, con desastrosos resultados.
    Mediante un proceso de calculado fraude se impide al Concilio condenar el comunismo ateo. Evidencia de que hubo segundas intenciones por parte del Vaticano.
    (Extraído de “El Concilio del papa Juan” de Michael Davies, Ed. Iction, Buenos Aires, 1981). Título original: “Pope John’s Council” 1977)

  5. #5
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    Re: El concilio del papa Juan

    XII – ¿COMPLOT MASÓNICO?

    1- Los liberales ridiculizan a quienes sugieren alguna conspiración contra la Iglesia. 2- La francmasonería continúa la milenaria guerra entre Dios y Satanás. 3- Monseñor Graber describe la infiltración masónica en la Iglesia. 4- Espantosa profecía de un ex_sacerdote apóstata y satanista. 5- Carácter francmasón del principal responsable de la reforma litúrgica. 6- Instrucciones de los “carbonarios” publicadas por orden de León XIII. 7- General satisfacción de las logias tras el Concilio. 8- La tesis de monseñor Graber viene avalada por los propios papas.

    1- Los liberales ridiculizan a quienes sugieren alguna conspiración contra la Iglesia...
    Los católicos liberales ponen especial celo en ridiculizar la sola idea de que puedan existir grupos organizados de malvados que trabajan para destruir la Iglesia de Cristo.
    No obstante, dada la existencia de Satanás, sería inverosímil que tales grupos no existieran, y nadie tiene más celo en ridiculizar la idea de la existencia de Satanás que un católico progresista; su táctica consiste en presentar a aquéllos que se le oponen como figuras más bien patéticas, de mentalidad cerrada, hombres que temen al cambio, que viven en el pasado y no pueden adaptarse a las ideas modernas.
    Escribía San Pío X en la Pascendi Gregis:
    “No es de maravillar que los modernistas embitan con extremada malevolencia y rencor a los varones católicos que luchan valerosamente por la Iglesia. No hay ningún género de malevolencia con que no los hieran, pero su modo habitual es acusarlos de ignorancia y de terquedad” (5).

    2- La francmasonería continúa la milenaria guerra entre Dios y Satanás…

    El naturalismo, había sido señalado como espíritu animador de la francmasonería por el papa León XIII en la Humanum Genus:

    Es principio capital de los que siguen el naturalismo, como lo declara su mismo nombre, que la naturaleza y razón humana ha de ser en todo maestra y soberana absoluta; y, sentado esto, descuidan los deberes para con Dios o tienen de ellos conceptos vagos y erróneos. Niegan, en efecto, toda divina revelación; no admiten dogma religioso ni verdad alguna que la razón humana no pueda comprender, ni maestro a quien precisamente deba creerse por la autoridad de su oficio. Y como, en verdad, es oficio propio de la Iglesia católica, y que a ella sola pertenece, el guardar enteramente y defender en su incorrupta pureza el depósito de las doctrinas reveladas por Dios, la autoridad del Magisterio y los demás medios sobrenaturales para la salvación, de aquí el haberse vuelto contra ella toda la saña y el ahínco todo de estos enemigos (9).

    Afirma León XIII sobre la milenaria guerra entre el Reino de Dios y el Reino de Satanás:

    En el decurso de los siglos, las dos Ciudades han luchado, la una contra la otra, con armas tan distintas como los métodos, aunque no siempre con igual ímpetu y ardor.
    En nuestros días, todos los que favorecen la peor parte parecen conspirar a una y pelear con la mayor vehemencia, bajo la guía y auxilio de la sociedad que llaman de los Masones, por doquier dilatada y firmemente constituida. Sin disimular ya sus intentos, con la mayor audacia se revuelven contra la majestad de Dios, maquinan abiertamente y en público la ruina de la Santa Iglesia, y esto con el propósito de despojar, si pudiesen, enteramente a los pueblos cristianos de los beneficios conquistados por Jesucristo, nuestro Salvador (11).

    León XIII insistía en que por benigna que pudiera parecer una rama o logia particular de la francmasonería, en ninguna circunstancia pueden los católicos cooperar con ellos:

    Que a ninguno engañe aquella honestidad fingida; puede, en efecto, parecer a algunos que nada piden los masones abiertamente contrario a la religión y buenas costumbres; pero como toda la razón de ser y causa de la secta estriba en el vicio y en la maldad, claro es que no es lícito unirse a ellos ni ayudarles en modo alguno (12).

    Esta prohibición fue incorporada al Derecho Canónico, que disponía que aquéllos que se unen a una secta masónica incurrían ipso facto en excomunión simple, reservada a la Santa Sede.
    Por inverosímil que parezca, esta prohibición fue modificada en 1974 sobre la base de que sólo se pasaba a prohibir a los católicos asociarse a sectas masónicas “que conspiraran contra la Iglesia”, y que podían, por tanto, asociarse a las que no lo hicieran.

    3- Monseñor Graber describe la infiltración masónica en la Iglesia...

    La tesis de monseñor Rudolph Graber, obispo de Ratisbona, en su libro de 1974 “Athanasius and the Church of our time” (San Atanasio y la Iglesia de nuestro tiempo) consiste en que las sociedades secretas, que desde hace siglos han conspirado para destruir a la Iglesia (como nos habían advertido algunos de los más grandes papas modernos) hace ya mucho tiempo que han trocado la política del enfrentamiento abierto por la de la infiltración, con la finalidad de destruir a la Iglesia desde dentro, como parte de un proceso evolutivo que desembocará en un Estado mundial de carácter colectivo-político-religioso, que estará bajo su control.
    Ese Estado sería en la práctica ateo; y la religión que perduraría sería poco más que una forma de sincretismo panteísta.

    Monseñor Graber documenta la forma en que las sociedades secretas, principalmente los masones, fueron las responsables de la Revolución Francesa, la cual, más que ningún otro factor, lanzó las ideas y los movimientos que, de triunfar, destruirían la base de nuestra civilización occidental. Lo cual no quiere decir que dicha Revolución estuviera planeada y controlada directamente por los masones, ya que “la Francmasonería no dirige revoluciones, sino que les prepara el camino y las continúa” (14).

    Monseñor Graber demuestra que, desde el Concilio, las ideas principales de la Revolución se han propagado abiertamente en la Iglesia:

    La libertad para rebelarse contra las “estructuras de poder” de la Iglesia; la igualdad en la democratización introducida en las parroquias; la sociabilidad horizontal en la cual el aspecto vertical, Dios y la Trascendencia, como un todo, quedan fuera de consideración.
    El grado en que el Vaticano II suele asociarse con la Revolución Francesa es evidente en los comentarios hechos en el 11º Congreso del Partido Comunista Italiano en 1964 (17).

    Las semillas envenenadas plantadas dentro de la Iglesia por las sociedades secretas vinieron a la luz primero en el modernismo.
    Monseñor Graber se horroriza cuando al analizar los escritos de las sociedades secretas “se ven aparecer ya en ellos, al fin del siglo XIX, todas las ideas que están poniendo a prueba la capacidad de aguante de la Iglesia en el periodo posconciliar” (19).

    El objetivo final de aquellas sociedades secretas era la integración de todas las fuerzas financieras y sociales bajo un gobierno mundial en el cual “el catolicismo, como todas las religiones, sería absorbido en un sincretismo universal…
    En sus etapas finales, la sinarquía plenamente llevada a cabo representaría “la anti- Iglesia”.
    Para ello crearían una anti-Iglesia, o Iglesia “nueva”, mediante el socavamiento y cambio de la Iglesia “antigua”, intentándolo no tanto por un ataque desde el exterior como por lo que se denomina en la esfera política “la marcha a través de las instituciones” (20).
    Sus ideas se difundirían en la circulación espiritual de la Iglesia mediante la evolución… a fin de privarla de su carácter sobrenatural, amalgamándola con el mundo, y así preparar el camino a una religión mundial estándar en un Estado mundial centralizado (21).

    4- Espantosa profecía de un ex_sacerdote apóstata y satanista…

    Los masones ya lo habían proclamado abiertamente:
    El objetivo ya no es destruir a la Iglesia sino más bien utilizarla por medio de la infiltración (22).
    De hecho uno de sus portavoces, el ex_canónigo francés Roca, apóstata satánico de la peor especie (23) había profetizado ya a finales del siglo XIX:

    El culto sagrado en la forma ordenada por la Liturgia, el ceremonial, el Ritual (se refiere a la Misa Tridentina) y las disposiciones de la Iglesia Romana pronto sufrirán una transformación en un Concilio ecuménico que le restaurará la venerable sencillez de la edad de oro de los Apóstoles, acorde con los dictados de la conciencia y de la civilización moderna (24).
    (¡¡Y pensar que la primera de las normas generales propuestas para la reforma litúrgica del Vaticano II era que: “los ritos deberán caracterizarse por una noble sencillez”!!)

    5- Carácter francmasón del principal responsable de la reforma litúrgica…

    La absoluta semejanza de esa predicción con la reforma litúrgica posconciliar hizo que la simple coincidencia resultase una explicación demasiado ingenua.
    Cualesquiera que hayan sido sus intenciones, es evidente que si el Arzobispo Anibal Bugnini (Secretario de la Comisión Litúrgica Conciliar) hubiese tratado de destruir la Liturgia Romana y de destruir la Misa Tradicional no podría haberlo hecho con más eficacia.
    ¡¡Lo significativo fue comprobar, en 1976, la noticia de que la reforma litúrgica
    “había sido obra de ese Bugnini, a quien por fin se ha desenmascarado; es verdaderamente lo que hace tiempo sospechabamos: un francmasón” (26)!!

    Monseñor Lefevbre comentaba, en marzo de 1976:
    Ahora, cuando oímos en Roma que el que fue alma y corazón de la reforma litúrgica pertenece a la francmasonería, podemos pensar que no es el único. El velo que cubrió el mayor engaño que jamás haya mistificado al clero y cofundido a los fieles, está comenzando a rasgarse (27).

    6- Instrucciones de los “carbonarios” publicadas por orden de León XIII…

    Recordaba Monseñor Lefevbre que Pío IX ordenó que se publicaran los documentos de la Alta Vendita para alertar a la feligresía sobre los planes masónicos de infiltrarse en el Vaticano y destruir la Iglesia desde dentro.
    Los documentos de la Alta Vendita, la más elevada logia de los Carbonarios, sociedad secreta italiana, fueron más tarde publicados en Dublín en 1885 por monseñor Dillon en el libro “El Gran Oriente de la Masonería sin máscara” (en castellano, Ed. Chaco 1977), como respuesta a la exhortación de León XIII a “arrancarle la máscara a la francmasonería”.
    Cuando León XIII recibió un ejemplar de dicho libro quedó tan impresionado que ordenó que se publicara la obra, costeándola él mismo.

    En el capítulo titulado Permanent Instruction of the Alta vendita se decía lo siguiente: “Nuestro objetivo final es el de Voltaire y el de la Revolución Francesa: la destrucción, para siempre, del Catolicismo e incluso de la noción de lo cristiano…”
    Buscaban, para ello, “un papa acorde con nuestros deseos”, no forzosamente uno malo (de hecho, “uno bueno” les convendría más); más bien uno a quien pudieran instrumentar.
    “El papa, cualquiera que fuese, nunca llegará hasta las sociedades secretas. Toca a las sociedades secretas llegar a la Iglesia primero, con el propósito de conquistar a ambos. La tarea que emprendemos no es obra de un día, ni de un mes ni de un año. Puede durar muchos años, un siglo tal vez, pero en nuestras filas el soldado muere y la lucha continúa”.

    La hora de la Alta Vendita habrá llegado cuando sus agentes “hayan invadido todas las funciones. Gobernarán, administrarán y juzgarán. Elegirán el pontífice que debe reinar; y ese pontífice, como la mayoría de sus contemporáneos, estará necesariamente imbuido de los principios humanitarios que pondremos en circulación…
    Dejad que el clero marche tras nuestra bandera creyendo siempre que marcha tras la bandera de las Llaves Apostólicas.
    Echad vuestras redes como Simón Pedro; tendedlas en el fondo de las sacristías, de los seminarios y de los conventos y obtendréis una redada de “peces” aun más milagrosa que la suya.
    Habréis pescado una revolución con tiara y capa pluvial, que marchará con la cruz y nuestra bandera, una revolución que sólo necesita un pequeño estímulo para incendiar el mundo”.

    Quien piense que es imposible tomar en serio este documento debería reflexionar que se publicó por orden del Sumo Pontífice León XIII, precisamente con la esperanza de impedir la concreción de tales siniestros planes.

    Nótese igualmente que no se trataba de colocar a uno de los suyos en el trono papal, sino asegurarse la elección de un papa idealista, inspirado por ideales humanitarios, al cual pudieran manipular. El clero no resistiría las órdenes que le llegaran desde el Vaticano, por más penosas que parecieren, precisamente porque consideraría que obedeciéndolas marchaba “tras la bandera de las Llaves Apostólicas”.

    Así pues, las sociedades secretas que planeaban destruir a la Iglesia “reformándola desde dentro” no buscaban sólo una nueva misa, como explicaba monseñor Graber. Todo debía ser “nuevo”: “nueva” religión, “nuevo” dogma, “nuevo” sacerdocio, aboliéndose toda sotana y hasta llegando a admitir el matrimonio (30).

    El arma clave para lograrlo debía ser una llamada al sensualismo: “Formad corazones llenos de vicios y ya no habrá católicos. Hemos emprendido la corrupción a gran escala, la corrupción del pueblo por el clero, y la del clero por nosotros; corrupción que abre el camino para que cavemos la sepultura de la Iglesia (31).

    El principal objetivo debía ser conquistar a la juventud: “Dejad a un lado a los mayores: id a la juventud… particularmente a los seminaristas, ya que dentro de pocos años ese mismo clero joven conquistará todas las funciones, por ley de vida” (32).

    ¿Qué alcance tuvo la influencia de las sociedades secretas en el Vaticano II? El obispo Graber cree que fue apreciable, aunque no pueda, por supuesto, aportar pruebas explícitas; él demuestra que las orientaciones actuales de la Iglesia concuerdan muy estrechamente con las que pretendía la estrategia de las sociedades secretas.
    En cualquier caso, cierto o no, el resultado práctico final de las orientaciones posconciliares viene a coincidir con el mismo objetivo de las sociedades secretas.

    A aquellos que no den crédito a las palabras de monseñor Graber les convendría leer la encíclica Humanum Genus de León XIII.

    7- General satisfacción de las logias tras el Concilio…

    Es significativo comprobar la satisfacción expresada por algunas ramas de la masonería ante el estado de la Iglesia después del Concilio. Un artículo de L´Humanisme, periódico del Gran Oriente francés, declaraba abiertamente, ya en 1968:

    Entre los pilares que se derrumbaron fácilmente destacamos el Magisterio; la infalibilidad papal, que se creía establecida con firmeza por el Primer Concilio Vaticano,es cuestionado tras la publicación de la encíclica Humanae Vitae; la Presencia Real eucarística, que la Iglesia pudo imponer a las masas medievales y que desaparecerá con la creciente intercelebración entre sacerdotes católicos y pastores protestantes; el carácter sagrado del sacerdote…; la distinción entre la Iglesia que dirige y el (bajo clero) vestido de negro, en cuanto desde ahora las directivas procederán de la base de la pirámide hacia arriba, como en cualquier democracia (33).

    8- La tesis de monseñor Graber viene avalada por los propios papas…

    En fin, aunque ninguna prueba por sí sola puede resultar decisiva en la situación descrita por monseñor Graber; la fuerza en este caso proviene del efecto acumulativo de sus pruebas (y los pocos ejemplos que citamos aquí sólo lo insinúan).
    El valor del libro de monseñor Graber radica en que no exagera la situación, y merece ser estudiado por todo católico preocupado por la descomposición de la Iglesia, leyéndolo a la luz de las encíclicas Humanum Genus y Pascendi.

    Pablo VI nos aseguraba que la presente destrucción de la Iglesia es una autodestrucción; San Pío X advirtió que ésa era la intención de los modernistas, cuyos objetivos se aproximan tanto a lo que monseñor Graber demostró que era la estrategia de las sociedades secretas.
    Pues, como san Pío X escribía, esos hombres son:

    enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper (36).

    De hecho, el patético estado al que han reducido la Liturgia romana, la gloria más grande de la iglesia y de la civilización occidental, brinda un testimonio desgarrador de la eficacia con que estos enemigos perniciosos realizan su tarea.
    La naturaleza objetiva de esta reforma fue perfectamente resumida por D. von Hildebrand en su libro The Devastated Vineyard, donde afirma que si a un diablo “se le hubiere encomendado la ruina de la Liturgia no hubiera podido hacerlo mejor”.

    (Extraído de “El Concilio del papa Juan” de Michael Davies, Ed. Iction, Buenos Aires, 1981). Título original: “Pope John’s Council” 1977)

  6. #6
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: El concilio del papa Juan

    Se ve que estaban agradecidos los "hermanos tres puntos". ¡Y eso que todavía quedaban tres años de Concilio!


    Última edición por Hyeronimus; 16/12/2007 a las 20:55

  7. #7
    Avatar de Jorge Zamora E.
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    Re: El concilio del papa Juan

    Estimado Gothico, ¿Podría enviarme una versión digital del documento? un PDF o Word o algo así? Gracias por su colaboración,
    Atte.
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  8. #8
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    Re: El concilio del papa Juan

    Cita Iniciado por Jorge Zamora E. Ver mensaje
    Estimado Gothico, ¿Podría enviarme una versión digital del documento? un PDF o Word o algo así? Gracias por su colaboración,
    Atte.
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    Lo siento. Esto es lo que hay.

  9. #9
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    Re: El concilio del papa Juan

    ¿Desde cuándo la “adaptación a los tiempos” constituye una categoría digna de figurar en el frontispicio de una religión?
    ¿Y, cuándo había sucedido eso en el cristianismo y en el catolicismo antes del Vaticano II?

    Más bien, en general, siempre fue a la inversa: que los hombres de diferentes épocas tenían en común con sus padres una religión idéntica; y no sólo eso, sino que se esforzaban para que sus hijos la poseyeran también íntegra e idéntica a la que los antepasados tuvieron.
    A veces, sí, había desviaciones debido a la corrupción de antiguos cultos para formar otros… cultos sincretistas etc., pero en estos casos la raíz del cambio no obedecía a un designio interno propio como la “adaptación a un entorno”. Otra cosa era que el entorno acabara por desfigurar una religión, pero siempre sin conciencia por parte de quienes la practicaban, y menos, proponiéndoselo.

    En cualquier caso, sí podría aceptarse una sana “adaptación a los tiempos” cuando esa tendencia consistiera: o en una mayor purificación de ese entorno hacia una religión dada o para una mayor difusión de la misma; o bien para una mayor purificación de su culto.
    En esos casos ese impulso sería sano, en cuanto dirigido por la propia religión que tiende naturalmente a perdurar y a propagarse.

    Ahora bien, aquí comenzarían los problemas: ¿cómo decidir que es “purificar un culto”?, ¿una “mayor difusión” lo ha de ser más bien en número que en la calidad…?
    La cuestión es importante porque permitiría a su vez dilucidar si el impulso inicial surgió de la propia religión o fue ajeno a ella.
    El tema viene referido, como es obvio, a la “adaptación al mundo moderno” que se llevó a cabo por la Iglesia Católica entre 1962 y 1965 en nombre del Concilio Vaticano II.

    ¿Y qué cabría entender por “purificación” del catolicismo?
    Habría que definir primero la esencia del catolicismo y cristianismo para, luego, prescindir de lo superfluo.
    Está claro que la esencia del catolicismo consiste en la Fe en Jesucristo, Dios, mediante la Tradición y la Sagrada Escritura que nos es revelada por la Iglesia.
    Externamente esa fe se plasma en la Santa Misa y en los Sacramentos.

    Lo primero que llamaría la atención sería comprobar que hay una zona, cuando menos, conflictiva entre los conceptos de “Tradición” y de “adaptación al mundo moderno”.
    Aunque, quizá, más bien… ¡incluso contradictoria!
    Pues ¿qué es la Tradición? No es ella sino la adaptación de la Sagrada Escritura a las diferentes situaciones por las que la Iglesia ha pasado a lo largo de los siglos: la resolución de herejías, conflictos, la aportación de los Santos Padres, el acrisolamiento de los dogmas, etc., y todo ello con la asistencia permanente del Espíritu Santo sobre la Iglesia.

    Ahora bien, si nadie puede negar eso, ¿en qué consistiría “lo superfluo”? ¿y en qué la “adaptación”?
    Porque el propio concepto de “Tradición” es ya incompatible, por lo pronto, tanto con la consideración de “lo superfluo” como con la de las “adaptaciones”, en tanto que Ella misma insensiblemente aparta lo superfluo y adapta la Iglesia a las circunstancias. (No olvidemos la constante asistencia del Espíritu Santo)

    ¿Qué podría deducirse por tanto de esa aparente grave contradicción?
    Podría sospecharse algo gravísimo, que sería querer desterrar o suplir con tales conceptos, confusos y novedosos, desterrar precisamente, en la práctica, a la Tradición.
    Y cabría sospecharlo por tanto que se intenta hacer violenta y radicalmente algo que la Tradición efectuaba gradual e insensiblemente. En concreto, las causas de sospecha radicarían en la aparente inasistencia del Espíritu Santo a las modernas innovaciones:

    I) Dado que el Espíritu Santo ya asistía a la Iglesia constantemente, ¿por qué, de repente, habría de querer el Espíritu Santo un cambio radical en su proceder y, además, actuando con prisas? ¿por qué -de haber querido ese cambio de orientación- no lo hubo hecho gradualmente, insensiblemente, tal y como siempre había obrado?
    (pues se sabe que todo lo que se hace naturalmente y para buen fin es gradual; en cambio, todo vuelco y trastorno repentino no implica naturalidad, y es contrario al orden de las cosas ¡¡¡…y eso aun sin considerar que un tal cambio haya de ser para contradecir un orden dado!!!)

    Es decir; si se trataba de adaptar el catolicismo al “mundo moderno” (¡¡nada menos!!), bien pudo el Espíritu Santo haber ido “tejiendo el traje” que él prevería iba a necesitar ese mundo, poco a poco e insensiblemente, durante lo siglos anteriores,mediante el Magisterio…

    (DIFICULTAD : Alguno podría pensar que, de haber sido siempre así tales características de insensibilidad y gradualidad, no hubiera habido nunca necesidad de Concilios ni de Magisterio extraordinario…, puesto que éstos son repentinos y también “ponen orden” en un determinado asunto que, según lo dicho, el Espíritu Santo hubiera debido haber clarificado por un fluir más ordinario e insensible…
    Pero esta dificultad se resuelve considerando que “mediante” el Concilio Vaticano II sería la primera vez en la Historia que el Espíritu Santo “querría” un cambio rápido y trascendental de orientación en su Iglesia.
    Hablo de “cambio de orientación” en el sentido de que se constató en dicho Concilio, efectivamente, un ansia de reforma y cambio de verdades que estaban no solo ya vigentes, sino protegidas con los máximos anatemas y fulminaciones que la Iglesia posee. Tal protección era proporcional a la importancia y gravedad de esas materias. Y no estamos hablando de matices o de detalles, del corte de las casullas o del tamaño de las velas…, sino del meollo de la Fe católica. ¿O es que acaso los anatemas recaían sobre menudencias?
    Es evidente que se retocaron, modificaron, reinterpretaron o sea, se cambiaron, verdades importantísimas, contrariando y despreciando los más terribles anatemas que las guardaban.)

    II) Otro motivo de sospecha sería que, si el Espíritu Santo hubo asistido a su Iglesia protegiendo con tales anatemas esas verdades definidas por el Magisterio,¿sería lógico que, posteriormente, hubiera “inspirado” el Espíritu Santo para que se ignoraran dichos anatemas y -peor aun- sostener como válido que pudiera haber otras opiniones legítimas sobre dichos temas; y -algo inconcebible, salvo blasfemia- llegar a sostener subrepticiamente que ¡¡¡ opiniones contrarias a aquellas son las perfectamente ortodoxas!!! (caso del “Syllabus” o de “Pascendi”, repudiadas y objeto de mofa desde el Vaticano II y sustituidas por documentos opuestos a ellas)
    ¿Puede radicar en tan escandalosa contradicción la actuación del Espíritu Santo?

    Hay que añadir que en otros Concilio ecuménicos, como p.ej. el de Trento, jamás se habían retocado definiciones del Magisterio para asentar como válidas tesis contrarias a aquéllas, sino para desarrollarlas, yendo toda la orientación en el mismo sentido.
    Y, por supuesto, el fin de aquellos Concilios no era “adaptar la religión católica” al mundo circundante (que, por cierto, era infinitamente menos ateo, pagano y blasfemo que el de la época del Vaticano II) sino, al contrario: en todo caso, para que se adaptara el mundo de aquella época a la religión Católica.
    No se dio en toda la Historia del Catolicismo, hasta entonces, contradicción alguna: había una sana Religión luchando por la causa de la Religión.

    III) Por si fuera poco lo anterior, nos encontramos con que el Espíritu Santo, aun a pesar de obrar mediante su asistencia constante en la misma tendencia y orientación durante siglos, quiso e hizo que además, mediante el Magisterio extraordinario infalible (anterior al Vaticano II) muchas de esas verdades se declararan dogmáticas; y, más aun, quiso que se fijara, dogmáticamente, mediante el Concilio Vaticano I (siglo XIX, ¡ojo!) toda una doctrina de la infalibilidad dogmática
    Pregunta decisiva: Luego si el Espíritu Santo ya sabía,como Dios que es, que todo el “arsenal” de doctrina infalible promulgada por el Magisterio a lo largo de los siglos iba a quedar relegada al “museo de los horrores” por el supuesto “magisterio” post-Vaticano II o, cuando menos, desdeñosamente silenciada u olvidada…
    ¿Para qué, pues, pudo haber querido el Espíritu Santo que todo aquello que sabía que habría de ser ignorado hubiese sido declarado dogmático?
    ¿qué sentido pudo haber tenido el dogmático Vaticano I con su doctrina sobre la infalibilidad?
    ¿Cómo interpretar todo el revoltijo blasfemo y apocalíptico (producido a raíz del brutal terremoto del Vaticano II) de contradicciones espantosas e insolubles… a la luz de la permanente asistencia del Espíritu Santo?
    ¡¡Parece claro que la única explicación posible sería la de fijar un criterio de infalibilidad en tiempos en que Él preveería de confusión!!

    Porque está también claro que, en sentido contrario, los innovadores NO han osado poner por testigo al Espíritu Santo declarando infalibles sus elucubraciones e innovaciones… Aunque la razón es muy sencilla: porque la permanente asistencia del Espíritu Santo NO se lo ha consentido.

    Pues dado que el Espíritu Santo asiste siempre a su Iglesia, sería cierto que Éste hubo de prever el peligro de infiltración masónico-liberal que acechaba y acecharía en grado extremo, en un futuro (en el que vivimos desde 1962) ya no sólo desde fuera (serían irrelevantes esas condenaciones para ateos o herejes ajenos a la Iglesia) sino desde dentro de la Iglesia misma.
    Ese era además el temor que, incluso humanamente, movió a la fijación de tal doctrina de infalibilidad a los padres del Concilio Vaticano I (el de 1869-70), asícomo las condenas de León XIII, Pío IX , San Pío X o Pío XII a las “novedades” y blasfemias del clero moderno.

    IV) Pero ya el colmo del escándalo y de la impostura es disimular que la Tradición, el Magisterio había condenado y anatematizado las opiniones y teorías que se le oponían al propio Magisterio y que eran entre otras, precisamente las que hablaban de la conveniencia de la adaptación del dogma y de la doctrina al llamado “mundo moderno”; el Syllabus es el ejemplo característico).

    Este es precisamente el punto que hace imposible sostener que esos errores se contuvieran ¡¡y nada menos que como “verdades” (no vale que apelen a lo del "padre de familias que saca, a su debido tiempo, de su repuesto "cosas nuevas” y viejas…)en la Tradición a la que atacan; la Tradición ya se defendió, condenándolos.
    Es imposible que algo condenado pretenda tener su base en aquello que lo condena: ese Magisterio y esa Tradición lo canonizaron para siempre como error, poniendo al Espíritu Santo como testigo de esa condena perpetua.
    Y el Espíritu Santo dio su asistencia a esa condenación, pues NO impidió que se le pusiera formalmente por testigo de ella.
    ¡¡es blasfemo pretender que sólo desde unos cuantos lustros acá el Espíritu Santo aprueba tales innovaciones…

    Algo anatematizado hasta 1961 y en 1961 JAMÁS puede ser fundamento de algo ni en 1962, ni a partir de 1962, ni NUNCA. Lo diga un papa, un concilio o un ángel que lo bajara a anunciar
    Suponer lo contrario es un insulto a la racionalidad, decencia y dignidad de las personas, o una broma de pésimo gusto.
    Última edición por Gothico; 10/01/2009 a las 10:12

  10. #10
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    Respuesta: El concilio del papa Juan

    Buena noticia: El texto íntegro de la obra está ya disponible en "Stat veritas". Que aproveche su lectura :


    TEXTO SOBRE LA REVOLUCIÓN LITÚRGICA:

    EL CONCILIO DEL PAPA JUAN.
    Michael davies.
    ICPCM dio el Víctor.

  11. #11
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    Respuesta: Re: El concilio del papa Juan

    Cita Iniciado por Jorge Zamora E. Ver mensaje
    Estimado Gothico, ¿Podría enviarme una versión digital del documento? un PDF o Word o algo así? Gracias por su colaboración,
    Atte.
    JZ
    Adjunto el libro completo en PDF.

    También se puede bajar del sitio de StatVeritas:

    http://www.statveritas.com.ar/Libros...el_Davies).zip
    Archivos adjuntados Archivos adjuntados
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  12. #12
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    Respuesta: El concilio del papa Juan

    Dios pone todas las cosas en su lugar,

    Benedicto XVI ha liberado el uso del latín en la Liturgia Eucarística, y él mismo ha celebrado la misa ad orientem en la Capilla Sixtina, ¿Acaso por ello es retrograda como dijor Hans Kung? no, ¿acaso por ello la liturgia en lengua vernacula es apócrifa?, No.

    La Iglesia no la podá destruir nadie, lo siento mucho pero Gothico, al hacerte portavoz de un cisma que cae en la heregía de sacralizar el latin, de sacralizar las vestimentas y la tiara y la ceremoniosidad, te haces tu también partícipe de esa heregía.

    Lo más triste es que ese veneno desesperanzador al que apestan muchos de estos ataques, hacen efecto en quienes se los toman. Todo aquel que predique contra la Iglesia predica contra Cristo, y el efecto que causa en los seguidores de Cristo es inicialmente el coraje, luego la sosobra, a la que sigue la desesperanza para finalmente caer en la falta de fe.

    La Iglesia Católica es la columna y fundamento de la verdad. Misma verdad que no se pierde en matices, y que no se puede confundir con ellos. LA Sagrada liturgia es la misma hoy que cuando se hacía en latín, ad orientem y cantando Dies Irae, quien ha dejado de adorar a Cristo Eucaristía porestar consagrado por el presbiterio postconciliar, comete sacrilegio.

  13. #13
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    Respuesta: El concilio del papa Juan

    Ánimo la Iglesia postconciliar Vaticano II está viva:


  14. #14
    Avatar de Eiztarigorri
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    Respuesta: Re: El concilio del papa Juan

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Se ve que estaban agradecidos los "hermanos tres puntos". ¡Y eso que todavía quedaban tres años de Concilio!

    Sobre la posible adscripcion masonica de Juan XXIII se ha hablado mucho. Algunos dan como prueba sus amistades con Herriot o su posible iniciacion en los reosacruces en Turquia. Pero no hay nada definitivo. Por otro lado las rerivindicaciones masonicas de Juan XXIII tampoco son de fiar porque los masones acostumbran a atrubir la condicon masonica a toda persona de relevancia a fin de darse mas pisto. Esta claro que el planteamiento humanitarista, progresista y favorable a la Nueva Teologia de Juan XXIII no son ninguna carta de presentacion pero es necesario tener algo solido. Esta claro que la politica de Juan XXIII beneficio a la masoneria dentro y fuera de la Iglesia pero eso no prueba atomaticamente su condicon masonica solo lo desastroso de su reinado.

  15. #15
    Avatar de Hyeronimus
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    Respuesta: El concilio del papa Juan

    Yo en ningún momento creo haber dicho que Juan XXIII fuera masón, y coincido totalmente con usted, Eiztarigorri. De todos modos, los masones le estaban agradecidos por la manera en que había facilitado sus planes.

  16. #16
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    Re: El concilio del papa Juan

    Desgraciadamente si bien las sopechas sobre (Ángelo Roncali) Juan XXIII son muchas no existe acuerdo sobre su inicación masónica. La masonería acostumbra a atribuir el caracter masónico a grandes personajes para darse más importancia de la que eralmente tiene. Existen dos versiones sobre la inicación masónica de Roncali, una la sitúa en Francia y otra en Turquía pero ninguna de las dos es segura ni puede verse confirmada y en historia "Testis unus, Testis nulus" como recordaba Paul Rassinier. Ello no quita que Juan XXIII no haya sido muy probablemente el Papa más nefasto de toda la historia. Existe también un rumor en el sentido de la elección del Conclave que eligió a Juan XXIII no fue una elección legítima porque se abría impugnado bajo amenaza por plante de los obispos franceses la elección de Siri. Pero sobre esto es como todo, se necesitaría más información.

  17. #17
    Avatar de Eiztarigorri
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    Re: El concilio del papa Juan

    Veamos, no simpatizo con Juan XXIII y muchas veces he oído rumores sobre la posible adscripción masónica de Juan XXII. Sin embargo los datos no parecen concluyentes: Unos ubican se iniciación en Francia, otros en México y otros en Turquía. Lo que si es cierto es que favoreció a prominentes mondernistas como Lubac que hicieron bastante daño durante el concilio. Como ha sido beatificado no parece fácil hacer una história crítica de cuales fueron las personas que infliuyeron en sus decisiones pero sería bastante útil para explicar lo inexplicable. Los masones aunque hagan impresiones no son una fuente fiable porque no es la primera ni la última vez que falsifican incripciones para adornarse con plumas ajenasy atribuirse más poder e infgluencia de la que realmente tienen. Posiblemente la pista a la masonería dentro de la Iglesia esté en la Investigación de la Logia Vaticana de la que hablaba Mino Picorelli. La investigación debe empezar por el núcleo de la Logía hacia las ramas de lo contrario podemos quedarnos bizcos y liarnos en guerras internas. Esto es lo que entendió Michael Collins cuando abordó el sistema de combatir el espionaje británico dentro del nacionlismo irlandés.

  18. #18
    Avatar de Anorgi
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    Re: El concilio del papa Juan

    Editado por la administración: pues si esa chusta de biografía es todo lo que necesitas para formar tu criterio, deberías mejorar, y mucho, tu capacidad para informarte correctamente.

    Intervención borrada por inútil y ridícula.

    Última edición por Donoso; 16/04/2011 a las 13:28
    «Todo lo que manda el Rey,
    que va contra lo que Dios manda,
    no tiene valor de Ley,
    ni es Rey quien así se desmanda.»
    (Lope de Vega)

  19. #19
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: El concilio del papa Juan

    La cuestión conciliar abierta y reformable



    Hubo concilios celebrados en pacifica sesión y clausurados en armónica comunión, algo no tan corriente ni tan frecuente como se supone, ya que algunos concilios tuvieron sus momentos de tensión, de colisión, de agresión y hasta de tumulto. Y no fueron los peores ni los menos importantes, al contrario.

    Recuerdo como una estupenda, aprovechada y divertida temporada de estudios el curso que dediqué a estudiar los Concilios de los siglos IV-V y sus secuelas, toda una parte fascinante y fundamental de la Historia de la Iglesia y el Dogma Cristiano. Y recuerdo las trifulcas de los Padres Conciliares, unas veces agarrados a las barbas (los unos de las de los otros), otras a baculazo limpio (unos en las cabezas de otros), y otras dictando doctrina sacratísima entre vociferaciones, sentencias, anatemas y contra-anatemas. Fascinante. Y el Espíritu Santo activo como nunca, iluminando la mente de los Santos y dejando sin luces los entendimientos de los malos. Así se celebraron y desenvolvieron los Concilios de la antigüedad.

    A veces, el tsunami sobrevenía post-concilium, con episodios violentos que eran la consecuencia de lo que no se trató bien, debidamente, en el aula conciliar, y luego estallaba, como cuando se digiere mal una comida defectuosa y rompe al dia siguiente en cólico violento. Algo parecido.

    Pues en esas estamos, diría yo, con el Vaticano IIº, en pleno cólico entripado por la apresurada y mala digestión de productos en mal estado, defectuosos. Y van saliendo, aflorando, eructos cada vez más incontenibles. Supongo que es por la proximidad de los 50 años, que se cumplirán pronto, y se están cargando las baterías para la conmemoración.

    ¿Un concilio intocable? No. ¿Un concilio inerrante? No. ¿Un concilio irreformable? No. Por todos sitios (sitios serios, católicos, conscientes, creyentes) se urge la reconversión del Vat.2º en el sentido de la tradición de la que depende sine qua non. Absolutamente.

    Ayer y anteayer fue noticia en los medios católicos italianos la proclama del ilustre profesor Roberto de Mattei, en el sentido de que la infalibilidad pertenece a la Iglesia propiamente, no al concilio, y que el concilio puede errar, equivocarse. Y ahora ha sido el Papa Benedicto quien insiste en la ya abierta polémica aportando nuevas tesis/sentencias al caso:

    - la relación correcta y constante entre sana traditio y legitima progressio

    - el vínculo estrechísimo y orgánico entre la renovación de la Liturgia y la renovación de toda la vida de la Iglesia

    - la Liturgia de la Iglesia va más allá de la propia 'reforma conciliar' cuyo objetivo no era principalmente el de cambiar los ritos y los gestos, sino más bien renovar las mentalidades y poner en el centro de la vida cristiana y de la pastoral la celebración



    Son extractos del discurso del Santo Padre a los liturgistas de la Facultad de San Anselmo, el centro académico-litúrgico romano por antonomasia, al recibirlos en audiencia con motivo del 50 aniversario de la erección del Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo, justo en los prolegómenos del Vaticano IIº.

    Algunas palabras del Papa, pronunciadas en ese ámbito, tienen una gravedad importante; por ejemplo estas:

    “Por desgracia, quizás, también por nosotros Pastores y expertos, la Liturgia fue tomada más como un objeto que reformar que no como un sujeto capaz de renovar la vida cristiana”
    ¿No está claro? ¿No se entiende? ¿O no quieren entender? Citas como esta, con el precedente del motu proprio Summorum Pontificum plantando un puntal referencial, tienen en sí y adquieren en proporción un valor especial, en cuanto suponen, de hecho, una crítica del máximo nivel al Vaticano IIº, su obra y sus consecuencias. Una crítica hecha por la única y privilegiada instancia que puede, por autoridad ex sese, reconvertir lo mal hecho y rectificar lo desviado.

    Algunos se preguntan ¿por qué no más contundencia, entonces? La respuesta es tan evidente como dolorosa: Por la cerrilidad contumaz de gran parte del episcopado y ciertos sectores de la Iglesia, que se han instalado en el innovacionismo vaticanosecundista de forma, paradójicamente, inmovilista.

    Un inmovilismo en el sentido de marcar una línea de no retroceso, porque en otro sentido aceleran el progresismo ideológico sin freno postulando una especie de perpetuo ensayismo creativista, ya en la liturgia, ya en la doctrina, ya en la moral.

    Para todos los comentaristas del Vaticano IIº, la controversia litúrgica fue el primer capítulo de la polémica conciliar. No sería de extrañar que ese particular mal elaborada fuera, a cincuenta años de distancia, la causa-motor de la necesaria y urgente reconversión.

    n.b. Un extracto del discurso del Papa en zenit
    Y el original en italiano en Messa in Latino


    p.s. Confieso, sin embargo, que la charanga juanpablista que nos invade facilita muy poco la seriedad católico-ambiental que debería acompañar una oportunidad tan esperanzadora como la que parece haber abierto el pontificado de Benedicto XVI (curador de las llagas dejadas abiertas y supurantes por su predecesor, el beato).


    +T.

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  20. #20
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    Re: El concilio del papa Juan

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    La cuestión conciliar abierta y reformable



    Hubo concilios celebrados en pacifica sesión y clausurados en armónica comunión, algo no tan corriente ni tan frecuente como se supone, ya que algunos concilios tuvieron sus momentos de tensión, de colisión, de agresión y hasta de tumulto. Y no fueron los peores ni los menos importantes, al contrario.

    Recuerdo como una estupenda, aprovechada y divertida temporada de estudios el curso que dediqué a estudiar los Concilios de los siglos IV-V y sus secuelas, toda una parte fascinante y fundamental de la Historia de la Iglesia y el Dogma Cristiano. Y recuerdo las trifulcas de los Padres Conciliares, unas veces agarrados a las barbas (los unos de las de los otros), otras a baculazo limpio (unos en las cabezas de otros), y otras dictando doctrina sacratísima entre vociferaciones, sentencias, anatemas y contra-anatemas. Fascinante. Y el Espíritu Santo activo como nunca, iluminando la mente de los Santos y dejando sin luces los entendimientos de los malos. Así se celebraron y desenvolvieron los Concilios de la antigüedad.

    A veces, el tsunami sobrevenía post-concilium, con episodios violentos que eran la consecuencia de lo que no se trató bien, debidamente, en el aula conciliar, y luego estallaba, como cuando se digiere mal una comida defectuosa y rompe al dia siguiente en cólico violento. Algo parecido.

    Pues en esas estamos, diría yo, con el Vaticano IIº, en pleno cólico entripado por la apresurada y mala digestión de productos en mal estado, defectuosos. Y van saliendo, aflorando, eructos cada vez más incontenibles. Supongo que es por la proximidad de los 50 años, que se cumplirán pronto, y se están cargando las baterías para la conmemoración.

    ¿Un concilio intocable? No. ¿Un concilio inerrante? No. ¿Un concilio irreformable? No. Por todos sitios (sitios serios, católicos, conscientes, creyentes) se urge la reconversión del Vat.2º en el sentido de la tradición de la que depende sine qua non. Absolutamente.

    Ayer y anteayer fue noticia en los medios católicos italianos la proclama del ilustre profesor Roberto de Mattei, en el sentido de que la infalibilidad pertenece a la Iglesia propiamente, no al concilio, y que el concilio puede errar, equivocarse. Y ahora ha sido el Papa Benedicto quien insiste en la ya abierta polémica aportando nuevas tesis/sentencias al caso:

    - la relación correcta y constante entre sana traditio y legitima progressio

    - el vínculo estrechísimo y orgánico entre la renovación de la Liturgia y la renovación de toda la vida de la Iglesia

    - la Liturgia de la Iglesia va más allá de la propia 'reforma conciliar' cuyo objetivo no era principalmente el de cambiar los ritos y los gestos, sino más bien renovar las mentalidades y poner en el centro de la vida cristiana y de la pastoral la celebración


    Son extractos del discurso del Santo Padre a los liturgistas de la Facultad de San Anselmo, el centro académico-litúrgico romano por antonomasia, al recibirlos en audiencia con motivo del 50 aniversario de la erección del Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo, justo en los prolegómenos del Vaticano IIº.

    Algunas palabras del Papa, pronunciadas en ese ámbito, tienen una gravedad importante; por ejemplo estas:
    “Por desgracia, quizás, también por nosotros Pastores y expertos, la Liturgia fue tomada más como un objeto que reformar que no como un sujeto capaz de renovar la vida cristiana”
    ¿No está claro? ¿No se entiende? ¿O no quieren entender? Citas como esta, con el precedente del motu proprio Summorum Pontificum plantando un puntal referencial, tienen en sí y adquieren en proporción un valor especial, en cuanto suponen, de hecho, una crítica del máximo nivel al Vaticano IIº, su obra y sus consecuencias. Una crítica hecha por la única y privilegiada instancia que puede, por autoridad ex sese, reconvertir lo mal hecho y rectificar lo desviado.

    Algunos se preguntan ¿por qué no más contundencia, entonces? La respuesta es tan evidente como dolorosa: Por la cerrilidad contumaz de gran parte del episcopado y ciertos sectores de la Iglesia, que se han instalado en el innovacionismo vaticanosecundista de forma, paradójicamente, inmovilista.

    Un inmovilismo en el sentido de marcar una línea de no retroceso, porque en otro sentido aceleran el progresismo ideológico sin freno postulando una especie de perpetuo ensayismo creativista, ya en la liturgia, ya en la doctrina, ya en la moral.

    Para todos los comentaristas del Vaticano IIº, la controversia litúrgica fue el primer capítulo de la polémica conciliar. No sería de extrañar que ese particular mal elaborada fuera, a cincuenta años de distancia, la causa-motor de la necesaria y urgente reconversión.

    n.b. Un extracto del discurso del Papa en zenit
    Y el original en italiano en Messa in Latino


    p.s. Confieso, sin embargo, que la charanga juanpablista que nos invade facilita muy poco la seriedad católico-ambiental que debería acompañar una oportunidad tan esperanzadora como la que parece haber abierto el pontificado de Benedicto XVI (curador de las llagas dejadas abiertas y supurantes por su predecesor, el beato).


    +T.

    EX ORBE
    Si su Santidad el Papa Benedicto XVI forzara la inclusión de la menos una misa de Rito Extraordinario cada domingo en cada parroquia no creo que hubiere oposición, la oposición se despertaría si derogara el Rito Ordinario, créanlo o no mucha gente gusta de cantar alabanzas durante la misa, gusta de responder a la misa, y ese es un cambio que al menos en América latina sirvió para que la gente dejara de ir a oír misa, y ahora fuera a participar en ella. En la Iglesia de Guadalajara Nuestro Cardenal se encargó de sosegar a los chivitos del seminario que con el vaticano II se sintieron sueltos, y él El cardenal Juan Sandoval los metió en cintura para que entendiera que lo único que cambió en la liturgia fue el Idioma, y la orientación, ni el estricto orden, la devoción y el foco del Misterio Litúrgico Eucarístico. Juan Pablo II y el vaticano lo ponderaron por esa disciplina, misma con la cual ha sostenido el Seminario más numeroso del mundo. Del Vaticano vino su nombramiento como Arzobispo y Cardenal de la Ciudad. Así pues creo que el problema de los excesos con los que se interpreta el Concilio Vaticano II descansa en los obispos locales y no en el Papa. Fue Juan Palo II quien nombró a nuestro Cardenal Disciplinado y Leal a Cristo y Fiel a la Tradición, Creo que por esa razón a pesar de que en Guadalajara no hay muchos lugares donde se pueda escuchar la misa en Latín, La ciudad sigue prosperando en vocaciones al Sacerdocio.





    PD Yo en lo particular no tendría problema en asistir a misa en Latín, total basta con aprender un poco las respuestas en el Latín así como las aprendimos en Español, ( aunque creo que por estos lugares decirle español al castellano es mal interpretado ahí disculparán)
    Última edición por Jorge_Carrillo; 16/05/2011 a las 23:58

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